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lunes, 30 de septiembre de 2024

LA TEMPLANZA Parte 4

LA TEMPLANZA

Parte 4

Muchas personas se convierten en cargas difíciles de soportar para otros a causa de un genio difícil o no controlado. Hay un proverbio que dice "Gotera continua son las contiendas de la mujer", (Pr 19:13b), pero los malhumores del hombre pueden ser más duros de soportar para ella y para sus hijos. El que no controla sus arrebatos pierde autoridad ante los suyos. Notemos, en cambio que el que se domina irradia autoridad.


jueves, 19 de octubre de 2023

LA TEMPLANZA II

LA TEMPLANZA II

¿Qué es lo que domina en mí: los apetitos de la carne -incluso los legítimos- o los deseos del Espíritu? Muchas veces la lucha no es entre el pecado y la gracia, sino entre lo permisible y lo que es más útil y conducente al progreso espiritual; esto es, entre lo bueno y lo mejor.

viernes, 24 de septiembre de 2021

¿QUÉ PASÓ CON EL DULCE JESÚS? CONTRASTES EN JESÚS II



¿QUÉ PASÓ CON EL DULCE JESÚS?  
CONTRASTES EN JESÚS II

¿Qué pasó con el dulce Jesús que dice esas cosas terribles? ¿Cómo explicar que use ese lenguaje?

¿Por qué no fue compasivo con los fariseos? ¿Por qué no estuvo dispuesto a perdonarlos? Es que si hay algo que Dios abomina, y que Jesús detesta, es la falsedad, la simulación y la mentira.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

"¿TAN MANSO DEBO SER?" CONTRASTES EN JESÚS I


¿TAN MANSO DEBO SER?

CONTRASTES EN JESÚS I

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen.” (Mt 5:43,44)

¿Cómo Señor? ¿Tengo que amar a los que me odian y hacer el bien a los que me hacen daño? ¡Estaría loco! Si quieres ser un hijo digno de tu Padre que está en los cielos, así debes actuar, porque “Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.” 

miércoles, 1 de septiembre de 2021

"VIVE JEHOVÁ EN CUYA PRESENCIA ESTOY" (EL PROFETA ELISEO IV)




"VIVE JEHOVÁ EN CUYA PRESENCIA ESTOY" 
(EL PROFETA ELISEO IV)
“Vive Jehová de los ejércitos en cuya presencia estoy”. El secreto de su poder era su intimidad con Dios. Qué bueno fuera que todos nosotros viviéramos conscientes de que donde quiera que estemos, vivimos en la presencia de Dios.


