jueves, 9 de mayo de 2013

MATRIMONIO Y FELICIDAD


Pasajes seleccionados de mi libro
“MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO”

MATRIMONIO Y FELICIDAD.
Cuando los hombres son desgraciados en su casa se van a buscar la felicidad afuera, y lo que encuentran son dolores de cabeza, porque “el pan comido en oculto” puede ser sabroso, pero es venenoso (Pr 9:17). Esos son los frutos de no saber aprovechar la felicidad que se tiene en casa. No tendrían necesidad de buscarla afuera si tan sólo cultivaran la felicidad que tienen en el hogar.
Muchos maridos tienden a echar la culpa a su mujer cuando las cosas no andan bien en el matrimonio, y encuentran en la iglesia quienes les respalden en esa actitud. El hilo se rompe siempre por lo más delgado. Pero ¿quién es el responsable de que las cosas no anden bien? ¿La cabeza o el cuerpo? Cuando una compañía arroja pérdidas ¿a quién le pide cuentas el directorio? ¿A los empleados, al portero, o al gerente general? Eva pecó primero que Adán pero ¿a quién llamó Dios? ¿a Eva o a Adán? “Mas el Señor llamó al hombre...”, (Gn 3:9). El hombre es responsable no sólo de sus propios errores sino también de los de su mujer y de sus hijos menores, y a él le pedirá cuentas Dios. No obstante muchos culpan a la mujer y absuelven al hombre. ¿No han leído las Escrituras?
(Estos pasajes están tomados de las páginas 115 y 116 de mi libro “Matrimonios que Perduran en el Tiempo”)

martes, 7 de mayo de 2013

EL SECRETO DEL DINERO


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.

