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jueves, 14 de septiembre de 2023

DILIGENCIA V

DILIGENCIA V

Entonces, por encima de todas las cosas, ¿qué es aquello en lo que debemos emplear más diligencia que en ninguna otra? En buscar al Señor. Eso es lo que dice Jeremías 29 en un párrafo conocido, “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”  (29:13) Hacer las cosas de todo corazón es hacer las cosas con diligencia. Si tú quieres hallar al Señor búscalo con diligencia, de todo corazón, asiduamente, no te canses de buscarle.

¿Qué pasa cuando uno busca al Señor con diligencia? El Señor se revela a nosotros. Él no regala sus dones a los que no quieren recibirlos, sino precisamente a aquellos que los desean intensamente. El que desea realmente algo lo busca con diligencia, insistentemente.



martes, 18 de julio de 2023

DILIGENCIA IV



DILIGENCIA IV

Este es un principio muy importante para la conducción de nuestra vida: Rodeémonos de gente que en su capacidad, o en su oficio, y en general, sean mejores que nosotros, no peores, porque nos servirán de ejemplo de lo que debemos aprender, nos servirán de estímulo. 

También se dice: El que anda con sabios, finalmente llegará a ser sabio. Es muy conocido el refrán: “Dime con quién andas y te diré quién eres.” Si andas con personas serias, exactas, meticulosas, responsables, poco a poco tú te irás contagiando de esas cualidades y virtudes. Entonces busquemos pues la compañía de esa clase de personas.

Eso también es válido en la vida cristiana: Tratemos de vincularnos con personas que nos enseñen a ser mejores cristianos, aunque sólo fuera por su manera cuidadosa de vivir, su manera de actuar, su seriedad; así nos podemos estimular unos a otros y dar gloria a Dios.

miércoles, 14 de diciembre de 2022

DILIGENCIA I a

DILIGENCIA I a
Hacer todo siempre lo mejor que uno puede.
...me preocupé mucho de que mi redacción y mi gramática inglesa fueran la mejor posible. Al cabo de poco tiempo yo gozaba haciendo mi trabajo, un trabajo rutinario que aburría a mis colegas, pero que para mí era un trabajo delicioso, porque trataba de hacerlo lo mejor que podía, como si fuera Dios mismo el que lo hiciera. Yo lo hacía para Él, y eso  para mí era un motivo de gran alegría, de tal manera que al terminar el día, en lugar de estar cansado yo estaba entusiasta. 

jueves, 2 de diciembre de 2021

"ENSEÑADOS EN TODA SABIDURÍA" - EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES IV




"ENSEÑADOS EN TODA SABIDURÍA" 
EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES IV

La sabiduría más importante en la vida es la de Dios.

Si no recibiste una buena educación en casa ni en el colegio, ponte ahora en la escuela del Espíritu Santo y empieza a aprender la sabiduría de Dios. Ponte a leer  y meditar el libro de Proverbios.

¿Sabes por qué este libro tiene 31 capítulos? Para que leamos uno cada día del mes. ¿Qué capítulo? Pues el del día. Si haces eso te llenarás de la sabiduría de Dios y la sabiduría de Dios será adorno a tu cuello y dará gracia a tus palabras.




miércoles, 24 de noviembre de 2021

"DE BUEN PARECER" - EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES III




"DE BUEN PARECER" - EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES III

Dios no está interesado en la belleza externa de las personas sino en la interior, pero fíjate bien, la belleza interior suele reflejarse en el orden exterior, en lo ordenado de su aspecto.

Quizá no tengas ropa fina, pero puedes tenerla limpia, estar bien arreglado, lavado, afeitado, pelo no muy largo. Si te ven así, causas buena impresión.

La manera cómo nos vestimos refleja nuestra personalidad. No lo olvides.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

"SIN TACHA ALGUNA" EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES II


"SIN TACHA ALGUNA" - EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES

¿Cual es la tacha más grave que se puede hacer contra una persona? Que no sea de buena conducta. Que tenga malos hábitos, malos antecedentes.

Si tienes un pasado malo, si has sido arrestado varias veces, si has estado en la cárcel. Eso es una tacha grave. Y puede ser un obstáculo decisivo que te cierre muchas puertas.

Pero puedes arrepentirte hoy de tus pecados y de tu mala conducta y a partir de hoy, con la ayuda de Dios, comenzar una vida nueva.


miércoles, 3 de noviembre de 2021

"CON EL TIEMPO SE NOTA" (CONTRASTES EN JESÚS VII)


"CON EL TIEMPO SE NOTA"
CONTRASTES EN JESÚS VII

“Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robos y de injusticia.” ¿Qué es lo que más nos preocupa a nosotros? ¿Nuestra fachada, nuestra imagen pública o nuestro interior? Sólo Dios ve nuestro interior. Él nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Él sabe todo lo que sentimos, deseamos y pensamos; sabe lo que hacemos sin que nadie nos vea, salvo Él.


viernes, 29 de septiembre de 2017

AL ACERCARNOS AL NRO. 1000 !!!!!

Al acercarse nuestra publicación NRO. 1000
Queremos invitar a todos nuestros lectores y amigos de LA VIDA Y LA PALABRA, a ser parte de esta importante etapa. 
Por ello les invitamos a compartir sus testimonios de cómo ha edificado sus vidas este ministerio, o si el mensaje publicado les fue útil en algún momento específico, o en qué forma les son útiles las publicaciones, … etc.

