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lunes, 30 de septiembre de 2024

LA TEMPLANZA Parte 4

LA TEMPLANZA

Parte 4

Muchas personas se convierten en cargas difíciles de soportar para otros a causa de un genio difícil o no controlado. Hay un proverbio que dice "Gotera continua son las contiendas de la mujer", (Pr 19:13b), pero los malhumores del hombre pueden ser más duros de soportar para ella y para sus hijos. El que no controla sus arrebatos pierde autoridad ante los suyos. Notemos, en cambio que el que se domina irradia autoridad.


jueves, 19 de octubre de 2023

LA TEMPLANZA II

LA TEMPLANZA II

¿Qué es lo que domina en mí: los apetitos de la carne -incluso los legítimos- o los deseos del Espíritu? Muchas veces la lucha no es entre el pecado y la gracia, sino entre lo permisible y lo que es más útil y conducente al progreso espiritual; esto es, entre lo bueno y lo mejor.

jueves, 27 de abril de 2023

DILIGENCIA III

DILIGENCIA III

El diligente hace las cosas al ritmo adecuado, pero no por terminar rápido se precipita, porque el que hace las cosas precipitadamente no las está haciendo con cuidado, no las hace pensando. La diligencia incluye no solamente la manera de actuar sino también el cuidado de preparar de antemano lo que uno hace, pensar, usar la cabeza, la inteligencia, para que el resultado sea bueno.

Piensa primero en lo que vas a hacer, piensa en el resultado que quieres conseguir, piensa en las consecuencias. Eso también es actuar con diligencia. Es decir, la diligencia incluye actuar con inteligencia. 




martes, 25 de octubre de 2022

EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD II b

EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD II b

Santiago escribió citando a Jesús "que tu sí sea sí, y que tu no sea no." (St 5:12; Mt 5:37). Eso equivale a decir: que tu palabra tenga el valor de un contrato, aunque no la respalde un papel firmado. Cumple con tus compromisos. Esto es, sé responsable cuando te comprometas. No lo hagas a la ligera, pero si lo haces, honra tu palabra.

Honrar la propia palabra es una norma eminentemente cristiana, porque Dios honra siempre la suya y no defrauda al que en Él confía.




jueves, 19 de mayo de 2022

EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD I b

EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD I b

Al que carece de sentido de Responsabilidad, sea hombre o mujer, le decimos "irresponsable". Irresponsable es la persona a la que no le importa cómo hace o ejecuta las cosas que le han encargado, o que debe llevar a cabo por su posición en la vida. El libro de los Proverbios lo llama "necio", y dice que "como el que se corta los pies y bebe su daño es el que envía recado por medio de un necio," (26:6) aunque, obviamente, la irresponsabilidad no agota el significado de esa palabra.

miércoles, 20 de octubre de 2021

"PECADO DISIMULADO" CONTRASTES EN JESÚS V


EL PECADO DISIMULADO

Hay quienes ven, y no perciben; oyen, pero no entienden (Mt 4:12; cf Is 6:9,10), porque su corazón se ha endurecido por el orgullo y el pecado disimulado.

Estas dos cosas son perdición para el hombre.



miércoles, 6 de octubre de 2021

¿"IMAGEN INSTITUCIONAL"? CONTRASTES EN JESÚS IV


¿"IMAGEN INSTITUCIONAL"? 
CONTRASTES EN JESÚS IV
El cristiano debe mantener su túnica blanca impecable. Lo que para el mundo sería una pequeña mancha, en la túnica del cristiano sería una mancha vergonzosamente grande. Nosotros no nos emborrachamos, pero a veces actuamos como si lo estuviéramos, estando de hecho completamente sobrios. Y el nombre de Dios es blasfemado por ese motivo entre los mundanos.

viernes, 7 de junio de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA I


  LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA I
Un Comentario de Hechos 26:1-11

No podemos dejar de notar que con esta audiencia se estaba cumpliendo lo que el Señor le había anunciado a Pablo, que daría testimonio ante reyes “en presencia de los gentiles”, pues muchos de los que constituían la audiencia lo eran; y “de los hijos de Israel”, pues muchos de ellos estaban presentes; y todos los asistentes en esta oportunidad eran personas de alto rango (Hch 9:15).
26:1. “Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:”
Después de la alocución introductoria que Festo dirige al rey Agripa poniéndolo al corriente de los hechos que convocan la reunión, el rey se dirige a Pablo diciéndole “Se te permite hablar…”. No es un derecho que tenga Pablo, es una concesión que se le hace de que tenga oportunidad de exponer su causa. Son palabras que dirige el que está arriba en autoridad, el que ocupa con soberbia el lugar del juez, al que está abajo, al acusado, al que se mira con desconfianza, aunque no hay acusación concreta que hacerle.

