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miércoles, 3 de noviembre de 2021

"CON EL TIEMPO SE NOTA" (CONTRASTES EN JESÚS VII)


"CON EL TIEMPO SE NOTA"
CONTRASTES EN JESÚS VII

“Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robos y de injusticia.” ¿Qué es lo que más nos preocupa a nosotros? ¿Nuestra fachada, nuestra imagen pública o nuestro interior? Sólo Dios ve nuestro interior. Él nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Él sabe todo lo que sentimos, deseamos y pensamos; sabe lo que hacemos sin que nadie nos vea, salvo Él.


viernes, 24 de septiembre de 2021

¿QUÉ PASÓ CON EL DULCE JESÚS? CONTRASTES EN JESÚS II



¿QUÉ PASÓ CON EL DULCE JESÚS?  
CONTRASTES EN JESÚS II

¿Qué pasó con el dulce Jesús que dice esas cosas terribles? ¿Cómo explicar que use ese lenguaje?

¿Por qué no fue compasivo con los fariseos? ¿Por qué no estuvo dispuesto a perdonarlos? Es que si hay algo que Dios abomina, y que Jesús detesta, es la falsedad, la simulación y la mentira.

miércoles, 4 de marzo de 2015

LA LEVADURA DE LOS FARISEOS

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA LEVADURA DE LOS FARISEOS
Un Comentario de Mateo 16:5-12
5, 6. “Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan. Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.”

Los discípulos de Jesús deben haber estado muy distraídos por lo ocurrido al otro lado del lago porque al embarcarse se olvidaron de traer provisiones consigo, y es natural que al llegar después de la travesía en el lago, sintieran hambre. Ellos deben haber estado comentando entre sí su olvido y pensando dónde podían ir a comprar lo necesario, cuando Jesús les interrumpe bruscamente y les dice: “Guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.” (1)
La palabra levadura, aparte de su significado natural, tiene un rico significado simbólico desde el Antiguo Testamento (Ex 12:15,19; 13:7), en un caso positivo (Mt 13:33), pero sobre todo negativo (Ex 34:25; Lv 2:4,5,11; cf 1Cor 5:6-8; Gal 5:9). Lucas, en el pasaje paralelo, en efecto, precisa que Jesús añadió que la levadura de los fariseos era la hipocresía (Lc 12.1).
7. “Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan.”
Los discípulos creyeron que Jesús les decía eso porque se habían olvidado de traer de comer, aunque a nosotros se nos hace difícil comprender cómo ellos pudieron entender que Jesús les hacía un reproche al respecto.
8-10. “Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis? ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?”
Jesús justificadamente se asombra de la conclusión peregrina que ellos han sacado de sus palabras, y les reprocha su falta de entendimiento espiritual y su poca fe. ¿Por qué hace este segundo reproche que ya les había hecho en otra oportunidad? (Mt 15:16) Porque la fe abre el entendimiento. Parafraseando a Agustín podríamos decir que no se trata de comprender para creer, sino de creer para comprender. Al que cree no sólo todo le es posible, como dijo una vez Jesús (Mr 9:23), sino que todo le es fácil de entender, porque la fe es una luz que ilumina. Pero el que carece de ella anda en tinieblas, y no entiende nada.
¿Cómo es posible que los fariseos y saduceos me pidieran hipócritamente que yo les diera una señal del cielo que confirmara que mi enseñanza y mis hechos vienen de Dios, cuando ellos habían sido testigos de los milagros que he hecho recientemente de la multiplicación de los panes? ¿No deberían bastarles esos milagros como señal de que yo hago las obras de mi Padre?
¿Y cómo es posible que vosotros, mis discípulos, a la vista de esos milagros, estéis preocupados por lo que habéis de comer? Si yo pude alimentar a tantos miles, ¿no seré capaz de hacer lo mismo con unos pocos?
El pasaje paralelo de Marcos 8:17,18 muestra más claramente el fastidio de Jesús ante la incomprensión de sus discípulos, pues les reprocha su corazón endurecido y les aplica las palabras de Is 6:19, que ya había aplicado en Mr 4:12 a los que estaban fuera del reino de Dios: “¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?” (cf Jr 5:21; Ez 12:2).
11, 12. ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos? Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.”
¿Son ustedes tan obtusos que no entienden lo que les quiero decir? ¿Que lo que he llamado levadura en este caso se refiere a las doctrinas de estos dos grupos de hombres? Ellos no se ponen de acuerdo entre sí acerca de lo que hay que creer, pero lo que enseñan, tanto unos como otros, está muy lejos de los propósitos de Dios. Y aunque ellos gozan de mucho prestigio ante el pueblo, hay que apartarse de ellos porque lo que enseñan es doctrina de hombres, no procede de Dios, y sólo sirve para apartar a la gente del recto camino.
Entonces, por fin, los discípulos entendieron de qué les había hablado Jesús cuando les dijo que se guardasen de la levadura de los fariseos y saduceos (2). Ésta es una advertencia que nos hace a todos, porque también en nuestro tiempo hay muchos fariseos y muchos saduceos que predican doctrinas mentirosas desde las cátedras, desde las pantallas de TV, desde los periódicos y revistas, y aún desde los púlpitos. El enemigo no cesa de suscitar agentes para confundir y extraviar a la gente, y es necesario que estemos en guardia y exhortemos a otros que también lo estén.
Notas: 1. El pasaje paralelo en Mr 8:15 dice “la levadura de los fariseos y la levadura de Herodes” (partidarios de Herodes Antipas). Pero no hay contradicción porque los herodianos solían ser saduceos y viceversa. La levadura de los herodianos era, por lo que sabemos de ellos, su ateísmo práctico y su falta de escrúpulos.
2. La doctrina de los fariseos que Jesús denuncia en varias oportunidades eran las reglas y mandamientos derivados de las tradiciones de sus mayores, que ellos agregaban a las Escrituras, y por cuya causa a veces dejaban de cumplir lo que la ley de Moisés manda, y así enseñaban a otros (Mr 7:6,13). La doctrina de los saduceos consistía básicamente en negar la resurrección de los muertos y la vida más allá de la muerte (Mt 22:23-32), así como la existencia de los ángeles y demonios (Hch 23:8).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#861 (28.12.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 19 de febrero de 2015

