viernes, 11 de mayo de 2012

PABLO EN CORINTO II


Por José Belaunde M.
Un Comentario al libro de Hechos 18: 7-17

7. “Y saliendo de allí, (Pablo) se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.”
En vista de la negativa de la mayoría de los asistentes a la sinagoga de aceptar sus palabras Pablo sale de ahí y se va a la casa de un hombre “temeroso de Dios”, donde posiblemente se aloja, (dejando aparentemente la casa de Aquila y Priscila que lo habían hospedado hasta ese momento, Hch 18:2). Esa expresión quiere decir que ese hombre justo que se llamaba Justo, era un gentil que creía en el Dios de Israel (Nota 1). Es de notar que buen número de los convertidos a Cristo entre los gentiles eran o “temerosos de Dios”, o prosélitos del judaísmo (2), esto es, conocían la palabra de Dios y reconocían que el Dios de Israel era el Dios verdadero. La casa de este hombre estaba junto a la sinagoga. ¿Por qué estaba ahí? ¿Había buscado ese varón habitar junto a la sinagoga? Más probable es que esa circunstancia casual (pero puesta por Dios) había facilitado que ese hombre creyera en el Dios al que se rendía culto en la sinagoga. Pero para Pablo su casa era un lugar estratégico.

8. “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.”
¿Facilitaría la labor de Pablo el que estuviera alojado al lado de la sinagoga, o le traería inconvenientes? Yo me inclinaría a pensar lo primero porque, de hecho, el jefe de la sinagoga creyó en Jesús, y con él toda su casa. ¡Qué extraña circunstancia! El jefe de la sinagoga aceptó el Evangelio, pero la mayoría de los miembros de la asamblea lo rechaza. No hay duda de que la conversión de un personaje importante como Crispo contribuiría mucho al prestigio de la predicación de Pablo, al mismo tiempo que irritaría enormemente a los judíos. Es interesante notar que este Crispo es una de las pocas personas de Corinto, aparte de Gayo, a quien Pablo recuerda haber bautizado personalmente en 1 Cor 1:14.
El texto añade que muchos corintios más –asistieran o no a la sinagoga- oían la palabra y creían. Eso nos recuerda lo escrito por Pablo en Rm 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” La fe surge en el corazón cuando se oye predicar la palabra de Dios. ¡Cuán importante es predicar la palabra y, sobre todo, predicarla con unción! Nosotros no sabemos cuál será el efecto que tendrán nuestras palabras en los oyentes, pero Dios puede usarlas como semilla para hacer brotar la fe en el corazón de muchos. De ahí que Pablo le instara a su discípulo Timoteo: “Predica a tiempo y a destiempo”. (2 Tm 4:2).
Notemos que en los primeros tiempos de la iglesia los convertidos eran bautizados sin dilación apenas creían (Véase Hch 16:31-33). (3) Por ese motivo el bautismo vino a ser identificado con el nuevo nacimiento. De considerar que el bautismo era el sello del nuevo nacimiento, se pasó a pensar que lo producía.

