Por
José Belaunde M.
JUAN
BAUTISTA III
Juan reprende a Herodes Antipas
Herodes
el Grande había dividido su reino entre cuatro de sus hijos que recibieron el
título de tetrarcas (gobernador de una cuarta parte). Judea le tocó a Arquelao
(Mt 2:22), pero debido a su crueldad fue pronto destituido por los romanos y
reemplazado por un procurador. Galilea y Perea le tocaron a Herodes Antipas.
Iturea y Traconite le tocaron a Herodes Felipe, que era el de mejor carácter y
fue un gobernante hábil. El pequeño reino de Abilinia (o Abilene) le tocó a Lisanias,
de quien no se tiene mayor información (Lc 3:1).
Juan le echa en cara al rey Herodes Antipas que haya
tomado por esposa a su sobrina Herodías, que había sido mujer de su hermano
Herodes Felipe, algo que no era lícito. Por ese motivo Herodías, que había
dejado a su esposo para casarse con uno más poderoso, quería hacerlo matar,
pero no podía porque “Herodes temía a
Juan sabiendo que era varón justo y santo…” y por eso le escuchaba de buena
gana. Él era un hombre sensual, astuto y sin escrúpulos, aunque débil de
carácter (al que Jesús llamó zorra: Lc 13:32), pero no podía menos que
reconocer que el mensaje de Juan venía de Dios. No obstante, a instancias de
Herodías, le había hecho meter preso (Mr 6:17-20). El historiador Josefo dice
que ella era capaz de obtener que el rey haga cosas a las que él no se sentía
inclinado.
Según Josefo, Herodes hizo encerrar a Juan en la
fortaleza de Maqueronte –que se llamaba Maquera en su tiempo- y que estaba
situada en lo alto de la cadena de montañas que domina la ribera oriental del
Mar Muerto. La fortaleza había sido construida por el rey hasmoneo Alejandro
Janeo (que reinó entre 103 y 76 AC), y había sido restaurada por Herodes el
Grande (Nota 1). Era considerada la fortaleza más inexpugnable de
Israel después de Masada y de la propia Jerusalén. Sin embargo, hay quienes
consideran que no fue allí sino en su palacio de Tiberías donde Herodes Antipas
celebró el banquete para festejar su cumpleaños que narra Mr 6:21, y donde Juan
fue encerrado.
Estando en prisión Juan oyó acerca de los hechos de
Jesús, de cómo predicaba y de los milagros que hacía. Entonces mandó a dos de
sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú
el que había de venir, o todavía tenemos que esperar a otro?” (Mt 11:3)
¡Qué cosa tan extraña! Juan en la cárcel duda de
quién sea Jesús. Él, que había anunciado públicamente que Jesús era el Ungido
esperado, que había mostrado a sus discípulos a Jesús como el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo, que vio descender al Espíritu sobre Jesús y oyó
la voz del Padre, ¿cómo es posible que tenga dudas ahora? Porque oía hablar de
los milagros que hacía Jesús, pero no veía que estuviera ejerciendo el papel de
justiciero que él había anunciado, separando la paja del trigo y quemando la
primera (Mt 3:12; Lc 3:17). Él, como había también ocurrido con Elías, tuvo un
momento de debilidad y de depresión (1R 19:4-6). Es posible también que él,
como muchos judíos de su tiempo, esperara un Mesías guerrero que empuñara las
ramas y los librara del dominio romano y le sorprendiera que Jesús no asumiera
ese papel.
Entonces Jesús contestó: “Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis (porque según el pasaje
paralelo de Lucas, en ese momento Él sanó a muchos y expulsó demonios, Lc 7:21): “Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados, los sordos oyen (cf Is 35:5,6), los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio
(cf Is 61:1), y bienaventurado es el
que no halle tropiezo en mí.” (Mt 11:4-6). Al mencionar esos pasajes de
Isaías Jesús le estaba diciendo a Juan: Yo estoy haciendo lo que Isaías había
profetizado que haría el que había de venir. No te has equivocado, yo soy el
Ungido esperado, y estoy haciendo lo que Dios quiere que haga.
