Mostrando entradas con la etiqueta finanzas en la iglesia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta finanzas en la iglesia. Mostrar todas las entradas

viernes, 21 de agosto de 2015

FIANZAS, PEREZA Y MALEVOLENCIA I

LA VIDA Y LA PALABRA

Por José Belaunde M.

FIANZAS, PEREZA, MALEVOLENCIA I

Un Comentario de Proverbios 6:1-5

Contrariamente al procedimiento que seguí en los artículos anteriores sobre Proverbios, esta vez no he consolidado en un texto continuo las diversas fichas escritas por mí a lo largo de los años, sino las reproduzco tal cual fueron escritas, en el orden que me parece más conveniente, sin suprimir las posibles repeticiones, pero enriquecidas con algunas anotaciones hechas después.
1 . “Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo,
     Has empeñado tu palabra a un extraño,” (Nota 1)
2. “Te has enlazado con las palabras de tu boca,
     Y has quedado preso en los dichos de tus labios.” (2)
3. “Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate,
     Ya que has caído en la mano de tu prójimo;
     Ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo.”
4. “No des sueño a tus ojos,
     Ni a tus párpados adormecimiento;”
5. “Escápate como gacela de la mano del cazador,
     Y como ave de la mano del que arma lazos.”


1-5. Esta corta perícopa es una seria advertencia contra el otorgamiento de fianzas. En el capítulo anterior se  advertía contra el daño que puede hacernos una mujer seductora; este capítulo nos advierte contra el daño que puede hacernos un amigo imprudente.
El que otorga una fianza, garantizando una obligación ajena, contrae una deuda sobre cuyo pago no ejerce ningún control. Si el garantizado no paga, el fiador tendrá que pagar. El libro de Proverbios en varios lugares desaconseja esta práctica como algo contrario a la sabia prudencia y explica porqué: “Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que aborrece las fianzas vivirá seguro.” (11:15. Véase también 17:18; 20:16; 22:26,27; 27:13).
El fiador queda atrapado por cuerdas irrompibles que consisten en sus propias palabras, queda preso por “los dichos de sus labios”. Si el deudor es siervo del acreedor, el fiador lo es también. En adelante sus ingresos no le pertenecen, sino que pertenecen al que prestó. Esto es, mes a mes va a tener que separar una suma del fruto de su trabajo y propiedades para formar un fondo de seguridad que le permita pagar su obligación en caso de que el deudor falle.
Ch. Bridges bellamente comenta que si bien Proverbios nos advierte contra el prestar fianzas, Cristo sí lo hizo por nosotros al derramar su sangre en garantía de nuestra salvación.
La fianza ya era conocida bajo la ley babilónica, y estaba normada bajo el derecho griego y el romano. No era desconocida en tiempos del Génesis, aunque en términos algo diferentes: vida por vida, tal como se compromete Rubén con su padre Jacob para que permita que su hijo Benjamín sea llevado a Egipto, como pide su hermano José: “Harás morir a mis dos hijos si yo no te lo devuelvo.” (Gn 42:37. Cf 43:9; 44:32,33; Jb 17:3). En el Nuevo Testamento figura en términos inusuales, cuando Pablo se hace cargo de las obligaciones pasadas -es decir, conocidas- del esclavo Onésimo, a quien considera su hijo, pero no de las futuras -es decir, desconocidas. (Flm 18,19).
El libro del Éxodo y el Deuteronomio permiten al acreedor tomar un bien, u objeto, en prenda para asegurarse el pago de la deuda, pero lo permite dentro de ciertos límites para que el deudor no sufra. Si ha tomado, por ejemplo, en prenda la ropa del deudor, se la devolverá al atardecer para que el deudor no tenga frío por la noche (Ex 22:26,27; Dt 24:10-13), y no podrá tomar en prenda la ropa de la viuda (Dt 24:17).
En Génesis 38 hay un curioso episodio en que Judá da en prenda su sello, su cordón y su báculo a su nuera, que se ha disfrazado de prostituta, como garantía del pago pendiente por sus servicios. En un conocido pasaje de la vida de Eliseo se habla de un acreedor que amenaza tomar en prenda como siervos a los dos hijos de una viuda, si no se le paga (2R 4:1).