miércoles, 6 de septiembre de 2017

EL QUE CARECE DE ENTENDIMIENTO

                   LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL QUE CARECE DE ENTENDIMIENTO
Un Comentario de Proverbios 11:12-15
12. “El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla.”
El entendido comprende lo que vale un ser humano, rico o pobre, y lo apreciará en sí mismo.  En cambio, el que carece de entendimiento, en su soberbia menosprecia a  todos.  (c.f.14:21; Sir 8:5‑7).
            Frente al necio, el malvado y el imprudente desatan su lengua, insultando o  criticando; en cambio, el prudente calla, porque sabe que el menospreciado de hoy, puede ser el encumbrado de mañana.
            Pero sabe también que responder al discurso malévolo con la misma moneda, o con cólera, sólo sirve para azuzar la llama y encender un conflicto en que todos pueden salir perdiendo. La persona conflictiva debe ser enfrentada siguiendo el ejemplo de Cristo: “quien cuando le maldecían no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba; sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” (1P 2:23).
            David reaccionó de una manera semejante cuando Simeí lo maldijo (2Sm 16:5-13). El sendero de sabiduría y de bendición consiste en encomendar todos nuestros asuntos a Dios, que obra siempre de la manera más justa. (Ironside).
            Por eso es que el hombre justo e inteligente es “pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.” (St 1:19), es decir, es lento para condenar y tolerante con las debilidades ajenas.
            Si no puede aprobar, al menos guarda silencio. “El discurso es plata, pero el silencio es oro”, dice un conocido refrán, que solemos citar incompleto. Eso es cierto especialmente en asuntos que, de ser divulgados, pueden dañar al prójimo. Si es criticado, evita contestar, a menos que sea necesario, y no devuelve insulto por insulto.
            Suele ocurrir que los que menos sabiduría tienen se creen más listos que los demás y quedan en ridículo: “En su propia opinión el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar.” (Pr 26:16). Porque son más ricos que otros se imaginan que tienen una respuesta para todo, y que todos deben escucharlos como si fueran un oráculo. Su suficiencia los lleva a despreciar a los que, en realidad, son más sabios que ellos. El Sirácida tiene algo que decir al respecto: “No discutas con el mal hablado, que es echar leña al fuego; ni trates con el necio, no te vayan a despreciar los sabios.” (8:3,4)
13. “El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo.”
El Levítico dice escuetamente: “No andarás chismeando entre tu pueblo.” Pero es interesante que a continuación diga: “No atentarás contra la vida de tu prójimo.” (19:16). La conexión entre ambos preceptos parece indicar que el que anda chismeando pone en peligro la vida ajena. Y en efecto, la maledicencia puede despertar rencores y celos que impulsen a una persona violenta a vengarse.
            Proverbios 20:19 dice: “El que anda en chismes descubre el secreto” y enseguida añade: “No te entremetas pues, con el suelto de lengua.”  Su amistad puede resultarte cara porque puedes verte sin querer envuelto en los problemas que suscita el chismoso.
            En cambio, el hombre discreto, de espíritu fiel, es como una caja fuerte, a la cual uno puede confiar secretos sabiendo que están muy bien guardados. La fidelidad de espíritu es una de las virtudes humanas más valiosas, pues dan confianza y representan seguridad. Quien conoce a una persona que la posee no sabe qué tesoro ha encontrado, pues en una situación de apremio cuenta con alguien en quien pueda confiar.
            El Sirácida dice al respecto: “El que descubre el secreto destruye la confianza, y no encontrará amigo íntimo… como uno destruye a su enemigo, así has destruido la amistad de tu prójimo… se puede vendar una herida, se puede remediar un insulto, pero el que revela un secreto no tiene esperanza.” (27:16,18,21).
             Ser fiel de espíritu consiste, pues, entre otras cosas, en guardar silencio sobre los secretos que nos confían, o de aquellos que de casualidad nos enteramos y no nos conciernen. Sólo Dios y nosotros los conocemos, y será un secreto muy guardado que a nadie dañe.
14. “Donde no hay dirección sabia caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad.”
De la verdad expresada en la primera línea de este proverbio en nuestro país podemos dar fe, porque ¿cuántas veces nuestro país se ha encontrado en dificultades debido a políticas equivocadas dispuestas desde arriba? Y no sólo nuestro país, sino también otros de nuestro continente, especialmente uno que está pasando por una situación de gran escasez y pobreza, siendo un país potencialmente muy rico.
            Por eso podemos decir sin temor a equivocarnos que de la dirección sabia depende el porvenir de la nación, depende el desarrollo de sus potencialidades y de su progreso, no sólo material sino también cultural y educativo.
            De otro lado, ¡qué gran cosa es cuando uno puede contar con buenos consejeros, hombres o mujeres de experiencia, y honestos, en cuyo criterio se puede confiar!
            Pr 20:18 aplica el principio de Pr 11:14a a la guerra, que requiere no sólo de un ejército bien preparado y armado, sino también de una estrategia inteligente y original, que se puede formular contando con consejeros experimentados, tal como afirma Pr 24:6b: “Y en la multitud de consejeros está la victoria.”
            Pr 15:22a (“Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo”) hace notar que si no se cuenta con buenos consejeros la persona a quien incumbe la responsabilidad de tomar decisiones que afectan a muchos puede sentirse confundida ante la gran variedad de alternativas posibles. Su segunda línea repite el mensaje de 11:14b.
            Pr 20:18 afirma que el buen consejo ayuda a ordenar los pensamientos, y luego retorna al tema de la guerra. El  lector quizá se pregunte ¿por qué figura tanto el tema de la guerra en estos pasajes? Porque hacer la guerra era en esos tiempos la ocupación principal del género masculino. No sólo los pueblos y los reinos, también las ciudades pasaban el tiempo guerreando unos con otros. Recuérdese lo que dice 2Sm 11:1: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo en que los reyes salen a la guerra…” ¿Qué los movía? La ambición de poder y de agrandar el propio territorio, el honor herido, las rivalidades comerciales, etc., etc. Tantos motivos que en nuestro tiempo siguen impulsando a los pueblos a guerrear y destruirse mutuamente, causando tanto sufrimiento. Pero sabemos quién es el que está detrás maléficamente impulsando esos conflictos.
