jueves, 5 de noviembre de 2015

PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA
Un Comentario de Mateo 18:10-14


10. "Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos."
Los pequeños a los que Jesús se refiere aquí pueden ser literalmente niños, pero más probablemente serían hombres y mujeres, no de baja estatura sino de baja condición social, que son ignorantes no sólo de la fe, sino también de las cosas del mundo, el tipo de personas que la gente suele mirar con desprecio.

Pero ¿qué dice Jesús de ellos? Tú los desprecias porque son poca cosa a los ojos del mundo, pero "sus ángeles", es decir, los mensajeros de Su voluntad a quienes Dios ha encargado que se ocupen de ellos y los cuiden, al mismo tiempo que realizan esa labor están constantemente delante de Él.

Para el mundo ellos no valen nada, pero para Dios valen mucho, pues los ha confiado a ángeles que gozan de su intimidad. Ellos gozan de un privilegio mucho mayor de lo que tú te imaginas, ni quizá te ha sido acordado.

A nosotros quizá nos intrigue saber cómo pueden esos ángeles guardianes estar a la vez ocupados en la tierra y estar en la presencia de Dios. Nuestra perplejidad se debe a que nosotros no podemos concebir cómo son las cosas en las dimensiones celestes, espirituales, porque no las conocemos. Las distancias y los tiempos son diferentes.

En este versículo Jesús confirma la validez de la creencia del judaísmo de su tiempo en la existencia de ángeles guardianes que acompañan a cada ser humano. (Nota 1)

La lección que debe sacarse de este versículo es que contrariamente a nuestra tendencia natural, ningún ser humano debe ser despreciado, cualquiera que sea su condición, su suciedad, su grado de abandono, o su pobreza. A los ojos de Dios se trata de una criatura suya, altamente apreciada, porque Él no desprecia nada de lo que ha salido de sus manos. Piensa en eso: Nosotros, tú y yo, hemos salido de sus manos. ¡Aleluya! Y Él no nos desprecia, cualquiera que sea nuestra condición.

Mira a ese hombre asqueroso tirado en la calle, negro de suciedad. Todo el mundo huye de él asqueado. Pero Dios lo ama porque es una de sus criaturas. Jesús murió también por él.

Jesús nos advirtió acerca de la inconsistencia de mirar a alguna persona con desprecio cuando dijo que los últimos serán los primeros y los primeros, últimos. (Mt 20:16). Algún día en el cielo nos llevaremos una gran sorpresa. Algunos van a estar en primera fila, por así decirlo, a quienes nosotros no dimos ninguna importancia, a quienes quizá incluso despreciábamos.


Esto significa que el valor intrínseco de una persona es algo oculto a los ojos humanos. Nosotros vemos lo que muestra el exterior de la persona, pero no vemos lo que está en su interior. No sabemos si es de oro, plata, diamante, o de plomo u hojalata.

Recuérdese lo que le dijo Dios al profeta Samuel cuando buscaba entre los hijos de Isaí a uno que fuera rey para Israel, en reemplazo de Saúl. Al ver al mayor, alto, buen mozo y fuerte, Samuel se dijo: "Este debe ser". Pero Dios le dijo: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura...porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón." (1Sm 16:7). A nosotros nos impresionan ciertas personas por su aspecto, su fuerza o su inteligencia, pero no sabemos lo que hay dentro de ellas. Eso sólo lo sabe Dios.

11. "Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido."
Este versículo, que se encuentra también en la conclusión del episodio de la conversión de Zaqueo (Lucas 19:10), sirve de transición a la parábola de la oveja perdida que viene enseguida.

Esta frase enuncia de una manera clara el propósito para el cual el Verbo de Dios vino a la tierra, esto es, a rescatar y a salvar a los que estaban alejados de Dios y, por lo tanto, caminaban a su condenación, y estaban perdidos. En otro lugar Jesús dijo que Él no había venido a buscar a justos sino a pecadores, porque no son los sanos los que tienen necesidad de médico sino los enfermos (Mt 9:12,13).

Éste es un asunto que nos parece obvio. Son los pecadores, los perdidos los que están en la mira de Dios, porque son ellos los que más necesitan de Él. ¡Pero cuántas veces en la vida práctica de algunas iglesias (no en la nuestra) esos enfermos del alma, esos pobres pecadores, son marginados, excluidos y puestos de lado, abandonados a su suerte, mientras los sanos, los justos, se reúnen entre ellos satisfechos de la rectitud de su conducta y de su vida! De esa manera corren el peligro de convertirse en fariseos. Pero si Jesús descendiera nuevamente a la tierra, y lo hiciera de incógnito, ¿a quiénes buscaría? ¿A los que se sientan en primera fila en los servicios, o a las prostitutas en las calles, y a los bebedores que están emborrachándose en las cantinas? ¿Dónde están los enfermos? ¿Dónde están los perdidos? Está muy bien que tengamos comunión entre hermanos y que nos gocemos por lo que Dios hace en medio nuestro, pero eso no debe servir para estar satisfechos de nosotros mismos sino para que, fortalecidos con la palabra, salgamos a buscar a aquellos por los que Jesús vino a la tierra.

