miércoles, 19 de diciembre de 2012

EL MUNDO OS ABORRECERÁ II


Por José Belaunde M.
EL MUNDO OS ABORRECERÁ II
Un Comentario de Juan 15:26-16:4ª
26. “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí”.
Después de haberles hablado a sus discípulos del odio que el mundo tenía por su Padre y por Él, y que luego tendría por ellos, Jesús pasa a hablarles de la venida del Espíritu Santo que Él les anuncia, y acerca del cual ellos casi no tenían idea antes de que Él se lo revelara. Él lo llama “el Paráclito”, (del griego ho parákletos) (Nota 1), el que acompaña, conforta, ayuda, consuela, aboga. Todo eso es el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad, para el cristiano, una fuente de inspiración, fortaleza y consuelo. Notemos que en Jn 14:16 Jesús ha dicho que su Padre les daría “otro Consolador”, es decir, uno que es distinto y, a la vez, semejante a mí, que también os he consolado, confortado, ayudado. (2).
Jesús dice que Él mismo lo enviará a ellos del seno del Padre porque procede del Padre –como Él también procede del Padre y había venido a la tierra tomando carne humana, enviado por el Padre. Implícitamente Jesús afirma aquí su deidad, porque enviar al Espíritu Santo es una prerrogativa esencialmente divina. Ninguna criatura puede hacerlo. (3)
Lo llama “Espíritu de Verdad” (cf Jn 14:17), como Él había dicho de sí mismo que Él era “el camino, la verdad y la vida” (14:6). Él podía decir eso porque el Espíritu de Verdad estaba en Él, era uno con Él.
En el diálogo que sostendrá con Pilatos, poco más adelante, Jesús le dirá que Él había venido “para dar testimonio de la Verdad” (Jn 18:37b), frase que Pilatos no entiende porque él, siendo pagano, no sabe qué es la Verdad en sentido absoluto.
Jesús agrega que el Espíritu de Verdad daría testimonio acerca de Él. ¿Cómo daría el Espíritu testimonio de  Él? Revelando aquellas cosas acerca de Él que ellos, sus discípulos, todavía no estaban en condiciones de entender. Pero el Espíritu se las revelaría abriendo su mente para que entendieran cabalmente cuál había sido la misión de Jesús en la tierra (Jn 14:26).
Y, en efecto, una vez muerto Jesús y venido el Espíritu Santo en Pentecostés, ellos empezaron a comprender muchas cosas de Él que hasta ese momento habían quizá escuchado, pero que no habían entendido cabalmente, así como muchas otras cosas que ignoraban. El Espíritu les recordaría también muchas palabras suyas que ellos podrían haber olvidado, de modo que quedaran registradas en los evangelios.
27. “Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.”
Finalmente agrega que ellos mismos también darían testimonio de Él, de lo que Él había sido, había dicho y había hecho a su paso por la tierra, porque habían estado desde el inicio de su vida pública con Él, y habían sido testigos de su vida, milagros y enseñanzas, y finalmente de su pasión, muerte y resurrección. Gracias a la intimidad de que habían gozado con Él, ellos serían sus testigos más fehacientes, como se dice en Hch 4:33: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.”
En un episodio ligeramente anterior, en que los gobernantes judíos increpan a Pedro y a Juan, preguntándoles con qué autoridad sanan enfermos y predican en el templo, Pedro, “lleno del Espíritu Santo”, (Hch 4:8), contesta que lo hacen en nombre de Jesús de Nazaret, y agrega que “en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podemos ser salvos.” (v. 12). Entonces las autoridades “viendo el denuedo de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.” (v. 13).
En un pasaje relacionado de los evangelios sinópticos Jesús les había anunciado que cuando fueran perseguidos y llevados ante los tribunales, no deberían preocuparse por lo que debían decir o responder, porque el Espíritu Santo hablaría por ellos (Mt 10:19ss; Mr 13:11ss). Un episodio notable en que esta promesa se cumplió está registrado en Hch 5:29-33, cuando Pedro y Juan fueron llevados ante el Sanedrín acusados de predicar el nombre de Jesús, pese a que se lo habían prohibido estrictamente, y Pedro y los apóstoles contestaron: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. (v. 29) O también cuando Pedro fue llevado a predicar a la casa de Cornelio y, mientras hablaba, el Espíritu Santo descendió sobre los gentiles presentes haciendo que empezaran a hablar en lenguas, para asombro de los creyentes judíos (Hch 10:34ss).
