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jueves, 13 de febrero de 2014

ANOTACIONES AL MARGEN XXXVII

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde
ANOTACIONES AL MARGEN XXXVII
v    ¡Qué privilegio que Dios mire con cariño a través de nuestros ojos, que sonría con
nuestros labios, que consuele con nuestras palabras, que acaricie con nuestras manos!
v    Nuestros buenos deseos, cuando son sinceros, nos enriquecen y embellecen nuestra alma, aunque se vean frustrados. Pero Dios los ve y nos atribuye el mérito de lo no logrado cuando no ha habido negligencia de nuestra parte.
v    El verdadero amor es desinteresado, incluso cuando no es correspondido, aunque es natural que desee serlo. Nosotros solemos amar de una manera egoísta o egocéntrica, deseando ser el centro de la persona amada, u obtener alguna ventaja a cambio de nuestro cariño. Así suelen amar muchos enamorados y enamoradas, amigos y amigas, y hasta incluso algunas madres y esposos.  
v    Sólo en Dios debemos amar a las criaturas, porque sólo de esa manera el amor por ellas se verá libre de las impurezas del egoísmo y de los excesos de la idealización. En Cristo el amor por las criaturas se eleva a un plano superior.
v    La fidelidad se manifiesta en las cosas y asuntos más pequeños. No tanto en los actos heroicos.
v    Yo te busco, Señor. Atráeme más a ti.
v    Cuanto más sabe el hombre, cuanto más logra tecnológicamente, más suficiente se vuelve, y menos reconoce su necesidad de Dios. Sin embargo, nada le vale lo que sabe y puede cuando le llega el día de la muerte. Ahí sólo le vale tener comunión con Dios. Lo demás, frente al más allá, es hojarasca.
v    ¿No será el pecado contra el Espíritu Santo el rechazar las gracias que Dios le otorga a uno?
v    El mayor de los pecados es la soberbia. De él brotan todos los demás delitos y pecados y, en particular, el desprecio y el maltrato del prójimo.
v    Se requiere de mucha humildad para reconocer los propios errores, y más aún, para repararlos. ¡Cuán cierto es esto! Decimos que no somos perfectos, pero nos indignamos si alguien nos señala nuestras imperfecciones, y nos damos por ofendidos.
v    ¡Cuántos méritos tienen los que se ocupan de la limpieza de los baños en la iglesia, y lo hacen con amor! Quizá para Dios lo que hacen vale más que la mejor prédica, porque predican con el ejemplo, y la vanagloria no empaña sus esfuerzos.
v    ¿Por qué será que solemos ser duros con los pobres? Porque olvidamos que Jesús está en ellos (Mt 25:40).
v    Se necesita de mucho amor para romper la caparazón de los orgullosos y de los que cierran su corazón a la verdad, porque Satanás los tiene engañados y les hace creer que son grandes.
v    Las palabras que más nos gusta oír son las que halagan nuestra vanidad, o inflan nuestra autoestima; no las que nos reprenden o critican. Pero éstas nos son más útiles.
v    La soberbia es el pecado que perdió a Lucifer y lo envió al infierno. Es el pecado que sigue enviando a los hombres a hacer compañía al diablo. Es el pecado que origina la rebeldía de las autoridades humanas contra la autoridad de Dios. Es el pecado que va a hacer que pronto desaparezcan de la faz de la tierra.
v    En verdad hay una gran diferencia entre el que peca, recapacita y se arrepiente, y el que no siente ningún remordimiento, sino que, al contrario, está convencido de que está bien lo que hace, imaginando maneras más perversas y dañinas de cometerlo; y encima, se jacta de ello. ¿Cuál puede ser su destino sino el infierno? Los que siguen este camino suelen ser los adoradores de Mamón y los lujuriosos.
v    Todo el mal que hay en la tierra es causado por el pecado del hombre, seducido por mundo, demonio y carne. Pero cuando el hombre es transformado por la gracia, empieza a revertir el mal que se ha hecho a sí mismo y a otros. Pero él solo no puede reparar todo el mal que ha hecho. Eso sólo lo puede hacer Dios.
v    ¿Ustedes creen que los banqueros que concibieron las operaciones dolosas que provocaron la crisis financiera del 2008 están arrepentidos del mal que hicieron y del sufrimiento que causaron? Al contrario, si de algo se lamentan es de que no ganaran con ellas todo los que esperaban.
v    Así como Jesús hablaba a las muchedumbres en Galilea cuando enseñaba y predicaba, en nuestros días Jesús sigue hablando a la humanidad a través de sus palabras registradas en los evangelios, que siguen siendo tan vigentes hoy como lo eran hace dos mil años.
v    ¡Qué tragedia es que el enorme sacrificio hecho por Jesús en la cruz sea en vano para muchos! ¡Y cuán triste es la suerte de los que rechazan la salvación que Él les ofrece!