Nos será muy grato recibir sus comentarios, sugerencias y aún contribuciones…..

jbelaun@outlook.com 

Con amor y gratitud a Dios.

jueves, 21 de septiembre de 2017

lunes, 26 de enero de 2015

ANOTACIONES AL MARGEN XL

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.


ANOTACIONES AL MARGEN XL
v  Los que niegan la existencia del infierno, son los que con mayor seguridad caerán en él.
v  No hay situación difícil que Dios no pueda solucionar si confiamos en Él.
v  En algún lugar leí esta gran verdad: La guerra espiritual es una batalla entre el bien y el mal que se libra en nuestro interior, y nosotros somos el campo de batalla.
v  Jesús dijo: No podéis servir al mismo tiempo a Mammón y a Dios, porque son opuestos (Lc 16:13). Pero el dios de las riquezas se ha apoderado de la mente de los hombres que le rinden culto, envileciendo sus corazones, y ha traído consigo egoísmo, avaricia, impiedad, opresión, estafas, guerras, fraudes, negocios ilícitos, sembrando el odio entre los pueblos y hasta en el interior de las familias.
v  Puesto que el hombre ha rechazado lo cierto, es decir, la Verdad revelada, es justo que la fecha de su muerte sea incierta para él.
v  ¿Cómo es posible que Dios permita que el diablo tiente al hombre? Porque al hacerlo el diablo cumple sin saberlo los propósitos de Dios.
v  Ésta es una gran verdad: No hay nada bueno en mí, y lo que hubiere, me ha sido dado. No tengo nada, pues, de qué jactarme. Si lo hago, robo la gloria debida a Dios.
v  Cuanto más amamos una cosa, más pensamos en ella.
Cuanto más amamos a una persona, más pensamos en ella.
Cuanto más amamos a Dios, más pensamos en Él.
Si yo no pienso constantemente en Dios, es porque no lo amo mucho. Si lo amara como debiera, no dejaría de pensar en Él un solo instante.
v  Si la gloria de Dios pudiera ser vista por el hombre, su frágil cuerpo perecería, como se debilitaron los que vieron su gloria de lejos en la montaña del Sinaí (Dt 5:23-27). De ahí el dicho del Antiguo Testamento: Nadie puede ver a Dios y vivir (Ex 33:20). Es decir, el que ve el rostro de Dios, muere. Puesto que la gloria de Dios no puede ser vista tal cual es, nosotros vivimos entretanto por fe. Pero algún día la contemplaremos sin trabas por toda la eternidad.
v  ¡Si los impíos supieran lo que les espera después de la muerte! A nosotros nos toca advertirles. Por eso no hay prédica más útil y necesaria que la prédica del infierno. ¿A cuántos habrá librado de caer en él?
v  La encarnación es un misterio extraordinario que nos asombra. En efecto, el contraste entre un Dios infinito y omnipotente, y una criatura pequeña e inerme, es abismal. ¡Que el que lo es todo y todo lo puede se reduzca por amor a la impotencia de un recién nacido!
v  Si a alguien se le ofreciera algo muy valioso gratuitamente y sin límites, al infinito, ¿no lo recibiría encantado? Tanto más si es un bien tan maravilloso y sin precio como es la gracia. ¡Pero cuántos en su ignorancia lo rechazan! Dios no entra en sus planes.

