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jueves, 3 de octubre de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA III


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA III
Un Comentario de Hechos 26:24-32

Invitado a exponer su caso en la audiencia solemne convocada por el rey Herodes Agripa II, a sugerencia del gobernador Festo, Pablo ha hecho la reseña de su vida, primero como fariseo convencido, perseguidor de los nazarenos, y luego como apóstol de Jesucristo, del que dice que hubo de padecer y morir para resucitar de entre los muertos.
24. “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.”
Llegado a este punto, el gobernador Festo, para quien la noción de que un muerto pudiese resucitar era algo extravagante que ninguna persona sensata podía aceptar, interrumpió al acusado gritándole: Estás loco Pablo, estás loco. El mucho estudio te ha trastornado la mente y estás diciendo insensateces. Para él era inconcebible que un hombre sensato se hubiera enfrentado a las autoridades de su pueblo por una noción tan absurda. Pero nosotros sabemos que el conflicto de Pablo con el sanedrín tenía otra causa: Su prédica acerca de Jesús.
No es nada inusual, dice John Gill, que los ministros del evangelio sean tomados por locos, y que las doctrinas que predican sean tenidas por locura, si el mismo Jesús fue acusado de estar fuera de sí y de tener un demonio (Mr 3:21,22; Jn 10:20). Lo mismo decían de los apóstoles (2Cor 5:13). No debe sorprendernos que el hombre natural pensara así, puesto que lo que ellos enseñaban estaba fuera de su esfera y experiencia.
No está demás observar, como hace Mathew Henry, que los apóstoles fueron despreciados por el sanedrín porque no eran hombres instruidos (Hch 4:13), mientras que Pablo, que sí lo era, es despreciado por haber estudiado demasiado para su daño. De ahí podemos ver que el mundo siempre tiene algo que reprochar a los ministros del Evangelio.
25,26. “Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón.”
Pablo inmediatamente se defendió en términos corteses diciendo que lo que él afirmaba no era locura alguna, sino cosas que concuerdan con los anuncios de los profetas. Él afirma además que las cosas que él proclama acerca de Cristo, de su crucifixión y resurrección, son públicas y notorias, y sobre todo, verdaderas; y que él, Festo, comprensiblemente las ignora porque él recién ha llegado a nuestra tierra, pero el rey Agripa que está delante de mí, las conoce muy bien como todo aquel que vive en Judea.
27, 28. “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.”
Entonces Pablo dirige sus palabras directamente al rey para preguntarle si él creía o no en el mensaje de los profetas. Esta pregunta ponía al rey en una posición incómoda, porque aunque él fuera un escéptico, no podía negar públicamente la verdad de las escrituras de Israel sin perder la cara ante sus súbditos. Pablo afirma que él está seguro de que el rey –que pasaba por ser un profundo conocedor de las Escrituras y un experto en asuntos judíos- sí creía en el mensaje de los profetas, y si creía en su mensaje, ¿por qué no creía en el de Cristo?
La pregunta de Pablo no podía dejar de remover la conciencia de Agripa, y su respuesta indica que había dado en el blanco. Nosotros no sabemos cuál puede ser el efecto de las preguntas que dirigimos a las personas que conocen las verdades del Evangelio, pero que se resisten a creer en ellas.
Mucho se ha escrito acerca de estas palabras: “Por poco me persuades”, como si dijera: Casi me convences que crea en lo que proclama el Evangelio. Poco faltó para ello, pero ese poco decidió el destino de la persona que estuvo a punto de creer, pero no creyó y se condenó. Hay muchos que juegan con las verdades del Evangelio, las aprecian, las admiran y las estudian como objetos dignos de ser investigados, pero no las hacen suyas por la fe, y como consecuencia, se pierden.
No basta admirar la filosofía de Jesús, como muchos hacen, su entereza heroica en la persecución, su valentía para afrontar el tormento, como hacen muchos que incluso han escrito biografías de Él, si no se cree que Él es lo que dijo que era: el Hijo de Dios vivo que se hizo hombre para salvar al mundo. ¿Crees tú eso, amigo lector, moderno Agripa? ¿O son estas cosas para ti sólo motivo de conversación frívola?
El rey entonces se escapa del estrecho en que lo ha puesto Pablo con una frase irónica, (que en el texto original está formulada en forma de pregunta, una forma común de evadir una pregunta incómoda) diciéndole que poco faltaba para que Pablo lo convenciera de hacerse cristiano.
29. “Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!”
La respuesta evasiva del rey excitó el celo evangelístico de Pablo haciendo que proclame: ¡Qué más quisiera yo que no sólo tú, oh rey, sino todos los que están aquí presentes, lleguen a la convicción que yo tengo y se hiciesen como yo, exceptuando las cadenas, es decir, mi condición de prisionero. Porque en verdad él era en Cristo más rico que el más rico de sus oyentes, y más afortunado que todos ellos, aunque las apariencias lo negaran.
Al decir esto Pablo no sólo reitera su consagración a la tarea que Dios le ha dado, sino también su aceptación de su condición de prisionero de Cristo, a quien él sirve con todas las fuerzas de su ser, esto es, su alma y su cuerpo. ¡Oh, cómo pudiéramos todos los que nos consideramos cristianos mostrar una consagración semejante a la tarea que nos señala  nuestro Señor y Maestro! ¡Cómo pudiéramos servirle con igual dedicación!
