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miércoles, 13 de septiembre de 2017

MARDOQUEO II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MARDOQUEO II
Un día, estando Mardoqueo sentado a la puerta del palacio del rey –es posible que Ester hubiera obtenido que él fuera nombrado portero de palacio- él se entera casualmente de un complot de dos eunucos para matar a Asuero (Nota 1). Él informa a Ester y ésta informa al rey. (Est 2:21,22). Hechas las averiguaciones se comprobó que era cierta la denuncia y los dos culpables fueron colgados en una horca. “Y fue escrito el caso en el libro de las crónicas del rey.” (v. 23). Mediante este incidente Dios estaba preparando el terreno para el futuro engrandecimiento de Mardoqueo. Pero notemos que así como los hebreos mantenían libros de Crónicas donde se consignaban sobre todo los principales hechos de la historia de sus reyes, y otros acontecimientos de la historia de su pueblo, ésa era una costumbre común de todas las naciones de ese tiempo.
Asuero había engrandecido a Amán, seguramente por lo mucho que éste lo adulaba. Todos se arrodillaban ante Amán, pero Mardoqueo rehusaba hacerlo. ¿Por qué motivo? Porque consideraba que no debía inclinarse ante ningún hombre sino sólo ante Dios, y menos podía él inclinarse ante un descendiente de Agag (3:1), el rey de los amalecitas, enemigos jurados de Israel. (2) Ofendido en su orgullo, Amán se propone destruir no sólo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo judío.  
No es la primera ni la única vez que alguien se propone destruir al pueblo elegido. ¿Quién inspiraba entonces ese deseo? Satanás. ¿Y por qué? Porque él sabía que de ese pueblo nacería el Mesías.
Amán echó suertes (Pur cuyo plural es purim) para saber en qué mes convendría llevar a cabo su propósito, y salió el duodécimo mes, que es el mes de Adar (febrero/marzo).
Por instrucciones del rey, Amán publicó un edicto ordenando que el día 13 del mes de Adar, se exterminara a todo el pueblo judío, incluyendo ancianos, mujeres y niños (3:11-15). Nótese que el rey ordenó destruir al pueblo judío sin saber que la reina a la que tanto amaba, y Mardoqueo, el hombre que le había salvado la vida, eran ambos judíos.
El texto dice que, al enterarse del decreto, la ciudad de Susa se conmovíó (3:15). Eso es comprensible si se tiene en cuenta que, amados o no, los judíos por su industriosidad eran un elemento esencial de la vida económica de la ciudad, y posiblemente muchos de sus pobladores los estimaban, y algunos hasta los tenían por amigos.
Cuando Mardoqueo se enteró “rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad  clamando con grande y  amargo clamor.” (4:1). Tenía buena razón para ello, porque sabía que él era la causa del odio de Amán contra su pueblo.
Angustiados los judíos, vistiéndose de cilicio, convocaron a un ayuno con luto, llanto y lamentación, al cual se adhirió Mardoqueo (4:3).
Enterada a su vez, Ester quiso que Mardoqueo viniera donde ella a palacio, con cuyo fin le envió vestidos adecuados para presentarse en palacio, pero él no quiso ir.
Mardoqueo le pide a Ester por un intermediario que interceda ante el rey. Pero ella le responde que si ella se  presenta donde el rey sin haber sido llamada primero, ella moriría. Su temor era aumentado por el hecho de que hacía treinta días que ella no había sido llamada por el rey. ¿Estaría él molesto con ella? ¿Habría encontrado entre sus concubinas una mujer que lo atraía especialmente?
Mardoqueo le contesta que ella no escapará al destino de todos los judíos, y añade: Pero si tú no intercedes por tu pueblo, de otro lugar vendrá la liberación. ¿Qué está implícito en esta respuesta? La seguridad de que Dios no dejará perecer al pueblo elegido.