Pensemos en el contraste que ofrecen las personas que lo escuchan, las autoridades romanas y sus invitados, el rey y su comitiva, todos vestidos de gala para la ocasión, y Pablo, cuyo aspecto físico no era nada impresionante, calvo y bajo de talla, sus piernas arqueadas, y llevando puesta una ropa gastada y vieja, como la gente común.
No obstante, Pablo no se inmuta, no pierde la seguridad en sí mismo que le da el Espíritu Santo. Suponemos que estaba de pie, como todo acusado, pero él no baja la cabeza, no empieza balbuceando, sino extiende su mano en señal de autoridad, pidiendo silencio, y habla con voz firme. Su sola actitud segura debe haber impresionado al rey y a Berenice, por no decir a Festo.
Notemos que el discurso de Pablo que sigue a continuación cubre el mismo terreno que expuso en su defensa ante el pueblo amotinado cuando estaba de pie en la torre Antonia (Hech 22:1-21), sólo que ahora, acomodándose a una audiencia diferente, el lenguaje que emplea es más elegante y pausado, y está especialmente dirigido para impresionar a Agripa.
Según F.F. Bruce en el discurso de autodefensa de Pablo, que se extiende hasta el vers. 23, pueden distinguirse siete partes: 1) El exordio (v. 2 y 3); 2) Su herencia farisea (v. 4-8); 3) Su celo perseguidor contra los nazarenos (v. 9-11); 4) Su visión camino a Damasco, acontecimiento que cambió radicalmente el curso y sentido de su vida (v.12-18). Preguntémonos de paso, ¿hay alguna vida que pueda permanecer siendo la misma, y no ser completamente cambiada si se encuentra súbita e inesperadamente con Jesús? 5) Su obediencia sin fallas a la visión (v. 19,20); 6) Su arresto en el templo (v.21); y 7) Su enseñanza (v.22,23).
2,3. “Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.”
Pablo omite las palabras de halago que suelen dirigirse a los poderosos en ocasiones semejantes para atraerse su favor, y se limita a decirle que se considera afortunado de que pueda defenderse ante él de las acusaciones que le han hecho por un motivo de orden práctico: Por su nacimiento y educación el rey conoce, las Escrituras del pueblo judío, la ley, los profetas y los escritos, y podrá entender los argumentos que él esgrima, no como los funcionarios romanos que no entienden de esas cosas. Él invoca la paciencia del rey para que pueda explayarse con tranquilidad.
4,5. “Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo.”
Lo que yo he hecho y cómo he vivido lo conocen todos los judíos, dice él, porque desde joven ha vivido en Jerusalén (dando con ello a entender que él no nació ahí) y pertenecía a la secta de los fariseos que es la más estricta y exigente de nuestra religión. De eso pueden dar fe todos los que me acusan, si quieren decir la verdad.
6,7. “Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.”
Pablo ahora muy astutamente sitúa la acusación que se le dirige, que en realidad era de haber introducido a un no judío en el área del templo vedada a los gentiles, al campo de las discrepancias entre fariseos y saduceos sobre la esperanza de la resurrección de los muertos, que los segundos niegan, pero que los primeros afirman vehementemente como parte esencial de las promesas de Dios a Israel. (Nota). Es como si dijera, yo estoy aquí ante este tribunal por una cuestión de doctrina, tema que no tiene nada de criminal, sino que algunos del partido de los saduceos han tomado demasiado a pecho que yo defienda el punto de vista fariseo. Pablo asume que Agripa cree en la resurrección o, al menos, no lo considera imposible, si no está plenamente convencido de ella. Pablo es sin duda consciente de que el rey es un hombre frívolo, que no tiene convicciones religiosas profundas y que, por tanto, no está dispuesto a condenar a nadie por diferencias de opiniones en esos temas. Pablo incide en este tema porque le va a permitir hablar más delante de Jesús resucitado.
8. “¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?”