Las cadenas que lleva Pablo, que para otros hubieran sido motivo de humillación y tristeza, para él eran motivo de gloria, pues por ellas se asemeja a Cristo, y por eso él las menciona con frecuencia con orgullo (Hch 28:20; Ef 3:1; 6:20; 2Tm 1:16; 2:9; Flm 1,9).
30-32. “Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.”
Con las últimas palabras de Pablo la sesión estaba concluida porque no había más que decir, y los asistentes, precedidos por los huéspedes reales, se levantaron de sus asientos.
Como suele ocurrir en esos casos, una vez retirados, comentaban entre sí lo que habían espectado, llegando a la conclusión de que Pablo no era culpable de ningún delito por el que mereciera ser condenado a prisión, o a muerte.
El rey Agripa comentó a Festo que si no hubiera sido por el hecho de que Pablo hubiera apelado al César, bien podía ser dejado en libertad. ¿Cómo se enteró Lucas de ese comentario del rey? No sabemos, pero al menos el procurador Festo ya sabía qué tenía que escribir al emperador acerca del prisionero que había apelado a su tribunal, y si no, Agripa seguramente lo ayudaría a redactar la carta correspondiente. No conocemos cuál fue el texto de esa carta, pero podemos suponer que ella fue, en efecto, tan favorable a Pablo que permitió que, al llegar a Roma, él estuviera sujeto sólo a arresto domiciliario, y no echado en prisión, y que pudiera recibir visitas, y predicar con libertad (Hch 28:17-31), y que, al fin, fuera absuelto y libertado.
Cuando suceden estos hechos, el año 59, la situación del cristianismo en el imperio era todavía favorable, siendo los cristianos considerados como una secta dentro de la religión lícita que era el judaísmo.
Esta situación cambiaría muy pronto, pero no antes de que Pablo fuera liberado el año 62. Ese año trajo un cambio radical en la actitud del imperio respecto de los cristianos cuando Nerón se divorció de Octavia y se casó con Popea. Ésta era, según Josefo, no sólo muy amiga de los judíos, sino de hecho una “temerosa de Dios”, es decir, creía en el Dios de Israel, y había adoptado hasta cierto punto las costumbres judías. Es muy probable que ella influyera en el cambio de actitud de los romanos respecto de los nazarenos, que dejaron pronto de ser considerados como un movimiento más dentro del judaísmo y, por tanto, dejaron de gozar del privilegio de ser considerados una religión lícita. Ese cambio en su status legal explicaría que Nerón pudiera echarles la culpa del incendio de Roma el año 64, incendio que él mismo, como bien sabemos, había provocado.
NB. Puede ser interesante hacer un pequeño estudio de algunas de las palabras que figuran en los vers. 24 y 25, porque son sumamente significativas.
Festo le grita a Pablo: Estás loco, las muchas letras te vuelven loco.” Las palabras griegas que figuran en el original son respectivamente maínomai y manía. La primera es un verbo que significa “estar loco”, o “volverse loco”, y se aplica a las personas que hablan, o actúan, de una manera que produce la impresión de estar fuera de sí, o de haber perdido el juicio. Alguna vez se aplicó a Jesús (Jn 10:20). Viene de la segunda, que es un sustantivo que significa “locura”, de la cual deriva nuestra palabra “maníaco”.
“Las muchas letras” tiene el sentido de “mucho estudio”. La palabra griega subyacente es gramma, que significa “lo que está escrito”, letra, o libro, carta, o cuenta. Pablo la usa en algunos casos en el sentido de la “letra de la ley”, es decir, su sentido literal, en contraste con pneuma, el espíritu, el principio divino interno que da vida. El plural grammata, con el artículo definido ta, significa estudio, conocimiento, erudición ganada mediante la lectura. Con el tiempo llegó a significar ciencia. Ta hierá grammata designa a las santas Escrituras. De grammata deriva la palabra grammateus, escriba, persona conocedora de la ley y, por tanto, con frecuencia funcionario, no sólo en Israel sino en otros países de esa época. Nuestra palabra “gramática” deriva de ella.
“Verdad y cordura” son los atributos que Pablo afirma que caracterizan sus declaraciones. Aléthia es una palabra muy importante que tiene múltiples aplicaciones en la ciencia sagrada. Significa básicamente “verdad”, la realidad que subyace toda apariencia, con la cual con frecuencia está en contraste. Se dice de lo que es verdadero en sí mismo, en oposición al error y a la falsedad. Jesús dijo que Él era la verdad, esto es, la verdad encarnada.
Sofrosuné, palabra formada por sôos, sano, y fren, mente, entendimiento. Se aplica a la mente sana, sobria y moderada, que se manifiesta en la conducta que tiene esas cualidades e inspira, por tanto, respeto. Es lo opuesto a la locura, a la precipitación, a la inmadurez, o lo irregular y desordenado.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#977 (28.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 19 de julio de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA II
Un Comentario de Hechos 26:12-23
En el artículo anterior hemos visto cómo Pablo, presentado en audiencia solemne ante el rey Herodes Agripa II, hace una corta reseña de su vida previa como fanático fariseo, y cómo consideraba su deber perseguir a los seguidores de Jesús de Nazaret en Jerusalén y en las ciudades de la diáspora.
12-14. “Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.”
Yendo camino a Damasco para llevar adelante esta tarea, de pronto vieron él y los que lo acompañaban una luz deslumbrante que los hizo caer al suelo, y él oyó una voz potente que le hablaba en su propio idioma (Nota 1) y le preguntaba ¿Por qué me persigues?, añadiendo “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. (2). Este es un conocido refrán de la época referido al hecho de que cuando los pastores llevaban al ganado de un sitio a otro en el campo, para impedir que se detuvieran a mordisquear el pasto o algún arbusto, les daban hincones con un palo largo armado de una punta. Los animales reaccionaban dando patadas con las patas posteriores, que siendo cortas, no alcanzaban al que los aguijoneaba.

