viernes, 18 de noviembre de 2016

EL PROFETA ELISEO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL PROFETA ELISEO


Marco Histórico.- Eliseo, como Elías, desarrolló su ministerio en el reino de Israel, aunque también tuvo contactos con los reyes de Judá y de Siria. Su actuación abarcó un lapso de más de 50 años y se extendió desde el reinado de Acab en Israel, hasta el de Joás, hijo de Joacaz, pasando por los reinados de Ocozías, Joram, Jehú y Joacaz. Al mismo tiempo reinaron en Judá, Josafat, Joram, Ocozías, Atalía y Joas, hijo de Ocozías. (1R 19–2R 13)
Es el período inmediatamente posterior a la división de la monarquía hebrea en los reinos del Norte y del Sur –Israel y Judá- que marca el apogeo de ambos como reinos separados, sólo superado por el poder que alcanzó el reino unido bajo Salomón.
Profetismo.- Diversos episodios de la vida de Eliseo nos dan una visión bastante clara de lo que era la actividad de los profetas para el pueblo elegido.
El profeta no se limita a llevar los oráculos de Dios al pueblo. Lo hace también a los reyes y a los poderosos. A veces Eliseo busca al rey, otras el rey lo busca a él.
El profeta interviene en la vida pública del reino reprendiendo, exhortando, ungiendo reyes, todo ello en nombre der Dios. Alcanza gran prestigio y ejerce gran influencia, tanto en las esferas del gobierno, como en la vida del común de las gentes. En este aspecto la carrera de Eliseo tiene puntos comunes con la de Elías, Isaías y Jeremías. Pero mientras los dos últimos nombrados (más Ezequiel, Daniel y los 12 llamados profetas menores) escribieron libros que llevan sus nombres, Elías y Eliseo no dejaron obra escrita.
Además del profeta individual existen escuelas, o comunidades de profetas, que viven y profetizan juntos (1S 19:20). El hecho de vivir en comunidad no les impide casarse (2R 4:1).
La expresión “hijos de los profetas” viene posiblemente del hecho de que esos profetas eran discípulos de algún profeta mayor al que seguían (2R 5:22). Pero no sólo le seguían, sino que, además, con frecuencia moraban con él (2R 6:1), lo cual constituye un modelo de la forma cómo Jesús llamó a sus apóstoles a seguirle, es decir, a estar todo el tiempo con Él y a morar con Él, dejando su familia y sus ocupaciones. (Lc 9:57,58).
A sus discípulos les encomendó Eliseo tareas específicas, como la de ungir a Jehú como rey de Israel (2R 9:1). Ahí vemos además que, aunque se dice que llamó a uno, en realidad éste no va solo sino se hace acompañar por otro (v.6). El primero, sin embargo, es el principal, pues es el que recibe el encargo. Jesús también envió a sus discípulos de dos en dos para que se apoyaran el uno al otro (Lc 10:1). Igualmente el Espíritu Santo envió a Pablo y a Bernabé juntos (Hch 13:2,3). Moisés no fue enviado solo sino en compañía de Aarón (Ex 4:14-16). Elías, Isaías y Jeremías, en cambio, sí fueron enviados solos, hasta donde estamos enterados, aunque Jeremías tuvo un secretario (Baruc), que escribía lo que él decía y cumplía sus encargos (Jr 36:4-68).
Origen Social.- Eliseo era de posición acomodada, hijo de terratenientes medianos, pues tenía obreros a sus órdenes. Se dice que trabajaba con doce yuntas de bueyes (1R 19:19,21), lo que supone campos de cierta extensión, ya que en un campo pequeño una fila de doce yuntas no puede maniobrar. Se dice también que necesitó matar dos bueyes para festejar a sus obreros (posiblemente a manera de despedida). Pero no era tan rico como para que él mismo no trabajara directamente la tierra, pues leemos que él llevaba la última de las doce yuntas.
Llamamiento.- Ocurrió cuando Elías estaba llegando al final de su ministerio. El texto dice que Elías pasó delante de Eliseo mientras éste araba (1R 19:19). No sabemos si ya lo conocía, o si fue el Espíritu quien lo llevó donde Eliseo sin conocerlo. Este silencio es característico del relato bíblico, que con frecuencia más es lo que calla que lo que revela. Dios nos revela sólo lo indispensable, sin satisfacer nuestra curiosidad por más detalles. En muchas instancias es una manera de poner nuestra fe a prueba.
