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jueves, 21 de junio de 2018

ARRESTO DE PABLO EN EL TEMPLO I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ARRESTO DE PABLO EN EL TEMPLO I
Un Comentario de Hechos 21:17-25

Lucas continúa en el capítulo 21 el relato del tercer y último viaje de Pablo a Jerusalén, que culmina con su llegada a esa ciudad en el siguiente versículo:
17. “Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.”
El viaje de Pablo culminó con la llegada de la comitiva que lo acompañaba a la ciudad santa, situada sobre lo que para nosotros son cerros rodeados de hondonadas en un territorio que, hoy día al menos, es más bien árido.
Los miembros de la iglesia de Jerusalén acogieron a Pablo y sus acompañantes con alegría. ¡Cómo no iban a hacerlo, aparte del amor cristiano que los unía, si sabían que traían consigo una ofrenda generosa para su sostenimiento!
Podemos suponer que pasaron el resto del día instalándose en casa de Mnasón y conversando con los que los recibieron. ¡Tenían tantas cosas que compartir! (Nota 1)
18. “Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos”
Santiago y los ancianos, que deben haber sido avisados inmediatamente de la llegada de Pablo, se reunieron para recibir como iglesia al apóstol errante. Santiago, el hermano de Jesús y autor de la epístola que lleva su nombre, era la cabeza de la iglesia de Jerusalén, y gozaba de gran prestigio y autoridad por su piedad y su celoso cumplimiento de la ley de Moisés, al punto que la población de la ciudad le había puesto el sobrenombre de “justo”. Quiénes eran y cuántos eran los ancianos que gobernaban la iglesia de Jerusalén junto con Santiago, no sabemos. Pero como eran miles los que habían creído, podemos suponer que su número llegaría quizá a setenta, constituyendo una especie de sanedrín de “nazarenos”.
¿Y Pedro y los demás apóstoles? Todos estaban ausentes, sea porque ya habían muerto, o porque estaban haciendo en otras tierras una labor semejante a la que Pablo realizaba en territorios griegos. Dónde, no lo sabemos, pues no se han escrito, o no han llegado a nosotros, libros que narren sus andanzas. ¡Cómo nos gustaría, sin embargo, tenerlos! Porque ellos deben haber pasado por pruebas y aventuras semejantes a las que experimentó Pablo, llevando el Evangelio a muchas regiones cercanas algunas, otras remotas, pues la fe se extendió por gran parte del mundo entero conocido entonces, aparte de las evangelizadas por Pablo: Italia, la costa norafricana, las regiones orientales, hasta el Éufrates, de dónde provenía Abraham, y más allá hasta Persia y la India, a donde, según la tradición, llegó Tomás fundando iglesias que todavía existen (2). No es imposible que llegara también a la cercanía de China.
19. “a los cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio.”
¿Cómo sería la recepción que les prodigaron Santiago y los ancianos? Seguramente muy efusiva, llena de abrazos y besos, como cuando se recibe a personas amadas en Cristo entre las cuales había algunas que no se ha visto durante buen tiempo. Lucas es parco en su narración. Dice: “después de haberles saludado”. Hay que tener en cuenta que a varios de los que llegaron con Pablo, y que venían desde Grecia (no sabemos cuántos se le sumaron en Cesarea), les veían la cara por primera vez.
Estando pues reunidos (¿los imaginamos sentados en sillas de madera como las que conocemos nosotros? Más bien la mayoría, si no todos, estaban sentados en el suelo), Pablo les contó pormenorizadamente –y él era de palabra fácil- cómo el Evangelio se había extendido entre los gentiles al norte y al oeste de Judea, y cuántos signos y señales, amén de muchas peripecias, habían acompañado su labor misionera y la de su equipo de colaboradores. (3)
20. “Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.”

De las cosas narradas por Pablo algunas ya habían llegado a sus oídos, otras les eran nuevas. Pero por las unas y por las otras, los ancianos junto con Santiago dieron gracias a Dios. La acogida del Evangelio por los gentiles era el cumplimiento de las palabras que Jesús había dicho a los apóstoles antes de subir al cielo, que su mensaje sería llevado “hasta los confines de la tierra.” (Hch 1:8).
Pero en respuesta a la narración de Pablo ellos le hicieron saber que muchos miles de judíos de Jerusalén y ciudades cercanas se habían convertido a Cristo. El libro de Hechos narra que el día de Pentecostés, en que Pedro predicó a la multitud por primera vez, fueron bautizadas tres mil personas (Hch 2:41). Y luego dice que, como resultado de la prédica de Pedro y Juan, se convirtieron como cinco mil varones (Hch 4:4). Ahí solo tendríamos ocho mil creyentes. Pero las palabras de Santiago implican que muchos miles de judíos más se les habían agregado. La secta de los nazarenos (como se les llamaba entonces) había crecido en gran número. Y todos ellos eran “celosos de la ley”, esto es, eran estrictos y exigentes en el cumplimiento de sus normas, como Pablo lo había sido antes de que el Señor se le apareciera camino a Damasco (Hch 9:3-6).