Más que triste, terrible y horrenda. ¡Y pensar que hay muchos que se arrojan voluntariamente de cabeza al infierno! Hacen todo el mal que pueden, seducidos por los halagos que el poder y el dinero les ofrecen, atrapados en la red que Satanás les ha tendido, y no quieren escapar de ella. A algunos de ellos los conocemos, porque son famosos y sus nombres aparecen en los periódicos y en los noticieros.
v    En lugar de ser venerado y adorado, Dios en nuestros días es injuriado y despreciado por los medios de comunicación de muchos países, que se mofan de las cosas santas.
v    La barca de Pedro –la iglesia- es abofeteada por los vientos tumultuosos que ha levantado el enemigo contra ella. Jesús, que está en la barca, parece dormido. Pero pronto se levantará, y con su sola palabra ordenará a los vientos y a las olas que se calmen (Mt 8:23-27). Entonces los demonios y sus secuaces humanos huirán despavoridos.
v    Mediante una parábola Jesús nos aconsejó, más bien, nos instó, a orar sin desmayar para conseguir lo que queremos (Lc 18:1-7). Si lo hacemos, no hay nada bueno que no podamos obtener de Dios, salvo que Él tenga propósitos mejores para nosotros.
v    Los enemigos de Jesús, dentro y fuera de la iglesia –porque los hay también dentro- quieren destruir a la novia de Cristo. La odian tanto como Satanás, a quien sirven. Si no se arrepienten a tiempo, compartirán su mismo destino eterno.
v    Sólo dos pueden reinar en el corazón del hombre: Cristo o Satanás, el uno o el otro; pero no pueden estar los dos juntos. Escoge pues tú a quién quieres servir (Js 24:15), pero recuerda que lo harás por toda la eternidad.
v    Jesús era amable, paciente y misericordioso. Nosotros debemos ser como Él, y pensar más en los demás que en nosotros mismos, si queremos imitarle.
v    No juzgues a ninguno, porque tú no conoces lo que hay en el corazón de los que juzgas. Pero ¡cuántas veces yo en mi ignorancia lo hago!
v    Nunca debemos cansarnos de orar, porque la oración todo lo puede.
v    ¿Vale la pena trocar un instante de placer por una eternidad de tormento? ¿Hay placer que valga un sufrimiento futuro inacabable?
v    Cuando pecamos, crucificamos de nuevo a Jesús.
v    El pecado ha intensificado sus armas en los últimos tiempos y renovado su ofensiva contra las almas incautas, a las que ciega con sus halagos engañosos para llevarlas al lugar del tormento eterno.
v    El diablo seduce a sus víctimas mediante el sexo, pero ese pecado conduce insensiblemente a otros peores, que alejan más de Dios a los hombres. Poco a poco se convierten en cómplices del diablo para hacer caer a otros en sus redes.
v    El que vive para Dios recibe mucho más de lo que da, y tanto más cuanto más se olvide de sí mismo.
v    ¿Quién puede oponerse a Dios? El que lo haga será aplastado. Sin embargo, hay muchos que lo intentan. Su final es terrible.
v    No podemos negar que el mundo es seductor, y que si uno se acerca a él, puede caer fácilmente en sus lazos, si no cuenta con la ayuda de Dios. Sin embargo, ¿cómo podremos evangelizar a los perdidos si no nos alejamos del marco seguro de la iglesia para ir al mundo?
v    Se requiere tener un alma grande y noble para hacerse pequeño, y más aún, para reconocer las propias faltas.
v    Un alma en estado de gracia consuela y alegra a Jesús. Sin duda porque son pocas comparadas con las que están sumidas en el pecado.
v    El tiempo de la paciencia de Dios se acaba pronto, ¿y quién podrá permanecer de pie cuando se desate su ira?
v    No hay santidad sin sufrimiento, porque el sufrimiento purifica.
v    El sufrimiento que debe ser aceptado es el que sólo Dios puede aliviar, porque viene de Él para nuestro provecho.
v    En la práctica los seres humanos nos comportamos como lobos voraces unos con otros, y no sólo los asaltantes, o los guerreros en el fragor de la batalla. También los empresarios “decentes” se comportan así con sus clientes, y no están satisfechos si no los esquilman y los despedazan con sus dientes para enriquecerse.
v    No cabe duda de que el libertinaje atrae la ira de Dios sobre ciudades y países, y provoca catástrofes naturales cuya causa nadie entiende.
v    ¿Cuál es el remedio que Dios aplicará a los males de un mundo obstinado y rebelde? El que aplicó en tiempos de Noé: Un diluvio, esta vez no de agua sino de fuego, que destruirá y abrasará todo (2P 3:7,12). 
El antídoto       contra la indiferencia             es el amor;  
contra el orgullo,                             la humildad;
contra el egoísmo,                          la generosidad;
contra el pesimismo,                      la confianza en Dios;
contra la lujuria,                               la pureza;
contra la hipocresía,                      la sinceridad;
contra la rebeldía,                           la obediencia;
contra la mentira,                            la verdad;
contra la tibieza,                              el amor ardiente;
contra la avaricia,                            el desprendimiento;
contra el resentimiento,                el perdón.