Elías echa su manto sobre Eliseo. El manto que cubre la vestimenta del hombre simboliza en unos casos la autoridad de la persona (la autoridad real en el caso del manto de púrpura, Jn 19:2,5), o su carácter o estado de ánimo (Is 59:17; 61:3), o la protección de Dios (Ez 16:8), o la unción de su ministerio, como en este caso.
En Lc 9:61,62 Jesús reprende al discípulo que, siendo llamado, quiere primero ir a despedirse de los suyos antes de seguirlo. Pero la reprimenda de Jesús no tiene la intención de desechar al discípulo, sino, más bien, la de aprovechar la ocasión para hacer una advertencia general: Cuando Dios te llama debes dejarlo inmediatamente todo para seguirlo En el caso de Eliseo, Elías se muestra aparentemente tolerante de que quiera despedirse de sus padres, pero no sabemos si lo esperó ahí mismo, o si se siguió de largo y Eliseo le dio luego alcance (1R 19:20).
Servicio.- Uno de los pasajes más instructivos de toda la historia de Eliseo son –aunque parezca contradictorio- los cuatro capítulos (1R20 a 2R1) en donde no se le menciona para nada. No sabemos qué lapso de tiempo abarca ese silencio, pero debe haber durado por lo menos dos años, si no el doble o más. Lo único que sabemos es que Eliseo servía a Elías durante ese tiempo. El hecho de que no se le mencione parece indicar que no intentó destacarse en lo menor; vivía a la sombra de su maestro. Es lo que un conocido maestro llamaba “la gloria de ser el segundo”.
El discipulado comienza por el servicio. Sólo cuando se es fiel en lo humilde y sencillo –esto es, en lo poco- se puede acceder a responsabilidades mayores. Para llegar a ser el primero es necesario haber sido un buen y fiel segundo -o tercero, o cuarto, etc., esto es, un buen subordinado. Eso es lo que también la historia de Josué (siervo de Moisés) nos enseña.
El comportamiento de Eliseo contrasta notablemente con el de su criado Giezi: Cuando la sunamita viene a decirle que su hijo ha muerto, Eliseo encarga a Giezi que vaya a devolverlo a la vida usando su báculo. Pero la viuda no acepta; exige y obtiene que el propio Eliseo sea quien vaya (2R 4:27-30). Ya no es pues necesaria la intervención de Giezi. Sin embargo, éste quiere usar el poder de Eliseo por su cuenta, sin que le haya sido confirmado el encargo. Él desea destacarse, hacerse admirar obrando un milagro. Naturalmente su obrar en la carne no obtiene ningún resultado: el niño no vuelve a la vida (2R 4:29-31). Más tarde (5:20-27) vemos que, además de vanidoso, es un codicioso que trata de obtener para sí los regalos que su maestro rechaza. ¡Cuántos cristianos hay por desgracia que actúan de manera similar! Buscan poderes o una unción que no les corresponden, o tratan de enriquecerse a costa del Evangelio. Cabría preguntarse ¿porqué eligió Eliseo tener como siervo a una persona tan poco adecuada, tan poco fiel y recta? Quizá no lo eligió él sino Dios para que sirviera de ejemplo del mal siervo. O quería simplemente enseñar a Eliseo a tener paciencia. (¿Cuántas personas pone Dios a nuestro lado con ese fin?)
Ungimiento de Eliseo.- (2R 2:1-15) El texto sugiere que hubiera habido un anuncio o
profecía acerca del alzamiento de Elías, pues no sólo Eliseo sino también los hijos de los profetas estaban prevenidos de que él partiría.
Elías pone a Eliseo dos veces a prueba: “Quédate aquí porque el Señor me manda a tal parte”. Quedarse en el mismo lugar es la comodidad, conformarse con lo que ya se tiene, no desear una mayor llenura del Espíritu Santo, una mayor intimidad con Dios. Es la tentación a la mediocridad a la que todos estamos expuestos, y alguna vez lo hemos sido de hecho. Pero Eliseo no cede a esa tentación. Él desea lo máximo, la cumbre, no sólo heredar la unción de su maestro, sino aún más: una doble porción de su espíritu.