En estas palabras se expresa la gran preocupación que existía en Jerusalén acerca de la actividad misionera de Pablo. No objetaban que él predicara el evangelio a los gentiles. Eso era aceptado y daban gloria a Dios por ello. Objetaban que él pudiera poner en duda la necesaria fidelidad de los judíos a la ley de Moisés: Te acusan de alentar a los creyentes judíos que viven entre gentiles a apostatar de Moisés, esto es, a abandonar las prácticas de la ley. Esta era una acusación muy grave que explica por qué los judíos de la diáspora odiaban y perseguían a Pablo: Él atenta contra lo más sagrado que tenemos, es decir, contra nuestra religión.
La fidelidad de los judíos a las normas de la ley de Moisés era el núcleo de su identidad como pueblo. Sin la ley de Moisés no hay pueblo judío. Acosados y acusados por los pueblos que los rodeaban, los judíos se aferraban a su identidad judía como medio para subsistir como pueblo. Apostatar era por eso para ellos el mayor delito, y peor aún lo era el enseñar a otros judíos a hacerlo. Era un acto de traición a su nación.
¿Cuán cierta podía ser esta acusación? Pablo había escrito en Gálatas 3:28 que en Cristo no hay griego ni judío, ni esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, sino que todos son uno en Cristo Jesús. Judíos y gentiles, al creer en Jesús, forman un solo pueblo.
Pero cuando afirma que en Cristo Jesús no hay varón ni mujer no está diciendo que las distinciones entre los sexos desaparecen, y que ambos constituyen una especie de uni-sex, sino que ambos sexos tienen los mismos privilegios y obligaciones.
De igual modo puede decirse que la fe en Jesús no borra las diferencias entre judío y no judío, sino que ambos tienen el mismo “standing”, el mismo “status” delante de Dios.
Pablo enseñaba a los gentiles que abrazaban la fe en Jesús a no circuncidarse. Los judíos que se convertían a Cristo no podían descircuncidarse (aunque había una operación para hacerlo) pero obviamente no tenían por qué circuncidar a sus hijos si los cristianos gentiles no lo hacían, aunque estaban en libertad de hacerlo si lo querían.
Pablo mismo guardaba las prácticas de la ley, o las dejaba de lado, según la compañía con la cual se encontraba, fueran judíos o gentiles. Si estaba con los primeros las guardaba por razones de cortesía, y para no herir sus sentimientos. Si estaba con los segundos, no tenía por qué hacerlo (1Cor 9:19-21).
En Romanos 14:1-6 Pablo admite que unos guarden determinadas prácticas y que otros no, con tal de que el guardar, o el no guardar, sea hecho “para el Señor”. Puedes guardar esas prácticas si quieres, pero hacerlo no es lo esencial, pues la salvación no depende de ellas. Cristo nos ha libertado de la esclavitud de la ley que ordenaba guardarlas (Gal 5:1). Lo importante es que no uses esa libertad para satisfacer los deseos de la carne (Gal 5:13). Dice además que no debemos juzgar al hermano por este motivo (Rm 14:10-12).
La acusación referida contra Pablo era pues falsa. Los ancianos eran conscientes de ello, pero consideraban que era necesario que Pablo desvirtuara esa acusación. ¡Cuán necesario es que los cristianos cierren los oídos a los rumores y acusaciones contra otros cristianos, sobre todo si los acusados han dado testimonio de su fidelidad a Dios! El enemigo usa los chismes y los rumores para hacer daño a la iglesia, causando divisiones y manchando la honra de personas que merecen nuestro respeto. No seamos colaboradores del diablo repitiendo chismes.
22. “¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido.”
¿Cómo podía Pablo desvirtuar esa acusación maliciosa? Cuando los discípulos oigan que tú has llegado a Jerusalén se reunirán para saber acerca de ti, y tendremos que darles una explicación de tu conducta que los satisfaga.
23,24. “Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley.”
La propuesta que hacen Santiago y los ancianos es sencilla y expeditiva. Hay cuatro discípulos que han hecho voto de nazareato y que, cumplida la semana durante la cual no se pueden cortar el cabello, deben rasurárselo y, según lo prescrito por la ley, deben presentar una ofrenda en el templo (Lv 6:1-21). (4)
Tómalos a tu cargo, cumple el rito de purificación con ellos, y paga los animales de la ofrenda que deben presentar al sacerdote. Haz esto a la vista de todos en el templo de modo que todos comprendan que tú sigues siendo un judío que cumple fielmente las costumbres ancestrales ordenadas por Moisés.
Que Pablo pudiera tomar parte del ceremonial de un voto de nazareo no debe sorprendernos pues él mismo había hecho uno estando en el puerto de Cencrea, antes de embarcarse para Siria (Hch 18:18).
25.”Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación.”
