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miércoles, 18 de enero de 2017

LA OBRA DEL JUSTO ES PARA VIDA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA OBRA DEL JUSTO ES PARA VIDA
Un Comentario de Proverbios 10:16-19
16. “La obra del justo es para vida; mas el fruto del impío es para pecado.”
La NVI traduce más correctamente: “El salario del justo le trae vida, pero el ingreso del impío le trae castigo.”
            En este proverbio de paralelismo antitético no se opone “vida” a “muerte” sino a “pecado”, pero eso no disminuye el contraste entre ambos esticos, ya que el pecado lleva a la muerte. Sin embargo, el hecho de que el autor use esa palabra y no la que pareciera más natural, señala la sutileza de su pensamiento. El fruto, es decir, la obra, o la consecuencia de las acciones del impío, conducen a que él mismo peque aún más, o a que otro peque, estimulado por su mal ejemplo, o por el deseo de venganza que los actos violentos del impío provocan.
            En suma, el impío es un foco que irradia maldad y contagia de su maldad a otros. Pensemos solamente en los escritos perversos y desmoralizantes, en las incitaciones al pecado de mucha literatura moderna que es premiada y elogiada por la crítica, y por instituciones de prestigio, por ser “transgresora”, esto es, de la moral tradicional que, a su vez, es vilipendiada tildándola de atrasada y retrógrada. O pensemos en el cinema llamado artístico, con sus escenas crudamente pornográficas que contaminan el alma. En cambio, la obra buena del justo no sólo atrae la recompensa de Dios, sino que también estimula a otros a seguir el mismo camino que los bendecirá también a ellos. (Pr.11:18a)
            Todo lo que el justo hace, todo lo que él emprende, incluyendo su oficio o profesión, sea cual fuere, pero también sus oraciones, conduce a la vida propia y ajena, mientras que las consecuencias del obrar del impío, y las palabras que él pronuncia, conducen al pecado, cuya paga es muerte (Rm 6:23).
La actuación del justo tiene ese feliz resultado porque él lo hace todo para la gloria de Dios (1Cor 10:31), que trabaja con el justo y a través de él (Is 26:12). Como dice Pablo: “Él es quien produce en nosotros así el querer como el hacer.” (Flp 2:13). Sería bueno que comprendamos bien y que interioricemos las palabras de Jesús: “Sin mí nada podéis hacer.” (Jn 15:5)
Según I.H. Ironside este proverbio es una manera de decir en términos del Antiguo Testamento lo que Pablo dice en Romanos 8:6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.”
Aunque el salario que recibe el justo por su labor honesta no haga de él un hombre rico “mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores.” (Sal 37:16)
Por su lado, el impío sólo vive en función de su ego, de sus intereses personales. Como se enriquece obrando sin escrúpulos, vive en pecado, y al fin cosechará muerte (Pr 21:4).
Franz Delitzsch (Nota 1) anota que el ingreso del impío no es necesariamente el fruto de su propio trabajo. Pudiera ser fruto del trabajo ajeno, que él explota para su propio beneficio. Eso es un grave pecado que Dios condena, y lleva a la muerte eterna al que no se arrepiente de él.
17. “Camino a la vida es guardar la instrucción; pero quien desecha la reprensión, yerra.”

Lo que este proverbio dice puede ser considerado superficialmente una perogrullada: hacer caso de los consejos, o de las reprimendas de los mayores, y de las personas experimentadas produce buenos resultados, pero el que ignora los buenos consejos, sobre todo si son desinteresados, está equivocado y cosechará los frutos de su soberbia y ligereza. Porque ¿qué verdad más evidente que ésta? No se requiere de la Biblia para reconocer su acierto.
Sin embargo, si se mira más hondamente se puede percibir que ese dicho que pareciera de Pero Grullo, esconde verdades no tan evidentes a primera vista. ¿A qué llama el proverbista “camino de vida”? Sin duda a la conducta sabia que asegura nuestra prosperidad, o nuestro éxito, o que procura nuestra salvación –aunque es probable que el proverbista no tuviera en mente esto último.
El que escucha dócilmente las reprensiones sin rebelarse encontrará el camino de la sabiduría, y su recompensa será grande: “Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día…” (Pr 8:34), dice la sabiduría. Y tanto más será premiado cuanto más aprecie los consejos que recibe. Pero la sabiduría sigue diciendo: “Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.” (8:35). Ya nos hemos encontrado en capítulos anteriores advertencias semejantes: “Porque el  mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen.” (6:23). Si somos asiduos lectores del libro de Proverbios, deberíamos tenerlas bien grabadas en nuestra mente. La sabiduría además advierte: “Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte.” (8:36). Y en otro lugar señala que “el que aborrece la reprensión es ignorante” (12:1b) del fin trágico al que puede llevarlo su terquedad.
En la historia de Judá tenemos el caso del rey Asa que hizo lo recto delante de Dios durante la mayor parte de su reinado, pero que en un momento difícil hizo alianza con un rey pagano para luchar contra su rival, el rey de Israel, en lugar de apoyarse sólo en Dios, que lo había sostenido en sus guerras anteriores. Disgustado con su conducta, Dios le mandó al profeta Hanani a reprenderlo, pero Asa, en lugar de aceptar la corrección del profeta, lo echó en la cárcel. Tres años después, en que no dejó de tener guerras, Asa enfermó gravemente de los pies, pero no buscó tampoco a Dios en su enfermedad, sino a los médicos, y murió poco después (2Cro 16:7-13). En su caso se cumplió lo que advierte Pr 15:10b: “El que aborrece la corrección, morirá.”
En ese pasaje de Crónicas hay una frase que no puedo dejar de citar porque contiene una gran verdad: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra para mostrar su poder a favor de los que tienen un corazón perfecto para con Él.” (v. 9a). Dios nos está mirando constantemente, observando nuestra conducta, eventualmente, cuando fuere necesario, para intervenir en defensa nuestra. ¿Tenemos un corazón perfecto para con Él? Si la respuesta es positiva Él está cien por ciento de nuestra parte.
¿Qué cosa es “guardar la instrucción”? Primero, escucharla atentamente; segundo, sopesarla con cuidado; y tercero, ponerla en práctica. Si falta uno de estos tres pasos, sobre todo el tercero, erramos, porque en realidad, la rechazamos.
Rechaza la corrección no sólo el que se niega a escucharla, sino también el que evita la compañía de los que pudieran corregirlo e instruirlo. Ya sabe en el fondo lo que le van a decir, y no quiere oírlo. El que tal hace inevitablemente se desvía del camino que lleva a la vida, para errar por senderos que lo conducen a un precipicio. Su caso no sería tan triste si él no arrastrara en su error a muchos que se extravían al seguir su ejemplo. Al respecto otro proverbio advierte: “El que hace errar a los rectos por el mal camino, él caerá en su misma fosa.” (Pr 28:10a)