Mardoqueo le hace decir además: Quizá para esta hora tú has llegado a ser reina. Es decir: No es casualidad. Dios te ha puesto en ese lugar con un propósito. (3)
Quizá para esta hora estén ustedes y yo aquí. Es decir, con un fin preciso Dios ha querido que lleguemos a esta edad avanzada y que nos incorporemos a este ministerio de la Edad de Oro. ¿Cuál es ese fin sino el darle gloria, y traer a unos para que conozcan el Evangelio, y a otros para que sean edificados en su fe? La verdad es que Dios ha puesto a cada ser humano con un fin preciso en un lugar y tiempo determinado en el mundo. Muchos son inconscientes de ese fin, aunque involuntariamente lo cumplen. Pero el éxito espiritual de nuestra vida depende de que lleguemos a ser conscientes del propósito por el cual fuimos creados, y lo cumplamos.

Notemos que en la historia santa, en tiempos de opresión del pueblo judío, Dios siempre ha enviado a un salvador que venza a sus enemigos, o que los libere: Moisés, Gedeón, Sansón, Judas Macabeo… Y en esta oportunidad le tocó ese papel a Ester, una simple doncella que, escogida por el rey para ser su esposa, había sido elevada a la categoría de reina. Aquí vemos el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a su pueblo: “Ningún arma forjada contra ti prosperará y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio.” (Is 54:17a).
Pero notemos el contraste: Ninguna persona podía presentarse ante el rey sin haber sido llamada, pues arriesgaba su vida. Sin embargo, todos los seres humanos tienen acceso al trono de gracia de un Soberano mucho más excelso que todos los reyes humanos, para alcanzar misericordia y el oportuno socorro (Hb 4:16).
Entretanto, Amán, ofendido de que Mardoqueo no le rinda homenaje, por consejo de su mujer, hace preparar una horca para colgarlo (Est 5:14).
Al tercer día del ayuno Ester, arriesgando su vida, se viste de gala y se presenta inesperadamente en el aposento del rey. Éste no reacciona airadamente, como era de temer por el hecho de que ella no hubiera sido llamada, sino que le extiende su cetro en señal de favor, y le pregunta: ¿Cuál es tu petición? Ella le contesta que desea que el rey venga ese mismo día con Amán a un banquete que ella ha preparado para honrarlo. El rey acude y le pregunta nuevamente: ¿Cuál es tu petición? Ella le contesta invitando al rey el día de mañana a otro banquete en que ella desea que asista nuevamente Amán. El rey una vez más accede a su deseo (Est 5:6-8).
Pero esa misma noche, no pudiendo dormir, el rey hizo que le leyeran el libro de las crónicas del reino. Llegados al episodio del

complot de los dos eunucos contra el rey que Mardoqueo había denunciado, el rey preguntó: ¿Cómo se premió al hombre que denunció el complot? Los cortesanos le dijeron que no se había hecho nada en su favor. (6:1-3)
Entonces Asuero hizo venir a Amán y le preguntó: ¿Qué debe hacerse con un hombre al cual el rey quiere distinguir? Amán, creyendo que se trataba de él, le contestó que debía vestírsele con ropas reales, ponerle una corona de oro sobre su cabeza, y subirlo al caballo que el rey cabalga. Hecho lo cual debía paseársele por las plazas de la ciudad pregonando: Así se trata al hombre que el rey quiere honrar. Entonces el rey le dijo: Haz con Mardoqueo así como has dicho. (6:6-11) ¡Qué chasco!
Cumplido el encargo, Amán retornó a su casa apesadumbrado y con la cabeza cubierta de vergüenza. Y tenía buena razón para ello (v. 12). Él se había imaginado que el rey quería homenajearlo a él en público, pero resultó que el homenaje no era para él, sino para el hombre que él más odiaba. Y para mayor humillación suya, a él se le había dado el encargo de llevarlo a cabo. ¡Imagínense cómo se sentiría Amán pregonando el premio del hombre a quien él más odiaba!
En el segundo banquete convocado por Ester en el palacio real, con asistencia de Amán, ella denuncia la orden que se ha dado para destruir a todo el pueblo judío, y revela quién es el que la ha gestionado: Amán. Aparentemente el rey lo había olvidado.
Asuero se enfurece y bruscamente abandona la sala del banquete. Amán se queda y suplica a Ester por su vida y, en su afán angustiado, cae sobre el lecho sobre el cual estaba Ester recostada comiendo, según la costumbre persa que luego los romanos y los judíos adoptaron (Véase Jn 13:23). Asuero, que entretanto ha regresado, cree que el hombre la quiere violar y ordena en el acto que lo maten. Para ello cuelgan a Amán precisamente en la horca que él había preparado para Mardoqueo, Podemos ver aquí cómo la mano de Dios está detrás de los acontecimientos y coincidencias dirigiéndolo todo, y cómo se cumple el proverbio que dice: “El  justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo.” (11:8).