Para evitar toda polémica acerca de lo que se debe exigir a los gentiles que abracen la fe, los ancianos le recuerdan a Pablo que la iglesia de Jerusalén, a la que ellos representan, mandó cartas a las iglesias gentiles, que el mismo Pablo se encargó de llevar, diciéndoles que ellos debían abstenerse de tan solo cuatro cosas bien sabidas: esto es, de carne sacrificada a los ídolos (algo con lo que Pablo estaba sólo condicionalmente de acuerdo; véase 1Cor 8:4-13; 10:25-33), de comer sangre, de comer carne de animal que no hubiera sido completamente desangrado (que es lo que “ahogado” quiere decir, y que era un complemento del mandato de no comer sangre), y de fornicación, -un pecado muy común en los ambientes paganos, como lo es hoy día en el nuestro. Eso es algo que lo cristianos judíos celosos de la ley conocen. (5)

Notas: 1. J. Munck hace notar que la preocupación de Lucas por dar información exacta se manifiesta en que él casi siempre indica la dirección donde Pablo se aloja. Así, por ejemplo, nos informa que en Damasco Pablo se alojó en casa de Judas, que estaba en la llamada calle derecha (Hch 9:11); en Filipos, se quedó en casa de Lidia (16:14,15); en Tesalónica, en casa de Jasón (17:5-7); en Corinto, donde Aquila y Priscila (18:2,3); en Cesarea, con Felipe (21:8); más adelante, en Malta, con Publio (28:7).
2. La iglesia Siro-malabar de la India, situada en el estado de Kerala, en la costa oriental del subcontinente índico, sostiene que sus orígenes se remontan a la predicación del apóstol Tomás, que evangelizó ese territorio. Tiene actualmente 3.7 millones de miembros. Previamente estuvo unida a la iglesia nestoriana de Persia. A fines del siglo XVI se unió a Roma, manteniendo sus ritos y jerarquía propia.
3. Es sorprendente que Lucas en este punto del relato no mencione la entrega del dinero recolectado con tanta dedicación por Pablo, pero debemos suponer que fue muy bien recibido.
4. El nazareato es una institución que se remonta al libro de Números 6:1-21, en que se establecieron las condiciones que debe cumplir todo el que se consagre a Dios permanente, o por un tiempo limitado. El nazareo (nazir) debía abstenerse de tomar todo lo que fuera fruto de la vid, de afeitarse (lo que incluía cortarse el cabello), y de contaminarse tocando un cadáver. Nazareos fueron Sansón, Samuel y Juan Bautista. Santiago, el hermano del Señor, también lo era, según el historiador Hegesipo. Era usual que las personas hicieran voto de consagración por períodos limitados de tiempo, a fin de obtener una gracia especial del Señor.
5. Véase al respecto Hch 15:19,20; 23-29, y mis artículos “El Concilio de Jerusalén I y II”.

 Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Mt 16:26) "Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#959 (22.01.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

jueves, 6 de septiembre de 2012

DESPEDIDA DE PABLO EN MILETO I


Por José Belaunde M.
DESPEDIDA DE PABLO EN MILETO I
Un Comentario al libro de Hechos 20:13-24
13-15. “Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger ahí a Pablo, ya que así lo había él determinado, queriendo él ir por tierra. Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándolo abordo, vinimos a Mitilene. Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
Al día siguiente del incidente del joven Eutico que cayó de la ventana, Pablo se separó de sus acompañantes, porque quería ir por tierra a pie a Asón, mientras que ellos tomaban un barco. No sabemos por qué motivo quiso Pablo hacer esta parte del viaje solo. Quizá quería estar un tiempo a solas para meditar sobre el extraordinario acontecimiento del día anterior y dar gracias a Dios por él.
Como la distancia que separaba ambas localidades era de veinte kilómetros, podemos pensar que se reunió al día siguiente con sus compañeros y subió al barco en que ellos viajaban.
La siguiente escala era Mitilene, en la famosa isla de Lesbos, famosa, entre otros motivos, porque en ella vivió, entre los siglos VII y VI AC, la poetisa Safo, de cuya intensa poesía amorosa se han conservado algunos fragmentos.
La nave pasó a lo largo de la isla de Quío e hizo escala en Samos. Estas dos islas, pequeñas de tamaño, jugaron un papel importante en la historia helénica. La nave bordeó el promontorio de Trogilio –donde, según algunos textos, permanecieron un día- y llegaron finalmente al puerto de Mileto, en la desembocadura del río Menandro.
Esta ciudad iónica, de agitada historia, fue conocida como un centro de la filosofía griega. Uno de los filósofos que dieron lustre a la ciudad fue el geómetra Tales, a quien se atribuyen cinco importantes teoremas de la geometría griega, cuya demostración todos los escolares de mi tiempo estudiaban.
16,17. “Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba para estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén. Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.”
Por qué motivo tenía Pablo tanto interés en llegar a Jerusalén antes de Pentecostés, no sabemos. Quizá era para él importante tomar parte de las festividades de esa fiesta.