18. “El que encubre el odio es de labios mentirosos; y el que propaga calumnias es necio.”
Aquí se habla de dos clases de personas, o de dos formas de comportarse, que pueden coincidir en la misma persona. El que encubre, o disimula su odio, finge tener sentimientos contrarios; alaba y adula a la persona que odia, diciéndole cosas opuestas a lo que siente. No habla verdad sino mentira. Huye de él porque de ordinario es la envidia lo que motiva su conducta hipócrita, y tratará por todos los medios de hacerte daño. Proverbios nos advierte claramente contra esa clase de personas (26:24-26).
Propagar calumnias es una táctica diferente. No se contenta con calumniar, sino se dedica a difundir esas falsedades con el objetivo de destruir el buen nombre, o el prestigio del objeto de su odio. En la política de nuestro medio hemos visto muchos ejemplos de esta perfidia, que con mucha frecuencia obtiene el fin que persigue. Al que actúa de esa manera la Escritura lo llama “necio”, porque ignora que algún día él mismo beberá del vino ponzoñoso que mezcló para otro. Podría también llamársele “bribón” o “granuja”.
            No siempre ocurre que se den ambas conductas es una misma persona, aunque en el Salmo 41 David describe a alguien que a la vez finge tenerle simpatía, mientras que por detrás habla mal de él (vers. 5-8).
            Respecto del encubrir el odio tenemos varios casos en las Escrituras. El primero es el de Caín, que le tenía cólera a su hermano Abel, porque Dios no miró su ofrenda con el agrado con que miró la de su hermano. Encubriendo su perversa intención, un día lo invitó a salir juntos al campo, y allí de improviso lo mató (Gn 4:3-8). Ése fue el primer homicidio de la historia.
            Otros casos son el de Saúl que, corroído por la envidia, complotó contra la vida de David, ofreciéndole engañosamente la mano de su hija Mical (1Sm 18:20-29); y el de Joab, que asesinó arteramente a sus colegas Abner y Amasa, porque no soportaba tener rivales (2S, 3:27; 20:9,10). Bien conocía David esos corazones falsos que describe con palabras acertadas (Sal 55:21).
            Falsos eran también los sacerdotes y los escribas que, fingiendo amistad con Jesús, le hicieron una pregunta capciosa acerca del tributo al César, a fin de tener algo con qué acusarlo ante los romanos (Lc 20:19-26). Y más falso aún Judas, que vendió a Jesús por treinta monedas de plata, y lo entregó con un beso a sus captores (Lc 22:1-6, 47,48).
            Respecto del propagar calumnias el Salmo 50 describe esa manera de actuar, pero asegura que Dios reprenderá al infame para vergüenza suya (v. 19-21). Nosotros haríamos bien en mirar dentro de nosotros mismos, y preguntarnos si alguna vez no hemos obrado de esta manera, siendo insinceros en nuestro lenguaje, disimulando con palabras amables la antipatía que sentimos por alguien, motivada quizá por los celos. Cuando un colega es promovido en lugar nuestro, ¿nos alegramos sinceramente con él, o dirigimos contra él nuestros dardos de odio y envidia? Si ése fuera nuestro caso deberíamos pedirle al Señor que nos perdone y nos purgue de esos malos sentimientos, y nos dé un corazón limpio como el suyo.
19. “En las muchas palabras no falta pecado, mas el que refrena sus labios es prudente.”
No falta pecado porque el que no controla su lengua tampoco controla su alma; en cambio, el que refrena sus labios también refrena su alma. (ver St. 1:26; 3:2,8).
            Alguien dijo: “La palabras ligeras pesan mucho en la balanza del Dios de justicia.” Por eso clama con razón el salmista: “Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis labios.” (Sal 141:3).
            El que habla mucho, y de forma precipitada, tiende a hablar más rápido de lo que piensa, y por eso pueden colarse en su discurso ideas y sentimientos que no han pasado por el tamiz de la reflexión, y de los que después podría arrepentirse.
            El que refrena sus labios no deja que de ellos salga nada brusco, ofensivo, o desconsiderado, nada que dañe el buen nombre del prójimo, ni propala malas noticias, ni chismes ni murmuraciones. Tiene cuidado de con quien está hablando, y por eso dice las palabras que conviene en cada caso, para traer bendición y no perturbación a los que lo escuchan. Bien dice Salomón en otro lugar: “El que ahorra sus palabras tiene sabiduría.” (Pr 17:27a). Y “Aun el necio cuando calla, es contado por sabio.” (28a).
            Si la fuente de donde brotan las palabras, esto es, el corazón, es buena, ellas serán de edificación para los que escuchen. Pero si es mala, como se dice en Gn 6:5, entonces será mejor que el hombre calle, para no pecar con sus labios.
            ¡Con cuánta frecuencia el hombre peca con sus labios por vanidad, alabándose a sí mismo, y no dejando que otro sea el que lo haga, como aconseja el proverbista! (Pr 27:2). Olvida lo que dijo Jesús: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres…darán cuenta en el día del juicio” (Mt 12:36), añadiendo enseguida: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” (vers. 37)
            Pero si el corazón del que habla es no sólo bueno sino santo, debemos hacer una excepción al principio que enuncia el proverbio que comentamos, porque se narra que Pablo en una ocasión habló desde la mañana hasta la media noche, al punto que un joven que estaba sentado en la ventana, se durmió y se cayó desde el tercer piso al pavimento, y todos le dieron por muerto. Y así hubiera quedado si Pablo no lo hubiera revivido abrazándolo. Ese incidente no impidió que Pablo siguiera hablando sin parar hasta el alba (Hch 20:7-12). ¿Habría pecado en las muchas palabras que habló Pablo durante casi veinticuatro horas? No, sino lo contrario, porque el Espíritu de Dios hablaba por medio de su boca.
            Si el predicador está exento de vanidad, y sólo habla lo que Dios le inspira, no habrá pecado en la multitud de palabras que profiera, sino la verdad que alimente el alma de sus oyentes. Si se mezclara vanidad en sus palabras, pudiera ser que entonces diga cosas que no conviene (Ecl 5:2).
            En verdad, hay muchos que están tan enamorados de su propia voz, que no saben callar cuando debieran, y terminan haciéndose odiosos (Sir 20:8). Hablan no porque tengan algo que decir, sino porque no saben callar. No seamos nosotros de ellos.
Nota 1. Comentarista bíblico y hebraísta del siglo XIX, autor, junto con F. Keil, de un todavía famoso comentario en diez tomos del AT. Combatió el naciente sentimiento antijudío que empezaba a manifestarse en Alemania.
Amado lector: Jesús dijo: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#931 (26.06.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 11 de enero de 2017

MANANTIAL DE VIDA ES LA BOCA DEL JUSTO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MANANTIAL DE VIDA ES LA BOCA DEL JUSTO
Un Comentario de Proverbios 10:11-15


En esta sección los versículos 11,13 y 14 tratan acerca de la boca, que es el órgano por  medio del cual el hombre expresa lo que tiene en su interior, y manifiesta su sabiduría o su necedad. En el libro de Proverbios, la boca, la lengua y los labios asumen un rol protagónico.


