lunes, 23 de septiembre de 2013

ANOTACIONES AL MARGEN XXXVI

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XXXVI

* La fe y la obediencia están íntimamente ligadas. La fe del que desobedece es una fe anémica, si no muerta, porque la fe se manifiesta en acción, esto es, en obras (St 2:17; 22).
* Obedecer es también manifestación de fidelidad. ¿Puedo yo realmente creer en un Dios al que no soy fiel? Es el caso de los israelitas que adoraban a otros dioses. No creían realmente en el Dios de sus padres, que decía de sí mismo que Él era único (Is 44:6) y que fuera de Él no había otro (Is 45:21b). Si hubieran creído en Él no hubieran admitido la posibilidad de rendir culto a otros dioses. Lo mismo el cristiano que busca apoyo en ciertas prácticas ocultas o supersticiosas, para cubrir sus necesidades o para protegerse de peligros, demuestra tener poca fe en Dios. Es como si le dijera: Tú no me bastas.
* Honrar a los padres es honrar a Dios. Deshonrarlos es deshonrar a Dios (Ex 20:12), porque ellos lo representan.
* El niño aprende a amar y a honrar a Dios, amando y obedeciendo a sus padres. El niño que tuvo padres que no le inspiraron amor y respeto tendrá como adulto dificultades en su relación con Dios.
* Satanás quiere destruir la relación padre-hijos, porque así subvierte la relación del hombre con Dios. Pero también procura subvertir el matrimonio con el divorcio para que los padres no sean como Dios para sus hijos. Por eso los padres deben portarse con sus hijos como Dios con sus criaturas: hacerse cargo de ellos y disciplinarlos cuando sea necesario.
* El que no es enseñado a obedecer de niño, el niño engreído, será un adulto insatisfecho durante el resto de su vida porque espera que todo el mundo ceda a sus caprichos.
* Si tu padre no es digno de honor, honra en él al padre que Dios hubiera querido que fuera.
* Los científicos incrédulos creen que podrán algún día descubrir el secreto de la vida y crearla. Pero nunca van a alcanzar esa meta, porque la vida procede de Dios y sólo Él puede darla (Gn 2:7). Por ese motivo también sólo Él puede quitarla, o estipular las condiciones en que puede ser quitada.
* Para el otro mi vida es sagrada, no puede quitármela, ni yo puedo tampoco (Gn 9:6). Pero sí puedo dejar que me la quiten por una causa superior, como sería ser fiel a Dios, o salvar la vida del prójimo.
* La santidad de la vida es una de las razones por las que no se debería mostrar asesinatos en la pantalla, sea de la televisión o en el cinema, como se hace con frecuencia, porque acostumbran a la gente a la idea de que matar no es algo abominable.
* El adulterio rompe la unidad espiritual que une a los esposos entre sí, y a ellos con sus hijos. Los hijos de padres adúlteros suelen ser desgraciados, aunque no haya divorcio, porque no hay armonía en el hogar.
* La inmoralidad, la corrupción que observamos en la política y en la justicia en nuestro país comienza con la inmoralidad en el hogar, con la infidelidades y las uniones irregulares.
* Es muy difícil que un hombre que es honesto en su vida personal y familiar, sea deshonesto si ocupa una función pública. Y lo inverso es también cierto, que el que es deshonesto en su vida privada sea honesto en su vida pública. Si dirigimos nuestra mirada a los políticos y jueces que con fundamento han sido acusados de corrupción, podremos constatar que en muchos casos su vida privada es irregular.
* Negarse a sí mismo no es una idea muy popular que digamos, sino todo lo contrario. Si no, díganle a un político que se niegue a sí mismo, si lo que él quiere es afirmarse, imponerse, escalar el poder. Díganle que renuncie desinteresadamente para que otro tome su lugar, si él quiere más bien que otros renuncien a favor suyo.
            Díganle a una actriz, o a una reina de belleza que se niegue a sí misma, si lo que ella quiere es alcanzar la fama, triunfar, ser engreída y admirada, ser rica.
            Díganle a un ejecutivo que se niegue a sí mismo, si lo que él ambiciona es subir en la escala corporativa hasta el puesto más alto.
            Díganle a un empresario que se niegue a sí mismo y ceda el primer lugar a la competencia, si lo que él quiere es que su empresa sea la primera y hacer fortuna, aumentando de paso su poder.
            Díganle a un fisioculturista que se niegue a sí mismo, si lo que él quiere es desarrollar su musculatura y exhibirla en los estadios para ser admirado.