EL SECRETO DEL DINERO

La gente no sabe lo que es el dinero. Los economistas tampoco saben realmente lo que es el dinero, aunque lo estudian. Porque lo que el dinero es, es un secreto. Un secreto en verdad muy sencillo.  Pero tan sencillo que permanece ignorado.
Si tú eres funcionario, o empleado u obrero, cuando llega el fin de semana, o de la quincena, o del mes, tu empleador te entrega unos billetes, o un cheque, o te abona determinada suma en tu cuenta. Es decir, te paga tu salario. Pero no lo hace por tu linda cara, o porque tú le caigas simpático.
Él no se dice: "¡Qué bien me cae este muchacho! ¡Qué simpático es! Le voy a regalar unos cuantos billetes para que esté contento y siga viniendo a mi compañía."
No. Él te paga tu sueldo porque tú has realizado un trabajo que él valora, que para él es necesario en su negocio o en su empresa. Es decir, porque has empleado tu tiempo y tus fuerzas haciendo algo que él considera útil para sus intereses, que lo beneficia y porque lo has hecho bien. De lo contrario, no te daría nada y te despediría.
En buenas cuentas, tú le has entregado una parte de tu vida, es decir, de tus fuerzas y de tu tiempo, que son tu vida, y él te compensa pagándote lo que él piensa que vale en billetes esa pequeña porción de tu vida que tú le has dado.
Los billetes que recibes son el contravalor del tiempo y de las fuerzas que has empleado en su servicio. El dinero de tu sobre de pago es eso: lo que tú recibes a cambio de tu vida. Y fíjate que en el mercado del trabajo la vida de unos vale mucho y la de otros vale poco. Y a veces ese valor guarda poca relación con el esfuerzo desplegado.
Así pues, cuando tú vas a una tienda o al mercado a comprar alimentos, o alguna cosa, no la estás pagando con billetes como crees. Eso es sólo un símbolo que facilita el intercambio de mercaderías. La estás pagando en verdad con tu vida. Eso que compras lo pagas con un pedazo de tu tiempo y de tus energías, que ahora se han convertido en billetes. Y como tu vida es limitada, porque algún día has de morir, y tus fuerzas también lo son, porque algún día flaquearán, lo estás pagando con algo de ti mismo que es irreemplazable, que nunca volverá y que entregas para siempre.
Sí, eso que tú adquieras lo recibes a cambio de algo de tí mismo que nunca vas a recuperar.
Ahora bien, eso que compras, examínalo bien, ¿vale un pedazo de tu vida? Tienes tantas ganas de poseerlo, o te han hecho creer que es tan necesario, que no vas a poder ser feliz si no lo tienes. Pero, si en lugar de dártelo a cambio de algunos billetes, te dijeran: “Te lo damos si vienes a trabajar aquí en la tienda algunos días”, ¿estarías dispuesto a dar tus horas y tus días, y tu cansancio para poseerlo? ¿O lo dejarías pasar? Piensa bien antes de comprar.
Toma en tus manos esa moneda que tienes en el bolsillo y que has ganado con tanto esfuerzo. Y dile a ti mismo: Esto es un pedazo de mi vida. No es bronce o latón, como parece. Es vida.
Cuando compras al crédito o pides un préstamo con algún fin, lo que estás empeñando es un pedazo de tu vida. Estás hipotecando tu tiempo futuro, tu sudor del mañana, de muchos mañanas.
Cuando firmas el contrato que te alcanzan y pones tu nombre en la línea punteada, estás poniendo tu firma debajo de una cláusula no escrita, que es implícita pero que es tan verdadera: "Por este documento yo entrego a la firma tal y tal una parte de mi sudor, de mis fuerzas y de mi vida." Y debajo pones tu nombre para que no queden dudas de que estás de acuerdo.
Los intereses que te cobran tú los pagas con tu vida y muchas veces terminas pagando en intereses mucho más del doble del precio que pagarías si compraras al contado. ¿Te das cuenta de que es tu vida la que entregas? Eso que compras ¿vale un pedazo de tu vida?
Los que venden artefactos o autos a plazos, o los que prestan con ese fin, no están pensando en el servicio que su propaganda engañosa dice que te prestan, o en las ventajas que mentidamente dicen que te ofrecen, sino en el pedazo de tu vida que tú les vas a entregar.
Por eso es que la Biblia, para ahorrarte ese desperdicio de tu vida, te dice: no tomes prestado. En Romanos San Pablo dice: "No debáis nada a nadie sino el amor mutuo." (Rm 13:8). Eso es todo lo que puedes deber a otros, sin experimentar una pérdida. Y el libro de Proverbios recalca: "El que toma prestado es siervo del que presta" (Pr 22:7).
Sí, siervo. Una vez que tomas prestado ya no eres dueño de tu dinero -es decir, de tu vida. Ya no puedes disponer de ella a tu antojo. Antes de pensar en cuánto vas a gastar en esto o en aquello, tienes que separar la parte que necesitas para pagar las cuotas de tu préstamo. Sólo el saldo que queda es tuyo. Una parte de tu sueldo ya lo entregaste de antemano.
Veamos las cosas desde otro punto de vista. Cuando el comerciante, o el productor, recargan el precio de un artículo mucho más allá de su costo, al recibir los billetes con que pagas para tenerlo, te están chupando un pedazo de tu vida.
Cuando el delincuente asalta un banco, no se está llevando billetes. Se está llevando el esfuerzo ajeno, la vida ajena, de la que quiere apoderarse sin dar nada a cambio.
Cuando el financista monta una estafa y se queda con el dinero de los ahorristas, o cuando el timador hace una operación dolosa que desvía de su destino una ingente suma, ambos se están apoderando de muchas vidas ajenas.
Por eso es que Jesús llama al dinero: "riquezas injustas" (Lc 16:9). Porque los que tienen riquezas muchas veces las acumularon al precio del sudor y lágrimas de otros.
La vida está llena de ironía. Los billetes que llevamos en la cartera han sido diseñados con arte y buen gusto. Llevan a ambos lados algunos dibujos bonitos y el retrato de algún personaje de nuestra historia.
Pero en realidad, el retrato que deberían llevar es el de cada uno de nosotros y las figuras que llevan deberían ser dibujos de gotas de sangre, de sudor y de lágrimas. La sangre, el sudor y las lágrimas que derramamos para ganar esos billetes.
¿Y los que viven del dinero que han heredado y que ellos nunca ganaron? Pues están viviendo de lo que otros con su vida acumularon para sus descendientes. Es también vida aunque no sea propia.
¿Es el mundo injusto? Sabemos que sí lo es porque también es injusto el príncipe de este mundo que lo controla.
Hay una gran disparidad entre lo que unos y otros reciben a cambio de su vida. El jornalero suda bajo el sol desde que amanece hasta que anochece y no tiene descanso. Pero recibe una pequeña suma a cambio. Otro, por el contrario, trabaja en una oficina alfombrada y con aire acondicionado. Él no suda ni hace ningún esfuerzo físico. Otros lo hacen por él. Él sólo da órdenes y piensa. Pero recibe cien veces más que el jornalero. ¿Vale su vida más que la del otro? ¿Por qué la diferencia?
Es que la recompensa que recibe el ejecutivo es no sólo por el tiempo y el esfuerzo que él mismo dedica a su trabajo, sino también por el tiempo que dedicó a formarse, a adquirir la educación y la capacidad profesional que le permiten desempeñar el cargo que ocupa. Pero también por el esfuerzo de aquellos que están debajo de él y cuya vida en cierta medida él controla. Él es dueño de parte de la vida de sus subordinados. Y cuanto más alto se encuentre en la jerarquía de una organización, mayor será el fruto de la vida de otros que reciba. Pero en muchas ocasiones  hay una gran desproporción entre el trabajo que rinde el ejecutivo y la recompensa que recibe.
¿Entiendes ahora lo que el dinero es y porqué la Biblia y Jesús hablan tanto de él? Porque el dinero no es lo que la gente piensa. Tiene mucho más valor. Vale lo que vale la vida.
Por eso es, para terminar, que cuando le damos a Dios la décima parte de lo que ganamos, le estamos dando en realidad una parte de nuestra vida. O mejor dicho, le estamos devolviendo una parte de lo que Él nos ha dado. Porque tus fuerzas, tu tiempo, tu vida y todo lo que tienes te lo ha dado Él. Te lo ha dado para que goces de ello, pero también para que le sirvas.
Todos debemos servir a Dios porque “siervos suyos somos y ovejas de su prado" (Sal 100:3c). Sin embargo, no todos podemos dedicar nuestro tiempo exclusivamente a servirle, ni tampoco quiere Él eso. Pero todos sí podemos servir a Dios con nuestro dinero. Al dar el diezmo estamos sirviéndole con un pedazo de nuestra vida, con la vida que empleamos para ganar el dinero de nuestro diezmo.  Ésa es una de las muestras de amor que Él espera de sus hijos.
NB: El impulso para escribir esta charla me lo proporcionó una enseñanza de John Avanzini escuchada en Lima hace algunos años. Fue impresa por primera vez el año 2001.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#774 (14.04.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 26 de abril de 2013

