martes, 26 de enero de 2016

ANOTACIONES AL MARGEN XLIII

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XLIII


* Que el hombre no tenga un control total de su imaginación y pensamientos es muy curioso. Si la mente  es parte de su ser ¿por qué no los puede controlar sino muy parcialmente? Pero tampoco puede controlar las funciones de su cuerpo. El funcionamiento de los órganos de su cuerpo es automático e independiente de su voluntad. Es más, ni siquiera es consciente de muchos de ellos. ¿Qué pasaría si el funcionamiento de sus órganos dependiera de su atención y de su voluntad? ¿El latido de su corazón, la secreción de los jugos gástricos cuando come, por ejemplo? Olvidarse de una sola de esas funciones le sería fatal. Los recién nacidos y los niños pequeños morirían rápidamente. Por eso Dios, en su infinita sabiduría, hizo que el funcionamiento de las miríadas de funciones internas que nos mantienen en vida (no sólo a nosotros sino a todos los seres vivos) fuese automático e independiente de nuestra atención y querer.
Nosotros gobernamos sólo una fracción mínima de las funciones y capacidades de nuestro cuerpo, los llamados músculos estriados de la cara, boca, cuello y resto de nuestros miembros. Pero nuestro cerebro recibe miles de mensajes de los órganos del cuerpo a cada instante, y envía órdenes en respuesta constantemente sin que nosotros tengamos conciencia de ello.
Igual es con nuestra mente. La atraviesan cantidades de pensamientos e imágenes, algunos indeseables, sin que podamos hacer nada para detenerlos. ¿Cómo detener el flujo constante de pensamientos de nuestra mente? ¿Poner la mente en blanco? Cuando estamos tratando de hacerlo, eso es precisamente aquello en lo que estamos pensando.
Así pues, el hombre es señor de sólo una pequeña parte de su ser. Todo el resto lo controla Dios, o está ligado a factores aleatorios y desconocidos. Lo único que le es propio es su voluntad, porque ni siquiera sus sentimientos están bajo su control. Y aun la libertad de su voluntad está condicionada y limitada por las condiciones del entorno y por la debilidad de su carne. Desea esto o aquello que se presenta delante de sus ojos, y no puede resistir a las solicitaciones de su sensualidad sin la ayuda de Dios.
¡Cuán acertada es la frase del salmo: “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?” (Sal 8:4). ¡Somos tan limitados, pequeños e impotentes! Y sin embargo, ese ser minúsculo como el polvo de la tierra se atreve a rebelarse contra su Creador.
En los millones de células que tenemos en nuestro cuerpo se realizan, dice la biología, miles de transacciones químicas por minuto de las que depende nuestra vida, y que la ciencia está recién empezando a descubrir. ¿Qué pasaría si el funcionamiento de nuestras células estuviera controlado por nuestra conciencia? ¿Qué pasaría si los millones de glóbulos rojos que flotan en nuestra sangre esperaran nuestra orden para descargar el anhídrido carbónico que traen y recargarse de oxígeno al entrar en los pulmones? Moriríamos de asfixia. ¿Qué pasaría si nuestros glóbulos blancos esperaran nuestra orden para atacar a los microbios y bacterias que nos invaden constantemente? La menor infección acabaría con nuestra vida.
Todo eso lo hace Dios que ha programado el funcionamiento de nuestros órganos y de todas las partes de nuestro cuerpo. Pese a la enorme potencia de procesamiento de las computadoras modernas, no existe una sola en el mundo que pudiera controlar la centésima parte del trabajo que se realiza en el organismo de cada ser humano viviente.
El don de la vida que hemos recibido en el instante en que fuimos concebidos es un don complejísimo e inescrutable. En verdad, nuestra existencia física es un verdadero milagro repetido a cada instante (Nota). ¿Cómo no le hemos de dar gracias a Dios constantemente por este cuerpo y por este don?
*
De cómo ocupemos nuestra mente durante el día depende de cuán concentrados estén nuestros pensamientos en Dios durante nuestro tiempo de oración. Si estamos abiertos a toda clase de impresiones externas durante el día, y andamos ocupados en “entretenimientos”, esas impresiones e imágenes mentales invadirán nuestra mente cuando queramos orar.
Nosotros alimentamos nuestra mente constantemente con las cosas que miramos y a las que dedicamos nuestra atención. Ese es el “input”. No tiene nada de extraño que el “output” sea de naturaleza semejante.
* Es un hecho que todas las cosas que supuestamente yo hago para Dios, las hago porque me agrada hacerlas, porque es mi oficio, mi ocupación favorita.
Si no es cierto lo que digo –y no sólo en mi caso- pregúntenle a un pastor cuánto le cuesta predicar los domingos. Sin duda le demanda esfuerzo, pero nada le agrada más que hacerlo.
* Todo lo que hago, incluso cuando me involucro en el mundo, debe estar dirigido a Dios, debe tener como objetivo servirlo. Eso es lo que Pablo dice en Rm 12:1 y 14:8.
Sin embargo, hay muchas cosas que hago durante el día que son inútiles, porque no están dirigidas hacia Dios.
* Si todo lo hago para Dios y con el deseo de servirlo, entonces todo lo que hago es oración.