9,10. “Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.”
Pablo debe haber tenido algunos temores (justificados como veremos luego) respecto de su seguridad en Corinto debido a la oposición de los judíos, o algunas dudas sobre la conveniencia de continuar predicando en esta ciudad tan pagana y, por tanto, tan reacia al Evangelio, porque el Señor consideró oportuno aparecérsele de noche en visión para animarlo, diciéndole: “No temas, sino habla y no calles”. Esto es, quita todo temor de ti, porque yo te cuido. Tu función es abrir la boca y hablar las palabras que yo ponga en ella (“Abre tu boca y yo la llenaré”, Sal 81:10b), porque si permaneces callado ¿cómo llegará mi mensaje a los que necesitan escucharlo?
Esas palabras, dichas por Jesús a Pablo, creo yo, están dirigidas a todos nosotros. ¿Cuántas veces nos llenamos de temor ante lo arriesgado, o difícil, de la obra que iniciamos, y estamos quizá dispuestos a abandonarla? Pero el Señor nos dice: “No tengas temor. Te he mandado a predicar, así que habla cuando tengas que hablar. Habla a diestra y a siniestra a todas las personas que encuentres, y no calles cuando la discreción o la prudencia pudieran aconsejarte permanecer callado.” “Haz labor de evangelista” le dice Pablo a su discípulo Timoteo (2Tm 4:5). Pablo, siendo apóstol, era antes que nada evangelista. Su misión era anunciar el Evangelio. Nadie predica permaneciendo callado, a menos que lo haga por escrito.
Las palabras siguientes de Jesús eran la base de la seguridad de Pablo y de la nuestra: “Porque yo estoy contigo”. ¡Ah benditas palabras! Si Dios nos respalda y nos apoya no tenemos nada que temer. “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8:31) Si Dios está con nosotros nuestro éxito está asegurado, aunque las circunstancias parezcan desfavorables.
Jesús le asegura a Pablo que aunque encuentre oposición, ninguno podrá hacerle daño, ya que él está ahí con un propósito de lo alto. Jesús le dice además que Él tiene “mucho pueblo en esta ciudad”, es decir, que en la ciudad impía de Corinto había mucha gente que tenía necesidad del Evangelio, mucha gente que Jesús había preparado para escucharlo con un corazón dispuesto y que creería. Y, en efecto, la iglesia de Corinto llegó a ser la iglesia más grande fundada por Pablo, y a la cual parece haberle dedicado la mayor atención, y la que era, junto con la de Efeso, la más cercana a su corazón, como lo indican sus cartas.
Es curioso que sea así porque Corinto era una ciudad muy pecadora. Vemos ahí una vez más cómo se cumple la frase: “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Rom 5:20). Jesús dijo que Él no había venido por los sanos sino por los enfermos (Mt 9:12). Su embajador, Pablo, tiene una misión semejante: Él tiene que ir donde la necesidad del perdón y de la gracia es más grande, donde están los hombres más corrompidos.
Es interesante que en su primera carta a los Corintios Pablo diga que en esa congregación no había muchos sabios, poderosos o nobles (1Cor 1:26), sino que él había reclutado a lo más vil y miserable de esa ciudad, como bien dice en uno de los pasajes más bellos y profundos del Nuevo Testamento: “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es.” (1 Cor 1:27,28).
Esa frase nos da una idea de qué clase de personas formaban la congregación de esa ciudad. No es pues de extrañar que le causaran tantos problemas. Pero también nos muestra quiénes son los preferidos de Dios: Los que no tienen mérito propio alguno.

11. “Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.”
Pablo se quedó en Corinto un año y medio. Era hasta ahora su estadía más larga en ninguna ciudad. Él conquistó ahí, como el Señor le había anunciado, un pueblo numeroso. El texto dice que les enseñaba “la palabra de Dios”. ¿Hay alguna diferencia entre predicar y enseñar? Sí la hay en sentido estricto, pero es poco probable que Lucas use de manera distinta ambos verbos, porque si bien es cierto que se enseña a los convertidos, también la predicación, que es propiamente proclamación, contiene enseñanza y la escuchan también los convertidos. (4) Era a través de esta enseñanza-predicación cómo Pablo ganaba las almas, que era la meta principal de su ministerio.
¿Podemos imaginar cómo era la predicación de Pablo? En el libro de los Hechos se transcriben varios sermones de Pablo (Hch 13:16-41; 17:22-31; 20:18-35; 22:1-21; 24:10-21; 26:2-23). En tres de ellos él relata cómo se produjo su conversión. Su estilo era fogoso, apasionado, lleno de expresiones, giros e imágenes sorprendentes (como sus cartas), punteado por himnos de alabanza a Dios. Dada la unción del Espíritu Santo que reposaba sobre él, él debe haber sido un orador fascinante. Pero no eran ciertamente sus grandes dotes intelectuales y su elocuencia lo que atraía a sus oyentes –aunque éstas contribuyeran no poco- sino, como siempre ocurre, era la unción del Espíritu lo que hacía que sus oyentes lo escucharan atentamente durante horas, (como se nos señala en Hch 20:7). Es la unción la que pone en boca del predicador las palabras adecuadas, la que le da el énfasis apropiado, la profundidad que sorprende y cautiva.