Jesús le está diciendo a Saulo: De más está que tú trates de sofocar la voz de tu conciencia y mi llamado para que me sirvas, porque no puedes escapar de mí. Ese dicho nos sugiere que Pablo, posiblemente desde que presenció el lapidamiento de Esteban (Hch 7:58), sentía en el fondo de su corazón la verdad del mensaje del Evangelio, y que, no queriendo renunciar a lo que él siempre había creído, perseguía a los cristianos con furia para acallar esa creciente convicción interna.
15. “Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.” 
Saulo no dudó un instante de que era una voz de lo alto la que le hablaba, y preguntó a su vez: ¿Quién eres Señor? ¿Quién eres tú que eres capaz de aparecerte a mí envuelto en una luz más brillante que el sol? La respuesta vino clara y contundente: “Yo soy Jesús a quien tú persigues”.
Yo soy Aquel a quien tú realmente persigues y acosas en la persona de mis seguidores; soy Yo, tu Señor y tu Dios, y no ellos el blanco de tus ataques y de tu furia. Pero cesa ya de resistirte, porque yo tengo una misión que encargarte.
A propósito de la luz resplandeciente que vio Pablo en esa ocasión y cuyo brillo lo dejó ciego, el padre de la iglesia, Efrén, el sirio (306-373), comenta que si hace daño mirar directamente a la luz del sol, que pertenece al mismo orden físico natural que los ojos humanos, cuánto mayor será el daño que cause mirar una luz de lo alto, que es de un orden sobrenatural al que nunca los ojos humanos han estado acostumbrados.
16-18. “Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.”
En estas frases Pablo resume el llamado repetido que él ha recibido del Señor en diversas ocasiones, sea directamente (como cuando estando orando en el templo, oyó la voz de Jesús, 22:18), o a través de Ananías (22:14-16), agregando esta vez algunos elementos nuevos que no se  mencionaron en el primer relato de su conversión (9:7).
Las palabras de esta comisión: “Levántate y ponte en pie”, y “a quienes ahora te envío”, recuerdan las frases del llamado inicial que Dios hizo al profeta Ezequiel: “Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo” y “yo te envío a los hijos de Israel” (Ez 2:1,3); así como el llamado hecho al joven Jeremías: “Porque a todo lo que te envíe irás tú y dirás todo lo que te mande”, “porque yo estoy contigo para librarte”. (Jr 1:7,8).
“Porque para esto me he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti.” (cf 22:14,15). Estas palabras incluyen  las experiencias que Pablo tuvo, o tendrá, desde que recibió su llamado camino a Damasco, y las cosas que el Señor le ha revelado directamente, como, por ejemplo, la visión que tuvo en Éfeso ordenándole que predicara sin temor en esa ciudad, porque Él tenía ahí mucho pueblo (18:9,10); o también en Jerusalén, cuando estando orando en el templo, le ordenó que se fuera de la ciudad porque no recibirían su testimonio, y que fuera a predicar a los gentiles (22:17-21); o más adelante, anunciándole que daría testimonio de Él en Roma (23:11); o cuando estando en medio de la tempestad con grave peligro de sus vidas, el Señor le aseguró que todos los ocupantes del barco se salvarían (27:23-25). En 2Cor 12:1-7 Pablo cuenta cómo una vez fue arrebatado hasta el tercer cielo, y oyó palabras que no ha sido dado al hombre expresar. Por todo ello él pudo afirmar en Gálatas que el evangelio que él predicaba no le fue enseñado por ningún hombre, sino que le fue revelado directamente por Jesucristo (1:11,12).
“Librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío”, tal como Dios, siglos atrás, llamó a Isaías: “Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones” (Is 42:6, cf 49:6).
Se recordará que cuando Pablo hizo su defensa ante el pueblo, al citar la frase del llamado que le hizo Jesús, que se refería a los gentiles (Hch 22:21), provocó un alboroto tal entre sus oyentes que no pudo seguir hablando. Ésta era la gran piedra de tropiezo que para los judíos tenía el ministerio de Pablo, que el mensaje de Dios, que ellos consideraban que estaba exclusivamente dirigido a ellos, como pueblo escogido, se hiciera extensivo a todos los pueblos de la tierra, esto es, a los no judíos, que ellos despectivamente llamaban “gentiles”. Ése era el motivo por el cual le odiaban tanto.
En otro lugar Pablo ha dicho que a él le fue revelado el misterio que no había sido revelado anteriormente, “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio.” (Ef 3:6, pero léase todo el párrafo del 1 al 7). La predicación del evangelio a los gentiles no era un capricho de Pablo, sino era parte del plan de Dios para la redención del género humano, y fue la misión específica que el Señor le confió como apóstol, tal como le dijo más de una vez, y él con frecuencia afirma (Rm 11:13; 15:16; Gal 1:16; Ef 3:8; 1Tm 2:7, etc.)
Por lo demás la salvación de los gentiles había sido repetidas veces anunciada por los profetas, en especial por Isaías (42:1-6; 49:6 –pasaje que Simeón cita en su himno, Lc 2:32- 60:3; 66:12-21), pero también Jeremías 16:19-21; y Malaquías 1:11. Al oponerse a la predicación a los gentiles, los judíos se oponían al designio manifiesto de Dios, que ya Moisés había dejado entrever (Dt  32:21).
“Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios”. Estas palabras son un eco de las dichas a Isaías: “Para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.” (42:7; cf 16) y se encuentran también en la carta que el apóstol dirige a los Colosenses: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por susangre, el perdón de pecados.” (Col 1:12-14; cf 1P 2:9. Véase  también 2Cor 4:4).
He aquí, sucintamente descrita, la gran obra que realiza la predicación del evangelio, donde quiera que es creído: Saca a las personas de la esclavitud del pecado en que vivían, y las hace criaturas nuevas, capaces de resistir a las tentaciones por el poder de Cristo que habita en ellas, a la vez que les revela las verdades sobrenaturales que hasta entonces desconocían.
Las últimas palabras del llamado de Pablo apuntan a un aspecto nuevo en el mensaje del Evangelio: “para que reciban por la fe que es en mí perdón de pecados…” La fe en Cristo borra los pecados y nos hace hijos de Dios (Jn 1:12), a la vez que nos abre las puertas de la salvación (Hch 10:43; Lc 8:48; Ef 2:8).
Pablo lo expresa claramente en Gálatas: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (3:26), tal como expone en Rm 3:21-24, y en Rm 8:17: “Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo…”.
Con buen motivo, pues, a la salvación se le llama “herencia entre los santificados”. Herencia es una posesión que se recibe gratuitamente, es decir, sin haber tenido que ganarla con esfuerzo, y que, a la vez, se recibe como un derecho, en este caso, que otro ganó para uno. Todo el que pertenece a Cristo, y ha sido revestido del hombre nuevo (Col 3:10), al recibir el espíritu de adopción como hijo (Rm 8:15), es heredero de las promesas hechas a Abraham (Gal 3:29).
¿Quiénes son los santificados? Los que han lavado sus ropas con la sangre del Cordero (Ap 7:14b), es decir, aquellos cuyos pecados han sido perdonados porque creyeron en el sacrificio de Jesús. El versículo 18 de este capítulo es como un título de propiedad que recibe todo cristiano por el hecho de haber creído y ser hijo de Dios. Atesóralo en tu corazón como tu posesión más valiosa.
19-21. “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.”
Pablo dice que él obedeció inmediatamente al llamado de Jesús. “No fui rebelde”, esto es, no me resistí a hacer lo que se me pedía, a pesar de que iba en contra de todo lo que había hecho antes. Fue un “volte face” súbito, un giro repentino de 180 grados. Eso es lo que ha llamado la atención de muchos en la conversión de Pablo: Que de pronto, sin ninguna etapa de transición, pasara a hacer apasionadamente lo contrario de lo que antes hacía con todo empeño. En efecto, en adelante Pablo conocerá un solo Señor, a Jesús crucificado y resucitado, y él hará sin dudar todo lo que su Señor le ordene. ¡Oh, cómo tuviéramos todos una consagración semejante! Que su caso nos sirva de ejemplo.
Enseguida empezó Pablo la obra de evangelización que lo convirtió en el más grande de los apóstoles, primero entre los de su pueblo, y luego entre los gentiles que fueron siempre considerados como excluidos de las promesas de Dios, por lo cual él era perseguido encarnizadamente por los judíos, que llegaron incluso a querer matarlo cuando fue encontrado en el templo de Jerusalén. Ellos consideraban inaudito, y como una traición a su pueblo, que él ofreciera a los gentiles los mismos privilegios espirituales que se preciaban de que fueran exclusivos de ellos. (3)
¿Y qué predicaba él a unos y otros? Lo mismo que predicaba el Bautista (Mt 3:2,8; Lc 3:8), y Jesús al inicio de su ministerio, esto es, el arrepentimiento (Mt 4:17). El mensaje no ha cambiado: Lo que se debe predicar a los incrédulos es que crean en Jesús y se arrepientan de sus pecados cambiando de vida. No el amor, o que sean buenas personas, o buenos ciudadanos, o que adquieran ciertas cualidades. Eso lo hará la gracia después.
22,23. “Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.”
Pablo reconoce que Dios vino en su ayuda para librarlo de los peligros que lo acechaban, y que eso le ha permitido perseverar en la misión que Dios le ha dado de hablar tanto a los grandes de este mundo como a las personas del pueblo, de las cosas de las que él ha sido testigo. Pero asegura que él no afirma nada que no sea lo anunciado por los profetas antiguos de Israel, y por el mismo Moisés en la ley, esto es, que el Mesías esperado por Israel tenía que ser rechazado por las autoridades de su pueblo, que lo iban a juzgar y hacer condenar a muerte injustamente, pero que Dios lo levantaría de los muertos por el poder de su Espíritu como primicia entre los muertos, para que en su Nombre se anunciase la salvación a todos, tanto a los de su propio pueblo, como a los gentiles, a quienes también ahora la gracia de Dios alcanza. (4)
Cuando Pablo dice que Jesús fue el primero en resucitar de los muertos, está diciendo que a su resurrección seguirá la de otros. La resurrección de Jesús es la garantía de la resurrección de todos (1Cor 15:20-23).

Notas: 1. El texto dice “en lengua hebrea”. ¿Quiere decir la lengua que se hablaba comúnmente en Judea, esto es, en arameo, o propiamente el antiguo idioma hebreo que según algunos había caído en desuso? Aunque el tema sea ahora muy debatido, tradicionalmente se ha pensado que, salvo en Apocalipsis, siempre que en el Nuevo Testamento se menciona al idioma hebreo, se refiere al arameo.