LAS BUENAS MANERAS EN EL MATRIMONIO

Pasajes Seleccionados de mi libro
"MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO" 
LAS BUENAS MANERAS EN EL MATRIMONIO.


Nosotros nos esforzamos por ser amables, bien educados en la calle, con la gente que nos importa, especialmente si queremos hacer un negocio. El hombre que va a cerrar un trato con alguien no trata mal a su cliente. Al contrario, se esfuerza por ser lo más amable posible con él. Y si la mujer tiene que hacer alguna gestión en algún lugar, también es amable con quienes la atienden. Pero ¿en casa? Nosotros solemos reservar nuestras malas maneras para el hogar. Somos educados, amables, fuera de casa, pero en el hogar, no. Yo te digo, si tienes que ser mal educado y brusco en algún sitio, sélo afuera pero no en tu casa. En tu casa debes ser lo más bien educado, lo más amable posible, por tu propio bien y por tu propio interés, para que tu casa sea un lugar en donde sea agradable estar, no uno de donde todos huyen.
(Este texto está tomado de las pags. 165 y 166 de mi libro “Matrimonios que Perduran en el Tiempo”)



SANSÓN IV


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
SANSÓN IV
Sansón es vencido por Dalila
Jueces 16: 4,5. “Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila. Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata.”
Informados probablemente de que la mujer de Sansón en Timnat había logrado sonsacarle la solución del enigma (14:16,17), los príncipes de los filisteos (uno por cada una de sus cinco ciudades) pensaron, no sin razón, que Dalila, su nuevo amor, podría con astucia arrancarle el secreto de su fuerza y, con ese fin, le ofrecieron una considerable suma de dinero. Quizá ellos pensaban que su secreto consistía en algún amuleto que llevaba consigo, o en algún conjuro mágico que podía ser contrarrestado.
Dalila asiente, y vende al hombre que decía amar por la suma ofrecida, así como el discípulo traidor vendió a Jesús por treinta monedas de plata (Mt 26:14,15). Con Dalila se repite la historia de Baal Peor cuando el pueblo de Israel cedió a su sensualidad y empezó a fornicar con las hijas de Moab, y sufrieron una gran destrucción (Nm 25:1-3).
¿Quién era Dalila? Con toda seguridad ella era filistea, aunque el texto no lo diga, pero no era una ramera, sino una mujer de conducta libre. Su nombre quiere decir “debilidad”. Quizá pensando en esta historia Salomón escribió el proverbio 6:26: “A causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan.” (Cf. Pr 7:26,27)
6-9. “Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser atado para ser dominado. Y le respondió Sansón: Si me ataren con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos (secos), entonces me debilitaré y seré como cualquiera de los hombres. Y los príncipes de los filisteos le trajeron siete mimbres verdes que aún no estaban enjutos, y ella le ató con ellos. Y ella tenía hombres en acecho en el aposento. Entonces ella le dijo: ¡Sansón, los filisteos contra ti! Y él rompió los mimbres, como se rompe una cuerda de estopa cuando toca el fuego; y no se supo el secreto de su fuerza.”
Dalila aprovecha el poder que tiene sobre Sansón para tratar de que él le revele el secreto de su fuerza, pero él, sabiendo que eso era algo que no le convenía revelar, le dice algo falso que ella ilusamente, como jugando, pone en práctica. Cuando los filisteos que ella ha escondido en la habitación contigua, vienen sobre Sansón, él rompe las cuerdas con facilidad y ahuyenta a sus atacantes.
Pasado algún tiempo, y aprovechando alguna ocasión propicia, dos veces más se repite el pedido astuto de Dalila y el engaño de Sansón, y dos veces más los filisteos le caen encima, pero él se deshace fácilmente de ellos.
¿Qué hubiera hecho un hombre sensato en una situación semejante? Irse corriendo de la mujer que lo estaba engañando y que estaba tratando de descubrir su secreto para anularlo, y entregarlo en manos de sus enemigos. Pero Sansón, prisionero de los encantos de Dalila, se queda para darle a ella una oportunidad más de arrancarle el secreto de su fuerza (v. 10-14). Cabe preguntarse en este caso: ¿Qué era más reprochable aquí? ¿La debilidad de Sansón, o la perversidad de ella?
15. “Y ella le dice (posiblemente cuando él la estaba acariciando): ¿Cómo dices yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún el secreto de tu gran fuerza.”
El arma que ella usa es la más efectiva, porque nada detesta más el amante apasionado sino que se ponga en duda la sinceridad de su cariño, quizá porque en su interior él sabe que no es verdadero amor, sino pasión lo que lo mueve. Pero podría voltearse la pregunta y decirle a ella: ¿Cómo puedes tú decir que amas a Sansón si tu corazón no está con él, puesto que buscas por interés económico su pérdida?
16. “Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.”