            La nación que no cuenta con un gobierno sabio, dice Ch. Bridges, es como un barco que enfila hacia un mar lleno de rocas. Si no cuenta con un piloto experimentado, está en peligro de encallar y de hundirse.
            Entre los dones que Dios ha dado a algunos hombres se cuenta el don de gobierno, o de presidir (Véase Rm 12:8), que debe ejercerse, dice Pablo, “con solicitud”, esto es, esforzándose por ejercerlo de la mejor manera posible, lo cual supone no sólo rodearse de buenos colaboradores, sino también contar con una dosis adecuada de humildad, reconociendo de Quién se ha recibido la autoridad (Rm 13:1). El orgullo, o el capricho, de los gobernantes los impulsa muchas veces a tomar decisiones equivocadas, basadas con frecuencia en una sobrevaloración de las propias fortalezas, creyendo que la fuerza puede reemplazar a la sabiduría. Pero Ecl 10:10 nos advierte de lo contrario: “Si se embotare el hierro y su filo fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dirigir.” Si el filo del cuchillo, o del hacha, está gastado, hay que usar más fuerza para cortar. Si se le afilara, el esfuerzo requerido sería menor. La sabiduría puede ser pues más eficiente que la fuerza bruta para alcanzar el objetivo, según dice Ecl 9:16: “Mejor es la sabiduría que la fuerza…”.
            El caso de Roboam, el hijo necio de Salomón, muestra el desastre al que pueden conducir los consejos de jóvenes imprudentes y envanecidos. Cuando subió al trono a la muerte de su padre, el pueblo acudió a él para pedirle que aliviara los impuestos con que los había gravado su padre. Pero el novato rey en lugar de seguir los sabios consejos de los ancianos que habían estado cerca de su padre, que le aconsejaron escuchar al pueblo, prefirió seguir el consejo contrario de los jóvenes con quienes se había criado y que se divertían con él. Ellos le aconsejaron hablar duramente al pueblo y advertirles que él aumentaría los impuestos de su padre, en lugar de disminuirlos. El resultado fue desastroso: Las diez tribus del norte se rebelaron contra él, y aunque peleó contra ellas no pudo dominarlas. A partir de entonces el reino de Israel quedó dividido en dos: el pequeño reino de Judá al sur, y el reino mayor con las diez tribus del norte (2Cro 10:1-11:4). Y no cesó de haber guerras fratricidas entre ellos que los debilitaron.
15.  “Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que aborreciere las fianzas vivirá tranquilo.”
Aquí se contrasta ansiedad y vivir seguro. El que ha otorgado una fianza está ansioso, inseguro, porque no sabe si el fiado permanecerá solvente hasta cancelar la deuda. Si incumple, el fiador tendrá que salir en su ayuda, y poner su propio peculio. Pero el que se abstiene de prestar fianza estará tranquilo, al menos por ese lado, ya  que no tendrá que responder por las obligaciones ajenas. Este es uno de los muchos versículos del libro de Proverbios que desaconsejan otorgar fianzas. (6:1; 17:18; 20:16; 22:26; 27:13). El original dice “el que odia chocar las manos…”. Ése era un gesto, que todavía sigue vigente, mediante el cual las partes manifiestan estar de acuerdo, en este caso, de que uno presta fianza y que el otro lo acepta.
El grave error que comete el que afianza a otro es que hace depender su seguridad económica de un tercero, del cual, por mucho que lo conozca, no puede estar completamente seguro. Si yo contraigo un préstamo, mi seguridad depende de mí mismo, de mis propios medios, de mi solvencia, y a nadie podría culpar del mal fin, si ocurriera, sino a mí mismo. Pero por muy honesta que pueda ser la persona afianzada, yo no puedo estar seguro de que en el futuro no sufra un percance que le impida cumplir con su obligación.
Bajo ciertas circunstancias puede ser un acto de caridad, o de solidaridad familiar, prestar fianza al que se encuentra en dificultades, pero antes de dar ese paso, el fiador debe estudiar cuidadosamente los riesgos en que incurre, que dependen de la naturaleza y monto de la obligación, pero también de la calidad de la persona beneficiaria de la fianza y de la confiabilidad de los tribunales, si surgiera un conflicto. Un mal acreedor puede tener la intención secreta de explotar al fiador, sobre todo si puede contar con la complicidad de los jueces. 
El Sirácida aconseja al fiado no olvidar el gesto generoso del que lo afianzó, y nos recuerda que ha habido hombres ricos que se han arruinado por prestar fianza, y que hay también quienes pretenden lucrar porque cobran por ese servicio, pero que, al fin, terminan litigando en los tribunales (Sir 29:14-19). Es cierto que los bancos emiten fianzas por una comisión, pero eso es parte de su negocio.
La prudencia más elemental aconseja no afianzar a un desconocido, y por eso Pr 17:18 llama “falto de entendimiento” al fiador. Proverbios 6:1-5 amonesta seriamente al fiador por el peligro en que ha incurrido por su propia imprudencia, y le aconseja tratar por todos los medios de exonerarse de la obligación asumida, teniendo en cuenta que al prestar fianza no pone en riesgo su propia seguridad, sino también la de su familia. Por lo cual el salmo 112:5, a la vez que exhorta al hombre de bien ayudar al necesitado prestándole dinero, le aconseja gobernar sus asuntos con prudencia. Hay personas que buscan fiadores adrede con el fin de hacerles cargar con las deudas que no tienen la intención de cumplir. Yo tendría algo que contar al respecto y la trampa en que habría caído de no conocer lo que dice Proverbios sobre el tema.
Nadie en su sano juicio se haría fiador de un extraño, y menos de uno que estuviera en bancarrota. Sin embargo, ha habido una excepción a ese sano principio, y que pagó terriblemente por ello, nuestro Señor Jesús quien (según palabras de Ironside que cito libremente a continuación) “se convirtió en nuestro fiador cuando éramos extraños y enemigos en nuestra mente haciendo obras malas” (Col 1:21). Él murió, “el  justo por los injustos para llevarnos a Dios”  (1P 3:18). Todo lo que nosotros debíamos fue exigido de Él cuando murió en el madero por pecados que no eran suyos.
Él probó plenamente la verdad de este proverbio que comentamos acá; “con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño” cuando el terrible juicio de Dios por el pecado de los hombres cayó sobre Él. Ningún otro podía satisfacer las demandas de la santidad de Dios contra el pecado, y salió triunfante al fin. Sólo Él podía expiar nuestros pecados…y por eso Dios lo levantó de entre los muertos, y lo sentó a su derecha en la gloria.
¿Qué nos queda hacer a nosotros sino darle gracias y vivir adorándole y sirviéndole por su misericordia infinita?
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#946 (09.10.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 13 de octubre de 2016

