viernes, 23 de mayo de 2014

JUAN BAUTISTA III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
JUAN BAUTISTA III
Juan reprende a Herodes Antipas
Herodes el Grande había dividido su reino entre cuatro de sus hijos que recibieron el título de tetrarcas (gobernador de una cuarta parte). Judea le tocó a Arquelao (Mt 2:22), pero debido a su crueldad fue pronto destituido por los romanos y reemplazado por un procurador. Galilea y Perea le tocaron a Herodes Antipas. Iturea y Traconite le tocaron a Herodes Felipe, que era el de mejor carácter y fue un gobernante hábil. El pequeño reino de Abilinia (o Abilene) le tocó a Lisanias, de quien no se tiene mayor información (Lc 3:1).
Juan le echa en cara al rey Herodes Antipas que haya tomado por esposa a su sobrina Herodías, que había sido mujer de su hermano Herodes Felipe, algo que no era lícito. Por ese motivo Herodías, que había dejado a su esposo para casarse con uno más poderoso, quería hacerlo matar, pero no podía porque “Herodes temía a Juan sabiendo que era varón justo y santo…” y por eso le escuchaba de buena gana. Él era un hombre sensual, astuto y sin escrúpulos, aunque débil de carácter (al que Jesús llamó zorra: Lc 13:32), pero no podía menos que reconocer que el mensaje de Juan venía de Dios. No obstante, a instancias de Herodías, le había hecho meter preso (Mr 6:17-20). El historiador Josefo dice que ella era capaz de obtener que el rey haga cosas a las que él no se sentía inclinado.
Según Josefo, Herodes hizo encerrar a Juan en la fortaleza de Maqueronte –que se llamaba Maquera en su tiempo- y que estaba situada en lo alto de la cadena de montañas que domina la ribera oriental del Mar Muerto. La fortaleza había sido construida por el rey hasmoneo Alejandro Janeo (que reinó entre 103 y 76 AC), y había sido restaurada por Herodes el Grande (Nota 1). Era considerada la fortaleza más inexpugnable de Israel después de Masada y de la propia Jerusalén. Sin embargo, hay quienes consideran que no fue allí sino en su palacio de Tiberías donde Herodes Antipas celebró el banquete para festejar su cumpleaños que narra Mr 6:21, y donde Juan fue encerrado.
Estando en prisión Juan oyó acerca de los hechos de Jesús, de cómo predicaba y de los milagros que hacía. Entonces mandó a dos de sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que había de venir, o todavía tenemos que esperar a otro?” (Mt 11:3)
¡Qué cosa tan extraña! Juan en la cárcel duda de quién sea Jesús. Él, que había anunciado públicamente que Jesús era el Ungido esperado, que había mostrado a sus discípulos a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que vio descender al Espíritu sobre Jesús y oyó la voz del Padre, ¿cómo es posible que tenga dudas ahora? Porque oía hablar de los milagros que hacía Jesús, pero no veía que estuviera ejerciendo el papel de justiciero que él había anunciado, separando la paja del trigo y quemando la primera (Mt 3:12; Lc 3:17). Él, como había también ocurrido con Elías, tuvo un momento de debilidad y de depresión (1R 19:4-6). Es posible también que él, como muchos judíos de su tiempo, esperara un Mesías guerrero que empuñara las ramas y los librara del dominio romano y le sorprendiera que Jesús no asumiera ese papel.
Entonces Jesús contestó: “Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis (porque según el pasaje paralelo de Lucas, en ese momento Él sanó a muchos y expulsó demonios, Lc 7:21): “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen (cf Is 35:5,6), los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio (cf Is 61:1), y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.” (Mt 11:4-6). Al mencionar esos pasajes de Isaías Jesús le estaba diciendo a Juan: Yo estoy haciendo lo que Isaías había profetizado que haría el que había de venir. No te has equivocado, yo soy el Ungido esperado, y estoy haciendo lo que Dios quiere que haga.