LA DEMANDA DE UNA SEÑAL

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA DEMANDA DE UNA SEÑAL
Un Comentario de Mateo 16:1-4
1. “Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo”. (Nota 1)
Los enemigos de siempre, los fariseos, esta vez acompañados de los saduceos (el partido de los sacerdotes) deponiendo su rivalidad, se juntaron para hacerle una pregunta que pudiera suscitar de parte de Jesús una respuesta que pudiera ser usada para acusarle (2). Su petición era –como ya lo habían hecho antes (Mt 12:38)- que les diera una señal del cielo (3) que confirmara si su ministerio y los milagros que hacía eran obrados por Dios, esto es, en consecuencia, que Dios era quien lo había enviado. ¿Por qué le piden una señal en ese momento? Porque ellos cuestionan en virtud de qué poder Él había realizado el milagro patente para todos de la multiplicación de los panes. ¿No estarían poderes satánicos operando en Él? Si Él no puede dar una señal que confirme que los poderes que Él exhibe son del cielo, ellos pueden alegar ante el pueblo que vienen del diablo, y de esa manera desprestigiar su obra.
Poco tiempo antes, en efecto, ellos habían pretendido que Jesús expulsaba demonios por el poder de Beelzebú (Mt 12:24). En esa ocasión Jesús había dado claramente a entender que el que atribuye a poderes satánicos las maravillas que hace el Espíritu de Dios, peca contra el Espíritu Santo, esto es, comete un pecado imperdonable (Mt 12: 28,31,32).
¿Qué clase de señal piden ellos? En el pasado Josué había hecho que el sol se detuviera en el cielo durante unas horas (Jos 10:12,13), y Elías había hecho que cayera fuego del cielo (1R 18:36-38). ¿Era una señal de ese tipo lo que ellos pedían? ¿No les bastaba el milagro de la multiplicación de los panes? (4) ¿Acaso Nicodemo, uno de ellos, no había  reconocido que nadie podía hacer las cosas que Él hacía si Dios no estaba con Él? (Jn 3:2)
2,3. “Mas Él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! Que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”
Jesús –según Mr 8:12 “suspirando profundamente en su espíritu” (5) les responde diciéndoles que ellos saben distinguir muy bien las señales que muestra el cielo acerca de si habrá buen tiempo, sea en la mañana siguiente, o en la tarde. Cuando el cielo se tiñe de rojo al atardecer pero está despejado, ellos saben que eso anuncia buen tiempo para la mañana siguiente. Pero si al amanecer, además del rojo de la aurora el cielo está nublado, saben que habrá mal tiempo. Estos hipócritas saben distinguir muy bien estas señales, pero las señales de los tiempos que están viviendo, esas sí para ellos son algo oscuro. ¿A qué tiempos se refiere Jesús? A los tiempos en que se cumplirían las profecías acerca del Mesías esperado por Israel, en los que ellos estaban viviendo.
            ¿Qué señales de los tiempos eran ésas? Siguiendo a M. Poole las enumeraremos: 1) Él había nacido de una virgen, tal como Isaías 7:14 había profetizado. 2) Había nacido en Belén, como había sido profetizado por Miqueas 5:2. 3) En un tiempo en que el cetro sería quitado de Judá y “el legislador de entre sus pies”, tal como Jacob había profetizado (Gn 49:10), es decir cuando Israel estaría dominado por una potencia extranjera. 4) Cuando había venido Juan Bautista en el espíritu y poder de Elías, para preparar el camino delante de Él, tal como Isaías 40: 3-5 y Malaquías 3:1 y 4:5 habían anunciado (cf Lc 3:4,5 y Mt 3:1-3). 5) Él había venido a abrir los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, y a hacer que los cojos salten de gozo y la lengua de los mudos cante (Is 35:5,6; cf Mt 11:4,5); y que el evangelio sea predicado a los pobres, tal como Isaías 61:1 había también profetizado (cf Lc 4:18).
¿Por qué los llama hipócritas? Porque Él se ha dado bien cuenta de que se acercan a Él con la intención de tenderle una trampa. Pero Él no cae en su juego y se niega a responder a su pregunta echándoles en cara que, pese a la piedad que aparentan, su vida privada desmiente sus pretensiones.
Y agrega, como ya había hecho en la otra ocasión (Mt 12:38-41), que la única señal que les sería dada es la señal de Jonás:
4. “La generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos se fue.”
En esa ocasión Él había explicado a qué se refería cuando mencionaba al profeta Jonás; esto es, a su resurrección al tercer día de su muerte, porque así como Jonás había permanecido tres días y tres noches en el vientre de un gran pez, Él permanecería en la tumba un tiempo semejante. El percance sufrido por el profeta cuando huye del encargo que Dios le ha dado se convierte en símbolo del milagro extraordinario que Dios va a obrar en Él cuando resucite de entre los muertos al tercer día. (6)
Esa señal va a proclamar, no sólo ante ellos sino ante todo el mundo, que es Dios quien lo ha enviado. Pero, como bien sabemos, cuando Jesús resucitó ellos se negaron a reconocer la realidad de este hecho, y más bien sobornaron a los guardias que vigilaban la tumba para que dijeran que los discípulos de Jesús habían venido de noche y se habían llevado el cadáver mientras ellos dormían. Si se llevaron el cadáver de la tumba los discípulos podrían hacer creer a todos que Él había resucitado, tal como había anunciado. La impiedad e incredulidad de los enemigos de Jesús no tenía remedio. Así ocurre cuando la mente y el corazón de las personas han sido enteramente dominados por el diablo. Se niegan a reconocer la verdad patente (7).
Jesús llamó a los fariseos y saduceos que le pedían una señal “generación mala y adúltera”. Y lo eran, en efecto. Eran malos porque se negaban a ver en los milagros y curaciones que hacía Jesús un signo de que Él era el enviado de Dios. Eran también adúlteros en un doble sentido. En un sentido literal, porque la literatura de la época y la misma “Mishná” judía, atestiguan de lo común que era entonces la infidelidad matrimonial; pero también en el sentido figurado de apóstata, porque su fe en el Dios verdadero era sólo de palabra. En otra ocasión Jesús les reprochó que no lo conocían a Él ni a su Padre (Jn 16:3).
Entonces Jesús, seguramente muy disgustado, se alejó de ellos. En el pasaje paralelo de Marcos se dice que Él entró en una barca y se fue al otro lado del lago.
