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viernes, 10 de enero de 2020

VIAJE A ROMA, TEMPESTAD Y NAUFRAGIO I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
VIAJE A ROMA, TEMPESTAD Y NAUFRAGIO I
Un Comentario de Hechos 27:1-26
A partir del primer versículo de este capítulo la narración vuelve a la primera persona
plural (“nosotros”, que había sido dejada en Hechos 21:8). Eso es señal de que Lucas acompaña en el viaje a Pablo. Es muy probable, sin embargo, que Lucas durante todo el tiempo transcurrido a partir del versículo citado, no se haya alejado de Cesarea y que, incluso, haya sido testigo de los discursos pronunciados por Pablo.
Este capítulo es considerado por los críticos como una pequeña joya literaria, única en su género, como uno de los documentos más instructivos para nuestro conocimiento de la navegación en la antigüedad, en el que se nota la influencia ocasional del estilo de la Odisea de Homero, así como del primer capítulo del libro de Jonás. El almirante Lord Nelson, vencedor de la batalla de Trafalgar (1805), decía que él había aprendido como marino más de esta narración que de todos sus otros estudios profesionales.
Este capítulo, con su descripción de la tempestad y del naufragio y sus variadas experiencias, ha sido interpretado por muchos comentaristas como una alegoría de la vida humana, en que la partida es el nacimiento, y la llegada a Italia es la muerte. Si lo desea, cada cual puede sacar sus propias conclusiones.
En él se nos revelan también algunos aspectos admirables del carácter de Pablo, su valor a toda prueba y su gran sentido práctico en situaciones de peligro, así como la autoridad que él es capaz de ejercer sobre otros, aun estando en una situación de inferioridad como prisionero.
Por razones de claridad en la exposición, podemos dividir este viaje emprendido por el grupo de prisioneros y sus guardianes hasta su llegada a Roma (28:14), en nueve etapas. La primera se extiende desde la partida hasta la llegada a Buenos Puertos (vers. 8).
1. “Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.”
Una vez tomada la decisión de enviar a Pablo a Roma se aprovechó la primera oportunidad que se presentó para hacerlo en función de los navíos disponibles, aunque algunos piensan que Festo actuó irresponsablemente al enviar a Pablo por mar cuando ya la temporada de navegación estaba por terminar.
Pablo, junto con otros prisioneros que debían ser enviados a la capital del imperio, fue puesto en manos de un centurión perteneciente a una cohorte, o compañía imperial, título que se confería con frecuencia a las compañías que desempeñaban funciones auxiliares y, a veces, delicadas. Julio debe haber estado secundado por un grupo de soldados a sus órdenes suficientemente numeroso para mantener el control de los pasajeros de la nave.
2. “Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.”
La comitiva fue embarcada en una nave (plóion) procedente de Adriamitio en la región de Misia, un puerto situado en la costa noroccidental de lo que es hoy Turquía, cerca de Troas, y frente a la isla de Lesbos. El barco al que subieron hacía lo que nosotros llamaríamos servicio de cabotaje.
Junto con Pablo y Lucas se embarcó Aristarco, a quien ya conocemos por su participación en el alboroto en Éfeso (Hch 19:29), que fue también uno de los siete que acompañó a Pablo en su viaje a Siria (20:4), y que estuvo a su lado durante su estadía en Roma, pues el apóstol lo menciona en las cartas que escribió en esa ciudad (Col 4:10; Flm 24).
El historiador S.K. Ramsay sostiene que Lucas y Aristarco deben haber acompañado a Pablo en la condición de esclavos, lo que ilustraría el prestigio del prisionero. De lo contrario –según dicho autor- no se explicarían las consideraciones que Julio tenía con el apóstol, que no hubieran sido otorgadas a un prisionero carente de recursos económicos. Pero en cuanto a Lucas es más probable que él viajara en condición de médico a bordo. Otros piensan que las consideraciones que Pablo gozó durante el viaje se debían a la alta opinión que el centurión tenía de él.
3. “Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.”
La primera escala la hicieron en Sidón, puerto fenicio en cuya cercanía estuvo alguna vez Jesús (Mr 7:24). En esta ciudad había una comunidad de discípulos que había sido probablemente fundada durante la persecución desatada después del martirio de Esteban (Hch 11:19). El centurión mostró su consideración por Pablo permitiendo que el prisionero –sin duda acompañado por un soldado- visitara a los discípulos que había en la ciudad, y que estarían muy contentos de pasar algunas horas con Pablo y atenderlo. Es de notar que Pablo tenía un talento especial para ganarse la simpatía y la confianza de las personas con las cuales trataba, cuando no había una predisposición en contra suyo, como fue el caso de sus enemigos en el sanedrín.
4. “Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.”
Prosiguiendo su viaje navegaron “a sotavento” de Chipre. Esa expresión de técnica marítima, quiere decir a cubierto del viento –contrario a lo que sería a barlovento, es decir, del lado de donde sopla el viento, para protegerse del viento que soplaba desde el otro lado de Chipre.
5,6. “Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.”
Siguiendo su curso el navío navegó en mar abierto frente a las costas de Cilicia y de Panfilia al Sur de Asia Menor, hasta que llegó al puerto de Mira. Allí encontraron una nave que venía de Alejandría en Egipto, con destino a Roma, y el centurión embarcó a sus soldados y a los prisioneros en ella.
Esta nave formaba, sin duda, parte de las flotas que abastecían de trigo a la capital imperial, y llevaba, según se verá luego (v.38), una carga de ese cereal. Egipto era entonces, en efecto, la principal fuente de trigo de Roma, y sus naves gozaban de una protección especial.