Su corazón atormentado se hallaba en un gran dilema, oscilando entre la pasión que sentía por ella, y el temor de perder su fuerza, y con ella, su seguridad, si le revelaba su secreto. ¡Cuántos hombres y mujeres que se entregan al pecado, no se encuentran a veces en dilemas que los atormentan e, incapaces de tomar la decisión correcta, se deciden para su propio mal por lo que menos les conviene!
17,18. “Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón (Nota 1), envió a llamar a los principales de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero.”
Lo primero en que ella piensa cuando se da cuenta de que él ha sido esta vez sincero, es que le paguen lo ofrecido. Eso era lo que a ella le interesaba. ¿Cuántas maldades no está dispuesto a hacer el ser humano por codicia? La codicia es el factor escondido que está detrás de gran parte de los acontecimientos del devenir humano.
Yo me pregunto ¿Dónde estaba Sansón cuando ella llamó a los príncipes de los filisteos para que le paguen? Él estaba viviendo con ella. ¿Se habría ido de paseo? Ella lo tenía como adormecido, inconciente de todo peligro. Pero nótese la confianza que los filisteos le demuestran a Dalila. Le pagan lo acordado antes de que se haya probado que ella efectivamente le había arrancado su secreto.
19a. “Y ella hizo (se supone esa misma noche) que él se durmiese sobre sus rodillas,
¿Qué hacía él después de revelarle su secreto durmiendo en las rodillas de la mujer que tres veces le había mostrado cuáles eran sus verdaderas intenciones? (2) ¡Pobre Sansón! Estaba ciego antes de que le arrancaran los ojos. No se daba cuenta de que ella buscaba su ruina. Bien dice Proverbios: “Abismo profundo es la mujer ramera.” (Pr 23:27) Ella se mostraba cariñosa con Sansón al mismo tiempo que conspiraba contra él. De manera semejante Satanás adormece a los que él quiere atrapar en sus redes.
19b. “Y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él.”
El sueño profundo en que cayó después de satisfacer su pasión, lo entregó en manos de sus enemigos.
20,21. “Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. (3) Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel.”
La fuerza sobrehumana de Sansón, de la que él se jactaba, no residía en realidad en su cabello no cortado, sino en que Dios estaba con él. Pero Dios estaba con él sólo mientras él siguiera siendo nazareo, consagrado a Dios, algo de lo que su cabellera era un signo. Al abandonarse a su sensualidad, él se había apartado de Dios y, en consecuencia, Dios se apartó de él. Ésa era la lección que Dios quería que, a través de una experiencia amarga, él aprendiera ¡Cuántas veces nos ha ocurrido a nosotros algo semejante! ¿Hemos aprendido la lección que Dios quería darnos? “Antes que fuera yo humillado descarriado andaba, mas ahora guardo tu palabra.” (Sal 119:67).
Sus ojos habían sido la ocasión de su pecado. Dios permitió que se los arrancaran para que se volviera arrepentido a Él.
Ambrosio escribe: “Cuando era fuerte Sansón estranguló a un león, pero no pudo estrangular al león de su amor propio. Rompió las cuerdas de sus enemigos, pero no las cuerdas de su sensualidad. Quemó las cosechas de los filisteos, pero perdió la cosecha de su virtud cuando ardía en las llamas de su pasión inflamada por una mujer.”
Se lo llevaron a la fuerza a la ciudad filistea donde él había estado por voluntad propia una vez persiguiendo sus pasiones (Jc 16:1-3), y lo pusieron a hacer la labor de un esclavo moliendo trigo..
La historia de Sansón se parece a la historia de Israel, que fue fuerte mientras le fue fiel a Dios, pero que fue conquistado por sus enemigos, arrancado de su tierra y llevado cautivo a Babilonia cuando le volvió la espalda.
Pero la historia de Sansón no termina todavía.
22. “Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado.”
Todavía había una obra que Dios quería hacer a través de Sansón, que entretanto se había arrepentido, y le había pedido perdón por su ligereza al haber usado para beneficio propio el don de la fuerza extraordinaria que Él le había dado para liberar a su pueblo. “Junto con su arrepentimiento creció su cabello, y junto con su cabello, su fuerza,” dice un autor antiguo.
23,24. “Entonces los principales de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios y para alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo. Y viéndolo el pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de nosotros.”
Algún tiempo después los príncipes de los filisteos convocaron a una gran fiesta en honor de su dios Dagón -que era un ídolo en forma de pescado con cabeza y manos humanas- y a quien ellos atribuían su gran triunfo sobre Sansón. (4)
            “Y viéndolo el pueblo…” Esto es, cuando el pueblo vio la fiesta, “alabaron a su dios…”
25. “Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón, dijeron: Llamad a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas.”