Pero hay algo más en el signo de Jonás que conviene notar. El libro escrito por ese profeta relata un hecho sin parangón en el Antiguo Testamento: que un profeta, por encargo expreso de Dios, vaya y predique el arrepentimiento en una ciudad pagana como lo era Nínive, y que la ciudad entera, y su rey idólatra, se conviertan al Dios verdadero. El hecho es tan inusual que cabe preguntarse legítimamente: ¿Es ése un hecho histórico, o una profecía disfrazada en una alegoría sobre el pasado?
Nótese que el libro de Jonás difiere de los demás libros escritos por los profetas menores en que no contiene una profecía propiamente dicha, sino un relato que contiene algunos elementos fantásticos. Ello no obstante, el hecho de que Jesús en otro lugar haga alusión a la conversión de los ninivitas diciendo que ellos en el  día del juicio condenarán a la actual generación por su dureza de corazón, le sirve de autenticación histórica (Mt 12:41).
La ciudad de Nínive, capital del imperio asirio, había sido destruida el año 612 AC, siglo y medio antes de que se escribiera el libro –según la opinión mayoritaria de los eruditos- de manera que nadie podía ir a verificar la veracidad de ese hecho histórico que no ha sido consignado en ningún otro documento del Antiguo Testamento.
Según otros autores, sin embargo, el profeta Jonás del relato es el mismo personaje de ese nombre, hijo de Amitai, que figura en 2R 14:25, y el libro habría sido escrito cuando Nínive, como capital del imperio asirio, estaba en la cúspide de su poder, y antes de que Asiria conquistara al reino de Israel (Samaria) el año 722, y dispersara a sus habitantes.
Sea como fuere, el hecho de que Jesús refiera a sí mismo ese suceso en el contexto que examinamos, lo convierte en una profecía acerca de la predicación del Evangelio porque, si bien la mayoría de los judíos de su tiempo rechazaron su mensaje, después de su muerte y resurrección, el Evangelio empezó a ser predicado a los paganos, y ellos empezaron a convertirse en masa gracias a la predicación de los apóstoles, primero en Samaria y después en Antioquia y, finalmente, a través de los viajes misioneros de Pablo, tal como el libro de Jonás alegóricamente había predicho. Una conversión masiva de paganos al Dios verdadero, como la que narra ese libro, es algo que nunca antes había ocurrido en la historia, según los registros de los libros históricos de la Biblia, pero ahora estaba ocurriendo.
Jesús rechazó toda insinuación de que Él, en tanto que Mesías, pudiera convertirse en un líder militar que liberara a su pueblo derrotando a los romanos, tal como muchos esperaban. Él estaba interesado en una victoria espiritual sobre el paganismo, que se produciría cuando los habitantes del imperio, y de otras partes del mundo, creyeran en Él. Eso es lo que Él había venido a llevar a cabo y que se produciría después de su muerte. Eso era lo  que el libro de Jonás, según esta interpretación, profetizaba. Nótese que si se trata de una alegoría profética Nínive representa a la capital del imperio romano, y el rey de Nínive, a su emperador, el César.
La profecía que contiene el libro se cumplió plenamente cuando el emperador Constantino abrazó el cristianismo cerca de trescientos años después de la muerte de Jesús. Constantino jugó un papel muy importante en la historia de la iglesia, en primer lugar, al decretar que el cristianismo constituía una religión lícita, poniendo fin de esa manera a la persecución de los cristianos; y, en segundo, al convocar y presidir el año 325 el Concilio de Nicea, que reafirmó categóricamente la divinidad de Jesús y condenó la herejía arriana que negaba que Jesús fuera Dios; herejía, dicho sea de paso, que se había extendido peligrosamente y amenazaba destruir la esencia del cristianismo, porque si Jesús no es Dios, su sacrificio en la cruz no expió los pecados de nadie y todos estamos condenados. (8)
Notas: 1. Sémeion, signo, milagro, acto extraordinario que apunta hacia Dios como fuente de poder, y que con frecuencia va acompañado de la palabra “prodigio” (Mr 16:20; Hch 14:3; Hb 2:3).
2. Hay quienes han objetado la historicidad de este relato alegando que es inverosímil que en Galilea, tan alejada de Jerusalén, hubiera saduceos. Pero la  Mishná judía habla de saduceos galileos.
3. Los judíos usaban la palabra “cielo” por respeto para evitar decir “Dios”. Pero eran varios los pueblos paganos de esa época que tomaban los fenómenos celestes, como los eclipses, o el paso de cometas, como una señal o advertencia divina (Jr 10:2).
4. Es interesante que Jesús diga que los fariseos y saduceos vinieron para tentarlo (peirazó), y que use la misma palabra en Mt 19:3 y 22:35. Querían efectivamente hacerle caer en una trampa.
5. Esa reacción de Jesús nos muestra cuánto le afectaba la incredulidad y dureza de corazón de esa gente.
6. Parece como si Jesús considerara al profeta Jonás como un tipo suyo en varios aspectos. El escritor protestante del siglo XVI M, Chemnitz (citado por M. Poole) menciona los siguientes: 1) Jonás fue arrojado al mar por los marineros a los que él se había confiado al embarcarse; Cristo fue entregado a la muerte por los judíos a los cuales Él había sido especialmente prometido. 2) Jonás se dejó arrojar al mar; Jesús puso su vida por sus ovejas, sin que nadie se la quitara (Jn 10: 15-18). 3) Al ser arrojado al mar, Jonás salvó la vida de los que estaban en el barco; mediante su muerte Cristo salvó a los hijos de los hombres. 4) Después de haber estado tres días en el gran pez, Jonás fue arrojado a tierra firme; Después de tres días Cristo resucitó de entre los muertos. 5) Los ninivitas después de haberse arrepentido bajo la predicación de Jonás, volvieron a sus antiguos pecados y fueron destruidos; lo mismo ocurrió con los judíos de Jerusalén 40 años después de la ascensión de Jesús.
7. Acerca de los signos celestiales que los hombres suelen demandar una poetisa inglesa escribió: “La tierra está repleta del cielo, y la zarza más común está ardiendo por Dios, pero sólo el que ve se saca el calzado de sus pies”. (Ex 3:3-5) (Citado por W. Barclay)
8. En la interpretación de este pasaje debo reconocer mi deuda con el hebraísta francés Claude Tresmontant, autor de dos libros a mi juicio iluminadores, todavía no traducidos al español: “Le Christ Hebreu” y un comentario sobre el Evangelio de Mateo.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#860 (21.12.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 10 de octubre de 2012