7,8. “Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.”
Partiendo de Mira siguieron costeando con dificultad debido a que los vientos les eran contrarios, y después de varios días llegaron a Gnido, puerto al sur oeste de Asia Menor, frecuentado por naves mercantes de Egipto y, descartando la posibilidad de quedarse en ese puerto esperando vientos favorables, prefirieron bajar sin demora hacia la isla de Creta para cubrirse del viento; y de la punta este de la isla enfilar costeando hacia la rada de Buenos Puertos, cerca de Lasea, ciudad situada al centro de la costa sur de la isla.
Aquí empieza la segunda etapa del viaje.
9, 10. “Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.”
Ya habían perdido bastante tiempo debido a la lentitud del viaje. A partir de mediados de setiembre hasta mediados de noviembre la navegación en mar abierto se volvía peligrosa. Según anota Lucas ya había pasado el ayuno del gran día de expiación (Lv 16:29-31; 23:27-32), que ese año 59 cayó el 5 de octubre y, por tanto, no era prudente hacerse a la mar, por lo que Pablo, que era un viajero experimentado que había naufragado varias veces (2Cor 11:25), les aconsejó que invernaran en Buenos Puertos, pues de no hacerlo pondrían en peligro la nave, los pasajeros y su cargamento.
11,12. “Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste e invernar allí.”
Pero la opinión del piloto de la nave y de su dueño, que hacía las veces de capitán, prevaleció sobre el ánimo del centurión y decidieron zarpar hacia el puerto de Fenice, un poco más al oeste de la isla, donde esperaban encontrar condiciones más favorables para invernar.
Tercera etapa.
13,14. “Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.” 
Y como empezó a soplar un viento suave que venía del sur que era favorable para sus planes, levantaron las anclas y se dejaron llevar por esa brisa sin perder de vista la costa de la isla. De haber durado el viento propicio habrían llegado en pocas horas a Fenice, pero de pronto la dirección del viento cambió, y empezó a soplar un viento tifónico, dice Lucas, (ánemos tyfónicos) que venía del norte, que arremolinaba las nubes y agitaba el mar, que los marineros reconocieron como un antiguo y temido enemigo de la navegación, llamado Euroclidón.
15,16. “Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.”
Como no podían enfilar la proa contra el viento para avanzar en el sentido deseado, se dejaron llevar por él confiando en la suerte. Pasando por el costado de la pequeña isla Clauda, que momentáneamente los protegió del viento, aprovecharon para subir a la nave el bote salvavidas que solían llevar a remolque, y que no habían podido levantar antes por lo súbito del cambio de viento, pero pudieron hacerlo sólo con mucho esfuerzo por lo agitado del mar, y posiblemente con ayuda de los pasajeros.
17.”Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.”
Enseguida se pusieron a ceñir el barco transversalmente con cables que para el efecto todas las naves solían llevar, porque era sabido que los vientos huracanados, al levantar olas que golpeaban el navío, podían romper el casco. Cómo harían esa operación es difícil imaginarlo, pero es probable que los marineros bucearan por debajo de la nave para llevar los cables al otro lado del casco.
Un nuevo peligro empezó a preocuparles: Que la nave pudiera ser arrastrada por el viento hasta las arenas movedizas de la costa de Cirene (Libia hoy día) y pudieran encallar ahí, por lo que arriaron las velas y se dejaron llevar a la deriva.
18-20. “Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.”
Como la tempestad no amainaba, y temiendo que el barco hiciera agua, trataron de reducir su peso echando al mar los aparejos de la nave (las velas y sogas no indispensables), tarea en que colaboraron todos los pasajeros. (Nota 1)
Como los espesos nubarrones no dejaban ver el sol de día, ni las estrellas de noche, ni se divisaba tierra, la tripulación y los pasajeros (unas 276 personas en total) (2) empezaron a perder toda esperanza de salvarse. Ellos pudieron comprender en los hechos cuán exacta había sido la advertencia que les hizo Pablo, y cuán grande fue el error de no haberle hecho caso.
4ta Etapa
21. “Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.”
Pablo se puso entonces de pie delante de los que podían estar derechos, y les echó en cara el no haber hecho caso de la advertencia que les había dirigido cuando estaban en Buenos Puertos (v. 9,10) acerca del peligro para la nave y sus vidas que correrían si se hacían a la mar, y de que sería mejor invernar donde estaban.
Él les había hecho entonces esa advertencia como un viajero experimentado en riesgos marítimos, pues sabemos por un pasaje de 2 Cor 11:20, que él había naufragado tres veces antes y que, incluso, había estado 24 horas flotando en el mar, posiblemente aferrado a un mástil de la nave hundida. Él sabía pues de qué hablaba, aunque no fuera un hombre de mar.
Este versículo comienza notando que hacía tiempo que los tripulantes y pasajeros no habían comido. Cualquiera que haya estado alguna vez en alta mar en medio de una gran tempestad, como yo estuve una vez de joven, sabe que cuando el barco se mueve de uno a otro lado, se sufre de mareos y no se tiene en absoluto ganas de comer, porque lo que se ingiere se devuelve apenas comido.
Por lo demás poco es lo que hubieran podido comer, porque es seguro que gran parte de sus provisiones se habían mojado con el agua que entraba en el navío por el terrible oleaje.
22-26. “Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla.”