v  El hombre es un ser al que se le hizo un regalo espléndido, pero que en lugar de apreciarlo y gozar de él, lo destrozó, al punto que Jesús tuvo que venir para repararlo. Pero el precio que Él tuvo que pagar por nuestra inconciencia fue inconmensurable.
v  Es bueno mantenerse en la presencia de Dios, es decir, recogido, en medio de las ocupaciones diarias, aun de las más exigentes.
v  Jesús es nuestro huésped interno. Él está dentro de nosotros y nos habla. ¿Cómo no prestarle atención todo el tiempo?
v  Jesús quiere, desea, anhela que le amemos, pero nosotros nos mantenemos fríos, indiferentes, distantes. Decimos que le amamos de la boca para afuera, pero nuestro interior está distante, distraído en otras cosas.
v  En lugar de pensar en las cosas que me preocupan, debo decírselas a Dios, como quien conversa con un amigo.
v  Dios me enriquece, me embellece constantemente. Dios no desea otra cosa sino derramar sus dones en mí; los inmateriales (que son de mayor valor) y los materiales. Necesito abrirme sin reservas a su acción en mí. ¿Cómo? Manteniéndome en su presencia y deseando que me una a Él cada día más y más. Pero sobretodo, dándole plena libertad para obrar en mí como Él quiera, sacando y poniendo lo que a Él le parezca. Aunque por momentos pueda ser doloroso, el fruto al final será sabroso.
v  Que mi alma sea su “chacra” depende de que le rinda mi voluntad sin reservas. Entonces podrá Él arar y abonar, sembrar, regar y cosechar a su antojo.
v  Dios se ama a sí mismo. Eso es algo en lo que antes nunca había pensado. Pero si Él es el amor mismo (1Jn 4:8) ¿cómo podría no amarse? Nuestro amor por nosotros mismos es un reflejo de ese amor suyo de sí mismo.
v  Dios se limitó a sí mismo voluntariamente al establecer que la colaboración del hombre le sería necesaria para sus propósitos. Él quiso que así fuera cuando hizo al hombre libre. El ser humano puede negarse a colaborar con Dios en lo que lo beneficia. Y con frecuencia, en efecto, se niega a hacerlo, o no colabora activamente, o colabora a medias, tibiamente. Él mismo es el perjudicado.
v  Cuando vemos las catástrofes que se producen en la naturaleza, con toda la destrucción que acarrean, y los cataclismos que afectan al hombre, no debemos sorprendernos. Todo eso es consecuencia del pecado, que corrompió a la naturaleza y alteró el orden perfecto establecido por Dios en todos sus dominios. A eso se refiere Pablo en Romanos 8:19-23, cuando habla de la corrupción de la naturaleza.
v  La menor falta aleja a Dios de nuestra alma, que oculta su rostro de nosotros para no ver (Is 59:2). De ahí la necesidad de aborrecer el pecado, la necesidad de la pureza.
v  Hay muchos que quisieran que no haya infierno, porque saben que van a ir ahí. Los que niegan la existencia del infierno son los más seguros candidatos a ser sus huéspedes por toda la eternidad.
v  Somos criaturas de Dios. Hemos salido de sus manos, y Él sabe lo que nos conviene. Que nada se oponga a su acción continua en nosotros, a nuestra comunión con Él.
v  A cada cual le es asignada una manera específica de dar gloria a Dios en su vida.
v  Dios puede a veces detenernos un buen rato en el camino para que le escuchemos mejor.
v  Imaginemos que Dios hubiera creado los astros, galaxias, estrellas y planetas en su inmensa variedad, y que les hubiera fijado a cada uno su órbita para moverse, pero que, al mismo tiempo, los hubiera dejado libres para ir por donde quieran. ¡Qué caos se armaría en el firmamento! ¡Qué de choques y colisiones catastróficas! Eso es lo que ocurre en la tierra con los seres humanos.
v  Cree en Él, en la abundancia de su amor, para que Él pueda llenarte con su gracia.
v  Si Dios no derrama más sus dones en mí, es porque carezco de la sed de ellos que debiera tener. “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas…” (Sal 42:1). Con la misma ansiedad debo desear yo beber de Dios para que Él me sacie.
v  La gracia es un manantial que se ofrece a todos los que quieran beber de sus aguas.
v  ¿Qué somos nosotros frente al infinito? Limaduras de hierro que el imán atrae.
v  Cuando el hombre deja de temer a Dios se extravía y cae en toda clase de desvaríos y excesos de los que, para mal suyo, se enorgullece.
v  La frase “la unión hace la fuerza” es una frase inspirada por Dios. Parece difícil de creer, pero es una verdad divina, que tiene su reverso en la frase de Jesús: “Una casa dividida contra sí misma no puede subsistir.” (Mt 12:25) Esto es, la división debilita.
v  No importa cuán imperfecto yo sea, si me entrego en manos de Dios para que Él me use como quiera.
v  Todo lo que viene de Dios debe recibirse como un regalo, con amor, aunque duela. Ahí está la clave del dicho de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí (es decir, ser mi discípulo), niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” (Mt 16:24), porque si se abraza con amor, la cruz no es pesada sino ligera.
v  He aquí lo que yo debería hacer cada mañana: Lanzarme hacia Dios al despertar.
v  ¿Cómo podemos santificarnos los unos a los otros? Exhortándonos mutuamente (Col 3:16).
v  El amor al prójimo que se manifiesta en hechos y obras concretas es una manifestación y una irradiación del amor con que Dios nos ama.
v  ¡Qué bueno fuera que Dios me diera el don de detectar la soberbia donde quiera que se manifieste!
v  El amor al prójimo, cuando es real, se anticipa a las necesidades ajenas.
v  Perdonar a los que nos ofenden es el mandamiento más difícil del Evangelio.
v  Pablo escribió algo que puede parecer insensato: “Me gozo en medio de mis tribulaciones…” (2Cor 7:4). Pero expresa una gran verdad, porque en medio del sufrimiento puede, por la gracia de Dios, surgir la alegría. Eso ocurre cuando uno comprende por qué y para qué sufre, y le entrega a Dios ese sufrimiento, ya que en los propósitos de Dios no hay sufrimiento, no hay tristeza, que no tenga sentido y no cumpla un propósito. ¡Cuánto podría consolar esta verdad a todos aquellos desdichados e inválidos que no comprenden por qué les ha tocado padecer en la vida!
v  Si Pablo habla de derribar la muralla que separa a judíos de gentiles (Ef 2:14), la muralla que separa al mundo de la iglesia nunca debe ser derribada. Cuando lo ha sido –y desafortunadamente lo ha sido con frecuencia- la influencia del mundo ha corrompido a la iglesia, despojándola de su vigor e impidiéndole ser verdadero testigo de Cristo.
v  Nosotros somos luz en la medida en que reflejamos la luz de Cristo.
v  El amor trata de no hacer daño y de hacer siempre el bien. En cambio, el odio busca hacer daño, y evita en lo posible hacer el bien.
v  Ser santos es un mandato, una obligación (Lv 19:2). Es lo menos que podemos ser para agradar a Dios. Pero nos retiene la tibieza de nuestro carácter. ¿Habrá habido un santo tibio? Parece imposible. El santo es por necesidad ardiente. Por algo dijo Jesús que vomitaría al tibio de su boca (Ap 3:16).
v  Pero si la iglesia está formada por hombres en su mayoría nada santos ¿cómo puede ella ser santa? Porque santo es el que la fundó, y el que la preserva de los ataques del enemigo.
v  En segunda de Pedro, Dios nos dice que este mundo será destruido por el fuego a causa del pecado, pero que Él podrá regenerarlo con facilidad y hacer uno mejor, como ocurrió después del diluvio (3:10-13).
v  Llegará un momento en que el sufrimiento de la humanidad será muy, muy grande, porque el pecado ha calado muy hondo. ¡Oh, cómo se ofende a Dios en nuestro tiempo! Ni en Sodoma y Gomorra se le ha ofendido tanto.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados y a pedirle perdón a Dios por ellos, haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