Juan había honrado a Jesús, ahora ha llegado el momento en que Jesús honre a Juan. Cuando los mensajeros se iban Jesús dio un valioso testimonio sobre el precursor, preguntando a la gente: “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? (como las había en las riberas del Jordán y eran un símbolo de inconstancia. ¿Es decir, a un hombre débil de carácter e influenciable?) ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? (Sabiendo cómo vestía Juan, los que escucharon esa pregunta deben haber sonreído) He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti” (Mal 3:1). “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, es mayor que él. Desde los días de Juan Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mt 11:7-15)
¿Cómo entender aquello de que el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan? Jesús amaba expresarse en paradojas para que lo que decía llamara la atención de sus oyentes. En primer lugar Juan era el mayor de los profetas porque le tocó anunciar el advenimiento del Mesías y lo había visto con sus propios ojos, pero el que ha creído en Jesús goza de la realidad de aquello que Juan anunciaba. De otro lado, como dice F.F. Bruce, el menor en el reino de los cielos es mayor que Juan no en estatura moral, o en devoción, o en servicio, sino en privilegio. Los herederos del reino son mayores que Juan no por lo que hacen, sino por lo que Dios hace en ellos. Sabemos bien que el nacimiento de Jesús divide el tiempo en dos: en un antes de Cristo y un después de Cristo. Con Él se inaugura la nueva dispensación en la que se cumplen todas las promesas de la antigua.
Jesús dice: “Si queréis recibirlo.” Porque, en efecto, hubo muchos que no quisieron recibir su mensaje, es decir, se negaron a arrepentirse y hacerse bautizar, como él los exhortaba. Eso ocurre en la práctica con muchos ministerios. Es inútil que el predicador alce su voz, inste y hasta suplique con lágrimas en los ojos a los pecadores que se arrepientan si los que tienen el corazón endurecido se niegan a acoger su mensaje y se burlan de él.
A esta clase de oyentes se refiere Jesús a continuación en un tono impaciente y sarcástico: “Mas ¿a qué compararé a esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas (entiéndase, a jugar), y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta (como se hace en los matrimonios), y no bailasteis; os endechamos, (como se hace en los entierros) y no os lamentasteis. Porque vino Juan que ni comía ni bebía (es decir, llevando una vida austera), y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe (es decir, que no era un asceta), y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.” Esto es, no aceptan ni una cosa ni la otra. “Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.” (Es decir, por sus consecuencias) (Mt 11:16-19)
Muerte de Juan Bautista
Haber denunciado el matrimonio adulterino e incestuoso de Herodes Antipas con su sobrina Herodías tuvo un alto costo para Juan. Se hizo de poderosos enemigos. Todo el que denuncia abusos se hace de enemigos poderosos. Por eso es que muchos miran de costado. No quieren meterse en problemas.
Un día se presentó una ocasión propicia para los planes de Herodías contra Juan y para saciar sus deseos de venganza.
Herodes celebraba su cumpleaños ofreciendo una cena a los principales de su reino. En eso entró Salomé, la hija de Herodías y de Felipe, y bailó para los comensales, y les agradó tanto que Herodes le dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y aunque sea la mitad de mi reino, te lo daré.
Entonces ella, desconcertada por el ofrecimiento inesperado, le preguntó a su madre: ¿Qué le pediré? Y ella le contestó: La cabeza de Juan Bautista. La muchacha fue donde el rey y le dijo. Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan Bautista en un plato.
¿Qué muchacha es ésta que sin dudar pide que le regalen la cabeza de un decapitado, chorreando de sangre? ¿Qué tenía en el corazón esa muchacha que no se había horrorizado ante la sugerencia de su madre? Es que en ella había el mismo espíritu que movía a Herodías. ¡Cuán gran puede ser la influencia de la madre sobre su hija!
“El rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento (aunque en rigor, tratándose de un asesinato, él no estaba obligado a cumplirlo), y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla. Enseguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan. El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la muchacha, (¡Qué tal regalo! ¿No se habría horrorizado el mismo guardia al cumplir esa orden real? Es posible que en él hubiera mejores sentimientos que en Salomé) y la muchacha se la dio a su madre. Cuando oyeron esto su discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.” (Mr 6: 26-29). Mateo añade que “fueron y dieron las nuevas a Jesús.” (Mt 14:12b)
Pero ¿cuál puede haber sido la reacción de los comensales del banquete? ¿No se levantarían horrorizados ante tanta impiedad de parte de la muchacha y de tanta debilidad de carácter de parte de Herodes?