11a. “Manantial de vida (Nota 1) es la boca del justo…”  por lo que dice a otros, edificándolos, y por lo que confiesa para sí mismo y los suyos. Al ser un manantial de vida el justo tiene en su boca palabras que provienen de la fuente de aguas vivas que es la boca del Señor (Jr 2:13; 17:13).
El vers. 15:4a describe una cualidad de la boca del justo, al decir que es “apacible” (esto es, llena de paz) y que es “árbol de vida” para muchos, que es como si dijera “fuente de vida”, porque está en condiciones de guiar a la verdad a los que la ignoran.

            El vers. 10:21a dice que los labios del justo apacientan, es decir, alimentan a muchos, esto es, a los que le escuchan, que son confortados, consolados, o enseñados por él (15:7a). Todo ello apunta al hecho de que, estando lleno de Dios, porque vive en unión con Él, el justo es un instrumento que Dios usa para llevar su mensaje a los que ama, y consuelo a los que más lo necesitan.
El salmo 36.9 dice que con Dios está “el manantial de la vida”, de cuyo torrente delicioso beben los hijos de los hombres; lo cual nos remite al bello pasaje en Ezequiel 47:1-12, en el que el profeta describe el río de aguas salutíferas que brotan por debajo del umbral del templo, y que van creciendo hasta formar un río anchuroso en cuyas riberas crecen árboles frutales, cuyas hojas nunca caen (cf Sal 1:3).
Pero no sólo la boca del justo es manantial de vida. También lo son “la ley del sabio” (Pr 13:14), y “el  temor de Jehová” (14:27), que hacen que el hombre se aparte de los lazos de la muerte.
Es un privilegio del cristiano que busca a Dios mañana, tarde y noche, que su boca sea un manantial de vida para los que andan desorientados y sin esperanza, tropezando a cada rato con las piedras que el enemigo coloca en su camino.
Jesús dijo que del interior de los que creyeran en Él “fluirían ríos de agua viva” (Jn 7:38; 4:14) la que por tener como fuente al Espíritu Santo que lo representa, calmaría la sed espiritual de muchos, reviviéndolos y refrescándolos.
La segunda línea contrasta con la primera:
11b. “Pero violencia cubrirá la boca de los impíos,” porque de ella sólo salen palabras perniciosas, ofensivas y dañinas para los que la oigan.
Alternativamente algunos traducen este estico así: “La boca del impío cubre (o esconde) (la) violencia” que trama contra otros. Aquí vemos un contraste: El justo es fuente de vida para sus semejantes con sus palabras, mientras que el impío complota contra su prójimo, ocultando sus intenciones, como hizo Judas al traicionar a Jesús con un beso (Mt 26:48,49); o como Joab, que mató a Abner fingiendo que quería conversar con él (2Sm 3:22-29).
12. “El odio despierta rencillas (29:22a); pero el amor cubrirá todas las faltas.”
Podría completarse así: El odio despierta rencillas, por aun la menor falta y si no las encuentra las inventa, chismeando y difundiendo sospechas y calumnias para azuzar los celos y las rivalidades. En cambio el amor cubrirá todas las faltas, por lo cual no despierta rencillas, sino es, al contrario, conciliador y pacificador.
“El amor cubrirá todas las faltas…” porque no las anda divulgando sino, más bien, las disimula para que no surjan conflictos entre las personas que puedan sentirse afectadas.
Pr 15:18 presenta otro aspecto de este principio: “El hombre iracundo promueve contiendas, mas el que tarda en airarse (porque es paciente) apacigua la rencilla.” Son dos maneras de obrar completamente distintas, y que tienen efectos opuestos: Uno puede terminar en derramamiento de sangre, el otro lleva al abrazo conciliador.
Pr 16:27 y 28 califican de perverso al contencioso, y agrega que en sus labios hay una llama de fuego. Un nefasto papel semejante cumple el orgulloso, el que es “altivo de ánimo” (Pr 28:25). ¿Lo hace acaso el  humilde? Al contrario, el humilde rara vez suscita contiendas; y suele ser, más bien, instrumento de paz. ¡Cómo es Dios deshonrado cuando los creyentes andan en peleas y rivalidades! ¡Cuán contraria es su conducta a la de su Maestro, que era “manso y humilde de corazón”! (Mt 11:29). Aprendan de su Maestro, y darán gloria a Dios con su comportamiento.
En otro lugar se dice que “el que cubre la falta busca amistad” (Pr 17:9). Eso es bueno y encomiable, con tal de que no se convierta en complicidad. Porque ¿cómo podría nadie conservar el afecto de su amigo si anda divulgando sus defectos? Al contrario, el que perdona graves agravios, como hizo José con sus hermanos, compromete su gratitud y su afecto (Gn 45:4-8).
En Gn 9:20-23 tenemos el caso concreto de una falta cubierta por cariño filial, cuando, al beber vino por primera vez, Noé se embriagó, y sus hijos Sem y Jafet, cubrieron la desnudez de su padre, caminando de espaldas para no verlo.
            "El amor cubrirá …" El hecho de que el apóstol Pedro cite este proverbio (1P4:8) ha sido objeto de controversias, pues afirma que el que ama no ve las faltas de aquel a quien ama o, al menos, no le da importancia. O, mejor aún, es indulgente, las perdona, no las toma en cuenta, (cf 1 Cor. 13:5), que es el verdadero sentido de “cubrir”; en contraste con el que odia, que no solamente las hace resaltar, si no que anda rebuscando qué reprochar al que odia.
Según algunos, al citar este proverbio Pedro le da otro sentido: al que ama le son perdonados muchos pecados, en mérito de su amor, lo cual concuerda con las palabras de Jesús en el episodio de la pecadora: “Sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho”. (Lc 7:47). Pero la primera interpretación es la más natural.
13. “En los labios del prudente se halla sabiduría; mas la vara es para las espaldas del falto de cordura.”
Aquí el contraste consiste en que mientras que el prudente edifica y enseña a otros con la sabiduría que Dios le ha dado, y suscita respeto, cuando no admiración, por la utilidad de sus consejos, el que es “falto de cordura”, es decir, el que carece de sabiduría, hace daño con las necedades que atrevidamente profiere su boca, y necesita ser corregido –si es necesario, castigado físicamente- si persiste en su terquedad, a fin de que aprenda a razonar convenientemente.
El rey Salomón, y su hijo y sucesor, Roboam, ilustran muy bien el contraste que expone este proverbio. Mientras que en los labios del primero se hallaba sabiduría, y por eso de todo el mundo venían a escucharlo (1R 10:1,8), al suceder Roboam a su padre en el trono, en lugar de escuchar los consejos prudentes de los ancianos que habían estado con su padre, prefirió seguir la opinión de los jóvenes con los cuales se divertía. Su actitud necia provocó que más adelante se rebelaran contra él las diez tribus del norte, y se produjera la división del reino, hecho nefasto que fue para él como una vara para sus espaldas (1R 12:8-19), y una catástrofe para el pueblo elegido. Pero si él hubiera sido castigado de pequeño con vara, algo que quizá Salomón omitió, pese a que lo aconseja (Pr 19:29; 22:15; 26:3; 29:15), quizá no se hubiera comportado como un necio al heredar el trono de su padre.