Para divertirse hicieron traer a Sansón. ¡A qué colmo de humillación había llegado Sansón, que después de ser el terror de los filisteos, se convirtió en su payaso! Ellos se divertían viéndolo tambalearse a ciegas, arrastrando sus cadenas, y se burlaban de él, quizá dándole alguno una bofetada o escupiéndolo, tal como Jesús algún día, coronado de espinas, sería objeto de burla de la soldadesca que lo torturaba (Lc 22:63-65; Jn 19:1-3).
26. “Entonces Sansón dijo al joven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme palpar las columnas sobre las que descansa la casa, para que me apoye sobre ellas.”
Pretendiendo querer descansar, Sansón le pide al muchacho que lo acompaña, que lo acerque a los pilares que sostienen la estructura del edificio. Tenemos que suponer que él había visitado alguna vez el templo y conocía su diseño.
27. “Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y todos los principales de los filisteos estaban allí; y en el piso alto había como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando el escarnio de Sansón.”
No sabemos cómo era la distribución del templo, pero podemos colegir que en su interior había un gran número de personas principales, y que sobre el techo, que se abría hacia el primer piso, se apiñaba mucha gente del pueblo, queriendo gozar también del espectáculo.
El templo era posiblemente un gran recinto de paredes de madera, construido sobre bases de piedra. A cada extremo había dos columnas sobre las que se apoyaban dos grandes vigas de madera que sostenían el techo.
28. “Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos.”
Sansón clama a Dios que le devuelva la fuerza que antes había tenido para que pueda hacer una gran matanza de filisteos. Cuando Sansón se vuelve hacia Dios, Dios se vuelve hacia Sansón y lo fortalece. Pero notemos este contraste entre Sansón y Jesús: Sansón murió pidiendo a Dios venganza; Jesús murió pidiendo a su Padre que perdone a sus enemigos (Lc 23:34).
29,30. “Asió luego Sansón las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida.”
La matanza de enemigos que hizo Sansón al final, ciego y cargado de cadenas, fue más grande que todas las que había hecho hasta entonces. Entre los que murieron aplastados se contaban los hombres que habían sobornado a Dalila, y quizá ella misma. ¿Cuándo fueron destruidos? Cuando se gloriaban de su victoria y más seguros se sentían al haber capturado a su más peligroso adversario.
            Sansón se sacrificó de buena gana. A él no le importaba morir si su muerte significaba la muerte de gran número de sus enemigos. No le importaba morir porque él estaba privado de la vista y de su libertad. Morir era para él una forma de escapar a su doble prisión, la del calabozo y la de la ceguera. Aquí también Sansón es un tipo de Jesús, que se sacrificó a sí mismo para destruir a los enemigos de su pueblo, a Satanás y sus principados y potestades.
La historia de Sansón se divide en dos partes. En la primera él actúa bajo la influencia del Espíritu. En la segunda, cede al impulso de sus pasiones, cae en pecado y su lujuria le hace ser infiel a su llamado. Él estaba consagrado a Dios como nazareo, y en ello residía su fuerza; su debilidad, en cambio, residía en su carne.
Su vida es un espejo de la historia de Israel, el pueblo elegido y consagrado a Dios. En su consagración residía el poderío de la nación, que alcanzó su apogeo en los reinados de David y Salomón. Pero cuando, orgulloso de su gloria, Israel se apartó de Dios y cayó en idolatría, fue presa fácil de pueblos rivales que lo deportaron y dispersaron a diez de sus tribus (2R 18:9-12), y después mandaron al exilio a las dos restantes (2R 25:11).
Ésa es también la historia de muchos hombres y mujeres que Dios levanta para que le consagren todas sus fuerzas y le sirvan, pero que caen cuando atribuyen sus éxitos y victorias a sí mismos y dejan de darle a Dios la gloria debida.
No seamos nosotros como ellos y Dios hará de nosotros, si lo quiere, nuevos sansones en el espíritu.
Notas: 1. ¿Cómo se dio cuenta ella de eso? Porque él mencionó el nombre de Dios, y pensó, con razón, que no lo haría mintiendo.
2. Mathew Henry anota: “El que duerme en el regazo de su lujuria, ciertamente despertará en manos de los filisteos.” Yo añadiría: Si nos apartamos de la protección que Dios nos ofrece, seremos presa fácil de nuestros enemigos.
3. Véase Nm 14:42,43; Js 7:12; 1Sm 16:14; 18:12; 28:15,16; 2Cro 15:2. Cuando Dios se aparta de uno, no hay nada que pueda el hombre hacer.
4. Se recordará que algunas décadas después, los filisteos capturaron el arca del pacto, y la pusieron en el templo de Dagón, en Asdod, y que por dos mañanas consecutivas encontraron la estatua de su dios, caída delante del arca y, atemorizados, se apresuraron a devolverla a los israelitas (1Sm 5:1-4).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#773 (07.04.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