CONTRASTES EN JESÚS


Por José Belaunde M.
CONTRASTES EN JESÚS
A propósito de Mateo 23
Todos hemos oído hablar, o hemos leído, acerca de las cualidades del carácter de Jesús que se manifestaban en la forma cómo Él hablaba y actuaba. Los cuadros que se han pintado de Él lo representan como amable, compasivo, tierno, dulce. Los relatos de los evangelios nos hablan de su amabilidad, de su gentileza, de su ternura, de su compasión…
Él dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11:29).
Él dijo también: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Jn 10:10) Vino para darnos su vida misma, para entregarse a sí mismo en sacrificio por nuestros pecados.
A la pecadora que iban a apedrear, cuando se retiraron sus acusadores Él le preguntó: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: No señor. Entonces Jesús le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Jn 8:10,11).
Esa frase ha sido malinterpretada por algunos, como si Jesús fuera tolerante con el pecado, o como si Él expresara mediante esas palabras su oposición a la pena de muerte. Pero no es el caso, sino que Jesús vio que ella, al encontrarse frente a frente con Él, se había arrepentido de su vida pasada y estaba lista para empezar una nueva vida.
Es muy conocida la frase del Sermón de la Montaña: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen.” (Mt 5:43,44)
¿Cómo Señor? ¿Tengo que amar a los que me odian y hacer el bien a los que me hacen daño? Si quieres ser un hijo digno de tu Padre que está en los cielos, así debes actuar, porque “Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.” (v. 45). El calor del sol que nos ilumina es una manifestación del amor con que Dios ama a todos los seres humanos sin distingos.
También dijo: “Si alguien te hiere en la mejilla derecha, ponle también la otra.” (Mt 5:39).
Señor, ¿Tan manso debo ser? Si quieres ser mi discípulo, sí.
Los rasgos de su carácter habían sido profetizados por Isaías: “No gritará, ni alzará su voz…”. Es decir, Él hablará siempre con una voz suave.
“No quebrará la caña cascada...” Es decir, la caña que está a punto de romperse Él no la quebrará, sino más bien la enderezará. Tendrá compasión de ella.
“No apagará el pabilo que humeare…” Si alguien estuviere a punto de desfallecer, Él lo levantará. En suma, los débiles tendrán en Él consuelo y fortaleza (Is 42:2,3).
Pero veamos algunos ejemplos adicionales de la dulzura de Jesús:
“¡RAZA DE VÍBORAS!” (Mt 23:33)
“¡SEPULCROS BLANQUEADOS!” (Mt 23:27).
“¡AY DE VOSOTROS, ESCRIBAS Y FARISEOS HIPÓCRITAS!” (v. 14)”
“¡AY DE VOSOTROS, GUÍAS CIEGOS!” (v. 16).
“¡AY DE VOSOTROS… QUE DEVORÁIS LAS CASAS DE LAS VIUDAS!” (v. 14)
“¡INSENSATOS Y CIEGOS!” (v. 17)
“¡QUE CAIGA SOBRE VOSOTROS TODA LA SANGRE INOCENTE QUE SE HA DERRAMADO SOBRE LA TIERRA!” (v. 35)
¿Qué pasó con el dulce Jesús que dice esas cosas terribles? ¿Cómo explicar que use ese lenguaje? Un autor judío ha acusado a Jesús de no poner en práctica su propia enseñanza, y de ser un hipócrita.
¿Por qué no fue compasivo con los fariseos? ¿Por qué no estuvo dispuesto a perdonarlos? Es que si hay algo que Dios abomina, y que Jesús detesta, es la falsedad, la simulación y la mentira.
Al fariseo que había ido al templo a orar, y que se alababa a sí mismo porque cumplía toda la ley, Jesús no lo elogia, sino al contrario, expone sus pecados; alaba, en cambio, al publicano que se consideraba indigno reconociendo sus pecados (Lc 18:9,14).
Él condena a los fariseos porque dicen y no hacen (Mt 23:3). No practican lo que enseñan, sino lo contrario.
Ésa es una acusación que Dios pudiera estar dirigiendo a nosotros. No vaya a ser que nosotros también decimos pero no hacemos. Les predicamos a otros, pero no practicamos lo que predicamos. Examínese cada cual a sí mismo. Mejor será que nuestra conciencia nos reproche nuestra falsedad, que no que sea Dios quien nos la eche en cara.
Los fariseos, dice Jesús, no practican lo que enseñan y pretenden ser lo que no son.
Nosotros vemos mucho de eso también en el mundo cristiano, y ése puede ser quizá uno de los motivos por los que este capítulo figura en los evangelios. No sólo como historia, sino también como advertencia. Quizá nosotros alguna vez hemos caído en un pecado que sólo Dios conocía, pero hemos seguido pretendiendo que éramos buenos cristianos, pretendiendo ser lo que no éramos. Y Dios, en lugar de exponer a la vista de todos nuestra falsedad, compasivamente nos dio tiempo para arrepentirnos.
Jesús reprocha a los fariseos que hagan sus obras para ser vistos por los hombres, no por Dios (Mt 23:5). Quieren que todos vean lo buenos que son. No las hacen para Dios, sino para vanagloriarse de ellas.
Jesús nos advierte: “Tú cuando ores no seas como los hipócritas, que oran en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres. Pero tú cuando ores, entra a tu cuarto y cierra la puerta y ora a tu Padre en lo secreto, y Él te recompensará en público.” (Mt 6:5,6)
Eso no quiere decir que no debamos orar en público, pues hay ocasiones para hacerlo. Pero la oración en público suena vacía, hueca, cuando no tiene el soporte de la oración privada, que es de donde viene la unción del Espíritu. Si nosotros no oramos en nuestra cámara secreta, en intimidad con Dios, ¿con qué autoridad podemos orar en público?
También dijo Jesús: Cuando des limosna no toques trompeta para que todos lo vean y te alaben, sino aconsejó: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha.” (Mt 6:2,3).
Nos está diciendo que debemos ser discretos cuando hacemos obras de caridad, porque las hacemos para Dios, que ama al pobre, no para que nos admiren y elogien nuestra generosidad.
Eso me hace pensar en las empresas modernas y las instituciones del estado que suelen tener un departamento de imagen institucional para mostrar una buena cara al público. Eso es hipocresía institucionalizada.
Pudiera ser que se trate de una empresa que explote a sus obreros y empleados pagándoles sueldos muy bajos y que, al mismo tiempo, se jacte, por usar un término de moda, de ser una empresa con un alto sentido de responsabilidad social, participando en comisiones y actividades en ese campo. Cuando se produce una denuncia laboral que afecte al prestigio de la empresa, llaman inmediatamente al especialista en imagen, como quien llama al bombero, para restablecer el buen nombre de la firma y apagar el escándalo.
No puedo imaginar una iglesia que tenga un departamento de imagen institucional, para aparecer ante el público como lo que no es.
