viernes, 22 de junio de 2012

EL ALBOROTO EN ÉFESO I


Por José Belaunde M.
Un Comentario al libro de Hechos 19:21-30

21. “Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.”
Después de su enfrentamiento con los hijos de Esceva, Pablo, dice el texto, “se propuso en espíritu”. ¿Qué quiere decir esa expresión: “proponerse en el espíritu”? Tomar una decisión después de haber orado y consultado con el Espíritu Santo, de modo que se tenga la seguridad de que eso es lo que Dios quiere que uno haga.
Nuestra vida debe estar guiada por Dios. Nosotros podemos tomar nuestras decisiones de dos maneras: hacer las cosas según lo que en nuestra inteligencia consideramos que es lo que nos conviene, o hacer las cosas pidiéndole a Dios que nos guíe.
La primera manera es la que sigue la gran mayoría de la gente, incluso muchos cristianos, la cual puede llevarlos alguna vez a tener éxito, pero las más de las veces, los llevará a tener dificultades, o a fracasar.
Lo que los hombres no saben es que actuando de esa manera –sobre todo si están en pecado- muchas veces sus decisiones no son sólo resultado de una inadecuada, o equivocada, comprensión intelectual de los elementos en juego, sino que pueden ser inspiradas, o alentadas, por Satanás, que tiene propósitos definidos nada buenos respecto de nuestra persona.
La segunda manera consiste en “no confiar en nuestra propia prudencia”, sino tener presente a Dios “en todos nuestros caminos” (Pr 3:5,6). Es decir tratar de hacer la voluntad de Dios en nuestro caminar diario. La segunda manera es reconocer no sólo la soberanía de Dios que nos creó, sobre nuestra existencia, sino reconocer la realidad de la providencia de Dios, que tiene un propósito bueno para nuestras vidas.
Quien quiera que siga esta segunda vía, y siga fielmente lo que Dios le inspire, tiene el éxito garantizado. No una vida sin obstáculos ni dificultades, pero sí una en la que incluso las adversidades que podamos soportar, servirán para nuestro crecimiento espiritual.
Y es de esta segunda manera de la que Pablo nos da ejemplo. Recuérdese cómo en un capítulo anterior Pablo quiso ir a la provincia de Asia (donde ahora se encuentra), pero le fue impedido por el Espíritu, porque no era el momento de hacerlo, y en cambio, Dios quería llevarlo a Macedonia (Hch 16:6,10) donde realizó una gran labor. Obremos pues nosotros de esa manera y gozaremos de paz interior y veremos prosperar nuestros caminos.
Pablo se propuso en espíritu regresar a Macedonia y Acaya, que ya había visitado anteriormente, antes de retornar a Jerusalén, proponiéndose también ir posteriormente a Roma, donde todavía nunca había estado. Todo esto presupone la concepción de un plan bien delineado que comprendía varias etapas sucesivas. Él sentía inconscientemente que debía dirigirse a la capital del imperio, donde había una colonia cristiana, a la que él escribiría más tarde una larga epístola, la más importante de todas sus cartas, preparando su viaje a esa ciudad.

22. “Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.”
Entretanto él envió a dos de sus principales ayudantes, a Timoteo y a Erasto, a esa región, mientras él permanecía en la provincia de Asia, para terminar de cumplir los propósitos que Dios tenía para su estancia allí. El hecho de que el texto diga que “se quedó por algún tiempo en Asia”, y no diga en Éfeso, nos hace pensar que él no permaneció durante todo ese tiempo en Éfeso, sino que visitó otras ciudades de esa provincia predicando el Evangelio, y que, incluso, él haya podido fundar iglesias en esas ciudades. Siendo Pablo de una naturaleza muy activa nos es difícil imaginarlo reposando en sus laureles, y no tratando de conquistar nuevos territorios para la difusión del mensaje de Cristo. Gracias a ese empeño incesante suyo, él algún día escucharía las palabras: “Bien, siervo bueno y fiel… entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25:21,23).
Hay un pasaje en la primera epístola a los Corintios –escrita durante esta estadía en Éfeso, aunque no sabemos en qué momento- que es muy ilustrativo de la personalidad de Pablo. En ese pasaje él informa a sus lectores acerca de sus planes de viaje, diciéndoles que después de pasar por Macedonia tiene el propósito de ir a Corinto donde se quedaría una temporada, porque no quiere verlos de paso (1Cor 16:5-7). Y enseguida añade: “Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios.” (v. 8,9).
Las razones que él da para quedarse en Éfeso son, primero, que se le ha abierto una puerta, es decir, una oportunidad grande, para que muchos inconversos entren por ella y encuentren a Cristo; pero segundo, que hay ahí muchos adversarios. Este hecho a él no lo amilana, sino al contrario, lo estimula. Si hay adversarios es porque el enemigo sabe que él puede hacer ahí una gran obra y quiere impedirlo. Notemos: La oposición no debe hacer que nos retiremos, sino más bien debe incentivarnos a redoblar nuestra lucha.
Pablo era un soldado de Cristo. Cuanto más grande era la oposición, más grande era su determinación de vencerla para la gloria de su Señor. Para él dificultad equivalía a oportunidad, y en todo opositor veía él a un posible convertido, porque ése había sido su caso.