En medio de la grave situación Pablo los animó anunciándoles que aunque el navío se hunda, ninguno de ellos se ahogará, porque un mensajero de parte de Dios le ha dicho que él de todas maneras va a comparecer ante el tribunal del César en Roma, y que, gracias a sus oraciones, ninguno de los que están en el barco perecerá. Él está seguro de que así será porque sabe que el Dios al que él sirve nunca falla en sus promesas. ¡Cuánta importancia tiene que en situaciones de peligro haya un hombre justo entre los que están amenazados, porque a través de él Dios puede salvarlos!
Si alguien en nuestro tiempo dirigiera a los pasajeros de una nave en peligro palabras semejantes, pocos lo tomarían en serio, porque la mayoría de la gente es escéptica, o no cree en Dios alguno, y menos en un Dios que interviene activamente en nuestras vidas. Pero en ese tiempo, aunque fueran idólatras, todos casi sin excepción, creían en los poderes sobrenaturales, y un anuncio como el que les hizo Pablo no les parecería ser producto de una fantasía exaltada.
Notas: 1. Se recordará que al comienzo del libro de Jonás una gran tempestad amenazaba hundir la nave en que viajaba el profeta, por lo que los marineros echaron al mar todo lo que pudieron, a fin de disminuir su peso (Jon 1:4,5).
2. Sólo una nave dedicada al transporte de trigo podía ser suficientemente grande como para llevar tantos pasajeros a bordo.
#978 (04.06.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 19 de julio de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA II
Un Comentario de Hechos 26:12-23
En el artículo anterior hemos visto cómo Pablo, presentado en audiencia solemne ante el rey Herodes Agripa II, hace una corta reseña de su vida previa como fanático fariseo, y cómo consideraba su deber perseguir a los seguidores de Jesús de Nazaret en Jerusalén y en las ciudades de la diáspora.
12-14. “Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.”
Yendo camino a Damasco para llevar adelante esta tarea, de pronto vieron él y los que lo acompañaban una luz deslumbrante que los hizo caer al suelo, y él oyó una voz potente que le hablaba en su propio idioma (Nota 1) y le preguntaba ¿Por qué me persigues?, añadiendo “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. (2). Este es un conocido refrán de la época referido al hecho de que cuando los pastores llevaban al ganado de un sitio a otro en el campo, para impedir que se detuvieran a mordisquear el pasto o algún arbusto, les daban hincones con un palo largo armado de una punta. Los animales reaccionaban dando patadas con las patas posteriores, que siendo cortas, no alcanzaban al que los aguijoneaba.

Jesús le está diciendo a Saulo: De más está que tú trates de sofocar la voz de tu conciencia y mi llamado para que me sirvas, porque no puedes escapar de mí. Ese dicho nos sugiere que Pablo, posiblemente desde que presenció el lapidamiento de Esteban (Hch 7:58), sentía en el fondo de su corazón la verdad del mensaje del Evangelio, y que, no queriendo renunciar a lo que él siempre había creído, perseguía a los cristianos con furia para acallar esa creciente convicción interna.
15. “Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.” 
Saulo no dudó un instante de que era una voz de lo alto la que le hablaba, y preguntó a su vez: ¿Quién eres Señor? ¿Quién eres tú que eres capaz de aparecerte a mí envuelto en una luz más brillante que el sol? La respuesta vino clara y contundente: “Yo soy Jesús a quien tú persigues”.
Yo soy Aquel a quien tú realmente persigues y acosas en la persona de mis seguidores; soy Yo, tu Señor y tu Dios, y no ellos el blanco de tus ataques y de tu furia. Pero cesa ya de resistirte, porque yo tengo una misión que encargarte.
A propósito de la luz resplandeciente que vio Pablo en esa ocasión y cuyo brillo lo dejó ciego, el padre de la iglesia, Efrén, el sirio (306-373), comenta que si hace daño mirar directamente a la luz del sol, que pertenece al mismo orden físico natural que los ojos humanos, cuánto mayor será el daño que cause mirar una luz de lo alto, que es de un orden sobrenatural al que nunca los ojos humanos han estado acostumbrados.
16-18. “Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.”
En estas frases Pablo resume el llamado repetido que él ha recibido del Señor en diversas ocasiones, sea directamente (como cuando estando orando en el templo, oyó la voz de Jesús, 22:18), o a través de Ananías (22:14-16), agregando esta vez algunos elementos nuevos que no se  mencionaron en el primer relato de su conversión (9:7).
Las palabras de esta comisión: “Levántate y ponte en pie”, y “a quienes ahora te envío”, recuerdan las frases del llamado inicial que Dios hizo al profeta Ezequiel: “Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo” y “yo te envío a los hijos de Israel” (Ez 2:1,3); así como el llamado hecho al joven Jeremías: “Porque a todo lo que te envíe irás tú y dirás todo lo que te mande”, “porque yo estoy contigo para librarte”. (Jr 1:7,8).
“Porque para esto me he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti.” (cf 22:14,15). Estas palabras incluyen  las experiencias que Pablo tuvo, o tendrá, desde que recibió su llamado camino a Damasco, y las cosas que el Señor le ha revelado directamente, como, por ejemplo, la visión que tuvo en Éfeso ordenándole que predicara sin temor en esa ciudad, porque Él tenía ahí mucho pueblo (18:9,10); o también en Jerusalén, cuando estando orando en el templo, le ordenó que se fuera de la ciudad porque no recibirían su testimonio, y que fuera a predicar a los gentiles (22:17-21); o más adelante, anunciándole que daría testimonio de Él en Roma (23:11); o cuando estando en medio de la tempestad con grave peligro de sus vidas, el Señor le aseguró que todos los ocupantes del barco se salvarían (27:23-25). En 2Cor 12:1-7 Pablo cuenta cómo una vez fue arrebatado hasta el tercer cielo, y oyó palabras que no ha sido dado al hombre expresar. Por todo ello él pudo afirmar en Gálatas que el evangelio que él predicaba no le fue enseñado por ningún hombre, sino que le fue revelado directamente por Jesucristo (1:11,12).
“Librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío”, tal como Dios, siglos atrás, llamó a Isaías: “Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones” (Is 42:6, cf 49:6).
Se recordará que cuando Pablo hizo su defensa ante el pueblo, al citar la frase del llamado que le hizo Jesús, que se refería a los gentiles (Hch 22:21), provocó un alboroto tal entre sus oyentes que no pudo seguir hablando. Ésta era la gran piedra de tropiezo que para los judíos tenía el ministerio de Pablo, que el mensaje de Dios, que ellos consideraban que estaba exclusivamente dirigido a ellos, como pueblo escogido, se hiciera extensivo a todos los pueblos de la tierra, esto es, a los no judíos, que ellos despectivamente llamaban “gentiles”. Ése era el motivo por el cual le odiaban tanto.
En otro lugar Pablo ha dicho que a él le fue revelado el misterio que no había sido revelado anteriormente, “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio.” (Ef 3:6, pero léase todo el párrafo del 1 al 7). La predicación del evangelio a los gentiles no era un capricho de Pablo, sino era parte del plan de Dios para la redención del género humano, y fue la misión específica que el Señor le confió como apóstol, tal como le dijo más de una vez, y él con frecuencia afirma (Rm 11:13; 15:16; Gal 1:16; Ef 3:8; 1Tm 2:7, etc.)
Por lo demás la salvación de los gentiles había sido repetidas veces anunciada por los profetas, en especial por Isaías (42:1-6; 49:6 –pasaje que Simeón cita en su himno, Lc 2:32- 60:3; 66:12-21), pero también Jeremías 16:19-21; y Malaquías 1:11. Al oponerse a la predicación a los gentiles, los judíos se oponían al designio manifiesto de Dios, que ya Moisés había dejado entrever (Dt  32:21).
“Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios”. Estas palabras son un eco de las dichas a Isaías: “Para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.” (42:7; cf 16) y se encuentran también en la carta que el apóstol dirige a los Colosenses: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por susangre, el perdón de pecados.” (Col 1:12-14; cf 1P 2:9. Véase  también 2Cor 4:4).
He aquí, sucintamente descrita, la gran obra que realiza la predicación del evangelio, donde quiera que es creído: Saca a las personas de la esclavitud del pecado en que vivían, y las hace criaturas nuevas, capaces de resistir a las tentaciones por el poder de Cristo que habita en ellas, a la vez que les revela las verdades sobrenaturales que hasta entonces desconocían.
Las últimas palabras del llamado de Pablo apuntan a un aspecto nuevo en el mensaje del Evangelio: “para que reciban por la fe que es en mí perdón de pecados…” La fe en Cristo borra los pecados y nos hace hijos de Dios (Jn 1:12), a la vez que nos abre las puertas de la salvación (Hch 10:43; Lc 8:48; Ef 2:8).
Pablo lo expresa claramente en Gálatas: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (3:26), tal como expone en Rm 3:21-24, y en Rm 8:17: “Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo…”.
Con buen motivo, pues, a la salvación se le llama “herencia entre los santificados”. Herencia es una posesión que se recibe gratuitamente, es decir, sin haber tenido que ganarla con esfuerzo, y que, a la vez, se recibe como un derecho, en este caso, que otro ganó para uno. Todo el que pertenece a Cristo, y ha sido revestido del hombre nuevo (Col 3:10), al recibir el espíritu de adopción como hijo (Rm 8:15), es heredero de las promesas hechas a Abraham (Gal 3:29).
¿Quiénes son los santificados? Los que han lavado sus ropas con la sangre del Cordero (Ap 7:14b), es decir, aquellos cuyos pecados han sido perdonados porque creyeron en el sacrificio de Jesús. El versículo 18 de este capítulo es como un título de propiedad que recibe todo cristiano por el hecho de haber creído y ser hijo de Dios. Atesóralo en tu corazón como tu posesión más valiosa.
19-21. “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.”
Pablo dice que él obedeció inmediatamente al llamado de Jesús. “No fui rebelde”, esto es, no me resistí a hacer lo que se me pedía, a pesar de que iba en contra de todo lo que había hecho antes. Fue un “volte face” súbito, un giro repentino de 180 grados. Eso es lo que ha llamado la atención de muchos en la conversión de Pablo: Que de pronto, sin ninguna etapa de transición, pasara a hacer apasionadamente lo contrario de lo que antes hacía con todo empeño. En efecto, en adelante Pablo conocerá un solo Señor, a Jesús crucificado y resucitado, y él hará sin dudar todo lo que su Señor le ordene. ¡Oh, cómo tuviéramos todos una consagración semejante! Que su caso nos sirva de ejemplo.
Enseguida empezó Pablo la obra de evangelización que lo convirtió en el más grande de los apóstoles, primero entre los de su pueblo, y luego entre los gentiles que fueron siempre considerados como excluidos de las promesas de Dios, por lo cual él era perseguido encarnizadamente por los judíos, que llegaron incluso a querer matarlo cuando fue encontrado en el templo de Jerusalén. Ellos consideraban inaudito, y como una traición a su pueblo, que él ofreciera a los gentiles los mismos privilegios espirituales que se preciaban de que fueran exclusivos de ellos. (3)
¿Y qué predicaba él a unos y otros? Lo mismo que predicaba el Bautista (Mt 3:2,8; Lc 3:8), y Jesús al inicio de su ministerio, esto es, el arrepentimiento (Mt 4:17). El mensaje no ha cambiado: Lo que se debe predicar a los incrédulos es que crean en Jesús y se arrepientan de sus pecados cambiando de vida. No el amor, o que sean buenas personas, o buenos ciudadanos, o que adquieran ciertas cualidades. Eso lo hará la gracia después.