Jesús no tuvo un departamento de imagen, Él, que decía no tener dónde recostar la cabeza (Mt 8:20). Tampoco lo tuvieron los apóstoles, que no ocultaron su profesión de modestos pescadores; ni menos lo tuvo Pablo, que andaba proclamando sus pecados pasados, y acusándose de todo el mal que había hecho a la iglesia cuando la perseguía, y que decía de sí mismo, como supremo elogio, que era menos que un abortivo (1Cor 15:8). En el capítulo 7 de Romanos él da a entender que estaba acosado por tentaciones, al punto que no sabía qué hacer consigo mismo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rm 7:24).
Menos debemos tener un departamento semejante los cristianos, y si lo tuviéramos, debería ser para que la gente nos vea como lo que somos: pecadores arrepentidos.
Nosotros podemos engañar y sobornar a los hombres, pero no podemos engañar ni sobornar a Dios.
De ahí que Jesús preguntara: “¿Por qué miras la paja en el ojo ajeno si tienes una viga en el tuyo?”. (Mt 7:3,4). ¿Cómo será tener una viga en el ojo? Jesús usaba con frecuencia un lenguaje exagerado para dar un mayor impacto a sus enseñanzas.
Notemos que los pecados que la gente del mundo juzga pequeños, son grandes pecados si los comete un cristiano. El cristiano debe mantener su túnica blanca impecable. Lo que para el mundo sería una pequeña mancha, en la túnica del cristiano sería una mancha grande. Nosotros no nos emborrachamos, pero a veces actuamos como si lo estuviéramos, estando de hecho completamente sobrios. Y el nombre de Dios es blasfemado entre los mundanos.
Jesús alaba a su Padre porque “escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños.” (Lc 10:21). ¿Por qué lo hizo? Porque hay quienes ven, y no perciben; oyen, pero no entienden (Mr 4:12; cf Is 6:9,10), porque su corazón se ha endurecido por el orgullo y el pecado disimulado.
Estas dos cosas son perdición para el hombre. Ése era el pecado de los fariseos. Ellos eran orgullosos y ocultaban sus pecados para aparentar ser hombres justos y piadosos. Pero Jesús, que tenía ojos para ver el interior del hombre, tenía buen motivo para echarles en cara su hipocresía. En cambio, Él se apiada de la mujer pecadora y del publicano Zaqueo, porque no disimularon su condición.
Él les dice: “Yo no he venido a llamar a (los que se creen) justos, sino a (los que saben que son) pecadores.” (Mt 9:13).
Los fariseos tomaban mal que Jesús comiera con cobradores de impuestos y pecadores, y no con ellos. Él les contesta: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mr 2:17a). Si ustedes reconocieran que están enfermos, yo me reuniría con ustedes. Pero ustedes están sanos; son justos, son perfectos, cumplen toda la ley minuciosamente. No tienen necesidad de mí.
Él no había venido a llamar a justos, sino a los pecadores, que era la gente que los fariseos evitaban, pero que son los que más necesidad tienen de Dios, y están más dispuestos a reconocerlo (Mr 2:17b; Lc 5:30-32).
Es a ellos a quienes nosotros debemos buscar. Sin embargo, debemos reconocer que los creyentes tenemos la tendencia de juntarnos entre nosotros, y de evitar reunirnos con la gente del mundo, en parte, porque ya no nos sentimos cómodos con ellos, y en parte también, porque con frecuencia ellos nos evitan. Aunque nos respeten, nos hemos convertido para ellos en unos aguafiestas.
¿Cómo hacer entonces para predicarles? Es un reto que no es fácil de resolver.
Los fariseos –dice Jesús- “aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.” (Mt 23:6). ¿Por qué es eso? Porque aman ser reconocidos, que la gente los salude y que los respeten. Pero ¿a quién no le gusta ser reconocido y que lo respeten? Si no hemos de ser hipócritas, diremos que a todos.
A nadie le gusta que lo ignoren, que lo consideren poca cosa, que no lo tomen en cuenta. Ésa es una de las cosas que más nos duele.
Cuando vas a una reunión cristiana ¿dónde te colocas? ¿Atrás o adelante? Según la posición que tengas, procurarás sentarte lo más adelante posible. Eso es normal.
Sin embargo Jesús dijo que cuando fuéramos invitados a una boda no nos sentáramos adelante, sino atrás, para que no tuviéramos que ceder ese lugar a otro más distinguido que uno. Y que más bien nos sentáramos atrás, para que el que nos convidó nos diga que nos sentemos más adelante (Lc 14:8-10). Él concluye esa enseñanza diciendo: “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será exaltado.” (Lc 14:11).
Jesús dijo también: “No os hagáis llamar Rabí, porque uno solo es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.” (Mt 23:8-10). No tratemos de ponernos por encima de otros, o de creernos más, ni de alardear de sabiduría, porque podemos quedar en ridículo.
Él dijo:“El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo” (Mt 23:11), y nos dio un ejemplo práctico tan extraordinario, lavándoles los pies a sus discípulos, que Pedro, escandalizado, cuando le llegó su turno, se opuso a que se los lavara a él. Después les advirtió que al obrar de esa manera Él les había dado ejemplo, para que ellos también hicieran lo mismo. Esto es, que nos sirviéramos unos a otros (Jn 13:5-15). Pero la tendencia natural del hombre no es servir a los demás, sino servirse de ellos.
También les dirigió estas palabras terribles: “Diezmáis del eneldo, la menta y el comino, pero dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe.” (Mt 23:23). Ése era el gran problema con ellos, en el cual también podemos caer nosotros; esto es, darle importancia a las minucias y descuidar lo principal, lo esencial.
“Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robos y de injusticia.” (v. 25-28). La gente del mundo dice: Hay que guardar las apariencias, hay que preservar la imagen. ¡Cuidado con los escándalos, que lo arruinan todo y nos humillan!
¿Qué es lo que más nos preocupa a nosotros? ¿Nuestra fachada, o nuestro interior? Sólo Dios ve nuestro interior. Él nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Él sabe todo lo que sentimos, deseamos y pensamos; y lo que hacemos sin que nadie nos vea, salvo Él.
Lo malo es que aunque los demás no lo vean, lo que uno es por dentro con el tiempo se nota. Tarde o temprano saldrá a luz. Y todo el mundo terminará por enterarse de lo que uno es en realidad: “Por sus frutos los conoceréis. Porque el árbol bueno da frutos buenos, y el malo da frutos malos” (Mt 7:16,17).
Jesús dijo en otro lugar: “De la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt 12:34). Las cosas de las que generalmente hablamos son las que tenemos en el corazón. ¿Cómo te expresas tú de los demás? Eso muestra lo que tú en realidad piensas de ellos, aunque seas todo sonrisas.
¿Amas a tu prójimo realmente, o lo miras con desprecio? ¿Está tu corazón lleno de amor, o de indiferencia? Aunque no lo quieras, tus sentimientos a la larga se reflejarán en tus palabras.
Terminaré con un pequeño poema que he traducido del alemán lo mejor que puedo:

