Por
José Belaunde M.
LIBERTAD
HUMANA, PREDETERMINACIÓN Y PROVIDENCIA
Según lo primero, todo lo que
sucede tiene que ocurrir necesariamente tal como se da en los hechos, sin que
haya otra manera posible; nada es contingente y no hay lugar alguno para la
libertad humana.
Según el concepto opuesto el
hombre está dotado de la capacidad de elegir entre alternativas o cursos de
acción diversos, y puede escoger entre el bien y el mal, o entre lo que le
parezca moralmente mejor, o más conveniente, provechoso o placentero para él,
aunque no siempre los hombres prefieren lo que les parece personalmente más
conveniente para sus intereses. Pueden también, y lo hacen muchas veces,
sacrificar por razones ideales su interés o conveniencia personal.
Esta noción hace al hombre
enteramente responsable de sus actos. La noción anterior lo libra hasta cierto
punto de su responsabilidad, y está emparentada con el concepto hinduista del
“karma”, aunque no coincida enteramente con él. Según el karma las cosas
suceden de acuerdo a una cadena irrompible de causa y efecto.
Según la forma extrema de
determinismo, aun lo que parece ser una decisión personal ha sido determinado
de antemano. Si el ser humano pudiera realmente elegir entre dos alternativas
de acción, el orden del universo colapsaría.
Por el contrario quienes insisten
en la libertad individual sostienen que los acontecimientos se desarrollan en
respuesta a las decisiones que la gente toma libremente, sea individual o
colectivamente como familia, comunidad, nación, etc., decisiones que dan forma
al mundo.
Esta doctrina rechaza la noción
de que exista un plan preestablecido que rige los acontecimientos. Según ella
la gente intuitivamente sabe distinguir entre lo bueno y lo malo. Si bien no
siempre escoge hacer lo bueno, sus decisiones son libres. De otro lado, no se
puede negar que aun las decisiones “libres” del hombre están condicionadas por
una serie de factores psicológicos, sociológicos y religiosos, de los que
muchas veces no son concientes, o por decisiones y experiencias anteriores, por
lo que el supuesto “libre albedrío” humano es bastante limitado y condicional.
Sin embargo, esta doctrina no
excluye la existencia de una deidad benévola que está interesada en el
acontecer humano y que interviene en la esfera humana como providencia.
Según la Biblia, Dios tenía un
plan para la descendencia que surgiría de Abraham, de acuerdo al cual se
desarrollan las líneas matrices de los acontecimientos, dejando, no obstante,
amplio espacio para las decisiones individuales que, en los hechos, colaboran o
van en contra del plan trazado por Dios. Sin embargo, al que peca sea como
individuo, o a los que pecan colectivamente como comunidad o nación, les irá
inevitablemente mal. En cambio, a los que obedecen a la voluntad de Dios les irá
bien.
No obstante, Dios otorgó a los
israelitas el derecho de decidir hacer o no su voluntad, anunciándoles cuáles
serían las consecuencias, para bien o para mal, de su decisión (Dt 30:16-20).
Dios sabe de antemano qué va a ocurrir, y qué decisión va a tomar el pueblo.
Esto se desprende claramente de lo que Dios le dice a Abram en Gn 15:12-16: “Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a
Abram, y he aquí que el temor de una gran oscuridad cayó sobre él. Entonces
Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena,
y será esclava ahí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación
a la que servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú
vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta
generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del
amorreo hasta aquí.” Dios se había trazado un plan para el desarrollo
inicial del pueblo que ha elegido y se lo comunicó a Abram (que aún no se
llamaba Abraham) para mostrar que Él ha fijado el destino de los pueblos.
¿El hecho de que Dios sepa y
anuncie de antemano que los egipcios esclavizarán a los hebreos durante 400
años y que la maldad de los amorreos se agravará durante ese período de tiempo
hasta llegar a su colmo, limita la libertad de decisión de unos y otros? ¿Son
los egipcios y los amorreos menos libres porque Dios sabe cómo se comportarán?
No, el preconocimiento de Dios no afecta la libertad de los individuos de
ninguna manera. Todos son responsables de sus actos. El hecho de que Dios
conozca de antemano qué decisiones tomen los individuos no condiciona sus
decisiones. Él lo sabe porque Él está fuera del tiempo y todo es presente para
Él.