Se produce entonces un vuelco en la posición de Mardoqueo. Ester le revela al rey que ella es su prima. Entonces el rey le da a Mardoqueo el anillo con el sello real que antes había dado a Amán.
Ester le pide al rey que anule la orden que ha dado de matar a todos los judíos. El rey le contesta que un edicto suyo no puede ser anulado. Entonces ordena que Mardoqueo, en nombre suyo, mande un edicto real autorizando a los judíos de su reino a defenderse de sus enemigos y matarlos.
Llegado el día 13 de Adar, en lugar de ser destruidos, los judíos destruyen a sus enemigos con el apoyo de las autoridades del reino. Solamente en Susa mataron a 500 hombres, incluyendo a los diez hijos de Amán (Est 9:13,14). (4) El día 14 mataron a 300 hombres más. En las provincias mataron a 75,000 hombres, pero no tocaron sus bienes. Los judíos de Susa descansaron el día 15 e hicieron fiesta.
Se ha objetado que los judíos pudieran actuar con tanta crueldad con sus enemigos, matándolos a todos sin compasión. Pero debe recordarse que ellos vivían entonces bajo el antiguo pacto que decía: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18), pero que en la práctica aconsejaba odiar y destruir al enemigo.(cf Ex 17:14-16; Sal 139:21,22) Faltaban todavía siglos para que Jesús viniera a enseñar que también debemos amar a nuestros enemigos (Mt 5:44).
El prestigio de Mardoqueo aumentó al punto de que llegó a ser el segundo hombre del reino. Él ordenó a los judíos festejar los días 14 y 15 de Adar, porque en esos días tuvieron paz sobre sus enemigos.
La fiesta que conmemora este acontecimiento recibió el nombre de Purim, plural de Pur, y es celebrada por los judíos de todos los lugares y tiempos.
Notas: 1. Los eunucos eran los funcionarios de la corte real, encargados al comienzo principalmente del harén de los reyes, por lo que eran castrados en temprana edad. Véase Hch 8:27. No es improbable que Mardoqueo mismo fuera un eunuco, pues no estaba casado ni tenía hijos.
2. Según el Targum y el historiador Josefo, Amán era un descendiente de Amalec, por vía de su rey Agag. Ellos fueron los eternos enemigos de los judíos, que los habían atacado en Refidim, por lo cual hubo guerra sin cuartel entre ambos pueblos (Ex 17:8-16). Por eso Dios ordenó a Moisés que destruyera a los amalecitas (Dt 25:17-19).
Siglos después Saúl desobedeció a la orden de Dios de destruir a todos los amalecitas, pues perdonó la vida de Agag, su rey. Ese acto de desobediencia ocasionó que Jehová desechara a Saúl como rey. Samuel hizo traer a Agag y con sus propias manos lo mató (1Sm 15).
3. Dicho sea de paso, Si yo no cumplo la tarea que Dios me ha confiado, Él llamará a otro que le lleve a cabo en mi lugar, y yo me habré perdido mi recompensa.
4. Se supone que Amán sería un descendiente de un hijo de Agag que escapó de la matanza que hizo Saúl de los amalecitas. Es muy significativo que fuera un amalecita, perteneciente al pueblo que fuera el eterno enemigo de los hebreos, el que tramara destruir definitivamente al pueblo judío. Pero con la muerte de Amán y de sus hijos (Est 9:13,14) la orden dada a Moisés fue definitivamente ejecutada.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#948 (23.10.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 14 de mayo de 2014

JUAN BAUTISTA II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
JUAN BAUTISTA II
Juan empieza su ministerio
Siendo de estirpe sacerdotal Juan hubiera podido reclamar un lugar como sacerdote en el
servicio del templo, pero al irse al desierto él renunció a esa prerrogativa. Esa renuncia era una denuncia implícita del formalismo y de la hipocresía del culto establecido.