Nótese, sin embargo, como ya se ha dicho, que el libro de Proverbios no prohíbe tajantemente ser fiador, sino desaconseja serlo. Por eso el texto empieza en condicional: “Hijo mío, si salieres fiador…”, es decir, si cometiste esa imprudencia, toma las precauciones que se enumeran abajo. Si bien el Sirácida advierte contra los peligros de prestar fianza, lo que ha arruinado a más de uno (29:17,18), de otro lado, alienta al hombre bueno (29:15-20) a hacerlo, pero tomando las debidas precauciones (29:14,20).
1-5. Estos versículos constituyen la advertencia más fuerte contra las fianzas que contiene el libro de Proverbios. Lo primero es declarar llanamente que si has avalado las obligaciones de un amigo, es decir, si te has obligado a  pagar en lugar de él, o junto con él, si él no cumpliera, te has atado con tus palabras, has hecho de ellas un lazo, una prisión que te puede costar muy caro. Has caído en manos no del acreedor, sino de tu amigo deudor, porque de él depende tu tranquilidad, o tu ruina; esto es, lo primero, si él cumple, o lo segundo, si incumple. Entonces, lo primero que tienes que hacer, puesto que ya no puedes desligarte de tu obligación, es asegurarte de que él vaya a pagar y no quiera recurrir a ti, y que entonces, como consecuencia, tu fianza se convierta en un préstamo hecho a él. Haz pues todo lo posible para que él responda por su deuda; no descanses ahora para que puedas descansar después. ¿Qué medios puede emplear el fiador para asegurarse que el deudor cumpla? El más efectivo sería tomar en prenda una propiedad, o un bien del deudor, que responda por su obligación. Eso es lo único que al fiador puede darle tranquilidad: Tener en la mano un bien que de ser necesario, llegado el caso, pueda ser vendido para proveer los fondos necesarios para pagar la deuda. Nótese que los compromisos incumplidos traen angustia a los familiares y afectan nuestro buen nombre.
“Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios.” Este versículo expresa, independientemente del tema específico del pasaje, una verdad aplicable a muchas circunstancias, y es que nuestras palabras, una vez pronunciadas, nos atan y limitan nuestra libertad. Se dirá que eso ocurría en esa época antigua en que las palabras tenían el valor de un contrato, pero que en nuestros días, a menos que haya un documento escrito de por medio, la palabra empeñada tiene poco, o ningún valor legal, salvo en ciertas circunstancias especiales, o ante los tribunales, si está acompañada de un juramento. Es cierto, pero si hoy la gente puede retractarse de sus compromisos verbales sin penalidad legal o económica, el prestigio de una persona está ligado a que cumpla o no con las obligaciones que ha pactado verbalmente; es decir, a que sea o no una “persona de palabra”. La confianza que despierta una persona sobre la base de su actuación pasada es un capital moral muy valioso.
1,2. Si eres fiador, es decir si asumes como propia una obligación ajena, una obligación que está por cumplirse, tu seguridad, tu futuro, o tu dinero, dependen de algo inseguro, esto es, de que la persona afianzada por ti cumpla con el compromiso que tú has garantizado. ¿Qué pasa si no lo cumple? Tú pagarás las consecuencias, cualesquiera que sean, solidariamente con él.
La sabiduría de Dios nos previene contra asumir ese riesgo. No te comprometas en cosas que no dependen de ti. Naturalmente podría alegarse que esa norma es contraria a la caridad cristiana, porque nos impediría ayudar al que lo necesita. Pero hay muchas maneras de ayudar al prójimo que no signifiquen asumir riesgos innecesarios.
Estos versículos apuntan al hecho de que las palabras que pronunciamos ante otros nos comprometen y nos atan, es decir, nos quitan la libertad para obrar a nuestra guisa, pues alguien nos reclamará que cumplamos lo dicho. Esto era mucho más cierto en el pasado que ahora, pues vivían en una cultura que era en gran medida verbal, en que los acuerdos raras veces constaban por escrito, sino que se registraban en la memoria, tiempos en los que la palabra dada era inviolable. Las razones eran múltiples: 1) Los medios que se usaban para registrar los contratos por escrito eran muy costosos; y 2) poca gente sabía leer y escribir.