* MEJOR QUE ESCUCHAR UNA PRÉDICA ES VERLA.
* MEJOR QUE MOSTRARTE EL CAMINO ES QUE VENGAS CONMIGO.
* EL OJO ES MEJOR ALUMNO QUE EL OÍDO.
* EL MEJOR CONSEJO A VECES CONFUNDE, PERO EL BUEN EJEMPLO ES SIEMPRE CLARO.

NB. El presente artículo está basado en la transcripción de una enseñanza dada en la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo, el 31.01.11.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
  
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#746 (30.09.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 2 de marzo de 2011

LA JUVENTUD DE SAULO, LLAMADO TAMBIÉN PABLO

Por José Belaunde M.

Consideraciones acerca del libro de Hechos IV

No es difícil destacar la importancia que tuvo el apóstol Pablo en la primera expansión del cristianismo, la religión surgida de las enseñanzas, y de la vida, pasión y muerte de Jesús de Nazaret. Ha habido historiadores que han sostenido que de no haber sido por Pablo, el movimiento de los que se agruparon en torno de la memoria del Maestro galileo, no habría pasado de ser una secta efímera de las muchas que había en el judaísmo de ese tiempo, y que pronto habría sido olvidado.
Pero nosotros que tenemos una visión distinta de la historia, sabemos que fue Dios quien dirigió los primeros pasos, al comienzo tímidos, y poco a poco más osados de la iglesia, y que Él había no sólo preparado a Pablo para su misión, sino que lo había escogido para ella desde antes de nacer (Gal 1:15,16); y que si Pablo le hubiera fallado, o se hubiera negado a cumplirla, no habría dejado caer sus planes por tierra, sino que habría levantado a otro hombre que lo sustituyera para llevarlos a cabo.
Sin embargo, es un hecho innegable que Pablo ocupa un lugar prominente en la difusión de la nueva fe y en la formulación de su doctrina. Más de la mitad del libro de los Hechos de los Apóstoles, que narra los comienzos de la iglesia, está dedicada a sus andanzas; y la cuarta parte de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por él. Es un hecho también que por la formación que había recibido y por las condiciones de su carácter, él era la persona más adecuada para la misión que le tocó desempeñar.
Después de Jesús, él es la figura más importante del surgimiento del cristianismo. Sobre él se han escrito más libros que sobre ningún otro personaje de la historia cristiana, salvo Jesús naturalmente (y su madre, sobre la cual hay también una vasta literatura).
Pero ¿quién es este controvertido personaje acerca del cual se ha derramado tanta tinta y que ha suscitado tantas polémicas?
Poco se sabe de su origen. Él mismo nos da escasos datos. Había nacido en la ciudad de Tarso (Nota 1). Su nombre hebreo era Saúl (2), nombre famoso en la historia del Antiguo Testamento por ser el del primer rey de Israel. Como él declara pertenecer a la tribu de Benjamín (“circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de benjamín…” Flp 3:5; Rm 11:1), a la que pertenecía también el rey Saúl, es posible que sus padres le dieran ese nombre para subrayar su pertenencia a esa tribu.
¿En qué año nació Pablo? No hay ningún dato que permita establecerlo con seguridad, pero él debe haber nacido en los primeros años de la era cristiana, alrededor del año 10 DC, aunque algunos sitúan su nacimiento hacia el año 6, e incluso 3 o 4 años antes. La palabra neanías con que lo designa el libro de Hechos (7:58, y que RV60 traduce imperfectamente como “joven”) en el martirio de Esteban, ocurrido hacia el año 32 DC, no permite fijar su edad con precisión porque esa palabra griega designa a un varón en el rango de 24 a 40 años de edad aproximadamente.
Él se describe también a sí mismo como “hebreo, hijo de hebreos” (Flp 3:5), lo cual quiere decir que era un judío de habla aramea, no un helenista (es decir, un judío de habla griega) aunque también hablaba ese idioma, como era inevitable, habiendo nacido en un ambiente donde todo el mundo lo hablaba. Eso, unido al hecho de que él proclame: “Yo soy fariseo, hijo de fariseos” (Hch 23:6: cf 26:5; Flp 3:5) quiere decir que él no era un judío asimilado a la cultura griega, como lo eran muchos de los judíos nacidos en la diáspora, sino que su familia había conservado su identidad judía, algo de lo que él se sentía orgulloso.
El hecho de que él fuera fariseo es muy singular, porque los fariseos eran enemigos de Jesús, y por tanto, él estaba llamado también a serlo, como de hecho lo fue al principio, como bien sabemos. Sin embargo, Dios lo usó no en contra sino a favor de la causa de su Hijo. ¡Misterios de la Providencia, que convierte a los enemigos en aliados! (3)
Jerónimo cita una tradición según la cual los antepasados de Pablo procedían de Giscala en Galilea, pero llevaban posiblemente algún tiempo instalados en Tarso. No obstante, él fue enviado temprano a Jerusalén (probablemente en la adolescencia), donde fue alumno de un maestro famoso, Gamaliel (Hch 22:3). (4)
Hablaba por lo menos tres idiomas: griego, en el que escribió sus cartas, y que debe haber aprendido de niño; arameo, que era su lengua materna, que se hablaba en el territorio que hoy llamamos Palestina; y hebreo, por sus estudios. No se sabe si hablaba también latín, pero es poco probable.
¿Tuvo Pablo hermanos o hermanas? Se sabe por lo menos de la existencia de una hermana, cuyo hijo se enteró del complot que cuarenta judíos tramaron para asesinar a Pablo, y que el muchacho delató al tribuno romano, el cual decidió enviar a Pablo de noche a Cesarea, salvándole de esa manera la vida (Hch 23:12-35). La Providencia cuidaba la vida de Pablo, porque él tenía todavía, en esa etapa avanzada de su vida, mucha obra que llevar a cabo para Él.
No se sabe cómo la familia de Pablo adquirió el derecho a la ciudadanía romana (Hch 22:28), pues no era automáticamente concedida a todos los nacidos en Tarso, pero es indicativo de que su familia gozaba de buena posición económica (5). Ser ciudadano romano traía consigo gozar de una serie de útiles privilegios, que incluían el derecho a un juicio público en caso de ser acusado de algún crimen; ser exceptuado de las formas más ignominiosas de castigo (como ser azotado, aunque él en la práctica sí lo fue varias veces por los judíos); y no poder ser ejecutado en forma sumaria.