El antídoto se compra de rodillas, al pie de la cruz.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#801 (20.10.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

martes, 10 de diciembre de 2013

EL CRISTIANO QUE DA EL DIEZMO

EL CRISTIANO QUE DA EL DIEZMO –de manera voluntaria y
alegremente, no presionado- conforma toda su existencia a la voluntad de Dios, porque le ha entregado su corazón junto con su tesoro. No será un cristiano hasta aquí no más. Cristiano en la iglesia, pero no en la calle; cristiano en casa, pero no en la vida pública. Será un cristiano en todos sus actos, en los que se ven, y en los que no se ven, porque tiene en Dios su tesoro.
El diezmo es para el cristiano lo que el árbol de la ciencia del bien y del mal fue para Adán y Eva. Dios les había encomendado el huerto del Edén para que lo labraran y cuidaran. Ellos podían comer del fruto de todos los árboles que había en el jardín, menos de uno.
Dios te ha dado tu vida y el lugar que ocupas en el mundo, para que lo labres y lo desarrolles, y algún día te pedirá cuentas de cómo lo hiciste. Nosotros podemos comer del fruto de todos los árboles que hay en el jardín de nuestra vida, del fruto de todo nuestro trabajo, menos del diezmo. Tenemos que cultivar el diezmo, es decir, la parte de nuestro trabajo que genera el dinero para el diezmo, pero no podemos comer del fruto de ese árbol, no podemos tocar el diezmo. Le pertenece al dueño del huerto.

(Estos párrafos están tomados del artículo titulado “El Diezmo”, publicado hace nueve años)

martes, 27 de agosto de 2013

LOS PROVERBIOS DE SALOMÓN II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LOS PROVERBIOS DE SALOMÓN II
Notas a Proverbios 1:4-7
4,5. “Para dar sagacidad a los simples (inexpertos, ingenuos), y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo.”
Aquí se indica quiénes son los beneficiarios de las instrucciones que contiene el libro. En un extremo están los jóvenes (najar) y los simples (petai); en el otro están los sabios (jakam) y entendidos (bin). Es como si dijera: todos los seres humanos que están contenidos entre ambos extremos. Los jóvenes aún no tienen la experiencia que les permita descubrir las trampas que se esconden bajo apariencias atrayentes y, por tanto, son muy proclives a ilusionarse y a cometer errores.
Los simples, o ingenuos, categoría que no tiene límite de edad, a la que pertenecen los ignorantes, son los que difícilmente aprenden, los que se dejan engañar con facilidad, los crédulos, los necios que desoyen los buenos consejos, y que tienen poco interés en aprender. A ellos los proverbios de este libro, si les prestan atención –y ésa es la condición difícil- les pueden enseñar la sagacidad de que carecen; a ser cautos y circunspectos, y a no dejarse engañar por las argucias del enemigo.
¿Qué es la sagacidad (ormá)? Es un aspecto, o cualidad específica de la inteligencia que permite evaluar las situaciones viendo los inconvenientes y las oportunidades que presentan, sus peligros y sus ventajas, y que permite sopesar unos contra otras para seguir el camino más adecuado y que conduzca al éxito. El sagaz no asume riesgos innecesarios, mide sus fuerzas antes de resolverse a la acción; no muestra sus cartas, pero induce a la contraparte a mostrar las suyas (c.f. 14:15; 22:3). La sagacidad está emparentada con la prudencia o discreción, y con la astucia. Jesús elogió a los que la poseen (Lc 16:8).
A los jóvenes los proverbios pueden darles la inteligencia previniente (dajaz) que les enseñará a pensar antes de actuar, y la prudente cordura (mesimá) a la que sus arrebatos y pasiones juveniles no los inclinan. Les puede enseñar además todo lo concerniente a la moral y al buen comportamiento, a pensar y a actuar correctamente, como dice un salmo: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.”
En el otro extremo se encuentran el sabio y el entendido, palabras que son prácticamente sinónimas, aunque podríamos hacer una distinción entre uno y otro: la sabiduría del primero es el fruto de sus conocimientos decantados por la experiencia, y es una cualidad de orden moral. La inteligencia del segundo es la habilidad o agudeza de la mente que pueden tener también los malhechores. Es decir, es una cualidad natural moralmente indiferente. A los sabios escuchar los proverbios de este libro les servirá para adquirir más sabiduría, según el principio mencionado en Pr 9:9, de que el sabio está siempre deseoso de ampliar sus conocimientos y no descuida las oportunidades para hacerlo. Jesús lo dijo en otros términos: “Al que tiene se le dará y tendrá más (Mt 13:12; 25:29).
Escuchar es uno de los grandes medios de adquirir conocimientos, y lo era más en el pasado, cuando los libros eran escasos y costosos. Jesús instruyó a las multitudes que lo escuchaban (Mt 4:25, 5:1). Aquila y Priscila instruyeron a Apolos (Hch 18:26). Pablo instruyó a los que acudían a la escuela de Tiranno (Hch 19:9). Como bien dice Ch. Bridges, antes de ser maestros debemos ser buenos oyentes. Cuanto más aprendemos, más concientes somos de nuestra ignorancia y, por eso, más debemos aspirar a aumentar nuestros conocimientos de las cosas de Dios para beneficio propio y de los que nos escuchan.