Sin embargo, no debe considerarse que estas advertencias contra el prestar fianza sean contrarias al espíritu de solidaridad que debe prevalecer entre nosotros. El Deuteronomio es en este sentido bastante claro: “Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra.” (15:11b). Si la persona que te solicita que le prestes tu fianza está pasando por una situación difícil, tu obligación es ayudarlo económicamente en la medida de tus posibilidades, sin esperar nada a cambio, si fuera necesario.
3. Con frecuencia el que otorga una fianza lo hace siguiendo un impulso irreflexivo o emocional que no ha sido debidamente evaluado, movido quizá por la amistad o la compasión, y sin tener en cuenta los posibles efectos negativos.
Por ello, para salir de tu obligación anda, humíllate si es necesario, sé insistente e importuno; pero no te des descanso hasta que hayas logrado salir de la trampa en que has caído, como haría un venado que se agita para escapar del lazo del cazador que lo tiene atrapado; o como un ave que revolotea desesperada para escapar de la red que la tiene presa. El original hebreo dice: “Échate a los pies de tu amigo…” o “Deja que te pise…”
Notas: 1. En este caso el amigo, o vecino, o prójimo, sería el deudor; y el extraño, el acreedor. Dice “extraño” posiblemente porque los prestamistas en Israel solían ser extranjeros, o paganos, o tenidos por tales, puesto que el cobro de intereses estaba prohibido (Dt 23:19).
En el original hebreo, en la Vulgata y la Versión Autorizada inglesa, la segunda línea dice: “Si has dado tu mano a un extraño”, en señal de compromiso, como era usual en ese tiempo. Véase al respecto en dichas versiones los siguientes pasajes en que se menciona ese gesto: Pr 17:18; 22:26; Jb 17:3; 2R 10:15. Nosotros también solemos sellar nuestros compromisos dando la mano. Los gestos que hacemos con las manos son muy expresivos y nos comprometen, porque la mano nos representa.
2. Este vers y los vers. 4 y 5 son ejemplos de paralelismo sinónimo.
Consideraciones Adicionales.
Los padres de la iglesia solían dar una interpretación espiritual, simbólica al libro de Proverbios. Un ejemplo de ello es el comentario siguiente de Gregorio Magno (siglo VI), que traduzco libremente. Vers. 1 y 2: Ser garante de un amigo es hacerse cargo de una persona, poniendo como garantía la propia conducta; asumiendo una responsabilidad que no se tenía antes.
Uno es enlazado con las palabras de su propia boca, porque si bien uno está obligado a decir lo que es bueno a los que están a su cargo, antes que nada él mismo debe observar las cosas que propone. Él está pues en verdad cogido por sus propias palabras porque está obligado a no dejar que su conducta se relaje de tal manera que no esté de acuerdo con lo que enseña. En otros términos, en la presencia del Juez Supremo él está obligado a cumplir en su propio comportamiento lo que él prescribe de palabra a otros.
Acerca de los versículos 3 y 4, el mismo autor escribe: “Todo el que es responsable de otros como ejemplo de vida es amonestado aquí a ejercer vigilancia, no sólo sobre sí mismo, sino también a estimular a su amigo. En verdad, no es suficiente que tenga cuidado de su propia vida, si no ayuda a vencer al pecado a la persona que le ha sido confiada, porque está escrito: “No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento.”
Dar sueño a los ojos es descuidar del todo a los que están a su cargo. Los párpados se adormecen cuando nuestros pensamientos, oprimidos por la pereza, se hacen cómplices del mal que debemos reprimir. Caer en sueño profundo es no estar enterado, ni corregir las acciones de aquellos de quienes somos responsables. Adormecerse, pero no dormir, es ser consciente de lo que debe ser reprendido pero, por pereza, no corregirlo con la reprimenda apropiada y oportuna.
Sin embargo, al dormitar el ojo es inducido a caer en un sueño más profundo, porque generalmente el superior que no suprime el mal que ha observado, cae en el estado que su negligencia merece, esto es, ya no es ni siquiera capaz de reconocer los pecados de las personas a su cargo. Por tanto, los tales deben ser advertidos de que deben estar siempre vigilantes, teniendo un ojo atento a lo interior y a lo exterior, luchando para llegar a ser algún día criaturas dignas del cielo.”

Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#876 (12.04.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

martes, 7 de mayo de 2013

EL SECRETO DEL DINERO


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.

EL SECRETO DEL DINERO

La gente no sabe lo que es el dinero. Los economistas tampoco saben realmente lo que es el dinero, aunque lo estudian. Porque lo que el dinero es, es un secreto. Un secreto en verdad muy sencillo.  Pero tan sencillo que permanece ignorado.
Si tú eres funcionario, o empleado u obrero, cuando llega el fin de semana, o de la quincena, o del mes, tu empleador te entrega unos billetes, o un cheque, o te abona determinada suma en tu cuenta. Es decir, te paga tu salario. Pero no lo hace por tu linda cara, o porque tú le caigas simpático.
Él no se dice: "¡Qué bien me cae este muchacho! ¡Qué simpático es! Le voy a regalar unos cuantos billetes para que esté contento y siga viniendo a mi compañía."
No. Él te paga tu sueldo porque tú has realizado un trabajo que él valora, que para él es necesario en su negocio o en su empresa. Es decir, porque has empleado tu tiempo y tus fuerzas haciendo algo que él considera útil para sus intereses, que lo beneficia y porque lo has hecho bien. De lo contrario, no te daría nada y te despediría.
En buenas cuentas, tú le has entregado una parte de tu vida, es decir, de tus fuerzas y de tu tiempo, que son tu vida, y él te compensa pagándote lo que él piensa que vale en billetes esa pequeña porción de tu vida que tú le has dado.
Los billetes que recibes son el contravalor del tiempo y de las fuerzas que has empleado en su servicio. El dinero de tu sobre de pago es eso: lo que tú recibes a cambio de tu vida. Y fíjate que en el mercado del trabajo la vida de unos vale mucho y la de otros vale poco. Y a veces ese valor guarda poca relación con el esfuerzo desplegado.
Así pues, cuando tú vas a una tienda o al mercado a comprar alimentos, o alguna cosa, no la estás pagando con billetes como crees. Eso es sólo un símbolo que facilita el intercambio de mercaderías. La estás pagando en verdad con tu vida. Eso que compras lo pagas con un pedazo de tu tiempo y de tus energías, que ahora se han convertido en billetes. Y como tu vida es limitada, porque algún día has de morir, y tus fuerzas también lo son, porque algún día flaquearán, lo estás pagando con algo de ti mismo que es irreemplazable, que nunca volverá y que entregas para siempre.
Sí, eso que tú adquieras lo recibes a cambio de algo de tí mismo que nunca vas a recuperar.
Ahora bien, eso que compras, examínalo bien, ¿vale un pedazo de tu vida? Tienes tantas ganas de poseerlo, o te han hecho creer que es tan necesario, que no vas a poder ser feliz si no lo tienes. Pero, si en lugar de dártelo a cambio de algunos billetes, te dijeran: “Te lo damos si vienes a trabajar aquí en la tienda algunos días”, ¿estarías dispuesto a dar tus horas y tus días, y tu cansancio para poseerlo? ¿O lo dejarías pasar? Piensa bien antes de comprar.
Toma en tus manos esa moneda que tienes en el bolsillo y que has ganado con tanto esfuerzo. Y dile a ti mismo: Esto es un pedazo de mi vida. No es bronce o latón, como parece. Es vida.
Cuando compras al crédito o pides un préstamo con algún fin, lo que estás empeñando es un pedazo de tu vida. Estás hipotecando tu tiempo futuro, tu sudor del mañana, de muchos mañanas.
Cuando firmas el contrato que te alcanzan y pones tu nombre en la línea punteada, estás poniendo tu firma debajo de una cláusula no escrita, que es implícita pero que es tan verdadera: "Por este documento yo entrego a la firma tal y tal una parte de mi sudor, de mis fuerzas y de mi vida." Y debajo pones tu nombre para que no queden dudas de que estás de acuerdo.
Los intereses que te cobran tú los pagas con tu vida y muchas veces terminas pagando en intereses mucho más del doble del precio que pagarías si compraras al contado. ¿Te das cuenta de que es tu vida la que entregas? Eso que compras ¿vale un pedazo de tu vida?
Los que venden artefactos o autos a plazos, o los que prestan con ese fin, no están pensando en el servicio que su propaganda engañosa dice que te prestan, o en las ventajas que mentidamente dicen que te ofrecen, sino en el pedazo de tu vida que tú les vas a entregar.
Por eso es que la Biblia, para ahorrarte ese desperdicio de tu vida, te dice: no tomes prestado. En Romanos San Pablo dice: "No debáis nada a nadie sino el amor mutuo." (Rm 13:8). Eso es todo lo que puedes deber a otros, sin experimentar una pérdida. Y el libro de Proverbios recalca: "El que toma prestado es siervo del que presta" (Pr 22:7).