Gozar de la ciudadanía romana le trajo a Pablo, en efecto, enormes beneficios. Por de pronto, le sirvió para protestar por el hecho de que hubiera sido encarcelado y azotado en Filipos sin haber sido sometido a juicio, y para que los magistrados lo liberaran al día siguiente de prisa y asustados por las posibles consecuencias de su error (Hch 16:23, 35-39). Segundo, en el alboroto ocurrido en Jerusalén, causado por algunos que lo acusaron de haber introducido a gentiles en el templo (un hecho considerado sacrílego) al alegar su ciudadanía romana obtuvo que el tribuno le permitiera dirigirse al pueblo amotinado para defenderse (Hch 21:37-40). Tercero, lo libró de ser azotado cuando estaba a punto de serlo, al revelarle al centurión que él era ciudadano romano (Hch 22:22-29). Cuarto, ser ciudadano romano le aseguró que las autoridades romanas lo trataran con consideraciones durante su encarcelamiento a partir de ese momento, y que el tribuno lo protegiera del complot ya mencionado para asesinarlo que se tramaba contra él (Hch 23:12-35). Quinto, le permitió apelar al César cuando el gobernador Festo en Cesarea, para congraciarse con los judíos, estaba dispuesto a hacerlo juzgar por éstos en Jerusalén, lo que hubiera significado su muerte segura (Hch 25:1-12). Por último, permitió que él fuera enviado prisionero a Roma sin ser encadenado y que, haciendo escala en Sidón, pudiera visitar a unos amigos (Hch 27:3); y que, asimismo, llegado a la capital del imperio, gozara de lo que hoy llamamos “arresto domiciliario”, en vez de ser enviado a la cárcel como un reo cualquiera (Hch 28:16).
Una pregunta obvia que surge de estos relatos es: ¿Tomaban las autoridades romanas la sola palabra de Pablo como evidencia de que él fuera ciudadano sin que él llevara consigo un documento que lo probara? Cuando nació él fue inscrito en los registros de Tarso, y su padre debe haber recibido, según la costumbre, un certificado de la inscripción, tal como se hace hoy día(6). Pero ¿lo llevaba Pablo consigo? Probablemente no, porque corría peligro de perderlo con tanto viaje, y porque Lucas, siempre tan exacto, no lo menciona. Quisiera anotar que en esa época la palabra de las personas tenía un valor mucho mayor del que le acordamos nosotros. De otro lado, dado que en Tarso estaba el registro de su nacimiento, de haber dudado de su palabra, las autoridades hubieran podido mandar verificar su aserto. Puesto que alegar ser ciudadano romano sin serlo era considerado una grave ofensa bajo las leyes del imperio, sus interlocutores sabían que él difícilmente se atrevería a pretender poseer esa condición si no era verdad.
Como todos los jóvenes israelitas de su tiempo, aun de fortuna, él aprendió temprano un oficio para que pudiera ganarse la vida con sus manos en caso de necesidad, según el dicho rabínico: “El que no enseña a su hijo a trabajar le enseña a robar.” Sabemos que eso le fue muy útil en más de una oportunidad, porque en varias instancias de su vida él se mantuvo a sí mismo y a sus colaboradores con su oficio de fabricante de tiendas, algo de lo que alguna vez él se jacta (Hch 20.34), porque él no quería ser una carga para las iglesias (1Ts 2:9; 1Cor 4:12a). El libro de los Hechos relata que cuando él llegó a Corinto viniendo de Atenas, se encontró con los esposos Aquila y Priscila –judíos convertidos al cristianismo- y que trabajó con ellos durante algún tiempo, porque eran del mismo oficio (Hch 18:2,3).
Era natural que él hubiera aprendido ese oficio porque las tiendas de campaña, que nosotros llamaríamos carpas, en las que los israelitas vivieron durante su peregrinaje en el desierto, y que eran entonces muy usadas en el Oriente por los viajeros, -y siguen siéndolo todavía por los beduinos contemporáneos- eran fabricadas con un fieltro áspero de pelos de cabra, no tejidos sino comprimidos, por el que se hizo famosa la provincia de Cilicia, al punto que se le llamaba “cilicio”. Esta palabra nos es conocida por ambos testamentos, porque esa tela tosca y áspera era usada junto con la ceniza como manifestación de duelo, de arrepentimiento, o de intensa oración (1R21:27; Dn 9:3; Lc 10:13; Mt 11:21), y ha pasado a nuestro idioma como símbolo de penitencia.
Habiendo nacido en una ciudad cosmopolita como Tarso, que era un centro afamado de estudios de la filosofía griega, cabe preguntarse ¿cuánto de esa influencia recibió él antes de ir a Jerusalén a estudiar bajo Gamaliel? No sabemos porque ignoramos a qué edad fue enviado a Jerusalén. Él mismo dice: “Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres…” (Hch 22:3). Es posible que el ambiente judío estricto de su familia piadosa lo aislara de la influencia de la filosofía dominante en su ciudad natal, cuyos escritos principales él no parece haber leído. Como todo niño judío, él debe haber asistido a partir de los 5 ó 6 años de edad a la escuela adosada a la sinagoga para memorizar las Escrituras, y debe haber sido admitido como alumno en la escuela de Gamaliel, según la costumbre, en la adolescencia, alrededor de los 13 años. La frase “criado en esta ciudad” hace pensar que él pudo haber sido enviado a Jerusalén incluso de niño, donde su hermana pudo haber cuidado de él. También es cierto, de otro lado, que sus escritos muestran cierta familiaridad con la cultura y las costumbres griegas, pero él puede haberla adquirido simplemente por el hecho de vivir en territorios empapados de esa cultura.
En todo caso, por lo que se refiere a su celo por estudiar bajo un maestro tan ilustre como Gamaliel, él mismo declara: “En el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.” (Gal 1:14).
Esas palabras suyas revelan uno de los rasgos de su carácter: él tendía a los extremos y se esforzaba al máximo en todo lo que hacía, casi (o sin casi) como un fanático. Ese puede haber sido uno de los rasgos de su personalidad por los cuales Dios lo escogió para llevar a cabo una misión tan excepcional y arriesgada, y que exigía tantos esfuerzos, como la que le encomendara.
No es pues extraño que él aprobara la lapidación de Esteban ("Saulo consentía en su muerte.” dice Hch 8:1), guardando la ropa que se quitaron los testigos para arrojar los pedrones (Hch 7:58).
Inmediatamente después del martirio de Esteban se desató en Jerusalén una fuerte persecución contra los “nazarenos” -como se les llamaba entonces a los seguidores de Jesús- que hizo que muchos de ellos huyeran a otras ciudades para salvar la vida (Hch 8:12).
