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viernes, 27 de octubre de 2017

EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN
Un Comentario de Proverbios 11:23-26
23. “El deseo de los justos es solamente el bien; mas la esperanza de los impíos es el enojo.”
En este proverbio el deseo y la esperanza están contrastados. ¿En qué forma están ambos conectados? En que el deseo, una vez concebido en el alma, se convierte en esperanza de alcanzar lo deseado. Parafraseando a un autor del pasado diríamos que los deseos son las alas del alma que la llevan hacia aquello que ama, y no descansará hasta que lo consiga.
Los deseos del justo sólo pueden ser buenos porque todo su ser está orientado hacia el bien, y es Dios quien los inspira (Sal 37:4). El justo sólo desea el bien para otros, y no se resiente de lo que otros y no él recibe, porque sabe que en todo Dios es justo. Él no desea el mal a nadie, ni siquiera a sus enemigos. Si un pensamiento malo le cruza la mente inmediatamente lo aleja de sí, mientras que con el impío sucede lo contrario. Él se deleita en pensar y desear el mal para otros, sin saber que al desear el mal, lo atrae a sí, y que puede sobrevenirle lo que él deseó para otros.
Como desea sólo el bien, el justo puede decir que el Señor es la porción de la herencia que le ha tocado, y que, en verdad, es más deleitosa que ninguna otra, y que nada se compara con ella. Por eso el salmista exclamó: “El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa… Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos (1) y es hermosa la heredad que me ha tocado.” (Sal 16:5,6; cf Sal 73:25).
El desear sólo el bien trae consigo una gran recompensa: poseer y ser poseído por Dios, de modo que sólo se viva para Él (Rm 14:8).
En cambio, la esperanza (algunas versiones dicen la expectativa) del impío es enojo, esto es, disgusto, molestia, fastidio, porque al oponerse siempre a los planes y deseos de Dios, eso es lo que recibe.
Hay un episodio en el libro de Números que ilustra muy bien el mensaje de este proverbio. Durante su marcha por el desierto llegó un momento en que el pueblo hebreo se hartó de comer sólo el maná que caía del cielo cada mañana, y deseó comer carne. Entonces se quejaron a Dios de mala manera, diciendo que mejor les iba cuando vivían como esclavos en Egipto y podían comer de todo (Nm 11:4-6). En respuesta a su queja malagradecida Dios les dijo que puesto que tanto la deseaban ellos comerían carne hasta hartarse (11:18-20). Mandó entonces Dios un viento que trajo codornices del mar en gran número. No bien había comenzado el pueblo a comerlas cuando vino sobre ellos una plaga que causó la muerte de muchísimos de ellos (11:31-33; cf Sal 105:40).
No obstante, F. Delitzsch sugiere que la palabra hebrea ebra debe traducirse no como “enojo”, como hace nuestra versión, sino como “presunción”, de modo que mientras que el deseo de los justos es sólo el bien, la esperanza de los impíos está basada en las sugerencias de su presunción y es, por tanto, vano auto engaño.
            El versículo entero puede también interpretarse en el sentido de las consecuencias: el justo cosechará el bien como fruto de sus aspiraciones, mientras que la recompensa que el impío espera se frustrará, porque incluso cuando trata de hacer el bien, no lo hace rectamente.
Los tres proverbios siguientes (11:24,25,26) contraponen la generosidad con el egoísmo. El que reparte generosamente (v. 24) es el que se inspira en el carácter de Dios, que es generoso por naturaleza, y se goza en bendecir a sus criaturas. El que sacia las necesidades ajenas (v. 25) –que pueden ser muchas y de diversa índole- verá que las suyas son saciadas por canales de provisión inesperados.
Hay algunos que en su egoísmo todo lo quieren para sí y se apropian de lo que no es suyo –como podría ser de la calle o de la vereda, que son lugares públicos- pero cuya codicia suscita el rechazo de sus vecinos y, por último, de la sociedad entera. Todo lo quieren para sí, pero nadie los quiere tener por amigos. Terminan aislados de todos.
Nosotros vemos con frecuencia que el dadivoso es amado por todos, mientras que el tacaño es odiado. La razón es clara: el primero hace felices a muchos; el segundo es causa de mucho sufrimiento ajeno.
24. “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.”
Jesús pudo haberse inspirado en este versículo al decir: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante darán en vuestro regazo.” (Lc.6:38)
            Ser generoso es buen negocio; y malo ser tacaño, porque el amarrete, aunque sea rico, vive como pobre.
            El que reparte participa del espíritu de Dios que es generoso en distribuir sus bendiciones, y en hacer prosperar a los justos (Dt 28:1-14), y por eso cuanto más da, más tiene. La semilla que siembra en los campos de la vida haciendo el bien, le produce un retorno generoso con el cual él llena sus graneros (Gal 6:9). Como se dice en 2Cor 9:6: “El que siembra generosamente, generosamente también segará.”
            El que honra al Señor con sus bienes recibirá con seguridad una cosecha abundante (Pr 3:9,10), pero también el que da a los pobres, porque Dios cuida de ellos (19:17).
            Hay quienes desperdician sus recursos en forma descuidada, y en pecado, amando el deleite, como el hijo pródigo (Lc 15:13,14). El fruto que cosechen será pobreza y necesidad (Pr 21:17).
            El que predica la palabra de Dios y la dispersa por el mundo generosamente, hallará que su conocimiento y entendimiento (que no son lo mismo) espiritual aumentará en la medida en que otros participan de él. En cambio, el que no comparte lo que sabe, pretendiendo reservarlo para sí y obtener una ganancia con lo que recibió por gracia, experimentará una pérdida.
            En el campo de la economía de Dios parece que rigiera una ley paradójica: El que reparte con generosidad verá que sus recursos no disminuyen sino, al contrario, aumentan; mientras que el que retiene para sí todo lo que puede, en lugar de enriquecerse como espera, empobrece. Un epitafio antiguo ilustra lo dicho: “Lo que gastamos, teníamos; lo que ahorramos, lo perdimos; lo que dimos, eso tenemos.”