En este momento Pablo lanza una pregunta en forma de reto no sólo al rey Agripa y a su hermana, sino a todos los que le escuchan: ¿Es cosa increíble que Dios pueda resucitar a los muertos? Como si dijera: Siendo Él todopoderoso, ¿no sería Él capaz de hacerlo? ¿Lo creen ustedes? ¿O hay algo imposible para Dios? Si Jesús, viviendo entre nosotros como hombre, resucitó a un difunto más de una vez, ¿el Dios omnipotente no podría hacer lo que anuncian las Escrituras? (Véase Sal 16:9,19; cf Hch 2:26,27).
En este momento Lucas empieza a narrar por tercera vez la historia de la conversión de Pablo. Ya lo ha hecho al relatar lo ocurrido cuando Pablo iba camino a Damasco (Hch 9:1-19), y cuando Pablo se defiende ante el pueblo (22:6-16). ¿Para qué lo hace de nuevo? Según el abogado John W. Mauck, autor del interesante libro “Paul on Trial”, que hace un análisis desde el punto de vista legal de éste y otros pasajes del libro de Hechos, Lucas lo hace: a) para introducir nuevos argumentos legales que sirvan a Pablo cuando sea juzgado por el tribunal del César en Roma; b) para dar un énfasis especial a determinados argumentos; c) con propósitos de evangelización al narrar su extraordinario encuentro con Jesús; y d) para recurrir eventualmente a la influencia política, teniendo en cuenta la cercanía de Agripa con Nerón. En el desarrollo de este artículo y de los dos subsiguientes de este mismo título se va a incidir en estos temas.
9,10a. “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén.”
Pablo dice que él consideraba como deber suyo perseguir a los seguidores de Jesús de Nazaret que había entre su pueblo. Más exactamente dice que consideraba su deber actuar “contra el nombre de Jesús de Nazaret”, esto es, negando no solamente a la persona y a lo que se contaba acerca de su vida, obra y milagros, sino también su dignidad y autoridad como enviado de Dios y Mesías. ¿Por qué lo consideraba su deber? Porque Jesús había sido condenado por el Sanedrín como un malhechor, blasfemo, falsario e impostor, y que había sufrido una muerte infame.
Para entender por qué a un judío como Saulo, plenamente convencido de la verdad de las promesas hechas por Dios a su pueblo sobre el futuro Mesías que restauraría el poder de su pueblo y derrotaría a sus enemigos, la prédica acerca de Jesús era absurda, hay que tener en cuenta que la sola noción de un Mesías que muera era incoherente, peligrosa y herética. El Mesías esperado por Israel vendría a triunfar, no a morir en manos de gentiles. Saulo tenía quizá ya entonces la intuición premonitoria de que la doctrina tradicional del judaísmo y lo predicado por los nazarenos eran mutuamente incluyentes. No cabía compromiso entre ambos aunque los segundos siguieran asistiendo a las sinagogas.
10b. “Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.”
Armado de los poderes que le habían otorgado las autoridades del templo (que en asuntos de religión los romanos reconocían) él hacía meter en la cárcel a muchos de los partidarios de esta execrable herejía, (notemos que Pablo, ya convertido, los llama “santos” a los creyentes en Jesús). La frase “cuando los mataron, yo di mi voto” puede referirse a la muerte de Esteban, aunque no es seguro. Podría tratarse de otros nazarenos que fueron juzgados en las sinagogas, cuyos directivos podían constituir un tribunal menor, y en cuyos casos él hubiera podido votar, casos que, sin embargo, el libro de Lucas no registra.
11. “Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.”
Ya capítulos atrás el libro describe cómo “Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.” (8:3; véase Gal 1:13). En 1 Tm 1:13 Pablo dice que lo hacía por ignorancia.
Donde dice “les forcé a blasfemar” el texto debería correctamente decir que “trataba de hacerlos blasfemar” pues en el original el verbo figura en tiempo perfecto. Es sabido que el testimonio de una carta que Plinio, el joven, gobernador en Bitinia, dirige al emperador Trajano, que era imposible hacer que los que son realmente cristianos blasfemen del nombre de Cristo, aun torturándolos. Esa prueba era usada precisamente para identificar durante las persecuciones a los que realmente lo eran, y no inculpar a los que habían sido falsamente usados de serlo.
Saulo afirma que no limitaba sus acciones a la ciudad de Jerusalén, sino que lo hacía también en las ciudades vecinas, como él da testimonio en Hch 22:4,5.

