viernes, 13 de septiembre de 2013

LIBERTAD HUMANA, PREDETERMINACIÓN Y PROVIDENCIA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LIBERTAD HUMANA, PREDETERMINACIÓN Y PROVIDENCIA
Existe una oposición teórica frontal entre los conceptos de predeterminación (todo está de antemano determinado por Dios) y la irrestricta libertad humana de elegir.

Según lo primero, todo lo que sucede tiene que ocurrir necesariamente tal como se da en los hechos, sin que haya otra manera posible; nada es contingente y no hay lugar alguno para la libertad humana.
Según el concepto opuesto el hombre está dotado de la capacidad de elegir entre alternativas o cursos de acción diversos, y puede escoger entre el bien y el mal, o entre lo que le parezca moralmente mejor, o más conveniente, provechoso o placentero para él, aunque no siempre los hombres prefieren lo que les parece personalmente más conveniente para sus intereses. Pueden también, y lo hacen muchas veces, sacrificar por razones ideales su interés o conveniencia personal.
Esta noción hace al hombre enteramente responsable de sus actos. La noción anterior lo libra hasta cierto punto de su responsabilidad, y está emparentada con el concepto hinduista del “karma”, aunque no coincida enteramente con él. Según el karma las cosas suceden de acuerdo a una cadena irrompible de causa y efecto.
Según la forma extrema de determinismo, aun lo que parece ser una decisión personal ha sido determinado de antemano. Si el ser humano pudiera realmente elegir entre dos alternativas de acción, el orden del universo colapsaría.
Por el contrario quienes insisten en la libertad individual sostienen que los acontecimientos se desarrollan en respuesta a las decisiones que la gente toma libremente, sea individual o colectivamente como familia, comunidad, nación, etc., decisiones que dan forma al mundo.
Esta doctrina rechaza la noción de que exista un plan preestablecido que rige los acontecimientos. Según ella la gente intuitivamente sabe distinguir entre lo bueno y lo malo. Si bien no siempre escoge hacer lo bueno, sus decisiones son libres. De otro lado, no se puede negar que aun las decisiones “libres” del hombre están condicionadas por una serie de factores psicológicos, sociológicos y religiosos, de los que muchas veces no son concientes, o por decisiones y experiencias anteriores, por lo que el supuesto “libre albedrío” humano es bastante limitado y condicional.
Sin embargo, esta doctrina no excluye la existencia de una deidad benévola que está interesada en el acontecer humano y que interviene en la esfera humana como providencia.
Según la Biblia, Dios tenía un plan para la descendencia que surgiría de Abraham, de acuerdo al cual se desarrollan las líneas matrices de los acontecimientos, dejando, no obstante, amplio espacio para las decisiones individuales que, en los hechos, colaboran o van en contra del plan trazado por Dios. Sin embargo, al que peca sea como individuo, o a los que pecan colectivamente como comunidad o nación, les irá inevitablemente mal. En cambio, a los que obedecen a la voluntad de Dios les irá bien.
No obstante, Dios otorgó a los israelitas el derecho de decidir hacer o no su voluntad, anunciándoles cuáles serían las consecuencias, para bien o para mal, de su decisión (Dt 30:16-20). Dios sabe de antemano qué va a ocurrir, y qué decisión va a tomar el pueblo. Esto se desprende claramente de lo que Dios le dice a Abram en Gn 15:12-16: “Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una gran oscuridad cayó sobre él. Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava ahí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la que servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.” Dios se había trazado un plan para el desarrollo inicial del pueblo que ha elegido y se lo comunicó a Abram (que aún no se llamaba Abraham) para mostrar que Él ha fijado el destino de los pueblos.
¿El hecho de que Dios sepa y anuncie de antemano que los egipcios esclavizarán a los hebreos durante 400 años y que la maldad de los amorreos se agravará durante ese período de tiempo hasta llegar a su colmo, limita la libertad de decisión de unos y otros? ¿Son los egipcios y los amorreos menos libres porque Dios sabe cómo se comportarán? No, el preconocimiento de Dios no afecta la libertad de los individuos de ninguna manera. Todos son responsables de sus actos. El hecho de que Dios conozca de antemano qué decisiones tomen los individuos no condiciona sus decisiones. Él lo sabe porque Él está fuera del tiempo y todo es presente para Él.
Eso es para nosotros difícil de comprender, pero quizá sea más fácil entenderlo si tenemos en cuenta que para Dios el tiempo no existe. Que para Dios pasado, presente y futuro se funden en un instante eterno. La situación de Abraham en Ur cuando lo llamó está tan presente delante de sus ojos como el momento en que detuvo el cuchillo que iba a sacrificar a Isaac, así como lo está el futuro de sus descendientes hasta el fin de los tiempos. Todo es presente para Él.