Sí, siervo. Una vez que tomas prestado ya no eres dueño de tu dinero -es decir, de tu vida. Ya no puedes disponer de ella a tu antojo. Antes de pensar en cuánto vas a gastar en esto o en aquello, tienes que separar la parte que necesitas para pagar las cuotas de tu préstamo. Sólo el saldo que queda es tuyo. Una parte de tu sueldo ya lo entregaste de antemano.
Veamos las cosas desde otro punto de vista. Cuando el comerciante, o el productor, recargan el precio de un artículo mucho más allá de su costo, al recibir los billetes con que pagas para tenerlo, te están chupando un pedazo de tu vida.
Cuando el delincuente asalta un banco, no se está llevando billetes. Se está llevando el esfuerzo ajeno, la vida ajena, de la que quiere apoderarse sin dar nada a cambio.
Cuando el financista monta una estafa y se queda con el dinero de los ahorristas, o cuando el timador hace una operación dolosa que desvía de su destino una ingente suma, ambos se están apoderando de muchas vidas ajenas.
Por eso es que Jesús llama al dinero: "riquezas injustas" (Lc 16:9). Porque los que tienen riquezas muchas veces las acumularon al precio del sudor y lágrimas de otros.
La vida está llena de ironía. Los billetes que llevamos en la cartera han sido diseñados con arte y buen gusto. Llevan a ambos lados algunos dibujos bonitos y el retrato de algún personaje de nuestra historia.
Pero en realidad, el retrato que deberían llevar es el de cada uno de nosotros y las figuras que llevan deberían ser dibujos de gotas de sangre, de sudor y de lágrimas. La sangre, el sudor y las lágrimas que derramamos para ganar esos billetes.
¿Y los que viven del dinero que han heredado y que ellos nunca ganaron? Pues están viviendo de lo que otros con su vida acumularon para sus descendientes. Es también vida aunque no sea propia.
¿Es el mundo injusto? Sabemos que sí lo es porque también es injusto el príncipe de este mundo que lo controla.
Hay una gran disparidad entre lo que unos y otros reciben a cambio de su vida. El jornalero suda bajo el sol desde que amanece hasta que anochece y no tiene descanso. Pero recibe una pequeña suma a cambio. Otro, por el contrario, trabaja en una oficina alfombrada y con aire acondicionado. Él no suda ni hace ningún esfuerzo físico. Otros lo hacen por él. Él sólo da órdenes y piensa. Pero recibe cien veces más que el jornalero. ¿Vale su vida más que la del otro? ¿Por qué la diferencia?
Es que la recompensa que recibe el ejecutivo es no sólo por el tiempo y el esfuerzo que él mismo dedica a su trabajo, sino también por el tiempo que dedicó a formarse, a adquirir la educación y la capacidad profesional que le permiten desempeñar el cargo que ocupa. Pero también por el esfuerzo de aquellos que están debajo de él y cuya vida en cierta medida él controla. Él es dueño de parte de la vida de sus subordinados. Y cuanto más alto se encuentre en la jerarquía de una organización, mayor será el fruto de la vida de otros que reciba. Pero en muchas ocasiones  hay una gran desproporción entre el trabajo que rinde el ejecutivo y la recompensa que recibe.
¿Entiendes ahora lo que el dinero es y porqué la Biblia y Jesús hablan tanto de él? Porque el dinero no es lo que la gente piensa. Tiene mucho más valor. Vale lo que vale la vida.
Por eso es, para terminar, que cuando le damos a Dios la décima parte de lo que ganamos, le estamos dando en realidad una parte de nuestra vida. O mejor dicho, le estamos devolviendo una parte de lo que Él nos ha dado. Porque tus fuerzas, tu tiempo, tu vida y todo lo que tienes te lo ha dado Él. Te lo ha dado para que goces de ello, pero también para que le sirvas.
Todos debemos servir a Dios porque “siervos suyos somos y ovejas de su prado" (Sal 100:3c). Sin embargo, no todos podemos dedicar nuestro tiempo exclusivamente a servirle, ni tampoco quiere Él eso. Pero todos sí podemos servir a Dios con nuestro dinero. Al dar el diezmo estamos sirviéndole con un pedazo de nuestra vida, con la vida que empleamos para ganar el dinero de nuestro diezmo.  Ésa es una de las muestras de amor que Él espera de sus hijos.
NB: El impulso para escribir esta charla me lo proporcionó una enseñanza de John Avanzini escuchada en Lima hace algunos años. Fue impresa por primera vez el año 2001.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#774 (14.04.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