F. Delitzsch parafrasea el segundo estico de este versículo así: “el hombre entendido adquirirá reglas de conducta”, teniendo en cuenta que tajbulah guarda relación con el timonel de un barco. Esto es, no sólo se adquieren en este libro conocimientos, sino también principios prácticos para conducir nuestra vida tal como un piloto experto conduce la nave en aguas tempestuosas.
Sea como fuere, este libro es de gran utilidad para todos, tanto para los que se encuentran al comienzo del aprendizaje de la vida, como para los que han ya recorrido un largo trecho. La única condición que se requiere para sacar provecho de este libro es el deseo de aprender. Eso sólo es ya un síntoma de sabiduría. El ignorante y el necio creen que todo lo saben y que no necesitan aprender nada. El sabio es conciente de su ignorancia, y por eso aspira siempre a saber más. Un dicho antiguo lo expresa claramente: “Soy ignorante de muchas cosas, pero no de mi propia ignorancia.”
Charles Bridges cita las siguientes escrituras como ejemplo de este deseo de adquirir siempre más sabiduría: 1Cor 3:18 y 8:2. Él señala también el hecho de que escuchar es el gran medio para aprender. En verdad todos los grandes maestros de la historia han enseñado hablando ante un auditorio de oyentes, como hacía también Jesús (Mt 5:2). Los otros medios son la lectura, la observación de la realidad, la investigación y la meditación.
6. “Para entender proverbios y su interpretación, dichos de sabios y sus enigmas (dichos profundos).”
Por último se señalan los beneficios pedagógicos generales que proporciona la lectura del libro: Ellos son:
1) Entender los proverbios (meshalim, plural de mashal=proverbio) y su interpretación (o declaración: militza). La palabra mashal cubre una vastedad de significados. Según D. Kidner significa básicamente “comparación” (de lo que hay varios ejemplos en el libro: 11:22; 12:24, etc.), o “alegoría” (como las de Ez 17:2-10 y Jc 9:8-15), o “parábola” (de las que hay también varios ejemplos en el Antiguo Testamento), o simplemente “máxima”, broma, sátira. (Nota 1)
Nuestros refranes populares son también proverbios y muchos de los más antiguos están inspirados en alguno del libro de Proverbios: “Quien bien te quiere, te hará llorar.” “Fieles son las heridas del que ama.” (Pr 27:6ª) “En boca cerrada no entran moscas.” “El que guarda su boca, guarda su alma…” (Pr 13:3a).
Pero no sólo se trata de entender el proverbio sino también la declaración de su sentido que los sabios solían proferir apodícticamente.
2) Entender las palabras (dabar) de los sabios (jakam), es decir, de los eruditos versados en el conocimiento de las Escrituras; las cuales incluyen enigmas, cuyo sentido es menos fácil de descifrar. La palabra jidza quiere decir acertijo, adivinanza, que la RV60 traduce como “dichos profundos”; otras versiones como “dichos misteriosos, oscuros”.
Un ejemplo clásico de enigma es la adivinanza que Sansón propuso a sus treinta compañeros en Timnat (Jc 14:12-14). 1R 10:1-5 dice que la reina de Saba vino a Salomón a probarlo con enigmas, esto es, con preguntas difíciles, que fueron todas contestadas a satisfacción por el rey sabio. No es pues de sorprender que el autor haya colocado varios enigmas en el libro. Los más característicos son los proverbios numéricos del cap. 30: 15,16; 18,19).
7. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.”
¿En qué sentido “principio” (reshit)? ¿En el de comienzo, o en el de fundamento? En verdad puede ser ambos, pero lo que el autor propiamente quiere decir es: la sabiduría comienza temiendo a Dios. No hay otro comienzo para el hombre inexperto en el camino de adquirir sabiduría que ése, temer a su Creador.
Reshit forma parte de la palabra con que se inicia el libro del Génesis: “En el principio (bereshit) creó Dios…” (Gn 1:1), y que Juan concientemente asume para empezar su evangelio: “En el principio era el Verbo…” (Jn 1:1).
Que la palabra reshit sea usada en el sentido de empezar lo muestra el hecho de que aparezca en Gn 10:10 (“Y fue el comienzo de su reino…”), y en Jr 28:1 (“En el principio del reinado de Sedequías…”). Pero no hay duda de que en el versículo que comentamos tiene también el sentido de “base”, “fundamento” de la sabiduría, como piensan D. Kidner y otros autores, que llaman a este versículo el lema de todo el libro. Eso lo confirma el hecho de que la misma frase aparezca más adelante (Pr 9:10), y en Job 28:28 (“El temor de Dios es la sabiduría.”), y en el salmo 111:10 (cf Sal 112:1). Notemos también que la frase “temor de Dios” aparece catorce veces en el libro de Proverbios. (2)
¿Y en qué sentido “temer”? Se trata muchas veces de evitar el significado literal de temor, dándole el carácter de respeto reverencial, lo cual es cierto, hasta cierto punto. Pero el temor que el niño tiene de su padre cuando empieza a ser enseñado, es el temor del castigo. No que no ame a su padre, pero el amor no basta al comienzo; debe conocer por experiencia su severidad y tenerle un santo y sano temor. Ése es un instrumento muy efectivo para su educación. El hombre que es arrastrado por sus instintos y es empujado fácilmente al mal, lo evita por temor de las consecuencias. A medida que crezca su conocimiento de Dios y su amor por Él, evitará el pecado por motivos más elevados. Pero al comienzo el castigo es la mejor disciplina. (Pr.3:11,12 lo dice con bastante elocuencia y lo repite y comenta Hb.12:5-11).