            El principio enunciado por este proverbio tiene una aplicación práctica en el campo de los impuestos sobre las ventas que retienen las autoridades porque, cuando son excesivos, ahogan la actividad económica y el país empobrece.
            ¿Quién es el que retiene más de lo debido? El que no paga el precio justo por lo que compra, o el que vende usando una pesa falsa (Pr 11:1), o el que niega su ayuda al necesitado pudiendo darla. De esa clase de personas ha dicho el profeta: “Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis…” (Hag 1:5,6). (2)
25. “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.”
El original hebreo dice: “el alma de bendición.” Podríamos comentar: el alma que bendice, será a su vez bendecida. Este proverbio de paralelismo sinónimo es un comentario, o elaboración, de la primera línea del proverbio anterior, y confirma el mensaje de Pr 11:17.
            Isaías contiene una promesa maravillosa para el que parte su pan con el hambriento, y alberga en su casa a los pobres errantes, y cubre además la desnudez de su hermano: “Entonces nacerá tu luz como la aurora, y tu salvación se dejará ver pronto, e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del Señor será tu retaguardia.” (58:8).  Ya desde el Sinaí Moisés conminó al pueblo a ser generoso (Ex 22:25-27; Lv 25:35-37).
            En una de sus homilías Juan Crisóstomo cita algunos proverbios orientales sobre la mayordomía del dinero que contienen interesantes enseñanzas: “Las riquezas del bueno son como el agua vertida en un campo de arroz.” “Los buenos, como las nubes, reciben sólo para dar.” “Los ríos no beben su propia agua, ni los árboles comen sus propios frutos.”
            En la New King James Version se lee: “El que riega a otros, será también regado.” El que lleva a otros el agua de la palabra (Ef 5:26) será abundantemente bendecido porque “de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn 7:38). Regar los campos de la viña del Señor es parte del trabajo del ministro del Evangelio, en el cual a cada uno le toca una parte asignada por Dios, tal como escribió Pablo: “Yo planté, Apolos regó…” (1Cor 3:6). Los que lleven a cabo el trabajo de esparcir y cultivar la buena semilla en otros serán a su vez refrescados, confortados, y recompensados generosamente por Dios. Como dice el Targum judío: “El que enseña, él también aprenderá.” El Espíritu Santo será su maestro.
26. “Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende.”

Este proverbio nos muestra que ya en esos tiempos antiguos había especuladores que aprovechaban la escasez de trigo, o de otros cereales, para enriquecerse, comprando a los campesinos sus cosechas a bajo precio, y reteniéndolas para crear de esa manera una escasez artificial que hacía elevar los precios. Es un principio básico de la economía que cuando la oferta es escasa, la demanda hace que los precios suban.
Como es natural, los que seguían esa política eran odiados por el pueblo (como lo son también ahora) porque explotaban el hambre; mientras que los que obraban de manera contraria, es decir, vendían, eran amados.
En el libro del Génesis tenemos el claro ejemplo de lo segundo en José, que sugirió al faraón que se reservara en depósitos apropiados la quinta parte de la cosecha que se recogiera durante los siete años de abundancia anunciados, para poder vender el trigo almacenado durante los siete años en que las cosechas serían escasas, de modo que no hubiera hambre. Y él mismo, por su sabiduría, fue encargado de llevar a cabo esa política prudente (Gn 41:34-36; 46-49).
Notemos que dice que hay bendición no sobre el que regala el grano, sino sobre el que lo vende, porque es normal que el comerciante tenga una ganancia razonable. Pero el acaparador quiere maximizar su beneficio a todo costo, sin importarle el sacrificio que su actitud impone a otros. El profeta Amós denunció severamente esa política, mencionando de paso a los que achican la medida, suben los precios y falsean la balanzas (8:4-6).
Ch. Bridges señala que la maldición viene del pueblo, pero que la bendición viene de arriba. Y agrega que al que subordina su propio interés al bien común, le vendrán bendiciones sobre su cabeza (Pr 10:6).
¿Pero es el clamor por el pan de vida tan grande como el clamor por el pan que perece? Si el que retiene el segundo es maldito, con mucho mayor motivo debe serlo el que retiene el primero. Y si vienen bendiciones sobre el que vende el grano material ¡con cuánto mayor motivo debe haberlas sobre el que reparte generosamente el grano que da vida al espíritu! Imitando a Isaías proclamaremos: “¡Venid y comprad ese pan sin dinero y sin precio!” (cf 55:1).
¡Cuánto daño hacen los que retienen las palabras que pueden dar vida a los que están muertos en sus delitos y pecados! (Ef 2:5) Con su silencio condenan a muchos al fuego eterno, que podrían ser salvos si se les predicara y nacieran de nuevo. No seamos nosotros de ellos, sino repartamos generosamente en torno nuestro la palabra de vida que hemos recibido.
Notas: 1. Estas palabras son una alusión al método que se empleaba entonces, mediante cuerdas o cordeles, para marcar el límite de las tierras cuando se repartían.
2. Es cierto que esas palabras fueron pronunciadas en una situación diferente –el desgano del pueblo para empezar la reconstrucción del templo de Jerusalén después del retorno del exilio- pero también son aplicables al descuido en hacer lo que sabemos que Dios espera de nosotros.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#951 (13.11.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 6 de enero de 2017

HAY BENDICIONES SOBRE LA CABEZA DEL JUSTO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
HAY BENDICIONES SOBRE LA CABEZA DEL JUSTO
Un Comentario de Proverbios 10:6-10
6. “Hay bendiciones sobre la cabeza del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos.”