22,23. “Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.”
Pablo reconoce que Dios vino en su ayuda para librarlo de los peligros que lo acechaban, y que eso le ha permitido perseverar en la misión que Dios le ha dado de hablar tanto a los grandes de este mundo como a las personas del pueblo, de las cosas de las que él ha sido testigo. Pero asegura que él no afirma nada que no sea lo anunciado por los profetas antiguos de Israel, y por el mismo Moisés en la ley, esto es, que el Mesías esperado por Israel tenía que ser rechazado por las autoridades de su pueblo, que lo iban a juzgar y hacer condenar a muerte injustamente, pero que Dios lo levantaría de los muertos por el poder de su Espíritu como primicia entre los muertos, para que en su Nombre se anunciase la salvación a todos, tanto a los de su propio pueblo, como a los gentiles, a quienes también ahora la gracia de Dios alcanza. (4)
Cuando Pablo dice que Jesús fue el primero en resucitar de los muertos, está diciendo que a su resurrección seguirá la de otros. La resurrección de Jesús es la garantía de la resurrección de todos (1Cor 15:20-23).

Notas: 1. El texto dice “en lengua hebrea”. ¿Quiere decir la lengua que se hablaba comúnmente en Judea, esto es, en arameo, o propiamente el antiguo idioma hebreo que según algunos había caído en desuso? Aunque el tema sea ahora muy debatido, tradicionalmente se ha pensado que, salvo en Apocalipsis, siempre que en el Nuevo Testamento se menciona al idioma hebreo, se refiere al arameo.
2. Según Hch 22:9 sus acompañantes vieron la luz –aunque seguramente no con la misma intensidad con que la vio Pablo- y oyeron la voz, pero no entendieron lo que decía.
3. Era muy importante para la causa de Pablo que el rey Agripa, dada su cercanía con Nerón, estuviera bien enterado de la causa de la animosidad de los judíos contra él, porque su opinión tendría peso cuando se le juzgara en Roma.
4. Es probable que Pablo citara en este punto todos los pasajes del Antiguo Testamento que habían encontrado su cumplimiento en la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
 #976 (21.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


miércoles, 22 de agosto de 2018

PABLO ES ENVIADO AL PROCURADOR FÉLIX


    LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PABLO ES ENVIADO AL PROCURADOR FÉLIX
Un Comentario de Hechos 23:23-35

En vista del complot que cuarenta conjurados fanáticos habían tramado para asesinar a Pablo, el tribuno toma las medidas necesarias para enviar al apóstol al procurador en Cesarea, donde estaría a buen recaudo.
23,24. “Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador.”
Al enterarse del complot de los conjurados el tribuno actúa rápidamente para sacar a Pablo de Jerusalén, donde su vida corre peligro, y enviarlo sin tardanza a Cesarea, sede del procurador de Judea, donde estará seguro. Él no quiere que se le pueda acusar de no proteger la vida de un ciudadano romano al que no se le acusa de nada que sea un delito bajo las leyes del imperio.
Para ello ordena que dos centuriones se preparen para salir de la ciudad a eso de las 9 de la noche con doscientos soldados (que llevaban escudos y la famosa espada corta mortífera), sumados a setenta cabalgaduras (caballos o mulas), con sus respectivos jinetes, y a doscientos lanceros, esto es, soldados de  pie con armas ligeras. Ordenó que tomasen a Pablo consigo, subido a una de las cabalgaduras, y partiesen rápidamente.
Cabe preguntarse ¿vivían estos cuatrocientos setenta soldados en la Torre Antonia? Habría que pensarlo porque de lo contrario, reunir toda esa tropa al comenzar la noche produciría un alboroto que alertaría a los conjurados. El éxito de la operación  dependía de que se hiciera en secreto. Pero la partida de setenta caballos, más cuatrocientos hombres no podría pasar desapercibida. Si los conjurados se dieran cuenta de la maniobra nocturna es posible que no se atrevieran a obstaculizar la salida, o a perseguir a un contingente tan considerable de soldados. Resguardado por una tropa tan numerosa, bien se puede decir que Pablo viajaba seguro. Bien se puede aplicar a su caso la frase de David: “El ángel del Señor acampa en torno de los que le temen y los defiende.” (Sal 34:7) El poder de la guardia celestial se manifestaba en una numerosa guardia humana.
25-30. “Y escribió una carta en estos términos: Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.”
Ahora nos enteramos de que el tribuno se llamaba Claudio Lisias, nombre que había tomado cuando adquirió la ciudadanía romana mediante el pago de una fuerte suma (Ver Hch 22:28) (Nota 1)
¿Cómo conoció Lucas el texto de la carta para poder reproducirla? Posiblemente pudo tenerla en sus manos, pues estaría archivada en Cesarea, o la reconstruyó con los datos que sus investigaciones obtuvieron, lo que no quiere decir que la reprodujera literalmente. Pero lo primero es más probable.