ANOTACIONES AL MARGEN XLIV

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde
ANOTACIONES AL MARGEN XLIV

v  ¿De qué sirve el conocimiento sin el temor de Dios? De nada o de poco porque será mal empleado, o al  menos no en las cosas que más importan porque son eternas. Peor aún, el conocimiento sin temor de Dios puede ser empleado sin escrúpulos para el mal, como hemos visto en la historia reciente tantas veces.
v  El conocimiento aumenta nuestra responsabilidad.
v  El que se conoce bien a sí mismo sabe que hay en él muchas más cosas que merecen ser criticadas que elogiadas.
v  Es imposible buscar el reino de Dios y su justicia si se ama al mismo tiempo al mundo.
v  El egoísmo, el personalismo, nos quitan la paz, porque no admiten competencia, ni sufren que nadie se levante por encima de ellos.
v  Si eres virtuoso, no pienses mejor de ti mismo de lo que es razonable (Rom 12:3), no sea que Dios te deje caer para hacerte volver a la realidad.
v  Si el pensamiento es consentido, despierta el deseo que compele a la acción.
v  Dios dosifica las tentaciones a las que somos sometidos.
v  Por medio del amor sobrenatural (agápe), o gracias a él, adquirimos la verdadera sabiduría, porque ese amor nos une a Dios, que es la sabiduría misma.
v  Dar limosna al pobre sin amor, tiene poco mérito a los ojos de Dios. Es casi como botar el dinero al desagüe.
v  Mi oración diaria debería ser: “Ayúdame Padre a ser perfecto como tú eres perfecto.” (Mt 5:48). Y también: “Que tu sangre, Jesús, me limpie de toda mala intención.”
v  Debemos aborrecer el pecado, si se pudiera, tanto como Dios lo aborrece.
v  Esta es una idea fundamental: Tratar de ser hoy tal como quisiera que me sorprendiera algún día la muerte.
v  Si no vivo todas las horas del día amando a Dios, estoy perdiendo el tiempo.
v  Si no muero al mundo y a mí mismo, no puedo vivir para Dios.
v  Al que es manso y humilde de corazón como Jesús, más que la ofensa o el daño que pueda sufrir por culpa de otro, le duele el daño que el agresor se hace a sí mismo, y ora por sus enemigos sabiendo que no saben lo que hacen.
v  El que se entromete en asuntos ajenos sin ser solicitado pierde la paz del espíritu, porque se carga de problemas sobre los que no ejerce ningún control.
v  Si yo quiero alcanzar a Dios y hacerme uno con Él, tengo que renunciar a todo lo que no es Él. ¿Pero cómo renunciar a las cosas de las que mi vida depende? Pablo sugirió la solución: Comprando como si no comprara, poseyendo como si no poseyera…(2Cor 6:10)
v  Lo que te molesta en otros, trata de evitar en ti.
v  Es mejor nunca hallar falta en los demás, sino en uno mismo.
v  Nosotros no solemos ser conscientes del daño que hacemos a otros por nuestras malas decisiones. Pero, en contraparte, todos sufrimos las consecuencias de las malas decisiones que a veces toman los que detentan el poder político, o de otro tipo.
v  Cuando actuamos mal, cuando pecamos, o nos dejamos llevar por el orgullo, o por la pasión, se oscurece la luz de nuestro entendimiento, y eso nos lleva a cometer nuevos errores.
v  Nada hay más cómodo que echarle la culpa a otros de nuestras fallas, o de sus malas consecuencias. Pero nada hay también más improductivo, porque de esa manera nunca aprendemos.
v  Este es el secreto de la vida cristiana: Hacerse uno con el Crucificado.
v  Aunque duela y lo rechacemos, el sufrimiento nos une a Cristo. ¡Cuántos encadenados a un lecho de dolor podrían ser consolados con este pensamiento!
v  Quisiera terminar citando estos pensamientos de dos de los más grandes padres de la Iglesia.
San Basilio el Grande (330-379), que fue un baluarte contra la expansión de la herejía arriana, escribió: “Un árbol es conocido por sus frutos; un hombre, por sus obras. Una buena obra nunca se pierde; el que siembra cortesía, cosecha amistad; el que siembra bondad, cosecha amor.”
Por su lado San Agustín (354-430), el más grande de los teólogos cristianos, escribió: “¿A qué se parece el amor? Tiene manos para ayudar a otros. Tiene pies para acudir donde el pobre y necesitado. Tiene ojos para ver la miseria y la necesidad. Tiene oídos para oír los suspiros y los lamentos de los hombres. A eso se parece el amor.”
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#915 (21.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).



miércoles, 14 de mayo de 2014

ENTRE LOS MUCHOS DEFECTOS DEL HOMBRE...


Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo

Entre los muchos defectos del hombre, quizá uno de los más notables y uno de los que
más pesa sobre las mujeres, es el mal genio. ¿No es así? Claro que también a veces la mujer es mal humorada pero el hombre suele serlo más fácilmente. Es irascible, se molesta por cualquier cosa. Los hombres con frecuencia atormentan a sus mujeres con su mal genio, de tal manera que la mujer nunca sabe de qué humor va a venir su marido a casa. ¿Verdad? Lo cierto es que la compañía de las personas de mal genio es realmente incómoda, odiosa. ¿A quién le gusta vivir con una  persona que esté siempre malhumorada? Hay que estarla calmando todo el tiempo. Con el mal genio manipulan a la otra persona. Hay que estarlas aplacando porque refunfuñan todo el tiempo. ¿A quién le gusta vivir con una persona que refunfuña? ¿Que critica? La Escritura dice que la mujer malhumorada es como gotera continua en tiempo de lluvia (Pr 27:15).
Ambos, hombre y mujer, tienen que corregirse. Ambos tienen que cuidar su carácter para no ser un tormento para el otro. Ambos deben llegar a tener un carácter amable, un carácter que responda bien, no un carácter que responda mal, un carácter con el que se pueda vivir, no uno para salir corriendo.
Págs 159 y 160. Editores Verdad y Presencia Av. Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, Tel. 4712178.