2. Según Hch 22:9 sus acompañantes vieron la luz –aunque seguramente no con la misma intensidad con que la vio Pablo- y oyeron la voz, pero no entendieron lo que decía.
3. Era muy importante para la causa de Pablo que el rey Agripa, dada su cercanía con Nerón, estuviera bien enterado de la causa de la animosidad de los judíos contra él, porque su opinión tendría peso cuando se le juzgara en Roma.
4. Es probable que Pablo citara en este punto todos los pasajes del Antiguo Testamento que habían encontrado su cumplimiento en la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
 #976 (21.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


viernes, 7 de junio de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA I


  LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA I
Un Comentario de Hechos 26:1-11

No podemos dejar de notar que con esta audiencia se estaba cumpliendo lo que el Señor le había anunciado a Pablo, que daría testimonio ante reyes “en presencia de los gentiles”, pues muchos de los que constituían la audiencia lo eran; y “de los hijos de Israel”, pues muchos de ellos estaban presentes; y todos los asistentes en esta oportunidad eran personas de alto rango (Hch 9:15).
26:1. “Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:”
Después de la alocución introductoria que Festo dirige al rey Agripa poniéndolo al corriente de los hechos que convocan la reunión, el rey se dirige a Pablo diciéndole “Se te permite hablar…”. No es un derecho que tenga Pablo, es una concesión que se le hace de que tenga oportunidad de exponer su causa. Son palabras que dirige el que está arriba en autoridad, el que ocupa con soberbia el lugar del juez, al que está abajo, al acusado, al que se mira con desconfianza, aunque no hay acusación concreta que hacerle.

Pensemos en el contraste que ofrecen las personas que lo escuchan, las autoridades romanas y sus invitados, el rey y su comitiva, todos vestidos de gala para la ocasión, y Pablo, cuyo aspecto físico no era nada impresionante, calvo y bajo de talla, sus piernas arqueadas, y llevando puesta una ropa gastada y vieja, como la gente común.
No obstante, Pablo no se inmuta, no pierde la seguridad en sí mismo que le da el Espíritu Santo. Suponemos que estaba de pie, como todo acusado, pero él no baja la cabeza, no empieza balbuceando, sino extiende su mano en señal de autoridad, pidiendo silencio, y habla con voz firme. Su sola actitud segura debe haber impresionado al rey y a Berenice, por no decir a Festo.
Notemos que el discurso de Pablo que sigue a continuación cubre el mismo terreno que expuso en su defensa ante el pueblo amotinado cuando estaba de pie en la torre Antonia (Hech 22:1-21), sólo que ahora, acomodándose a una audiencia diferente, el lenguaje que emplea es más elegante y pausado, y está especialmente dirigido para impresionar a Agripa.
Según F.F. Bruce en el discurso de autodefensa de Pablo, que se extiende hasta el vers. 23, pueden distinguirse siete partes: 1) El exordio (v. 2 y 3); 2) Su herencia farisea (v. 4-8); 3) Su celo perseguidor contra los nazarenos (v. 9-11); 4) Su visión camino a Damasco, acontecimiento que cambió radicalmente el curso y sentido de su vida (v.12-18). Preguntémonos de paso, ¿hay alguna vida que pueda permanecer siendo la misma, y no ser completamente cambiada si se encuentra súbita e inesperadamente con Jesús? 5) Su obediencia sin fallas a la visión (v. 19,20); 6) Su arresto en el templo (v.21); y 7) Su enseñanza (v.22,23).
2,3. “Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.”
Pablo omite las palabras de halago que suelen dirigirse a los poderosos en ocasiones semejantes para atraerse su favor, y se limita a decirle que se considera afortunado de que pueda defenderse ante él de las acusaciones que le han hecho por un motivo de orden práctico: Por su nacimiento y educación el rey conoce, las Escrituras del pueblo judío, la ley, los profetas y los escritos, y podrá entender los argumentos que él esgrima, no como los funcionarios romanos que no entienden de esas cosas. Él invoca la paciencia del rey para que pueda explayarse con tranquilidad.
4,5. “Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo.”
Lo que yo he hecho y cómo he vivido lo conocen todos los judíos, dice él, porque desde joven ha vivido en Jerusalén (dando con ello a entender que él no nació ahí) y pertenecía a la secta de los fariseos que es la más estricta y exigente de nuestra religión. De eso pueden dar fe todos los que me acusan, si quieren decir la verdad.
6,7. “Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.”
Pablo ahora muy astutamente sitúa la acusación que se le dirige, que en realidad era de haber introducido a un no judío en el área del templo vedada a los gentiles, al campo de las discrepancias entre fariseos y saduceos sobre la esperanza de la resurrección de los muertos, que los segundos niegan, pero que los primeros afirman vehementemente como parte esencial de las promesas de Dios a Israel. (Nota). Es como si dijera, yo estoy aquí ante este tribunal por una cuestión de doctrina, tema que no tiene nada de criminal, sino que algunos del partido de los saduceos han tomado demasiado a pecho que yo defienda el punto de vista fariseo. Pablo asume que Agripa cree en la resurrección o, al menos, no lo considera imposible, si no está plenamente convencido de ella. Pablo es sin duda consciente de que el rey es un hombre frívolo, que no tiene convicciones religiosas profundas y que, por tanto, no está dispuesto a condenar a nadie por diferencias de opiniones en esos temas. Pablo incide en este tema porque le va a permitir hablar más delante de Jesús resucitado.
8. “¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?”