Eso es para nosotros difícil de
comprender, pero quizá sea más fácil entenderlo si tenemos en cuenta que para
Dios el tiempo no existe. Que para Dios pasado, presente y futuro se funden en
un instante eterno. La situación de Abraham en Ur cuando lo llamó está tan
presente delante de sus ojos como el momento en que detuvo el cuchillo que iba
a sacrificar a Isaac, así como lo está el futuro de sus descendientes hasta el
fin de los tiempos. Todo es presente para Él.
De otro lado debemos tener en
cuenta otro factor que se llama la Providencia divina (Nota). Las decisiones que toma el
hombre en un momento dado son libres en el sentido de que nadie le obliga a
tomarlas, pero están en parte determinadas por las circunstancias que las
condicionan y por las influencias que gravitan sobre él.
Por ejemplo, mis decisiones han
sido en cierta manera preformadas por la formación moral que yo he recibido. Si
yo he sido enseñado que tal acción es moralmente incorrecta, normalmente
evitaré hacerla. Pero si he sido enseñado que es legítima, la haré con toda
naturalidad y sin escrúpulo alguno.
¿Qué podemos decir de esas
declaraciones de la Biblia
que describen a Dios como sorprendido del curso de acción tomado por los
hombres, como, por ejemplo, cuando dice en Génesis: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha sobre la tierra, y
que todo designio del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se
arrepintió Jehová de haber hombre en la tierra, y le dolió su corazón.”?·(Gn
6:5,6). Ese pasaje da a entender que Dios no esperaba que el hombre se
comportara de esa manera, e incluso se arrepintió de haber creado a la
humanidad, y se propuso destruirla a excepción de uno que halló gracia ante sus
ojos. (Gn 6:5-8).
Ese pasaje describe a Dios pensando
y hablando en términos humanos. Pero eso no quiere decir que Dios no hubiera
previsto la corrupción de la humanidad y las medidas que tomaría para
corregirla. Todo eso estaba dentro de su infinito consejo. La depravación en
que cayó la humanidad era consecuencia de la corrupción de su naturaleza
causada por la caída de Adán. Dios sabía muy bien a qué atenerse respecto de la
conducta humana porque conocía el curso que tomarían los acontecimientos en la
tierra antes de que creara el mundo. ¿Por qué entonces, si sabía lo que
ocurriría, dejó que el diablo tentara a Adán y Eva? Porque quería que ellos
escogieran libremente entre obedecerle y desobedecerle, aunque sabía de
antemano que le desobedecerían.
Quizá sea pertinente en este
punto enunciar algunos de los principios básicos de cómo opera la Providencia divina,
hasta donde lo pueda comprender la limitada mente humana:
1. Todo lo creado, antes de manifestarse visiblemente, ha existido en
la mente de Dios.
2. Nada ocurre en el mundo que Dios no quiera positivamente, o no
permita. Por tanto, todo lo que ocurre ha sido ordenado o permitido por Dios
para el bien del universo y de las criaturas que lo pueblan y, en especial, del
género humano. Fijado el bien que Dios quiere alcanzar, Él escoge los medios
para lograrlo.
3. En el universo no hay nada inútil. Todo tiene un propósito y cumple
un fin fijado por Dios hasta en sus más mínimos detalles, lo cual quiere decir
que todo, excepto el pecado, tiene en Dios su causa última.
4. Aunque Dios aborrece el pecado, Él lo permite con vistas al bien
ulterior que desea alcanzar.
5. Dios quiere, causa o permite, el dolor humano con un fin en mente:
nuestro arrepentimiento, o nuestro perfeccionamiento y santificación. Es un
hecho innegable que el dolor, físico o anímico, nos hace progresar
espiritualmente.
Dios no quiere directamente que
el hombre sufra males, sino el bien que esos males procuran (que ya hemos
mencionado). Para obtener determinado bien moral puede ser necesario aplicar un
remedio doloroso, así como para salvar una vida, puede ser necesario amputar una
pierna. ¿Quiere Dios que se ampute la pierna? No, Él quiere salvar una vida.
6. La existencia de la
Providencia divina no impide el ejercicio de la libertad
humana, como ya se ha dicho. Al contrario, la protege, porque prevé todos los
factores que influyen en nuestras decisiones, incluyendo las debilidades y
fortalezas de nuestro carácter y de nuestro temperamento, las influencias que
incidieron en la formación de nuestra personalidad, así como las consecuencias
de nuestras tendencias hereditarias, y la influencia de nuestras emociones.