Los fariseos esperaban que Jesús predicara para ellos, que se habían preparado mediante oración, ayuno y estudio para entrar al Reino de los cielos. Ellos confiaban en su propia justicia. A ellos debería dedicar Jesús su atención preferente, pero Él desconfiaba de ellos.

Jesús predicaba un perdón inmediato a todo el que se arrepienta, como un don gratuito de la misericordia divina, no un perdón difícil que se obtiene después de mucha penitencia, ayuno y oración. (Sal 51:17).

La predicación de los fariseos no estaba dirigida a los perdidos. Ellos no tenían nada que decir a los pecadores, salvo exigirles que cumplan todos los mandamientos de la ley para ver si Dios quizá se apiadaba de ellos. En el fondo ellos dejaban que los pecadores se perdieran. Eso no era su problema.

En el evangelio de Lucas la parábola de la oveja perdida está precedida por la murmuración de escribas y fariseos contra Jesús porque se juntaba con publícanos y pecadores.

Los publícanos eran odiados por los judíos que los consideraban traidores a su pueblo, ya que recaudaban impuestos por cuenta de los extranjeros romanos, y se enriquecían de paso cobrando de más por cuenta propia, y oprimiendo con sus tácticas de cobranza al pueblo.

Ese rechazo llegaba al punto de que su dinero no era aceptado como limosna para el templo, su testimonio en los tribunales era inválido, y se les ponía al mismo nivel que los despreciados gentiles y que las prostitutas, aunque, como dijo Jesús de Zaqueo, ellos eran también hijos de Abraham (Lc 19:9).

Jesús se reunía con ellos al igual que con los pecadores y las prostitutas, precisamente porque eran personas rechazadas por la sociedad. Tomen nota. Por ese motivo los fariseos lo criticaban acremente. Pero Jesús se acercaba a ellos como hace el médico solícito con los enfermos. No omitía esfuerzo alguno para estar en contacto con ellos. Él los atraía por la bondad de su trato, y por eso venían donde Él en mancha a escucharlo.

En respuesta a las murmuraciones de los fariseos, Jesús narra las tres parábolas que vienen enseguida en el Evangelio de Lucas: la de la oveja perdida, la de la dracma perdida, y la del hijo pródigo.

La parábola de la oveja perdida destaca el amor de Dios que va en busca de los perdidos. En Lucas Jesús dirige esta parábola a los fariseos: "¿Quién de ustedes...?" (Lc 15:4).

Pero tornemos al texto de Mateo.
12. "¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?"
La sociedad de Israel vivía sobre todo de la agricultura y de la ganadería. Ellos en su origen eran un pueblo pastoril. Por eso muchas de las parábolas de Jesús usan imágenes pastoriles. Sus oyentes las captaban fácilmente.

El cuadro que Jesús nos pinta en pocas pinceladas es muy simple: Un pastor tiene cien ovejas en su rebaño. Si de pronto se pierde una de ellas, ¿no dejará las noventainueve para ir a buscar a la descarriada? ¿Y si la encuentra, no se alegrará más por ella que por las que no se alejaron del redil?

Si una madre tiene un hijo enfermo ¿no se alegrará por la curación de ese hijo más que por los que están sanos? No es que no quiera a los sanos, pero en determinado momento su preocupación está concentrada en el hijo enfermo. Es natural que sea así.

Podría objetarse: el pastor que va detrás de la oveja descarriada ¿no está poniendo en peligro a las noventainueve que abandona? En el caso propuesto por Jesús podemos pensar que el pastor tendría un ayudante que cuide entretanto a las que quedan en el redil. Pero en el caso de Dios su providencia alcanza a todos, a los que perseveran y a los que se pierden.

El pecador es comparado a una oveja tonta que en su ignorancia, queriendo explorar prados para ella desconocidos, se pierde en el campo.

El pastor del rebaño no se dice: "Me quedan noventainueve ovejas. ¡Qué me importa si se me pierde una!" No, él se dice: "Si se me pierde una oveja ¿qué me importan las noventainueve?"

Al pastor asalariado no le importa que se pierda una, porque las ovejas no son suyas, pero al dueño del rebaño sí le importa que se pierda una, porque él ama a cada una de ellas (Jn 10:12,13). Él conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a Él (v. 14).

Su actitud es semejante a la de la mujer que ha perdido una dracma, y que no para de buscarla hasta que la encuentra (Lc 15:8).