Jesús y San Juan confirman este sentido de temor. Jesús dice que no temamos a los que pueden dañar el cuerpo, pero no pueden enviarnos al infierno, algo que sólo Dios puede hacer (Lc 12:5). Es decir debemos temer su ira pues puede significar la condenación eterna. Ahí temor es un miedo real.
Muchos, en verdad, llegados a la edad avanzada evitan el pecado sólo por el temor a ser enviados al infierno. Por el temor de ese castigo empiezan a actuar con la sabiduría que les faltó en su juventud.
San Juan dice en su 1ª epístola algo semejante en otros términos (1Jn 4:18): El temor implica, o supone, que hay un castigo. Es una forma todavía primitiva de acercarse a Dios. Pero cuando el amor llega a su madurez, es decir, a la perfección, se evita el mal por otro motivo, porque el que ama no quiere ofender al amado. Es un motivo superior el que nos impulsa a obedecer a Dios, independiente del temor al castigo. Jesús expresa también en otro pasaje una idea semejante: El que me ama obedece a mi palabra (Jn.14:23); no porque teme que le castigue, sino por amor.
Esa es la superación (überwinden) del temor. Pero el que no ha llegado a ese punto de perfección, mejor es que tema, que tema el castigo. Así se guardará del mal. Temiendo sus consecuencias poco a poco lo aborrecerá, como dice Proverbios más adelante: “El temor de Dios es aborrecer el mal.” (Pr 8:13ª). Lo aborrece porque aunque es dulce al comienzo, su final es amargo y cruel.
En mi experiencia como padre pude verificar que cuando castigaba a mis hijos su amor por mí se intensificaba. Dios debe haber puesto un resorte en la naturaleza humana que cuando sufre un castigo justo ama al que lo inflinge, porque intuye que lo castiga por amor. Y el amor llama al amor.
A lo largo del proceso mediante el cual Dios educa al pueblo elegido la amenaza del castigo juega un papel muy importante. Por de pronto ésa fue la experiencia de Adán y Eva. Desobedecer a Dios les valió ser expulsados del paraíso, y tener que soportar las maldiciones que Dios pronunció sobre ellos. En Dt. 28 Dios usa la misma táctica del palo y de la zanahoria con el pueblo elegido: Si me obedecen les irá bien; si me desobedecen, les irá mal. Temiendo el castigo debieron hacerse sabios. Pero no lo hicieron. Dios entonces amenazó destruirles del todo y lo cumplió con las diez tribus del Norte, que fueron dispersadas por los asirios y desaparecieron de la historia; y luego con Judá. Regresados del exilio babilónico Judá y Benjamín ya habían aprendido la lección: Nunca más cayeron en idolatría.
La segunda línea de Pr 1:7 dice que los insensatos (los necios, evyil) desprecian para su daño la sabiduría y la enseñanza que los podría guardar del camino ancho que lleva a la perdición (Mt 7:13). La desprecian justamente porque niegan a Dios y quieren obrar a su manera, satisfaciendo todos sus caprichos y sin considerar las consecuencias que su mal proceder les puede acarrear.
Cuando el salmista pregunta ¿Por qué actúan así los impíos? La respuesta es porque no tienen temor de Dios (Sal 36:1). Es decir, no temen que los castigue. El temor de Dios se parece al temor de la ley, de la sanción, de la cárcel, de las multas. Cuando las autoridades no aplican sanciones a los infractores de la ley, el pueblo les pierde el respeto y no cumple la ley (Eso sucede en el Perú). Pablo enseñará el mismo principio en Rm 13:3,4. Parafraseando a Pr 1:7 podríamos decir que el ciudadano comienza a ser responsable (es decir, sabio) cuando teme que le caiga todo el peso de la ley si no la cumple. Pero cuando la coima reemplaza a la multa nadie guarda la ley.
En el libro de Nehemías vemos la importancia que asume el temor de Dios como factor determinante de la conducta humana sabia y recta (Nh 5:9,15). Él confía en Hananías “jefe de la fortaleza de Jerusalén (porque éste era varón de verdad y temeroso de Dios). (Nh 7:2). Con el tiempo la frase “temeroso de Dios” se convierte en un indicativo de la calidad ética de una persona (Véase Hch 9:31 y 10:2).