16:1. “Estas cosas os he hablado para que no tengáis tropiezo.”
Jesús les anuncia estas persecuciones del mundo para que cuando llegue el día no se sorprendan ni se inquieten por lo que les está ocurriendo, sino que sepan que Él está con ellos a través de su Espíritu, y que no tienen nada que temer. Eso mismo nos dice Jesús a todos los que por algún motivo podemos ser perseguidos por predicar su nombre: No estáis solos.
2. “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios.”
Jesús continúa diciéndoles que sus compatriotas, los judíos, los expulsarán de las sinagogas considerando que el mensaje de Cristo que ellos proclaman es contrario a la fe que ellos han profesado siempre, y es una herejía.
Esta predicción había tenido un cumplimiento anticipado cuando los padres del ciego de nacimiento que Jesús había sanado, negaron saber cómo su hijo había recobrado la vista, “por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.” (Jn 9:22). Asimismo Juan afirma que muchos de los gobernantes creyeron en Jesús, “pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.” (Jn 12:42). Ser expulsado de la sinagoga era lo peor que le podía suceder a un judío, pues equivalía a ser separado definitivamente de su pueblo.
Este anuncio de Jesús se cumplió muy pronto cuando los discípulos empezaron a ser perseguidos y tuvieron que huir de Jerusalén a Judea y Samaria (Hch 8:1).
Jesús les dice que no solamente los expulsarían de las sinagogas, sino que los llevarían ante el tribunal del Sanedrín, acusándolos de blasfemar del nombre de Dios, y que condenarían a muchos de ellos a muerte pensando que al hacerlo servían a Dios. Eso ocurrió para comenzar con el diácono Esteban, que fue apedreado fuera de la ciudad por proclamar el nombre de Cristo (Hch 7). Él no sería el único. Saulo, al inicio de su carrera, con el respaldo de las autoridades del templo, viajaba a las ciudades cercanas de la diáspora para apresar a los seguidores de Jesús, a fin de que sean acusados ante el Sanedrín, de donde se podía seguir su condena a muerte. (Hch 8:3; 9:1,2).
Es un hecho histórico que los discípulos de Jesús en Judea, después de la destrucción del templo el año 70, seguían asistiendo a las sinagogas, como habían estado siempre acostumbrados, pero los principales de las sinagogas se sentían incómodos con su presencia. Para obtener que los “nazarenos”, como los llamaban, se alejaran de las sinagogas de “motu propio”, sin necesidad de expulsarlos violentamente, introdujeron en las bendiciones de la “Amida” que se recitaba, al inicio del culto, la famosa “Birkat-ha-Minim” (“Bendición contra los herejes”) que los aludía a ellos. (4)
3, 4ª. “Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.”
El motivo por el cual actuarán de esa manera tan equivocada es que pese a ostentar títulos religiosos y jactarse de su conocimiento de la ley, en su soberbia vana no “conocen al Padre”, y como no lo conocen, tampoco reconocen a su enviado. Esto es, viven a espaldas a Dios, enfundados en su necio orgullo, y alejados de su voluntad sirviéndose a sí mismos, y aprovechando los cargos y funciones que desempeñan para su propio provecho, algo que ha ocurrido con frecuencia a través de los siglos.
Jesús les dice que no se sorprendan cuando empiecen a suceder estas cosas que Él les anuncia, sino acuérdense de que Él ya se lo había advertido más de una vez (Jn 13:19; 14:29). Y alégrense de que sucedan porque, como ya en otra ocasión les había también dicho, su recompensa será grande en los cielos (Mt 5:11,12). Pablo se hizo eco de estas palabras cuando dijo: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” (Hch 14:22b). Como dice sabiamente el Obispo anglicano Ryle, sólo pueden ceñirse la corona los que previamente han cargado la cruz. Antes que odiar a sus perseguidores y quejarse a Dios por lo que sufren, deben orar por ellos para que los perdone, porque no saben realmente lo que hacen, y para que, saliendo de su error, rectifiquen su conducta para bien de sus almas.
Jesús actuó muy sabiamente cuando advirtió a sus discípulos de las persecuciones que habían de sufrir, porque cuando sabemos de antemano las pruebas que nos esperan, estamos mejor preparados para sobrellevarlas y en menor peligro de descorazonarnos ante las tribulaciones.
Notas: 1. Nótese el uso del artículo definido masculino, que subraya la personalidad del Espíritu Santo.