El original del vers. 6a dice: “Bendiciones (bajan) sobre la cabeza del justo.” El sentido de la segunda línea sería: La violencia revierte sobre la cabeza del impío que la instigó y lo hace callar. El sentido primario de este proverbio antitético sería pues: La gente bendice al justo, pero los impíos serán insultados y despreciados, de modo que la vergüenza cubra su boca. Este proverbio y el siguiente están ligados por la palabra “berajá” (bendición) que figura en ambos.
La expresión de que hay algo “sobre la cabeza” de alguien quiere decir protección, pero también la inminencia de recibir cosas buenas (Gn 49:26), eventualmente también recibir cosas malas (como cuando se habla de la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de alguno).
El justo cuenta con la protección de Dios. Eso es ya una gran bendición. Pero dice “bendiciones”, en plural, lo que indica que son muchas y de muchas clases. Dios es “galardonador de los que le buscan” (Hb 11:6), y le sirven. Las bendiciones que recibe el justo son de naturaleza temporal (Dt 28:1-8) y espiritual (Is 32:17); provienen del hombre (Pr 16:7; Jb 29:11-13) y de Dios (Mt 5:3-12).
Pero nótese que todo lo que viene sobre la cabeza de alguno suele ser visible a todos. Esto es, la recompensa del justo no permanece oculta, aunque una parte del premio que reciba sea de naturaleza íntima, personal. Recuérdese asimismo que la imposición de manos, que es una fuente de bendición, se hace sobre la cabeza.
La expresión “cubrir la boca”, o “el rostro” (que aparece también en el vers. 11b) debe haber tenido un significado preciso en Israel, posiblemente asociado a tener vergüenza (Sal 44:15; 69:17). Nosotros podemos especular sobre su significado, por analogía. Tapar la boca de alguien equivale a dejarlo callado. Pero aquí debe significar que la violencia abrumará a los impíos en pago de sus obras, como ocurrió con Amán, a quien le cubrieron el rostro antes que fuera condenado a ser colgado en la horca que él había preparado para Mardoqueo (Est 7:8-10).
Cuando Pedro en el huerto de Getsemaní hirió con una espada a un criado del sacerdote en un vano intento de evitar que arresten a Jesús, éste le dijo: “todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mt 26:52), de donde viene el refrán “El que a hierro mata, a hierro muere”. Es decir, cosechará la violencia que ejercieron sobre otros. Aquí también Dios paga a cada cual según sus obras (Jb 34:11; Sal  62:12; Jr 17:10; Mt 16:27; Rm 2:6; Ap 2:23). (Nota 1)
Un impío pacífico, no violento, es una imposibilidad. Pero el justo sí es ambas cosas. Por eso el justo no hereda violencia, sino paz. Esto es, cosecha lo que sembró. Valdría la pena agregar que al impío la violencia no lo afecta tanto como al justo, porque es el clima en el cual está acostumbrado a vivir. Por eso sabe muy bien contraatacar y defenderse, y reacciona a la agresión mejor que el justo. La versión de la Septuaginta (LXX), “duelo prematuro cubrirá la boca de los impíos”, apoya mi explicación.
El segundo estico de este proverbio es idéntico al del vers. 11. La diferencia está en que en el vers. 11 “boca” juega con “boca”, mientras que en el vers. 6 la oposición es entre “cabeza” y “boca”. El sentido primario del proverbio es bastante obvio y claro: Mientras que a los justos les esperan bendiciones, a los impíos les aguardan violencias. Es el pago normal a los hechos de cada uno. El papel que juega aquí “cabeza” es también claro: lo que viene de arriba, en sentido espiritual o material, se recibe sobre la cabeza y la cubre. Es cierto que la violencia no viene necesariamente siempre de arriba, sino del mundo mismo que nos rodea. Es apropiado pues que cubra la boca. Pero lo es también porque el impío es violento no sólo con sus manos y brazos; lo es también con la boca. Es justo que reciba el castigo ahí por donde peca. En efecto, la violencia verbal puede golpear tanto como la física: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada”. (Pr 12:18) ¿Quién no lo ha experimentado alguna vez?
7. “La memoria del justo será bendita; mas el nombre de los impíos se pudrirá.”
La idea es afín a la del proverbio anterior. Aún muerto el justo será bendecido, de manera que su recuerdo se mantiene vivo (Sal 112:6b), y sirve de ejemplo a otros. Como fue el caso del rey Josías, que fue llorado por su pueblo y fue endechado por Jeremías, y por los cantores del pueblo (2Cro 35:24,25). En cambio, “el “nombre de los impíos” se borrará de la memoria del pueblo. Nadie se acordará de ellos (Jb 18:17; Sal 109:13; Jr 22:18,19). Dicho de otra manera, así como se pudre el cadáver del impío en la tumba, se pudre su nombre en la memoria del pueblo.
El contraste en este proverbio es claro: la fama del justo perdura; el nombre del impío no perdura, sino pronto se olvida; no su fama, porque no la tiene, o no la tiene buena; o a lo sumo, tiene mala fama. Pero hay más: lo que se pudre desprende mal olor. Algo parecido ocurre con el nombre del impío, porque hasta a sus parientes avergüenza. La gente gusta de recordar los hechos buenos y heroicos porque los inspiran y les levantan el ánimo. Recordándolos la gente alaba y bendice la memoria del justo. Se le levanta monumentos y se pone su nombre a las calles. Pero nadie quiere acordarse de las maldades del impío.
Un ejemplo patente de distinta fama es el caso del apóstol Pablo y del emperador Nerón. Como relata el libro de los Hechos (25:10-12; 27:1,2), Pablo fue llevado a Roma para ser juzgado por el tribunal del César. Aunque no se conocen los detalles del juicio al que fue sometido, él dice que aprovechó su defensa para predicar a los presentes el Evangelio, y de esa manera fue librado de la boca del león (2Tm 4:17). Su renombre no se ha extinguido hasta hoy. En cambio, la violencia cubrió la boca del emperador perseguidor de cristianos, pues, perseguido a su vez, acusado de haber incendiado Roma acabó suicidándose.