Eliseo ha superado la prueba dos veces………Pero ahora es sometido a una prueba mayor, a un seguimiento más estrecho: ya no sólo no deberá apartarse de Elías sino que no deberá quitarle los ojos de encima. La menor distracción puede ocasionar que se pierda el momento del levantamiento. La dificultad de la prueba corresponde al valor de la recompensa buscada: “Cosa difícil has pedido”. (v. 9,10).
La perseverancia de Eliseo es premiada con el espectáculo del arrebatamiento. Debe haber sido una vista impresionante porque, fuera de sí, lo hizo exclamar: “¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!”, lo que sugiere la presencia de ángeles cuando un carro de fuego (e.d. en llamas) viene a llevárselo (v. 11,12). Pero si el espectáculo lo había maravillado, grande fue también la pena que lo embargó al perder a su maestro pues desgarró sus vestidos en señal de duelo.
Eliseo era un hombre de fe osada. Él ha pedido una doble porción del espíritu de Elías. Tiene su manto. Él no duda en pedir que ocurra lo mismo que acaba de realizar su maestro al atravesar en seco el Jordán (2R 2:8). En una especie de desafío pone a Dios a prueba, lo tienta: ¿Dónde está el Dios de Elías? ¿Tengo yo o no el espíritu de Elías conmigo? ¿Puede Dios hacer a través mío lo mismo que hizo con Elías? Lo que él pide, en realidad, es una confirmación de que su petición le ha sido acordada, esto es, de que ha recibido una doble porción del espíritu que reposaba sobre su maestro, simbolizado por el manto que Elías le arroja al momento de ser levantado. Recibe la confirmación pues enseguida ocurre el mismo prodigio: las aguas del río se dividen cuando Eliseo las golpea con el manto de Elías. (v. 13,14).
Los hijos de los profetas lo entienden también así, pues vienen a él y se postran delante de él (v.15). Pero ellos tienen una fe débil. Aunque sabían que Dios iba a arrebatar a Elías dudan que haya ocurrido realmente. Es algo demasiado extraordinario para ser cierto. Quizá lo ha depositado en algún sitio y es posible encontrarlo. Creen hasta cierto punto pero no del todo. Por eso se van a buscarlo, pero no lo encuentran naturalmente (v.16). Eliseo, por su parte, no duda en absoluto, sabe qué es lo que ha ocurrido, pero cede finalmente a lo que ellos piden para que se convenzan. Aquellos que tienen una fe débil necesitan una confirmación. (v. 17,18).
Rasgos de carácter.- Ya hemos visto la perseverancia de Eliseo, su fe, su humildad, su amor filial. El episodio de la curación de Naamán (2R 5:1-16) nos muestra además su desinterés, pues se niega a aceptar los regalos que el sirio le ofrece. En él se cumplen las palabras de Jesús: “De gracia recibisteis, dad de gracia.” (Mt 10:8).
Este episodio, dicho sea de paso, contiene una frase intrigante (v.1): Por medio de Naamán Dios había dado salvación a Siria. ¿Cómo puede Dios otorgar salvación en la guerra a un pueblo pagano, que es incluso enemigo del pueblo escogido? No se trata por supuesto de la salvación del pecado que Dios otorgó a todos, judíos o gentiles, por medio de Jesucristo, sino de una salvación puramente material, es decir de victoria sobre sus enemigos, posiblemente contra el mismo Israel. (Nota 1)
Como Elías, Eliseo vivía en la presencia de Dios (2R 3:14; 5:16) aun en medio de las labores diarias y en compañía de otros. El secreto de su poder era su intimidad con Dios. (Nota 2).
Eliseo tenía un corazón sensible: Llora cuando contempla en el espíritu lo que el malvado Hazael, cuando llegue a ser rey de Siria, va a hacer a los israelitas (2R 8:11-17). (Nota 3).
Era asimismo compasivo. Muchos de los milagros que hizo fueron en beneficio de alguien que se hallaba en necesidad, pero pocos muestran mejor esta cualidad que el episodio del aceite de la viuda (2R 4:1-7), o la liberación de los soldados sirios que habían sido enviados para capturarlo (2R 6:18-23). En este episodio no es seguro que la ceguera que afecta a los soldados fuera una ceguera física total. Más bien parece que se hubieran quedado como pasmados sin poder reconocer el terreno que pisaban. Notemos que la compasión de Eliseo y la generosidad que inspiró al rey de Israel fue, en el corto plazo, al menos, más beneficiosa para su nación que si hubiera matado a todos los soldados enemigos que tenía en la mano, porque “nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel”.
