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miércoles, 26 de agosto de 2015

FIANZAS, PEREZA, MALEVOLENCIA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
FIANZAS, PEREZA, MALEVOLENCIA II
Un Comentario de Proverbios 6:6-19
6. “Ve a la hormiga, oh perezoso,
Mira sus caminos y sé sabio;”
7. “La cual no teniendo capitán,
Ni gobernador ni señor,” (Nota 1)
8. “Prepara en el verano su comida,
Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.”(2)
9. “Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te levantarás de tu sueño?”
10. “Un poco de sueño, un poco de dormitar,
Y cruzar por un poco las manos para reposo;”
11. “Así vendrá tu necesidad como caminante,
Y tu pobreza como hombre armado.” (3)
6-11. Este pasaje es el primero de tres poemas que el libro de Proverbios dedica al perezoso. Los otros dos están en 24:30-34 y 26:13-16. (4) Se divide en dos perícopas sucesivas: 6-8 y 9-11. La primera propone como ejemplo a la hormiga, pequeño insecto del reino animal. Un animalito tan pequeño obra con una prudencia que pocos hombres tienen, pues sin que nadie se lo advierta (cf 30:27) hace lo que es necesario para tener con qué sustentarse durante el invierno. Aquí estamos frente a uno de los misterios del reino animal, en el que las diversas especies por instinto, o por una recóndita inteligencia, toman las providencias más favorables para su sustento y preservación. Y lo hacen siempre sin fallar (30:25). Los naturalistas han observado que las hormigas se ayudan unas a otras, se juntan para llevar cargas pesadas (¿cómo se comunican?), protegen sus reservas de la lluvia y las sacan al sol para que se sequen, cuando se mojan. ¿Quién se lo ha enseñado?
¡Qué vergüenza es para el hombre que se le aconseje que aprenda la diligencia y la previsión de un animalito minúsculo cuya presencia nos es desagradable y que aplastamos con el pie!
¿Cuál es el tiempo del verano de que aquí se habla? La juventud, en que el hombre puede sembrar con esperanza de cosechar en el futuro (10:5).
La segunda perícopa (9-11) como conclusión del ejemplo propuesto, increpa directamente al que pasa su tiempo en dormir (26:14), en no ocuparse en nada útil, en dejar transcurrir las horas en ocupaciones frívolas que no conducen a ningún fin útil. La pobreza y la necesidad que vendrán como resultado son descritas como un caminante, o vagabundo, que se divisa a lo lejos en el camino, y que inexorablemente se va acercando a donde uno se encuentra; o como un guerrero amenazante, o un salteador de caminos, contra el cual el hombre desarmado está inerme. De manera semejante el perezoso verá la indigencia venir sobre él sin que pueda hacer nada para evitarla.
           
La pereza y la imprevisión pueden acarrear consecuencias graves. Jesús dijo que no debíamos angustiarnos por el día de mañana (Mt 6:34), pero eso no quiere decir que no debamos ser previsores, sobre todo cuando se asumen responsabilidades familiares (2Cor 12:14; cf Gn 30:30).
            Si la ansiedad por las cosas materiales es criticable (Lc 10:41), el uso diligente de los medios provistos por Dios, lo honra (Pr 10:15a; 24:27).
            Hay un refrán que expresa una gran verdad: “La pereza es madre de la pobreza”. El libro de Proverbios pinta con acierto en otro lugar las consecuencias de la pereza en la viña descuidada al señalar que está toda cubierta de espinos, y su cerca de piedra destruida (24:30,31). Así ocurre con todas las actividades afectadas por la holgazanería: el desorden y la suciedad reinan por todas partes y están a merced de los intrusos y depredadores, porque no se toman las medidas de seguridad que la prudencia aconseja.
             Una de las características del haragán es que no termina las cosas que emprende, y por eso no cosecha en el verano, porque no aró su campo en el invierno (20:4), y deja enfriar su comida, porque le cansa llevar el bocado a la boca (26:15; 19:24). Peor aún, no aprovecha las oportunidades de progresar que se le presentan, y por eso dejarán de venirle al encuentro en el futuro. No obstante, el perezoso tiene muy buena opinión de sí mismo, pues piensa que “es más sabio que siete que sepan aconsejar.” (26:16).