El texto de la carta es escueto pero suficientemente informativo como para que el procurador supiera qué decisión tomar respecto del preso. En ella indica que el prisionero judío que se le envía es un ciudadano romano que estaba a punto de ser linchado por la plebe cuando él lo rescató y, convocado al día siguiente el Sanedrín, con el fin de averiguar de qué se le acusaba, se enteró de que no se trataba de ningún delito bajo las leyes del imperio, sino de algo concerniente a las leyes religiosas judías. Pero enterado de una conjura para matarlo, lo envía para que esté a salvo, y que el procurador decida qué hacer con él, al mismo tiempo que le informa de que ha avisado a las autoridades judías a fin de que presenten sus acusaciones ante él.
31,32. “Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza.”
Obedeciendo a las órdenes dadas, la compañía de soldados partió a las nueve de la noche llevando a Pablo consigo, e hicieron a marchas forzadas el recorrido de más de 50 Km que separa Jerusalén de Antípatris, a donde llegaron al día siguiente. Se ha cuestionado que la comitiva a pie pudiera hacer el viaje en tan poco tiempo. Quizá Lucas ha omitido un día en su narración para hacerla más dinámica.
Antípatris, dicho sea de paso, era una ciudad situada en la fértil llanura al norte de Galilea, que había sido fundada por Herodes el Grande en honor de su padre, el general idumeo Antípater, que brindó valiosos servicios a los romanos, y que fuera el iniciador de la dinastía herodiana.
Llegados a esta ciudad, y ya lejos del alcance de los conjurados, la infantería regresó a Jerusalén, mientras los setenta jinetes proseguían su viaje de 40 km a Cesarea a través de la llanura.
33-35. “Cuando aquellos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.”
Llegados a su destino el jefe de la caballería, o alguno de los centuriones, entregó al procurador Félix la carta que le enviaba el tribuno, y dejaron a Pablo en sus manos.
Cuando Félix hubo leído la carta le preguntó a Pablo de dónde era. Era muy importante tener este dato porque según las leyes imperantes el prisionero estaba bajo la jurisdicción de su lugar de origen, y Félix no hubiera podido retenerlo, sino hubiera tenido que reenviarlo a las autoridades que correspondían, tal como, por ejemplo, hizo Pilatos cuando se enteró de que Jesús era de Galilea, y lo envió al tetrarca Herodes Antipas. Pero, dado que Pablo procedía de la provincia romana de Cilicia, a él le correspondía ocuparse de su caso.
Vemos aquí al apóstol a merced de las autoridades humanas ciertamente, pero al cuidado de una autoridad superior invisible que velaba por él, y eso lo hacía sentirse seguro.
El procurador dijo entonces que cuando vinieran a Cesarea los acusadores del prisionero él se ocuparía de su caso, y ordenó que entretanto Pablo permaneciera en custodia en el pretorio (2), enorme y lujoso palacio que Herodes el Grande había hecho construir para sí en esa ciudad, y que ahora servía de residencia al gobernador romano.
Antonius Félix (es decir, feliz) fue procurador de Judea entre los años 52 y 59 DC. Él era posiblemente un esclavo liberto del emperador Claudio, o de su madre Antonia (de quien había tomado su “nomen gentile”). Él fue nombrado procurador pese a no formar parte de la orden ecuestre, a la cual estaban reservados esos cargos, gracias a la influencia de su hermano Pallas, uno de los favoritos de Claudio, y que era, a su vez, un esclavo liberto de la madre de Claudio, Antonia (3). Antes de su nombramiento él parece haber ocupado una posición secundaria en Samaria bajo su predecesor, Ventidium Cumanus.
Su gobierno fue marcado por intensas agitaciones, porque él aplastó sin misericordia los levantamientos que se produjeron en esos años (entre ellos, el del año 55 del pretendido mesías de origen egipcio con el que el tribuno confundiera inicialmente a Pablo, Hch 21:38). De él dice el historiador Tácito que “ejerció con salvajismo y avidez los poderes de un rey con la mentalidad de un esclavo”. La narración de Lucas hace resaltar dos aspectos poco favorables de su carácter: Su escaso sentido de la justicia y su codicia. Él mantuvo a Pablo en prisión dos años a pesar de la evidencias que existían a favor de su inocencia (Hch 23:27-29), porque esperaba que Pablo le pagara por obtener su libertad (24:26). Cuando fue removido, debido a su infortunada y violenta intervención en la disputa entre las comunidades judía y griega de Cesarea, en vez de liberarlo, dejó a Pablo en prisión para congraciarse con los judíos (24:27). Se salvó de ser enjuiciado por Nerón, ante quien los judíos se quejaron por su crueldad, sólo por la influencia de su hermano Pallas. Pese a su humilde origen se casó tres veces con mujeres de alcurnia.
La primera fue una nieta de Antonio y Cleopatra, y la tercera, Drusila, era una hija de Herodes Antipas (Hch 24:24), y hermana de Herodes Antipas II. Félix era pues, lo que nosotros llamaríamos hoy día, un típico arribista sin muchos escrúpulos.
Extraño destino el de Pablo puesto en mano de hombres injustos, crueles y ávidos de dinero, que no conocían a Dios, y más bien rechazaban su palabra (24:25). A través de ellos, sin embargo, obraba Dios sus propósitos con Pablo, no librándolo de tribulaciones, pero sí protegiendo su vida de sus más encarnizados opositores.  Observando a los personajes de esta historia podemos percibir el gran contraste que existe entre la mentalidad del discípulo de Cristo, cuya mirada está dirigida hacia las realidades eternas, y la del hombre mundano, cuyas aspiraciones están dirigidas exclusivamente a las realidades terrenas.
Cuánta razón tuvo Juan al escribir: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1Jn 2:15-17). Aunque somos cristianos es oportuno que nos preguntemos, ¿cuánto del mundo y del amor por lo transitorio permanece en nosotros?