En este momento Pablo lanza una pregunta en forma de reto no sólo al rey Agripa y a su hermana, sino a todos los que le escuchan: ¿Es cosa increíble que Dios pueda resucitar a los muertos? Como si dijera: Siendo Él todopoderoso, ¿no sería Él capaz de hacerlo? ¿Lo creen ustedes? ¿O hay algo imposible para Dios? Si Jesús, viviendo entre nosotros como hombre, resucitó a un difunto más de una vez, ¿el Dios omnipotente no podría hacer lo que anuncian las Escrituras? (Véase Sal 16:9,19; cf Hch 2:26,27).
En este momento Lucas empieza a narrar por tercera vez la historia de la conversión de Pablo. Ya lo ha hecho al relatar lo ocurrido cuando Pablo iba camino a Damasco (Hch 9:1-19), y cuando Pablo se defiende ante el pueblo (22:6-16). ¿Para qué lo hace de nuevo? Según el abogado John W. Mauck, autor del interesante libro “Paul on Trial”, que hace un análisis desde el punto de vista legal de éste y otros pasajes del libro de Hechos, Lucas lo hace: a) para introducir nuevos argumentos legales que sirvan a Pablo cuando sea juzgado por el tribunal del César en Roma; b) para dar un énfasis especial a determinados argumentos; c) con propósitos de evangelización al narrar su extraordinario encuentro con Jesús; y d) para recurrir eventualmente a la influencia política, teniendo en cuenta la cercanía de Agripa con Nerón. En el desarrollo de este artículo y de los dos subsiguientes de este mismo título se va a incidir en estos temas.
9,10a. “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén.”
Pablo dice que él consideraba como deber suyo perseguir a los seguidores de Jesús de Nazaret que había entre su pueblo. Más exactamente dice que consideraba su deber actuar “contra el nombre de Jesús de Nazaret”, esto es, negando no solamente a la persona y a lo que se contaba acerca de su vida, obra y milagros, sino también su dignidad y autoridad como enviado de Dios y Mesías. ¿Por qué lo consideraba su deber? Porque Jesús había sido condenado por el Sanedrín como un malhechor, blasfemo, falsario e impostor, y que había sufrido una muerte infame.
Para entender por qué a un judío como Saulo, plenamente convencido de la verdad de las promesas hechas por Dios a su pueblo sobre el futuro Mesías que restauraría el poder de su pueblo y derrotaría a sus enemigos, la prédica acerca de Jesús era absurda, hay que tener en cuenta que la sola noción de un Mesías que muera era incoherente, peligrosa y herética. El Mesías esperado por Israel vendría a triunfar, no a morir en manos de gentiles. Saulo tenía quizá ya entonces la intuición premonitoria de que la doctrina tradicional del judaísmo y lo predicado por los nazarenos eran mutuamente incluyentes. No cabía compromiso entre ambos aunque los segundos siguieran asistiendo a las sinagogas.
10b. “Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.”
Armado de los poderes que le habían otorgado las autoridades del templo (que en asuntos de religión los romanos reconocían) él hacía meter en la cárcel a muchos de los partidarios de esta execrable herejía, (notemos que Pablo, ya convertido, los llama “santos” a los creyentes en Jesús). La frase “cuando los mataron, yo di mi voto” puede referirse a la muerte de Esteban, aunque no es seguro. Podría tratarse de otros nazarenos que fueron juzgados en las sinagogas, cuyos directivos podían constituir un tribunal menor, y en cuyos casos él hubiera podido votar, casos que, sin embargo, el libro de Lucas no registra.
11. “Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.”
Ya capítulos atrás el libro describe cómo “Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.” (8:3; véase Gal 1:13). En 1 Tm 1:13 Pablo dice que lo hacía por ignorancia.
Donde dice “les forcé a blasfemar” el texto debería correctamente decir que “trataba de hacerlos blasfemar” pues en el original el verbo figura en tiempo perfecto. Es sabido que el testimonio de una carta que Plinio, el joven, gobernador en Bitinia, dirige al emperador Trajano, que era imposible hacer que los que son realmente cristianos blasfemen del nombre de Cristo, aun torturándolos. Esa prueba era usada precisamente para identificar durante las persecuciones a los que realmente lo eran, y no inculpar a los que habían sido falsamente usados de serlo.
Saulo afirma que no limitaba sus acciones a la ciudad de Jerusalén, sino que lo hacía también en las ciudades vecinas, como él da testimonio en Hch 22:4,5.

Nota: Nótese que todos los escritores del Nuevo Testamento mencionan a las doce tribus como a una realidad de su tiempo, en particular St 1:1, o Lucas 2:36 al hablar de Ana, la profetisa de la tribu d Aser. Pablo mismo en Flp 3:5 dice que él era de la tribu de Benjamín. Ninguno de ellos sabe algo acerca de la ficción de las 10 tribus perdidas de Israel.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#975 (14.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

lunes, 26 de noviembre de 2018

DEFENSA DE PABLO ANTE FÉLIX I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE FÉLIX I
Un Comentario de Hechos 24:1-21
1-4. Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo. Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud. Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad.”

Los enemigos de Pablo se tomaron su tiempo -cinco días es un plazo largo en este caso- para organizar la acusación que iban a presentar contra él ante el procurador según lo que les había sugerido el tribuno que hicieran. Esos días pueden haber sido empleados por ellos en escoger al orador más apropiado para presentar el caso ante un tribunal romano y para instruir al abogado acerca de los cargos que debían formularse.