De otro lado debemos tener en cuenta otro factor que se llama la Providencia divina (Nota). Las decisiones que toma el hombre en un momento dado son libres en el sentido de que nadie le obliga a tomarlas, pero están en parte determinadas por las circunstancias que las condicionan y por las influencias que gravitan sobre él.
La Providencia interviene influenciando las decisiones de los hombres (por medios que ellos ignoran) de acuerdo a sus propósitos, tal como lo declara el libro de Proverbios: “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en manos de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina.” (Pr 21.1). Puede hacerlo también suscitando factores que actuarán de la manera deseada por Él, alterando el curso de los acontecimientos y el de las acciones emprendidas por el hombre: “El corazón del hombre piensa su camino, mas Jehová endereza sus pasos.” (Pro 16:9). El surgimiento del imperio persa que derrotó a los babilonios el año 539 AC, es un ejemplo concreto. Al año siguiente, el rey Ciro tomó la decisión que había sido anunciada de antemano por Isaías (Is 44:28), de que Jerusalén y su templo fueran reconstruidos.
Por ejemplo, mis decisiones han sido en cierta manera preformadas por la formación moral que yo he recibido. Si yo he sido enseñado que tal acción es moralmente incorrecta, normalmente evitaré hacerla. Pero si he sido enseñado que es legítima, la haré con toda naturalidad y sin escrúpulo alguno.
¿Qué podemos decir de esas declaraciones de la Biblia que describen a Dios como sorprendido del curso de acción tomado por los hombres, como, por ejemplo, cuando dice en Génesis: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha sobre la tierra, y que todo designio del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hombre en la tierra, y le dolió su corazón.”?·(Gn 6:5,6). Ese pasaje da a entender que Dios no esperaba que el hombre se comportara de esa manera, e incluso se arrepintió de haber creado a la humanidad, y se propuso destruirla a excepción de uno que halló gracia ante sus ojos. (Gn 6:5-8).
Ese pasaje describe a Dios pensando y hablando en términos humanos. Pero eso no quiere decir que Dios no hubiera previsto la corrupción de la humanidad y las medidas que tomaría para corregirla. Todo eso estaba dentro de su infinito consejo. La depravación en que cayó la humanidad era consecuencia de la corrupción de su naturaleza causada por la caída de Adán. Dios sabía muy bien a qué atenerse respecto de la conducta humana porque conocía el curso que tomarían los acontecimientos en la tierra antes de que creara el mundo. ¿Por qué entonces, si sabía lo que ocurriría, dejó que el diablo tentara a Adán y Eva? Porque quería que ellos escogieran libremente entre obedecerle y desobedecerle, aunque sabía de antemano que le desobedecerían.
Quizá sea pertinente en este punto enunciar algunos de los principios básicos de cómo opera la Providencia divina, hasta donde lo pueda comprender la limitada mente humana:
1. Todo lo creado, antes de manifestarse visiblemente, ha existido en la mente de Dios.
2. Nada ocurre en el mundo que Dios no quiera positivamente, o no permita. Por tanto, todo lo que ocurre ha sido ordenado o permitido por Dios para el bien del universo y de las criaturas que lo pueblan y, en especial, del género humano. Fijado el bien que Dios quiere alcanzar, Él escoge los medios para lograrlo.
3. En el universo no hay nada inútil. Todo tiene un propósito y cumple un fin fijado por Dios hasta en sus más mínimos detalles, lo cual quiere decir que todo, excepto el pecado, tiene en Dios su causa última.
4. Aunque Dios aborrece el pecado, Él lo permite con vistas al bien ulterior que desea alcanzar.
5. Dios quiere, causa o permite, el dolor humano con un fin en mente: nuestro arrepentimiento, o nuestro perfeccionamiento y santificación. Es un hecho innegable que el dolor, físico o anímico, nos hace progresar espiritualmente.
Dios no quiere directamente que el hombre sufra males, sino el bien que esos males procuran (que ya hemos mencionado). Para obtener determinado bien moral puede ser necesario aplicar un remedio doloroso, así como para salvar una vida, puede ser necesario amputar una pierna. ¿Quiere Dios que se ampute la pierna? No, Él quiere salvar una vida.
6. La existencia de la Providencia divina no impide el ejercicio de la libertad humana, como ya se ha dicho. Al contrario, la protege, porque prevé todos los factores que influyen en nuestras decisiones, incluyendo las debilidades y fortalezas de nuestro carácter y de nuestro temperamento, las influencias que incidieron en la formación de nuestra personalidad, así como las consecuencias de nuestras tendencias hereditarias, y la influencia de nuestras emociones.
La infalibilidad de la Providencia divina está expresada en Isaías: “Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera como lo he pensado y será confirmado como lo he determinado…Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá?.Y su mano extendida ¿quién la hará retroceder?” (14:24,27)
El conocido salmo 23 es otro ejemplo de cuán confiable es la Providencia divina: “Jehová es mi pastor; nada me faltará… Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo…” (1,4).