martes, 23 de abril de 2013

SANSÓN III


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
SANSÓN III
La Venganza de Sansón

Jueces 15:1a. “Aconteció después de algún tiempo, que en los días de la siega del trigo Sansón visitó a su mujer con un cabrito, diciendo: Entraré a mi mujer en el aposento.”
Pasado algún tiempo, cuando se le pasó la cólera y comenzó a extrañar a su mujer filistea, Sansón fue a visitarla llevándole de regalo un cabrito –se entiende cocinado- para hacer las paces.
1b,2. “Mas el padre de ella no lo dejó entrar. Y dijo el padre de ella: Me persuadí de que la aborrecías, y la di a tu compañero. Mas su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues, en su lugar.”
El padre le dijo que se la había dado a otro porque pensó que él ya no quería saber nada con ella, puesto que le había traicionado al revelar el secreto del enigma. ¿Pero tenía él derecho de disponer de su hija que ya tenía marido? Sin embargo, tratando de apaciguar a Sansón, le dijo: ¿Por qué no tomas a su hermana que es más joven y hermosa? En esa época en los pueblos paganos los padres disponían de sus hijas a su voluntad. En Israel, por influencia divina, era diferente. A ellos, por lo demás, les estaba prohibido casarse con la cuñada (Lv 18:3,18). Pero eso, naturalmente, el filisteo no lo sabía.
3. “Entonces le dijo Sansón: Sin culpa seré esta vez respecto de los filisteos, si mal les hiciere.”
Sansón tomó esta burla de sus derechos como una ofensa muy seria y juró vengarse, no del padre y del hombre a quien había dado a su mujer, sino de los filisteos. Acá puede verse cómo Dios iba a aprovechar la atracción desordenada que Sansón había tenido por una mujer filistea para inflingir a este pueblo una gran derrota (Jc 14:4).
4,5. “Y fue Sansón y cazó trescientas zorras (Nota 1) y tomó teas, y juntó cola con cola, y puso una tea entre cada dos colas.  Después, encendiendo las teas, soltó las zorras en los sembrados de los filisteos, y quemó las mieses amontonadas y en pie, viñas y olivares.”
Sansón hasta ahora ha actuado siempre solo, sin contar con la ayuda de nadie. ¿Cazaría él también los animales sin ayuda? Eso es lo que el texto da a entender.
Sansón hizo un gran destrozo en los campos filisteos quemando gran parte de la mies ya cosechada y arrasando los campos sembrados de viñas y los olivares.
¡Cómo estarían de enloquecidas las zorras al tener fuego en la cola! ¿Y cómo harían para correr estando amarradas? Podemos pensar que cada una tiraría por su lado, y no pudiendo, por último, correrían en la misma dirección.
6. “Y dijeron los filisteos: ¿Quién hizo esto? Y les contestaron: Sansón, el yerno del timnateo, porque le quitó su mujer y la dio a su compañero. Y vinieron los filisteos y la quemaron a ella y a su padre.”
En represalia los filisteos quemaron a la mujer y a su padre. ¡Qué feroces! Una acción muy vil y cobarde porque sus víctimas no tenían culpa alguna en lo que Sansón les hizo. Pero esos hombres no tenían conciencia. Tomaron en esos dos indefensos la venganza que no podían tomar en Sansón. Notemos, sin embargo, cómo a ella le sucedió aquello mismo que con su traición quiso evitar. Por algo dijo Jesús que “el que quiera salvar su vida, la perderá.” (Mr 8:35)
7,8. “Entonces Sansón les dijo: Ya que así habéis hecho, juro que me vengaré de vosotros, y después desistiré. Y los hirió cadera y muslo (2) con gran mortandad; y descendió y habitó en la cueva de la peña de Etam.”
Sansón comprendió que lo que los filisteos habían hecho con su mujer y su padre lo habrían hecho con él, de haber podido. Una vez más se propuso tomar venganza sobre ellos y realizó una gran matanza de filisteos. Pero notemos que el texto no dice que él hiciera eso porque el Espíritu de Jehová viniera sobre él. Lo hizo impulsado por su propia cólera.
Esta vez Sansón no regresó a casa de su padre, como en el caso anterior (Jc 14:19), porque comprendió que los filisteos iban a tomarse una gran venganza, y no quería que sus padres fueran víctimas de su saña.
9,10. “Entonces los filisteos subieron y acamparon en Judá, y se extendieron por Lehi. Y los varones de Judá les dijeron: ¿Por qué habéis subido contra nosotros? Y ellos respondieron: A prender a Sansón hemos subido, para hacerle como él nos ha hecho.”
Entonces el ejército entero de los filisteos subió contra Judá. Preguntados, respondieron que no venían contra ellos sino que querían prender a Sansón para vengarse de él.
