miércoles, 13 de septiembre de 2017

MARDOQUEO II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MARDOQUEO II
Un día, estando Mardoqueo sentado a la puerta del palacio del rey –es posible que Ester hubiera obtenido que él fuera nombrado portero de palacio- él se entera casualmente de un complot de dos eunucos para matar a Asuero (Nota 1). Él informa a Ester y ésta informa al rey. (Est 2:21,22). Hechas las averiguaciones se comprobó que era cierta la denuncia y los dos culpables fueron colgados en una horca. “Y fue escrito el caso en el libro de las crónicas del rey.” (v. 23). Mediante este incidente Dios estaba preparando el terreno para el futuro engrandecimiento de Mardoqueo. Pero notemos que así como los hebreos mantenían libros de Crónicas donde se consignaban sobre todo los principales hechos de la historia de sus reyes, y otros acontecimientos de la historia de su pueblo, ésa era una costumbre común de todas las naciones de ese tiempo.
Asuero había engrandecido a Amán, seguramente por lo mucho que éste lo adulaba. Todos se arrodillaban ante Amán, pero Mardoqueo rehusaba hacerlo. ¿Por qué motivo? Porque consideraba que no debía inclinarse ante ningún hombre sino sólo ante Dios, y menos podía él inclinarse ante un descendiente de Agag (3:1), el rey de los amalecitas, enemigos jurados de Israel. (2) Ofendido en su orgullo, Amán se propone destruir no sólo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo judío.  
No es la primera ni la única vez que alguien se propone destruir al pueblo elegido. ¿Quién inspiraba entonces ese deseo? Satanás. ¿Y por qué? Porque él sabía que de ese pueblo nacería el Mesías.
Amán echó suertes (Pur cuyo plural es purim) para saber en qué mes convendría llevar a cabo su propósito, y salió el duodécimo mes, que es el mes de Adar (febrero/marzo).
Por instrucciones del rey, Amán publicó un edicto ordenando que el día 13 del mes de Adar, se exterminara a todo el pueblo judío, incluyendo ancianos, mujeres y niños (3:11-15). Nótese que el rey ordenó destruir al pueblo judío sin saber que la reina a la que tanto amaba, y Mardoqueo, el hombre que le había salvado la vida, eran ambos judíos.
El texto dice que, al enterarse del decreto, la ciudad de Susa se conmovíó (3:15). Eso es comprensible si se tiene en cuenta que, amados o no, los judíos por su industriosidad eran un elemento esencial de la vida económica de la ciudad, y posiblemente muchos de sus pobladores los estimaban, y algunos hasta los tenían por amigos.
Cuando Mardoqueo se enteró “rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad  clamando con grande y  amargo clamor.” (4:1). Tenía buena razón para ello, porque sabía que él era la causa del odio de Amán contra su pueblo.
Angustiados los judíos, vistiéndose de cilicio, convocaron a un ayuno con luto, llanto y lamentación, al cual se adhirió Mardoqueo (4:3).
Enterada a su vez, Ester quiso que Mardoqueo viniera donde ella a palacio, con cuyo fin le envió vestidos adecuados para presentarse en palacio, pero él no quiso ir.
Mardoqueo le pide a Ester por un intermediario que interceda ante el rey. Pero ella le responde que si ella se  presenta donde el rey sin haber sido llamada primero, ella moriría. Su temor era aumentado por el hecho de que hacía treinta días que ella no había sido llamada por el rey. ¿Estaría él molesto con ella? ¿Habría encontrado entre sus concubinas una mujer que lo atraía especialmente?
Mardoqueo le contesta que ella no escapará al destino de todos los judíos, y añade: Pero si tú no intercedes por tu pueblo, de otro lugar vendrá la liberación. ¿Qué está implícito en esta respuesta? La seguridad de que Dios no dejará perecer al pueblo elegido.
