viernes, 16 de marzo de 2012

PABLO ENCUENTRA A TIMOTEO Y A LUCAS

Por José Belaunde M.
Consideraciones acerca del Libro de Hechos XII

En el artículo anterior hemos dejado a Pablo y Silas atravesando la cordillera del Tauro por las famosas “Puertas de Cilicia” para llegar a Licaonia.

Las primeras ciudades que Pablo visitó en su nuevo periplo fueron Derbe y Listra. En esta última tuvo lugar el encuentro con quien se convertiría en el colaborador más cercano de Pablo, el joven Timoteo (Nota 1) que, aunque de padre pagano, era nieto e hijo de dos mujeres creyentes –Loida y Eunice respectivamente- que lo habían iniciado en la fe judía primero, y luego en la fe cristiana (2 Tm 1:5). Es posible que ambas mujeres se convirtieran a Cristo durante el primer viaje de Pablo.

El hecho de que él fuera hijo de un matrimonio mixto constituía un estigma para los judíos pues esas uniones les estaban prohibidas. (Pablo mismo en una de sus cartas se muestra contrario a la unión matrimonial de cristianos y paganos. “¿Qué comunión tiene Cristo con Belial?” 2 Cor 6:15a). Por eso él se apresuró a circuncidarlo, como dice el texto “a causa de los judíos que había en aquellos lugares.” (Hch 16:3). Que Timoteo no hubiera sido circuncidado de infante es explicable por el hecho de que su padre fuera griego, ya que la iniciativa de la circuncisión de los recién nacidos correspondía al padre, no a la madre. Pero él no hubiera podido predicar a los judíos si ellos se hubieran enterado de que siendo su madre judía- y por tanto considerado por ellos como judío- no estuviera circuncidado. (2)

No obstante, circunciso o no, él era muy apreciado por los creyentes gentiles de Listra e Iconio (Hch 16:2). Antes de unirse a Pablo se habían pronunciado profecías acerca de él (1Tm 1:18) y dones especiales le habían sido impartidos por la imposición de manos de los ancianos de su iglesia (1 Tm 4:14), en la que el propio Pablo participó (2Tm 1:6).

Él parece haber sido muy afectuoso (2Tm 1:4) pero, a la vez, tímido y de poca confianza en sí mismo (2Tm 1:6-8), pues la famosa admonición de Pablo acerca del espíritu de cobardía está dirigida a él. Pero de ningún otro de sus colaboradores se expresa Pablo tan elogiosamente como de él (1Cor 16:10,11; Flp 2:19-22) y a ningún otro llama “amado hijo” (1 Cor 4:17; 2 Tm 1:2), recalcando que es hijo suyo en la fe (1 Tm 1:2), lo cual no quiere decir necesariamente que se convirtiera por la predicación de Pablo, sino más probablemente que él lo instruyó y fue su mentor. En el curso del tiempo Pablo le encomendaría diversas misiones y, especialmente, en una ocasión dejaría a su cargo la iglesia de Éfeso mientras él proseguía a Macedonia (1 Tm 1:3). Según Hb 13:23 Timoteo estuvo preso algún tiempo en Roma.

Timoteo, hijo de padre gentil y de madre judía, ejemplifica la naturaleza esencialmente mixta de la iglesia de los primeros tiempos, formada por unos y otros, hasta que el componente judío fue poco a poco desapareciendo, o perdiendo su identidad racial, tal como Pablo lo había expuesto: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gal 3:28). (3)

¡Cuánta utilidad puede haberle reportado a un apóstol esforzado como Pablo contar con un colaborador fiel y plenamente identificado con su espíritu y su obra como lo era Timoteo! ¿Podemos dudar de que fuera Dios el que lo había preparado para dárselo en el momento oportuno?

El relato dice que al proseguir Pablo su recorrido por la ciudades que visitaban iba entregando en las iglesias que había en ellas –que él había fundado, o quizá también otros, pues no especifica en detalle cuáles ciudades- “las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén” y agrega que “así eran confirmadas en la fe y aumentaban en número cada día.” (Hch 16:4,5). Eso quiere decir que los fieles hablaban de su fe a otros que eran atraídos por el mensaje de salvación y se convertían. Las iglesias aumentaban porque sus miembros evangelizaban a sus vecinos y conocidos, y porque el Espíritu Santo daba eficacia a sus palabras. Aunque ésa era en parte una obra humana, ella era sobretodo una obra divina, porque sin el poder del Espíritu Santo sus esfuerzos habrían sido vanos. Y eso ocurre con todo lo que se haga en los campos del Señor: Si el poder de Dios no nos acompaña, todos nuestros afanes serán inútiles.