Nota: Nótese que todos los escritores del Nuevo Testamento mencionan a las doce tribus como a una realidad de su tiempo, en particular St 1:1, o Lucas 2:36 al hablar de Ana, la profetisa de la tribu d Aser. Pablo mismo en Flp 3:5 dice que él era de la tribu de Benjamín. Ninguno de ellos sabe algo acerca de la ficción de las 10 tribus perdidas de Israel.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#975 (14.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 13 de julio de 2018

DEFENSA DE PABLO ANTE EL PUEBLO II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE EL PUEBLO II
Un Comentario de Hch 22:12-29
Pablo continúa ante la multitud airada el relato de su conversión para explicar el cambio de su actitud frente a los seguidores de Jesús, al haber pasado de activo perseguidor a denodado apóstol suyo.

12,13. “Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y  en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.”
Enseguida Pablo relata cómo Ananías vino a verle de parte de Dios recalcando, para que tomen nota los que lo escuchan, que se trataba de una “varón piadoso según la ley”, que gozaba de buen nombre entre los judíos de la ciudad. Pero nada dice de cómo el Señor se le había parecido en visión a Ananías y cómo le había ordenado que fuera a buscarlo y le impusiera las manos para que recobrara la vista, ni menciona la resistencia que Ananías opuso inicialmente a cumplir ese encargo, dada la fama de perseguidor de los discípulos que precedía a Saulo (Hch 9:10-18).
 Sin embargo, cuenta cómo, llegado Ananías, él efectivamente, y a su sola palabra, recobró la capacidad de ver que había perdido.
14,15. “Y él dijo: el Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo (Nota 1), y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.”
Pablo resume las palabras que Ananías le dirigió además de parte de Dios: Él te ha escogido, en primer lugar, para que veas y oigas al Justo (esto es, implícitamente, a Jesús resucitado y en gloria; y segundo, para que seas testigo ante todos los hombres de que Él está vivo. De esta manera Pablo recibe, por boca de Ananías, el encargo, o comisión, de Dios de predicar el Evangelio a los gentiles. Por eso él puede escribir en Gálatas que así como a Pedro le había sido confiado el Evangelio de la circuncisión, a él le había sido confiado el de la incircuncisión (Gal 2:7,8); y que él había recibido esa comisión no de hombre alguno, sino directamente de Dios (1:1).
16. “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.”
Las últimas palabras de su relato contienen una confesión de fe en la divinidad de Jesús, porque sólo el nombre de Dios puede ser invocado. Jesús había dicho una vez a un paralítico, para escándalo de los escribas y fariseos: “Tus pecados te son perdonados” (Mr 2:5). Jesús tiene el poder de perdonar los pecados, algo que sólo Dios puede hacer. Vale la pena notar que el bautismo era entonces la introducción a la vida cristiana, en la que el creyente hacía una confesión pública de fe en Jesús, a la vez que sus pecados le eran perdonados. (Mt 28:19; Mr 16:16; Hch 2:38; 8:12; 8:36-38; 9:18; 10:47,48; 16:30-33; 18:8; 19:4,5). Lamentablemente para muchos, con el paso del tiempo, el bautismo se ha convertido en un rito meramente simbólico, o en una mera formalidad.
Pero esta parte del relato de Pablo no suscitó en ese momento ninguna reacción airada de parte de sus oyentes que le seguían escuchando, quizá algunos atentamente, quizá otros intrigados, y otros, desconfiados y desafiantes.
17,18. “Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.”
Pablo condensa en su relato los acontecimientos posteriores a su conversión, tales como su predicación en Damasco y su fuga de esa ciudad, así como su estadía en Arabia y su retorno a Damasco, de la cual vino a Jerusalén, y cómo los discípulos lo evitaban hasta que Bernabé, que había sido testigo de su obra en Damasco, lo trajo a los apóstoles y les habló a favor de él.
Pablo narra en este punto un acontecimiento importante que no figura en el relato que hace Lucas de su conversión y del inicio de su labor apostólica (Hch 9:26-30): el éxtasis que experimentó mientras oraba en el templo, y las palabras que Jesús le dirigió instándole a salir pronto de Jerusalén porque los judíos de la ciudad rechazarían su testimonio.
19-21. “Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.”
En su diálogo con Jesús Pablo da como motivo del rechazo de su testimonio por los judíos, el que ellos hubieran sido testigos de cómo antes de su conversión, él era un furibundo perseguidor de los cristianos, y cómo él había aprobado el lapidamiento de Esteban (Hch 7:58). El cambio inesperado de actitud hacia los seguidores de Cristo que había experimentado Pablo era no sólo causa de que no aceptaran su testimonio, sino que, más allá de eso, explica el odio que sus connacionales concibieron contra él, al considerarlo un apóstata de la religión de sus mayores y un traidor a su patria.