El texto dice que escogieron a un abogado llamado Tértulo, de quien no se da mayor información, pero que debe haber sido un judío helenista que por su nombre latino era muy posiblemente ciudadano romano. (Nota 1) Esta circunstancia, y el hecho de que él utilizara el estilo y la manera de expresarse de los romanos, haría que el procurador lo escuchara con más atención que si fuera un simple judío.
Vale la pena que nos preguntemos en qué idioma se expresaría el abogado Tértulo ante el procurador romano. ¿Acaso en latín, la lengua de los romanos? No ciertamente sino en griego, que era la “lingua franca” usada en todo el cercano oriente desde la conquista de Alejandro Magno tres siglos antes y que siguieron usando los romanos al extenderse su imperio a esos territorios. Ése es el motivo, dicho sea de paso, por el cual los evangelios fueron publicados en griego, (el de Mateo había sido escrito probablemente en hebreo, si no en arameo) y Pablo y los demás apóstoles escribían sus epístolas en ese mismo idioma.
La comitiva que descendió de Jerusalén estaba presidida por el mismo sumo sacerdote Ananías, quien vino acompañado por algunos miembros del sanedrín. Que Ananías no pensara en delegarle esta tarea a ninguna persona muestra la importancia que él le daba al caso contra Pablo.
Lucas transcribe lo que debe haber sido un resumen del discurso de Tértulo, que empieza su perorata con abundancia de palabras muy halagüeñas para el procurador, como era práctica común en el oriente para ganarse la buena voluntad del juez. Pero dado el contraste entre los elogios dirigidos a Félix sobre su prudencia (2) y la supuesta gran paz de que gozaba el pueblo gracias a él, y la brutalidad con que en los hechos actuó Félix en varias ocasiones, esas palabras eran nada sinceras.
Para ganarse la atención del procurador desde el principio Tértulo le advierte que va a tratar de ser lo más breve posible en su exposición.
5-9. “Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos. Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo.”
Los cargos que Tértulo presenta contra Pablo son tres: 1) Él es un promotor de desórdenes entre los judíos por donde quiera que vaya, es decir, dentro y fuera de Judea. 2) Es un cabecilla notorio de la secta de los nazarenos, que era como los judíos llamaban a los seguidores de Jesús de Nazaret (3). Nótese que los nazarenos entonces no se habían separado de la religión judía, sino que eran considerados una “secta”, o partido, dentro de la misma, como eran los saduceos, o los fariseos. 3) Pablo había intentado profanar el templo aunque no llegó a hacerlo  tratando de introducir a un no judío en el área del templo en la que los gentiles no podían entrar bajo pena de muerte. Aquí la acusación hecha ante el tribuno ha sido modificada para que se ajustara a los hechos que podían ser probados (4)
Tértulo añade que cuando ellos quisieron juzgarlo de acuerdo a su ley, como creían tener derecho, el tribuno Lisias intervino con sus soldados arrancándolo de sus manos, diciendo que debían presentar sus cargos ante el procurador en Cesarea, como hacía él en ese momento. Sus acusaciones fueron confirmadas, sin duda con gran vehemencia y abundancia de detalles, por los ancianos que lo acompañaban, mientras que el sumo sacerdote por razones de dignidad posiblemente guardaba silencio.
Llegados a este punto no le quedó al procurador sino dejar que el acusado presente su defensa.

10. “Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa.”
Pablo omite toda palabra de sobonería al iniciar su discurso limitándose a reconocer que el procurador tiene la autoridad para juzgar de los hechos que se le acusan, y que confía que lo hará de manera justa. Él reconoce además que el procurador, habiendo estado al frente de la provincia durante varios años, tiene suficiente conocimiento de la vida y costumbres judías para apreciar sus argumentos. ¿Estaría Pablo informado de la clase de persona que era Félix? Muy probablemente, pero él no ponía su confianza en la justicia humana, sino en el poder de Dios que estaba por encima de ella. (Véase mi artículo “Pablo es Enviado al Procurador Félix”)
11-13. “Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.”
Brevemente Pablo niega la veracidad de los cargos que se le hacen: Desde su llegada reciente a Jerusalén (5) él no ha estado discutiendo con nadie, ni ha provocado un motín en ninguna parte donde él haya estado, sino se ha limitado a cumplir con los ritos de piedad en el templo que lo trajeron a la ciudad.
14-16. “Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.”
Enseguida pasa a declarar que él pertenece efectivamente al movimiento que algunos judíos consideran una herejía dentro de su religión (6), pero que ellos llaman Camino (7) pues constituye una forma de obrar rectamente según las leyes dadas por el Dios de sus padres y confirmadas por los profetas. La mención que él hace de la ley y de los profetas es una referencia a las Escrituras que eran entonces designadas con esas palabras: la Torá y los profetas, en las cuales él cree fielmente.
Y conforme a ellas, él confiesa que cree, como creen también la mayoría de los judíos (excepto los saduceos), en que algún día, al final de los tiempos (8) Dios levantará de sus tumbas a todos los muertos, tanto a los justos como a los injustos, (Véase Dn 12:2; Jn 5:28,29), se sobrentiende para comparecer en juicio ante Él.
Ése es el motivo por el cual él siempre obra de acuerdo a una conciencia limpia que no tenga nada que reprocharle delante de Dios y de los hombres. (9)
Es curioso que al hacer su presentación del Camino que él sigue, Pablo no mencione para nada a Jesús, que era el fundador de ese Camino, y a quien él con todo el corazón servía. No lo hace porque en ese momento no era oportuno.
17. “Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas.”