11. “Y vinieron tres mil hombres de Judá a la cueva de la peña de Etam, y dijeron a Sansón: ¿No sabes tú que los filisteos dominan sobre nosotros? ¿Por qué nos has hecho esto? Y él les respondió: Yo les he hecho como ellos me hicieron.”
Comprendiendo cuál era la causa de esa invasión, los hombres de Judá se enfurecieron con Sansón porque les traía dificultades inesperadas. En respuesta, Sansón les dice en buenas cuentas que a él no le importan las consecuencias de sus actos con tal de salirse con la suya. Por eso quizá los hebreos no pensaron en defender a Sansón, que los defendía a ellos, sino creyeron más conveniente colaborar con sus enemigos, entregándoles a Sansón.
12,13. “Ellos entonces le dijeron: Nosotros hemos venido para prenderte y entregarte en mano de los filisteos. Y Sansón les respondió: Juradme que vosotros no me mataréis. Y ellos le respondieron, diciendo: No; solamente te prenderemos, y te entregaremos en sus manos; mas no te mataremos. Entonces le ataron con dos cuerdas nuevas, y le hicieron venir de la peña.”
Los hebreos negociaron con Sansón para que se entregue, asegurándole que no lo matarían, y que sólo lo entregarían a sus enemigos. ¡Entregarían a su salvador! Y lo ataron con cuerdas nuevas, es decir, muy fuertes.
Siglos después una cohorte de soldados del templo vendría de parte de los sacerdotes y ancianos cobardemente a capturar a Jesús para entregarlo a los gentiles para que sea juzgado y condenado. Ahí vemos cómo los sucesos de la vida de Sansón apuntan a otro Salvador de su pueblo mucho más fuerte que él, pero justo e inocente.
¿Por qué se entregó Sansón tan fácilmente? Quizá porque no quería pelear contra su pueblo, pero quizá más probablemente, porque pensó que se le presentaba una ocasión muy propicia para hacer una gran matanza de sus enemigos.
14-17. “Y así que vino hasta Lehi, los filisteos salieron gritando a su encuentro; pero el Espíritu de Jehová vino sobre él, y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego, y las ataduras se cayeron de sus manos. Y hallando una quijada de asno fresca aún, extendió la mano y la tomó, y mató con ella a mil hombres. Entonces Sansón dijo:  Con la quijada de un asno, un montón, dos montones;  Con la quijada de un asno maté a mil hombres.  Y acabando de hablar, arrojó de su mano la quijada, y llamó a aquel lugar Ramat-lehi.” (Es decir, la montaña de la quijada). (3)
Cuando estaban por entregarle a los filisteos que gritaban de júbilo, el Espíritu de Jehová vino sobre Sansón, rompió con facilidad las cuerdas y tomando una quijada de un burro muerto que encontró por ahí, mató a mil filisteos. (4)
Pero Sansón atribuyó su extraordinaria victoria a sus propias fuerzas y no le dio gloria a Dios inicialmente por ella.
18. “Y teniendo gran sed, clamó luego a Jehová, y dijo: Tú has dado esta grande salvación por mano de tu siervo; ¿y moriré yo ahora de sed, y caeré en mano de los incircuncisos?”
Fue necesario que Sansón sintiera que desfallecía de sed para que reconociera que era Dios quien le había dado la victoria y que entonces clamara a Dios pidiéndole que no lo dejara morir de sed.
19. “Entonces abrió Dios la cuenca que hay en Lehi; y salió de allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por esto llamó el nombre de aquel lugar, En-hacore, (5) el cual está en Lehi, hasta hoy.”
Entonces Dios, después de haber cavado como si fuera en la roca del corazón de Sansón por medio de la sed, para que surjan las aguas de la oración y del agradecimiento, abrió una roca que había por ahí para que surgiera agua, y Sansón pudiera beber de ella, tal como siglos atrás Dios había hendido la roca en el Horeb y en Cades para que beba el pueblo sediento (Ex 17:6; Nm 20:8,11).
            El texto dice: “él bebió y recobró su espíritu.” El agua es más necesaria al hombre que el alimento.
20. “Y juzgó a Israel en los días de los filisteos veinte años.”
Los israelitas finalmente reconocieron que Sansón era un enviado de Dios para librarlos de sus enemigos, y permitieron que él fuera su líder durante 20 años.
Es obvio que los episodios que relata el libro de Jueces en los cuatro capítulos que dedica a Sansón sólo contienen una pequeña parte de sus peripecias y hazañas, las más saltantes de ellas.
Pero aún no ha terminado la historia.
Sansón en Gaza
Nosotros sabemos que una de las situaciones álgidas que enfrenta el estado de Israel en nuestros días es el relacionado con la llamada “franja de Gaza”, donde viven hacinados muchos miles de palestinos. En el episodio que sigue podemos ver cómo Gaza era ya, tres mil años atrás, una piedra de tropiezo en la vida de los israelitas.