            Pero hay también una pereza espiritual muy común: la del que se niega a ser despertado por el mensaje del Evangelio en el tiempo de la gracia, y desperdicia las oportunidades que la misericordia de Dios constantemente le brinda. Una miseria interminable lo afligirá algún día si no se arrepiente a tiempo (Ironside), y permanece en el camino espacioso que lleva a la perdición, en lugar de tratar de entrar por la puerta estrecha que lleva a la salvación (Mt 7:13,14).
12. “El hombre malo, el hombre depravado, (5)
Es el que anda en perversidad de boca”,
13. “Que guiña con los ojos, que habla con los pies,
Que hace señas con los dedos.”
14. “Perversidades hay en su corazón; anda pensando el mal en todo tiempo;
Siembra las discordias.”
15. “Por tanto, su calamidad vendrá de repente;
Súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio.”
Hay hombres, en efecto, que andan siempre cavilando qué mal pueden hacer, a veces sin que les traiga ningún provecho (Pr 16:30). Sus palabras reflejan la negrura de su corazón, pues son siempre ofensivas, groseras, vulgares e irrespetuosas. No hay nada que les merezca respeto; se burlan hasta de lo más santo, y no creen que haya nadie honesto, porque ellos no lo son. En su avidez por hacer daño andan siempre complotando, poniéndose de acuerdo con otros tan malvados como ellos; intercambiando señales con la mirada, con los dedos, y hasta con los pies (10:10; Sal 35:19). Su ingenio para el mal es inagotable, y el mal llena su mente y su cerebro de continuo (cf Pr 2:14,15). Donde quiera que estén difunden su maldad casi sin querer, y originan con sus iniciativas perversas desacuerdos entre los amigos, o en las familias, que con frecuencia terminan en hechos de sangre (16:28; Sal 140:2,3). El apóstol Pablo nos manda que nos apartemos de esa clase de gente (2Ts 3:11-14).
Pero los tales no saben que están cavando su propia tumba, y que las consecuencias de sus actos vendrán un día impensadamente a aplastarlos, al punto de que no dejarán huella alguna de su paso por la tierra (Pr 15:26a). Su muerte repentina será una manifestación del justo juicio de Dios.
            El versículo 13 muestra que ya en esa época se conocían y se usaban signos secretos que permitían a los cómplices comunicarse por señas sin que los demás presentes se dieran cuenta. Esto es lo que hacen los que traman algo, y de ahí se ve que los que tejen intrigas no tienen nada bueno en el corazón, pues ocultan sus propósitos para que sus víctimas no se aperciban.
Lo que sigue es un poema numérico, como hay varios en el capítulo 30 de Proverbios: 15,16; 18,19; 21-23; 24-28; 29-31; en Jb 5:19, así como en el Sirácida (o Eclesiástico): 25:1,2; 7-11, e incluso en la literatura profética: Am 1:3,6,9,11,13; 2:1,4,6.
16. “Seis cosas aborrece Jehová,
Y aun siete abomina su alma:”
17. “Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
Las manos derramadoras de sangre inocente,”
18. “El corazón que maquina pensamientos inicuos,
Los pies presurosos para correr al mal,”
19. “El testigo falso que habla mentiras,
Y el que siembra discordia entre hermanos.”
Aquí se menciona algunas cosas que el Señor detesta y que, por lo tanto, nosotros también debemos rechazar y considerar como abominables, porque lo son realmente.
1) El orgullo, la soberbia arrogante y despreciadora que se manifiesta en la mirada altiva. ¿No son nuestros gestos, y en especial, nuestra mirada, expresión de nuestros sentimientos? Nuestros gestos y nuestras miradas nos delatan. El que se fija en ellos puede descubrir muchas cosas acerca de las personas con que trata, o con las que se encuentra de paso, que pueden preservarlo de peligros, o que pueden ayudarlo a guiar prudentemente su comportamiento con ellos. Recordemos que fue el orgullo, el deseo impío de ser igual a Dios, lo que motivó la caída de Lucifer (Is 14:12-14). No por nada dice la Escritura que Dios “atiende al humilde, pero al altivo lo mira de lejos” (Sal 138:6;  4:6) y que el “altivo de corazón es abominación para Jehová” (Pr 16:5). Otro proverbio dice: “La soberbia del hombre lo abate.” (29:23a). El salmo 73 ilustra cómo es su caída (v. 3,6,18,19; cf Sal 18:27b).