Por lo mismo Jesús le reitera la comisión que ya le había dado cuando fue bautizado, de ir a predicar su nombre a los gentiles.
22-24. “Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.”
La multitud le había estado oyendo hasta ese punto, pero cuando le oyeron contar que el Señor lo enviaba a predicar a los gentiles, comenzaron a gritar indignados que Pablo debía morir.
¿Qué es lo que había de ofensivo para ellos en esa palabra? El pueblo judío mantenía una estricta separación con los no judíos que eran, a su entender, impuros por la vida pecadora que llevaban. Las normas y prescripciones alimenticias y de otro tipo de la ley, y de las tradiciones de sus mayores (es decir, lo que los fariseos habían agregado con el tiempo y que Jesús tanto criticó, la llamada “ley oral”) tenían por finalidad mantener esa estricta separación, que aun los creyentes de origen judío respetaban. Ese es el motivo del incidente de Antioquía que relata Pablo en Gálatas, causado por el hecho de que Pedro, que no tenía inconvenientes en comer junto con cristianos gentiles, se apartó de ellos cuando vinieron cristianos judíos de Jerusalén (Gal 2:11,13). Y explica también el reproche que le hicieron a Pedro los apóstoles y los hermanos en Jerusalén, de que hubiera entrado a casa de incircuncisos (el centurión Cornelio) y comido con ellos (Hch  11:1-3); así como su sorpresa de “que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida.” (11:18).
El pueblo judío consideraba que el mensaje de salvación, y el mandato que adorar a un solo Dios dado a Moisés, era sólo para ellos; que era algo que ellos no tenían por qué compartir con ningún otro pueblo. Ellos eran el pueblo elegido y ningún otro pueblo o nación tenía parte en sus privilegios.
Aunque los romanos en general despreciaban a los judíos, habían reconocido y aceptado sus costumbres peculiares, como la de descansar un día a la semana, y su negativa a rendir culto al emperador, a fin de preservar la paz en los territorios que hoy llamamos Palestina, donde vivía buena parte del pueblo judío, pues otra parte, quizá la mayoría, vivía dispersada en el imperio.
Al ver el alboroto que se estaba armando, el tribuno ordenó que metieran a Pablo rápidamente en la fortaleza, y mandó que, según la costumbre de entonces, le azotasen para que confesase porqué motivo la multitud estaba indignada contra él. ¿No había otra manera más justa de interrogarlo? Sí, pero ésa era la más rápida y efectiva.
25,26. “Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.”
Pablo, que en medio de la agitación había conservado la sangre fría, al ver con qué fin lo estaban atando, le preguntó al centurión encargado de cumplir las órdenes del tribuno: ¿No obras contra las leyes que protegen al ciudadano romano al querer azotarme sin que se haya pronunciado sentencia contra mí? Tengamos en cuenta que ésa era una práctica común que los romanos no dudaban en aplicar contra el común de los mortales. Pero el ciudadano romano estaba protegido; no se podía actuar con él de esa manera.
Pensemos: Los hombres de todos los tiempos han tendido a hacer distinciones entre una y otra clase de seres humanos, y dondequiera que ha habido dominación de un pueblo sobre otro, como era  el caso en los antiguos países coloniales, se han establecido privilegios para los dominadores. Sólo en tiempos recientes, y por influencia, -aunque no se quiera admitirlo- del cristianismo, se ha reconocido que todos los seres humanos gozan de los mismos derechos (2).
27-29. “Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.”
En este corto diálogo entre el tribuno –cuyo nombre se revela después que era Claudio Lisias (27:23)- y Pablo, se mencionan las dos formas comunes cómo una persona podía acceder a la ciudadanía romana: Por nacimiento, o comprando ese derecho. La primera era superior a la segunda.
Pablo era ciudadano romano por nacimiento, habiendo nacido en una ciudad a una parte de cuya población, el imperio le había concedido un derecho comparable al de los oriundos de la misma Roma, esto es, que los descendientes de un grupo privilegiado, fueran al nacer automáticamente ciudadanos romanos. El tribuno confesó que él había tenido que pagar una fuerte suma para serlo.
Al enterarse de que Pablo gozaba del privilegio de la ciudadanía romana, se apartaron de él, y el propio tribuno temió que Pablo pudiera acusarlo de haberlo atado para azotarlo sin que hubiera sido condenado por un tribunal legítimo.
Pero ¿cómo podía Pablo alegar fácilmente que era ciudadano romano, y cómo así le creyó el tribuno tan fácilmente sin que le mostrara las pruebas? Era un delito grave alegar ser ciudadano romano sin serlo, y el tribuno debe haber pensado que Pablo no se arriesgaría a cometerlo. Por lo demás, él podría verificarlo fácilmente, si lo deseaba, pues todas las ciudades guardaban registros del nacimiento de sus habitantes.