23. “Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino.”
El episodio que sigue, que es narrado con bastante detalle por Lucas, es muy ilustrativo de cómo a veces la oposición a la palabra de Dios tiene motivaciones económicas. En Éfeso había un numeroso grupo de artesanos a quienes la predicación de Pablo contra los ídolos hacía perder clientela, y por ese motivo estaban muy descontentos y reclamaban.
Pero este episodio es también un ejemplo de la hábil demagogia del diablo que sabe agitar a las masas ciegas para empujarlas en determinada dirección que puede ser su ruina.
Nosotros podemos concluir que donde quiera que haya agitación popular que degenere en violencia, están las huestes demoníacas actuando, atizando las pasiones y sentimientos que a veces no son de orden patriótico o desinteresado como aparentan, sino más bien de orgullo local, u obedecen a intereses y ambiciones particulares.
Notemos que en este versículo se designa a la fe en Cristo con el nombre de “Camino”, como ya hemos visto en ocasiones anteriores (Hch 9:2; 19:9). El Evangelio constituye una forma de caminar con Dios y hacia Dios de la mano con Jesús (Jn 14:6). Pero es también una regla de vida, una “halajá” en el sentido del judaísmo.
 
24. “Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices;”
La ciudad de Éfeso era el centro del culto a la diosa Artemisa (a la que nuestra versión española le da equivocadamente el nombre de Diana, que los romanos daban a otra Artemisa. Nota 1), y que estaba muy difundido por todo el Oriente.
La ciudad se jactaba de albergar un templo a esa diosa de la fecundidad, que era considerado como una de las siete maravillas del mundo.
En la ciudad había un platero que hacía reproducciones pequeñas del gran templo, con lo cual daba trabajo a los muchos artesanos que trabajaban para él. Podemos suponer que había todo un gremio de artífices que labraban el metal precioso y hacían con ello una jugosa ganancia.

25, 26. “a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha gente con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.”
He aquí que su próspero negocio estaba amenazado por una disminución en la demanda causada por la predicación de Pablo, que proclamaba que los ídolos y las estatuas hechas por mano de hombre no son dioses. (2) Demetrio y los artesanos que él había reunido para hablarles veían en la doctrina de Pablo una seria amenaza para su negocio, porque él no se contentaba con enseñar en la ciudad estas cosas, sino que llevaba su prédica a toda la provincia apartando a mucha gente del culto a la diosa que el pueblo veneraba.
Las palabras del líder de los plateros son un testimonio del impacto que estaba teniendo la predicación de Pablo, abriéndole los ojos a la gente, y haciendo que dejaran de comprar los productos que los artesanos confeccionaban.

27. “Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.”
Demetrio astutamente apela no sólo a la preocupación económica de los de su gremio sino también a sus sentimientos religiosos, y a sus sentimientos nacionalistas, que estaban fuertemente unidos a los primeros, porque su ciudad era el centro del culto a la diosa que veneraba toda la provincia de Asia, que atraía a muchos extranjeros y daba prestigio a su ciudad.
Nótese cómo en este incidente se unen estas tres motivaciones: dinero, religión y patria, que se han coaligado con mucha frecuencia a lo largo de la historia provocando conflictos. En el fondo de las tres subyace el egoísmo: mi dinero, mi religión, mi patria. Ésa es una alianza nada santa que ha causado muchas rivalidades y guerras entre los pueblos.