De acuerdo al relato Pablo, secundado ahora por Silas y Timoteo, atravesó la provincia de Frigia y luego Galacia (no la del Sur, sino la del Norte donde todavía no había estado), pero queriendo predicar el evangelio en la provincia de Asia, situada al Oeste de Anatolia, no les fue permitido por el Espíritu Santo y, llegando a Misia (que estaba hacia el Noroeste), quisieron dirigirse a Bitinia (que estaba al Noreste de Misia), en cuyas ciudades había importantes comunidades judías y sinagogas, lo que favorecía su predicación, pero el Espíritu también se lo prohibió. ¿Por qué lo hacía? Porque tenía otros planes reservados para ellos.

La fraseología en ambos casos es diferente. En el primero dice “les fue prohibido por el Espíritu Santo”; en el segundo dice: “el Espíritu (de Jesús) no se lo permitió”. Esta diferencia sugiere que se trató de formas diferentes de guía negativa (Hch 16:6).

Cabe preguntarse ¿cómo los instruía el Espíritu Santo sobre lo que no debían hacer? ¿Sería por medio de algún profeta local como en Hch 13:2? El texto no nos da ninguna indicación, pero yo pienso que –aparte de que se tratara de inconvenientes u obstáculos materiales en los que Pablo reconocía la conducción del Señor- lo más probable es que fuera a través de un sentimiento o convicción fuerte en su ánimo cuando oraba. Él era un hombre de oración que vivía en comunión estrecha con el Espíritu Santo y no deseaba hacer nada sin que el Espíritu lo guiara. Él no tenía planes personales a los que pudiera aferrarse, sino que estaba totalmente subordinado a los propósitos de Dios. Él comprendía que la obra que hacía no era suya sino de Dios, y por eso estaba dispuesto a cambiar sus planes a la menor indicación de Dios.

Esas rectificaciones del camino nos muestran cómo a veces nosotros obramos de acuerdo a nuestro propio criterio, aun queriendo seguir la guía del Espíritu Santo, pero Dios tiene planes diferentes para nosotros que nosotros no hemos ni siquiera soñado. Si Pablo, como se proponía, hubiera ido a Misia y Bitinia, encontrando sin duda en ambos territorios un gran campo misionero, no hubiera abierto Europa al Evangelio, como era el propósito de Dios.

El relato omite decirnos si en su recorrido por las regiones por las cuales atravesó él iba fundando iglesias, pero aunque no se diga expresamente podemos suponer que sí lo hacía, como había hecho en su viaje anterior. Pienso que el autor da por supuesto que lo entendamos así, pues lo había especificado al narrar el viaje anterior. Y si no lo hacía en este nuevo periplo ¿cuál podía ser su propósito de este viaje si la pasión que lo dominaba era extender el Evangelio mediante el establecimiento de nuevas comunidades?

Bordeando Misia, Pablo y los suyos llegaron al puerto de Troas, al Norte de Anatolia, sobre el Mar Egeo, cerca de donde había estado la antigua Troya. Ahí tuvo Pablo una visión que explica porqué el Espíritu no le había permitido predicar en Asia, ni que se dirigiera a Misia y Bitinia. En sueños vio que “un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.” (Hch 16:9). Enseguida Pablo comprendió que el propósito del Señor era que atravesaran el mar y se dirigieran a esa provincia romana que estaba en el continente europeo.

Este es uno de los pasos fundamentales del ministerio de Pablo, porque permitió que la nueva fe no permaneciera sólo en el Oriente, sino que se extendiera al continente europeo y, desde allí, por el impulso universalista de sus habitantes, al mundo entero. Pero notemos que al ser impulsado a dar ese paso él no era conciente de sus consecuencias. ¡Cuántas veces ocurre que, por obediencia al Espíritu, y a pesar nuestro, tomamos decisiones que tendrán importantes consecuencias futuras, pero de cuyos efectos no fuimos concientes cuando las tomamos!

¿Cómo sabía Pablo que el varón que le apareció en sueños era macedonio? Él mismo debe habérselo dicho, o en la visión Pablo debe haber recibido la convicción de que lo era.

Un aspecto novedoso en la redacción del texto es que a partir de Hch 16:10 el texto está redactado ya no en tercera persona plural, sino en primera persona plural (“procuramos”, “nos llamaba”) indicando que a partir de Troas, el narrador, esto es, Lucas se incorpora al grupo. Pero no se nos dice porqué ni qué hacía él en Troas. Lo que sí sabemos, a pesar de la parquedad del relato, es que a partir de ese momento él se convirtió en un compañero fiel de Pablo.

Quién era este Lucas y de dónde lo conocía Pablo no se sabe. La tradición ha atribuido desde temprano el tercer evangelio y el libro de Hechos (que por testimonio del Prólogo de éste, son del mismo autor) a Lucas pero, como sabemos, ninguno de los cuatro evangelios está firmado, por así decirlo, esto es, ninguno dice quién lo escribió.