La Versión Autorizada inglesa (KJV) traduce así: “En los labios del que tiene inteligencia (entendimiento) se halla sabiduría.” (2) Esto es necesariamente cierto si se trata de alguien que conoce y entiende las verdades divinas del Evangelio, porque las ha experimentado y son parte de su vida. De su boca brotarán dichos y consejos que iluminen el camino de los que, a su vez, buscan la sabiduría (Sal 37:30).
Los labios prudentes son en verdad una joya más valiosa que el oro y las piedras preciosas (Pr 20:15), porque sus consejos sabios pueden librar de la muerte, o de cometer serios errores, a los que los escuchan. Por eso dice bien el proverbista:
“En los labios del prudente se halla sabiduría.” El que es prudente medirá sus palabras para no ofender, para no chocar, para no exponerse a sí mismo ni a sus amigos, para no decir más de lo necesario. Como está acostumbrado a mirar las dos o más caras que presenta un asunto, su opinión será siempre esclarecedora; y si es buen conocedor de las personas, ayudará a escoger bien a sus colaboradores.
La segunda línea contrasta con la primera en el sentido de que describe las consecuencias que recaen sobre el que carece de sabiduría. Si fuera un caso de paralelismo antitético el segundo estico diría: “En los labios del falto de cordura está la necedad”. Pero sería demasiado obvio. Por eso opone a la constatación primera los efectos de la carencia de sabiduría.
Algo semejante ocurre con el proverbio siguiente, que es también un caso de paralelismo antitético, donde el segundo estico describe la posible consecuencia de la negación del primero. Los sabios atesoran, es decir, guardan bajo siete llaves y acumulan en sus mentes la sabiduría para no fallar, mientras que lo que el necio enseña, o aconseja, traerá una desgracia al que sigue sus instrucciones. El segundo estico podría decir: “Pero los necios atesoran necedad”. El autor lo omite y pasa a la consecuencia de la necedad. ¿Por qué dice: “la boca del necio”? Porque el necio suele enredarse en sus propias palabras.
14. “Los sabios guardan la sabiduría; mas la boca del necio es calamidad cercana.”
“Guardar” quiere decir “conservar”, “atesorar”. (Ellos son sus depositarios y los que la transmiten). Pero también quiere decir “obedecer”, o “cumplir”, lo que se aplica a los que se dejan guiar por ella, y como consecuencia, llevan vidas prósperas y tranquilas.
¿Por qué yuxtapone la conducta del sabio a la boca del necio? Porque mientras que el sabio suele guardar silencio mientras no le pregunten, el necio proclama su necedad a los cuatro vientos, y lo que él proclama es el anuncio de lo que va a hacer y que le traerá a él, y a los que puedan estar involucrados con él, grandes desgracias. Su boca es calamidad cercana para los despistados que lo escuchen y sigan sus equivocados consejos. La boca del sabio, en cambio, traerá bendición a los que siguen sus enseñanzas.
Dice que los sabios atesoran (así la KJV) sabiduría oyendo y leyendo la palabra de Dios, y meditando en ella, de manera que puedan instruir y aconsejar a otros en el momento oportuno (cf Mt:13:52). Salomón dedicó los tiempos de ocio que le permitían la administración de su vasto reino a investigar y conocer todo lo que se hace bajo el sol (Ecl 1:13) para poder transmitir sus conocimientos a otros. Eso lo hizo desde su juventud con la diligencia de la hormiga (Pr 6:6-8), por lo cual llegó a ser conocido como el hombre más sabio que había en la tierra.
Tenemos en las Escrituras dos ejemplos que ilustran la verdad contrastante de este proverbio. Timoteo, que perseveró en las verdades que le fueron enseñadas de niño (2Tm 3:14,15). El mago Elymas, que trató de impedir que el procónsul de la isla de Pafos oyera la palabra de Dios en la que deseaba ser instruido, por lo cual el apóstol Pablo lo reprendió severamente, y quedó ciego durante un tiempo (Hch 13:6-10).
15. “Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; y el desmayo de los pobres es su pobreza.”
Son las riquezas las que hacen fuerte al rico, y es la pobreza la que hace débil al pobre. El dinero otorga al que lo posee influencia y respeto (Gn 23:6), y atrae muchos amigos (Pr 19:4), cuya amistad, sin embargo, puede ser sólo interesada (19:6). Además, el rico se defiende de los ataques ajenos con su dinero, del que se dice que es un escudo (Ecl 7:12). En muchos sentidos, gracias a su dinero está libre de las limitaciones y penurias que sufren los pobres. Por su pobreza el pobre no puede pagar abogados que le defiendan, ni médicos y remedios que lo curen, y en su desventura se vuelve odioso para sus amigos (14:20) y hasta para sus hermanos (19:7). ¡Cuán traicionero y falso es el mundo alejado de Dios! ¿Les parece que eso no es posible en nuestros días? En Lima debe haber por lo menos un millón de personas en esa condición, y quizá me quede corto.
No obstante, Santiago nos recuerda que Dios ha elegido “a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman” (St 2:5). Y Jesús mismo nos dio ejemplo al nacer y vivir en la pobreza (Lc 2:7; Mt 8:20). Pero en su misericordia cuando lo considera oportuno Dios “levanta del polvo al pobre… para hacerlo sentar con los príncipes de su pueblo.” (Sal 113:7,8)
Pr 18:11 completa el significado de la primera línea de este proverbio (“Las riquezas del rico…) diciendo “y como un muro alto en su imaginación.” El rico se imagina que su dinero lo protege de toda desventura, pero ¿acaso lo libra de enfermedades, o de disputas familiares? Al contrario, pudiera ser que su fortuna atice rivalidades entre sus futuros herederos, y que eso le amargue la vida. Por eso el salmista aconseja a los ricos no poner su confianza en las riquezas (Sal 62:10b), porque no lo librarán en el día de la ira (Pr 11:4). ¿Hay alguien que pueda sobornar a Dios?
Hay cosas en la vida que tienen mucho más valor que las riquezas como, para comenzar, el conocer a Dios (Jr 9:23,24). Por ello Pablo también aconseja a los ricos no poner su confianza en las riquezas, que son inciertas (1Tm 6:17), sino que, más bien, sean ricos en buenas obras (v. 18).
De otro lado, la pobreza no impide al pobre gozar de la gloria futura, ni la riqueza asegura que se gozará de ella, como nos muestra la historia del rico y del mendigo Lázaro (Lc 16:19-21). Más bien Jesús dijo: “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mt 19:24).
Como bien dice Ch. Bridges, ambos estados, la riqueza y la pobreza, tienen sus tentaciones y limitaciones propias (Pr 30:8,9; 1Tm 6:9,10). La mejor defensa contra ellas está en que los ricos sean “pobres en espíritu” (Mt 5:3; Jb 1:21), y que los pobres sean ricos en la fe (St 2:5; 1Tm 6:6-8).
Notas: 1. Curiosamente macor jayim (esto es “manantial de vida”) es en hebreo el nombre de la gran aorta de donde sale del corazón la sangre que irriga todo el cuerpo y le da vida.
2. Ya hemos visto que inteligencia no es lo mismo que sabiduría. Véase el comentario al vers. 10:1 en mi artículo “El Hijo Sabio Alegra al Padre”.


Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#930 (19.06.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 10 de noviembre de 2016

LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA II
Un Comentario en dos partes de Proverbios 9
10. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” (cf 1:7; Sal 111:10)
11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.” 12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
10a. El hecho de que se repita aquí esta importante frase, que figura también en otros lugares subrayando su importancia, recalca la trascendencia de su mensaje. El temor de Dios es no sólo “el principio de la sabiduría”, es también su culminación. Isaías había profetizado que ésta sería una de las cualidades que adornarían la humanidad del Mesías (Is 11:2,3). ¿Temía Jesús a Dios siendo Él mismo Dios? Pienso que como hombre, sí. Hagámonos nosotros conforme a su imagen en este aspecto si queremos ser en todo semejantes a  Él (Rm 8:29). 
          El hijo de Dios –dice Ch. Bridges- tiene un solo temor: ofender a su Padre Dios; y sólo un deseo: agradarle. ¿Es este tu caso y el mío? El temor de Dios es no sólo el comienzo de la sabiduría, es también, como he dicho, su culminación en la unión perfecta con nuestro Creador a la que lleva.
Notemos que no puede haber arrepentimiento, ni fe ni amor sin el temor de Dios. El temor de Dios es lo primero que nos infunde la gracia cuando toca nuestro corazón.
10b.  El conocimiento del Santísimo (en hebreo, plural mayestático) es, antes que nada, el conocimiento de su voluntad. Así lo entendían los hebreos cuya mente era más práctica que especulativa.  Porque ¿de qué sirve al hombre saber mucho acerca de Dios si no sabe qué es lo que Dios quiere que haga?
          Job puntualiza: “Apartarse del mal es la inteligencia.” (28:28) De nada sirve el temor de Dios si no hace que nos apartemos de toda ocasión de pecar, porque el que coquetea con el peligro, caerá en él. Ningún hombre es sabio si no teme al Señor. Hay muchos hombres inteligentes, sabios según el mundo, de un cociente intelectual muy alto, que no sólo no temen a Dios, sino que niegan su misma existencia. Algún día, pero ya tarde, descubrirán cuán necia era su pretendida inteligencia, porque la sabiduría que no tiene en cuenta el final inevitable de nuestra existencia es ciega necedad. Aún el palurdo más ignorante y analfabeto que teme a Dios es más sabio que el científico laureado que no tiene temor del Altísimo.
          Tertuliano, a fines del siglo segundo escribió: “Los herejes dicen que Dios no debe ser temido, de modo que para ellos todo es libre y sin restricciones. Pero ¿dónde no se teme a Dios sino donde Él no está presente? Donde Dios no está presente, tampoco hay verdad; y donde no hay verdad, una disciplina como la que ellos propugnan es natural. Pero donde Dios está presente hay temor de Dios, hay una seriedad decente, un cuidado vigilante, una solicitud ansiosa, una elección bien hecha…”
11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.”
Es un hecho que la sabiduría guarda al hombre de cometer imprudencias que pueden acortar su vida y le ayuda a vivir de una manera sana que fortalezca su salud y, en consecuencia, alargue su vida. Por eso puede decirse que ella es “árbol de vida” para sus seguidores (11:30).
          Gozar de una larga vida es una de las recompensas que se promete al que sigue las pautas de la sabiduría expresada en los consejos de padre y madre (3:2,16; 4:10; 10:27), mientras que se afirma que “los años de los impíos serán acortados.” (Pr 10:27b) Ellos mismos cometen los actos que llevan a una muerte temprana, y con frecuencia trágica. En cambio, ¡cuán bienaventurado es el justo a cuya larga vida sucede una felicidad eterna!
          Podría deducirse de lo que aquí se dice que los días del hombre no están fijados, pues el hombre puede alargarlos por su conducta sensata, o acortarlos por su conducta necia. Sabemos también que Dios puede añadir años a la vida del hombre, si éste se lo pide, como hizo el rey Ezequías cuando se le anunció que iba a morir. (2 Re 20:5,6). Pero eso no quiere decir que no estén decretados de antemano en la mente de Dios, porque Dios sabe y ha previsto desde la eternidad todo lo que el hombre hará que pueda alargar o acortar su vida.
12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
Este versículo expresa una verdad fundamental: que es nuestro interés adquirir la sabiduría y huir de la necedad, porque nosotros somos los primeros que seremos beneficiados, o perjudicados, por nuestra conducta (cf 29:1). Cada uno carga con las consecuencias de su sabiduría o necedad (16:26; 3:13-18). Como dice Pablo: “Cada uno llevará su propia carga…lo que el hombre siembre, eso también segará; corrupción, si siembra para su carne; vida eterna, si siembra para el Espíritu.” (Gal 6:5,7,8). Siglos antes Ezequiel había afirmado: “El alma que pecare esa morirá.” (18:20). No hay manera de escapar de las consecuencias de nuestros pecados (Nm 32:23; Pr 11:21a), porque Dios lo ve todo (Pr 15:3; Jr 23:24).
          Nuestra sabiduría nos ayudará a tomar decisiones adecuadas que nos permitan enfrentar los obstáculos de manera favorable a nuestros intereses y a evitar las dificultades, mientras que el incauto tomará por capricho, o tozudez, decisiones que le generen inconvenientes (Pr 13:15b; 14:14).
          Dios no puede ser beneficiado ni perjudicado con nuestra conducta -Él está demasiado por encima nuestro- aunque sí puede ser alegrado por nuestra fidelidad, o entristecido (en cierta manera) por nuestra necedad, y por el daño que nos hacemos a nosotros mismos. Como bien dice Elifaz: “¿Traerá el hombre provecho a Dios? Al contrario, para sí mismo es provechoso el hombre sabio.” (Jb 22:2; cf 35:6,7).
          Pero el hecho de que tú cargues con las consecuencias de tu sabiduría y de tu necedad no excluye que, en segundo término, otros las soporten también junto contigo; sobre todo tus familiares y los que dependen de ti.  El que es sabio beneficiará necesariamente a muchos con su sabiduría, porque el campo de su influencia afecta a su entorno inmediato, y aun más allá. En cambio, si la guarda sólo para sí, se mostrará egoísta, que es lo contrario a la verdadera sabiduría que, por naturaleza, es necesariamente generosa.
          A este respecto el Sirácida anota: “Hay sabios que lo son para sí, y cargan con el fruto de su saber; hay sabios que lo son para su pueblo, y los frutos de su saber son duraderos.” (37:22,23) No obstante, ocurre con frecuencia que la maldad del impío causa mucho daño a otras personas, porque está en la naturaleza del mal ser perjudicial. El impío causa daño a otros a veces gratuitamente, por pura maldad. Pero con más frecuencia lo hace para obtener algún beneficio personal. ¡No sabe cuánto pagará por ello!
          La primera parte de este vers. me recuerda al dicho del sabio judío Hillel: “Si yo no estoy a favor de mí ¿quién lo estará?”. En otras palabras, piensa en ti primero. Pero lo que el proverbio que comentamos quiere decir no es tan burdamente egoísta, sino que simplemente afirma que el primer beneficiario de la propia sabiduría es uno mismo. La sabiduría ajena no te es útil a menos que te den un buen consejo que pongas en práctica; así como, de manera semejante, tu sabiduría puede serle útil al que te lo pida y no lo eche en saco roto. De otro lado, si te burlas de la sabiduría y del buen consejo ajeno, tú llevarás las consecuencias.
En el libro de Proverbios nos encontramos con frecuencia con la oposición entre el sabio y el escarnecedor, entre el justo y el impío, algo a lo que ya apunta el salmo 1.