28. “Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!”
Las palabras de Demetrio tuvieron el efecto deseado, pues enseguida se enardeció la multitud y empezaron a vociferar reivindicando diosa y ciudad -pero no mencionando su preocupación comercial, que debe haber sido la más poderosa de las tres motivaciones, pues por allí había él comenzado. Demetrio era sin duda un hombre muy hábil y con muchas condiciones de líder. ¿No vemos nosotros cómo con frecuencia detrás del discurso demagógico que solivianta a las masas se esconde el interés personal de unos cuantos?

29. “Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo.” 
La agitación se extendió como reguero de pólvora por la ciudad y pronto sus habitantes, posiblemente sin saber muchos de ellos de qué se trataba, se lanzaron corriendo al anfiteatro, llevándose consigo a dos de los colaboradores de Pablo que encontraron de paso, y a quienes seguramente conocían porque los habían visto acompañándolo cuando predicaba.
Gayo era nacido en Derbe (Hch 20:4), -ciudad que Pablo y Bernabé habían evangelizado en su primer viaje misionero juntos- y era uno de los pocos discípulos a quienes Pablo admite haber bautizado (1 Cor 1:14). Él estuvo con Pablo y lo hospedó cuando el apóstol volvió a Corinto dos años después y escribió su epístola a los romanos (Rm 16:23). Podemos suponer que Pablo lo amaba mucho.
Aristarco es mencionado junto con Gayo en el pasaje citado (Hechos 20:4) como siendo originario de Tesalónica. Estaba con Pablo cuando éste fue embarcado en Cesarea para ser llevado prisionero a Roma (Hch 27:2), y permaneció preso con él en esa ciudad (Col 4:10), si bien es posible que cuando Pablo escribió su carta a Filemón ya había sido liberado, aunque permanecía a su lado.

30. “Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.”
Al ver Pablo que la masa exaltada se llevaba a sus amigos él quiso ir con ellos, pero sus discípulos que estaban con él por prudencia no lo dejaron, pensando que si él era el principal causante de la disminución del negocio de los plateros y de la devoción a la diosa Diana, al verlo los exaltados podrían matarlo.

Notas: 1. La diosa Artemisa que era venerada en Éfeso no debe confundirse con la Artemisa de la mitología griega que los romanos identificaban con Diana. Por eso es incomprensible que la mayoría de las traducciones de la Biblia a lenguas comunes pongan Diana donde el texto griego dice Artemisa.
La Artemisa efesia era la diosa madre, la diosa de la fecundidad de hombres, animales y plantas, conocida en otros lugares como Demeter, o Cibeles. Se le representaba como una mujer con el cuerpo cubierto de pechos. Su culto proveniente del Oriente fue adoptado por los colonos griegos (jónicos) que se establecieron en Éfeso mil años antes de Cristo, quienes construyeron en su honor un gran templo, el más grande templo pagano de la antigüedad que, con sus 130 metros de largo por 69 de ancho, y sus 127 columnas de 18 metros de altura, era una de las siete maravillas del mundo. En él se veneraba a una piedra que se decía había caído del cielo (posiblemente era un meteorito) en el que se podía con esfuerzo discernir el cuerpo de una mujer. En el templo ministraba toda una jerarquía de sacerdotes eunucos y tres rangos de sacerdotisas vírgenes, además de numeroso personal que incluía a acróbatas y músicos, entre otros.
A ella estaba dedicado el mes de Artemision, que empezaba en el equinoccio de primavera, durante el cual no se trabajaba pero se celebraban grandes banquetes, así como juegos atléticos en el Estadio y representaciones teatrales en el enorme anfiteatro que podía acomodar hasta 25,000 espectadores, y donde tuvo lugar posiblemente el incidente que se narra en este pasaje de Hechos.
En cambio, la Artemisa (o Diana) de la mitología grecorromana era hija de Zeus (Júpiter) y Leto (Letona), y era hermana melliza de Apolo. Ella era la diosa virgen de la caza y protectora de la virginidad de las ninfas, que ayudaba a las mujeres a dar a luz. Se le solía representar corriendo con un arco de flechas y vestida de una túnica corta.
2. Demetrio en su ceguera pagana no comprendía que los ídolos que el propio hombre fabrica con sus manos, aunque los cubra con oro y plata, no pueden ser dioses ni ejercer poder alguno porque no pueden moverse por sí solos. El profeta Jeremías en un pasaje famoso denuncia el engaño en que están sumidos los idólatras (Jr 10:1-16, especialmente los vers. 3-5). El salmo 115 lo dice aún más explícitamente (vers. 3-8). Isaías es aún más sarcástico en su condena (Is 44:9-20).

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#731 (17.06.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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