Otro caso patente de destino contrastante, como señala Cesáreo de Arlés, es el de Juan Bautista y de Herodes Antipas, el tetrarca, que lo mandó matar para complacer a su sobrina Salomé (Lc 3:19,20; Mr 6:14-28). Mientras que el precursor de Jesús sigue siendo recordado con respeto y admiración, y su insobornable valentía es un ejemplo para muchos, Antipas, después de sufrir una grave derrota militar, fue acusado de conspirar contra los romanos, fue depuesto y murió en el exilio.
M. Henry muy apropiadamente apunta: Entre los cadáveres del justo y del impío en la tumba no hay diferencia, pero entre las almas de uno y otro en el mundo espiritual sí la hay, y muy grande.
8. “El sabio de corazón recibirá los mandamientos; mas el necio de labios caerá.” (2)
Hay corazones sabios y bocas necias. La sabiduría del justo reside en su corazón, y por eso es discreto. En cambio, la boca delata al necio, porque habla lo que no debe. El Sirácida anota: “El necio tiene la mente en sus labios; el sabio tiene sus labios en la mente.” (21:26). Esto es, mejor piensa antes de hablar, no después.
Si este proverbio es un caso de paralelismo contrastante, ¿en qué consiste la oposición de ambos esticos? Entre “recibir los mandamientos” y “caer” no hay un contraste adecuado. Para que lo haya, la segunda frase debe ser completada con la idea sobreentendida: “mas el necio de labios caerá porque no los recibe”.
En esta sección hay cuatro versículos (6-9) que contrastan la suerte del justo con la del impío, aunque en los dos últimos los términos “justo” e “impío” están reemplazados por la descripción de la característica de ambos que se quiere destacar: ser sabio de corazón y caminar en integridad, en el caso del primero; y el que pervierte sus caminos, en el caso del segundo. Uno y otro cosecharán lo que sembraron.
En el versículo que nos ocupa vemos que ya que, como dijo Jesús, “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12:34), el necio de labios no es sabio de corazón, y viceversa, el que no es sabio de corazón es necio de labios. Ambas cosas, necedad de labios y sabiduría de corazón, se excluyen. Pero el necio de corazón es también necio de labios; y el sabio de corazón es prudente al hablar.
El necio de labios es el que habla demasiado y no contiene su lengua, y por eso dice cosas que no conviene, con malas consecuencias para sí, o para otros. O pudiera ser que en su acaloramiento ofenda a su interlocutor. Hace lo contrario de lo que afirma el vers. 10:19b: “El que refrena sus labios es prudente.” Los que desprecian la sabiduría son víctimas de su propia insensatez.
El sabio de corazón, el hombre entendido, recibe, es decir, acoge los mandamientos, y los pone en práctica, y por eso será bendecido por Dios (Pr 1:33). Pero el que no los recibe, cuya necedad se manifiesta en sus palabras, no prospera (Pr 10:14).
9. “El que camina en integridad anda confiado; mas el que pervierte sus caminos será quebrantado.”
"Anda confiado" (c.f. 28:1b), porque su conciencia no lo acusa. Por ese motivo no necesita temer que alguien venga a reprocharle su inconducta, o alguna falta; y además, porque sabe que Dios lo protege. ¡Qué contraste con el impío que "huye sin que nadie lo persiga”! (28:1a).
            Algunas versiones traducen la segunda línea así: “será descubierto”  o “conocido”, lo que quiere decir que aunque aparente vivir honestamente, tratando de engañar a Dios y a su prójimo, en algún momento de descuido se traicionará, y se le verá tal cual es.
            Hay en verdad sólo dos maneras de conducirse en la vida: rectamente, o de manera torcida. Ambas llevan a resultados y destinos opuestos. 
            La versión “Dios Habla Hoy” se toma la libertad de dar como traducción de este versículo dos refranes conocidos: “El que nada debe, nada teme” y El que mal anda, mal acaba” que, en efecto, reflejan su sentido, pero no son una traducción propiamente dicha.
            En el Antiguo Testamento tenemos dos personajes que caminaban en integridad delante de Dios, y a quienes Él distingue: Abraham (Gn 17:1) y Job (Jb 1:8). No que fueran perfectos, porque ningún hombre lo es, pero su voluntad estaba siempre orientada hacia el bien. Dios ha prometido que los que así viven, gozarán de su protección (Pr 2:7,8; Sal 84:11; Is 33:15,16). Ha prometido además que Él escuchará sus oraciones (1Jn 3:21,22) y que su final será feliz (Sal 37:37). ¿Está tu voluntad siempre orientada hacia el bien? Más te valga.
            Además de los dos ejemplos ya mencionados, tenemos el caso de dos personajes cuyas vidas ilustran los destinos opuestos que menciona este proverbio: José, que mantuvo su integridad pese a las severas pruebas a las que fue sometido (Gn 39); y Siba, que con engaños y calumnias obtuvo el favor del rey (2Sm 16:1-4; 19:24-30).
            Otro caso notable de contraste es el del rey David, de quien Dios mismo dio testimonio de que caminó en integridad (1R 9:4), y cuyo corazón era conforme al corazón de Dios, pese a sus debilidades humanas (1Sm 13:14; Hch 13:22); y su hijo Absalón, que se rebeló traicioneramente contra su padre, y tuvo una muerte ignominiosa (2Sm 18:14,15).
10. “El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el necio de labios será castigado.”
Aquí hay un contraste entre el que acarrea males a su prójimo (cf vers. 23a), y el que se los causa a sí mismo. Guiñar el ojo ha sido siempre una manera de comunicarse a escondidas, casi secretamente, ocultando una mala intención, sea el propósito de seducir, o el asentimiento a ese mal deseo. O pudiera ser una señal convenida entre delincuentes para perpetrar algún delito (Véase Pr 6:13-15; cf Sal 35:19). El Sirácida dice al respecto: “El que guiña el ojo trama algo malo, y nadie lo apartará de ello.” (27:22, vers. Schökel). El que es enemigo de Dios, suele ser enemigo de su prójimo, apunta Ch. Bridges.