Lucas, como historiador acucioso, se ha tomado la molestia de indicar en qué año comenzó Juan a predicar a las multitudes: el año 15 del emperador Tiberio (Lc 3:1), esto es, el año 26 o 27 DC, cuando él tendría unos treinta años. (Nota 1)
Dice además Lucas: “Vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.” (v. 2). Él no empezó su ministerio por propia iniciativa, sino fue Dios quien le ordenó hacerlo, diciéndole además lo que tenía que proclamar. Lucas subraya la semejanza del comienzo del ministerio de Juan con el de Jeremías y Ezequiel, a quienes también vino palabra del Señor (Jr 1:2; Ez 1:3).
Juan comenzó su ministerio público predicando en las regiones desérticas no muy lejanas de la desembocadura del río Jordán en el Mar Muerto, frente a Jericó y a la vista del Monte Nebo (Mt 3:1-12), precisamente el lugar por donde los israelitas siglos atrás entraron a la tierra prometida para conquistarla.
Su mensaje era sencillo pero contundente y sin concesiones: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado. ” (v. 2). ¿Qué es lo que tiene que hacer la gente para preparar la venida del Señor en todos los tiempos? Arrepentirse. Si no hay arrepentimiento Dios no puede hacer su obra en nosotros. Los avivamientos han sido siempre tiempos de arrepentimiento individual y colectivo.
Es el mismo mensaje que predicará Jesús cuando Él, a su vez, empiece poco después su ministerio, añadiendo las palabras: “Creed en el Evangelio.”, esto es, en las buenas nuevas que yo predico. (Mr 1:14,15).
La predicación de Juan había sido anunciada por Isaías: “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.” (Lc 3:4; cf Is 40:3).
Él estaba vestido como solía vestirse Elías: con una piel de camello –que no debe haber sido muy suave- y un cinto de cuero alrededor de sus lomos (2R 1:8); y se alimentaba de langostas y de miel silvestre. (Mt 3:4) Notemos que él no se alimentaba de las langostas que se ofrecen en los restoranes de lujo actuales como un plato exquisito y caro, sino de las langostas que pululan en el desierto, alimento al que las personas carentes de recursos solían recurrir.
Su predicación tuvo una gran acogida popular, porque las multitudes de Jerusalén, de toda Judea y de las regiones alrededor del Jordán venían a él para ser bautizadas confesando sus pecados (v. 5,6). La palabra de Juan estaba tan ungida que al escucharla la gente era tocada por el Espíritu Santo, y se volvían concientes de que eran unos pecadores y de que necesitaban cambiar de vida.
El bautismo de Juan será imitado por los discípulos de Jesús (Jn 4:1-3), y prefigura el bautismo que practicará la Iglesia después de Pentecostés (Hch 2:38-41). Jesús, retando a los fariseos a que le respondan, dio a entender que el bautismo de Juan era del cielo, es decir, le había sido inspirado por Dios (Mr 11:30-32).
Juan reprendía sin miedo a los fariseos y sacerdotes que venían a escucharlo: “¡Raza de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” (Lc 3:7) ¡Qué amables eran sus palabras! Los profetas no siempre son amables al transmitir el mensaje de Dios.
También les decía: “Haced pues frutos dignos de arrepentimiento.” (v. 8a). Es decir, mostrad con vuestras obras que vuestra conversión es sincera.
Ellos creían que el hecho de ser “hijos de Abraham” (v. 8b), es decir, descendientes suyos, les aseguraba la salvación. Pero él los disuade: los vínculos de sangre y la ascendencia, por noble que sea, no significan nada delante Dios. Cada cual debe responder por sí mismo delante de su trono, y recibirá la recompensa que merece. También hoy día muchos creen que por pertenecer a una familia cristiana y asistir regularmente a la iglesia, tienen el cielo asegurado. Pero no es así.
Según Lucas, él incluye en su discurso las palabras: “Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles.” Y les advierte que el árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego (v. 9), (2) para mostrarles la urgencia de tomar una decisión. Ése es un mensaje que debemos repetir hoy día.