* Hacer todas las cosas bien (como para el Señor) es una forma de adorarlo.
* Para el mundano, para el pecador y el cristiano carnal, esto es, para la mayoría de los seres humanos, la voz del ego viene primero, la voz de Dios al último. Y para mí ¿qué voz viene primero?
* No sólo mi cuerpo, también mi alma es templo del Espíritu Santo.
* Recogimiento y desprendimiento van juntos. No puedo vivir una vida de recogimiento, sin vivir desprendido de las cosas. Porque si no ¿a dónde se dirigirá mi atención?
* ¿Qué es la celda interior? Es entrar en sí mismo, en el silencio de la vida interior donde Dios nos habla.
* En las situaciones extremas, de sufrimiento o de peligro, las personas reaccionan según el metal de que están hechas.
* Los sentimientos paternales y los sentimientos maternales son obra divina, proceden de Dios. Él los ha sentido antes que nosotros, y se los ha dado a los seres humanos con un fin.
* ¿Qué es lo que más vale de todo lo que hago? Lo que más debo empeñarme en hacer es que la gente conozca y ame a Dios.
* Esta frase me impresiona: En el infierno hay vírgenes, pero no hay humildes.
* En la última Cena Jesús lavó los pies de sus discípulos, que eran mucho menos que Él, para darnos ejemplo de humildad y de servicio, y para enaltecer el servicio humilde, el oficio de los que despreciamos, porque lavar los pies de los huéspedes era en ese tiempo labor de esclavos.
* Siempre estamos en la presencia de Dios aunque no lo sintamos ni lo queramos.
* El mundo no nos enseña a amarnos los unos a los otros sino a despreciarnos o, por lo menos, a sernos mutuamente indiferentes, a ser fríos y egoístas con el prójimo. ¡Y qué bien aprendemos a veces la lección!
* Lavar los platos, o ser gerente de una gran compañía; barrer las calles, o ser ministro de estado; son ocupaciones igualmente valiosas para Dios. Para Él lo que cuenta es el amor y la entrega con que se realizan, y cuanto más alta la responsabilidad, con mayor desprendimiento.
* ¿Cómo hacer para no tener más voluntad que la de Dios? Todo el tiempo estamos haciendo nuestra propia voluntad. El remedio podría ser la frase que Jesús dirigió a su Padre en Getsemaní: No lo que yo quiera sino lo que tú. (Lc 22:42)
* Si Dios es infinitamente más que nosotros, ¿por qué pensamos tan poco en Él? Estamos absorbidos por lo finito que tenemos delante, por nuestros gustos e intereses.
* Desde el punto de vista natural se diría que cuanto más se ha sufrido por una persona, más se le odia. Pero desde el punto de vista espiritual sucede al revés, cuanto más se ha sufrido por una persona, más se le ama, como hizo Jesús con nosotros.
* A todos los que le sirven Jesús les ha dicho en algún momento: “Tú ven y sígueme”, como al hombre que iba a enterrar a su padre (Mt 8:21,22).
* Nosotros podemos dar un gran valor aun a nuestras acciones más pequeñas, si le ofrecemos a Dios todo lo que hacemos a lo largo del día.
* Dios se sirve de los hombres para hacer el bien, y para bendecirlos, si están dispuestos a ser canales de su gracia.
* Las cosas de la tierra son nada en verdad, comparadas con las del cielo. Sin embargo, captan toda nuestra atención y nos afanamos por ellas como si fueran un gran tesoro. ¡Qué necios somos! Somos como alguien que encontrara en la playa una concha con una perla dentro, y botara la perla y se quedara con la concha.
* La vida es corta para amar a Dios. El tiempo no nos alcanza para crecer en su amor como debiéramos. Sólo su gracia puede colmar ese vacío.
* La mejor defensa contra el demonio es la presencia de Dios.
* Hemos de orar con mayor fervor cuando menos ganas tenemos de hacerlo, porque es cuando más lo necesitamos.
* El demonio nos tentará aun en el lugar más santo.
* Nada alegra más al demonio que ver un alma que peca y persevera en el pecado. Así que no le des gusto al diablo. Arrepiéntete y no peques más.
* ¿Ves a ese hombre a quien todo el mundo admira? Todos escuchan sus palabras como si fueran las de un oráculo, y ha sido colmado de honores. Sin embargo, si pudieras ver su alma retrocederías espantado ante su negrura, y ante el hedor que de su corrupción moral emana. Pero muy posiblemente, fama aparte, nuestra condición antes de venir a Cristo era semejante.
Nota: Por eso es que yo estoy convencido de que todos los intentos que se realizan desde hace décadas, de crear vida “in vitro” en un laboratorio, están condenados al fracaso.


+++Quiero instar a mis lectores, y a todos los cristianos en general, a orar fervientemente por nuestro país. En el proceso electoral que se avecina se va a decidir el destino de nuestra patria en el próximo quinquenio. Lo que está en juego va mucho más allá de las preferencias personales, o del bienestar y desarrollo de los individuos. Es la viabilidad misma de nuestra patria como estado democrático y civilizado. El resultado de cada elección, como sabemos, determina la dirección en que se moverá el país en el futuro próximo: si será ascendente o descendente, si progresamos o retrocedemos. Dios nos ayude.


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#912 (31.01.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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