2) La facilidad para mentir sin sonrojarse y sin escrúpulos. ¿Con qué órgano mentimos? Con el habla personificada en la lengua. Podemos mentir con la mirada o con los gestos, es cierto, aunque no es fácil y ninguno iguala a la boca. El espíritu de mentira es digno de temer porque puede ocasionar estragos y extravía a la gente. Por eso dice un salmo: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta.” (120:2). En ocasiones la mentira puede volverse contra los que la profieren, como en el caso de Ananías y Safira, que murieron por haberle mentido al Espíritu Santo (Hch 5:1-10), pues “los labios mentirosos son abominación a Jehová.” (Pr 12:22). Si Jesús es la verdad (Jn 14:6), y vino a dar testimonio de la verdad (Jn 18:37), el diablo es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8:44). Por ese motivo “todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre,” (Ap 21:8).
3) El espíritu sanguinario que no tiene respeto de la vida ajena. Joab, general de los ejércitos de David, es un ejemplo clásico (2Sm 3:22ss). ¡Cuánto daño hacen los asesinos porque no saben que la vida proviene de Dios, y que el que siega una vida contra Dios atenta! “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios fue hecho el hombre” dice el libro del Génesis 9:6. Ésta es la más terrible de las cosas abominables que enumera esta perícopa, porque viola el mandamiento que prohíbe el homicidio (Ex 20:13). Por eso, dice Isaías 1:15, que Dios rechaza la oración de los que tienen las manos llenas de sangre; y destruirá “al hombre sanguinario,” según el Sal 6:5.
4) Pero la más peligrosa es la mente que maquina, planea y urde maldades. Así como del corazón salen las cosas que contaminan al hombre, como dijo Jesús (Mt 15:18-20), del corazón salen también las acciones que dañan, los asaltos, los fraudes, los abusos, las violaciones, etc. Todos los delitos comienzan, o se gestan, en el pensamiento. Por eso Jesús dijo: “Cualquiera que mire a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5:28). Los actos delictivos y los beneficiosos no surgen de la nada, obedecen a un proyecto concebido en la mente, en la imaginación.
Dios se propuso destruir a la humanidad mediante el diluvio porque vio “que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era…solamente para el mal.” (Gn 6:5). Bien denuncia el profeta Miqueas: “¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en sus manos el poder! (Mq 2:1). Sólo Dios puede cambiar el corazón del pecador arrepentido, y darle un “corazón limpio” y “un espíritu recto” que modifique para bien su conducta, haciendo de él un hombre nuevo y apartado del mal. (Sal 51:10).
5) La disposición para hacer el mal, retratada aquí como los pies que se apresuran a cometerlo, es una característica del corazón torcido (cf Is 59:7). Hacer el bien le cuesta, le es aburrido; pero hacer el mal le agrada, lo divierte. Es su deporte favorito. En otro lugar el libro de Proverbios denuncia a los “que se alegran haciendo el mal y se huelgan en las perversidades del vicio.” (2:14). Personas de ese tipo se encuentran en toda una gama variada de grados de maldad, desde el que se presta para hacer una broma cruel, al asesino a sueldo. Pero ellos no saben que “a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo.” (1:18).
6) Este punto no es repetición del segundo, porque aquí se trata de un tipo especialmente insidioso de mentiras, la del que presta un falso testimonio contra el inocente, o a favor del culpable. Dios ha llamado a su pueblo a dar testimonio de la verdad (Hch 1:8). Pero el testigo falso, que viola el noveno mandamiento (Ex 20:16), pervierte la justicia y puede ocasionar tragedias imprevistas y de incalculables consecuencias. Merece ser maldito y, por supuesto, ser condenado no sólo por Dios, que aborrece el juramente falso (Zc 8:17), sino también por la justicia humana (Dt 19:16-19; Pr 19:5).
7) Por último, está la persona que se complace en enfrentar a los hermanos y a la gente, creando divisiones donde había unión, conflictos donde había paz, y odio donde había amor. Estas personas hacen mucho daño, pero no lo sufren ellos mismos hasta que llega el día del ajuste de cuentas, en que experimentan en carne propia el daño que hicieron a otros.
