LA
VIDA Y LA PALABRA
Por
José Belaunde M.
ANOTACIONES
AL MARGEN XXXVI
*
La fe y la obediencia están íntimamente ligadas. La fe del que desobedece es
una fe anémica, si no muerta, porque la fe se manifiesta en acción, esto es, en
obras (St 2:17; 22).
*
Obedecer es también manifestación de fidelidad. ¿Puedo yo realmente creer en un
Dios al que no soy fiel? Es el caso de los israelitas que adoraban a otros
dioses. No creían realmente en el Dios de sus padres, que decía de sí mismo que
Él era único (Is 44:6) y que fuera de Él no había otro (Is 45:21b). Si hubieran
creído en Él no hubieran admitido la posibilidad de rendir culto a otros
dioses. Lo mismo el cristiano que busca apoyo en ciertas prácticas ocultas o
supersticiosas, para cubrir sus necesidades o para protegerse de peligros,
demuestra tener poca fe en Dios. Es como si le dijera: Tú no me bastas.
*
Honrar a los padres es honrar a Dios. Deshonrarlos es deshonrar a Dios (Ex
20:12), porque ellos lo representan.
*
El niño aprende a amar y a honrar a Dios, amando y obedeciendo a sus padres. El
niño que tuvo padres que no le inspiraron amor y respeto tendrá como adulto
dificultades en su relación con Dios.
*
Satanás quiere destruir la relación padre-hijos, porque así subvierte la
relación del hombre con Dios. Pero también procura subvertir el matrimonio con
el divorcio para que los padres no sean como Dios para sus hijos. Por eso los
padres deben portarse con sus hijos como Dios con sus criaturas: hacerse cargo
de ellos y disciplinarlos cuando sea necesario.
*
El que no es enseñado a obedecer de niño, el niño engreído, será un adulto
insatisfecho durante el resto de su vida porque espera que todo el mundo ceda a
sus caprichos.
*
Si tu padre no es digno de honor, honra en él al padre que Dios hubiera querido
que fuera.
*
Los científicos incrédulos creen que podrán algún día descubrir el secreto de
la vida y crearla. Pero nunca van a alcanzar esa meta, porque la vida procede
de Dios y sólo Él puede darla (Gn 2:7). Por ese motivo también sólo Él puede quitarla,
o estipular las condiciones en que puede ser quitada.
*
Para el otro mi vida es sagrada, no puede quitármela, ni yo puedo tampoco (Gn
9:6). Pero sí puedo dejar que me la quiten por una causa superior, como sería
ser fiel a Dios, o salvar la vida del prójimo.
*
La santidad de la vida es una de las razones por las que no se debería mostrar
asesinatos en la pantalla, sea de la televisión o en el cinema, como se hace
con frecuencia, porque acostumbran a la gente a la idea de que matar no es algo
abominable.
*
El adulterio rompe la unidad espiritual que une a los esposos entre sí, y a
ellos con sus hijos. Los hijos de padres adúlteros suelen ser desgraciados,
aunque no haya divorcio, porque no hay armonía en el hogar.
*
La inmoralidad, la corrupción que observamos en la política y en la justicia en
nuestro país comienza con la inmoralidad en el hogar, con la infidelidades y
las uniones irregulares.
*
Es muy difícil que un hombre que es honesto en su vida personal y familiar, sea
deshonesto si ocupa una función pública. Y lo inverso es también cierto, que el
que es deshonesto en su vida privada sea honesto en su vida pública. Si
dirigimos nuestra mirada a los políticos y jueces que con fundamento han sido
acusados de corrupción, podremos constatar que en muchos casos su vida privada
es irregular.
*
Negarse a sí mismo no es una idea muy popular que digamos, sino todo lo
contrario. Si no, díganle a un político que se niegue a sí mismo, si lo que él
quiere es afirmarse, imponerse, escalar el poder. Díganle que renuncie
desinteresadamente para que otro tome su lugar, si él quiere más bien que otros
renuncien a favor suyo.
Díganle a una actriz, o a una reina
de belleza que se niegue a sí misma, si lo que ella quiere es alcanzar la fama,
triunfar, ser engreída y admirada, ser rica.
Díganle a un ejecutivo que se niegue
a sí mismo, si lo que él ambiciona es subir en la escala corporativa hasta el
puesto más alto.
Díganle a un empresario que se
niegue a sí mismo y ceda el primer lugar a la competencia, si lo que él quiere
es que su empresa sea la primera y hacer fortuna, aumentando de paso su poder.
Díganle a un fisioculturista que se
niegue a sí mismo, si lo que él quiere es desarrollar su musculatura y
exhibirla en los estadios para ser admirado.
Sin embargo, toda esa gente, en la
persecución de sus metas, se niegan muchas cosas a sí mismas, y asumen grandes
sacrificios: recortan sus horas de sueño, hacen dietas severas, se imponen
entrenamientos agotadores, se someten a maltratos y humillaciones, emprender
viajes incómodos, etc., etc. Pero todo lo soportan para alcanzar la meta que se
han fijado.