12,13. “Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal, diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.”
Lucas es muy exacto en sus referencias tanto históricas como de lugar. Él señala quién era la persona que ese momento era procónsul de la provincia romana de Acaya, el representante del poder imperial. Era nada menos que el hermano del filósofo Séneca, el tutor de Nerón, nacido en España, y un hombre, según parece, de mucho encanto personal. Galión fue procónsul en Corinto entre los años 51 y 53 DC, lo cual parece indicar que el incidente que se narra a continuación ocurrió hacia el final de la estadía de Pablo en esa ciudad.
Los judíos de la ciudad –o un grupo numeroso de ellos- puestos de acuerdo para acallarlo, se apoderaron de Pablo, posiblemente cuando se hallaba predicando en la calle, o cerca de la sinagoga –recordemos que él estaba alojado en casa de Justo, que estaba junto a la sinagoga- y lo llevaron al procónsul con una grave acusación, diciendo que él persuadía a los hombres a “honrar a Dios contra la ley”.
El verbo usado es interesante, “persuadía” (anapeízei), es decir, convencía. Los judíos se habían dado cuenta de que Pablo, en efecto, estaba ganando para el Evangelio a muchos, convenciéndolos de la verdad de su mensaje. Esto no podía menos que
alarmarlos. Si Pablo no hubiera tenido éxito en su predicación no le hubieran dado importancia. Pero él estaba ganando a muchos, posiblemente a gentiles prosélitos que, como resultado, dejaban de asistir a la sinagoga.
No lo acusaban de negar el culto debido a Dios, sino de hacerlo en una forma contraria a la ley. ¿De qué ley se trata? Por la respuesta de Galión (v.14) podemos ver que no se trataba de la ley romana –lo que hubiera concitado su atención- sino de la ley judía, es decir de la Torá.
¿De qué manera chocaba la predicación de Pablo con la Torá? Posiblemente, fiel a su mensaje, Pablo negaba -como lo hace muy elocuentemente en la epístola a los Gálatas– que para salvarse era necesario circuncidarse y cumplir con todas las prescripciones de la ley de Moisés la cual, con la muerte y resurrección de Jesús, había caducado. Esta afirmación chocaba de frente con las premisas del judaísmo.

14,15. “Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría. Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.”
Al empezar Pablo a hacer su defensa, Galión se dio cuenta inmediatamente de que era un asunto relativo a las creencias judías y que no se trataba de algún delito de orden civil o penal del que él tuviera que ocuparse. Y se lo dice directamente a los acusadores de Pablo: Las cosas de que ustedes lo acusan son asuntos relativos a vuestra religión y “yo no quiero ser juez de esas cosas.” Es decir, no me vengan ustedes a quererme mezclar en los asuntos de su religión, que no entiendo ni me competen.

16. “Y los echó del tribunal.”
Galión muestra cierta impaciencia con los judíos pues se dice que los echó del tribunal, o los hizo echar, posiblemente de mala manera. Es de notar que en ese entonces los romanos no hacían distinción entre la religión judía y el naciente cristianismo. Éste a lo sumo era una variante de la religión lícita del judaísmo, es decir una religión a la cual ellos reconocían legalmente, dando a los judíos la libertad de practicar una religión diferente a la oficial, y eximiéndolos del culto a los emperadores. Tan pronto como ellos se dieron cuenta de que la fe en Cristo era una religión diferente a la judía, el Evangelio dejó de gozar de la protección de la ley y, declarada ilegal, comenzó a ser perseguida. (5)
Es importante notar que el mensaje de Pablo exponía al cristianismo a la persecución, porque se apartaba del judaísmo al considerar obsoletas las prescripciones de la ley. Pablo era conciente de que ése era un riesgo que era necesario tomar, porque si a los gentiles que creyeran en Jesús se les hubiera exigido circuncidarse, como hacían los judíos, el Evangelio hubiera encontrado escasos seguidores entre los no judíos. La circuncisión no sólo era para un adulto una operación dolorosa, sino que era considerada por los griegos –cultores del cuerpo- como una mutilación inaceptable. No obstante, la sentencia dictada en ese momento por un funcionario de prestigio como Galión, descartando las acusaciones de la sinagoga, constituyó entretanto a los ojos de los romanos, una legitimización del ministerio de Pablo, reconociendo que formaba parte de una religión protegida por las leyes.