Notas: 1. Jeremías 23:5,6 llama así al Mesías esperado, descendiente de David, que debía redimir a Israel. Esteban lo llama también así (Hch 7:52). ¿Y quién mejor que Jesús tiene derecho a ese título?
2. Hoy se habla mucho en el mundo, y en los organismos y foros internacionales, sobre los derechos humanos, sin ser conscientes de que los derechos humanos son un producto, o invención, del cristianismo, y que, estrictamente hablando, fuera del ámbito occidental cristiano, casi no se respetan, salvo por imitación, y la vida humana no tiene valor, siendo mirada como algo desechable.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#962 (12.02.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.


viernes, 27 de octubre de 2017

EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN
Un Comentario de Proverbios 11:23-26
23. “El deseo de los justos es solamente el bien; mas la esperanza de los impíos es el enojo.”
En este proverbio el deseo y la esperanza están contrastados. ¿En qué forma están ambos conectados? En que el deseo, una vez concebido en el alma, se convierte en esperanza de alcanzar lo deseado. Parafraseando a un autor del pasado diríamos que los deseos son las alas del alma que la llevan hacia aquello que ama, y no descansará hasta que lo consiga.
Los deseos del justo sólo pueden ser buenos porque todo su ser está orientado hacia el bien, y es Dios quien los inspira (Sal 37:4). El justo sólo desea el bien para otros, y no se resiente de lo que otros y no él recibe, porque sabe que en todo Dios es justo. Él no desea el mal a nadie, ni siquiera a sus enemigos. Si un pensamiento malo le cruza la mente inmediatamente lo aleja de sí, mientras que con el impío sucede lo contrario. Él se deleita en pensar y desear el mal para otros, sin saber que al desear el mal, lo atrae a sí, y que puede sobrevenirle lo que él deseó para otros.
Como desea sólo el bien, el justo puede decir que el Señor es la porción de la herencia que le ha tocado, y que, en verdad, es más deleitosa que ninguna otra, y que nada se compara con ella. Por eso el salmista exclamó: “El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa… Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos (1) y es hermosa la heredad que me ha tocado.” (Sal 16:5,6; cf Sal 73:25).
El desear sólo el bien trae consigo una gran recompensa: poseer y ser poseído por Dios, de modo que sólo se viva para Él (Rm 14:8).
En cambio, la esperanza (algunas versiones dicen la expectativa) del impío es enojo, esto es, disgusto, molestia, fastidio, porque al oponerse siempre a los planes y deseos de Dios, eso es lo que recibe.
Hay un episodio en el libro de Números que ilustra muy bien el mensaje de este proverbio. Durante su marcha por el desierto llegó un momento en que el pueblo hebreo se hartó de comer sólo el maná que caía del cielo cada mañana, y deseó comer carne. Entonces se quejaron a Dios de mala manera, diciendo que mejor les iba cuando vivían como esclavos en Egipto y podían comer de todo (Nm 11:4-6). En respuesta a su queja malagradecida Dios les dijo que puesto que tanto la deseaban ellos comerían carne hasta hartarse (11:18-20). Mandó entonces Dios un viento que trajo codornices del mar en gran número. No bien había comenzado el pueblo a comerlas cuando vino sobre ellos una plaga que causó la muerte de muchísimos de ellos (11:31-33; cf Sal 105:40).
No obstante, F. Delitzsch sugiere que la palabra hebrea ebra debe traducirse no como “enojo”, como hace nuestra versión, sino como “presunción”, de modo que mientras que el deseo de los justos es sólo el bien, la esperanza de los impíos está basada en las sugerencias de su presunción y es, por tanto, vano auto engaño.
            El versículo entero puede también interpretarse en el sentido de las consecuencias: el justo cosechará el bien como fruto de sus aspiraciones, mientras que la recompensa que el impío espera se frustrará, porque incluso cuando trata de hacer el bien, no lo hace rectamente.
Los tres proverbios siguientes (11:24,25,26) contraponen la generosidad con el egoísmo. El que reparte generosamente (v. 24) es el que se inspira en el carácter de Dios, que es generoso por naturaleza, y se goza en bendecir a sus criaturas. El que sacia las necesidades ajenas (v. 25) –que pueden ser muchas y de diversa índole- verá que las suyas son saciadas por canales de provisión inesperados.
Hay algunos que en su egoísmo todo lo quieren para sí y se apropian de lo que no es suyo –como podría ser de la calle o de la vereda, que son lugares públicos- pero cuya codicia suscita el rechazo de sus vecinos y, por último, de la sociedad entera. Todo lo quieren para sí, pero nadie los quiere tener por amigos. Terminan aislados de todos.