Llegado a la ciudad que hacía las veces de puerto de Éfeso, Pablo mandó llamar a los ancianos de esta última, situada 48 kilómetros al Norte. A continuación el libro pasa a narrarnos una de las escenas más conmovedoras de todas sus páginas. Vamos a dividir el emocionado discurso de despedida de Pablo en cinco secciones: 1) de los vers. 18 al 21; 2) del v. 22 al 24; 3) del v. 25 al 31; 4) del v. 32 al 35; y 5) del v. 36 al 38. (Nota 1)
18-21. “Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos; y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos (2) y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.”
La primera parte del discurso sirve de introducción al mismo y es un recuento o reivindicación de su actividad y predicación entre ellos.
Los ancianos han sido testigos de cómo se comportó él desde el primer día de su arribo a la provincia de Asia (Hch 18:19). Tres cosas, dice Pablo, caracterizaron su servicio al Señor en su ciudad. En primer lugar su comportamiento humilde. Debe haber mucho de verdad en eso porque en uno de sus escritos (2 Cor 10:10) él hace alusión al hecho de que los corintios decían que sus cartas eran fuertes pero su presencia no inspiraba miedo.
En segundo lugar, él les recuerda que al dirigirse a ellos, en efecto, él les exhortaba con “muchas lágrimas”, no con voz estentórea y autoritativa, sino que con voz emocionada les rogaba que creyeran en el Señor Jesús y en su mensaje.
En tercer lugar, él hace mención de las pruebas que tuvo que afrontar en su ciudad por “las acechanzas de los judíos”, que se oponían a su prédica.
Nosotros desconocemos cuáles puedan haber sido esas pruebas porque, aparte del hecho de que él tuviera que retirarse de la sinagoga de la ciudad debido a los que rechazaban su mensaje, y refugiarse en la escuela de Tiranno (Hch 19:8,9), el texto no menciona ningún complot de los judíos de la ciudad en su contra (3). Si nos atenemos al libro de los Hechos la mayor prueba por la que él pasó estando allí fue el alboroto provocado por los plateros descontentos por la disminución de sus negocios, que su líder Demetrio atribuyó a la prédica de Pablo contra los ídolos (Hch 19:23-26. Véanse los artículos “El Alboroto en Éfeso I y II” Nos. 731 y 732). Pero es posible, como ya se ha indicado, que el libro de Lucas, omita algunos conflictos y amenazas mayores que Pablo habría experimentado en la capital de la provincia de Asia. Los omitiría posiblemente porque hubiera sido inoportuno mencionarlos si el libro tenía el carácter de un alegato en el juicio que Pablo debía enfrentar, según se verá más adelante (Hch 25:1-12) ante el tribunal del César, como ya se ha señalado (Véase el artículo “Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia” #739).
Es muy posible que el hecho de haberse enfrentado constantemente a lo largo de sus viajes misioneros con la oposición obstinada de sus connacionales, fuera el motivo que lo impulsó a escribir los capítulos 9 al 11 de la epístola a los Romanos, redactada poco antes de su paso por Mileto.
Él asegura a los ancianos de Éfeso que nada había omitido de enseñarles (aunque pudiera serles poco grato de escuchar) que no les fuera útil para su crecimiento espiritual, y que eso él lo había hecho tanto en las calles, públicamente, como privadamente en las casas de algunos de ellos, en las que tenía costumbre de reunirse.
Los temas centrales de su predicación fueron aquellos que deben ser los primeros de toda predicación del Evangelio, como lo fueron también del inicio de la predicación de Juan Bautista (Mt 3:2; Mr 1:4) y de Jesús (Mr 1:15) esto es, el arrepentimiento y la fe (Lc 24:47; Hch 26:20).
Pablo dice “el arrepentimiento para con Dios” porque es hacia Él hacia quien debemos voltearnos cuando reconocemos nuestra condición de pecadores; Él es quien debe recibir nuestras súplicas de perdón porque es el único que puede otorgarlo, siendo nosotros responsables ante Él de nuestros actos. Luego dice “la fe en nuestro Señor Jesucristo”, porque una vez vueltos hacia Dios, es en su Hijo en quien debemos creer, esto es, en la obra de expiación que Él realizó por nosotros en el Calvario, pagando por nuestros pecados.
Arrepentimiento y fe son los pilares de la vida cristiana, sin los cuales nada puede ser edificado. Porque ¿de qué le serviría a alguno pretender llevar una vida cristiana si sigue cometiendo los mismos pecados? El signo más patente de que alguien se ha convertido es su cambio de vida. Aquel cuya vida no ha cambiado, que sigue pecando igual que antes, por mucho que asista al templo y haga profesión de tener fe en Jesús, no es cristiano, porque la fe se manifiesta en obras, esto es, en nuestra manera de vivir. Cuánto de Cristo haya en nosotros se hará visible en cuánto de su ejemplo y de su manera de hablar y comportarse se manifieste en nosotros. Como escribió Juan: “El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1Jn 2:6), es decir, debe convertirse en un imitador de Cristo. Para ello necesita conocer y estudiar sus palabras y su vida. Porque ¿cómo podría imitar a Jesús si desconoce cómo Él actuaba y hablaba? No tendría ningún modelo por delante que seguir; no tendría ningún Maestro que le enseñe.En la segunda sección de su discurso Pablo habla de su condición espiritual al emprender este viaje.