La Septuaginta, añade el siguiente versículo, que la versión aramea (Peshita) reproduce con variantes como vers. 13: “El que se apoya en falsedades trata de gobernar el viento y persigue al ave silvestre, porque ha abandonado el camino de su propia viña, y se ha desviado de los senderos de su labor para viajar por un desierto donde no hay agua; viaja sediento por la orilla de un transitado camino y nada recoge.”
El hombre que prefiere la mentira a la verdad es como si quisiera atrapar el viento con sus manos, o pescar las aves en su vuelo. Como ha abandonado la viña que le producía frutos sabrosos, pronto se encuentra en un páramo donde no hallará ni una gota de agua que moje sus labios resecos, ni una fruta que sacie su hambre. Los caminos del vicio son en verdad a la larga muy crueles, porque una vez satisfecho, el deseo ardiente deja como secuela un gran desengaño y desprecio de sí mismo. La lujuria cuando es despertada produce una sed de más placer que con nada puede ser satisfecha. 
13. “La mujer insensata es alborotadora; es simple e ignorante.” 14. “Se sienta en una silla a la puerta de su casa, en los lugares altos de la ciudad,” 15. “para llamar a los que pasan por el camino, que van por sus caminos derechos.”
La mujer insensata es atraída por el hombre, y el hombre es atraído por ella, como las moscas a la miel. Así como la sabiduría invita a los transeúntes a que vengan a su casa (9:1-6), la insensata también lo hace. Pero el resultado de aceptar sus invitaciones es opuesto: una hace más sabios a sus huéspedes, la otra hace más necios a sus invitados. (Nota 1).
Notemos, de paso, que insensato, o necio, no es lo mismo. En español lo primero señala a una persona que no piensa, que actúa por impulsos, que hace lo que en el momento le viene a la mente, y no reflexiona, mientras que necio es el que no conoce, o no admite, sus limitaciones, y cree que tiene siempre la razón, aunque es un ignorante. Por ese motivo, porque no piensa, la mujer insensata es alborotadora, está siempre intrigando, siguiendo sus instintos, que son muy fuertes.
Ella es sensual y astuta, pero también ociosa. Se sienta a la puerta de su casa para ver pasar a la gente. No es como la mujer sabia que envía a sus criadas que hablen por ella. No, la insensata se sienta en una actitud provocadora, arriba donde la gente va de paseo. Ella llama sobre todo a los que van por su camino derecho. A ella no le interesan los sinvergüenzas como ella. Ella tiene un instinto especial para detectar a los rectos incautos; a los que obran juiciosamente pero son poco advertidos, o son más bien ingenuos. A esos se complace en seducir, en hacerles descubrir las delicias del pecado, como hace la Jezabel de Ap 2:20. Notemos, sin embargo, como dice Ch. Bridges, que los deseos de la carne están en abierta oposición con la sabiduría divina, la paralizan y oscurecen el entendimiento (Os 4:11).
Lo que primero que se dice de ella es que es alborotadora (Pr 7:11). Le gusta hacer líos; anda inquietando, azuzando las rivalidades, y se goza en las peleas que suscita, que después denuncia haciéndose la inocente.
Es simple, pero no tonta sino astuta. Es ignorante, pero no acomplejada. En ella se cumple el dicho: la ignorancia es atrevida. Con gran desparpajo se sienta a la puerta de su casa para ver pasar a la gente que se dirige a los lugares altos a quemar incienso a los ídolos, o los que van ocupados en sus asuntos sin mal pensamiento en su cabeza.
16. “Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dijo:” 17. “Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso.”
Al primero que divisa que tiene cara de ser presa fácil, le guiña el ojo y le dice: “Ven acá”, con mirada atrevida y voz sugestiva. Su invitación no es tímida sino directa, aunque usa un lenguaje figurado. “Las aguas hurtadas son dulces”, es decir, el placer ilícito es el mejor de todos, esconde delicias que el amor honesto desconoce. Ven, prueba de esta miel que nunca has gustado y que te será deliciosa. Ven, escóndete para que nadie te vea, ni sepa lo que hacemos, (aunque, en verdad, todos la conocen y saben lo que ocurre entre las paredes de su casa). Pero, sobre todo, lo conoce Dios, para quien nada de lo que ocurre en la tierra está oculto, y cuya mirada penetra en lo más secreto.
“Las aguas hurtadas son dulces” al comienzo, pero después dejan un sabor amargo, hecho de remordimientos, angustia y temor. Por eso te aconsejo, amigo lector: No bebas el agua de la cisterna ajena (5:15), porque aunque parezca deliciosa al comienzo, al final resulta venenosa. (2)  
¿A cuántos habrá engañado el atractivo de la aventura prohibida y llevado prematuramente a la tumba? Centenares de jóvenes sucumben a este hechizo si no físicamente, sí espiritualmente (Pr 20:17). Como dice el Sirácida: “El lujurioso que encuentra dulce cualquier pan no parará hasta que el fuego lo consuma.” (Sir 23:17).
18. Y no saben que allí están los muertos; que sus convidados están en lo profundo del Seol.” (cf Pr 2:19; 7:27).
El ingenuo que cae en sus lazos no sabe qué hay detrás del umbral que lo hará irremediablemente prisionero del encanto de una mujer desvergonzada. Comprenderá que lo que ella le ofrecía no era mentira, pero que su pie ha quedado atrapado en una trampa que no lo suelta. Clamará y gritará para librarse, pero no podrá porque, en el fondo, no quiere escapar. Odia su prisión y, a la vez, suspira por ella. Al final sacrificará su libertad por la lujuria. Pero, entre tanto, ella va en busca de otra víctima, y desprecia al primero que cayó en sus redes.
“Ven acá” ¡Qué invitación tan desvergonzada! Eso le puede decir el padre al hijo, el hermano al hermano, el amigo al amigo, el patrón al siervo. Pero ella se lo dice a un desconocido como si estuviera familiarizada con él y fueran viejos amigos.
El simple inocente puede reaccionar de dos maneras: rechazar molesto la invitación, y seguir de largo o, despertada su curiosidad, detenerse un momento y acercarse. Entonces ella le susurra insinuante, y con cierta impudicia en la mirada, la fórmula que nunca falla: “las aguas hurtadas son dulces.” El amor a escondidas, ilegal, es placentero. Déjate atraer por él; concédete este placer, y no lo olvidarás en tu vida.
Ella vive de los que caen en sus lazos, de los que ya nunca escaparán porque los ha capturado sin remedio con su hechizo. Entonces ellos, atrapados entre sus faldas, se sentirán cada día más viles, avergonzados y despreciables, y empezarán a decaer desmoralizados. La decadencia se apodera de sus vidas y pierden su dinero y su trabajo. Pero cuando ya no tienen qué darle a la mujer, ella los desprecia y va en busca de otros incautos.
Nota 1. Algunos ven en esta mujer, dice J. Gill,  a la locura misma como opuesta a la sabiduría; otros a la razón ciega a las realidades espirituales; otros a la herejía y a las supersticiones; otros a la serpiente antigua, al diablo, que asume formas diversas para engañar al hombre. Ella parece ser la misma que la mujer extraña, o ramera, descrita en Pr 2:16-19; 5:3-6; 7:5ss. Otros la identifican, agrega el mismo autor, con el anticristo, que es descrito en Apocalipsis como “la gran ramera” (17:3-6)
2. En la antigüedad los pozos, las cisternas y las fuentes de agua eran una posesión valiosa, y eran muy codiciadas en los lugares desiertos. Sus dueños solían sellarlas para impedir que extraños bebieran de ellas, y a veces surgían disputas por su posesión (Gn 21:22-32).
Estimado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir la presencia de Dios y a gozar de su compañía para siempre, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón por ellos haciendo la siguiente oración:
Señor Jesús, yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lávame con tu sangre. Entra en mi corazón y sé el Señor de mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