17. “Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.”
La escena que se describe acá es muy singular. Ahí están los miembros de la sinagoga que han traído a Pablo para acusarlo de delitos de los que el procónsul no quiere saber nada, porque son asuntos concernientes a la religión de los judíos, no de algún crimen que cayera bajo la jurisdicción romana, cuando los “griegos”, es decir, la multitud que había sido atraída por el tumulto, en gran parte por curiosidad, comenzó a golpear al líder de los acusadores, a Sóstenes, principal de la sinagoga (que posiblemente había sucedido a Crispo en ese cargo).
¿Por qué lo golpeaban? En son de burla, por escarnio. Pero esos sentimientos no justifican una golpiza. Yo pienso que la reacción agresiva de los espectadores era una manifestación del sentimiento antijudío que ya se había hecho visible en otros lugares, como en Alejandría el año 38 DC, donde había habido un gran tumulto seguido de una gran matanza de judíos.
Este sentimiento antijudío, muy difundido en el Mediterráneo, era una reacción al hecho de que los judíos se mantenían aparte, guardaban un día de descanso semanal, y no participaban del culto al emperador, ni en el culto idolátrico a los dioses de los templos paganos. No obstante es un hecho, corroborado por Josefo, que muchos gentiles eran atraídos al judaísmo por su costumbre de guardar un día de descanso a la semana.
Esta antipatía generalizada, sin embargo, explica que al procónsul no le importara el desorden que la multitud estaba causando en su tribunal, ni el maltrato del que fue víctima Sóstenes, que era una autoridad de los judíos. El tribunal debe haber sido, dicho sea de paso, una plataforma elevada abierta, semejante al pretorio donde Poncio Pilatos juzgó a Jesús en Jerusalén (Mr 15:16).
Hay quienes creen que ese Sóstenes es el mismo “hermano Sóstenes” que figura al comienzo de la 1ra epístola a los Corintios (1:1) unido a Pablo en su saludo a los destinatarios de la carta, hipótesis muy probable, porque ¿por qué motivo lo habría Pablo unido al saludo a la iglesia de esa ciudad sino fuera porque era conocido de ellos por haber liderado la acusación frustrada contra Pablo? Si esta especulación fuera cierta cabría preguntarse ¿qué fue lo que motivó a Sóstenes a creer en lo que inicialmente rechazaba? Los caminos de Dios son inescrutables, y su gracia tiene maneras sorprendentes para tocar los corazones. Si Pablo fue inicialmente un perseguidor de Cristo, y luego se convirtió en heraldo del Evangelio ¿qué de extraño tiene que quien se opusiera inicialmente al mensaje que predicaba Pablo se convirtiera después en su compañero?
Eso encierra una enseñanza para nosotros. Nunca debemos negarnos a predicar al incrédulo, o al pecador más obcecado, porque no sabemos de qué manera puede el Espíritu Santo usar nuestras palabras.

Notas: 1. Según algunos manuscritos se llamaba Titius Justus. Por su nomen y cognomen podemos ver que era ciudadano romano. Si su praenomen era Gaius, es posible que se tratara del mismo Gayo que Pablo menciona entre los que él bautizó personalmente (1Cor 1:14).
2. Aunque algunos no aceptan que haya alguna diferencia en el significado de “temerosos de Dios” y “prosélitos”, es indudable que esos términos se refieren a dos categorías de adherentes gentiles a la religión judía. Los primeros (sebómenoi/phoboúmenoi ton Zeón) eran personas que adoraban al Dios de Israel y acudían a la sinagoga –y posiblemente seguían algunas de las prácticas judías- pero sin someterse a todos los requisitos de la ley. Ejemplos de esta categoría son el centurión Cornelio (Hch 10:2), el eunuco de la reina Candace (Hch 8:26ss) y Justo. (Véase también Hch 13:16,26; 17:4,17). Los segundos (prosélutoi, en hebreo ger) eran gentiles que se hacían circuncidar y, por tanto, se obligaban a cumplir toda la ley. En Hch 6:5 uno de los diáconos, Nicolás, es identificado como prosélito. Véase también Mt 23:15 y Hch 2:10.
3. No como vino a ser costumbre después, que el bautismo era administrado a los convertidos después de un período interino de instrucción, por lo que se les llamaba “catecúmenos” del griego catejoúmenos = el que se instruye.
4. Enseñar en griego es didásko, de dónde vienen las palabras didáskalon (maestro) y didajé (enseñanza); encierra el propósito de influir en el entendimiento del que escucha y de formar su voluntad impartiendo conocimiento. Kerússo significa predicar, proclamar, como lo hace un heraldo (kérux).
5. Es posible que eso ocurriera por influencia de Popea, la mujer de Nerón, que era simpatizante del judaísmo, porque a partir del matrimonio del emperador el año 62 DC, la actitud complaciente del Imperio hacia el cristianismo empezó a cambiar, un vuelco que culminó con la acusación falsa de que los cristianos habían provocado el incendio de Roma (en realidad lo había provocado el propio Nerón) lo que dio lugar a la primera de las feroces persecuciones que los cristianos sufrirían durante dos siglos y medio.


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#725 (06.05.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias. Interesante y enriquecido aporte.
Un saludo.