22. “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer”
Aquí podemos ver la profundidad de su entrega a Dios, pues él va a donde no le conviene ir, va a entregarse a pesar suyo en manos de sus enemigos (4). Pero él va “ligado (o encadenado) en espíritu”, como si dijéramos, espiritualmente prisionero de una obligación superior que le es impuesta, y que no puede eludir…
23. “salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.”
Esto es, no obstante la firmeza de su decisión, él está siendo advertido en todas las ciudades por donde pasa, y por boca de los profetas que hay en las congregaciones locales que lo acogen, que en Jerusalén le esperan grandes pruebas, incluyendo la de ser apresado (5). Es decir, antes de que sus enemigos lo tomen prisionero, él ya lo estaba en espíritu.
¿Qué cadenas son más fuertes, las espirituales o las materiales? Para los que viven no en función de las cosas de la tierra, sino en función de las de arriba (Col 3:1-3), las primeras pueden ser más imperiosas, y son cadenas que producen gozo. Pero no sólo para ellos, también para los que viven encadenados al pecado, o a algún vicio, las ligaduras espirituales que los atan pueden ser muchas más poderosas que las materiales, pero son amargas.
24. “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.”
Pablo afirma que él no hace caso de ninguna de esas advertencias bien intencionadas. Tal como Jesús cuando afirmó su rostro para ir a Jerusalén sabiendo que iba para morir en cumplimiento de la misión que le trajo a la tierra (Lc 9:51), Pablo es conciente de que él va a Jerusalén cumpliendo el destino que Dios le ha fijado y que él conocía hace tiempo: ser derramado como libación al servicio de la fe que le ha sido encomendada. (Flp 2:17).
Él no rehúye ese destino sino, al contrario, lo asume con gozo, pues ése es el propósito de su vida (1Ts 3:3). Él lo ha dicho anteriormente: “pues si vivimos, para Dios vivimos; y si morimos, para el Señor morimos, porque sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.” (Rm 14:8).
Esta es una declaración de fe respecto del propósito de la vida de todo cristiano, y que cada uno de nosotros debe hacer suya. Porque ¿para qué cosa, es decir, con qué fin, o para quién vivimos? ¿Para cumplir nuestras propias metas, o para cumplir las de Dios? ¿Para satisfacer nuestras ambiciones personales, o para agradar a Dios? Es cierto que a veces –y es lo deseable- asumimos los objetivos y propósitos de Dios con el entusiasmo de quienes persiguen sus propios objetivos personales porque son coincidentes. Pero nadie puede afirmar que actúa en espíritu de esa manera si no está dispuesto a renunciar a sus designios egoístas y, como aconsejó Jesús al joven rico, está también dispuesto a vender todo lo que tiene y dárselo a los pobres como condición para ser su discípulo (Lc 18:22). Es decir, si no está dispuesto a desprenderse realmente de todo para seguir a Cristo.
Esta disposición interior es la que da la medida de nuestra entrega al Señor. La mayoría en verdad, si hemos de ser sinceros, vivimos tratando de llegar a un compromiso entre nuestras metas personales y las que Dios nos propone. Oscilamos entre desprendimiento y egoísmo, consolándonos con la idea de que no a todos exige Dios un sacrificio supremo.
Pero como bien sabía Pablo, y ése era el motivo de su gozo, la gloria de nuestra recompensa depende del costo que asumamos al servir a Dios. Cuanto más doy ahora de mí mismo a Dios, más recibiré algún día en pago. Jesús lo expresó en otros términos en una frase que también puede aplicarse a esta situación cuando dijo: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Jn 12:25) (6)
Notas: 1. Este discurso es muy distinto de los discursos pronunciados por Pablo en Pisidia, Listra y Atenas, que estaban dirigidos a auditorios judíos o paganos (Hch 13:16ss; 14:15ss; y 17:22ss, respectivamente) mientras que el de Mileto es el único que está dirigido a un auditorio cristiano.
2. Pablo, llamado “el apóstol a los gentiles” reitera aquí, sin embargo, que su tarea evangelizadora está dirigida en primer lugar a los de su nación (Véase Hch 18:4,5; 19:10), por amor de los cuales él dice en otro lugar, que está dispuesto a ser anatema, es decir, a ser separado de Cristo, si fuera posible (Rm 9:3).
3. Poco antes de este episodio sí había habido un complot de los judíos de Asia en su contra cuando, estando en Corinto, él se preparaba para embarcarse para Siria (Hch 20:3. Véase “Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia” #739). No es improbable que ellos le reprocharan haber excitado a los habitantes de Éfeso en su contra al predicar contra la idolatría. Los judíos preferían mantener un perfil bajo. Es posible, sin embargo, que su encono procediera simplemente del hecho de que él hubiera renunciado a la religión de sus mayores abrazando el cristianismo que él antes perseguía.
4. Ya en Rm 15:30,31 él había pedido a los destinatarios de esa epístola que oren “para que sea librado de los rebeldes que están en Judea”.