Pablo empezó a participar en esa persecución: “Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y mujeres y los entregaba en la cárcel.” (Hch 8:3). Él parece haber sido uno de los principales promotores, si no el principal, de esta persecución, lo cual hacía provisto de los necesarios poderes emitidos por las autoridades del templo: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret, lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron yo di mi voto. (¿Se refiere esto a la ejecución de Esteban, o incluye otras? Yo me inclino por lo primero). Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.” (Hch 26:9-11). Este es un aspecto de su vida que él después se reprochaba amargamente, pues lo menciona avergonzado en más de una ocasión (Hch 22:20; 1Cor 15:9; Gal 1:13; Flp 3:6).
Notas:
1. Tarso, situada en la provincia romana de Cilicia, en el sudeste de Anatolia (la Turquía moderna) era un importante centro comercial y académico. Pablo se refiere a ella como “ciudad no insignificante” (Hch 21:39). La ciudad debía su riqueza a su ubicación geográfica estratégica y a la fertilidad de la llanura que la rodeaba, donde se cultivaba el lino con el que se tejía una tela muy apreciada. Por los restos arqueológicos excavados, debe haber llegado a tener en su apogeo, en el siglo tercero, como medio millón de habitantes. Gracias al prestigio de los filósofos que allí enseñaban Tarso sólo cedía en importancia cultural a Atenas y Alejandría. Cicerón residió en la ciudad los años 50-51 AC como procónsul de la provincia de Cilicia. Julio César la visitó el año 47 AC. El año 41 AC tuvo lugar en Tarso el famoso encuentro entre Marco Antonio y Cleopatra.
2. Pronunciado Shaúl; Saulos en griego, que traducimos como Saulo. Su cognomen romano era Paullus)
3. La palabra “fariseo” (que deriva probablemente del hebreo parush, es decir, separado) aparece por primera vez en “Las Antigüedades de los Judíos” del historiador Flavio Josefo, en conexión con el macabeo Jonatán. Es posible que sus antecesores fueran los “asideos” (hassidim , los leales), grupo de hombres muy celosos de la ley, surgido durante la rebelión macabea, que se dejaron matar sin defenderse un sábado, para no violar el descanso sabático (1Mac 2:42). Triunfada la rebelión, los fariseos se opusieron a que el macabeo Juan Hircano (134-104 AC), que era uno de ellos, asumiera a la vez el título de rey y el de sumo sacerdote, por lo que Hircano se pasó al bando rival de los saduceos.
El conflicto con la dinastía asmonea se agudizó cuando el hijo de Juan Hircano, Alejandro Janeo (103-76 AC), trató de exterminar a sus adversarios, haciendo crucificar a ochocientos de ellos. Sin embargo, según Josefo, en su lecho de muerte él aconsejó a su esposa Alejandra Salomé (76-67 AC) que gobernase junto con ellos. Por ese motivo los fariseos tuvieron mucha influencia durante el gobierno de esa reina, llegando a tener una posición dominante en el Sanedrín, que todavía conservaban en vida de Jesús. Al ser conquistada Palestina por los romanos el año 63 AC, ellos se retiraron de la política para asumir el papel de líderes espirituales del pueblo. No obstante, sufrieron bastante durante el largo reinado de Herodes el Grande (37-4 AC) a quien, por no ser judío sino idumeo, consideraban un usurpador.
Entre tanto, en la segunda mitad del primer siglo AC, surgieron entre los fariseos dos escuelas rivales, lideradas una por el rigorista Shammaí, que era de origen aristocrático; y la otra por Hillel, más liberal, que era de origen plebeyo. Parece que la escuela de Shammaí era la dominante en vida de Jesús, pero después de la destrucción del templo el año 70 DC, los hillelistas asumieron el liderazgo. Bajo la conducción de Johanan ben Zakai ellos desempeñaron un papel muy importante en la reconstrucción del judaísmo en la academia de Yavné, contando con la protección de los romanos.
Los fariseos creían en la inmortalidad del alma, en la resurrección de los muertos, en las recompensas y castigos futuros, y en los ángeles, cosas que los saduceos negaban. Sostenían que la ley de Moisés (la Torá) debía ser interpretada adaptándola a las cambiantes circunstancias de los tiempos. De ahí surgieron las tradiciones de interpretación oral de la ley escrita que llegaron a tener tanta validez para ellos como la misma ley de Moisés, concepción que Jesús les reprochó severamente, porque anteponía la palabra humana a la palabra de Dios (Véase Mt 15:4-6). Daban gran importancia a las normas de la pureza ritual, que según la Ley eran sólo aplicables a los sacerdotes, pero que ellos hicieron extensivas a todos -de donde la exigencia del lavamiento de las manos antes de comer, y de la vajilla, que Jesús también les recrimina (Mt 23:25). Eran también muy exigentes en cuanto al cumplimiento estricto del descanso sabático, para el cual desarrollaron un gran número de normas puntillosas difíciles de cumplir. Ponían gran énfasis en la exactitud del pago del diezmo, en particular de los productos del campo, al punto de que se negaban a comprar alimentos de vendedores no fariseos, y hasta eran renuentes a aceptar invitaciones a comer de los que no fueran fariseos, por temor de que no se hubiera pagado el diezmo debido sobre los alimentos. Se recordará que Jesús les echa en cara que pagaran el diezmo de la menta y del comino, pero que descuidaran “lo más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fe.” (Mt 23:23). Pese al legalismo excesivo en que habían caído, que se prestaba a mucha hipocresía, había entre ellos algunos hombres justos, como el citado Gamaliel (Véase la Nota siguiente) y Nicodemo. Es muy posible que José de Arimatea fuera también fariseo. Buen número de ellos creyeron en Jesús después de Pentecostés (Hch 15:5).
4. Gamaliel, llamado “el Anciano”, nieto de Hillel según la tradición, gozaba de tanto prestigio que recibió el título de Rambbán (nuestro maestro), en vez de Rabí (mi maestro). Él fue quien intercedió a favor de Pedro y los demás apóstoles cuando fueron llevados ante el Sanedrín (Hch 5:34-39). Mostró una actitud compasiva en el establecimiento de muchas reglas que él propició (para proteger a la mujer en el caso de divorcio, o sobre el trato caritativo que debía dispensarse a los no judíos, por ejemplo). Fundó una dinastía de rabinos que presidió el Sanedrín hasta comienzos del siglo II.
5. Según algunos autores el año 171 AC, con el fin de estimular el comercio en Tarso, se ofreció la ciudadanía romana a los judíos que se establecieran en esa ciudad, y uno de los antepasados de Pablo habría estado en el grupo de los que aceptaron esa oferta.
6. La Escritura no menciona este hecho, pero se deduce de la legislación vigente entonces.

#664 (06.02.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).