No creo que sea necesario hablar nuevamente aquí del “necio de labios”, porque ya se ha dicho bastante al respecto al comentar el vers. 8. La segunda línea de este proverbio es casi una repetición del vers. 8b. Por eso algunas versiones, traducen la segunda línea siguiendo a la Septuaginta: “El que reprende osadamente procura la paz.”
Notas: 1. Éste es el principio bíblico que con más frecuencia aparece en sus páginas. Por tanto, deberíamos tenerlo muy en cuenta: Dios cuidará de que todos cosechemos, en esta vida o en la otra, el fruto de lo que sembramos.
2. La palabra “necio” (ewil en hebreo) aparece un gran número de  veces en el Antiguo Testamento, y de ellas la mayor parte en el libro de Proverbios. Según algunos “granuja” sería una traducción más apropiada.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#929 (12.06.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 21 de agosto de 2015

FIANZAS, PEREZA Y MALEVOLENCIA I

LA VIDA Y LA PALABRA

Por José Belaunde M.

FIANZAS, PEREZA, MALEVOLENCIA I

Un Comentario de Proverbios 6:1-5

Contrariamente al procedimiento que seguí en los artículos anteriores sobre Proverbios, esta vez no he consolidado en un texto continuo las diversas fichas escritas por mí a lo largo de los años, sino las reproduzco tal cual fueron escritas, en el orden que me parece más conveniente, sin suprimir las posibles repeticiones, pero enriquecidas con algunas anotaciones hechas después.
1 . “Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo,
     Has empeñado tu palabra a un extraño,” (Nota 1)
2. “Te has enlazado con las palabras de tu boca,
     Y has quedado preso en los dichos de tus labios.” (2)
3. “Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate,
     Ya que has caído en la mano de tu prójimo;
     Ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo.”
4. “No des sueño a tus ojos,
     Ni a tus párpados adormecimiento;”
5. “Escápate como gacela de la mano del cazador,
     Y como ave de la mano del que arma lazos.”


1-5. Esta corta perícopa es una seria advertencia contra el otorgamiento de fianzas. En el capítulo anterior se  advertía contra el daño que puede hacernos una mujer seductora; este capítulo nos advierte contra el daño que puede hacernos un amigo imprudente.
El que otorga una fianza, garantizando una obligación ajena, contrae una deuda sobre cuyo pago no ejerce ningún control. Si el garantizado no paga, el fiador tendrá que pagar. El libro de Proverbios en varios lugares desaconseja esta práctica como algo contrario a la sabia prudencia y explica porqué: “Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que aborrece las fianzas vivirá seguro.” (11:15. Véase también 17:18; 20:16; 22:26,27; 27:13).
El fiador queda atrapado por cuerdas irrompibles que consisten en sus propias palabras, queda preso por “los dichos de sus labios”. Si el deudor es siervo del acreedor, el fiador lo es también. En adelante sus ingresos no le pertenecen, sino que pertenecen al que prestó. Esto es, mes a mes va a tener que separar una suma del fruto de su trabajo y propiedades para formar un fondo de seguridad que le permita pagar su obligación en caso de que el deudor falle.
Ch. Bridges bellamente comenta que si bien Proverbios nos advierte contra el prestar fianzas, Cristo sí lo hizo por nosotros al derramar su sangre en garantía de nuestra salvación.
La fianza ya era conocida bajo la ley babilónica, y estaba normada bajo el derecho griego y el romano. No era desconocida en tiempos del Génesis, aunque en términos algo diferentes: vida por vida, tal como se compromete Rubén con su padre Jacob para que permita que su hijo Benjamín sea llevado a Egipto, como pide su hermano José: “Harás morir a mis dos hijos si yo no te lo devuelvo.” (Gn 42:37. Cf 43:9; 44:32,33; Jb 17:3). En el Nuevo Testamento figura en términos inusuales, cuando Pablo se hace cargo de las obligaciones pasadas -es decir, conocidas- del esclavo Onésimo, a quien considera su hijo, pero no de las futuras -es decir, desconocidas. (Flm 18,19).
El libro del Éxodo y el Deuteronomio permiten al acreedor tomar un bien, u objeto, en prenda para asegurarse el pago de la deuda, pero lo permite dentro de ciertos límites para que el deudor no sufra. Si ha tomado, por ejemplo, en prenda la ropa del deudor, se la devolverá al atardecer para que el deudor no tenga frío por la noche (Ex 22:26,27; Dt 24:10-13), y no podrá tomar en prenda la ropa de la viuda (Dt 24:17).
En Génesis 38 hay un curioso episodio en que Judá da en prenda su sello, su cordón y su báculo a su nuera, que se ha disfrazado de prostituta, como garantía del pago pendiente por sus servicios. En un conocido pasaje de la vida de Eliseo se habla de un acreedor que amenaza tomar en prenda como siervos a los dos hijos de una viuda, si no se le paga (2R 4:1).
Nótese, sin embargo, como ya se ha dicho, que el libro de Proverbios no prohíbe tajantemente ser fiador, sino desaconseja serlo. Por eso el texto empieza en condicional: “Hijo mío, si salieres fiador…”, es decir, si cometiste esa imprudencia, toma las precauciones que se enumeran abajo. Si bien el Sirácida advierte contra los peligros de prestar fianza, lo que ha arruinado a más de uno (29:17,18), de otro lado, alienta al hombre bueno (29:15-20) a hacerlo, pero tomando las debidas precauciones (29:14,20).
