miércoles, 7 de enero de 2015

PAZ

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.

PAZ

El ser humano busca la felicidad más que ninguna otra cosa. Ésa es la meta consciente o inconsciente de todas sus actividades, de todos sus afanes. Busca la felicidad en determinadas cosas o bienes que lo sacien, o en determinadas personas que le den alegría, o que lo exciten. Pero una vez que obtiene lo que desea, descubre que no puede ser feliz, aun poseyendo lo que deseaba, si no tiene además paz. Sin paz no puede gozar de felicidad, no puede gozar de lo que posee. La paz es una condición indispensable de la felicidad. La felicidad y la inquietud se excluyen mutuamente.
Necesita tener paz en lo exterior para sentirse a gusto en su casa, y para gozar de los bienes que posee. Pero también necesita tener paz dentro de ella; esto es, ausencia de conflictos con otras personas de su entorno inmediato, de su familia; así como ausencia de conflictos con personas de afuera; ausencia de peligro y amenazas relativas a su situación económica, a su trabajo o a su salud, etc. por sólo citar lo más importante.
Pero necesita también tener paz interior. Esto es, equilibrio interno, satisfacción, contentamiento. Y eso es mucho más esquivo.
Si no tengo paz en mi hogar no puedo ser feliz, aunque viva en la mansión más bella. Eso lo explica bien Proverbios: "Mejor es vivir en un rincón del techo que con mujer malhumorada en casa espaciosa" (21:9). "Mejor es morar en tierra desierta que con mujer rencillosa e iracunda" (21:19). "El hijo necio es pesadumbre de su padre y amargura a la que le dio a luz" (17:25).
Pero tampoco tengo felicidad ni paz si estoy acosado por enemigos o peligros externos. Y éstos pueden ser de la naturaleza más variada: rivalidades en el trabajo, inestabilidad laboral, dificultades en mis negocios, crisis económica, o peligro de asaltos en la calle, etc.
Pudiera ser también que no esté acosado en el presente por ninguna de las cosas que menciono, pero si existe la posibilidad de que pueda serlo; es decir, si hay alguna amenaza latente, escondida, algún peligro lejano, tampoco tengo paz. Esto es, no tengo paz si no tengo seguridad. La seguridad frente a cualquier peligro o amenaza es un componente indispensable de la paz. La seguridad protege la paz.
Sabemos que la satisfacción de las necesidades humanas puede ser objeto de negocio. De hecho son las necesidades del hombre las que mueven la economía. Por ejemplo, la industria alimentaria hace dinero satisfaciendo el hambre de la gente. La industria textil hace dinero satisfaciendo la necesidad de vestido; la industria de la construcción, satisfaciendo la necesidad de vivienda, etc.
Se puede hacer negocio vendiendo paz a la gente. Por eso se han inventado las pastillas tranquilizantes, y por el mismo motivo acude la gente a los psicólogos, a los psiquiatras y a los consejeros del alma. Esas cosas se han convertido en un negocio floreciente porque, alejado de Dios, el hombre carece de paz interna y necesita tenerla para ser feliz.
Pero también la seguridad es objeto de negocio. Por eso se han inventado los seguros, que aseguran a la gente contra riesgos, de modo que si sufre una pérdida, o un robo, o un accidente, será compensada económicamente. Los seguros de salud proporcionan a los asegurados los medios económicos para hacer frente a los gastos que ocasionan las enfermedades. Pero ¿dónde comprar un seguro que me asegure que no me enferme?
De otro lado, frente al incremento de la delincuencia y de la violencia han surgido en los últimos años las empresas de seguridad que proporcionan protección a la gente que se siente amenazada en su persona, o en sus casas, o en sus empresas.
La gente importante o muy rica, las autoridades públicas, en el Perú y en el mundo, viven rodeados de guardaespaldas que los cuidan. Y cuando se desplazan en automóvil, son seguidos por una o dos camionetas llenas de agentes armados. ¿De qué sirve llegar a tener riquezas o poder, si yo, o mis hijos, nos convertimos en presa de secuestradores o de terroristas? "El rescate de la vida del hombre son sus riquezas (esto es, él se salva pagando un rescate) --dice un proverbio-- pero el pobre no escucha amenazas." (13:8). El pobre no sufre ese tipo de amenazas, aunque también hoy en día, en los barrios en que vive, puede ser víctima de un asalto por robarle unos centavos.
Pero aún teniendo todas esas cosas, como dijimos antes, hay un elemento sin el cual la seguridad y la paz exterior son de poco provecho, y esto es, la paz del alma. No podemos gozar de paz, si no la tenemos dentro.
Aquí también, como ya he sugerido, ha surgido toda una industria dedicada a proporcionar a la gente ese algo tan elusivo que es la paz del alma, la paz espiritual. ¿No han oído nunca hablar de los métodos de relajación o de meditación trascendental, o cosas semejantes? Muchos son lo que acuden a esos grupos o academias, o a maestros que ofrecen la paz del alma, a un precio, porque no es gratis. Esas personas que ofrecen la paz interior han hecho de ese menester un medio de vida, una profesión y cobran por sus servicios.
Pero la paz verdadera, la única verdadera, no tiene precio, es gratis; no se compra por dinero. Jesús dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo." (Jn 14:27).
