Por José Belaunde M.
GEDEÓN II
El Espíritu de Jehová vino entonces sobre
Gedeón (como vendría después sobre Jefta y Sansón), revistiéndolo dice el texto
hebreo, y dándole un impulso heroico contagioso. Tocó el cuerno –que ellos
usaban como trompeta- y todos los de su clan se le juntaron y convocó también a
los de la tribu de Manasés, y a los de las tribus vecinas de Aser, Zebulón y Neftalí
(v. 34,35).
No obstante, Gedeón quiere estar
completamente seguro de que Dios salvará a Israel por medio suyo, y le pide una
señal que lo confirme. Él colocará un vellón de lana en la era de su propiedad,
que en la mañana deberá estar mojado por el rocío mientras que la tierra
alrededor permanece seca. Y así ocurre. Pero Gedeón no se da por satisfecho y
pide ahora que en la mañana siguiente el vellón esté seco mientras que la
tierra alrededor amanece mojada. Dios no se molesta de su incredulidad y le
concede lo que pide para fortalecer su fe. (v. 37-40).
No juzguemos mal a Gedeón a causa de
sus dudas. Él va a acometer una obra muy grande y arriesgada que va a poner en
peligro no sólo su propia vida, sino también la vida de muchos hombres. Los
madianitas eran mucho más numerosos que ellos, y tenían además muchas ventajas
estratégicas, como camellos y caballos, de los que los de Israel carecían, y
una mayor variedad de armas.
Pese a su inferioridad numérica Dios
le dice a Gedeón que él cuenta con demasiados soldados y que no necesita llevar
tantos, no sea que el pueblo se jacte de que ellos por su poder ganaron la
batalla, y no por el de Dios, pues “no es
difícil para Dios salvar con muchos o con pocos.” (1Sm 14:6). Recuérdenlo.
Dios no necesita de tu fuerza. Le basta con tu fe. Si tú tienes fe, Dios te
usará y multiplicará tus fuerzas.
Le ordena reducir en pasos sucesivos
sus tropas al mínimo. Primero que se vayan los que tienen miedo, y de los treinta
y dos mil que acudieron inicialmente quedan sólo unos diez mil (Jc 7:3). Pero
eso es todavía mucho para Dios. Él no necesita tantos. Gedeón tiene que escoger
a los que realmente estén dispuestos a pelear. Para esto Dios le dice que lleve
a sus hombres a las aguas y ahí los escogerá según como beban el agua del río. Los
que se arrodillen para beber serán excluidos. Sólo los que beban llevando el
agua con la mano a su boca, sin arrodillarse como la mayoría, permanecerán. Y éstos
fueron sólo trescientos (v. 4-6). Así que Gedeón va a tener que enfrentar a los
miles de madianitas montados en sus camellos y caballos con sólo trescientos
hombres a pie. ¿Es posible eso? ¿Estará loco Dios? ¿Cómo puede pedirle una cosa
tan descabellada?
Sin embargo, según el historiador Josefo,
esos trescientos eran los menos valientes de todo el ejército que Gedeón había
reunido inicialmente, pero con ellos se manifestaría mejor la gloria de Dios al
dar victoria a su pueblo con un número tan pequeño. Por algo dice Dios a través
del profeta Zacarías: “No con ejército, ni
con fuerza, sino con mi Espíritu.” (Zc 4:6).
Quedarse con ese pequeño número de
soldados, cuando pudo haber contado con treinta y dos mil, fue una prueba
extraordinaria para la fe de Gedeón. Pero Dios le aseguró que con esos escasos trescientos
hombres –que representaban a todos los que en Israel no habían doblado sus
rodillas ante los baales- él salvaría a su pueblo de sus invasores. Éste es un
caso en que se aplica muy bien la frase de Jesús: “Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.” (Mt 20:16;
22:14).
Por la noche, mientras sus hombres
permanecían ocultos en lo alto de la montaña que se cierne sobre el valle de
Jezreel, Dios ordenó a Gedeón que descienda con un ayudante al campamento de
los madianitas y sus aliados a escondidas para oír lo que ellos dicen, porque
cuando lo escuche se esforzará su fe. (Jc 7:9-12). Un hombre contaba a su
compañero el sueño que había tenido. Vio que un pan de cebada vino rodando y se
estrelló contra una tienda de los madianitas, desbaratándola y haciéndola caer.
(Consideremos, de un lado, lo pequeño del pan, y del otro, la fortaleza de la
tienda de campaña bien armada). El otro, inspirado sin duda por Dios, interpretó
el sueño en el sentido de que el Todopoderoso los había entregado en manos de
Gedeón (v. 13,14). Al escuchar eso la fe de Gedeón se vio fortalecida, porque
se dio cuenta de que sus enemigos le tenían miedo, y presentían que Dios
respaldaba a los de Israel. Cuando volvió a su campamento levantó a sus hombres
diciéndoles que Dios había entregado a los miles del ejército de Madián en sus
manos (v. 15).
