viernes, 2 de marzo de 2018

EL QUE TURBA SU CASA HEREDARÁ VIENTO


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL QUE TURBA SU CASA HEREDARÁ VIENTO
Un Comentario de Proverbios 11:29-31
29. “El que turba su casa heredará viento; y el necio será siervo del sabio de corazón.”
Aquí hay dos preguntas que hacerse: 1) ¿Qué relación hay entre los dos esticos del proverbio? No es muy evidente; y 2) ¿Qué es turbar su casa?
La relación es, sin embargo, si se observa bien, bastante transparente: 1) el que perturba su casa y el necio son la misma persona. El sabio no turba su casa. 2) Heredar viento es lo mismo que empobrecer, lo que lleva al necio a ser siervo del sabio, que entra en posesión de los bienes del necio. Los papeles se invierten. Sabiduría y necedad producen a la larga, frutos opuestos. Podemos reformular el proverbio de esta manera: El que turba su casa empobrece, y termina sirviendo al sabio, que se enriquece con lo que él pierde.

Turbar su casa puede tener varios significados emparentados. Turba, perturba, o desordena su casa –es decir, su hogar, su familia- el que hace constante gala de mal carácter, o está siempre amargado; el que crea rivalidades entre sus miembros; el que conspira contra la estabilidad y unión de su familia mediante la infidelidad; el que administra mal el patrimonio familiar; el hijo que contrista a su padre, etc. En general, el que da mal ejemplo a sus hijos y a sus descendientes con su conducta, pues los hijos tienden a imitar el comportamiento de sus padres, para bien o para mal; y los súbditos, el comportamiento de sus gobernantes, como ocurrió con Jeroboam, que hizo pecar a Israel (1R 14:16). Las consecuencias suelen ser de largo aliento, pues Dios visita “la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación.” (Ex 20:5)
El hecho de que se emplee el verbo “heredar” hace pensar que este versículo se aplica más a los hijos que a los padres, pero “heredar” tiene con frecuencia el sentido simple de “recibir”, como puede verse en más de un proverbio (Pr.14:18; 3:35; 28:10), y en algunos pasajes del Nuevo Testamento (Mt 25:34; Mr 10:17; 1Cor 15:50; Ap 21:7). Es decir, el que turba su casa recibe él mismo los frutos de su inconducta. Un buen ejemplo de hijos que perturbaron su casa son Amnón y Absalón, hijos de David. Ambos murieron prematuramente y de manera trágica (2Sm 13:28,29; y 18:9-15).
El segundo estico expresa una verdad que se cumple diariamente: el que actúa neciamente, de manera poco sabia, terminará sirviendo, o estando en una posición subordinada, respecto del que obra con prudencia y pondera bien las consecuencias de sus actos.
Como nos muestra el salmo 133, una familia unida por la gracia de Dios florece por las bendiciones que Dios derrama sobre ella, mientras que “toda casa dividida contra sí misma no permanecerá.” (Mt 12:25) Con frecuencia la impiedad, o la avaricia, o la mala conducta del jefe de familia son una amenaza para el bienestar de su casa y puede, de hecho, causar mucho sufrimiento a los suyos (1Sm 25:17), que pueden terminar odiándolo.
En verdad, nadie puede descuidar el bien de su alma sin perjuicio de los suyos. Ciertamente priva a su casa de las bendiciones que trae la oración ungida y el buen ejemplo, pero cuánto bien hacen a los suyos los padres que les dan buen ejemplo de rectitud y de piedad. En cambio perturba neciamente a los suyos el que neciamente hace lo que su impiedad le inspira, y él mismo hereda el viento, como dice un refrán inspirado en Oseas: El que siembra vientos, cosecha tempestades.” (8:7a).
Eso ocurrió cuando Koré y sus seguidores se levantaron en el desierto desafiando el liderazgo de Moisés: la tierra los tragó y descendieron vivos al Seol (Nm 16:31-33). Un destino trágicamente semejante corrió Acán que, por codicia, tomó un manto lujoso, y oro y plata, y lo escondió, violando la orden de destruir todo lo que se hallara en la conquista de Jericó, y que Dios había condenado al anatema. Cuando fue obligado a confesar su pecado, la congregación lo apedreó a él y a su familia, y quemó sus despojos (Js 7:1, 20-25).