Nosotros vemos con frecuencia que el dadivoso es amado por todos, mientras que el tacaño es odiado. La razón es clara: el primero hace felices a muchos; el segundo es causa de mucho sufrimiento ajeno.
24. “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.”
Jesús pudo haberse inspirado en este versículo al decir: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante darán en vuestro regazo.” (Lc.6:38)
            Ser generoso es buen negocio; y malo ser tacaño, porque el amarrete, aunque sea rico, vive como pobre.
            El que reparte participa del espíritu de Dios que es generoso en distribuir sus bendiciones, y en hacer prosperar a los justos (Dt 28:1-14), y por eso cuanto más da, más tiene. La semilla que siembra en los campos de la vida haciendo el bien, le produce un retorno generoso con el cual él llena sus graneros (Gal 6:9). Como se dice en 2Cor 9:6: “El que siembra generosamente, generosamente también segará.”
            El que honra al Señor con sus bienes recibirá con seguridad una cosecha abundante (Pr 3:9,10), pero también el que da a los pobres, porque Dios cuida de ellos (19:17).
            Hay quienes desperdician sus recursos en forma descuidada, y en pecado, amando el deleite, como el hijo pródigo (Lc 15:13,14). El fruto que cosechen será pobreza y necesidad (Pr 21:17).
            El que predica la palabra de Dios y la dispersa por el mundo generosamente, hallará que su conocimiento y entendimiento (que no son lo mismo) espiritual aumentará en la medida en que otros participan de él. En cambio, el que no comparte lo que sabe, pretendiendo reservarlo para sí y obtener una ganancia con lo que recibió por gracia, experimentará una pérdida.
            En el campo de la economía de Dios parece que rigiera una ley paradójica: El que reparte con generosidad verá que sus recursos no disminuyen sino, al contrario, aumentan; mientras que el que retiene para sí todo lo que puede, en lugar de enriquecerse como espera, empobrece. Un epitafio antiguo ilustra lo dicho: “Lo que gastamos, teníamos; lo que ahorramos, lo perdimos; lo que dimos, eso tenemos.”
            El principio enunciado por este proverbio tiene una aplicación práctica en el campo de los impuestos sobre las ventas que retienen las autoridades porque, cuando son excesivos, ahogan la actividad económica y el país empobrece.
            ¿Quién es el que retiene más de lo debido? El que no paga el precio justo por lo que compra, o el que vende usando una pesa falsa (Pr 11:1), o el que niega su ayuda al necesitado pudiendo darla. De esa clase de personas ha dicho el profeta: “Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis…” (Hag 1:5,6). (2)
25. “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.”
El original hebreo dice: “el alma de bendición.” Podríamos comentar: el alma que bendice, será a su vez bendecida. Este proverbio de paralelismo sinónimo es un comentario, o elaboración, de la primera línea del proverbio anterior, y confirma el mensaje de Pr 11:17.
            Isaías contiene una promesa maravillosa para el que parte su pan con el hambriento, y alberga en su casa a los pobres errantes, y cubre además la desnudez de su hermano: “Entonces nacerá tu luz como la aurora, y tu salvación se dejará ver pronto, e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del Señor será tu retaguardia.” (58:8).  Ya desde el Sinaí Moisés conminó al pueblo a ser generoso (Ex 22:25-27; Lv 25:35-37).
            En una de sus homilías Juan Crisóstomo cita algunos proverbios orientales sobre la mayordomía del dinero que contienen interesantes enseñanzas: “Las riquezas del bueno son como el agua vertida en un campo de arroz.” “Los buenos, como las nubes, reciben sólo para dar.” “Los ríos no beben su propia agua, ni los árboles comen sus propios frutos.”
            En la New King James Version se lee: “El que riega a otros, será también regado.” El que lleva a otros el agua de la palabra (Ef 5:26) será abundantemente bendecido porque “de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn 7:38). Regar los campos de la viña del Señor es parte del trabajo del ministro del Evangelio, en el cual a cada uno le toca una parte asignada por Dios, tal como escribió Pablo: “Yo planté, Apolos regó…” (1Cor 3:6). Los que lleven a cabo el trabajo de esparcir y cultivar la buena semilla en otros serán a su vez refrescados, confortados, y recompensados generosamente por Dios. Como dice el Targum judío: “El que enseña, él también aprenderá.” El Espíritu Santo será su maestro.
26. “Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende.”