Cabría preguntarse, ¿por qué no hay sabiduría sin Dios? ¿Acaso no hay ateos que son sumamente inteligentes y astutos? Sí los hay, por supuesto. Pero si la sabiduría es la ciencia de la vida que lleva a una conclusión feliz, es decir, a un destino final bienaventurado, entonces la sabiduría de los que niegan obstinadamente a Dios es engañosa y altamente peligrosa, porque su final es trágico: se pierden para siempre. En otras palabras, los ateos pueden mostrar gran habilidad para las partes intermedias del camino, y tener un éxito notable, que les gane el aprecio del mundo entero, pero en lo que realmente importa, su sabiduría los descamina totalmente, a menos que se arrepientan a tiempo.
Notas: 1. Fuera de este libro la palabra “proverbio” figura en los siguientes pasajes de la Biblia: Nm 21:27; 1Sm 10:12; 2P 2:22.
2. Nótese que la palabra hebrea que la versión española traduce como “sabiduría” no es aqui jokma, como se podría suponer, sino dahat, que quiere decir “conocimiento”, y así la traduce la King James Version. Nuestra versión no es arbitraria, porque ésta es una palabra que está asociada al concepto de sabiduría, como puede verse en el vers. 9:10: “El temor de Dios es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.”
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#786 (07.07.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

martes, 9 de abril de 2013

SANSÓN I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
SANSÓN I
Nacimiento de Sansón

Jueces 13:1. “Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en manos de los filisteos por cuarenta años.”
La vida de Sansón se sitúa al final del período de los Jueces, que duró unos 200 años, durante los cuales el pueblo desorganizado hacía lo que quería. Ese período de la historia de Israel se extiende desde la muerte de Josué, ocurrida aproximadamente el año 1220 AC (Js 24:29), hasta la institución de la monarquía con la elección de Saúl como rey, hacia el año 1030 AC. (1Sm 10:1).
Cuando, debido a su infidelidad, el pueblo hebreo caía en idolatría Dios permitía que fueran oprimidos por los pueblos vecinos. Pero cuando se arrepentían y clamaban a Dios, Él levantaba a un líder –al que la Biblia llama juez (shafat en hebreo)- que los libraba de la opresión. Se les llamaba así porque entre sus funciones estaba la de juzgar y dictar sentencia en los casos que se les presentaba. Pero solía ocurrir que, muerto el juez, el pueblo recaía en la idolatría, y nuevamente alguna nación vecina los oprimía.
El episodio de Sansón ocurrió durante el pontificado de Elí, pero antes de que el arca cayera en manos de los filisteos (1Sm 4-6).
Sansón es el antepenúltimo de los jueces. Después de él vinieron Elí (1Sm 4:8) y el profeta Samuel, el que ungió a Saúl como rey (1Sm 10:1), y luego a David como el escogido de Dios (1Sm 16:13).
Según este versículo Israel había vuelto a caer en idolatría y Dios los castigó entregándolos en manos de los filisteos por 40 años, el período de opresión más largo que registre el libro de Jueces. Pero es singular que el libro no diga en este caso que los israelitas clamaran al Señor que los librara. Quizá porque se habían acostumbrado a convivir con los filisteos, como algunos episodios de esta historia muestran. Ése es el gran peligro que encierran algunas costumbres o hábitos inconvenientes que se infiltran inadvertidamente en nuestra vida si no estamos alertas.
2,3. “Y había un hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo.”
Con frecuencia cuando Dios quiere levantar a un hombre que cumpla una misión especial Él escoge como madre a una mujer estéril.
Tenemos los casos de Sara, la madre de Isaac (Gn 11:30);
    de Rebeca, la madre de Jacob (Gn 25:21);
    de Raquel, la madre de José (Gn 29:31);
    de Ana, la madre de Samuel (1Sm 1:5,6),
    y de Isabel, la madre de Juan Bautista (Lc 1:7). (Nota 1)
¿Qué significa eso? Que el nacimiento de la criatura será obra de Dios. El hijo que van a tener será un don especial de Dios para ellos y para su pueblo. Cuando Dios interviene en la concepción de una criatura eso es señal de que está marcado para tener un destino fuera de lo común.
Para la mujer en esa época no tener hijos era una gran desgracia, una vergüenza (Gn 29:32: 30:1-3), pues las mujeres eran apreciadas por el número de hijos que tenían. Y así lo ha sido durante mucho tiempo, y todavía lo es en algunas regiones de nuestro país. Pero, como bien sabemos, en la cultura moderna las mujeres no son apreciadas por ese motivo, sino que más bien por lo contrario en muchos casos, son apreciadas por no tenerlos, ya que tener hijos limita su libertad. En la Biblia la fecundidad es una bendición y una recompensa (Sal 127:3; 128:3). ¡Cuánto nos hemos alejado de su mentalidad!
4, 5. “Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos.”
Su hijo será nazareo (del hebreo nazir), es decir, consagrado a Dios desde el vientre de su madre. Nunca se cortará el cabello, lo cual será el signo externo de su consagración (Nm 6:1-5). Será nazareo no por un período limitado de tiempo, como era usual, sino de por vida.
Como será nazareo su madre no deberá comer nada inmundo, ni beber ninguna bebida alcohólica durante el embarazo.