Los hijos del anciano sacerdote Elí desoyeron la débil reprimenda de su padre que les reprochaba que profanaran la casa de Dios abusando de las mujeres que velaban  a la puerta del tabernáculo de reunión en Silo, para escándalo de todo el pueblo, pero él no los disciplinó con la severidad que debía, por lo que Dios le anunció que retiraría a su linaje del sacerdocio, y lo daría a otro que le fuera fiel (1 Sm 2:22-25; 27-36). Entre las palabras notables que figuran en este trágico episodio están éstas que pronunció Elí: “Si el hombre pecare contra el hombre, los jueces lo juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?” (v. 25).
El insensato Nabal, haciendo honor a su nombre, turbó su casa por su avaricia ofendiendo a David, que se hubiera vengado de él, destruyendo sus propiedades y a su familia si no hubiera sido por la intervención oportuna de su esposa, Abigaíl, que aplacó a tiempo la ira del futuro rey de Israel (1Sm 25:2-35).
También turbó gravemente su casa Jeroboam, que hizo pecar a las diez tribus de Israel fundiendo dos becerros de oro para que los adorara el pueblo, en vez de ir a servir al Señor en Jerusalén (1R 12:28,29), por lo que Dios hizo morir a toda su descendencia por mano de Baasa (1R 15:29,30).
30. “El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio.”
Con sus palabras el justo gana a otros para el cielo. Por eso se dice que es árbol de vida.
El fruto del justo es, de un lado, su conducta; pero también las palabras con que enseña, aconseja y lleva almas a Cristo. Por eso es sabio para otros, en primer lugar, y también para sí (Pr 9:12a), porque no dejará de cosechar su recompensa. (Véase Sal.1:1-3).
La sabiduría es árbol de vida a todos los que se valen de ella y la retienen para gobernar su vida, porque todas sus veredas son paz (Pr 3:17,18).
El segundo estico podría ser el "motto", o lema, de todas las organizaciones que hacen obra evangelística.
Toda la vida del justo, sus oraciones, su enseñanza, el ejemplo que da a los demás, la influencia que ejerce, todo ello es árbol de vida para su entorno, dice acertadamente Ch. Bridges. Los que lo rodean, familiares y amigos, se alimentan de ese fruto que él produce en abundancia. ¡Pero cuán distinta es la influencia del que vive de manera contraria! Es un veneno que corrompe la sangre, y arrastra hacia al mal a muchos que lo admiran por sus logros mundanos. Pero ¿cuál será su final?
El justo es no sólo árbol de vida, sino que su boca es también manantial de vida de la que fluyen palabras que conducen a la vida eterna (Pr 10:11). Por eso bien se afirma que el que gana almas es sabio. No hay mayor sabiduría que ésa, porque sus consecuencias son eternas. Es una sabiduría que beneficia a otros, pero también al que la posee, pues recibirá su premio en su momento. Es una sabiduría que no requiere de estudios, sino de abrirse al Espíritu Santo.
Pero a nadie se puede aplicar mejor estas palabras que a Jesús, que con su muerte dio vida eterna a los que creen en Él y le obedecen. Todo el que quiera ser árbol de vida para otros seguirá sus pasos, muriendo a sí mismo. Deberá tener una sed de almas como la que llevó a Jesús al pozo de Sicar, donde vino a buscar agua la samaritana, que no tenía idea del agua que iba a encontrar, y que iba a beber de la boca de Jesús (Jn 4:).
Como bien dice Pablo, “ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.” (Rm 14:7,8). Así también la esposa que gana para Dios a su marido incrédulo con su conducta casta y respetuosa (1P 3:1,2). Hay en la historia un caso notable de mujer que con su sabiduría, cortesía y paciencia, ganó a su esposo, el indomable rey franco Clodoveo, orgulloso vencedor de muchas batallas, pero que, gracias a ella, se rindió a los pies de Cristo.