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miércoles, 19 de octubre de 2016

EL CLAMOR DE LA SABIDURÍA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL CLAMOR DE LA SABIDURÍA
Un Comentario de Proverbios 8:1-21


Después de haber advertido contra las artimañas de la adúltera y las terribles consecuencias que pueden sufrir los que van tras ella, el proverbista hace el elogio de la sabiduría y los beneficios que acarrea seguir sus pasos.
No creo que yo pueda escribir una mejor introducción a este capítulo de Proverbios que las palabras con que Mathew Poole (1624-1679) comenta el primer versículo:
“Es una gran cuestión saber qué es esta sabiduría de la que Salomón habla tan amplia y profundamente en este capítulo. Algunos entienden que se trata de ese atributo, o perfección de la naturaleza divina que es llamada sabiduría, por medio de la cual Dios conoce perfectamente todas las cosas, y hace conocer a los hombres lo que juzga necesario, o conveniente que ellos sepan. Otros entienden que se trata de la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, que es llamado “la sabiduría de Dios” (Lc 11:49). Y no se puede imparcialmente negar que algunos pasajes concuerdan mejor con la primera opinión, y que otros, con la segunda. Posiblemente las dos puedan ser juntadas, y este capítulo pueda ser entendido de Cristo, considerado en parte en su capacidad personal, y en parte en su oficio de impartir la mente y la voluntad de Dios a la humanidad.”

1. “¿No clama la sabiduría y da su voz la inteligencia? 2. “En las alturas junto al camino, a las encrucijadas de las veredas se para;” 3. “En el lugar de las puertas, a la entrada de la ciudad, a la entrada de las puertas da voces:” 4. “Oh hombres, a vosotros clamo, dirijo mi voz a los hijos de los hombres.” 5. “Entended, oh simples, discreción; y vosotros, necios, entrad en cordura.” 6. “Oíd, porque hablaré cosas excelentes, y abriré mis labios para cosas rectas.” 7. “Porque mi boca hablará verdad, y la impiedad abominan mis labios.” 8. “Justas son todas las razones de mi boca; no hay en ellas cosa perversa ni torcida.” 9. “Todas ellas son rectas al que entiende, y razonables a los que han hallado sabiduría.”

1. ¿Dónde y cómo clama la sabiduría y hace oír su voz? Yo quiero oír su voz. ¿Dónde iré a escucharla? Dice que en las alturas, donde parten y llegan los caminos, y donde se cruzan los senderos. Yo he estado allí y no la he escuchado ¿Qué clase de oídos se necesita para escucharla? ¿Acaso habla ella sólo a los iniciados? Si dice que clama ¿no deberían todos oírla?
Pero ella habla sobre todo al corazón. Ahí están las puertas y las entradas donde ella se para a gritar. Su voz es inconfundible para el que se preparó a oírla, pero inexistente para el que no adiestró su oído. Para el que lo hizo, su voz es diáfana y evidente. Para el que no, es un murmullo sin sentido.
La sabiduría desea que los hombres extraviados oigan su mensaje, no se contenta con querer hablarles, sino que clama, grita para que la oigan. Sabe cuán importante es para la vida.
2,3. Con ese fin se pone en los lugares por donde pasan numerosas personas: en los sitios donde se cruzan los caminos, donde va y viene la gente en distintas direcciones. Pero también en los lugares de reunión, donde se reúne la gente para tratar sus asuntos. En las ciudades antiguas, rodeadas de murallas, había delante de las puertas de la ciudad, amplias explanadas donde los hombres cerraban sus negocios y se rendía juicio (cf 1:20-23).
Hoy día lo hace en los lugares y plazas concurridas, en las avenidas y calles donde circula la gente, en los mercados y centros comerciales donde están los compradores y vendedores atareados.
4,5. Su discurso se dirige a los hombres, porque ellos necesitan oírlo. No oculta lo que ellos son, porque de ahí viene su necesidad de escucharla. Son simples (es decir, ignorantes y carentes de experiencia) y necios (obstinados en el error). A ambas categorías de hombres les ofrece lo que necesitan: discreción (es decir, saber reflexionar, evaluar, decidir) y cordura, porque el que carece de sabiduría es como un enajenado.
En el salmo 49:1-4 la sabiduría hace un llamado semejante a todos los hombres, plebeyos y nobles, ricos y pobres. Jesús ordenará más adelante que el Evangelio sea proclamado a toda criatura sin distinción (Mr 16:15), a donde quiera que la voz humana alcance y haya oídos que escuchen.
6-9. Aquí la sabiduría repite el llamado que hizo en capítulos anteriores: “Oíd” (Pr 4:1,10); y hace el elogio de su mensaje para animar a sus oyentes a escuchar: cosas excelentes (Nota 1) que os llenarán de conocimiento; cosas rectas que os mostrarán el camino de la justicia. Lo que ella habla es verdad sin asomo de mentira. ¡Qué distinto del discurso habitual de los hombres llenos de engaños y tapujos! Ella está alejada de toda perversión. Los embustes del padre de la mentira son impotentes frente a ella, y ella desnuda sus falacias. Pero para captar plenamente su mensaje es necesario poseer de antemano una dosis de entendimiento y sabiduría.
El versículo 9 expone un pensamiento muy profundo que explica por qué muchos no entienden la palabra de Dios: Sólo el que ha hallado la sabiduría, porque la ha buscado diligentemente; o el que ha sido tocado previamente por ella, puede recibir o entender su mensaje; lo cual quiere decir que habrán muchos que no lo entenderán, o que no le darán ninguna importancia, permaneciendo indiferentes ante ella, como quien no entiende lo dicho en un lenguaje desconocido. Esos son los que confían en su propia prudencia (3:5), y terminan engañados por sus propios consejos.
10,11. “Recibid mi enseñanza, y no plata; y ciencia antes que el oro escogido. Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.”
Lo que la sabiduría ofrece es mejor que todas las riquezas de la tierra, entre otras razones, porque permite adquirirlas. No hay bien material que puede compararse con ella. Por eso dice: Preferid mi enseñanza a los metales costosos, y mi ciencia a las joyas más preciosas. Porque mi sabiduría es más útil en los avatares de la vida que la posesión de riquezas, y atrae más honores de parte de los hombres que la fortuna (cf Pr 3:14,15; 16:16; Jb 28:15-19).
12. “Yo, la sabiduría, habito con la cordura, y hallo la ciencia de los consejos.”