Sansón, según dice el ángel, tendrá una misión que cumplir: Comenzar a salvar a su pueblo de los filisteos, tarea que será completada más adelante por David.
¿Quiénes eran los filisteos? (Véase la nota 2)
6,7. “Y la mujer vino y se lo contó a su marido, diciendo: Un varón de Dios vino a mí, cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de dónde ni quién era, ni tampoco él me dijo su nombre. Y me dijo: He aquí que tú concebirás, y darás a luz un hijo; por tanto, ahora no bebas vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda, porque este niño será nazareo a Dios desde su nacimiento hasta el día de su muerte.”
Ella le cuenta a su marido lo que le dijo un varón con aspecto de ángel que había venido a verla. No actuó como Eva que, aparentemente, no le contó a Adán el diálogo que había sostenido con la serpiente (Gn 3:1-6).
8. “Entonces oró Manoa a Jehová, y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer.”
Manoa quiere saber cómo deben ellos proceder con el hijo que tendrán, que será consagrado a Dios y que salvará a su pueblo. Él es un hombre responsable y conciente de su misión como padre. Quiere ser ilustrado por Dios sobre la responsabilidad que él y su mujer van a asumir.
Él es un tipo de José, el esposo de María, porque Sansón es también, pese a sus defectos, un tipo de Jesús, ya que él salvará a su pueblo tal como Jesús salvará a su pueblo del gran enemigo.
9-11. “Y Dios oyó la voz de Manoa; y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, estando ella en el campo; mas su marido Manoa no estaba con ella. Y la mujer corrió prontamente a avisarle a su marido, diciéndole: Mira que se me ha aparecido aquel varón que vino a mí el otro día. Y se levantó Manoa, y siguió a su mujer; y vino al varón y le dijo: ¿Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y él dijo: Yo soy.”
La mujer, como buena esposa obediente, sabiendo que su marido quiere hablar con el ángel, corre a buscarlo. ¿Por qué no fue el ángel de frente donde Manoa? Porque ella es más importante que su marido en esta historia.
12. “Entonces Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?”
Manoa dirige su pregunta directamente al ángel. Aunque su mujer era estéril, Manoa no duda del anuncio que les ha hecho el ángel.
13,14. “Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: La mujer se guardará de todas las cosas que yo le dije. No tomará nada que proceda de la vid; no beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé.”
El ángel repite las instrucciones que ya le dio a la mujer sobre la conducta que ella debe guardar durante su embarazo, pero no le dice nada acerca de cómo deben educarlo. ¿Por qué? Porque ellos saben que deben educarlo en el temor de Dios y en el conocimiento de la ley de Moisés. Eso es un ejemplo para todos los padres de familia cristianos. Ellos deben educar a sus hijos en el temor de Dios y en el conocimiento de las Escrituras. No en un conocimiento erudito de la letra, sino en el conocimiento de su espíritu porque, como dice Pablo, “la letra mata, pero el espíritu vivifica.” (2Cor 3:6)
15, 16. “Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová: Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito. Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquél fuese el ángel de Jehová.”
Según la práctica de hospitalidad de la gente de campo, no sólo de Israel de entonces, sino de muchas partes del mundo, Manoa quiere ofrecer algo bueno de comer al visitante. El ángel se niega a comer, pero le dice en cambio que ofrezca un holocausto a Jehová. Es necesario que rechace comer para que Manoa empiece a entender que él no es un mensajero humano (3).
17,18. “Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos? Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?”
Manoa quiere honrar al varón, pero ¿cómo puede hacerlo si no sabe cómo se llama? El ángel contesta ¿por qué preguntas por mi nombre que es admirable (o maravilloso)? (4).
Nosotros entendemos que el ángel de Jehová se está identificando, aunque Manoa no se dé cuenta. ¿Cómo así? Porque Isaías profetizó: Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Is 9:6). Manoa y su mujer no se dan cuenta porque la profecía de Isaías aún no había sido pronunciada.
El Ángel de Jehová que aparece en momentos cruciales de la historia bíblica para transmitir un mensaje importante de parte de Dios, (tal como en Gn 16:7-13; 22:11,12; 31:11-13; Ex 3:2-4) según una interpretación común, es el Verbo, esto es, el Hijo de Dios antes de su encarnación, que hablaba como mensajero en nombre de su Padre (5).
19-21. “Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.  Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra. Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová.”
Manoa ofrece un holocausto y el ángel hace algo maravilloso. Ellos se postraron y adoraron, porque el milagro que contemplaron les hizo comprender que el varón con el cual hablaban era nada menos que el ángel de Jehová.
Podemos imaginar la escena: Cuando Manoa enciende el fuego que empieza a quemar el cabrito y la ofrenda, el ángel se aproxima al altar y se eleva al cielo en la llama de fuego.
22,23. “Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.  Y su mujer le respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto.”
Manoa teme que van a morir porque han visto a Dios (Véase Jc 6:22,23), según lo que advierte Ex 33:18-23, que ningún hombre puede ver el rostro de Dios y vivir. Pero ellos no han visto el rostro de Dios, sino sólo el del ángel de Jehová en forma humana.