31. “Ciertamente el justo será recompensado en la tierra; ¡Cuánto más el impío y el pecador!”
Este proverbio habla del sembrar y cosechar en esta vida. Según sea la semilla será la cosecha. “El buen árbol –dijo Jesús- no puede producir un mal fruto.” (Mt 7:18), y viceversa. Hay una recompensa que se alcanza en esta vida, y una mejor que se recibe en la otra. Igual sucede con el impío, que segará en esta vida el fruto pernicioso de sus obras venenosas; y en la otra, si no se arrepiente a tiempo, el castigo perpetuo.
¡A cuántos ha librado la vara de corrección oportuna de una condenación cierta, haciendo que el descarriado enmiende sus caminos! Como dice Salomón: “La vara y la corrección dan sabiduría.” (Pr 29:15a) El justo no puede escapar del castigo temporal merecido si alguna vez le falla a Dios, como ocurrió con Moisés y Aarón, que no honraron a Dios en las aguas de Meriba. Por ello Dios les anunció que no introducirían a la congregación de Israel en la Tierra Prometida, sino que otro lo haría en lugar suyo (Nm 20:11-13).
Algo semejante sucedió con David, a quien Dios amonestó por su adulterio por boca del profeta Natán, anunciándole que la espada no se apartaría de su casa (2Sm 12:9-12). Y con Salomón, por haberse apartado del Dios verdadero cuando era viejo, y haber adorado a los falsos dioses de sus muchas mujeres y concubinas extranjeras, por lo cual Dios le dijo que le quitaría el reino, pero no en sus días, por amor de David, sino en el reinado de su hijo, al cual le dejaría una tribu. (1R 11:4-13).
La misericordia de Dios permite que el justo sea castigado por sus faltas en la tierra, y no en el infierno, como merecería. Pablo escribe: “mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” (1Cor 11:32).
Si el hijo es disciplinado (“Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.” Hb 12:6), ¡con cuánta mayor razón lo será el pecador contumaz! Como escribe el apóstol Pedro, citando este proverbio según la versión de la Septuaginta: “Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1P 4:18).
Al respecto el Venerable Beda (Nota) comenta: “Si la fragilidad de nuestra vida mortal es tan grande que ni siquiera los justos que han de ser coronados en el cielo pasan por esta vida sin sufrir tribulación a causa de las muchas fallas de su naturaleza, ¡con cuánta mayor razón aquellos que viven apartados de la gracia celestial aguardan el desenlace cierto de su condenación eterna!”
Es un hecho que nuestros actos malvados regresarán algún día para atormentarnos. ¡Ténlo muy bien en cuenta, amigo lector! No podemos librarnos de sus consecuencias, aunque los hayamos olvidado, o quisiéramos borrarlos de nuestra memoria. Eso fue lo que experimentaron los hermanos de José. Ellos lo vendieron cruelmente a unos mercaderes de paso, pensando que nunca lo volverían a ver (Gn 37:27,28). Pero cuando la necesidad los obligó a ir a Egipto a comprar trigo para no morir de hambre, se encontraron con que la persona de quién dependía que les vendieran o no el grano, era nada menos que su hermano, que había llegado a ser el hombre más poderoso de ese país después del faraón (Gn 42:1-8). Que ellos fueran bien tratados y acogidos fue gracias a la grandeza de alma de José que, pese a lo mucho que había sufrido, los había perdonado (45:1-15).
Nota: Beda fue un monje británico conocido por su piedad, y su enorme erudición que abarcaba todos los campos de la ciencia y de la literatura de su tiempo. Además de sus numerosos comentarios bíblicos, escribió una famosa Historia Eclesiástica Anglo Sajona, notable por su meticulosa metodología con la que se adelantó a su tiempo. Vivió entre 673 y 735.

Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos, haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#955 (11.12.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

2 comentarios:

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