lunes, 20 de agosto de 2012

VIAJE DE PABLO A MACEDONIA Y GRECIA


Por José Belaunde M.
VIAJE DE PABLO A MACEDONIA Y GRECIA
Un comentario al libro de Hechos 20:1-6


Retomamos el hilo de la narración del libro de Hechos, que interrumpimos después de describir el alboroto suscitado en Éfeso por los artesanos que confeccionaban estatuillas de la diosa Artemisa, en protesta de la prédica de Pablo.
1. “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió para salir a Macedonia.”
Los ánimos de la ciudad, que estuvieron bastante caldeados, se calmaron pronto después de la inteligente exhortación del escribano, o secretario, de la ciudad. Entonces Pablo, más tranquilo, se preparó para llevar a cabo los planes que había anunciado en su primera carta a los Corintios, de ir a verlos pasando primero por Macedonia (1Cor 16:8; cf Hch 19:21).
Es característico del temperamento emotivo de Pablo que se diga que antes de partir él exhortó y abrazó a los discípulos de Éfeso. Su despedida debe haber dado lugar a una emocionada expresión de sentimientos, en la que debe haber habido abundante efusión de lágrimas.
Pero no indica Lucas cómo hizo Pablo el viaje de Éfeso a Filipos, u otra ciudad de Macedonia, aunque suponemos que debe haber sido por mar. Por 2Cor 2:12,13 sabemos que él se detuvo algún tiempo en Troas –donde ya había estado durante su segundo viaje misionero (Hch 16:8-10)- con el propósito de predicar el Evangelio, pero como no encontró ahí a Tito, a quien había enviado a Corinto para que le informara acerca de la situación de la iglesia en esa ciudad que le preocupaba mucho, no tuvo tranquilidad de espíritu para predicar, a pesar de que se le había abierto una puerta grande para ello, por lo que prosiguió su viaje por mar a Macedonia, desembarcando posiblemente en Neápolis, puerto de Filipos, como ya había hecho en otra ocasión (Hch 16:11,12). Es de notar, sin embargo, que pese a lo que escribe en el pasaje de 2da a Corintios citado arriba, su segunda estadía en Troas no fue del todo infecunda, pues dejó una iglesia establecida allí, según puede verse en el vers. 7 más adelante.
En Filipos, o algún otro lugar de Macedonia, encontró a Tito, y fue grandemente consolado por las buenas noticias que su colaborador le trajo de Corinto (2Cor 7:5-7).
2. “Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia.”
No se sabe cuánto tiempo permaneció Pablo en Macedonia, ni qué ciudades visitó concretamente, aparte de las ya conocidas Tesalónica, Berea y Filipos. Pero es posible que él haya ido más adentro visitando las iglesias que entretanto habían sido establecidas por los creyentes de Tesalónica, pues sabemos por los elogios que les dedica Pablo, que ellos eran activos evangelistas (1Ts 1:7,8). Es posible también que haya sido durante este período cuando su recorrido misionero lo llevó hasta la frontera de la provincia romana de Illiricum, como menciona en Rm 15:19 (Iliria en griego, la moderna Dalmacia), una región donde el Evangelio no había sido aún predicado, según su propósito de predicar donde Cristo no hubiese sido ya anunciado, pues él no deseaba edificar sobre fundamento ajeno (Rm 15:20). Es probable –según F.F. Bruce- que el lapso de tiempo cubierto por este versículo haya sobrepasado de un año, desde el verano del 55 DC hasta fines del año 56 DC.
Pero Lucas nuevamente insiste en que Pablo dedicaba buena parte de sus energías, fervor y tiempo a exhortar a la perseverancia a los creyentes de esas regiones, pensando posiblemente en las persecuciones que no tardarían en desatarse.
3. “Después de haber estado ahí tres meses, y siéndole puestas acechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.”
Lucas nos informa que finalmente Pablo llegó a Grecia –nombre histórico y familiar de la provincia romana de Acaya- donde permaneció tres meses, la mayor parte del tiempo en Corinto, gozando de la hospitalidad de su amigo Gayo (Rm 16:23; cf 1Cor 1:14. Véase “El Alboroto en Éfeso I”; Hch 19:29).
Fue durante esta estadía en Corinto cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, la más importante de todas sus epístolas desde el punto de vista doctrinal, y en la cual él habla de su proyecto de ir a España pasando por Roma, porque ya no tenía más campo en Grecia y Macedonia (Rm 15:23,24).
Pero, teniendo el propósito de embarcarse para Siria (posiblemente en el puerto de Cencrea), de paso a Jerusalén, donde quería llegar para Pentecostés, tuvo conocimiento de un complot de sus incansables enemigos judíos para asesinarlo, probablemente al embarcarse o durante la travesía, por lo que decidió hacer el viaje por tierra, recorriendo nuevamente Macedonia. Aquí podemos ver, una vez más, cómo la Providencia protegía a Pablo, advirtiéndolo del peligro y frustrando los planes malvados de sus adversarios.