5. Véase, por ejemplo, Hch 21:4,10,11, a su paso por Tiro y Cesarea.
6. En los siguientes pasajes de sus epístolas Pablo expresa el carácter absoluto de su entrega a Cristo: 2Cor 4:7-12; 6:4-10; 12:9,10; Flp 1:20; 2:17; 3:8-11; Col 1:24.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#741 (26.08.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

lunes, 20 de agosto de 2012

VIAJE DE PABLO A MACEDONIA Y GRECIA


Por José Belaunde M.
VIAJE DE PABLO A MACEDONIA Y GRECIA
Un comentario al libro de Hechos 20:1-6


Retomamos el hilo de la narración del libro de Hechos, que interrumpimos después de describir el alboroto suscitado en Éfeso por los artesanos que confeccionaban estatuillas de la diosa Artemisa, en protesta de la prédica de Pablo.
1. “Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió para salir a Macedonia.”
Los ánimos de la ciudad, que estuvieron bastante caldeados, se calmaron pronto después de la inteligente exhortación del escribano, o secretario, de la ciudad. Entonces Pablo, más tranquilo, se preparó para llevar a cabo los planes que había anunciado en su primera carta a los Corintios, de ir a verlos pasando primero por Macedonia (1Cor 16:8; cf Hch 19:21).
Es característico del temperamento emotivo de Pablo que se diga que antes de partir él exhortó y abrazó a los discípulos de Éfeso. Su despedida debe haber dado lugar a una emocionada expresión de sentimientos, en la que debe haber habido abundante efusión de lágrimas.
Pero no indica Lucas cómo hizo Pablo el viaje de Éfeso a Filipos, u otra ciudad de Macedonia, aunque suponemos que debe haber sido por mar. Por 2Cor 2:12,13 sabemos que él se detuvo algún tiempo en Troas –donde ya había estado durante su segundo viaje misionero (Hch 16:8-10)- con el propósito de predicar el Evangelio, pero como no encontró ahí a Tito, a quien había enviado a Corinto para que le informara acerca de la situación de la iglesia en esa ciudad que le preocupaba mucho, no tuvo tranquilidad de espíritu para predicar, a pesar de que se le había abierto una puerta grande para ello, por lo que prosiguió su viaje por mar a Macedonia, desembarcando posiblemente en Neápolis, puerto de Filipos, como ya había hecho en otra ocasión (Hch 16:11,12). Es de notar, sin embargo, que pese a lo que escribe en el pasaje de 2da a Corintios citado arriba, su segunda estadía en Troas no fue del todo infecunda, pues dejó una iglesia establecida allí, según puede verse en el vers. 7 más adelante.
En Filipos, o algún otro lugar de Macedonia, encontró a Tito, y fue grandemente consolado por las buenas noticias que su colaborador le trajo de Corinto (2Cor 7:5-7).
2. “Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia.”
No se sabe cuánto tiempo permaneció Pablo en Macedonia, ni qué ciudades visitó concretamente, aparte de las ya conocidas Tesalónica, Berea y Filipos. Pero es posible que él haya ido más adentro visitando las iglesias que entretanto habían sido establecidas por los creyentes de Tesalónica, pues sabemos por los elogios que les dedica Pablo, que ellos eran activos evangelistas (1Ts 1:7,8). Es posible también que haya sido durante este período cuando su recorrido misionero lo llevó hasta la frontera de la provincia romana de Illiricum, como menciona en Rm 15:19 (Iliria en griego, la moderna Dalmacia), una región donde el Evangelio no había sido aún predicado, según su propósito de predicar donde Cristo no hubiese sido ya anunciado, pues él no deseaba edificar sobre fundamento ajeno (Rm 15:20). Es probable –según F.F. Bruce- que el lapso de tiempo cubierto por este versículo haya sobrepasado de un año, desde el verano del 55 DC hasta fines del año 56 DC.
Pero Lucas nuevamente insiste en que Pablo dedicaba buena parte de sus energías, fervor y tiempo a exhortar a la perseverancia a los creyentes de esas regiones, pensando posiblemente en las persecuciones que no tardarían en desatarse.
3. “Después de haber estado ahí tres meses, y siéndole puestas acechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.”
Lucas nos informa que finalmente Pablo llegó a Grecia –nombre histórico y familiar de la provincia romana de Acaya- donde permaneció tres meses, la mayor parte del tiempo en Corinto, gozando de la hospitalidad de su amigo Gayo (Rm 16:23; cf 1Cor 1:14. Véase “El Alboroto en Éfeso I”; Hch 19:29).
Fue durante esta estadía en Corinto cuando Pablo escribió su epístola a los Romanos, la más importante de todas sus epístolas desde el punto de vista doctrinal, y en la cual él habla de su proyecto de ir a España pasando por Roma, porque ya no tenía más campo en Grecia y Macedonia (Rm 15:23,24).