El mundo te da paz, entre otras maneras, con unas pastillas, o con un método de relajación, a tanto la hora, o a tanto la caja. Jesús te da su paz y no te cobra un centavo. ¿Cómo te da su paz? ¿Dónde vas a encontrarla?
En la epístola a los Romanos leemos: "Justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (5:1). No puedes tener paz en el alma si no estás en paz con Dios. Ésa es la condición básica de la paz; la condición indispensable. Estar en paz con tu Creador, con el Señor de cielo y tierra. ¿Y cómo estar en paz con Él?
En el mismo verso citado se dice para comenzar: "justificados pues por la fe..." ¿Qué quiere decir justificado? Quiere decir, primero que nada, perdonado. Pero aún más que eso, quiere decir que Dios no mira tus faltas sino la justicia de Cristo, la santidad de Cristo que cubre tus imperfecciones, y que Dios no se acuerda de ellas. Has sido totalmente absuelto y tu hoja de antecedentes, por así decirlo, está totalmente limpia.
¿Y cómo obtengo eso? Ya se dijo: por la fe. Por creer en Jesús, por creer que Él es el Mesías anunciado por Dios desde antiguo; que Él es el Hijo de Dios que vino al mundo a morir por tus pecados. Eso quiere decir ser justificado por la fe, como lo fue Abraham, cuya fe le fue contada por justicia porque le creyó a Dios (Gn 15:6). Es esa fe la que te justifica, no ningún mérito tuyo. Es algo que Dios da y no cuesta, salvo abrir el alma a su gracia.
¿Cómo obtener esa fe? Oyendo la palabra de Dios. Es la palabra de Dios la que hace brotar la fe en el alma. San Pablo escribió en Romanos: "La fe es por el oír; y el oír, por la palabra de Dios" (10:17), frase enigmática que podemos parafrasear de la siguiente manera: La fe viene por escuchar la palabra de Dios predicada (o por leerla escrita). Sólo así, nada más que así.
Pero viene cuando Dios quiere y a quien Dios quiere que venga. Porque hay muchos que oyen, pero no entienden; que miran, pero no ven (Is 6:10; Mt 13:14,15; Mr:4:12, etc.). Misterios de la misericordia divina que dice por boca de Moisés: "Tendré misericordia del que tenga misericordia." (Ex 33:19; Rm 9:15). Por eso es que hay tanta gente que ha escuchado hablar de Cristo pero no creen.
Pero si tú, que quizá dudas de su existencia, si tú buscas con sinceridad a Dios, porque sientes que hay algo que te falta, aunque no sabes qué cosa sea, Él se dejará hallar por tí, y tú le encontrarás (Dt 4:29; Jr 29:13). Cuando hayas encontrado a Dios y Él te haya perdonado, justificado, entonces estarás en paz con Él y empezarás a sentir esa paz de la que habló Pablo, "que sobrepasa todo entendimiento" (Flp 4:7), y que viene por confiar en Él.
Y entonces empieza un proceso. Dios te inunda con su paz y te llena de alegría cuando te perdona. Pero descubrirás que esa paz es frágil, que puedes perderla si te alejas de Él. Esa paz está amenazada por el pecado. Porque no puedes estar en pecado y, a la vez, estar  en paz con Dios. Es lo uno o lo otro. Dios en tu alma, o el pecado en tus miembros.
Entonces tú vas a aferrarte a esa paz porque descubres que es un bien incomparable que nada iguala, y vas a descartar de tu vida todo aquello que ponga en peligro la paz que has alcanzado y que sientes en tu interior, hasta que, poco a poco, te vayas afianzando en ella, a medida que aumente tu comunión con Dios. ¿Qué quiere decir eso? Tu amistad con Dios, tu intimidad con Él.
Sentirás entonces que, sea lo que fuere lo que ocurre en el mundo, sea cuales fueran las amenazas, las dificultades, los problemas, tú puedes conservar la paz del alma, porque ella no depende de lo que hay afuera, sino de lo que tienes dentro.
"Mucha paz tienen los que aman tu ley" dice un salmo (119: 165a); los que aman la ley de Dios y la cumplen. O como dice Isaías: "Tú guardas en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado." (26:3).
Esa paz no te asegura que no tengas enemigos externos, ni te librará de amenazas. Sin embargo va acompañada de una gran seguridad. "Huye el impío sin que nadie lo persiga, mas el justo está confiado como un león." dice Proverbio 28:1.
Sin embargo, hay una promesa de Dios que algún día se cumplirá en tu vida: "Cuando
los caminos del hombre son agradables al Señor, aun a sus enemigos hace estar en paz con él." (Pr 16:7). Si tus caminos son agradables al Señor. Esto es, si vives de acuerdo a su voluntad, haciendo lo que dice en su palabra y sirviéndole, verás cómo los que te eran contrarios, tus enemigos, se convierten en tus amigos, o, al menos, dejan de molestarte.
Incluso te verás libre de peligros en la calle y en la ciudad, porque "El ángel del Señor acampa en torno de los que le temen y los defiende." (Sal 34:7). Sí, "Él enviará a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en piedra." (Sal 91:11,12).
¿Dónde encontrar un servicio de seguridad semejante y que no cueste? ¿Dónde encontrar un médico del alma como Jesús y que no cobre? ¿No quisieras que Él te atienda? -Sí, sí quisiera. ¿Puedes darme su dirección?- Hela aquí: "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón." (Rm 10:8). Esa palabra es su nombre.
NB. Este artículo fue publicado por primera vez en julio de 2003 en una edición limitada. Se vuelve a imprimir con ligeros cambios.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

#857 (30.11.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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