Mardoqueo le hace decir además: Quizá para esta hora tú has llegado a ser reina. Es decir: No es casualidad. Dios te ha puesto en ese lugar con un propósito. (3)
Quizá para esta hora estén ustedes y yo aquí. Es decir, con un fin preciso Dios ha querido que lleguemos a esta edad avanzada y que nos incorporemos a este ministerio de la Edad de Oro. ¿Cuál es ese fin sino el darle gloria, y traer a unos para que conozcan el Evangelio, y a otros para que sean edificados en su fe? La verdad es que Dios ha puesto a cada ser humano con un fin preciso en un lugar y tiempo determinado en el mundo. Muchos son inconscientes de ese fin, aunque involuntariamente lo cumplen. Pero el éxito espiritual de nuestra vida depende de que lleguemos a ser conscientes del propósito por el cual fuimos creados, y lo cumplamos.

Notemos que en la historia santa, en tiempos de opresión del pueblo judío, Dios siempre ha enviado a un salvador que venza a sus enemigos, o que los libere: Moisés, Gedeón, Sansón, Judas Macabeo… Y en esta oportunidad le tocó ese papel a Ester, una simple doncella que, escogida por el rey para ser su esposa, había sido elevada a la categoría de reina. Aquí vemos el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a su pueblo: “Ningún arma forjada contra ti prosperará y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio.” (Is 54:17a).
Pero notemos el contraste: Ninguna persona podía presentarse ante el rey sin haber sido llamada, pues arriesgaba su vida. Sin embargo, todos los seres humanos tienen acceso al trono de gracia de un Soberano mucho más excelso que todos los reyes humanos, para alcanzar misericordia y el oportuno socorro (Hb 4:16).
Entretanto, Amán, ofendido de que Mardoqueo no le rinda homenaje, por consejo de su mujer, hace preparar una horca para colgarlo (Est 5:14).
Al tercer día del ayuno Ester, arriesgando su vida, se viste de gala y se presenta inesperadamente en el aposento del rey. Éste no reacciona airadamente, como era de temer por el hecho de que ella no hubiera sido llamada, sino que le extiende su cetro en señal de favor, y le pregunta: ¿Cuál es tu petición? Ella le contesta que desea que el rey venga ese mismo día con Amán a un banquete que ella ha preparado para honrarlo. El rey acude y le pregunta nuevamente: ¿Cuál es tu petición? Ella le contesta invitando al rey el día de mañana a otro banquete en que ella desea que asista nuevamente Amán. El rey una vez más accede a su deseo (Est 5:6-8).
Pero esa misma noche, no pudiendo dormir, el rey hizo que le leyeran el libro de las crónicas del reino. Llegados al episodio del

complot de los dos eunucos contra el rey que Mardoqueo había denunciado, el rey preguntó: ¿Cómo se premió al hombre que denunció el complot? Los cortesanos le dijeron que no se había hecho nada en su favor. (6:1-3)
Entonces Asuero hizo venir a Amán y le preguntó: ¿Qué debe hacerse con un hombre al cual el rey quiere distinguir? Amán, creyendo que se trataba de él, le contestó que debía vestírsele con ropas reales, ponerle una corona de oro sobre su cabeza, y subirlo al caballo que el rey cabalga. Hecho lo cual debía paseársele por las plazas de la ciudad pregonando: Así se trata al hombre que el rey quiere honrar. Entonces el rey le dijo: Haz con Mardoqueo así como has dicho. (6:6-11) ¡Qué chasco!
Cumplido el encargo, Amán retornó a su casa apesadumbrado y con la cabeza cubierta de vergüenza. Y tenía buena razón para ello (v. 12). Él se había imaginado que el rey quería homenajearlo a él en público, pero resultó que el homenaje no era para él, sino para el hombre que él más odiaba. Y para mayor humillación suya, a él se le había dado el encargo de llevarlo a cabo. ¡Imagínense cómo se sentiría Amán pregonando el premio del hombre a quien él más odiaba!
En el segundo banquete convocado por Ester en el palacio real, con asistencia de Amán, ella denuncia la orden que se ha dado para destruir a todo el pueblo judío, y revela quién es el que la ha gestionado: Amán. Aparentemente el rey lo había olvidado.