Pero, teniendo el propósito de embarcarse para Siria (posiblemente en el puerto de Cencrea), de paso a Jerusalén, donde quería llegar para Pentecostés, tuvo conocimiento de un complot de sus incansables enemigos judíos para asesinarlo, probablemente al embarcarse o durante la travesía, por lo que decidió hacer el viaje por tierra, recorriendo nuevamente Macedonia. Aquí podemos ver, una vez más, cómo la Providencia protegía a Pablo, advirtiéndolo del peligro y frustrando los planes malvados de sus adversarios.
Fue durante su estadía en Corinto (invierno del año 56 a 57 DC) cuando Pablo pudo llevar a cabo su proyecto largo tiempo acariciado de llevar una ayuda económica de parte de las iglesias gentiles a la iglesia madre de Jerusalén. Él escribe al respecto en Romanos: “Si los gentiles han sido hechos partícipes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de sus bienes materiales.” (Rm 15:27). De esa manera se podía manifestar de una forma concreta la preocupación de las iglesias gentiles por sus hermanos de Jerusalén que, como consecuencia de su práctica inicial de vender todo lo que tenían y traerlo a los pies de los apóstoles (Hch 4:32-37), se habían empobrecido. Era también una forma muy preciosa de expresar la unidad de la iglesia. Para este fin él se había preparado ordenando a las iglesias que dependían de él, como las de Galacia y Macedonia y la de Corinto, que “cada primer día de la semana (es decir, el domingo) cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan ofrendas.” (1Cor 16:2). Posteriormente cada iglesia designaría a las personas que llevarían su ofrenda a Jerusalén, “si fuere propio” acompañados por él mismo (v. 2-3) (Nota 1). Los designados con ese fin son los que se menciona en el versículo siguiente:
4. “Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.”
Todos ellos eran compañeros fieles de Pablo. Los tres primeros representaban a las iglesias de Macedonia, los dos siguientes a las de Galacia, y los dos últimos obviamente a las de Asia (2). F.F. Bruce anota que no se menciona a ningún representante de Corinto, pero que se puede deducir de 2Cor 8:6 que la contribución de la iglesia de esa ciudad fue confiada a Tito. Queda entonces abierta la pregunta de porqué el nombre de un colaborador tan cercano de Pablo como él, no es mencionado ni una sola vez en el libro de Hechos. La respuesta más convincente que se ha sugerido es que Tito era hermano de Lucas.
De otro lado, es muy singular que Lucas no mencione para nada la colecta que Pablo estaba promoviendo y que ocupaba un lugar tan importante en sus preocupaciones, a pesar de que ésa era la finalidad principal de su viaje a Jerusalén, y el motivo por el cual viajó con tantos acompañantes. Si como algunos suponen (Véase el libro “Paul on Trial” de John W. Mauck), el libro de Hechos fue concebido principalmente como un documento de defensa legal para el juicio que más adelante esperaba a Pablo delante del tribunal del César (Hch 25:10-12), la omisión tendría sentido pues mencionarla no contribuía a ese propósito.
5,6. “Éstos habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas. Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.”
En el vers. 5 el relato pasa nuevamente de la tercera persona plural a la primera persona plural, lo que significa que a partir de ese momento Lucas, el narrador, se ha unido a la comitiva que acompaña a Pablo, seguramente en Filipos donde él había permanecido (Véase Hch 16:40).
El hecho de que él se haya unido al grupo se manifiesta también en la mayor riqueza de detalles que en adelante denota el relato, pues él ya no se separará de Pablo hasta la conclusión del libro. Es probable también que él fuera portador de la colecta de Filipos, y que sea él la persona a quién se apliquen las palabras elogiosas que Pablo escribe en 2Cor 8:18,19, (particularmente el v. 18): “Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias.”
Mientras los acompañantes mencionados en el vers. 4 navegaban hacia Troas para esperar a Pablo ahí, y preparar su visita, Pablo permaneció en Filipos junto con Lucas para celebrar en esa ciudad la Pascua, a la que el texto se refiere con el nombre que se había hecho popular entre los judíos: los días de los “ázimos”, o panes sin levadura. (3).
Es interesante constatar que Pablo, el apóstol a los gentiles, seguía celebrando como buen judío, las fiestas del calendario litúrgico de su nación, pues vemos más adelante (Hch 20:16) que él quería llegar a Jerusalén antes de la Fiesta de las Semanas (llamada Shavuot en hebreo y “Pentecostés” en griego) (4), a pesar de que en otro lugar él llama “débiles en la fe” a los cristianos que seguían guardando las normas alimenticias de la ley mosaica, y a los que hacen diferencia entre día y día (Rm 14:1-6).
De hecho, la iglesia continuará celebrando ambas fiestas, incorporándolas a su calendario litúrgico, pero insufladas de un nuevo espíritu y del nuevo significado al que se alude en las notas dedicadas a ambas.
Notas:
1. En este proyecto generoso, ejecutado con tanto celo por Pablo, debe verse el origen remoto de la práctica de recoger ofrendas o colectas durante el culto, no en la práctica del diezmo judío –aunque se haya convertido en costumbre llamarlo así- porque el diezmo tenía por finalidad el sostenimiento del templo de Jerusalén, al cual los cristianos de la gentilidad no contribuían, -aunque es probable que los miembros de la iglesia de Jerusalén sí lo hicieran durante un tiempo.