La oveja descarriada es como muchos pecadores que se extravían del camino y se pierden por ignorancia. No saben en verdad lo que hacen, pero si nadie va a buscarlos se pierden para siempre. ¿Cuántos de nosotros éramos así? Si no hubiera habido una persona que se hubiera apiadado de nuestra condición, y no nos hubiera hablado de Dios, o no nos hubiera traído a la iglesia, ¿dónde estaríamos nosotros?

El profeta Ezequiel denuncia que muchas ovejas se pierden porque los pastores que están a cargo de ellas no las cuidan (Ez 34:1-6). Esos malos pastores se dedican a apacentarse a sí mismos, en lugar de cuidarlas (v. 8).

Pero, a través del profeta, Dios anuncia que Él mismo irá a buscar a sus ovejas para traerlas al redil: "Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que yo, yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reconoceré. Como reconoce el pastor a su rebaño cuando está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré a mis ovejas, y las libraré de todos los lugares donde fueron esparcidas..." (v. 11,12).

El profeta Ezequiel, con quinientos años de anticipación, anunció lo que Jesús iba a hacer al venir a la tierra. No sólo buscaría a la oveja descarriada, sino que la sanaría (v. 16).

La encarnación de Jesús no fue otra cosa sino llevar a cabo la misión del Buen Pastor que se ciñe los lomos para ir a buscar lo que se había perdido. Y no cesa en su búsqueda hasta que encuentra a la oveja descarriada, la carga sobre sus hombros gozoso, y la trae de vuelta al redil. (Le 15:5). (2)

Eso ha ocurrido con la mayoría de los que están leyendo estas líneas. Él nos fue a buscar cuando estábamos perdidos en medio de nuestra miseria, no para castigarnos, sino para traernos al redil, después de habernos curado.

13. "Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron."
Al estar formulado en condicional ("si la encuentra") el texto de Mateo da a entender que pudiera ocurrir que todos los esfuerzos del Buen Pastor por recuperar al alma perdida sean  inútiles. ¿Es posible que eso ocurra? Sí, porque el pecador es libre de acudir al llamado de Dios, o de no hacerlo. Y, en efecto, ¡cuántos hay que por su propia voluntad se pierden ya que hacen caso omiso de los esfuerzos de Dios por salvarlos!

El mundo sería otro si eso no ocurriera con frecuencia. Démosle gracias a Dios de que nosotros no fuimos rebeldes a su llamado, y pidámosle que nunca permita que nos alejemos de Él.

"Y si acontece que la encuentra..." Si efectivamente el pastor halla a la oveja descarriada, en ese momento él se alegrará más por ella que por las ovejas que nunca se perdieron.

¿No es eso injusto? En la parábola del hijo pródigo el hermano mayor se resiente de que su padre haya hecho una fiesta para celebrar el retorno del hijo que se había ido, pero nunca hizo una fiesta para él, que nunca se alejó de su casa y siempre lo sirvió. El padre le responde: Todo lo mío es tuyo, pero "tu hermano estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15:27-32). Yo me alegro mucho por él, y tú deberías hacerlo también teniendo en cuenta de qué abismo ha salido. No deberías tener celos de tu hermano, sino deberías alegrarte conmigo de que haya retornado.

Un pecador que se arrepiente da más gozo al Padre, y provoca una mayor fiesta en el cielo que noventainueve que permanecen fieles (Lc. 15:7). Pero la recompensa de los que siempre fueron fieles, o lo fueron más tiempo, será mayor que la de los que se desviaron y retomaron al buen camino.

14. "Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños."
Mateo concluye la parábola reiterando el deseo del Padre de que ninguno de los más despreciados e ignorantes se pierda (2P 3:9), porque -aunque esto no está dicho, se sobreentiende- por ellos también derramó Cristo su sangre.

Si la salvación del género humano le ha costado tanto, ¿cómo no ha de desear Él que ninguno deje de recibir ese beneficio? ¿Cómo no ha de entristecerse su corazón por uno solo que se condene? Las multitudes de los que se salvan no lo consuelan de una sola pérdida. Eso es lo que una sola alma vale para Él.

Notas: 1. El Nuevo Testamento está lleno de episodios en que los ángeles cumplen misiones específicas por encargo de Dios, comenzando con el anuncio del nacimiento de Juan Bautista (Lc 1:5-17), o el anuncio de la encarnación del Hijo de Dios en el vientre de María (Lc 1:26-35), o animando a sus escogidos (Hch 27:23,24), o librando de la cárcel a Pedro (Hch 12:6-10). La noción de que hay un ángel asignado a cada persona está confirmada en ese mismo episodio cuando Pedro se presenta en la puerta de la casa donde están reunidos los creyentes, y ellos se niegan a creer que sea él pensando que "es su ángel" (Hch 12:15).
2. La figura del Buen Pastor cargando en sus hombros a la oveja descarriada es uno de los temas más populares de la pintura clásica.




Amado lector: Jesús dijo: "De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare, y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."


#882 (24.05.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tele 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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