Fue durante su estadía en Corinto (invierno del año 56 a 57 DC) cuando Pablo pudo llevar a cabo su proyecto largo tiempo acariciado de llevar una ayuda económica de parte de las iglesias gentiles a la iglesia madre de Jerusalén. Él escribe al respecto en Romanos: “Si los gentiles han sido hechos partícipes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de sus bienes materiales.” (Rm 15:27). De esa manera se podía manifestar de una forma concreta la preocupación de las iglesias gentiles por sus hermanos de Jerusalén que, como consecuencia de su práctica inicial de vender todo lo que tenían y traerlo a los pies de los apóstoles (Hch 4:32-37), se habían empobrecido. Era también una forma muy preciosa de expresar la unidad de la iglesia. Para este fin él se había preparado ordenando a las iglesias que dependían de él, como las de Galacia y Macedonia y la de Corinto, que “cada primer día de la semana (es decir, el domingo) cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan ofrendas.” (1Cor 16:2). Posteriormente cada iglesia designaría a las personas que llevarían su ofrenda a Jerusalén, “si fuere propio” acompañados por él mismo (v. 2-3) (Nota 1). Los designados con ese fin son los que se menciona en el versículo siguiente:
4. “Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.”
Todos ellos eran compañeros fieles de Pablo. Los tres primeros representaban a las iglesias de Macedonia, los dos siguientes a las de Galacia, y los dos últimos obviamente a las de Asia (2). F.F. Bruce anota que no se menciona a ningún representante de Corinto, pero que se puede deducir de 2Cor 8:6 que la contribución de la iglesia de esa ciudad fue confiada a Tito. Queda entonces abierta la pregunta de porqué el nombre de un colaborador tan cercano de Pablo como él, no es mencionado ni una sola vez en el libro de Hechos. La respuesta más convincente que se ha sugerido es que Tito era hermano de Lucas.
De otro lado, es muy singular que Lucas no mencione para nada la colecta que Pablo estaba promoviendo y que ocupaba un lugar tan importante en sus preocupaciones, a pesar de que ésa era la finalidad principal de su viaje a Jerusalén, y el motivo por el cual viajó con tantos acompañantes. Si como algunos suponen (Véase el libro “Paul on Trial” de John W. Mauck), el libro de Hechos fue concebido principalmente como un documento de defensa legal para el juicio que más adelante esperaba a Pablo delante del tribunal del César (Hch 25:10-12), la omisión tendría sentido pues mencionarla no contribuía a ese propósito.
5,6. “Éstos habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas. Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.”
En el vers. 5 el relato pasa nuevamente de la tercera persona plural a la primera persona plural, lo que significa que a partir de ese momento Lucas, el narrador, se ha unido a la comitiva que acompaña a Pablo, seguramente en Filipos donde él había permanecido (Véase Hch 16:40).
El hecho de que él se haya unido al grupo se manifiesta también en la mayor riqueza de detalles que en adelante denota el relato, pues él ya no se separará de Pablo hasta la conclusión del libro. Es probable también que él fuera portador de la colecta de Filipos, y que sea él la persona a quién se apliquen las palabras elogiosas que Pablo escribe en 2Cor 8:18,19, (particularmente el v. 18): “Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias.”
Mientras los acompañantes mencionados en el vers. 4 navegaban hacia Troas para esperar a Pablo ahí, y preparar su visita, Pablo permaneció en Filipos junto con Lucas para celebrar en esa ciudad la Pascua, a la que el texto se refiere con el nombre que se había hecho popular entre los judíos: los días de los “ázimos”, o panes sin levadura. (3).
Es interesante constatar que Pablo, el apóstol a los gentiles, seguía celebrando como buen judío, las fiestas del calendario litúrgico de su nación, pues vemos más adelante (Hch 20:16) que él quería llegar a Jerusalén antes de la Fiesta de las Semanas (llamada Shavuot en hebreo y “Pentecostés” en griego) (4), a pesar de que en otro lugar él llama “débiles en la fe” a los cristianos que seguían guardando las normas alimenticias de la ley mosaica, y a los que hacen diferencia entre día y día (Rm 14:1-6).
De hecho, la iglesia continuará celebrando ambas fiestas, incorporándolas a su calendario litúrgico, pero insufladas de un nuevo espíritu y del nuevo significado al que se alude en las notas dedicadas a ambas.
Notas:
1. En este proyecto generoso, ejecutado con tanto celo por Pablo, debe verse el origen remoto de la práctica de recoger ofrendas o colectas durante el culto, no en la práctica del diezmo judío –aunque se haya convertido en costumbre llamarlo así- porque el diezmo tenía por finalidad el sostenimiento del templo de Jerusalén, al cual los cristianos de la gentilidad no contribuían, -aunque es probable que los miembros de la iglesia de Jerusalén sí lo hicieran durante un tiempo.