Pero Pablo no sólo promovía la ayuda económica a la comunidad de Jerusalén. También, como buen judío, promovía la generosidad con los individuos necesitados, especialmente las viudas (1Tm 5:4-10). Esta es una sana costumbre que está siendo descuidada entre nosotros, pese a las bendiciones que según la palabra de Dios la acompañan: “El que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado.” (Pr 14:21b. Véase 19:17; 31:20 y Sal 112:9), y pese también a la recomendación expresa que hace Jesús en la escena del juicio de las naciones (Mt 25:35,36).
2. Sópater es posiblemente el Sosípater que menciona Rm 16:21 como siendo pariente de Pablo. Aristarco fue uno de los dos varones que fueron arrastrados por la plebe en el alboroto en Éfeso (Hch 19:29). Luego acompañará, junto con Lucas, a Pablo, cuando éste es embarcado en Cesarea por el gobernador romano para comparecer ante el tribunal del César (Hch 27:2). En Col 4:10 Pablo se refiere a él llamándolo “mi compañero de prisiones,” probablemente porque estuvo preso con él en Roma. De Segundo no hay noticias. Gayo es posiblemente el hospedador de Pablo que he mencionado en mi comentario al vers. 3, más arriba, y que pasó por el mismo trance que Aristarco en Éfeso. A Timoteo lo conocemos muy bien. Tíquico (cuyo nombre quiere decir “fortuito”) a quien Pablo llama “amado hermano, fiel ministro y consiervo”, aparece en los saludos finales de Efesios 6:21 y Col 4:7, como el portador de ambas cartas, con el encargo además de contar a los destinatarios cómo le va a Pablo y traerle noticias de ambas iglesias para que sea consolado. Por encargo de Pablo se reunió con Tito en Creta (Tt 3:12). En 2Tm 4:12 el apóstol informa a Timoteo que ha enviado a Tíquico a Éfeso. Se ve que contaba con la confianza plena de Pablo. Trófimo (el que alimenta) era un cristiano gentil de Éfeso. Su presencia en Jerusalén junto con Pablo dio ocasión a que éste fuera acusado por unos judíos de Asia de introducir a griegos en el templo (más allá del atrio de los gentiles), lo que motivó que fuera tomado preso y finalmente enviado a Roma (Hch 21:27-30). En 2Tm 4:20 Pablo informa a su discípulo que ha dejado a Trófimo enfermo en Mileto.
3. La Pascua era la fiesta ordenada por Moisés para conmemorar la salida apurada del pueblo de Egipto, después de haber comido el cordero sacrificado la noche en que todos los primogénitos de Egipto fueron muertos por el ángel exterminador, excepto los primogénitos de los israelitas que hubieran untado los postes y dinteles de sus puertas con la sangre del cordero sacrificado. El significado de la palabra hebrea que la designa, pesaj, es “pasar”, y alude al hecho de que el ángel pasó por encima de los hogares marcados por la sangre del cordero (Ex 12).
La Fiesta de los “Panes sin Levadura” (mazot) empalmaba a continuación y duraba siete días, por lo que ambas fiestas llegaron a ser consideradas una sola fiesta. Durante esa semana el pueblo comía pan sin levadura, símbolo de corrupción y de pecado (1Cor 5:6-8). Con el tiempo ambas fiestas unidas se convirtieron en la fiesta más importante de Israel (2Cro 35:1-19), y para celebrarla todos los que podían iban en peregrinación a Jerusalén (Lc 2:41,42).
Según los evangelios sinópticos la cena que celebró Jesús la víspera de su muerte fue una cena pascual (Mr 14:12-16; Lc 22:7-16). Así como la sangre del cordero que sacrificaron y comieron los israelitas en la primera pascua libró a sus primogénitos de la muerte, de manera semejante la sangre de nuestro cordero pascual, Cristo, nos libra de la muerte eterna. Dado que la muerte y resurrección de Jesús coincidieron con la Pascua judía, con el tiempo ese término pasó a aplicarse a la fiesta en que se recuerda la resurrección de Jesús.
4. La Fiesta de las Semanas, o Pentecostés (que en griego quiere decir cincuenta), se celebraba el domingo, siete semanas, o sábados, después de la Pascua, festejando el final de la cosecha de cereales. Era el segundo de los tres grandes festivales agrícolas de Israel, en los que no se podía hacer ningún trabajo servil. (Los otros dos eran la Pascua y la Fiesta de los Tabernáculos, Dt 16:16; 2Cro 8:13).
Esta festividad se convertiría en una fiesta muy importante para la iglesia, pues en ella se produjo el derramamiento del Espíritu Santo sobre los ciento veinte congregados en el Aposento Alto, que transformó a los discípulos de hombres temerosos en predicadores intrépidos y los lanzó a la conquista del mundo (Hch 2:1-4).


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#739 (12.08.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).