Juan había honrado a Jesús, ahora ha llegado el
momento en que Jesús honre a Juan. Cuando los mensajeros se iban Jesús dio un
valioso testimonio sobre el precursor, preguntando a la gente: “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña
sacudida por el viento? (como las había en las riberas del Jordán y eran un
símbolo de inconstancia. ¿Es decir, a un hombre débil de carácter e
influenciable?) ¿A un hombre cubierto de
vestiduras delicadas? (Sabiendo cómo vestía Juan, los que escucharon esa
pregunta deben haber sonreído) He aquí,
los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué
salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es
de quien está escrito: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual
preparará tu camino delante de ti” (Mal 3:1). “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado
otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos,
es mayor que él. Desde los días de Juan Bautista hasta ahora, el reino de los
cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas
y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que
había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mt 11:7-15)
¿Cómo entender aquello de que el menor en el reino
de los cielos es mayor que Juan? Jesús amaba expresarse en paradojas para que
lo que decía llamara la atención de sus oyentes. En primer lugar Juan era el
mayor de los profetas porque le tocó anunciar el advenimiento del Mesías y lo
había visto con sus propios ojos, pero el que ha creído en Jesús goza de la
realidad de aquello que Juan anunciaba. De otro lado, como dice F.F. Bruce, el
menor en el reino de los cielos es mayor que Juan no en estatura moral, o en
devoción, o en servicio, sino en privilegio. Los herederos del reino son
mayores que Juan no por lo que hacen, sino por lo que Dios hace en ellos.
Sabemos bien que el nacimiento de Jesús divide el tiempo en dos: en un antes de
Cristo y un después de Cristo. Con Él se inaugura la nueva dispensación en la
que se cumplen todas las promesas de la antigua.
Jesús dice: “Si
queréis recibirlo.” Porque, en efecto, hubo muchos que no quisieron recibir
su mensaje, es decir, se negaron a arrepentirse y hacerse bautizar, como él los
exhortaba. Eso ocurre en la práctica con muchos ministerios. Es inútil que el
predicador alce su voz, inste y hasta suplique con lágrimas en los ojos a los
pecadores que se arrepientan si los que tienen el corazón endurecido se niegan
a acoger su mensaje y se burlan de él.
A esta clase de oyentes se refiere Jesús a
continuación en un tono impaciente y sarcástico: “Mas ¿a qué compararé a esta generación? Es semejante a los muchachos
que se sientan en las plazas (entiéndase, a jugar), y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta (como
se hace en los matrimonios), y no
bailasteis; os endechamos, (como se hace en los entierros) y no os lamentasteis. Porque vino Juan que ni comía ni bebía (es
decir, llevando una vida austera), y
dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe (es decir,
que no era un asceta), y dicen: He aquí
un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.” Esto
es, no aceptan ni una cosa ni la otra. “Pero
la sabiduría es justificada por sus hijos.” (Es decir, por sus
consecuencias) (Mt 11:16-19)
Muerte
de Juan Bautista
Haber
denunciado el matrimonio adulterino e incestuoso de Herodes Antipas con su
sobrina Herodías tuvo un alto costo para Juan. Se hizo de poderosos enemigos.
Todo el que denuncia abusos se hace de enemigos poderosos. Por eso es que
muchos miran de costado. No quieren meterse en problemas.
Un día se presentó una ocasión propicia para los
planes de Herodías contra Juan y para saciar sus deseos de venganza.
Herodes celebraba su cumpleaños ofreciendo una cena
a los principales de su reino. En eso entró Salomé, la hija de Herodías y de
Felipe, y bailó para los comensales, y les agradó tanto que Herodes le dijo a
la muchacha: Pídeme lo que quieras y aunque sea la mitad de mi reino, te lo
daré.
Entonces ella, desconcertada por el ofrecimiento
inesperado, le preguntó a su madre: ¿Qué le pediré? Y ella le contestó: La
cabeza de Juan Bautista. La muchacha fue donde el rey y le dijo. Quiero que me
des ahora mismo la cabeza de Juan Bautista en un plato.
¿Qué muchacha es ésta que sin dudar pide que le
regalen la cabeza de un decapitado, chorreando de sangre? ¿Qué tenía en el
corazón esa muchacha que no se había horrorizado ante la sugerencia de su
madre? Es que en ella había el mismo espíritu que movía a Herodías. ¡Cuán gran
puede ser la influencia de la madre sobre su hija!