1-5. Estos versículos constituyen la advertencia más fuerte contra las fianzas que contiene el libro de Proverbios. Lo primero es declarar llanamente que si has avalado las obligaciones de un amigo, es decir, si te has obligado a  pagar en lugar de él, o junto con él, si él no cumpliera, te has atado con tus palabras, has hecho de ellas un lazo, una prisión que te puede costar muy caro. Has caído en manos no del acreedor, sino de tu amigo deudor, porque de él depende tu tranquilidad, o tu ruina; esto es, lo primero, si él cumple, o lo segundo, si incumple. Entonces, lo primero que tienes que hacer, puesto que ya no puedes desligarte de tu obligación, es asegurarte de que él vaya a pagar y no quiera recurrir a ti, y que entonces, como consecuencia, tu fianza se convierta en un préstamo hecho a él. Haz pues todo lo posible para que él responda por su deuda; no descanses ahora para que puedas descansar después. ¿Qué medios puede emplear el fiador para asegurarse que el deudor cumpla? El más efectivo sería tomar en prenda una propiedad, o un bien del deudor, que responda por su obligación. Eso es lo único que al fiador puede darle tranquilidad: Tener en la mano un bien que de ser necesario, llegado el caso, pueda ser vendido para proveer los fondos necesarios para pagar la deuda. Nótese que los compromisos incumplidos traen angustia a los familiares y afectan nuestro buen nombre.
“Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios.” Este versículo expresa, independientemente del tema específico del pasaje, una verdad aplicable a muchas circunstancias, y es que nuestras palabras, una vez pronunciadas, nos atan y limitan nuestra libertad. Se dirá que eso ocurría en esa época antigua en que las palabras tenían el valor de un contrato, pero que en nuestros días, a menos que haya un documento escrito de por medio, la palabra empeñada tiene poco, o ningún valor legal, salvo en ciertas circunstancias especiales, o ante los tribunales, si está acompañada de un juramento. Es cierto, pero si hoy la gente puede retractarse de sus compromisos verbales sin penalidad legal o económica, el prestigio de una persona está ligado a que cumpla o no con las obligaciones que ha pactado verbalmente; es decir, a que sea o no una “persona de palabra”. La confianza que despierta una persona sobre la base de su actuación pasada es un capital moral muy valioso.
1,2. Si eres fiador, es decir si asumes como propia una obligación ajena, una obligación que está por cumplirse, tu seguridad, tu futuro, o tu dinero, dependen de algo inseguro, esto es, de que la persona afianzada por ti cumpla con el compromiso que tú has garantizado. ¿Qué pasa si no lo cumple? Tú pagarás las consecuencias, cualesquiera que sean, solidariamente con él.
La sabiduría de Dios nos previene contra asumir ese riesgo. No te comprometas en cosas que no dependen de ti. Naturalmente podría alegarse que esa norma es contraria a la caridad cristiana, porque nos impediría ayudar al que lo necesita. Pero hay muchas maneras de ayudar al prójimo que no signifiquen asumir riesgos innecesarios.
Estos versículos apuntan al hecho de que las palabras que pronunciamos ante otros nos comprometen y nos atan, es decir, nos quitan la libertad para obrar a nuestra guisa, pues alguien nos reclamará que cumplamos lo dicho. Esto era mucho más cierto en el pasado que ahora, pues vivían en una cultura que era en gran medida verbal, en que los acuerdos raras veces constaban por escrito, sino que se registraban en la memoria, tiempos en los que la palabra dada era inviolable. Las razones eran múltiples: 1) Los medios que se usaban para registrar los contratos por escrito eran muy costosos; y 2) poca gente sabía leer y escribir.
Sin embargo, no debe considerarse que estas advertencias contra el prestar fianza sean contrarias al espíritu de solidaridad que debe prevalecer entre nosotros. El Deuteronomio es en este sentido bastante claro: “Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra.” (15:11b). Si la persona que te solicita que le prestes tu fianza está pasando por una situación difícil, tu obligación es ayudarlo económicamente en la medida de tus posibilidades, sin esperar nada a cambio, si fuera necesario.
3. Con frecuencia el que otorga una fianza lo hace siguiendo un impulso irreflexivo o emocional que no ha sido debidamente evaluado, movido quizá por la amistad o la compasión, y sin tener en cuenta los posibles efectos negativos.
Por ello, para salir de tu obligación anda, humíllate si es necesario, sé insistente e importuno; pero no te des descanso hasta que hayas logrado salir de la trampa en que has caído, como haría un venado que se agita para escapar del lazo del cazador que lo tiene atrapado; o como un ave que revolotea desesperada para escapar de la red que la tiene presa. El original hebreo dice: “Échate a los pies de tu amigo…” o “Deja que te pise…”
Notas: 1. En este caso el amigo, o vecino, o prójimo, sería el deudor; y el extraño, el acreedor. Dice “extraño” posiblemente porque los prestamistas en Israel solían ser extranjeros, o paganos, o tenidos por tales, puesto que el cobro de intereses estaba prohibido (Dt 23:19).
En el original hebreo, en la Vulgata y la Versión Autorizada inglesa, la segunda línea dice: “Si has dado tu mano a un extraño”, en señal de compromiso, como era usual en ese tiempo. Véase al respecto en dichas versiones los siguientes pasajes en que se menciona ese gesto: Pr 17:18; 22:26; Jb 17:3; 2R 10:15. Nosotros también solemos sellar nuestros compromisos dando la mano. Los gestos que hacemos con las manos son muy expresivos y nos comprometen, porque la mano nos representa.
2. Este vers y los vers. 4 y 5 son ejemplos de paralelismo sinónimo.
Consideraciones Adicionales.
Los padres de la iglesia solían dar una interpretación espiritual, simbólica al libro de Proverbios. Un ejemplo de ello es el comentario siguiente de Gregorio Magno (siglo VI), que traduzco libremente. Vers. 1 y 2: Ser garante de un amigo es hacerse cargo de una persona, poniendo como garantía la propia conducta; asumiendo una responsabilidad que no se tenía antes.