            Sin embargo, toda esa gente, en la persecución de sus metas, se niegan muchas cosas a sí mismas, y asumen grandes sacrificios: recortan sus horas de sueño, hacen dietas severas, se imponen entrenamientos agotadores, se someten a maltratos y humillaciones, emprender viajes incómodos, etc., etc. Pero todo lo soportan para alcanzar la meta que se han fijado.
            Se niegan a sí mismos, toman su cruz y la acarician, confiando en que será el lugar de su triunfo, y luego siguen a… ¿A quién siguen? Me temo que no a Jesús sino al tentador, que exige de ellos muchas pruebas de lealtad: vender su cuerpo, traicionar a sus amigos más íntimos, volver la espalda a los que primero los apoyaron, hacer trampa, adular, intrigar sin escrúpulos…
            ¿Quieres llegar a tu meta? Llegar cuesta muchos sacrificios. Hay que pasar por el aro. El tentador es un amo sin misericordia. Él quiere que a cambio del triunfo que te ofrece le vendas tu alma. Jesús en cambio, es manso y humilde de corazón. Los sacrificios que Él exige son de otro orden. No te envilecen. Mejor síguelo a Él. La recompensa quizá no sea inmediata, pero a la larga es la mejor, porque es eterna.
* El amor de Dios funciona al revés del amor humano. Nosotros amamos a los buenos, a los justos, a los simpáticos, a los que son “amables” por definición (es decir, que se pueden amar). Y detestamos a los malos, a los tramposos, a los sucios, a los carnales, a los criminales.
Pero Dios ama a los que nosotros detestamos, y los ama precisamente por aquellos motivos por los cuales nosotros los rechazamos. Dios se inclina hacia la miseria humana. Nosotros nos apartamos de ella. Si queremos amar como Dios ama debemos llegar a amar a los que detestamos (Mt 5:44,45), a los que son objetivamente detestables. Fue por ellos que Jesús vino al mundo. No vino por los sanos sino por los enfermos (Lc 5:31).
* Aunque suene paradójico podemos agradecer a Dios por el hecho de que antes de que nos convirtiéramos éramos indignos de su misericordia, porque si hubiéramos sido dignos de ella, Él no se habría fijado en nosotros. Nuestra miseria atrajo su atención.
* La mayoría de los reyes de Judá, y todos los reyes de Israel, fueron impíos, o se desviaron. ¿Cómo puede pensarse que Dios coloque en el trono a personas cuya inclinación fue para el mal desde el comienzo, como muchos de ellos? Dios permitió su entronización, pero ellos no fueron sus escogidos.
            En cambio Él puede colocar en el trono a incrédulos para que realicen una obra buena, de acuerdo a sus propósitos, como fue el caso de Nabucodonosor (2R 24:1,2), de Darío (Dn 5:31; 6:25-28), y de Ciro (2Cro 36:22,23). Quizá el propio Faraón en tiempos de José era alguien que Dios había escogido para llevar a cabo su obra (Gn 41: 37-44). O el Faraón cuyo corazón fue endurecido en tiempos de Moisés (Ex 7:3), quizá también fue colocado en el trono por Dios para manifestar su gloria a través de su impiedad.
            Incluso de los peores gobernantes saca Dios algo bueno, como ocurrió con los emperadores romanos impíos, como Nerón o Diocleciano, que desataron crueles persecuciones contra los cristianos. Ellos dieron ocasión a actos heroicos de santidad y sacrificio, y a que por el testimonio de los mártires mucha gente se convirtiera. De hecho, las mismas persecuciones, como ocurre siempre, purificaron y fortalecieron a la naciente iglesia.
            Pero ¿quién se atrevería a decir que Dios puso en el trono a monstruos como Nerón, Heliogábalo o Calígula? No los colocó Él, pero permitió que el diablo lo hiciera porque, en última instancia, servirían a sus propósitos.
* Patriotismo: Estamos celebrando las Fiestas Patrias en estos días, conmemorando el 192 aniversario de la proclamación de la independencia del Perú, y está muy bien que hayamos engalanado la ciudad como de costumbre izando la bandera nacional por doquier.
            ¿Pero de qué sirve que coloques la bandera peruana en el balcón, o en el techo de tu casa, si evades el pago de impuestos, o no cumples la ley? ¿De qué sirve que lleves un banderín en tu automóvil si te pasas la luz roja? ¿De qué sirve que luzcas una escarapela blanquiroja en el pecho si eres mal educado y atropellas el derecho ajeno? ¿De qué sirve que se realicen desfiles militares y el público entusiasmado aplauda a nuestros soldados si las autoridades no cumplen su deber?
            “Obras son amores y no buenas razones” dice el refrán popular. El amor a la patria no se demuestra con palabras elocuentes y gestos solemnes, sino con el respeto de la ley y de nuestras instituciones.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#789 (28.07.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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