Tocados por sus palabras, la gente, como ocurrirá luego en Pentecostés (Hch 2:37), le preguntaba: ¿Qué cosa debemos hacer? “El que tiene dos túnicas dé una al que no tiene.” Y el que tiene qué comer, comparta de lo suyo. Es decir, lo que tú posees no es sólo para ti. Dios te lo ha dado no sólo para tu propio beneficio, sino también para que bendigas a otros (cf Is 58:7). A los publicanos (la clase social más despreciada por los judíos) que le hacían la misma pregunta les contestó: “No exijáis más de lo que está ordenado.” Es decir, no abuses de tu posición para enriquecerte. Y a los soldados les dijo: “No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestra paga.” (Lc 3:10-14). ¡Qué actuales son estos consejos! ¡Cómo viniera el Bautista a predicárnoslas por calles y plazas y edificios públicos para reprendernos por nuestra conducta! Los tiempos habrán cambiado, pero no las malas costumbres.
Juan anuncia enseguida la venida de uno mayor que él, de quien él no es ni siquiera digno de llevar su calzado (que era una tarea de esclavos). Notemos la humildad de Juan.
“Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3:11) Pero Él hará algo más: “Limpiará su era.” (v. 12) Es decir, su heredad, su propiedad.
Él es el dueño del mundo. Separará la paja del trigo. El trigo irá a su granero (el cielo), y la paja será quemada en el lugar cuyo fuego nunca se apaga (el infierno). ¿Tú eres paja o eres trigo?
¿Qué cosa eres tú? ¿Cómo vives? ¿Como paja o como trigo? ¿Cómo tratas a tu prójimo? (1Cor 3:12-15).
¿Por qué debemos predicar el Evangelio a los perdidos? No porque seamos buena gente, no sólo porque amamos a Jesús, sino porque los pecadores están en grave peligro de condenarse para siempre, como lo estábamos nosotros antes de convertirnos.
Juan da testimonio tres veces acerca de Jesús
Juan dio un testimonio extraordinario de Jesús ante los sacerdotes y levitas que las autoridades del templo habían enviado para averiguar quién era él. (Jn 1:19-28).
Él negó ser el Cristo, negó también ser Elías (es decir, ser Elías en persona, cuya aparición al final de los tiempos estaba anunciada, Mal 4:5), y también negó ser el profeta anunciado por Moisés (cf Dt 18:15,18, que no sería otro sino Jesucristo). Le preguntaron entonces: “¿Tú quién eres?” Y contestó como sabemos: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.” (Jn 1:19,23; cf Is 40:3). ¿Qué quiere decir con esto? Cambien su manera de vivir, para que puedan recibir al Enviado de Dios como conviene.
Y añadió: “En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis... Él viene después de mí, pero es antes de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su calzado.” (Jn 1:26-28).
¿Cómo es eso de que “es antes de mí” si Juan era seis meses mayor? Es antes de él porque existía desde siempre. Las palabras de Juan son una referencia a la eternidad del Verbo (Jn 1:1), y nos recuerdan la palabras que Jesús dijo en otra ocasión: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” (Jn 8:58).
Al día siguiente Juan vio a Jesús que venía hacia él y dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” (Jn 1:29). Ésta es la primera vez en los evangelios en que se menciona esta figura simbólica del cordero, que para nosotros tiene tanto significado.
Para los judíos el cordero era el animal que Abraham ofreció en holocausto en lugar de su hijo Isaac sobre el monte Moriah (Gn 22:13); era el animal que fue sacrificado la noche de la Pascua en Egipto antes de que salieran de ese país (Ex 12:1-36); y el animal que era ofrecido diariamente en el templo como expiación por la culpa (Lv 14:12-21). En boca de Juan es una referencia velada al sacrificio de Cristo en la cruz, muerto en expiación de los pecados de los hombres, como había profetizado Isaías (53:3-10).
La noción del cordero que quita el pecado del mundo tiene un antecedente en los machos cabríos que se menciona en el libro de Levítico: el macho cabrío que fue sacrificado en expiación de los pecados del pueblo (Lv 9:3,15), y el otro macho cabrío que en el Día de Expiación llevaba todas las iniquidades del pueblo y era enviado al desierto (Lv 16:20-22).
¿Cómo quita el Cordero de Dios el pecado del mundo? Llevándolo en su cuerpo sobre el madero, como dice Pedro (1P 2:24), pero también perdonando los pecados de todos los que se arrepienten sinceramente de ellos y creen en Él.