Pero Pablo no sólo promovía la ayuda económica a la comunidad de Jerusalén. También, como buen judío, promovía la generosidad con los individuos necesitados, especialmente las viudas (1Tm 5:4-10). Esta es una sana costumbre que está siendo descuidada entre nosotros, pese a las bendiciones que según la palabra de Dios la acompañan: “El que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado.” (Pr 14:21b. Véase 19:17; 31:20 y Sal 112:9), y pese también a la recomendación expresa que hace Jesús en la escena del juicio de las naciones (Mt 25:35,36).
2. Sópater es posiblemente el Sosípater que menciona Rm 16:21 como siendo pariente de Pablo. Aristarco fue uno de los dos varones que fueron arrastrados por la plebe en el alboroto en Éfeso (Hch 19:29). Luego acompañará, junto con Lucas, a Pablo, cuando éste es embarcado en Cesarea por el gobernador romano para comparecer ante el tribunal del César (Hch 27:2). En Col 4:10 Pablo se refiere a él llamándolo “mi compañero de prisiones,” probablemente porque estuvo preso con él en Roma. De Segundo no hay noticias. Gayo es posiblemente el hospedador de Pablo que he mencionado en mi comentario al vers. 3, más arriba, y que pasó por el mismo trance que Aristarco en Éfeso. A Timoteo lo conocemos muy bien. Tíquico (cuyo nombre quiere decir “fortuito”) a quien Pablo llama “amado hermano, fiel ministro y consiervo”, aparece en los saludos finales de Efesios 6:21 y Col 4:7, como el portador de ambas cartas, con el encargo además de contar a los destinatarios cómo le va a Pablo y traerle noticias de ambas iglesias para que sea consolado. Por encargo de Pablo se reunió con Tito en Creta (Tt 3:12). En 2Tm 4:12 el apóstol informa a Timoteo que ha enviado a Tíquico a Éfeso. Se ve que contaba con la confianza plena de Pablo. Trófimo (el que alimenta) era un cristiano gentil de Éfeso. Su presencia en Jerusalén junto con Pablo dio ocasión a que éste fuera acusado por unos judíos de Asia de introducir a griegos en el templo (más allá del atrio de los gentiles), lo que motivó que fuera tomado preso y finalmente enviado a Roma (Hch 21:27-30). En 2Tm 4:20 Pablo informa a su discípulo que ha dejado a Trófimo enfermo en Mileto.
3. La Pascua era la fiesta ordenada por Moisés para conmemorar la salida apurada del pueblo de Egipto, después de haber comido el cordero sacrificado la noche en que todos los primogénitos de Egipto fueron muertos por el ángel exterminador, excepto los primogénitos de los israelitas que hubieran untado los postes y dinteles de sus puertas con la sangre del cordero sacrificado. El significado de la palabra hebrea que la designa, pesaj, es “pasar”, y alude al hecho de que el ángel pasó por encima de los hogares marcados por la sangre del cordero (Ex 12).
La Fiesta de los “Panes sin Levadura” (mazot) empalmaba a continuación y duraba siete días, por lo que ambas fiestas llegaron a ser consideradas una sola fiesta. Durante esa semana el pueblo comía pan sin levadura, símbolo de corrupción y de pecado (1Cor 5:6-8). Con el tiempo ambas fiestas unidas se convirtieron en la fiesta más importante de Israel (2Cro 35:1-19), y para celebrarla todos los que podían iban en peregrinación a Jerusalén (Lc 2:41,42).
Según los evangelios sinópticos la cena que celebró Jesús la víspera de su muerte fue una cena pascual (Mr 14:12-16; Lc 22:7-16). Así como la sangre del cordero que sacrificaron y comieron los israelitas en la primera pascua libró a sus primogénitos de la muerte, de manera semejante la sangre de nuestro cordero pascual, Cristo, nos libra de la muerte eterna. Dado que la muerte y resurrección de Jesús coincidieron con la Pascua judía, con el tiempo ese término pasó a aplicarse a la fiesta en que se recuerda la resurrección de Jesús.
4. La Fiesta de las Semanas, o Pentecostés (que en griego quiere decir cincuenta), se celebraba el domingo, siete semanas, o sábados, después de la Pascua, festejando el final de la cosecha de cereales. Era el segundo de los tres grandes festivales agrícolas de Israel, en los que no se podía hacer ningún trabajo servil. (Los otros dos eran la Pascua y la Fiesta de los Tabernáculos, Dt 16:16; 2Cro 8:13).
Esta festividad se convertiría en una fiesta muy importante para la iglesia, pues en ella se produjo el derramamiento del Espíritu Santo sobre los ciento veinte congregados en el Aposento Alto, que transformó a los discípulos de hombres temerosos en predicadores intrépidos y los lanzó a la conquista del mundo (Hch 2:1-4).


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#739 (12.08.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).