Notas: 1. Algunos ven en estas autoridades a los tres poderes del estado, el judicial, el legislativo y el ejecutivo.
2. La Septuaginta (LXX) añade: “O ve a la abeja y aprende cómo trabaja,  y produce rica labor, que reyes y vasallos buscan para sí, y todos apetecen, y siendo como es pequeña y flaca, es por su naturaleza tenida en mucha estima.”
3. Pr 24:33,34 es una reproducción casi exacta de los vers. 10 y 11. La Septuaginta añade: “Si, por el contrario, eres activo, tu cosecha será abundante como una fuente, y la miseria estará lejos de ti.”
4. Además de los pasajes nombrados, la pereza es el tema de los siguientes proverbios: 10:4,5b; 13:4; 15:19a; 19:15,24; 20:4; 21:25.
5. Donde nuestra versión dice “hombre malo” el original hebreo, la Vulgata latina y la Versión autorizada inglesa (KJV), dicen “hombre de Belial”, que se suele traducir como malvado, perverso, inicuo. Esta palabra es una combinación de las palabras hebreas beli (sin) y ya’al (provecho), y figura en varios lugares como, por ejemplo, en Dt 13:13 (donde se trata de hombres impíos que incitan a la idolatría); en Jc 19:22 (donde se trata de perversos que quieren violar a un hombre); en 1Sm 2:12 (donde se aplica a los hijos impíos del sacerdote Elì); en 1Sm 25:25 (donde se dice de Nabal, el esposo necio de Abigaíl); en 2Sm 16:7 (cuando David sale derrotado de Jerusalén, huyendo de las tropas de Absalón, y Simeí lo insulta llamándolo “hombre de Belial”); en 1R 21:10,13, (cuando la reina impía Jezabel, usa esa expresión para acusar falsamente a Nabot de blasfemia, y apropiarse la viña que su esposo, el rey Acab, deseaba comprar). En Pr 19:28, pero sólo en original hebreo, (en que se aplica al testigo falso). Con el tiempo ese término se convirtió en el nombre propio del demonio: “¿Y qué concordia (tiene) Cristo con Belial?” (2Cor 6:15).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#877 (19.04.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

lunes, 20 de agosto de 2012

VIAJE DE PABLO A MACEDONIA Y GRECIA


Por José Belaunde M.
VIAJE DE PABLO A MACEDONIA Y GRECIA
Un comentario al libro de Hechos 20:1-6


Retomamos el hilo de la narración del libro de Hechos, que interrumpimos después de describir el alboroto suscitado en Éfeso por los artesanos que confeccionaban estatuillas de la diosa Artemisa, en protesta de la prédica de Pablo.
1. “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió para salir a Macedonia.”
Los ánimos de la ciudad, que estuvieron bastante caldeados, se calmaron pronto después de la inteligente exhortación del escribano, o secretario, de la ciudad. Entonces Pablo, más tranquilo, se preparó para llevar a cabo los planes que había anunciado en su primera carta a los Corintios, de ir a verlos pasando primero por Macedonia (1Cor 16:8; cf Hch 19:21).
Es característico del temperamento emotivo de Pablo que se diga que antes de partir él exhortó y abrazó a los discípulos de Éfeso. Su despedida debe haber dado lugar a una emocionada expresión de sentimientos, en la que debe haber habido abundante efusión de lágrimas.
Pero no indica Lucas cómo hizo Pablo el viaje de Éfeso a Filipos, u otra ciudad de Macedonia, aunque suponemos que debe haber sido por mar. Por 2Cor 2:12,13 sabemos que él se detuvo algún tiempo en Troas –donde ya había estado durante su segundo viaje misionero (Hch 16:8-10)- con el propósito de predicar el Evangelio, pero como no encontró ahí a Tito, a quien había enviado a Corinto para que le informara acerca de la situación de la iglesia en esa ciudad que le preocupaba mucho, no tuvo tranquilidad de espíritu para predicar, a pesar de que se le había abierto una puerta grande para ello, por lo que prosiguió su viaje por mar a Macedonia, desembarcando posiblemente en Neápolis, puerto de Filipos, como ya había hecho en otra ocasión (Hch 16:11,12). Es de notar, sin embargo, que pese a lo que escribe en el pasaje de 2da a Corintios citado arriba, su segunda estadía en Troas no fue del todo infecunda, pues dejó una iglesia establecida allí, según puede verse en el vers. 7 más adelante.