Se niegan a sí mismos, toman su cruz
y la acarician, confiando en que será el lugar de su triunfo, y luego siguen a…
¿A quién siguen? Me temo que no a Jesús sino al tentador, que exige de ellos
muchas pruebas de lealtad: vender su cuerpo, traicionar a sus amigos más
íntimos, volver la espalda a los que primero los apoyaron, hacer trampa,
adular, intrigar sin escrúpulos…
¿Quieres llegar a tu meta? Llegar
cuesta muchos sacrificios. Hay que pasar por el aro. El tentador es un amo sin
misericordia. Él quiere que a cambio del triunfo que te ofrece le vendas tu
alma. Jesús en cambio, es manso y humilde de corazón. Los sacrificios que Él
exige son de otro orden. No te envilecen. Mejor síguelo a Él. La recompensa
quizá no sea inmediata, pero a la larga es la mejor, porque es eterna.
* El amor de Dios
funciona al revés del amor humano. Nosotros amamos a los buenos, a los justos,
a los simpáticos, a los que son “amables” por definición (es decir, que se
pueden amar). Y detestamos a los malos, a los tramposos, a los sucios, a los
carnales, a los criminales.
Pero Dios ama a los que
nosotros detestamos, y los ama precisamente por aquellos motivos por los cuales
nosotros los rechazamos. Dios se inclina hacia la miseria humana. Nosotros nos
apartamos de ella. Si queremos amar como Dios ama debemos llegar a amar a los
que detestamos (Mt 5:44,45), a los que son objetivamente detestables. Fue por
ellos que Jesús vino al mundo. No vino por los sanos sino por los enfermos (Lc
5:31).
* Aunque suene
paradójico podemos agradecer a Dios por el hecho de que antes de que nos
convirtiéramos éramos indignos de su misericordia, porque si hubiéramos sido
dignos de ella, Él no se habría fijado en nosotros. Nuestra miseria atrajo su
atención.
* La mayoría de los
reyes de Judá, y todos los reyes de Israel, fueron impíos, o se desviaron.
¿Cómo puede pensarse que Dios coloque en el trono a personas cuya inclinación
fue para el mal desde el comienzo, como muchos de ellos? Dios permitió su
entronización, pero ellos no fueron sus escogidos.
En cambio Él puede colocar en el trono a incrédulos para
que realicen una obra buena, de acuerdo a sus propósitos, como fue el caso de Nabucodonosor
(2R 24:1,2), de Darío (Dn 5:31; 6:25-28), y de Ciro (2Cro 36:22,23). Quizá el
propio Faraón en tiempos de José era alguien que Dios había escogido para
llevar a cabo su obra (Gn 41: 37-44). O el Faraón cuyo corazón fue endurecido
en tiempos de Moisés (Ex 7:3), quizá también fue colocado en el trono por Dios
para manifestar su gloria a través de su impiedad.
Incluso de los peores gobernantes saca Dios algo bueno,
como ocurrió con los emperadores romanos impíos, como Nerón o Diocleciano, que
desataron crueles persecuciones contra los cristianos. Ellos dieron ocasión a
actos heroicos de santidad y sacrificio, y a que por el testimonio de los
mártires mucha gente se convirtiera. De hecho, las mismas persecuciones, como
ocurre siempre, purificaron y fortalecieron a la naciente iglesia.
Pero ¿quién se atrevería a decir que Dios puso en el
trono a monstruos como Nerón, Heliogábalo o Calígula? No los colocó Él, pero
permitió que el diablo lo hiciera porque, en última instancia, servirían a sus
propósitos.
* Patriotismo: Estamos
celebrando las Fiestas Patrias en estos días, conmemorando el 192 aniversario
de la proclamación de la independencia del Perú, y está muy bien que hayamos
engalanado la ciudad como de costumbre izando la bandera nacional por doquier.
¿Pero de qué sirve que coloques la
bandera peruana en el balcón, o en el techo de tu casa, si evades el pago de
impuestos, o no cumples la ley? ¿De qué sirve que lleves un banderín en tu
automóvil si te pasas la luz roja? ¿De qué sirve que luzcas una escarapela blanquiroja
en el pecho si eres mal educado y atropellas el derecho ajeno? ¿De qué sirve
que se realicen desfiles militares y el público entusiasmado aplauda a nuestros
soldados si las autoridades no cumplen su deber?
“Obras son amores y no buenas
razones” dice el refrán popular. El amor a la patria no se demuestra con
palabras elocuentes y gestos solemnes, sino con el respeto de la ley y de
nuestras instituciones.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le
sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás
seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda
la eternidad, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la
tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a
pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al
mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres,
incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido
conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#789 (28.07.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
No hay comentarios:
Publicar un comentario