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viernes, 15 de marzo de 2013

LA SIERVA DE NAAMÁN II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SIERVA DE NAAMÁN II
Un Comentario de 2 Reyes 5:1-8
4-6. “Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. Y le dijo el rey de Siria: Anda, vé, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra.”
El rey de Siria era un ignorante. Él pensó: así como yo le doy órdenes a mi general, o a mis siervos, para que hagan tal o cual cosa, seguramente el rey de Israel dará órdenes a su profeta para que sane a Naamán. Con ese fin, y para ganarse su buena voluntad, le envió con el enfermo un regio regalo. (Nota 1)
Los mundanos entienden las cosas en términos mundanos. Él cree que el profeta hace milagros a pedido. Esto nos recuerda un episodio de la pasión de Jesucristo que consigna Lucas, cuando Pilatos envió a Jesús donde Herodes Antipas -personaje turbio a quien conocemos porque mandó matar a Juan Bautista. Herodes se alegró mucho de la inesperada visita porque esperaba que Jesús hiciera en su presencia algún milagro: “A ver pues, lúcete; hazte un milagrito para que veamos tus poderes”. Pero Jesús no le respondió palabra (Lc.23:6-12).
7. “Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida (2), para que éste envíe a mí a que sane a un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.”
I. El rey de Israel (3) se aflige al leer la carta del rey de Siria porque él también es un ignorante. Él se imagina que su colega le está pidiendo que él sane a Naamán, y como eso es algo imposible piensa que el rey sirio está buscando un pretexto para hacerle la guerra. No recuerda que hay un profeta en su reino a quien Dios ha dado el poder de hacer milagros. Las personas encumbradas, o las que desempeñan un papel importante, suelen tomar todas las cosas personalmente. Todo lo refieren a sí mismas, como si fueran el centro del mundo. Es una distorsión de su visión de las cosas provocada por la posición que ocupan.
Pero también podemos pensar que si el rey de Israel no pensó inmediatamente que Eliseo podía curar al general sirio –como sí lo pensó una simple muchacha- fue porque él no le había dado la debida importancia a la presencia del profeta en su tierra, o quizá porque le temía.
II. Observemos lo siguiente: El reino de Israel era una nación idólatra. Su fundador, Jeroboam, para evitar que sus súbditos fueran a adorar al Dios verdadero a Jerusalén, hizo fundir dos becerros de oro que colocó en sendos santuarios, uno en Betel, al Sur; y otro en Dan, al Norte de su reino. Expulsó a los sacerdotes de la tribu de Aarón y nombró a nuevos sacerdotes según su capricho (1R 12:28-31).
No obstante, en este reino idólatra colocó Dios a dos de los más grandes profetas del Antiguo Testamento: a Elías, primero, y a su discípulo Eliseo, después. No envió al reino de Judá, que sin embargo le permaneció fiel, profetas que se equipararan a estos gigantes en milagros. Pero ellos no fueron los únicos que profetizaron en Israel. También lo hicieron Oseas y Amós.
Nosotros solemos despreciar a los que no rinden culto a Dios como nosotros. ¡Ah, esos son unos idólatras! Pero ¿qué sabemos de lo que Dios piensa de ellos y de lo que hace con ellos? Los caminos de Dios no son nuestros caminos (Is 55:8). Quizá haya entre ellos mayores profetas y mayores santos que entre nosotros.
Pero, sobretodo, Él envió a esos dos grandes profetas a las tribus del reino apóstata porque también eran parte del pueblo elegido y quería darles oportunidad de que se arrepintieran. De hecho, aún después de la expulsión de las diez tribus idólatras por los asirios (2R 17:1-23) quedó en Israel un remanente fiel que acudió a la invitación que les hizo Exequias para que participaran en la renovada fiesta de la Pascua en Jerusalén (2Cro 30:5,10,11).
8. “Cuando Eliseo, el varón de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel.”
Al enterarse el profeta de la angustia del rey lo tranquiliza haciéndole ver lo innecesario que es su temor. Hace llamar a Naamán y, por lo que se narra enseguida, sabemos cómo lo sanó haciéndolo sumergirse siete veces en las aguas del Jordán. ¿Por qué siete veces? Siete es un número que tiene un significado especial en la Biblia. Siete días tiene la semana, y en siete días creó Dios al mundo, incluyendo el día de descanso (Gn 2:2,3); siete días duraban la fiesta de los Panes sin Levadura (Ex 12:14,15; Lv 23:5-8) y la de los Tabernáculos (Lv 23:33,34). Siete veces dio vuelta la congregación de Israel alrededor de la ciudad de Jericó para que caigan sus murallas (Jos 6:3-5). Siete fueron las últimas palabras que pronunció Jesús en su pasión; y siete las iglesias de Asia que se nombran en Apocalipsis (1:11), por mencionar sólo algunos ejemplos. Siete en este caso es una prueba de perseverancia en hacer lo que Dios había ordenado a través del profeta, tal como Jacob sirvió siete años para obtener la mano de Raquel (Gn 29:18-20).
A mí me sorprende la seguridad en sí mismo que muestra Eliseo, que casi parece presunción. Pero no lo era. Eliseo no confiaba en sí mismo, sino en el poder de Dios que obraba a través de él.
La historia tuvo un final feliz. Pero ¿cómo comenzó? Con una tragedia: una banda de bandoleros sirios que capturó a un grupo de mujeres israelitas –entre las que se encontraba nuestro personaje- y las hizo sus esclavas (4).