Asuero se enfurece y bruscamente abandona la sala del banquete. Amán se queda y suplica a Ester por su vida y, en su afán angustiado, cae sobre el lecho sobre el cual estaba Ester recostada comiendo, según la costumbre persa que luego los romanos y los judíos adoptaron (Véase Jn 13:23). Asuero, que entretanto ha regresado, cree que el hombre la quiere violar y ordena en el acto que lo maten. Para ello cuelgan a Amán precisamente en la horca que él había preparado para Mardoqueo, Podemos ver aquí cómo la mano de Dios está detrás de los acontecimientos y coincidencias dirigiéndolo todo, y cómo se cumple el proverbio que dice: “El  justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo.” (11:8).
Se produce entonces un vuelco en la posición de Mardoqueo. Ester le revela al rey que ella es su prima. Entonces el rey le da a Mardoqueo el anillo con el sello real que antes había dado a Amán.
Ester le pide al rey que anule la orden que ha dado de matar a todos los judíos. El rey le contesta que un edicto suyo no puede ser anulado. Entonces ordena que Mardoqueo, en nombre suyo, mande un edicto real autorizando a los judíos de su reino a defenderse de sus enemigos y matarlos.
Llegado el día 13 de Adar, en lugar de ser destruidos, los judíos destruyen a sus enemigos con el apoyo de las autoridades del reino. Solamente en Susa mataron a 500 hombres, incluyendo a los diez hijos de Amán (Est 9:13,14). (4) El día 14 mataron a 300 hombres más. En las provincias mataron a 75,000 hombres, pero no tocaron sus bienes. Los judíos de Susa descansaron el día 15 e hicieron fiesta.
Se ha objetado que los judíos pudieran actuar con tanta crueldad con sus enemigos, matándolos a todos sin compasión. Pero debe recordarse que ellos vivían entonces bajo el antiguo pacto que decía: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18), pero que en la práctica aconsejaba odiar y destruir al enemigo.(cf Ex 17:14-16; Sal 139:21,22) Faltaban todavía siglos para que Jesús viniera a enseñar que también debemos amar a nuestros enemigos (Mt 5:44).
El prestigio de Mardoqueo aumentó al punto de que llegó a ser el segundo hombre del reino. Él ordenó a los judíos festejar los días 14 y 15 de Adar, porque en esos días tuvieron paz sobre sus enemigos.
La fiesta que conmemora este acontecimiento recibió el nombre de Purim, plural de Pur, y es celebrada por los judíos de todos los lugares y tiempos.
Notas: 1. Los eunucos eran los funcionarios de la corte real, encargados al comienzo principalmente del harén de los reyes, por lo que eran castrados en temprana edad. Véase Hch 8:27. No es improbable que Mardoqueo mismo fuera un eunuco, pues no estaba casado ni tenía hijos.
2. Según el Targum y el historiador Josefo, Amán era un descendiente de Amalec, por vía de su rey Agag. Ellos fueron los eternos enemigos de los judíos, que los habían atacado en Refidim, por lo cual hubo guerra sin cuartel entre ambos pueblos (Ex 17:8-16). Por eso Dios ordenó a Moisés que destruyera a los amalecitas (Dt 25:17-19).
Siglos después Saúl desobedeció a la orden de Dios de destruir a todos los amalecitas, pues perdonó la vida de Agag, su rey. Ese acto de desobediencia ocasionó que Jehová desechara a Saúl como rey. Samuel hizo traer a Agag y con sus propias manos lo mató (1Sm 15).
3. Dicho sea de paso, Si yo no cumplo la tarea que Dios me ha confiado, Él llamará a otro que le lleve a cabo en mi lugar, y yo me habré perdido mi recompensa.
4. Se supone que Amán sería un descendiente de un hijo de Agag que escapó de la matanza que hizo Saúl de los amalecitas. Es muy significativo que fuera un amalecita, perteneciente al pueblo que fuera el eterno enemigo de los hebreos, el que tramara destruir definitivamente al pueblo judío. Pero con la muerte de Amán y de sus hijos (Est 9:13,14) la orden dada a Moisés fue definitivamente ejecutada.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#948 (23.10.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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