Ésta es la única vez en el libro de Hechos en que se menciona la colecta que Pablo trajo para los santos a Jerusalén y a la que había dedicado tanto esfuerzo y tiempo, como puede verse por el contenido de sus epístolas (Rm 15:25-27; 1Cor 16:1-4; 2Cor 8:1-7).
Él hace saber a Félix que ha estado mucho tiempo alejado de Judea (“pasados algunos años”) (10). El propósito de su venida esta vez a Jerusalén ha sido de beneficencia, a favor de su pueblo. Él omite decir, pero hubiera podido corroborarlo llamando a testigos, que él había venido acompañado de un buen número de personas que procedían de las ciudades de donde los cristianos enviaban ofrendas.
18,19. “Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo.”
Estaba ocupado en esas cosas cuando un grupo de judíos de Asia, que eran enemigos suyos sin que él los hubiera provocado, esto es, sin causa, lo encontraron en el templo cumpliendo pacíficamente el rito de purificación con los cuatro nazareos que él apadrinaba (Hch 21:26-28).
Ellos son los que empezaron el alboroto, dice Pablo, acusándome en ese momento de algo falso, esto es, de haber introducido en el templo a un gentil. Ellos son los que debían estar aquí para acusarme de haber alterado el orden público. Pero su ausencia acá es prueba de que no tienen nada que acusarme en ese sentido que pudiera ser probado con testigos.
20,21. “O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio, a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.”
Los que han venido desde Jerusalén donde ti no tenían tampoco nada de qué acusarme cuando comparecí ante el sanedrín por disposición de Lisias, que quería averiguar cuál era el motivo del alboroto que los judíos de Asia habían suscitado en el templo. La discusión que se armó en esa sesión, y en la cual mi integridad física estuvo en peligro, se suscitó porque yo declaré que yo era juzgado en ese momento a causa de mi creencia en la resurrección de los muertos, de la cual yo estoy firmemente convencido (Hch 23:6).
Al mencionar el tema de la resurrección de los muertos Pablo era posiblemente consciente de que si bien Ananías, como saduceo que era, no creía en ella, era muy probable que algunos de los ancianos que le acompañaban sí lo hicieran, por lo que la mención que él hace de ese tema los inclinaría a su favor en ese momento.
Notas: 1. Tértulo, dicho sea de paso, es el diminutivo del nombre Tertius.
2. La palabra griega que figura en el texto en este lugar es prónoia (“saber por adelantado”) y que generalmente se traduce como “providencia”.
3. En hebreo y en árabe a los cristianos se les sigue llamando hoy día “nazarenos”.
4. Cuando los sanidritas llevan a Jesús ante Pilatos presentan también una triple acusación contra Él: 1) Pervierte a la nación; 2) Prohíbe pagar tributos al César; y 3) Afirma que Él es el Mesías, un rey. No está de más notar que las acusaciones que le hicieron los opositores de Pablo en Tesalónica eran semejantes: 1) Trastorna el mundo entero; 2) Se opone a los decretos del César; y 3) Afirma que hay otro rey, que es Jesús (Hch 17:6,7).
5. Los doce días que él menciona son la suma de los siete días que tomó el rito de purificación (21:27), y los cinco días que han transcurrido desde su arresto por el tribuno (21:33).
6. La palabra hairesis quiere decir opinión, disciplina, o forma de culto. Viene del verbo  hairéomai (escoger, elegir, preferir) y se traduce con frecuencia como “secta” (Hch 5:17; 15:5; 24:5) Difiere de “cisma” (Schism), que significa “separación”. En el caso de hairesis uno puede tener puntos de vista que difieren de la mayoría, pero permanecer, no obstante, en el mismo cuerpo.
7. Hodos es la expresión común con la que en el libro de Hechos se designa a la fe en Cristo y a la manera de vida que adoptan los que siguen sus enseñanzas (cf Hch 19:9; 24:22. Véase también 16:17 y 18:25).
8. El tiempo venidero era designado en el judaísmo por el término olam ha ba, en contraposición al tiempo presente, llamado olam ha zé. Podría condensarse el pensamiento judío sobre el más allá de la siguiente manera (Según el Diccionario del Judaísmo de Nicolás de Lange): Al morir las almas de los justos serán enviadas al jardín del Edén (Paraíso), mientras que las de los impíos pasarán por un período de castigo en el Gehinnom (infierno). La venida del mesías será precedida por una gran crisis social  y económica. Entonces retornará, según lo anunciado, el profeta Elías y sonará una gran trompeta, y los exiliados judíos serán reunidos en su tierra. Seguirá una guerra cataclísmica conocida como la guerra de Gog y Magog, después de la cual el mundo será renovado en la era mesiánica, que será una de paz y armonía. Eventualmente los muertos resucitarán y serán juzgados junto con los que estén vivos; y los que sobrevivan al juicio vivirán eternamente en la era futura. Puede notarse algunas coincidencias de esta concepción con lo que exponen 1Cor 15:52; 1Ts 4:15-17; y Apocalipsis 20.
9. El tema de la buena conciencia figura en la defensa propia que hace Pablo ante el sanedrín para afirmar que sus enemigos no tienen nada que reprocharle (cf 23:1) pero ocupa además un lugar importante en sus epístolas: Rm 9:1; 13:5; 1 Cor 10:25,29; 1 Tm 1:19, etc.
10. La última vez que había estado en Jerusalén fue cinco años antes, en su apurada visita antes de iniciar su tercer viaje misionero (18:22), lo cual descarta toda posibilidad de que él pudiera haber estado envuelto en motines locales o en actos de sublevación.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#971 (16.04.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).