Una de esas esclavas aceptó su condición como venida de las manos de Dios; no se rebeló contra Él, sino amó a sus captores. El amor de la muchacha por sus patrones llevó a la curación de un general de ese país que era uno de sus paladines, pero era leproso.
El amor puede hacer milagros. Dios usa a los que aman. ¿Quieres que Dios te use? Ama y Él te usará de maneras que no imaginas. Es cierto que Él también usa a los que odian. Los usa para castigar a los que le vuelven las espaldas. Pero seguramente tú no deseas que Dios te use con ese fin. Prefieres que Dios te use para bendecir y no para castigar. Pues ya sabes lo que tienes que hacer. Ama y Él te usará.
¿Cómo hacer para llenarnos de amor por los demás? Llenándonos del amor de Dios. Sólo hay una fuente de amor verdadero y es Dios mismo. Si el amor de Dios llena tu corazón no podrás refrenar el amor al prójimo que fluya de ti. Para nosotros la fuente de ese amor es Jesús: “Si alguno tiene sed venga a mí y beba.” (Jn 7:37). Busca en oración el costado abierto de Jesús, de donde brotó sangre y agua, y Él saciará tu sed.
Nosotros sabemos que la historia tuvo un final ulterior, aun más feliz que la curación de Naamán, y eso fue el que él reconociera al Dios verdadero, y se propusiera en adelante adorarle sólo a Él. El milagro que el profeta hizo con él, hizo que se convirtiera (2R 5:17). Pero ¿cómo comenzó el proceso? Con la compasión que una muchacha esclava sintió por él. Las acciones más pequeñas tienen a veces consecuencias grandes e inesperadas.
Este capítulo del segundo libro de Reyes presenta a algunos grandes personajes de la historia de ese tiempo: al rey de Siria, al rey de Israel, al famoso general Naamán, al profeta Eliseo. Pero nada hubiera ocurrido sin la intervención de esa muchacha cuyo nombre ignoramos. Ella, siendo esclava, fue el agente del cambio. Un ser humilde fue la clave sin la cual los demás personajes no hubieran hecho nada y esta historia no se hubiera escrito.
Así obra Dios. Cuando, algunos siglos después, buscó una madre para su hijo Él no se fijó en una ilustre princesa de noble cuna que fuera digna de llevar en su seno al Verbo; ni en una mujer guerrera como Débora, que le transmitiera su espíritu aguerrido; ni en una mujer sabia como la reina de Saba, que pudiera discutir con el más sabio de los hombres de su tiempo. “Se fijó en la bajeza (es decir, en la humildad) de su sierva” (Lc 1:48).
La sierva de Naamán es para nosotros un ejemplo, no porque ella fuera sabia, aunque quizá lo era; no porque fuera osada, aunque pudo haberlo sido, sino porque era sierva.
¡Ah, sí, el amor, la humildad y el deseo de servir pueden hacer juntos grandes milagros en los cuerpos y en las almas!
EPÍLOGO: Aunque esté fuera del pasaje que me propuse comentar en este artículo, no puedo dejar de observar que Naamán consideró como una afrenta el hecho de que el profeta no saliera a recibirlo personalmente para imponerle las manos y curarlo con algún gesto imponente, sino que le enviara un recado con un mensajero dándole instrucciones –para él ridículas- sobre lo que debía hacer para ser sanado (vers. 11 y 12). ¿Por qué lo trató así Eliseo? En primer lugar, notemos que los profetas no son propensos a halagar a los poderosos, sino más bien los confrontan, como en el caso de Natán con David (2Sm 12). En segundo lugar, Eliseo lo hace para castigar la soberbia de alguien que estaba muy orgulloso de la posición que ocupaba y de sus hazañas; y en tercer lugar, lo hace para hacerle comprender que el poder de curar no reside en el hombre, sino en Dios que obra a través suyo. Naamán entendió muy bien la lección porque cuando fue curado regresó donde el profeta y le dijo: “He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra sino en Israel.” (2R 5:15).
Notas: 1. En la  antigüedad era costumbre ganarse la buena voluntad de las personas a las que se hacía pedidos haciéndoles regalos de valor, sea en dinero, u objetos, o ganado (Gn 32:13:20).
2. Las Escrituras hebreas dicen bien claro que sólo Dios tiene el poder de dar o quitar la vida: “Yo hago morir y yo hago vivir; yo hiero y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano.” (Dt 32:39b; cf 1Sm 2:6). Es cierto que el hombre tiene también el poder de matar y de transmitir a un nuevo ser la vida que tiene en su cuerpo mediante la concepción, pero no puede hacer resucitar (es decir, dar vida a un muerto), ni puede quitar la vida a nadie con sólo quererlo.
3. En ese tiempo reinaba en Israel Joram, hijo de Acab, que fue menos impío que su padre (2R 3:1).
4. En esas acciones de guerra generalmente los vencedores mataban a todos los hombres y se quedaban con las mujeres.
NB. Este artículo es la segunda parte de la revisión del artículo que fue publicado hace casi ocho años bajo el número 377.
Agradecimiento: Deseo agradecer a todas las personas que me dirigen mensajes a través de Facebook u otros medios. Aprecio muchísimo sus palabras, si bien no siempre me alcanza el tiempo para contestar a cada uno en particular como quisiera.
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (Vol 1) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA. TEL. 4712178.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#766 (17.02.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 9 de septiembre de 2011

LLAMADOS A SERVIR

Por José Belaunde M.