Enseguida –no sabemos si por
iniciativa propia, o porque Dios se lo sugirió- concibió una estrategia
inédita: Repartir a sus hombres en tres escuadrones, dándole a cada uno una
trompeta y un cántaro de arcilla vacío, en el que había una tea ardiendo, y
ordenándoles que imiten lo que él iba a hacer. ¿Estaba fuera de sí Gedeón? ¿Qué
pensaba hacer con esas supuestas armas? (Nota 1)
A una señal suya, cuando cambiaba la
guardia de los madianitas, y la mayoría de ellos estaba profundamente dormida, todos
rompieron sus cántaros para que se viera la tea ardiente, y tocaron sus
trompetas gritando: Por Dios y por Gedeón (v. 17-20). Y se mantuvieron firmes
en sus puestos sin moverse.
Al oír el estruendo y ver las teas
ardiendo los madianitas entraron en pánico, creyendo que los atacaba una
multitud, y echaron a correr hiriéndose con sus espadas unos a otros (v.
21,22).
Entonces, avisados por Gedeón, los de
las tribus vecinas los persiguieron cuando huían y los diezmaron (v. 23). Avisaron
también a los de Efraín diciéndoles que tomaran los vados del Jordán para
impedir su paso. Los de Efraín así lo hicieron y mataron a dos de los líderes
principales de los invasores, a Oreb (“cuervo”) y Zeeb (“lobo”), y trajeron sus
cabezas para presentárselas a Gedeón, como era usual entonces (v. 24,25; cf 1Sm
17:54).
Sin embargo, los de la tribu de Efraín
se indignaron porque Gedeón no los había convocado desde el inicio de la guerra.
Lo tomaron como una señal de menosprecio y como una manera de impedir que el
mérito de la victoria fuera también de ellos. Pero Gedeón, diplomáticamente, aplacó
su ira con palabras amables (“La blanda
respuesta quita la ira” dice Pr 15:1) diciéndoles que lo que ellos habían
hecho al capturar a los dos capitanes de los madianitas valía mucho más de lo
que él había hecho (8:1-3). Se empequeñeció ante sus ojos y los engrandeció a
ellos. ¿Quieres caerle bien a la gente? Ya sabes cómo. Levántalos y tú
achícate.
Gedeón pasó el Jordán con sus trescientos
hombres (nótese que ninguno de ellos había muerto en medio de tanta matanza,
porque Dios los había preservado), ya que quería apresar a Zeba y Zalmuna,
reyes de Madián. Llegó a Sucot y pidió a sus habitantes que les dieran
provisiones para sus soldados que estaban cansados y desfallecían, pero se
negaron, e hicieron escarnio de ellos. En respuesta Gedeón les dijo que cuando
hubiera capturado a los dos reyes –algo de lo que él estaba enteramente seguro-
se vengaría cruelmente de ellos (8:4-7).
Igual pasó con los habitantes de
Peniel –donde Dios se había aparecido a Jacob, Gn 32:30- a quienes igualmente
les aseguró Gedeón que se vengaría de su mezquindad cuando volviera victorioso (Jc
8:8,9).
Zeba y Zalmuna huían con los quince
mil hombres que les quedaban (de los ciento treinta y cinco mil que tenían al
comienzo), asolando según Rashi –comentarista judío del Medioevo- los territorios
de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés. Gedeón, con sus trescientos
hombres, los atacó de noche cuando estaban desprevenidos, y capturó a los dos
jefes, espantando a todo su ejército (v. 10-12).
Gedeón regresó entonces a Sucot y les
presentó a los pobladores a los dos reyes que había capturado, y que perseguía
cuando los ancianos de la ciudad le negaron alimentos, burlándose de él. Tomó
entonces a los setenta y siete ancianos, cuyos nombres había obtenido de un
muchacho de la ciudad, y los castigó públicamente, azotándolos con espinos y
abrojos del desierto, tal como había anunciado (v. 13-16).
Fue luego a Peniel, y derribó su torre
y mató a los habitantes de la ciudad. ¿Por qué su castigo fue más severo que el
inflingido a los de Sucot? No sabemos, aunque quizá fue porque ofrecieron resistencia
(v. 17). En ese tiempo la gente era feroz en sus reacciones. No había lo que
hoy día conocemos como “derechos humanos” que, dicho sea de paso, son un
producto del cristianismo. (2)
Luego encaró a Zeba y Zalmuna y les
pidió que describieran a las personas que habían matado en Tabor. Por la
descripción que hicieron de sus víctimas Gedeón se dio cuenta de que habían
matado a sus hermanos (v. 18,19). Él ordenó entonces a su hijo Jeter, que era
todavía un muchacho, que los mate como vengador de la sangre de sus parientes (Nm
35:9-21), pero el joven no se atrevió a matarlos a sangre fría (Jc 8:20). Un
sano instinto, infrecuente en esa época, lo retuvo.