Uno es enlazado con las palabras de su propia boca, porque si bien uno está obligado a decir lo que es bueno a los que están a su cargo, antes que nada él mismo debe observar las cosas que propone. Él está pues en verdad cogido por sus propias palabras porque está obligado a no dejar que su conducta se relaje de tal manera que no esté de acuerdo con lo que enseña. En otros términos, en la presencia del Juez Supremo él está obligado a cumplir en su propio comportamiento lo que él prescribe de palabra a otros.
Acerca de los versículos 3 y 4, el mismo autor escribe: “Todo el que es responsable de otros como ejemplo de vida es amonestado aquí a ejercer vigilancia, no sólo sobre sí mismo, sino también a estimular a su amigo. En verdad, no es suficiente que tenga cuidado de su propia vida, si no ayuda a vencer al pecado a la persona que le ha sido confiada, porque está escrito: “No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento.”
Dar sueño a los ojos es descuidar del todo a los que están a su cargo. Los párpados se adormecen cuando nuestros pensamientos, oprimidos por la pereza, se hacen cómplices del mal que debemos reprimir. Caer en sueño profundo es no estar enterado, ni corregir las acciones de aquellos de quienes somos responsables. Adormecerse, pero no dormir, es ser consciente de lo que debe ser reprendido pero, por pereza, no corregirlo con la reprimenda apropiada y oportuna.
Sin embargo, al dormitar el ojo es inducido a caer en un sueño más profundo, porque generalmente el superior que no suprime el mal que ha observado, cae en el estado que su negligencia merece, esto es, ya no es ni siquiera capaz de reconocer los pecados de las personas a su cargo. Por tanto, los tales deben ser advertidos de que deben estar siempre vigilantes, teniendo un ojo atento a lo interior y a lo exterior, luchando para llegar a ser algún día criaturas dignas del cielo.”

Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#876 (12.04.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 16 de enero de 2014

EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD II
En nuestra charla anterior estuvimos hablando acerca del sentido de responsabilidad, esa cualidad tan importante para el desarrollo de la persona humana, para el desempeño de sus actividades y para la convivencia social. Después de describir los efectos de su ausencia en el hombre y en la sociedad, empezamos a indagar acerca de los orígenes de esta cualidad, de cómo se forma en el ser humano.
Hablamos de las influencias ambientales y culturales que concurren a formarla, del impacto que tiene en su gestación el entorno geográfico, la educación y el ejemplo de los padres.
Pero dijimos que, yendo más allá de esos factores, en nuestra cultura occidental cristiana, sin negar la importancia de la herencia greco-romana y de la moral estoica que floreció antes y después de Cristo --y en la que muchos ven en parte una anticipación de la moral cristiana- en nuestra cultura, digo, el sentido de responsabilidad está firmemente anclado en el mensaje del Evangelio.
La frase "sentido de responsabilidad" no figura en la Biblia, pero sus supuestos se derivan de muchas de las enseñanzas contenidas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En primer lugar, la ley del amor, : "Haz con los demás como tú quisieras que hagan contigo." (Lc 6:31)  Ésa es la regla de oro de la conducta cristiana; la expresión práctica del mandato mosaico: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Lv 19:18; Mt 19:19). Si lo amo de veras, lo trataré como quisiera que él me trate. No puedo darle un tratamiento inferior, o menos considerado, del que yo espero de él.
Pero es imposible tratar bien a alguien si uno mismo no es responsable en sus actos, cuidadoso, prevenido, prudente porque, de lo contrario, le fallará en alguno de ellos. En otras palabras, amar no sólo de palabra sino de obra incluye necesariamente ser responsable. Una persona irresponsable, esto es, que carezca del sentido de responsabilidad, no podrá verdaderamente llevar su amor a la práctica beneficiando a los que ama, sino que, más bien, sin quererlo, perjudicará inevitablemente con sus actos los intereses, o los sentimientos de las personas que lo rodean, de sus conocidos, amigos y parientes (sin hablar de los que le son desconocidos), porque obrará de cualquier manera y sin tener en cuenta las consecuencias de sus acciones (Nota 1).
Si amas a los demás cumplirás bien los encargos que te den, porque si no, los perjudicas. Si los amas tendrás cuidado de las cosas, objetos, libros, equipos, etc., que otros te confíen; los cuidarás mientras estén en tus manos,y los devolverás intactos en el plazo estipulado. Eso supone ser responsable.
Ese principio abarca también a los préstamos. Si alguien te facilita una suma de dinero, y eres una persona responsable, la devolverás tan pronto como te sea posible. Demostrarás tu amor por esa persona pagándole lo que le debes. Si no lo haces, pecas contra el amor, en primer lugar; pero también contra el mandamiento que prohíbe robar, porque no devolver lo prestado es robar. En última instancia el que defrauda a otros no sólo es deshonesto, sino también es un irresponsable.
El médico, si tiene sentido de responsabilidad, atenderá a sus pacientes, le paguen o no le paguen la consulta, con lo mejor de  sus conocimientos y ciencia. No dejará desatendido a ningún enfermo que se le acerque, porque se sabe responsable ante Dios de la salud y de la vida de sus semejantes (2). El cuidado que ponga en atenderlos será una muestra de su amor por ellos, aunque no les sonría, ni sea muy demostrativo. Vemos pues cómo también en este caso, el amor al prójimo y el sentido de responsabilidad caminan de la mano.
No se puede amar al prójimo sin ser responsable en sus actos, hemos dicho. Lo contrario, en cambio, sí es posible. Es decir, es posible ser muy responsable en el desempeño de sus funciones, pero no sentir al mismo tiempo amor alguno por las personas a las que se atiende. Hay que reconocer entonces que el amor, si bien está en la base del sentido de responsabilidad, lo trasciende, va mucho más allá de esa cualidad (3).
Santiago escribió citando a Jesús "que tu sí sea sí, y que tu no sea no." (St 5:12; Mt 5:37). Eso equivale a decir: que tu palabra tenga el valor de un contrato, aunque no la respalde un papel firmado. Cumple con tus compromisos. Esto es, sé responsable cuando te comprometas. No lo hagas a la ligera, pero si lo haces, honra tu palabra.