La mujer con mucho tino le dice: Si fuera la intención de Dios que muriésemos por haber visto su rostro no habría aceptado el sacrificio, ni nos habría mostrado todas estas cosas anunciándonos el nacimiento de un hijo. Es decir, no nos hubiera escogido para esta misión.
24,25. “Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón (6). Y el niño creció, y Jehová lo bendijo. Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol.”
Nació la criatura y el Espíritu de Dios comenzó a manifestarse en él desde temprano, dándole una fuerza extraordinaria, a pesar de que era un hombre sensual y pecador.
Con Sansón Dios levantó a un hombre que, pese a sus fallas humanas, es un ejemplo de cómo Él puede usar a alguien pese a sus grandes defectos, pero que se consagre a Él.
El nazareato no era algo que Sansón hubiera escogido, sino que le había sido impuesto antes de su nacimiento. Por eso quizá él fue un mal nazareo, pero él sabía que de ahí provenía su fuerza. Aparte de nunca cortarse el cabello, él debía abstenerse no sólo de vino y sidra y sus subproductos, sino de todo producto de la vid, así como de tocar un cadáver de un hombre. Es poco probable que él se abstuviera de vino. Pero sobre todo, él no parece haber sido conciente de que su consagración significaba que debía apartarse de todo pecado.
Notas: 1. En el caso de Jesús Dios escoge para que sea su madre no a una mujer estéril por naturaleza, sino a una doncella que concibió sin dejar de ser virgen.
2. Según el Génesis los filisteos descendían de Casluhim, hijo de Mizraim, hijo de Cam (Gn 10:14; cf 1Cro 1:12). Provenían del Asia Menor, de donde tuvieron que emigrar después de la caída de los imperios hitita y miceno. Algunos se establecieron en Creta (Caftor) y otros en la costa de Canaán, en donde fundaron cinco ciudades: Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón, gobernada cada una por un rey. Se mezclaron con los canaanitas y adoptaron su lenguaje. Abraham y su hijo Isaac tuvieron relaciones amistosas con ellos (Gn 20; 21:34; 26:18-20).
Eran un pueblo guerrero que dominaba el arte de la metalurgia del hierro, cuyos secretos no quisieron compartir con los israelitas porque les daba una notable ventaja militar (1Sm 13:19-22). Impusieron tributos a los israelitas, pero su dominio no fue demasiado opresivo, por lo que el pueblo se acostumbró a convivir con ellos, como puede verse en el incidente en Lehí (Jc 15:9-13). El conflicto, sin embargo, se volvió inevitable. En la desastrosa derrota sufrida por Israel en Afec los filisteos destruyeron el santuario de Silo, y se apoderaron del arca de la alianza (1Sm 4), que fue recuperada después de varios incidentes (1Sm 5,6).
El profeta Samuel organizó la resistencia contra ellos y, al envejecer, ungió a Saúl como primer rey de Israel para que continuara la lucha (1Sm 10:1). Durante su reinado David mató al gigante filisteo Goliat (1Sm 17,18). Posteriormente David les inflingió una fuerte derrota que debilitó seriamente su poder (2Sm 5:17-25), aunque siguieron hostilizando a Israel durante un tiempo (1R 15:27; 16:15-17).
Los filisteos eran unos idólatras que rendían culto a tres dioses: Dagón, en Gaza y Asdod; Astoret, en Escalón; y Baal-zebub, en Ecrón (1Sm 5:1,2; 2R 1:1-16).
3. Compárese este episodio con el llamamiento de Gedeón (Jc 6:17-22), que también quiere ofrecerle algo de comer al ángel del Señor y éste lo rechaza, al mismo tiempo que hace un prodigio que permite que Gedeón comprenda quién es el que le habla.
4. Recuérdese el episodio en que Jacob pelea toda la noche con un ángel, y al final le pide que le diga su nombre y el ángel se niega a decírselo (Gn 32:24-30).
5. Ángel quiere decir literalmente “mensajero”.
6. El nombre Simson en hebreo deriva de semes, que quiere decir “sol”.
NB. Este artículo, y los tres siguientes del mismo nombre, están basados en la trascripción de una charla dada recientemente en el Ministerio de la Edad de Oro, cuyo texto ha sido revisado y ampliado.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
MATRIMONIO Y FELICIDAD ¿Qué mayor homenaje puede hacerle un marido a su mujer que confiar en ella? ¿Confiar no sólo en su fidelidad sino también en su buen juicio para encargarle todos sus asuntos domésticos? El marido que le demuestra a su mujer que confía en ella la fortalece espiritualmente y la anima a ella a confiar en él. Porque la confianza es algo recíproco. La fortaleza de una unión matrimonial, cuando ambos esposos confían el uno en el otro, es inquebrantable. En cambio cuando hay desconfianza en uno o en el otro, la unidad se resquebraja y las disputas no tardan en aparecer. (Este párrafo está tomado de las pag. 135 y 136 del libro “Matrimonios que perduran en el tiempo” Vol 1)
#769 (10.03.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).