La naturaleza entera da testimonio de la extensión universal de la Providencia divina que gobierna los fenómenos de la naturaleza y da su alimento a los animales del campo: “Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios. Él es quien cubre de nubes los cielos, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes producir hierba. Él da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman.” (Sal 147:7-9; cf Jb 38:41).
O como dice Jeremías, Dios es el que pone un límite al mar que no será traspasado: “No os amedrentaréis ante mí, que puse arena por término al mar, por ordenación eterna la cual no quebrantará?” (5:22)
La realidad de la Providencia se manifiesta en la vida del justo: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra… Bienes y riqueza hay en su casa, y su justicia permanece para siempre.” (Sal 112:1-3). De manera similar la maldad de los impíos suele recibir su castigo en esta vida: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado.” (Sal 37:35,36).
La Providencia se ocupa de sus siervos de manera maravillosa guardándolos en tiempos difíciles, como ocurrió con Elías cuando decretó una sequía sobre la tierra. Dios le dijo: “Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová, pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit… y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo.” (1R 17:3-6)
El caso de José es emblemático como ejemplo del varón justo que es probado por Dios para exaltarlo al fin y usarlo para el bien de aquellos mismos que lo habían vendido en cautividad (Gn 37:28). Él fue calumniado por la mujer de su amo, Potifar, y enviado a prisión (39:10-20), pero luego fue elevado al cargo de primer ministro del Faraón quien, reconociendo que en él moraba el espíritu de Dios, entregó todo el poder en sus manos y le dio autoridad para tomar las medidas necesarias para acopiar trigo en la época de abundancia que había de preceder a la sequía (41:38-40). Más tarde, cuando sus hermanos, empujados por la hambruna, vienen a comprar trigo en Egipto, él se revela a ellos y les dice: “No me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón… y por gobernador de toda la tierra de Egipto.” (45:8). El texto sagrado dice que todo lo que José hacía prosperaba porque la mano de Dios estaba con él (39:3).
Pasando al Nuevo Testamento, vemos que en el evangelio de San Mateo Jesús les dice a sus discípulos: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de ellas… Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mt 6:31-33)
Pablo ha expresado claramente cómo Dios vela por los suyos: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (Rm 8:28). Él mismo había experimentado la intervención de la Providencia en su viaje a Roma, cuando el barco que lo llevaba enfrentó un mar tempestuoso y estaba a punto de hundirse. Pero los vientos huracanados llevaron inesperadamente la embarcación a una playa, y aunque el barco encalló y se hundió, todos los náufragos se salvaron, porque Dios le había dicho a Pablo que él debía dar testimonio en la corte del César, y le concedió que todos los que iban en la nave, tripulación y pasajeros, se salvaran con él (Hch 27:13-44).
El día de Pentecostés, el apóstol Pedro, hablando al pueblo, dijo que Jesús había sido llevado a la muerte “por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hch 2:23), esto es, porque ése era el plan de salvación del género humano que Dios había concebido.
Más tarde Pablo explicará que Dios permitió el endurecimiento del pueblo elegido a fin de llevar el evangelio a los pueblos gentiles: “Porque no quiero hermanos que ignoréis este misterio… que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Rm 11:25-29). La misericordia alcanzada por los pueblos gentiles, que estaban alejados del Dios verdadero, es anuncio de la misericordia que, a su vez, dentro de la Providencia divina, alcanzarán los judíos al final de los tiempos cuando crean en el Mesías que inicialmente rechazaron.
Nota: Aunque la palabra Providencia no figura en la Biblia, ése es un concepto que está presente en todas sus páginas y que nos dice que el mundo no está gobernado por el azar o por el destino, sino que todo está bajo el control y el dominio de Dios, y que Él guía y prevé todo lo que ocurre, previniendo las circunstancias o factores que pudieran afectar o alterar sus propósitos.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#788 (21.07.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA. Los artículos recientemente publicados pueden leerse en el blog http://lavidaylapalabra.blogspot.com. Si desea recibir estos artículos por correo electrónico recomendamos suscribirse al grupo “lavidaylapalabra” enviando un mensaje a lavidaylapalabra-subscribe@yahoogroups.com. Pueden también solicitarlos a jbelaun@terra.com.pe. En las páginas web: www.lavidaylapalabra.com y www.desarrollocristiano.com pueden leerse muchos artículos antiguos. Pueden recogerse gratuitamente los últimos ejemplares impresos en Publicidad “Kyrios”: Av. Roosevelt 201, Av. Guzmán Blanco 287, Lima; y Av. La Marina 1604. Pueblo Libre. Encuéntrenos en FACEBOOK como “Jose Belaunde” o “La Vida y la Palabra” Sugiero visitar mi blog: JOSEBELAUNDE.BLOGSPOT.COM.

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