Hay cristianos que le dicen a Dios: "¡Señor! ¡Yo quiero servirte! ¡Úsame! ¡Quiero que mi vida te dé gloria!

¿Sabes lo que eso quiere decir? ¿Que tu vida le dé gloria a Dios? ¿Puede nuestra vida darle gloria a Dios? O, antes que nada ¿necesita Dios que le demos gloria? No, en rigor no necesita, pero sí desea que lo hagamos y eso es lo que dice la Escritura: "Dad pues gloria a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." (1Cor 6:20) Desea que lo hagamos porque ése es el mejor empleo que podemos dar a nuestro tiempo y porque Él nos ha creado con ese fin, para que le amemos y le demos gloria.

Ahora bien, si ése es el fin para el cual Dios nos ha creado, ¿por qué es que la gran mayoría de la gente no lo lleva a cabo? Porque no lo saben, no se han enterado. Y tú, amigo lector, ¿Reconoces tú ese hecho y le has dicho alguna vez a Dios que deseas servirle y darle gloria en tu vida?

Estoy seguro de que más de uno rechazaría de plano la idea, o le parecería hasta peligrosa, porque piensa que ese proyecto equivale a seguir una vocación religiosa, o a abandonarlo todo para servir a Dios. Nada más alejado de tus metas, pensarías, si es que tienes alguna.

El que nosotros pongamos nuestra vida al servicio de Dios no quiere decir que dejemos de lado todas nuestras ocupaciones, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestras aficiones y amistades. No, no las dejamos, no renunciamos a nada de lo que solemos hacer y que sea lícito. Simplemente empezamos a hacerlo todo por una motivación diferente, por amor a Él, y para su gloria. Eso es todo. Nada en sí necesita cambiar.

Es decir, lo que hago a diario: levantarme, lavarme, arreglarme, vestirme; ir a mi trabajo, si lo tengo; o lo que sea en que ocupo mi tiempo, en lugar de hacerlo porque sí (como hace la mayoría), o porque tengo que hacerlo para comer, o porque es mi obligación, o porque me gusta, lo hago en adelante para darle gusto a Dios, para serle útil.

Entonces todo lo que haga, lo que llena mi día, cambia de sentido. Puede no cambiar la manera como me gano la vida, o me preparo para ganarla, si soy estudiante; o cómo me ocupo de mi hogar, si soy madre de familia; o lo que fuere. Todo puede seguir siendo igual, pero aunque no cambie, adquiere un nuevo sentido, pues se convierte en la forma cómo sirvo a Dios y le muestro que le amo. Asumir esa actitud puede cambiar además todas las maneras como suelo enfrentar las circunstancias de la vida.

Quizá no lo hayas pensado, pero en el mundo hay infinidad de ocupaciones, sin las cuales la sociedad no marcharía. Pensemos en el recojo de basura. ¿Cómo sería la ciudad si no se recogiera la basura, si no hubiera baja policía? ¡Insoportable! Tendríamos que caminar tapándonos las narices y empezarían a cundir las enfermedades. Es un servicio indispensable. Pero ya el solo nombre que le damos, baja policía, expresa el poco aprecio que sentimos por los que hacen ese servicio. Nadie lo haría si encontrara una ocupación mejor. ¿Estarías dispuesto a hacerlo? Quizá te digas, ni muerto de hambre. Sin embargo, no podríamos vivir en esta ciudad si no hubiera quienes lo hicieran por ti. ¿Has pensado alguna vez en que lo hacen por ti? Lo hacen por un sueldo, dirás, y es cierto. Pero también lo hacen por ti porque, si no lo hicieran, tú tendrías que llevar personalmente la basura de tu casa fuera de la ciudad al basurero. De manera que dale gracias al que lo hace. Te hace un inmenso servicio. Pero tú quizá lo desprecias, no le estrecharías la mano, ni lo invitarías a pasar a tu casa, ni lo llamarías tu amigo, aunque lo es y valiosísimo.

O pensemos en los obreros que trabajan en las centrales hidroeléctricas, allá en las montañas, en las represas donde se genera la electricidad, o en las centrales cercanas, donde se distribuye. No creo que sea un trabajo muy apreciado. Tú seguramente nunca has pensado un instante en esos hombres. Tampoco debe ser uno de los trabajos más entretenidos, o mejor remunerados. No hace falta haber tenido que estudiar mucho para desempeñarlo. Un poco de mecánica, un poco de electricidad. Pero sí brazos fuertes.

Cuando prendes la luz en tu casa nunca has pensado que hay algunos hombres cuyo trabajo permite que la electricidad llegue hasta el interruptor y hasta el foco de luz. ¿Qué pasaría si se declaran todos en huelga? Se paraliza la ciudad, se paralizan las fábricas, la comida en las refrigeradoras empezaría a pudrirse. ¿Se acuerdan de cuando había cortes de luz con frecuencia? No era muy agradable.