Notas: 1. Según el historiador romano Dio Cassius, durante el reinado del anciano Claudio, su mujer Mesalina y sus cortesanos vendían el derecho de ciudadanía a fin de llenarse los bolsillos. Lisias debe haber sido un hombre de medios económicos y de buenos contactos para haber podido comprar la ciudadanía romana y hacerse nombrar funcionario del ejército al mando de mil hombres.
2. Esta palabra de origen latino designaba al palacio donde residía la autoridad romana del lugar. Así, por ejemplo, Pilatos residía en el pretorio de Jerusalén (Mt 27:27; Mr 15:16; Jn 18:28,29; 19:9). Cuando Pablo estuvo prisionero en Roma, él permaneció en el pretorio, o palacio del César (Flp 1:13).
3. La sociedad romana estaba organizada en cuatro órdenes o clases (sin contar los esclavos), siendo la orden ecuestre la segunda debajo de la orden senatorial (los miembros del senado), y encima de la orden decurional y de la plebe. Los miembros de la segunda en su origen –como su nombre indica- eran los dueños de dos caballos, animal caro de mantener, y debían demostrar poseer una fortuna no menor de 400 mil sestercios. Entre las diversas funciones que se les asignaba en la administración pública estaba el arrendamiento de los impuestos imperiales, tal como hacían los publicanos en Palestina en tiempos de Jesús.


Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#965 (05.03.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


viernes, 13 de julio de 2018

DEFENSA DE PABLO ANTE EL PUEBLO II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE EL PUEBLO II
Un Comentario de Hch 22:12-29
Pablo continúa ante la multitud airada el relato de su conversión para explicar el cambio de su actitud frente a los seguidores de Jesús, al haber pasado de activo perseguidor a denodado apóstol suyo.

12,13. “Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y  en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.”
Enseguida Pablo relata cómo Ananías vino a verle de parte de Dios recalcando, para que tomen nota los que lo escuchan, que se trataba de una “varón piadoso según la ley”, que gozaba de buen nombre entre los judíos de la ciudad. Pero nada dice de cómo el Señor se le había parecido en visión a Ananías y cómo le había ordenado que fuera a buscarlo y le impusiera las manos para que recobrara la vista, ni menciona la resistencia que Ananías opuso inicialmente a cumplir ese encargo, dada la fama de perseguidor de los discípulos que precedía a Saulo (Hch 9:10-18).
 Sin embargo, cuenta cómo, llegado Ananías, él efectivamente, y a su sola palabra, recobró la capacidad de ver que había perdido.
14,15. “Y él dijo: el Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo (Nota 1), y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.”
Pablo resume las palabras que Ananías le dirigió además de parte de Dios: Él te ha escogido, en primer lugar, para que veas y oigas al Justo (esto es, implícitamente, a Jesús resucitado y en gloria; y segundo, para que seas testigo ante todos los hombres de que Él está vivo. De esta manera Pablo recibe, por boca de Ananías, el encargo, o comisión, de Dios de predicar el Evangelio a los gentiles. Por eso él puede escribir en Gálatas que así como a Pedro le había sido confiado el Evangelio de la circuncisión, a él le había sido confiado el de la incircuncisión (Gal 2:7,8); y que él había recibido esa comisión no de hombre alguno, sino directamente de Dios (1:1).
16. “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.”
Las últimas palabras de su relato contienen una confesión de fe en la divinidad de Jesús, porque sólo el nombre de Dios puede ser invocado. Jesús había dicho una vez a un paralítico, para escándalo de los escribas y fariseos: “Tus pecados te son perdonados” (Mr 2:5). Jesús tiene el poder de perdonar los pecados, algo que sólo Dios puede hacer. Vale la pena notar que el bautismo era entonces la introducción a la vida cristiana, en la que el creyente hacía una confesión pública de fe en Jesús, a la vez que sus pecados le eran perdonados. (Mt 28:19; Mr 16:16; Hch 2:38; 8:12; 8:36-38; 9:18; 10:47,48; 16:30-33; 18:8; 19:4,5). Lamentablemente para muchos, con el paso del tiempo, el bautismo se ha convertido en un rito meramente simbólico, o en una mera formalidad.
Pero esta parte del relato de Pablo no suscitó en ese momento ninguna reacción airada de parte de sus oyentes que le seguían escuchando, quizá algunos atentamente, quizá otros intrigados, y otros, desconfiados y desafiantes.
17,18. “Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.”
Pablo condensa en su relato los acontecimientos posteriores a su conversión, tales como su predicación en Damasco y su fuga de esa ciudad, así como su estadía en Arabia y su retorno a Damasco, de la cual vino a Jerusalén, y cómo los discípulos lo evitaban hasta que Bernabé, que había sido testigo de su obra en Damasco, lo trajo a los apóstoles y les habló a favor de él.
Pablo narra en este punto un acontecimiento importante que no figura en el relato que hace Lucas de su conversión y del inicio de su labor apostólica (Hch 9:26-30): el éxtasis que experimentó mientras oraba en el templo, y las palabras que Jesús le dirigió instándole a salir pronto de Jerusalén porque los judíos de la ciudad rechazarían su testimonio.
19-21. “Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.”
En su diálogo con Jesús Pablo da como motivo del rechazo de su testimonio por los judíos, el que ellos hubieran sido testigos de cómo antes de su conversión, él era un furibundo perseguidor de los cristianos, y cómo él había aprobado el lapidamiento de Esteban (Hch 7:58). El cambio inesperado de actitud hacia los seguidores de Cristo que había experimentado Pablo era no sólo causa de que no aceptaran su testimonio, sino que, más allá de eso, explica el odio que sus connacionales concibieron contra él, al considerarlo un apóstata de la religión de sus mayores y un traidor a su patria.