2. En griego hay dos palabras que significan “otro”: allos, (otro de la misma clase), y héteros (otro de una clase o especie diferente). En este pasaje Juan dice allos, subrayando la semejanza entre ambos.
3. El verbo “procede” que aparece aquí, ekporeúetai (infinitivo ekporeúomai=venir de, proceder, salir de) ha sido interpretado de dos maneras diferentes. Una en sentido temporal, referida a la venida del Espíritu Santo sobre los 120 discípulos en el Cenáculo en Pentecostés, y a las consecuencias que siguieron a la manifestación sobrenatural de su presencia en los primeros años de la vida de la iglesia. La otra es tomada en sentido teológico, y alude a un tema muy complejo y controvertido: el de la “procesión” –o procedencia- eterna del Espíritu Santo. En la economía trinitaria (un solo Dios en tres personas consustanciales y coeternas) el Hijo unigénito es engendrado por el Padre, y el Espíritu Santo procede de ambos. En el evangelio de Juan el Espíritu Santo es enviado unas veces por el Padre (14:16,26) y otras por el Hijo (15:26; 16:7; Lc 24:49; cf Hch 2:33), y se arguye que, por analogía, el enviar incluye la procedencia.
Parafraseando a San Agustín diríamos que ninguna persona de la Trinidad es enviada por otra a menos que proceda de ella. Por ejemplo, nunca se dice que el Padre sea enviado, porque no procede de ningún otro. Del Hijo se dice que es enviado por el Padre (de quien procede), pero no por el Espíritu Santo (porque no procede de Él). El Espíritu Santo es enviado por el Padre y por el Hijo, porque procede de ambos.
El Credo de Nicea (325) decía: “Creo en el Espíritu Santo”. El de Constantinopla (381) añadió: “que procede del Padre”. El Concilio de Toledo (589) añadió: “y del Hijo” (en latín “filioque”). Esta adición no fue aceptada sin resistencia por la iglesia latina, pero fue rechazada por la iglesia griega, que insistía en que el evangelio dice literalmente: “el cual procede del Padre”. El conflicto se agudizó cuando Focio era patriarca de Constantinopla el año 870, y llevó a la separación definitiva de las dos iglesias el año 1054, cuando el patriarca Miguel Cerulario, y el papa León IX se excomulgaron mutuamente. Pese a los esfuerzos que se hicieron posteriormente, el cisma no ha podido ser sanado. Las iglesias surgidas de la Reforma han adoptado el Credo Niceno-Constantinopolitano que en incluye la frase filioque. Nótese, en abono de la doble procedencia, que el Nuevo Testamento llama al Espíritu Santo algunas veces “Espíritu de Dios”, y otras “Espíritu de Jesús” o “de Cristo”.
4. La “Birkat-ha-Minim” es la duodécima bendición -en este caso realmente maldición- de la “Amida”, la oración que daba inicio al culto sinagogal los días ordinarios de la semana. Según algunos fue redactada durante la lucha de los macabeos contra los judíos que colaboraban con el opresor seléucida –siglo II AC. Después de la destrucción del templo el año 70 DC, el judaísmo, amenazado en su existencia, se vio obligado a endurecer su posición contra las sectas en su seno, y se agregaron las cláusulas que se conocen actualmente, y que incluyen un anatema contra los nazarenos. Al principio éstos habían sido tolerados en las sinagogas, pero dado que ellos, siguiendo las instrucciones de Jesús (Mt 24:15-22), no habían participado en la rebelión contra los romanos (años 66-70) sino que huyeron de Jerusalén y se establecieron en Pella, considerando que el sitio de la ciudad era un castigo merecido por haber rechazado y matado a Jesús, los rabinos comenzaron a mirarlos como enemigos de su pueblo.
En su forma modificada la Birkat-ha-Minim consistía en una maldición que los nazarenos no podían recitar sinceramente en voz alta en la sinagoga, porque estaba dirigida contra ellos. Era una manera de alejarlos del culto público y de romper los lazos que los unían al pueblo judío. (Diccionaire Encyclopédique du Judaism). Según el escritor judío cristiano, Jacob Jocz, sin embargo, la maldición fue compuesta recién hacia el año 90 DC por Samuel el Pequeño, a pedido expreso del patriarca Rabban Gamaliel II.
Exhortación: Quisiera permitirme animar a mis lectores a orar porque la sentencia que debe emitir la Corte Internacional de La Haya sobre el diferendo marítimo con nuestro vecino del sur, contribuya a la paz entre las dos naciones.
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Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#756 (09.12.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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