Sin embargo, la vista de la cabeza sangrante del Bautista no se apartó de la conciencia de Herodes, y debe haberlo perseguido en sus noches de insomnio, porque cuando oyó que Jesús predicaba y hacía muchos discípulos, y que algunos decían que Juan había resucitado, él dijo: “A Juan yo lo hice decapitar; ¿quién pues es éste de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.” (Lc 9:7-9).
Haber denunciado un matrimonio irregular le costó la vida a Juan. ¿Cuántas personas hay que denuncian las cosas malas, o irregulares, que hay en la sociedad, la corrupción y los abusos, que no son premiadas por atreverse a hacerlo sino, al contrario, son denunciadas y castigadas por ello?
A propósito, ¿cómo sabemos el nombre de la muchacha si los evangelios no lo mencionan? Por el historiador Josefo. Muchas de las cosas que sucedieron en ese tiempo, y que los evangelios no mencionan, son conocidas porque figuran en los libros de Josefo. (2)
Aunque el ministerio público de Juan Bautista duró poco más de un año, él dejó una huella profunda en la iglesia de los primeros tiempos. Basta que veamos los siguientes pasajes del libro de los Hechos para darnos cuenta: 1:5,22; 10:37; 13:24,25.
Uno de los predicadores más influyentes del inicio de la iglesia, y por quien Pablo tenía mucho aprecio (1Cor 4:6; 16:12; Tt 3:13), fue Apolos, judío de Alejandría. Pero al comienzo, él sólo conocía el bautismo de Juan, y con ese solo conocimiento él empezó a predicar el nombre de Jesús en las sinagogas. Pero tuvo que ser instruido por Priscila y Aquila para que conociera más exactamente el camino del Señor (Hch 18:25,26).
Unos 25 años después de su muerte Pablo encontró en Éfeso a unos 12 discípulos de Juan que sólo habían recibido su bautismo. Pablo les preguntó si ellos habían recibido el bautismo en el Espíritu Santo, y contestaron que no conocían nada acerca del Espíritu Santo. Entonces, una vez enseñados por Pablo, fueron  bautizados en el nombre de Jesús, y habiéndoles Pablo impuesto las manos, recibieron el Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas (Hch 19:1-7).
Esos doce discípulos de Juan son como muchos de nosotros. No sabemos todo acerca de Jesús, pero somos salvos porque hemos creído en Él. Pero eso no basta para ser cristianos maduros. Es necesario además haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo. Ese don, al que Jesús llama “la promesa del Padre” (Hch 1:4), Dios lo ha dado para todos, y todos lo necesitamos para hacer la obra que Él nos ha encomendado de ir y predicar el Evangelio a las naciones con poder.
Notas: 1. La dinastía de los hasmoneos, descendientes de los macabeos, gobernó Israel desde el año 143 AC hasta el año 63 AC en que los romanos conquistaron Palestina.
2. El historiador judío Flavio Josefo (38 DC- 98 DC), de familia sacerdotal y formación farisea, tomó parte en el levantamiento de los judíos como general en Galilea. Tomado prisionero por los romanos el año 69, predijo que el general Vespasiano sería coronado emperador, lo que le valió ser liberado. Tomó entonces el nombre de familia de dicho emperador (Flavio) y estuvo desde entonces al servicio de los romanos. Escribió varios libros de historia que son una fuente invalorable de los acontecimientos de la historia judía antigua y de su tiempo. Los más importantes para nosotros son “Antigüedades de los Judíos” y “Las Guerras de los Judíos”.
NB. Estos tres artículos sobre el precursor de Jesús están basados en una enseñanza dada en el ministerio de la Edad de Oro.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#810 (29.12.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


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