Por lo mismo Jesús le reitera la comisión que ya le había dado cuando fue bautizado, de ir a predicar su nombre a los gentiles.
22-24. “Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.”
La multitud le había estado oyendo hasta ese punto, pero cuando le oyeron contar que el Señor lo enviaba a predicar a los gentiles, comenzaron a gritar indignados que Pablo debía morir.
¿Qué es lo que había de ofensivo para ellos en esa palabra? El pueblo judío mantenía una estricta separación con los no judíos que eran, a su entender, impuros por la vida pecadora que llevaban. Las normas y prescripciones alimenticias y de otro tipo de la ley, y de las tradiciones de sus mayores (es decir, lo que los fariseos habían agregado con el tiempo y que Jesús tanto criticó, la llamada “ley oral”) tenían por finalidad mantener esa estricta separación, que aun los creyentes de origen judío respetaban. Ese es el motivo del incidente de Antioquía que relata Pablo en Gálatas, causado por el hecho de que Pedro, que no tenía inconvenientes en comer junto con cristianos gentiles, se apartó de ellos cuando vinieron cristianos judíos de Jerusalén (Gal 2:11,13). Y explica también el reproche que le hicieron a Pedro los apóstoles y los hermanos en Jerusalén, de que hubiera entrado a casa de incircuncisos (el centurión Cornelio) y comido con ellos (Hch  11:1-3); así como su sorpresa de “que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida.” (11:18).
El pueblo judío consideraba que el mensaje de salvación, y el mandato que adorar a un solo Dios dado a Moisés, era sólo para ellos; que era algo que ellos no tenían por qué compartir con ningún otro pueblo. Ellos eran el pueblo elegido y ningún otro pueblo o nación tenía parte en sus privilegios.
Aunque los romanos en general despreciaban a los judíos, habían reconocido y aceptado sus costumbres peculiares, como la de descansar un día a la semana, y su negativa a rendir culto al emperador, a fin de preservar la paz en los territorios que hoy llamamos Palestina, donde vivía buena parte del pueblo judío, pues otra parte, quizá la mayoría, vivía dispersada en el imperio.
Al ver el alboroto que se estaba armando, el tribuno ordenó que metieran a Pablo rápidamente en la fortaleza, y mandó que, según la costumbre de entonces, le azotasen para que confesase porqué motivo la multitud estaba indignada contra él. ¿No había otra manera más justa de interrogarlo? Sí, pero ésa era la más rápida y efectiva.
25,26. “Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.”
Pablo, que en medio de la agitación había conservado la sangre fría, al ver con qué fin lo estaban atando, le preguntó al centurión encargado de cumplir las órdenes del tribuno: ¿No obras contra las leyes que protegen al ciudadano romano al querer azotarme sin que se haya pronunciado sentencia contra mí? Tengamos en cuenta que ésa era una práctica común que los romanos no dudaban en aplicar contra el común de los mortales. Pero el ciudadano romano estaba protegido; no se podía actuar con él de esa manera.
Pensemos: Los hombres de todos los tiempos han tendido a hacer distinciones entre una y otra clase de seres humanos, y dondequiera que ha habido dominación de un pueblo sobre otro, como era  el caso en los antiguos países coloniales, se han establecido privilegios para los dominadores. Sólo en tiempos recientes, y por influencia, -aunque no se quiera admitirlo- del cristianismo, se ha reconocido que todos los seres humanos gozan de los mismos derechos (2).
27-29. “Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.”
En este corto diálogo entre el tribuno –cuyo nombre se revela después que era Claudio Lisias (27:23)- y Pablo, se mencionan las dos formas comunes cómo una persona podía acceder a la ciudadanía romana: Por nacimiento, o comprando ese derecho. La primera era superior a la segunda.
Pablo era ciudadano romano por nacimiento, habiendo nacido en una ciudad a una parte de cuya población, el imperio le había concedido un derecho comparable al de los oriundos de la misma Roma, esto es, que los descendientes de un grupo privilegiado, fueran al nacer automáticamente ciudadanos romanos. El tribuno confesó que él había tenido que pagar una fuerte suma para serlo.
Al enterarse de que Pablo gozaba del privilegio de la ciudadanía romana, se apartaron de él, y el propio tribuno temió que Pablo pudiera acusarlo de haberlo atado para azotarlo sin que hubiera sido condenado por un tribunal legítimo.
Pero ¿cómo podía Pablo alegar fácilmente que era ciudadano romano, y cómo así le creyó el tribuno tan fácilmente sin que le mostrara las pruebas? Era un delito grave alegar ser ciudadano romano sin serlo, y el tribuno debe haber pensado que Pablo no se arriesgaría a cometerlo. Por lo demás, él podría verificarlo fácilmente, si lo deseaba, pues todas las ciudades guardaban registros del nacimiento de sus habitantes.

Notas: 1. Jeremías 23:5,6 llama así al Mesías esperado, descendiente de David, que debía redimir a Israel. Esteban lo llama también así (Hch 7:52). ¿Y quién mejor que Jesús tiene derecho a ese título?
2. Hoy se habla mucho en el mundo, y en los organismos y foros internacionales, sobre los derechos humanos, sin ser conscientes de que los derechos humanos son un producto, o invención, del cristianismo, y que, estrictamente hablando, fuera del ámbito occidental cristiano, casi no se respetan, salvo por imitación, y la vida humana no tiene valor, siendo mirada como algo desechable.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#962 (12.02.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.