martes, 8 de abril de 2014

PIEDRAS VIVAS

LA VIDA Y LA PALABRA

Por  José Belaunde M

PIEDRAS VIVAS

El apóstol Pedro escribió en su primera epístola: "Acercándonos a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo." (2:4,5)
La sola idea de piedra viva es una contradicción: no hay nada más muerto que una piedra. No se mueve, no respira, está fría. Pero esto no debe sorprendernos. El Evangelio está lleno de nociones que contradicen a los conceptos del mundo, pues Jesús mismo fue puesto por "señal que será contradicha" (Lc 2:34). Por ello es que la vida del cristiano está llena de lo que son contradicciones para el mundo, según dice Pablo: "como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo." (2Cor 6:8-10).
Nuestro modelo de piedra viva es Jesucristo, la piedra angular sobre la cual todo el edificio es edificado, (Is 28:16; 1P 2:6). Está vivo con la vida de Dios y es nuestra fuente de vida "porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad". (Col 2:9).
Nosotros estamos vivos con la vida que recibimos de Él cuando nacimos de lo alto. Como la vid comunica su vida a todos los renuevos que brotan en ella, así también nosotros tenemos vida si permanecemos en Él como sarmientos en la cepa (Jn 15:4,5).
Nadie es piedra viva para sí mismo, sino para ser utilizado en la edificación de la casa espiritual que Dios está construyendo para morada suya entre los hombres (Ef 2:22). El modelo de su construcción es el que vio Moisés en el espíritu y que sirvió también para el tabernáculo del desierto (Ex 26:30) y para el templo que edificó Salomón (Hb 8:5), hecho éste de piedras muertas.
Las piedras con que se construye el nuevo templo espiritual han sido sacadas de la cantera situada en el desierto que es el mundo, morada de búhos y chacales (Is 34:14,15). Cristo nos rescató del reino de las tinieblas y nos trajo al reino de su luz admirable (1P 2:9), al valle florido donde se construye su templo.
Pero antes de ser utilizados en su edificación tenemos que ser tallados por Él. Primero a golpes potentes de mazo, luego, a medida que vamos tomando la forma que Él requiere, con cinceles cada vez más finos y golpes cada vez más precisos, hasta que por fin estamos listos para ser colocados en el sitio que Él ha previsto.
La piedra no escoge su lugar sino es colocada por el arquitecto de acuerdo a la ubicación prevista en sus planes. Si la piedra se pusiera a discutir y se negara a ser colocada en su sitio, correría el peligro de ser descartada.
Una vez que ha sido puesta en el lugar destinado, por una grúa que tiene forma de cruz, la piedra colabora en el equilibrio de las fuerzas dinámicas que rigen la construcción. La piedra soporta la presión de los bloques que están encima y, a su vez, es soportada por los que están debajo y a sus lados. Así, nosotros colaboramos con el sostenimiento del edificio "soportándonos unos a otros y perdonándonos unos a otros" (Col 3:13), y tratando de no ser un peso excesivo para las piedras que, a su vez, también nos soportan,
La piedra debe encajar perfectamente en su sitio. Si no encaja bien hace peligrar la estructura del edificio y tendría que ser desechada. Así también, nosotros, lo seremos igualmente si somos tercos y nos rebelamos contra las presiones que nos toca sobrellevar.
La piedra, una vez puesta en la pared, sufre sin quejarse ni protestar los embates del mal tiempo, del viento, la lluvia y la nieve. Está allí precisamente para eso, para guarecer el interior del templo. ¿Qué sería del edificio si las piedras del muro, asustadas por los embates de la tempestad que ruge en el mundo, quisieran retirarse a un sitio más protegido? Pero los bloques de piedra pueden resistir porque han sido "fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad". (Col 1:11)
La piedra que está en contacto con el mundo es machucada, golpeada, rayada por los transeúntes, pero, llena del amor de Dios "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (1Cor 13:7)
En todo edificio bien construido hay piedras de diversas formas, no son todas iguales. Así como el alfarero nunca hace dos cántaros  iguales, Dios nunca hace dos piedras iguales. Todos somos únicos ante sus ojos. Las piedras cumplen, asimismo, diversas funciones de acuerdo a sus diversas formas. Si así no fuera el edificio no sería "funcional", sino una construcción monótona, amorfa e inútil. "Si todo el cuerpo fuese ojo ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído ¿dónde estaría el olfato?” pregunta Pablo en primera a Corintios (12:17).
Hay piedras que son fundamento: los apóstoles y profetas (Ef 2:20). Hay piedras que son columnas: sostienen las estructuras  (Gal 2:9). En la base de las columnas hay piedras cuadradas, sólidas; hay piedras cilíndricas y bien pulidas en la espiga; otras son capiteles, de variadas formas, artísticamente labradas. Ellas alegran y dan vida al conjunto.
Hay piedras curvas que forman parte de los arcos, unen una columna con otra, o muro con columna. La esbeltez de los arcos parece desafiar las leyes de la mecánica. El trazo de las uniones requiere osadía y firmeza, pero sin ellas el edificio no podría adquirir altura ni amplitud (Hab 3:19). Sólo un calculista muy sabio -el divino calculista- puede calcular la curvatura y el espesor de sus elementos. Si se equivocara, se desmoronaría la estructura. Pero no puede equivocarse.
En los arcos y en las bóvedas hay piedras claves, colocadas en el medio, sin las cuales unos y otros se derrumban. Tienen que haber sido cinceladas con gran precisión y colocadas con todo cuidado para que encajen perfectamente en el centro, sin inclinarse ni a un lado ni al otro. Son como balanzas fieles. Así hay cristianos que son llamados a juzgar entre hermano y hermano y deben hacerlo sin distinción de personas (St 2:9).
En el edificio hay piedras macizas, las hay también talladas en filigrana. Hay piedras visibles, admiradas por todos; hay piedras ocultas, cuya existencia nadie conoce, pero son las más necesarias. Son los intercesores que se colocan en la brecha por otros (Ez 22:30).
Hay piedras en el coro donde resuena la alabanza: son los músicos y cantores (Sal 95:1-3; Sal 150). Hay piedras en los vitrales, por donde entra la luz que ilumina a otros: son los maestros (2Tm 2:2). Hay piedras en las puertas, por donde entran los convidados a la boda: son los evangelistas (2Tm 4:5).
Hay piedras en las bóvedas que coronan el edificio, exaltadas (Jb 36:7). Hay piedras humildes, colocadas en el piso, por donde la congregación camina y que todos pisan. En el último día serán las más apreciadas (Lc 13:30).
Pero todas juntas hacen el templo que Dios construye para morada suya: Está en construcción y, a la vez, está completo. Es local y a la vez, es visible por todo el orbe. Como sus piedras son vivas y no muertas tienen una propiedad maravillosa: no sólo han sido edificadas como casa espiritual, sino también como "sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios." (1P 2:5).
No hay edificio en el mundo cuyas piedras sean algo más que bloques mudos, inertes, pero las piedras de este edificio ofician en él. Por ello es un edificio también vivo, donde resuenan sacrificios de alabanza que las piedras profieren  con su boca, "fruto de labios que confiesan su nombre" (Hb 13:15). Incluso, en el sitio que Dios les tiene asignado, ofrecen sacrificios de ayuda mutua, de los que Dios se agrada (Hb 13:16).
Jesucristo es la piedra angular "en quien todo el edificio bien coordinado va creciendo" (Ef 2:21). Si el edificio no crece en Cristo, tiene que ser desechado. Si se pone otro fundamento, es un templo falso. Hay tantos templos falsos en el mundo que atraen a la gente, que han sido construidos sobre fundamentos engañosos. Sus piedras se creen vivas, pero están muertas.
Nosotros queremos sacarlas de su engaño, limpiarlas de sus ídolos y traerlas a nuestro templo. Tenemos el mandato de Cristo para hacerlo y podemos lograrlo, porque nuestro templo es un templo vivo, del que brotan aguas "debajo del umbral de la casa" (Ez 47:1), de la roca misma, que es Cristo (1Cor 10:4), y que fluyen hacia los campos resecos del mundo, primero como un riachuelo que poco a poco se va anchando, pero que luego va aumentando hasta convertirse en un río de agua viva, en cuyas riberas "crece toda clase de árboles frutales, cuyas hojas nunca caen, ni falta su fruto" (Ez 47:12). Y toda alma que nade en esas aguas y beba de ellas vivirá eternamente.


Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
NB Este escrito fue presentado como trabajo en el curso de Entrenamiento Ministerial en la “Comunidad Cristiana Agua Viva” el año 1990. Fue publicado el 14.01.01 en la desaparecida revista “Oiga” bajo el pseudónimo de “Joaquín Andariego” que usaba entonces. Se distribuyó en forma limitada mediante fotocopias a finales de 1999. Se volvió a imprimir el año 2006 y se vuelve a imprimir nuevamente en la fecha.


ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

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miércoles, 10 de octubre de 2012

CONTRASTES EN JESÚS


Por José Belaunde M.
CONTRASTES EN JESÚS
A propósito de Mateo 23
Todos hemos oído hablar, o hemos leído, acerca de las cualidades del carácter de Jesús que se manifestaban en la forma cómo Él hablaba y actuaba. Los cuadros que se han pintado de Él lo representan como amable, compasivo, tierno, dulce. Los relatos de los evangelios nos hablan de su amabilidad, de su gentileza, de su ternura, de su compasión…
Él dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11:29).
Él dijo también: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Jn 10:10) Vino para darnos su vida misma, para entregarse a sí mismo en sacrificio por nuestros pecados.
A la pecadora que iban a apedrear, cuando se retiraron sus acusadores Él le preguntó: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: No señor. Entonces Jesús le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Jn 8:10,11).
Esa frase ha sido malinterpretada por algunos, como si Jesús fuera tolerante con el pecado, o como si Él expresara mediante esas palabras su oposición a la pena de muerte. Pero no es el caso, sino que Jesús vio que ella, al encontrarse frente a frente con Él, se había arrepentido de su vida pasada y estaba lista para empezar una nueva vida.
Es muy conocida la frase del Sermón de la Montaña: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen.” (Mt 5:43,44)
¿Cómo Señor? ¿Tengo que amar a los que me odian y hacer el bien a los que me hacen daño? Si quieres ser un hijo digno de tu Padre que está en los cielos, así debes actuar, porque “Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.” (v. 45). El calor del sol que nos ilumina es una manifestación del amor con que Dios ama a todos los seres humanos sin distingos.
También dijo: “Si alguien te hiere en la mejilla derecha, ponle también la otra.” (Mt 5:39).
Señor, ¿Tan manso debo ser? Si quieres ser mi discípulo, sí.
Los rasgos de su carácter habían sido profetizados por Isaías: “No gritará, ni alzará su voz…”. Es decir, Él hablará siempre con una voz suave.
“No quebrará la caña cascada...” Es decir, la caña que está a punto de romperse Él no la quebrará, sino más bien la enderezará. Tendrá compasión de ella.
“No apagará el pabilo que humeare…” Si alguien estuviere a punto de desfallecer, Él lo levantará. En suma, los débiles tendrán en Él consuelo y fortaleza (Is 42:2,3).
Pero veamos algunos ejemplos adicionales de la dulzura de Jesús:
“¡RAZA DE VÍBORAS!” (Mt 23:33)
“¡SEPULCROS BLANQUEADOS!” (Mt 23:27).
“¡AY DE VOSOTROS, ESCRIBAS Y FARISEOS HIPÓCRITAS!” (v. 14)”
“¡AY DE VOSOTROS, GUÍAS CIEGOS!” (v. 16).
“¡AY DE VOSOTROS… QUE DEVORÁIS LAS CASAS DE LAS VIUDAS!” (v. 14)
“¡INSENSATOS Y CIEGOS!” (v. 17)
“¡QUE CAIGA SOBRE VOSOTROS TODA LA SANGRE INOCENTE QUE SE HA DERRAMADO SOBRE LA TIERRA!” (v. 35)
¿Qué pasó con el dulce Jesús que dice esas cosas terribles? ¿Cómo explicar que use ese lenguaje? Un autor judío ha acusado a Jesús de no poner en práctica su propia enseñanza, y de ser un hipócrita.
¿Por qué no fue compasivo con los fariseos? ¿Por qué no estuvo dispuesto a perdonarlos? Es que si hay algo que Dios abomina, y que Jesús detesta, es la falsedad, la simulación y la mentira.
Al fariseo que había ido al templo a orar, y que se alababa a sí mismo porque cumplía toda la ley, Jesús no lo elogia, sino al contrario, expone sus pecados; alaba, en cambio, al publicano que se consideraba indigno reconociendo sus pecados (Lc 18:9,14).
Él condena a los fariseos porque dicen y no hacen (Mt 23:3). No practican lo que enseñan, sino lo contrario.
Ésa es una acusación que Dios pudiera estar dirigiendo a nosotros. No vaya a ser que nosotros también decimos pero no hacemos. Les predicamos a otros, pero no practicamos lo que predicamos. Examínese cada cual a sí mismo. Mejor será que nuestra conciencia nos reproche nuestra falsedad, que no que sea Dios quien nos la eche en cara.
Los fariseos, dice Jesús, no practican lo que enseñan y pretenden ser lo que no son.
Nosotros vemos mucho de eso también en el mundo cristiano, y ése puede ser quizá uno de los motivos por los que este capítulo figura en los evangelios. No sólo como historia, sino también como advertencia. Quizá nosotros alguna vez hemos caído en un pecado que sólo Dios conocía, pero hemos seguido pretendiendo que éramos buenos cristianos, pretendiendo ser lo que no éramos. Y Dios, en lugar de exponer a la vista de todos nuestra falsedad, compasivamente nos dio tiempo para arrepentirnos.