Pero lo dos jefes de Madián le dijeron
a su captor: Mátanos tú, y así hizo Gedeón. ¡Qué salvaje era la gente en ese
tiempo, antes de la venida de Cristo, y qué poco valor le daban a la vida
humana! A Zeba y Zalmuna no les interesaba conservar la vida puesto que habían
sido derrotados y capturados, y Gedeón no tuvo escrúpulos en vengarse de ellos,
aunque eran sus prisioneros. (3)
Los israelitas dijeron entonces a
Gedeón: Sé tú nuestro rey, y séanlo después de ti tus descendientes, puesto que
nos has librado de Madián. Pero Gedeón se negó: Sea Jehová vuestro rey; ningún
otro debe ser rey en Israel (v. 22,23). Este es el primer intento que se
registre de adoptar la monarquía como forma de gobierno en Israel. Pero su
respuesta nos muestra la rectitud de sus sentimientos.
Entonces Gedeón les hizo una petición:
Que cada uno le diera los zarcillos de oro que habían tomado de los madianitas
como botín (que eran ismaelitas, anota el texto de paso), y se los dieron de
buena gana. El peso de los zarcillos fue de mil setecientos siclos de oro (v.
24-26), “Y Gedeón hizo con ellos un efod,
el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo Israel se prostituyó tras de
ese efod en ese lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su casa.” (v. 27). Posiblemente
lo colocaron en algún lugar destacado como un memorial de las victorias obtenidas.
Pero es probable que pronto lo convirtieran en un ídolo y empezaran a adorarlo,
o lo usaran como un oráculo para adivinar el futuro. (4)
Derrotado Madián no volvió a levantar
cabeza, y la tierra gozó de paz durante cuarenta años gracias a esta victoria
(v. 28). (5)
Sin aspirar a ningún honor grande
Gedeón volvió a su casa a vivir tranquilo, como había vivido antes, amado y
respetado por todos, salvo que tuvo setenta hijos, porque tuvo muchas mujeres,
con lo cual violó la ley de Dios. Tuvo además un hijo de una concubina que
vivía en Siquem, al cual puso el nombre de Abimelec (que significa “mi padre un
rey”), el cual fue la ruina de su familia. Gedeón vivió hasta edad avanzada y “fue sepultado en el sepulcro de Joas, su
padre, en Ofra de los abiezeritas.” (v. 29-32).
Quizá debido al grave desvío del
pueblo ocasionado por el efod de oro que mandó hacer Gedeón, el fin de su
historia no es muy feliz que digamos, pues dice el texto: “Aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a
prostituirse yendo tras los baales, y
escogieron por dios a Baal-berit. Y no se acordaron de Jehová su Dios, que los
había librado de todos sus enemigos en derredor; ni se mostraron agradecidos
con la casa de Jerobaal, el cual es Gedeón (como puede verse en el capitulo
siguiente de Jueces), conforme a todo el
bien que él había hecho a Israel.” (v. 33-35). Así es de ingrato el corazón
del hombre. Pero ¿somos nosotros mejores? ¿Quién puede decirlo con franqueza?
Notas: 1. ¿Qué significan esos tres elementos?
La antorcha es la luz de la verdad; el cántaro que debe romperse son los obstáculos
que impiden que la luz brille en todo su esplendor; y la trompeta es el valor
con que la verdad debe ser proclamada (cf Ef 6:19,20).
2. En la mayoría de los países no
cristianos del oriente no se conocían los derechos humanos hasta mediados del siglo
XX, y si ahora los han adoptado, es por presión internacional, pero son
extraños a su cultura.
3. El salmo 83:11 recuerda este hecho de
sangre, junto con la muerte de Oreb y Zeeb.
4. El efod era la prenda usada por el
sumo sacerdote para oficiar en el templo. Llegaba hasta la altura de la cadera
y era hecho de lino fino, bordado con hilos de oro, azul y púrpura. A la altura
del pecho se colocaba el pectoral que contenía el Urim y el Tumim, que eran
usados para recibir instrucciones del Señor (1Sm 21:9).
5. El número cuarenta juega un papel muy
especial en la historia del pueblo de Israel y en ambos testamentos. Cuarenta
años duró la peregrinación del pueblo de Israel en el desierto, antes de entrar
a la tierra prometida (Nm 14:33); cuarenta días y cuarenta noches estuvo Moisés
en el Sinaí, cuando el Señor le entregó las tablas de la ley (Ex 24:18);
cuarenta días y cuarenta noches ayunó Moisés intercediendo para que el Señor no
destruyera al pueblo a causa del becerro de oro (Dt 9:18); cuarenta años cada
uno juzgaron a Israel Otoniel, Barac y Gedeón (Jc 3:11; 5:31; 8:28); el
sacerdote Elí juzgó también a Israel cuarenta años (1Sm 4:18); Saúl gobernó
cuarenta años a Israel (Hch 13:21); David y Salomón gobernaron cada uno
cuarenta años (2Sm 5:4; 2Cro 9:30); cuarenta días ayunó Jesús en el desierto
(Mt 4:2), siendo tentado por el diablo (Lc 4:2); durante cuarenta días se
apareció Jesús resucitado a sus discípulos antes de ascender al cielo (Hch
1:3). Cuarenta años es la duración de una generación.
“Jesús, tú viniste al
mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres,
incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido
conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#791 (11.08.13). Depósito
Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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