Este proverbio nos muestra que ya en esos tiempos antiguos había especuladores que aprovechaban la escasez de trigo, o de otros cereales, para enriquecerse, comprando a los campesinos sus cosechas a bajo precio, y reteniéndolas para crear de esa manera una escasez artificial que hacía elevar los precios. Es un principio básico de la economía que cuando la oferta es escasa, la demanda hace que los precios suban.
Como es natural, los que seguían esa política eran odiados por el pueblo (como lo son también ahora) porque explotaban el hambre; mientras que los que obraban de manera contraria, es decir, vendían, eran amados.
En el libro del Génesis tenemos el claro ejemplo de lo segundo en José, que sugirió al faraón que se reservara en depósitos apropiados la quinta parte de la cosecha que se recogiera durante los siete años de abundancia anunciados, para poder vender el trigo almacenado durante los siete años en que las cosechas serían escasas, de modo que no hubiera hambre. Y él mismo, por su sabiduría, fue encargado de llevar a cabo esa política prudente (Gn 41:34-36; 46-49).
Notemos que dice que hay bendición no sobre el que regala el grano, sino sobre el que lo vende, porque es normal que el comerciante tenga una ganancia razonable. Pero el acaparador quiere maximizar su beneficio a todo costo, sin importarle el sacrificio que su actitud impone a otros. El profeta Amós denunció severamente esa política, mencionando de paso a los que achican la medida, suben los precios y falsean la balanzas (8:4-6).
Ch. Bridges señala que la maldición viene del pueblo, pero que la bendición viene de arriba. Y agrega que al que subordina su propio interés al bien común, le vendrán bendiciones sobre su cabeza (Pr 10:6).
¿Pero es el clamor por el pan de vida tan grande como el clamor por el pan que perece? Si el que retiene el segundo es maldito, con mucho mayor motivo debe serlo el que retiene el primero. Y si vienen bendiciones sobre el que vende el grano material ¡con cuánto mayor motivo debe haberlas sobre el que reparte generosamente el grano que da vida al espíritu! Imitando a Isaías proclamaremos: “¡Venid y comprad ese pan sin dinero y sin precio!” (cf 55:1).
¡Cuánto daño hacen los que retienen las palabras que pueden dar vida a los que están muertos en sus delitos y pecados! (Ef 2:5) Con su silencio condenan a muchos al fuego eterno, que podrían ser salvos si se les predicara y nacieran de nuevo. No seamos nosotros de ellos, sino repartamos generosamente en torno nuestro la palabra de vida que hemos recibido.
Notas: 1. Estas palabras son una alusión al método que se empleaba entonces, mediante cuerdas o cordeles, para marcar el límite de las tierras cuando se repartían.
2. Es cierto que esas palabras fueron pronunciadas en una situación diferente –el desgano del pueblo para empezar la reconstrucción del templo de Jerusalén después del retorno del exilio- pero también son aplicables al descuido en hacer lo que sabemos que Dios espera de nosotros.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#951 (13.11.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).