Jesús reprocha a los fariseos que hagan sus obras para ser vistos por los hombres, no por Dios (Mt 23:5). Quieren que todos vean lo buenos que son. No las hacen para Dios, sino para vanagloriarse de ellas.
Jesús nos advierte: “Tú cuando ores no seas como los hipócritas, que oran en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres. Pero tú cuando ores, entra a tu cuarto y cierra la puerta y ora a tu Padre en lo secreto, y Él te recompensará en público.” (Mt 6:5,6)
Eso no quiere decir que no debamos orar en público, pues hay ocasiones para hacerlo. Pero la oración en público suena vacía, hueca, cuando no tiene el soporte de la oración privada, que es de donde viene la unción del Espíritu. Si nosotros no oramos en nuestra cámara secreta, en intimidad con Dios, ¿con qué autoridad podemos orar en público?
También dijo Jesús: Cuando des limosna no toques trompeta para que todos lo vean y te alaben, sino aconsejó: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha.” (Mt 6:2,3).
Nos está diciendo que debemos ser discretos cuando hacemos obras de caridad, porque las hacemos para Dios, que ama al pobre, no para que nos admiren y elogien nuestra generosidad.
Eso me hace pensar en las empresas modernas y las instituciones del estado que suelen tener un departamento de imagen institucional para mostrar una buena cara al público. Eso es hipocresía institucionalizada.
Pudiera ser que se trate de una empresa que explote a sus obreros y empleados pagándoles sueldos muy bajos y que, al mismo tiempo, se jacte, por usar un término de moda, de ser una empresa con un alto sentido de responsabilidad social, participando en comisiones y actividades en ese campo. Cuando se produce una denuncia laboral que afecte al prestigio de la empresa, llaman inmediatamente al especialista en imagen, como quien llama al bombero, para restablecer el buen nombre de la firma y apagar el escándalo.
No puedo imaginar una iglesia que tenga un departamento de imagen institucional, para aparecer ante el público como lo que no es.
Jesús no tuvo un departamento de imagen, Él, que decía no tener dónde recostar la cabeza (Mt 8:20). Tampoco lo tuvieron los apóstoles, que no ocultaron su profesión de modestos pescadores; ni menos lo tuvo Pablo, que andaba proclamando sus pecados pasados, y acusándose de todo el mal que había hecho a la iglesia cuando la perseguía, y que decía de sí mismo, como supremo elogio, que era menos que un abortivo (1Cor 15:8). En el capítulo 7 de Romanos él da a entender que estaba acosado por tentaciones, al punto que no sabía qué hacer consigo mismo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rm 7:24).
Menos debemos tener un departamento semejante los cristianos, y si lo tuviéramos, debería ser para que la gente nos vea como lo que somos: pecadores arrepentidos.
Nosotros podemos engañar y sobornar a los hombres, pero no podemos engañar ni sobornar a Dios.
De ahí que Jesús preguntara: “¿Por qué miras la paja en el ojo ajeno si tienes una viga en el tuyo?”. (Mt 7:3,4). ¿Cómo será tener una viga en el ojo? Jesús usaba con frecuencia un lenguaje exagerado para dar un mayor impacto a sus enseñanzas.
Notemos que los pecados que la gente del mundo juzga pequeños, son grandes pecados si los comete un cristiano. El cristiano debe mantener su túnica blanca impecable. Lo que para el mundo sería una pequeña mancha, en la túnica del cristiano sería una mancha grande. Nosotros no nos emborrachamos, pero a veces actuamos como si lo estuviéramos, estando de hecho completamente sobrios. Y el nombre de Dios es blasfemado entre los mundanos.
Jesús alaba a su Padre porque “escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños.” (Lc 10:21). ¿Por qué lo hizo? Porque hay quienes ven, y no perciben; oyen, pero no entienden (Mr 4:12; cf Is 6:9,10), porque su corazón se ha endurecido por el orgullo y el pecado disimulado.
Estas dos cosas son perdición para el hombre. Ése era el pecado de los fariseos. Ellos eran orgullosos y ocultaban sus pecados para aparentar ser hombres justos y piadosos. Pero Jesús, que tenía ojos para ver el interior del hombre, tenía buen motivo para echarles en cara su hipocresía. En cambio, Él se apiada de la mujer pecadora y del publicano Zaqueo, porque no disimularon su condición.
Él les dice: “Yo no he venido a llamar a (los que se creen) justos, sino a (los que saben que son) pecadores.” (Mt 9:13).
Los fariseos tomaban mal que Jesús comiera con cobradores de impuestos y pecadores, y no con ellos. Él les contesta: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mr 2:17a). Si ustedes reconocieran que están enfermos, yo me reuniría con ustedes. Pero ustedes están sanos; son justos, son perfectos, cumplen toda la ley minuciosamente. No tienen necesidad de mí.