Honrar la propia palabra es una norma eminentemente cristiana, porque Dios honra siempre la suya y no defrauda al que en Él confía. Si queremos ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5:48), nunca dejaremos que nuestra palabra caiga al suelo, porque, como se dice en Josué, Dios nunca deja que su palabra caiga por tierra, todas se cumplen (Js 21:45; 23:14). Su palabra “permanece para siempre”, dice la Escritura (Is 40:8; 1P 1:25). En la medida de nuestras fuerzas nuestras palabras deben permanecer, deben ser siempre válidas, mientras tengamos aliento de vida.
Cuando el cristiano dice: “Te doy mi palabra”, debe saber que está poniendo a Dios por testigo de su compromiso. ¿Y cómo podría cumplirlo si no tiene sentido de responsabilidad? En casos como éste, la veracidad, la fidelidad de un cristiano, su amor por la verdad, lo empujan a ser una persona responsable.
No es realmente cristiano el que irresponsablemente incumple su palabra, o defrauda a sus acreedores, o no entrega a tiempo el trabajo contratado, o lo hace mal, o llega tarde a las citas.
La puntualidad es una cualidad eminentemente cristiana, y es un componente del sentido de responsabilidad. Pablo escribió: "aprovechad bien el tiempo" (Ef 5:16). El tiempo ajeno y el propio son un don de Dios. Yo robo a otro su tiempo si llego tarde a una cita. Si suelo ser impuntual, demuestro que carezco del sentido de responsabilidad en la administración de mi tiempo, y en el respeto del tiempo ajeno.
Pero es sobretodo en el trabajo donde se manifiesta más claramente el sentido de responsabilidad. Pablo dijo en Colosenses: "Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres." (3:23). “De corazón”, es decir, con todo mi ser, con todas mis fuerzas,
Si yo realizo mi trabajo “no sirviendo al ojo” que me ve, sino temiendo a Dios (Ef 6:6), ejecutaré mis labores con sentido de responsabilidad, haciéndolas de la mejor manera posible, y de acuerdo a los deseos del que contrató mis servicios porque, encima de él está Dios a quien sirvo.
Si desempeño mis labores de una manera descuidada, sin interés, sin esforzarme; si hago mal el trabajo que me encargan, si no cumplo los plazos de entrega, doy mal testimonio de mi condición de cristiano; hago quedar mal el nombre de Dios al mostrarme  como un irresponsable, un inmaduro.
Mi devoción al honor de Dios hará que en todo lo que haga quede muy en alto el nombre de cristiano que llevo, el nombre de Cristo, mi Señor. Mi adhesión a su nombre me obligará a ser una persona responsable.
Pero, en última instancia, el sentido de responsabilidad tiene su origen en el hecho de que todos nosotros vamos a dar cuenta a Dios de todos nuestros actos en el día del juicio. Somos responsables ante Él de cada acción que emprendamos, de cada labor que ejecutemos, de cada cita a la que acudamos, de cada minuto que perdamos, de cada “palabra ociosa” o dañina que pronunciemos (Mt 12:36). Él no nos preguntará literalmente con cuánto sentido de responsabilidad actuamos ante el mundo y ante los cristianos, pero esa pregunta estará implícita cuando comparezcamos para juicio delante de su trono.
Sabemos que algún día nos presentaremos ante el Juez de vivos y muertos para dar cuenta hasta de la menor de nuestras acciones. Y para recibir la recompensa, el pago, que merecen nuestros actos (Jb 34:11, 1P 1:25). No tendríamos que dar cuenta, ni recibiríamos recompensa alguna, si no fuéramos responsables de lo que hacemos.
En esa hora muchos paganos que siguieron solamente los dictados de su conciencia, y que serán juzgados por ella (Rm 2:14-16), serán admitidos al cielo y recibirán, quién sabe, una recompensa mayor que muchos cristianos, porque cumplieron con sus obligaciones terrenales mejor que éstos; porque fueron responsables de sus actos; y porque, como dijo Jesús: "Al que mucho recibe, mucho se le demanda." (Lc 12:48). Y nosotros hemos recibido más que los paganos.
Sé pues tú responsable en todas tus ocupaciones, en toda tu conducta, ante tus hermanos y ante el mundo. Demuestra que eres un digno hijo del más responsable, sí, del más responsable de todos los padres, del más responsable de todos los patrones, del más responsable de todos los señores, de Aquél que se sintió tan responsable de tu destino eterno que mandó a su único Hijo a morir por ti, para que algún día tú pudieras gozar de su presencia y no fueras condenado por tus actos irresponsables.
Notas: 1. Quizá el elemento más importante del sentido de responsabilidad sea éste: el tener en cuenta  las consecuencias posibles de nuestros actos y omisiones. Esa conciencia es una manifestación de madurez.
2. Lo que ocurre en nuestros hospitales, los lamentables casos de descuido, y los errores trágicos que se producen con frecuencia, son una muestra de la falta de esa cualidad entre nuestros galenos.
3. Hay personas que son muy responsables por educación, o por cultura, o por hábito, o por presión del ambiente, o por inclinación natural del carácter, y que, al mismo tiempo, son secas y carentes de amor. Y hay también quienes son muy responsables en hacer el mal. Esto es, que lo hacen a conciencia, sirviendo al más cruel de los capataces, al enemigo de sus almas. Paradojas de la naturaleza humana que muestra cómo las virtudes humanas, divorciadas de su fuente, que es Dios, pueden torcerse y volverse perversas.
NB. El texto de esta charla radial fue publicado por primera vez en una edición limitada, el 18.07.04, y contenía material que había sido publicado previamente en el diario “Gestión”. Como el artículo anterior del mismo título, lo vuelvo a publicar, ligeramente revisado, a fin de ponerlo a disposición del mayor número posible de lectores.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#799 (06.10.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).