En Filipos, o algún otro lugar de Macedonia, encontró a Tito, y fue grandemente consolado por las buenas noticias que su colaborador le trajo de Corinto (2Cor 7:5-7).
2. “Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia.”
No se sabe cuánto tiempo permaneció Pablo en Macedonia, ni qué ciudades visitó concretamente, aparte de las ya conocidas Tesalónica, Berea y Filipos. Pero es posible que él haya ido más adentro visitando las iglesias que entretanto habían sido establecidas por los creyentes de Tesalónica, pues sabemos por los elogios que les dedica Pablo, que ellos eran activos evangelistas (1Ts 1:7,8). Es posible también que haya sido durante este período cuando su recorrido misionero lo llevó hasta la frontera de la provincia romana de Illiricum, como menciona en Rm 15:19 (Iliria en griego, la moderna Dalmacia), una región donde el Evangelio no había sido aún predicado, según su propósito de predicar donde Cristo no hubiese sido ya anunciado, pues él no deseaba edificar sobre fundamento ajeno (Rm 15:20). Es probable –según F.F. Bruce- que el lapso de tiempo cubierto por este versículo haya sobrepasado de un año, desde el verano del 55 DC hasta fines del año 56 DC.
Pero Lucas nuevamente insiste en que Pablo dedicaba buena parte de sus energías, fervor y tiempo a exhortar a la perseverancia a los creyentes de esas regiones, pensando posiblemente en las persecuciones que no tardarían en desatarse.
3. “Después de haber estado ahí tres meses, y siéndole puestas acechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.”
Lucas nos informa que finalmente Pablo llegó a Grecia –nombre histórico y familiar de la provincia romana de Acaya- donde permaneció tres meses, la mayor parte del tiempo en Corinto, gozando de la hospitalidad de su amigo Gayo (Rm 16:23; cf 1Cor 1:14. Véase “El Alboroto en Éfeso I”; Hch 19:29).
Fue durante esta estadía en Corinto cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, la más importante de todas sus epístolas desde el punto de vista doctrinal, y en la cual él habla de su proyecto de ir a España pasando por Roma, porque ya no tenía más campo en Grecia y Macedonia (Rm 15:23,24).
Pero, teniendo el propósito de embarcarse para Siria (posiblemente en el puerto de Cencrea), de paso a Jerusalén, donde quería llegar para Pentecostés, tuvo conocimiento de un complot de sus incansables enemigos judíos para asesinarlo, probablemente al embarcarse o durante la travesía, por lo que decidió hacer el viaje por tierra, recorriendo nuevamente Macedonia. Aquí podemos ver, una vez más, cómo la Providencia protegía a Pablo, advirtiéndolo del peligro y frustrando los planes malvados de sus adversarios.
Fue durante su estadía en Corinto (invierno del año 56 a 57 DC) cuando Pablo pudo llevar a cabo su proyecto largo tiempo acariciado de llevar una ayuda económica de parte de las iglesias gentiles a la iglesia madre de Jerusalén. Él escribe al respecto en Romanos: “Si los gentiles han sido hechos partícipes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de sus bienes materiales.” (Rm 15:27). De esa manera se podía manifestar de una forma concreta la preocupación de las iglesias gentiles por sus hermanos de Jerusalén que, como consecuencia de su práctica inicial de vender todo lo que tenían y traerlo a los pies de los apóstoles (Hch 4:32-37), se habían empobrecido. Era también una forma muy preciosa de expresar la unidad de la iglesia. Para este fin él se había preparado ordenando a las iglesias que dependían de él, como las de Galacia y Macedonia y la de Corinto, que “cada primer día de la semana (es decir, el domingo) cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan ofrendas.” (1Cor 16:2). Posteriormente cada iglesia designaría a las personas que llevarían su ofrenda a Jerusalén, “si fuere propio” acompañados por él mismo (v. 2-3) (Nota 1). Los designados con ese fin son los que se menciona en el versículo siguiente:
4. “Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.”