Él no había venido a llamar a justos, sino a los pecadores, que era la gente que los fariseos evitaban, pero que son los que más necesidad tienen de Dios, y están más dispuestos a reconocerlo (Mr 2:17b; Lc 5:30-32).
Es a ellos a quienes nosotros debemos buscar. Sin embargo, debemos reconocer que los creyentes tenemos la tendencia de juntarnos entre nosotros, y de evitar reunirnos con la gente del mundo, en parte, porque ya no nos sentimos cómodos con ellos, y en parte también, porque con frecuencia ellos nos evitan. Aunque nos respeten, nos hemos convertido para ellos en unos aguafiestas.
¿Cómo hacer entonces para predicarles? Es un reto que no es fácil de resolver.
Los fariseos –dice Jesús- “aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.” (Mt 23:6). ¿Por qué es eso? Porque aman ser reconocidos, que la gente los salude y que los respeten. Pero ¿a quién no le gusta ser reconocido y que lo respeten? Si no hemos de ser hipócritas, diremos que a todos.
A nadie le gusta que lo ignoren, que lo consideren poca cosa, que no lo tomen en cuenta. Ésa es una de las cosas que más nos duele.
Cuando vas a una reunión cristiana ¿dónde te colocas? ¿Atrás o adelante? Según la posición que tengas, procurarás sentarte lo más adelante posible. Eso es normal.
Sin embargo Jesús dijo que cuando fuéramos invitados a una boda no nos sentáramos adelante, sino atrás, para que no tuviéramos que ceder ese lugar a otro más distinguido que uno. Y que más bien nos sentáramos atrás, para que el que nos convidó nos diga que nos sentemos más adelante (Lc 14:8-10). Él concluye esa enseñanza diciendo: “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será exaltado.” (Lc 14:11).
Jesús dijo también: “No os hagáis llamar Rabí, porque uno solo es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.” (Mt 23:8-10). No tratemos de ponernos por encima de otros, o de creernos más, ni de alardear de sabiduría, porque podemos quedar en ridículo.
Él dijo:“El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo” (Mt 23:11), y nos dio un ejemplo práctico tan extraordinario, lavándoles los pies a sus discípulos, que Pedro, escandalizado, cuando le llegó su turno, se opuso a que se los lavara a él. Después les advirtió que al obrar de esa manera Él les había dado ejemplo, para que ellos también hicieran lo mismo. Esto es, que nos sirviéramos unos a otros (Jn 13:5-15). Pero la tendencia natural del hombre no es servir a los demás, sino servirse de ellos.
También les dirigió estas palabras terribles: “Diezmáis del eneldo, la menta y el comino, pero dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe.” (Mt 23:23). Ése era el gran problema con ellos, en el cual también podemos caer nosotros; esto es, darle importancia a las minucias y descuidar lo principal, lo esencial.
“Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robos y de injusticia.” (v. 25-28). La gente del mundo dice: Hay que guardar las apariencias, hay que preservar la imagen. ¡Cuidado con los escándalos, que lo arruinan todo y nos humillan!
¿Qué es lo que más nos preocupa a nosotros? ¿Nuestra fachada, o nuestro interior? Sólo Dios ve nuestro interior. Él nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Él sabe todo lo que sentimos, deseamos y pensamos; y lo que hacemos sin que nadie nos vea, salvo Él.
Lo malo es que aunque los demás no lo vean, lo que uno es por dentro con el tiempo se nota. Tarde o temprano saldrá a luz. Y todo el mundo terminará por enterarse de lo que uno es en realidad: “Por sus frutos los conoceréis. Porque el árbol bueno da frutos buenos, y el malo da frutos malos” (Mt 7:16,17).
Jesús dijo en otro lugar: “De la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt 12:34). Las cosas de las que generalmente hablamos son las que tenemos en el corazón. ¿Cómo te expresas tú de los demás? Eso muestra lo que tú en realidad piensas de ellos, aunque seas todo sonrisas.
¿Amas a tu prójimo realmente, o lo miras con desprecio? ¿Está tu corazón lleno de amor, o de indiferencia? Aunque no lo quieras, tus sentimientos a la larga se reflejarán en tus palabras.
Terminaré con un pequeño poema que he traducido del alemán lo mejor que puedo:

* MEJOR QUE ESCUCHAR UNA PRÉDICA ES VERLA.
* MEJOR QUE MOSTRARTE EL CAMINO ES QUE VENGAS CONMIGO.
* EL OJO ES MEJOR ALUMNO QUE EL OÍDO.
* EL MEJOR CONSEJO A VECES CONFUNDE, PERO EL BUEN EJEMPLO ES SIEMPRE CLARO.

NB. El presente artículo está basado en la transcripción de una enseñanza dada en la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo, el 31.01.11.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
  
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#746 (30.09.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).