“El rey se
entristeció mucho; pero a causa del juramento (aunque en rigor, tratándose de un asesinato, él no
estaba obligado a cumplirlo), y de los
que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla. Enseguida el rey, enviando a
uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan. El guarda fue, le
decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la muchacha, (¡Qué
tal regalo! ¿No se habría horrorizado el mismo guardia al cumplir esa orden
real? Es posible que en él hubiera mejores sentimientos que en Salomé) y la muchacha se la dio a su madre. Cuando
oyeron esto su discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un
sepulcro.” (Mr 6: 26-29). Mateo añade que “fueron y dieron las nuevas a Jesús.” (Mt 14:12b)
Pero ¿cuál puede haber sido la reacción de los
comensales del banquete? ¿No se levantarían horrorizados ante tanta impiedad de
parte de la muchacha y de tanta debilidad de carácter de parte de Herodes?
Sin embargo, la vista de la cabeza sangrante del
Bautista no se apartó de la conciencia de Herodes, y debe haberlo perseguido en
sus noches de insomnio, porque cuando oyó que Jesús predicaba y hacía muchos
discípulos, y que algunos decían que Juan había resucitado, él dijo: “A Juan yo lo hice decapitar; ¿quién pues es
éste de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.” (Lc 9:7-9).
Haber denunciado un matrimonio irregular le costó la
vida a Juan. ¿Cuántas personas hay que denuncian las cosas malas, o irregulares,
que hay en la sociedad, la corrupción y los abusos, que no son premiadas por
atreverse a hacerlo sino, al contrario, son denunciadas y castigadas por ello?
A propósito, ¿cómo sabemos el nombre de la muchacha
si los evangelios no lo mencionan? Por el historiador Josefo. Muchas de las
cosas que sucedieron en ese tiempo, y que los evangelios no mencionan, son
conocidas porque figuran en los libros de Josefo. (2)
Aunque el ministerio público de Juan Bautista duró
poco más de un año, él dejó una huella profunda en la iglesia de los primeros
tiempos. Basta que veamos los siguientes pasajes del libro de los Hechos para
darnos cuenta: 1:5,22; 10:37; 13:24,25.
Uno de los predicadores más influyentes del inicio
de la iglesia, y por quien Pablo tenía mucho aprecio (1Cor 4:6; 16:12; Tt 3:13),
fue Apolos, judío de Alejandría. Pero al comienzo, él sólo conocía el bautismo
de Juan, y con ese solo conocimiento él empezó a predicar el nombre de Jesús en
las sinagogas. Pero tuvo que ser instruido por Priscila y Aquila para que conociera
más exactamente el camino del Señor (Hch 18:25,26).
Unos 25 años después de su muerte Pablo encontró en
Éfeso a unos 12 discípulos de Juan que sólo habían recibido su bautismo. Pablo
les preguntó si ellos habían recibido el bautismo en el Espíritu Santo, y contestaron
que no conocían nada acerca del Espíritu Santo. Entonces, una vez enseñados por
Pablo, fueron bautizados en el nombre de
Jesús, y habiéndoles Pablo impuesto las manos, recibieron el Espíritu Santo y
empezaron a hablar en lenguas (Hch 19:1-7).
Esos doce discípulos de Juan son como muchos de
nosotros. No sabemos todo acerca de Jesús, pero somos salvos porque hemos
creído en Él. Pero eso no basta para ser cristianos maduros. Es necesario
además haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo. Ese don, al que Jesús
llama “la promesa del Padre” (Hch 1:4), Dios lo ha dado para todos, y todos lo
necesitamos para hacer la obra que Él nos ha encomendado de ir y predicar el
Evangelio a las naciones con poder.
Notas:
1. La dinastía de los hasmoneos,
descendientes de los macabeos, gobernó Israel desde el año 143 AC hasta el año
63 AC en que los romanos conquistaron Palestina.
2. El historiador judío Flavio Josefo (38 DC- 98 DC),
de familia sacerdotal y formación farisea, tomó parte en el levantamiento de
los judíos como general en Galilea. Tomado prisionero por los romanos el año
69, predijo que el general Vespasiano sería coronado emperador, lo que le valió
ser liberado. Tomó entonces el nombre de familia de dicho emperador (Flavio) y
estuvo desde entonces al servicio de los romanos. Escribió varios libros de
historia que son una fuente invalorable de los acontecimientos de la historia
judía antigua y de su tiempo. Los más importantes para nosotros son
“Antigüedades de los Judíos” y “Las Guerras de los Judíos”.
NB.
Estos tres artículos sobre el precursor de Jesús están basados en una enseñanza
dada en el ministerio de la Edad de Oro.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te
invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#810 (29.12.13). Depósito
Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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