Pues bien, estas dos ocupaciones que he tomado como ejemplo, entre las muchísimas que se realizan a diario, si bien no apreciamos a los que las llevan a cabo, ni conocemos sus nombres, son indispensables en la vida de las ciudades modernas, y son parte del trabajo de Dios en la tierra. Sí, son su trabajo. Dios ama a su creación, ama a sus criaturas, ama a los seres humanos, y es Él quien se ocupa de éstas y de una infinidad de actividades que se realizan a diario en la tierra para que los seres humanos puedan vivir.

Él es quien las ha inventado y diseñado, quien ha dado a algunos hombres la idea de desarrollarlas, y ha dado a otros el encargo de realizarlas, aunque ellos no sepan quién les ha dado la idea de hacerlas, ni sepan por cuenta de quién las hacen.

Piensa en todas las actividades que se realizan en todas partes y que permiten que el mundo siga caminando. Los que laboran en el campo, los que transportan las cosechas y las venden, los que reparten el correo, etc., etc. Todo eso forma parte del trabajo de Dios. Y los que las realizan lo hacen por cuenta de Él, aunque no lo sepan.

El trabajo que tú desempeñas, forma parte también de ese trabajo inmenso de Dios. Él lo hace a través tuyo. Nunca lo habías pensado, pero es a Dios a quien sirves sin darte cuenta. En última instancia, sirves no a tu empleador, sino a Dios y él también le sirve, aunque no lo sepa.

Bueno es que empieces a darte cuenta de esta realidad, y que empieces a desempeñar tu trabajo sabiendo que es el trabajo de Dios lo que tú haces, y que Él lo hace a través de tí. Tú eres su empleado. Él es tu patrón. Según como lo hagas le darás gloria, o harás que se avergüence. ¿Comprendes ahora lo que decía al comienzo, que Él nos ha creado para que le glorifiquemos?

Pero tú quizá objetes: Hay ciertas actividades en el mundo que Dios no ha ordenado y que no le dan gloria, sino todo lo contrario. Ciertamente. El trabajo que se realiza en los prostíbulos, por ejemplo, o en los casinos, que ahora abundan en nuestra ciudad. O la actividad febril de los asaltantes, o de los narcotraficantes, o de los contrabandistas, etc. El repertorio es muy amplio. De repente llena buena parte de las páginas amarillas de los diarios.

Eso lo hacen por cuenta del diablo, y es él quien les ha dado la idea, quien los impulsa y los dirige, y quien, al final de cuentas, los remunera, si no se arrepienten, con la muerte eterna -aunque no es el diablo sino Dios el que los condena al infierno. ¡Maravillosa recompensa! Pero no voy a hablar de eso ahora. Quizá otro día.

Pero vale la pena que pensemos un instante en cuántos empleados tiene el diablo y lo bien pagados que están algunos. Manejan un Mercedes, un superauto. ¿Quieres tú hacer su trabajo? Puedes emplearte en un bar, o abrir un expendio de licores, o invertir tus ahorros en un hostal para parejas. De repente te haces elegir al Congreso para promover tus intereses, o logras que te den un puesto importante en el gobierno. El diablo te apoyará. Pero yo conozco un mejor empleador.

Quisiera relatar una experiencia personal que me enseñó lo que sé sobre este punto de que he venido hablando. Hace poco más de 30 años, por razones que no son del caso contar, entré a trabajar en el departamento de traducciones de un gran banco neoyorquino. Era una sala inmensa en la que había unos 60 traductores en sus respectivos escritorios blancos, cada uno con su máquina de escribir (todavía no se usaban computadoras). Yo nunca había hecho labores de oficina, ni marcado tarjeta, ni había realizado un trabajo que fuera rutinario. No sabía cuánto tiempo podría aguantar allí sin que me diera claustrofobia.

Nuestro trabajo consistía en traducir al inglés los millares de comunicaciones y órdenes bancarias que llegaban de todo el mundo en diversos idiomas. La mayoría eran simples órdenes de pago y transferencias o cartas de crédito, confeccionadas de acuerdo a patrones convencionales en los que lo único que variaba eran las cantidades, los nombres y direcciones de las personas intervinientes que había que escribir en los espacios en blanco en formularios “standard” impresos de antemano: "Sírvanse pagar a la firma tal, la cantidad de tanto, por cuenta de...", etc. más otras referencias.

Pura agobiante rutina, pero sin esa rutina las operaciones bancarias que permiten que se realice el comercio exterior y que mueven al mundo de los negocios, no podrían llevarse a cabo. La mayoría de los que trabajaban allí eran extranjeros como yo, refugiados o asilados políticos, que habían desempeñado en sus países cargos de importancia: diplomáticos, profesores universitarios, abogados, etc., y por consiguiente, detestaban ese trabajo que consideraban muy por debajo de sus capacidades y títulos.

Yo también hubiera podido odiarlo, pero en algún lugar había leído poco antes (o Dios hizo que leyera) algo acerca de esto que he venido explicando: De cómo todo el trabajo que se realiza en el mundo es trabajo de Dios y cómo se hace a través nuestro.

Entonces me propuse ser conciente de este hecho a lo largo del día y decirme cada vez que ponía una nueva hoja de papel en mi máquina de escribir -y eran como 60 al día-: "Dios trabaja a través mío." Por supuesto, si Dios trabaja a través mío, lo que hago es un trabajo que vale la pena realizar y debo amarlo y hacerlo lo mejor posible.