¿En qué se distingue la sabiduría de la cordura? La cordura es la cualidad que permite ver las cosas con realismo, sin desbordes de la imaginación, ni de los sentimientos y que, por tanto, al actuar escoge caminos seguros. Si asume riesgos, son moderados y están ampliamente compensados por las ventajas esperadas. No se deja llevar por el entusiasmo ni el pesimismo. No espera resultados exagerados, ni menosprecia los peligros.
13. “El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa aborrezco.”
El temor de Dios lleva inevitablemente a aborrecer el mal, y todo aquello que Dios rechaza, esto es, la soberbia y la arrogancia, que son contrarias a la humildad y a la mansedumbre que Dios ama. Y así como Él ama la vida justa y recta, detesta Él también la conducta desarreglada, la murmuración y la calumnia.
Son los soberbios, los arrogantes, los que más suelen andar por el "mal camino". Existe una correspondencia estrecha entre ciertas condiciones del alma y la conducta. El hombre modesto, aun pudiendo ser confiado en exceso, rara vez irá por caminos malos.
14. “Conmigo está el consejo y el buen juicio; yo soy la inteligencia; mío es el poder.”
Compañero de la sabiduría es el consejo sano y prudente, así como el sentido común, que permiten que uno camine por senderos razonables, evitando riesgos imprudentes e innecesarios. En cambio la arrogancia hace con frecuencia que el hombre escoja caminos arriesgados, pensando con ello atraer admiradores y seguidores. Cuando logra este cometido hará que muchos se arrepientan de haber seguido su ejemplo.
El poder se adquiere usando la fuerza o usando la inteligencia, o ambas a la vez. Aunque a veces usando la inteligencia se evita usar la fuerza. Eso es lo que nos dan a entender los vers. 21:22 y 20:18b. Ecl 9:13-16 desarrolla con más amplitud ese punto, mostrando cómo la sabiduría es mejor que la fuerza. Los cual es obvio, dado que la fuerza es un elemento animal, y la sabiduría un factor humano.
Vale la pena notar que el poder de que aquí se habla incluye el poder para ministrar y para predicar.
15,16. “Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra.” (2)
Dios da sabiduría para gobernar a todos los que están en autoridad en la tierra, aún a los incrédulos. En efecto, dado que toda autoridad viene de Dios (Rm 13:1), hay una unción de sabiduría que viene de parte suya y que reposa sobre todo el que ejerce un cargo, aunque sea una persona impía. La razón por la que Dios da su sabiduría aun a las autoridades inicuas es que tiene cuidado de los que están bajo su mando.
Todo el que ejerce una función de gobierno, aun sea incrédulo, recibe de Dios una  porción de sabiduría para gobernar, a menos que se haya entregado a Satanás, como hemos visto algunos casos. La recibe sin distinción de edad, educación, o posición social. La recibe no por él mismo, sino porque Dios ama a los que están bajo su mando y cuida de ellos. Si no recibiese esa sabiduría ningún hombre podría  gobernar bien.
"Por mi reinan los reyes". La verdadera autoridad, la que no es impuesta, sino aquella que los súbditos, o subordinados, otorgan espontáneamente al que manda, no se puede conseguir sin sabiduría. Se podría decir que de la sabiduría emana autoridad. La sabiduría reviste de autoridad al que la posea, sea hombre o mujer. De ahí que, por lo general, todos escuchen al sabio, aunque no siempre sigan sus consejos.
17. “Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan.”
Este versículo está emparentado con los vers. 4:8 y 9. La sabiduría, como mujer enamorada, ama, es decir, dispensa sus favores al que la ama, y se lo ha demostrado por su fidelidad en buscarla. Si tú te dedicas a buscar la sabiduría, ella no sólo vendrá a tu encuentro sino que, a su vez, te sostendrá en todo lo que hagas y emprendas.
Buscar la sabiduría temprano puede entenderse de dos maneras: buscarla desde edad temprana, como hizo el rey Salomón (1R 3:3-14); y buscarla diariamente en las primeras horas del día, orando y escudriñando la palabra.
18. “Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y justicia.” (Pr 3:16b)
Parte del premio de la sabiduría es la prosperidad, pero no sólo se trata de las riquezas materiales, sino de aquellas que están incluidas en la consideración recibida de parte de los hombres en reconocimiento de las cualidades demostradas en la vida práctica. De otro lado, es sabido que las riquezas obtenidas injustamente no son duraderas, sino se pierden rápidamente y llevan eventualmente al desprestigio, como dice Pr 20:17: “Sabroso es al hombre el pan de mentira, pero después su boca será llena de cascajo.” Los delincuentes que amasan fortunas están ansiosos de gozar de ellas porque saben que pueden perderlas en poco tiempo,
19. “Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; y mi rédito mejor que la plata escogida.”
En la relación de beneficios que otorga la sabiduría, y desarrollando la idea del versículo anterior, se desprende que la sabiduría contribuye al enriquecimiento de los que la poseen. El proverbio subraya, sin embargo, que el fruto, es decir, los beneficios que otorga la sabiduría, son mejores que los que producen los metales preciosos, el oro y la plata, porque son de mayor valor para la conducción de la vida y tener éxito.
Sabemos que las riquezas son volátiles e inestables, pero que la cualidad distintiva de los metales preciosos, el oro y la plata, es que son duraderos, no se oxidan ni se llenan de herrumbre. El que posee la sabiduría posee más que riquezas materiales, porque ellas pueden evaporarse, pues tienen alas (Pr 23:5), pero la sabiduría permanece en el individuo, madura y crece, constituyendo un capital interno que puede ayudarlo a reconstruir su posición si acaso la perdiera, o se arruinara.
20, 21. “Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros.”
Estos dos versículos amplían y continúan el pensamiento anterior diciendo que la sabiduría ayuda al que la posee a dirigir sus pasos por sendas de justicia, es decir, a seguir una conducta recta que Dios premiará bendiciéndolo materialmente (cf Sal 112:3). En otras palabras, el sabio posee en su mente y en su corazón los medios para mejorar su situación y prosperar.
Notas: 1. Aquí el hebreo dice “cosas principescas”, es decir, útiles para que los príncipes sepan gobernar.
2. Es interesante recordar que la doctrina del poder divino de los reyes, que prevalecía en tiempos del absolutismo (siglos XVI al XVIII), se apoyaba en estos dos versículos.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#916 (28.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).