Eliseo no tenía miedo de nadie. Cuando el rey de Israel viene a él con la intención de matarle (2R 6:31-7:2) le habla sin atemorizarse y le predice lo que va a ocurrir al día siguiente. ¡Cuál debe haber sido la autoridad con que habló que el rey desistió de su propósito! Uno de los cortesanos del rey, sin embargo, no le cree y se burla de su anuncio. Eliseo sin inmutarse, le anuncia su próxima muerte -como en efecto ocurrió- a sabiendas de que los poderosos suelen vengarse de los profetas que les anuncian lo que no quieren oír (2R 7:20).
Anteriormente (2R 3:13,14) hemos visto cómo Eliseo no tiene reparos en mostrarle al rey Joram de Israel su menosprecio por los pecados de su casa. El versículo siguiente nos muestra la influencia que la música tiene sobre la inspiración de los profetas.
Pero Eliseo no sólo tenía cualidades, tenía también defectos. El episodio de los adolescentes (2R 2:23,24), a quienes maldice y que son despedazados por dos osos, lo muestra irascible y vengativo. Era también orgulloso: Se jacta ante la sunamita de la influencia que tiene en la corte. La respuesta de la sunamita es casi un reproche velado. Es como si le dijera: Yo no tengo asuntos pendientes en la corte que requieran de tu influencia. (2R 4:13).
Milagros.- Después de Moisés Eliseo es el personaje del Antiguo Testamento que más milagros realiza. Algunos de ellos prefiguran los milagros de Jesús.
Por ejemplo, así como Jesús sanó a los diez leprosos sin tocarlos y les ordenó que hicieran lo que la ley establecía: presentarse al sacerdote para que constate la curación y ofrezca un sacrificio (Lc 17:11-14; Lv 14:1-32), Eliseo sana a Naamán sin ni siquiera verlo, ordenándole que se bañe en el Jordán (2R 5:10-14). Como Jesús al hijo del centurión (Mt 8:5-13), Eliseo sana no sólo a Naamán de la lepra con su sola palabra, sino también de la misma forma, a la sunamita de la esterilidad (2R 4:14-17).
Como Jesús a la viuda de Naim (Lc 7:11-15), Eliseo devuelve a la sunamita su hijo vivo (2R 4:32-37), imitando el procedimiento que Elías había usado para resucitar al hijo de la viuda de Sarepta (1R 17:17-24).
Así como Jesús alimentó a una multitud multiplicando los panes y el pescado que había a la mano (Jn 6:5-13), Eliseo alimentó a cien hombres con los panes de primicia, y aun sobró (2R 4:42-44).
Así como Jesús vio a Natanael cuando estaba debajo de la higuera y sabía lo que había en el corazón del hombre (Jn 1:45-48), Eliseo sabía lo que el rey de Israel hablaba en su cámara secreta (2R 6:12).
NB: Este estudio fue escrito en Junio de 1990. Ha sido revisado y ligeramente ampliado para su impresión.
Nota 1: Muchos creyentes bíblicos se escandalizarían ante la sugerencia de que Dios pudiera otorgar salvación en nuestros tiempos a los árabes en su conflicto con los judíos. Sin embargo, los árabes de hoy no son más enemigos de Israel, ni más paganos, de lo que fueron los sirios en su día. Se suele olvidar que Dios no escogió al pueblo de Israel por sí mismo, sino para traer salvación por medio de él a todos los pueblos del mundo. Si antes castigó a Israel dando victoria a sus enemigos -y una victoria en ocasiones concluyente, definitiva– bien puede hacer lo mismo en los tiempos modernos si lo considera oportuno.
Nota 2: Tanto Elías como Eliseo dicen con frecuencia: “Vive Jehová de los ejércitos en cuya presencia estoy” como el siervo está de pie delante de Su Señor esperando sus órdenes.
Nota 3: Este episodio es sumamente intrigante pues es como si el ambicioso e inescrupuloso Hazael hubiera tomado la palabra que le dice Eliseo como señal que lo autoriza para poner en obra sus malignos planes. Naturalmente ésa no era la intención de Eliseo, pero ése fue, no obstante, el resultado.


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