La infalibilidad de la
Providencia divina está expresada en Isaías: “Jehová de los ejércitos juró diciendo:
Ciertamente se hará de la manera como lo he pensado y será confirmado como lo
he determinado…Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo
impedirá?.Y su mano extendida ¿quién la hará retroceder?” (14:24,27)
El conocido salmo 23 es otro
ejemplo de cuán confiable es la
Providencia divina: “Jehová
es mi pastor; nada me faltará… Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque tú estás conmigo…” (1,4).
La naturaleza entera da
testimonio de la extensión universal de la Providencia divina que
gobierna los fenómenos de la naturaleza y da su alimento a los animales del
campo: “Cantad a Jehová con alabanza,
cantad con arpa a nuestro Dios. Él es quien cubre de nubes los cielos, el que
prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes producir hierba. Él
da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman.” (Sal
147:7-9; cf Jb 38:41).
O como dice Jeremías, Dios es el
que pone un límite al mar que no será traspasado: “No os amedrentaréis ante mí, que puse arena por término al mar, por
ordenación eterna la cual no quebrantará?” (5:22)
La realidad de la Providencia se manifiesta
en la vida del justo: “Bienaventurado el
hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su
descendencia será poderosa en la tierra… Bienes y riqueza hay en su casa, y su
justicia permanece para siempre.” (Sal 112:1-3). De manera similar la
maldad de los impíos suele recibir su castigo en esta vida: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que
se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué,
y no fue hallado.” (Sal 37:35,36).
El caso de José es emblemático como
ejemplo del varón justo que es probado por Dios para exaltarlo al fin y usarlo
para el bien de aquellos mismos que lo habían vendido en cautividad (Gn 37:28).
Él fue calumniado por la mujer de su amo, Potifar, y enviado a prisión
(39:10-20), pero luego fue elevado al cargo de primer ministro del Faraón quien,
reconociendo que en él moraba el espíritu de Dios, entregó todo el poder en sus
manos y le dio autoridad para tomar las medidas necesarias para acopiar trigo
en la época de abundancia que había de preceder a la sequía (41:38-40). Más
tarde, cuando sus hermanos, empujados por la hambruna, vienen a comprar trigo
en Egipto, él se revela a ellos y les dice: “No
me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón… y
por gobernador de toda la tierra de Egipto.” (45:8). El texto sagrado dice
que todo lo que José hacía prosperaba porque la mano de Dios estaba con él
(39:3).
Pasando al Nuevo Testamento,
vemos que en el evangelio de San Mateo Jesús les dice a sus discípulos: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué
comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas
estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de ellas…
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas.” (Mt 6:31-33)
Pablo ha expresado claramente
cómo Dios vela por los suyos: “Y sabemos
que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (Rm 8:28).
Él mismo había experimentado la intervención de la Providencia en su
viaje a Roma, cuando el barco que lo llevaba enfrentó un mar tempestuoso y
estaba a punto de hundirse. Pero los vientos huracanados llevaron inesperadamente
la embarcación a una playa, y aunque el barco encalló y se hundió, todos los
náufragos se salvaron, porque Dios le había dicho a Pablo que él debía dar
testimonio en la corte del César, y le concedió que todos los que iban en la
nave, tripulación y pasajeros, se salvaran con él (Hch 27:13-44).
El día de Pentecostés, el apóstol
Pedro, hablando al pueblo, dijo que Jesús había sido llevado a la muerte “por el determinado consejo y anticipado
conocimiento de Dios” (Hch 2:23), esto es, porque ése era el plan de
salvación del género humano que Dios había concebido.
Más tarde Pablo explicará que
Dios permitió el endurecimiento del pueblo elegido a fin de llevar el evangelio
a los pueblos gentiles: “Porque no quiero
hermanos que ignoréis este misterio… que ha acontecido a Israel endurecimiento
en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo
Israel será salvo… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de
vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.
Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Rm 11:25-29).
La misericordia alcanzada por los pueblos gentiles, que estaban alejados del
Dios verdadero, es anuncio de la misericordia que, a su vez, dentro de la Providencia divina, alcanzarán
los judíos al final de los tiempos cuando crean en el Mesías que inicialmente
rechazaron.
Nota:
Aunque la palabra Providencia no figura en la Biblia , ése es un concepto que está presente en
todas sus páginas y que nos dice que el mundo no está gobernado por el azar o
por el destino, sino que todo está bajo el control y el dominio de Dios, y que
Él guía y prevé todo lo que ocurre, previniendo las circunstancias o factores
que pudieran afectar o alterar sus propósitos.
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces,
pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido
hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra
en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#788 (21.07.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218.
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