El nombre de Lucas aparece tres veces en el Nuevo Testamento: 1) En la epístola a los Colosenses 4:14 figura entre los que une sus saludos a los de Pablo, que lo menciona agregando las palabras: “el médico amado” (4), lo cual nos permite saber cuál era su profesión. Al mismo tiempo como en esa epístola Pablo hace una distinción entre sus colaboradores judíos (4:9-11) y los que no lo son (v.14), podemos deducir que Lucas era gentil. ¡Qué interesante es que fuera un gentil y no un judío el que escribiera el literariamente más bello de los cuatro evangelios! Lucas es, en efecto, un escritor consumado que adorna su relato con detalles humanos muy valiosos. Él es el único evangelista que consigna algunas de las más bellas parábolas de Jesús (La del Hijo Pródigo y el Buen Samaritano, entre otras). 2) En la epístola a Filemón, Lucas es uno de los cinco que unen sus saludos a los de Pablo (v.23,24). 3) En 2Timoteo 4:11, escrita desde la prisión, Pablo rinde homenaje a su fidelidad cuando dice “sólo Lucas está conmigo”.

Son tres los pasajes de Hechos que están escritos en primera persona plural (Hch 16:10-17; 20:5-21:18; 27:1-28:16) lo cual no quiere decir necesariamente que en ninguno de los pasajes escritos en tercera persona a partir del capítulo 16, Lucas no estuviera con Pablo.

En todo caso Lucas lo acompañó en su viaje por mar de Troas a Filipos, pero no participó de la experiencia en la prisión en la que sólo Silas estaba con Pablo. El hecho de que el primer pasaje en primera persona plural termine en Filipos (16:17), y que el segundo empiece en la misma ciudad (20:5) hace suponer que Lucas se quedó en esa ciudad y que no acompañó a Pablo en su recorrido subsiguiente por Grecia. (5) Y debe haberse quedado allí, o en todo caso, haber permanecido cerca, porque lo acompañó en su último viaje a Jerusalén, y luego se embarcó con él en Cesarea, en el largo y accidentado viaje por mar que llevará al apóstol a Roma (27:1).

Según la tradición Lucas era originario de Antioquía, lo cual es plausible porque vemos en varios pasajes de Hechos que él se interesa particularmente por lo que ocurre en la iglesia de esa ciudad.

Según el llamado Prólogo antimarcionita del tercer Evangelio, Lucas era soltero y murió en Beocia a los 84 años de edad. (6)

Notas: 1. Su nombre significa “el que adora (u honra) a Dios”.
2. Algunos acusan a Pablo de inconsistencia, pues en un caso, el de Tito, que era griego, rechaza que se circuncide (Gal 2:3-5), y en otro, el de Timoteo, él mismo lo circuncida, a pesar de que él mismo escribió “si os circuncidáis de nada os aprovecha Cristo” (Gal 5:2). Pero se trata de dos casos muy distintos. Al primero, que era gentil, los falsos hermanos de Jerusalén lo querían circuncidar para que pudiera ser cristiano; el segundo era judío de nacimiento por su madre y debió haber sido circuncidado al nacer. Para los judíos su situación era más que irregular, inaceptable. Para que él pudiera llevar el Evangelio a los judíos y predicar en sus sinagogas era indispensable que sus compatriotas lo aceptaran como uno de los suyos sin reproche. Las razones que movieron a Pablo para circuncidarlo no fueron pues de orden ritual o religioso, sino exclusivamente de orden práctico. Bien había él escrito dos veces en Gálatas: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo ni la incircuncisión…” (v. 5:6; 6:15; cf 1Cor 7:19).
3. De hecho como bien sabemos, cuando un judío de nacimiento se convierte a Cristo, deja de ser considerado judío por las autoridades de la sinagoga.
4. ¡Qué sugestivo es que Dios diera por compañero a Pablo a un médico que lo cuidara en sus últimos años, cuando su salud empezaba a declinar, y especialmente cuando estuvo preso!
5. Si Lucas permaneció en Filipos hasta unirse a Pablo en Hch 20:5 al iniciar éste su último viaje a Jerusalén, es posible que el pedido personal que Pablo hace en Filipenses 4:3 a su “compañero fiel”, sea dirigido a Lucas.
6. Marción fue un hereje del segundo siglo que era enemigo del Antiguo Testamento y un fanático de Pablo. Él intentó reescribir el Nuevo Testamento, incluyendo sólo las epístolas de Pablo y el evangelio de Lucas, pero excluyendo de éste los pasajes de la infancia de Jesús.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#717 (11.03.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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