De manera que como nunca había escrito bien a máquina, me propuse tipear lo más limpia y ordenadamente posible y mejorar la calidad de mi redacción en inglés. El resultado fue que, al poco tiempo, el cansancio y el aburrimiento que había sentido al principio fue sustituido por una alegría, un estado de exaltación y un entusiasmo que iban en aumento a medida que pasaban las horas. Ya no terminaba el día cansado como al inicio sino fresco. Cuando el supervisor preguntaba quiénes querían quedarse para hacer cuatro horas de sobre tiempo, yo era el primero en levantar la mano. No tanto por el dinero, sino por el entusiasmo y la alegría que sentía haciendo lo que todos mis colegas detestaban.

Cuando regresé al Perú y desempeñé un trabajo, si se quiere, más interesante, más estimable y mejor remunerado, yo extrañaba mi trabajo rutinario de Nueva York que, por su carácter repetitivo, me facilitaba el vivir en la presencia de Dios continuamente y gozar de su compañía. Comprendí entonces, gracias a esa experiencia, que cualquiera que sea el trabajo que uno realice, si uno lo efectúa para Dios y se esfuerza en hacerlo lo mejor posible, será para uno una fuente de satisfacción interna y se sentirá realizado y exaltado. Porque no depende tanto de lo que uno hace, sino de cómo, y por qué, y para quién lo hace.

Comprendí también cuánto Dios ama a los que realizan trabajos humildes, si los hacen a conciencia. Si tú eres uno de esos que hacen labores humildes, que nadie haría si no fuera porque no consiguen nada mejor, dale gracias a Dios por tu trabajo y hazlo lo mejor que puedas. Él desde arriba te estará mirando con agrado y te preparará un sobre de pago tan lleno como nunca te habrán dado.

ADDENDUM.
¿Puede el hombre serle útil a Dios? ¿Al Dios omnipotente, al Dios que todo lo puede? Sí, claro que puede. Dios actúa en el mundo de diversas maneras, sea directamente mediante intervenciones soberanas de su poder, sea a través de los ángeles, a quienes la Escritura llama "ministros suyos, que hacéis su voluntad" (Sal 103:21); sea también mediante seres humanos, y ése suele ser el modo preferido por Dios para actuar entre los hombres. De manera que todos nosotros, tú y yo, podemos serle útiles a Dios y Él desea que lo seamos.

¿Y cómo puede el hombre serle útil a Dios? Entre otras formas, siendo útil a otras personas, y hay muchas maneras cómo podemos serlo. De hecho vemos en el mundo muchas actividades, muchas instituciones, sean gubernamentales o privadas, que se dedican a servir a los demás, o, como suele decirse, a prestar servicios a la comunidad. Y lo hacen por diversas motivaciones, incluso a veces por lucro, o por alguna segunda intención, como podría ser la de hacerse de un buen nombre.

Individualmente podemos ser útiles a otros haciendo bien nuestro trabajo. La gran mayoría de las profesiones, ocupaciones y oficios que se practican en el mundo consisten en prestar un servicio a otra personas, Los médicos, los abogados, los ingenieros, los mecánicos, los cocineros, ganan su sustento prestando un servicio a otros.

Pero hay una gran diferencia entre servir a los demás por filantropía, por solidaridad humana, por interés, o hacerlo por amor a Dios. Esa es una motivación más pura, más noble, más desinteresada, porque no se busca nada a cambio. Pero hay algo más, y es que cuando uno hace las cosas por amor a Dios, para servirle, para darle gloria, entonces Dios se encarga de nuestras vidas. ¡Sí! Se encarga de nuestro trabajo, de nuestra familia, de nuestra economía. Y por encima de eso, se produce un cambio en nuestras actitudes, en nuestro ser interno. Una paz interior desconocida empieza a llenarnos. Nuestra relación con Dios se vuelve más profunda.

Ahora bien, nosotros sabemos que las personas que ocupan una posición de responsabilidad en el mundo tienen un número grande de colaboradores, entre los cuales hay algunos en los que el hombre importante tiene una gran confianza. Son aquellos a los que él encarga los asuntos de mayor trascendencia.

Estas personas, en virtud del servicio que prestan a su jefe, adquieren inevitablemente cierto ascendiente, cierta influencia sobre él. Por eso es que cuando uno necesita obtener algún favor de un gran personaje, nos dirigimos a uno de esos colaboradores cercanos suyos que conozcamos, para que nos recomiende, porque sabemos que el personaje los escucha.

Pues bien, algo semejante ocurre con el Gran Personaje de todos los grandes personajes, con el Jefe Supremo, con Dios. Las personas que le sirven penetran en su intimidad, en su círculo privilegiado de amigos, adquieren ascendiente sobre Él, y tanto más cuanto más grandes sean los servicios que le prestan. Los que sirven a Dios son sus favoritos, sus confidentes.

El libro del Génesis dice que Dios trataba a Abraham como a un confidente, por lo cual Santiago lo llama "amigo de Dios" (St 2:23). Por eso cuando Dios se propuso destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra, Él se preguntó a sí mismo: ¿Esconderé de Abraham lo que voy a hacer siendo como él es un fiel siervo mío? Dios incluso dejó que Abraham intercediera por las dos ciudades condenadas a destrucción, y hubiera estado dispuesto a salvarlas a su pedido si se hubieran cumplido las condiciones que le señalaba el propio Abraham (Gn 18:16ss).

NB. Este texto fue escrito para ser transmitido por radio el 28.01.98 y fue revisado para ser publicado por primera vez el 10.10.04, bajo el #338. El Addendum fue agregado en esa ocasión.

Amado lector:
Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y entregándole tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#691 (04.09.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).