Todos ellos eran compañeros fieles de Pablo. Los tres primeros representaban a las iglesias de Macedonia, los dos siguientes a las de Galacia, y los dos últimos obviamente a las de Asia (2). F.F. Bruce anota que no se menciona a ningún representante de Corinto, pero que se puede deducir de 2Cor 8:6 que la contribución de la iglesia de esa ciudad fue confiada a Tito. Queda entonces abierta la pregunta de porqué el nombre de un colaborador tan cercano de Pablo como él, no es mencionado ni una sola vez en el libro de Hechos. La respuesta más convincente que se ha sugerido es que Tito era hermano de Lucas.
De otro lado, es muy singular que Lucas no mencione para nada la colecta que Pablo estaba promoviendo y que ocupaba un lugar tan importante en sus preocupaciones, a pesar de que ésa era la finalidad principal de su viaje a Jerusalén, y el motivo por el cual viajó con tantos acompañantes. Si como algunos suponen (Véase el libro “Paul on Trial” de John W. Mauck), el libro de Hechos fue concebido principalmente como un documento de defensa legal para el juicio que más adelante esperaba a Pablo delante del tribunal del César (Hch 25:10-12), la omisión tendría sentido pues mencionarla no contribuía a ese propósito.
5,6. “Éstos habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas. Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.”
En el vers. 5 el relato pasa nuevamente de la tercera persona plural a la primera persona plural, lo que significa que a partir de ese momento Lucas, el narrador, se ha unido a la comitiva que acompaña a Pablo, seguramente en Filipos donde él había permanecido (Véase Hch 16:40).
El hecho de que él se haya unido al grupo se manifiesta también en la mayor riqueza de detalles que en adelante denota el relato, pues él ya no se separará de Pablo hasta la conclusión del libro. Es probable también que él fuera portador de la colecta de Filipos, y que sea él la persona a quién se apliquen las palabras elogiosas que Pablo escribe en 2Cor 8:18,19, (particularmente el v. 18): “Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias.”
Mientras los acompañantes mencionados en el vers. 4 navegaban hacia Troas para esperar a Pablo ahí, y preparar su visita, Pablo permaneció en Filipos junto con Lucas para celebrar en esa ciudad la Pascua, a la que el texto se refiere con el nombre que se había hecho popular entre los judíos: los días de los “ázimos”, o panes sin levadura. (3).
Es interesante constatar que Pablo, el apóstol a los gentiles, seguía celebrando como buen judío, las fiestas del calendario litúrgico de su nación, pues vemos más adelante (Hch 20:16) que él quería llegar a Jerusalén antes de la Fiesta de las Semanas (llamada Shavuot en hebreo y “Pentecostés” en griego) (4), a pesar de que en otro lugar él llama “débiles en la fe” a los cristianos que seguían guardando las normas alimenticias de la ley mosaica, y a los que hacen diferencia entre día y día (Rm 14:1-6).
De hecho, la iglesia continuará celebrando ambas fiestas, incorporándolas a su calendario litúrgico, pero insufladas de un nuevo espíritu y del nuevo significado al que se alude en las notas dedicadas a ambas.
Notas:
1. En este proyecto generoso, ejecutado con tanto celo por Pablo, debe verse el origen remoto de la práctica de recoger ofrendas o colectas durante el culto, no en la práctica del diezmo judío –aunque se haya convertido en costumbre llamarlo así- porque el diezmo tenía por finalidad el sostenimiento del templo de Jerusalén, al cual los cristianos de la gentilidad no contribuían, -aunque es probable que los miembros de la iglesia de Jerusalén sí lo hicieran durante un tiempo.
Pero Pablo no sólo promovía la ayuda económica a la comunidad de Jerusalén. También, como buen judío, promovía la generosidad con los individuos necesitados, especialmente las viudas (1Tm 5:4-10). Esta es una sana costumbre que está siendo descuidada entre nosotros, pese a las bendiciones que según la palabra de Dios la acompañan: “El que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado.” (Pr 14:21b. Véase 19:17; 31:20 y Sal 112:9), y pese también a la recomendación expresa que hace Jesús en la escena del juicio de las naciones (Mt 25:35,36).