Jueces 16:1. “Fue Sansón a Gaza, y vio allí a una mujer ramera, y se llegó a ella.”
Sansón va a esa ciudad fuerte de los filisteos, no para averiguar cómo podía atacarla, sino para gastar sus propias energías. No fue impelido por el Espíritu de Jehová sino por su insaciable sensualidad y, al hacerlo, se expuso a un gran peligro.
2. “Y fue dicho a los de Gaza: Sansón ha venido acá. Y lo rodearon, y acecharon toda aquella noche a la puerta de la ciudad; y estuvieron callados toda aquella noche, diciendo: Hasta la luz de la mañana; entonces lo mataremos.”
Al enterarse sus enemigos de la presencia de Sansón en la ciudad –quizá por boca de la mujer- se propusieron esperar hasta la mañana en que él tendría que salir, para caerle encima y matarlo.
3. “Mas Sansón durmió hasta la medianoche; y a la medianoche se levantó, y tomando las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, se las echó al hombro, y se fue y las subió a la cumbre del monte que está delante de Hebrón.”
Despertado quizá por los remordimientos, o sospechando que los pobladores de la ciudad podrían tratar de atraparlo en la mañana, Sansón se levantó a medianoche y arrancó las puertas de la ciudad con sus postes y barras y se las cargó al hombro como si fueran de pluma. ¿Podemos imaginar lo que esa proeza significaba y la fuerza de cuántos hombres juntos se hubiera necesitado para hacer algo semejante?
Pese a su conducta nada edificante con esta acción Sansón se convierte en un tipo de Cristo quien, al resucitar, no sólo movió la piedra que tapaba la tumba donde lo habían sepultado, sino que arrancó de sus goznes las puertas del Hades, que habían estado herméticamente cerradas, para dejar salir y llevarse consigo a los cautivos que esperaban su liberación (1 P 3:18-20; cf Ef 4:8,9).
Al observar la conducta de Sansón podemos ver lamentablemente que él, al dejarse llevar por su lujuria, había dejado de ser un nazareo consagrado a Dios en su corazón mucho antes de  dejara de serlo exteriormente.
Notas: 1. Aunque el texto dice “zorras” lo más probable es que se trate de chacales, porque estos animales andan en jaurías, mientras que los zorros son animales solitarios.
2. Ésa es una expresión popular que expresa un gran daño.
3. Lehi quiere decir “quijada”. Es muy probable que el nombre de Lehi le fuera dado por los hebreos a ese lugar posteriormente en recuerdo de la hazaña hecha por Sansón con una quijada de asno.
4. Esta hazaña se parece a la realizada por Samgar, que mató a seiscientos filisteos con una aguijada de bueyes (Jc 3:31).
5. Esa palabra quiere decir “la fuente del que clamó”, y en verdad, no clamó en vano.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#771 (31.03.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).