2. Sópater es posiblemente el Sosípater que menciona Rm 16:21 como siendo pariente de Pablo. Aristarco fue uno de los dos varones que fueron arrastrados por la plebe en el alboroto en Éfeso (Hch 19:29). Luego acompañará, junto con Lucas, a Pablo, cuando éste es embarcado en Cesarea por el gobernador romano para comparecer ante el tribunal del César (Hch 27:2). En Col 4:10 Pablo se refiere a él llamándolo “mi compañero de prisiones,” probablemente porque estuvo preso con él en Roma. De Segundo no hay noticias. Gayo es posiblemente el hospedador de Pablo que he mencionado en mi comentario al vers. 3, más arriba, y que pasó por el mismo trance que Aristarco en Éfeso. A Timoteo lo conocemos muy bien. Tíquico (cuyo nombre quiere decir “fortuito”) a quien Pablo llama “amado hermano, fiel ministro y consiervo”, aparece en los saludos finales de Efesios 6:21 y Col 4:7, como el portador de ambas cartas, con el encargo además de contar a los destinatarios cómo le va a Pablo y traerle noticias de ambas iglesias para que sea consolado. Por encargo de Pablo se reunió con Tito en Creta (Tt 3:12). En 2Tm 4:12 el apóstol informa a Timoteo que ha enviado a Tíquico a Éfeso. Se ve que contaba con la confianza plena de Pablo. Trófimo (el que alimenta) era un cristiano gentil de Éfeso. Su presencia en Jerusalén junto con Pablo dio ocasión a que éste fuera acusado por unos judíos de Asia de introducir a griegos en el templo (más allá del atrio de los gentiles), lo que motivó que fuera tomado preso y finalmente enviado a Roma (Hch 21:27-30). En 2Tm 4:20 Pablo informa a su discípulo que ha dejado a Trófimo enfermo en Mileto.
3. La Pascua era la fiesta ordenada por Moisés para conmemorar la salida apurada del pueblo de Egipto, después de haber comido el cordero sacrificado la noche en que todos los primogénitos de Egipto fueron muertos por el ángel exterminador, excepto los primogénitos de los israelitas que hubieran untado los postes y dinteles de sus puertas con la sangre del cordero sacrificado. El significado de la palabra hebrea que la designa, pesaj, es “pasar”, y alude al hecho de que el ángel pasó por encima de los hogares marcados por la sangre del cordero (Ex 12).
La Fiesta de los “Panes sin Levadura” (mazot) empalmaba a continuación y duraba siete días, por lo que ambas fiestas llegaron a ser consideradas una sola fiesta. Durante esa semana el pueblo comía pan sin levadura, símbolo de corrupción y de pecado (1Cor 5:6-8). Con el tiempo ambas fiestas unidas se convirtieron en la fiesta más importante de Israel (2Cro 35:1-19), y para celebrarla todos los que podían iban en peregrinación a Jerusalén (Lc 2:41,42).
Según los evangelios sinópticos la cena que celebró Jesús la víspera de su muerte fue una cena pascual (Mr 14:12-16; Lc 22:7-16). Así como la sangre del cordero que sacrificaron y comieron los israelitas en la primera pascua libró a sus primogénitos de la muerte, de manera semejante la sangre de nuestro cordero pascual, Cristo, nos libra de la muerte eterna. Dado que la muerte y resurrección de Jesús coincidieron con la Pascua judía, con el tiempo ese término pasó a aplicarse a la fiesta en que se recuerda la resurrección de Jesús.
4. La Fiesta de las Semanas, o Pentecostés (que en griego quiere decir cincuenta), se celebraba el domingo, siete semanas, o sábados, después de la Pascua, festejando el final de la cosecha de cereales. Era el segundo de los tres grandes festivales agrícolas de Israel, en los que no se podía hacer ningún trabajo servil. (Los otros dos eran la Pascua y la Fiesta de los Tabernáculos, Dt 16:16; 2Cro 8:13).
Esta festividad se convertiría en una fiesta muy importante para la iglesia, pues en ella se produjo el derramamiento del Espíritu Santo sobre los ciento veinte congregados en el Aposento Alto, que transformó a los discípulos de hombres temerosos en predicadores intrépidos y los lanzó a la conquista del mundo (Hch 2:1-4).


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#739 (12.08.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).