Juan añade que él no lo conocía, aunque lo conocía ciertamente pues era su pariente, pero no conocía hasta ese momento el papel que Jesús iba a desempeñar en los planes de Dios. Y sigue diciendo Juan que “el que lo envió a bautizar con agua…me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu Santo, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Yo le vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios.” (Jn 1:33,34). Él va a administrar un tipo diferente de bautismo, el bautismo anunciado por Ezequiel, que confiere el propio Espíritu de Dios al que lo recibe (Ez 36:25-27).
Nuevamente al siguiente día Juan estaba con dos de sus discípulos, y al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo de nuevo: “He aquí el Cordero de Dios.” (Jn 1:35,36). Entonces los dos discípulos siguieron a Jesús. Posiblemente intrigados por la frase de Juan querían averiguar más acerca de Él. Esos dos discípulos de Juan, que después lo fueron de Jesús, eran Andrés, hermano de Pedro, y Juan, el evangelista (v. 37-40).
Bautismo de Jesús (Mt 3:13-17)
(Es muy probable que este episodio ocurriera durante los días en que Juan Bautista dio testimonio acerca de Jesús)
Jesús le pide a Juan que lo bautice, pero Juan se niega diciendo que más bien debería ser al revés, que Jesús lo bautice a él. Pero Jesús insiste diciendo que “conviene que cumplamos toda justicia.” (v. 15). ¿Qué quería decir con eso?
Jesús no tenía pecados que confesar ni necesidad alguna de que le fueran perdonados. ¿Por qué se hizo bautizar por Juan diciendo: “cumplamos toda justicia”? Jesús había venido a salvar a los pecadores. Al hacerse bautizar como si fuera uno de ellos, Él se identifica con los pecadores a los que Él había venido a salvar. Él se humilla haciéndose como uno de ellos.
Entonces Juan accede a ese pedido que le parece extraño, lo sumerge en el río, y cuando Jesús sale del agua ve que los cielos se abren y el Espíritu Santo desciende en forma de paloma para posarse sobre Jesús, al mismo tiempo que se oye una voz del cielo que proclama: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia.” (v. 16,17).
Aquí en este episodio vemos una manifestación única de la Trinidad: el Padre que hace escuchar su voz, el Hijo que es bautizado, y el Espíritu Santo que desciende como paloma sobre la cabeza de Jesús.
La voz de Dios en ese momento está diciendo: Este es un acto muy importante.
Esas mismas palabras, que son una cita de Isaías 42:1, se volvieron a oír cuando Jesús fue transfigurado en el monte Tabor delante de los tres apóstoles que lo acompañaban. (Mt 17:5).
De esa manera se empezó a cumplir la profecía de Isaías acerca del Siervo de Jehová en la que figura esa frase, y en la que se dice entre otras cosas: “Él traerá justicia a las naciones. No gritará ni alzará su voz…no quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo humeante…” (Is 42:1ss).
En otra ocasión, cuando Juan para seguir bautizando, se había ido a Enón, cerca de Salim, porque allí había muchas aguas, le dijeron que Aquel a quien él había bautizado también bautizaba y todos iban a Él, que es como si le dijeran: Mira, te ha salido competencia. Juan les contestó diciendo entre otras cosas: “Es necesario que Él crezca y que yo mengüe.” (Jn 3:22-30) Esta frase, que muestra la grandeza de alma de Juan, se puede aplicar a todos nosotros: Es necesario que mi ego mengüe para que Cristo crezca en mí, para que sus virtudes y su manera de ser se hagan patentes en mí. En suma, que yo muera a mí mismo y me haga como es Él, dispuesto a sacrificar mi comodidad para servir a mi prójimo. En la práctica sabemos que muchas veces hacemos lo contrario, queremos engrandecernos nosotros a costa de que Cristo mengüe.
Notas: 1. En la antigüedad era costumbre contar el tiempo a partir del inicio del reinado del soberano. Por ejemplo: “En el año 18 del rey Jeroboam…” (1R 15:1). En el caso concreto de la fecha indicada por Lucas existe la duda de si el primer año del emperador fue el año de la muerte de su predecesor Cesar Augusto (el año 14 DC), o el año en que Tiberio fue asociado como coregente al gobierno de su tío (el año 11 o 12 DC). Esta última posibilidad es la más probable, por lo que el inicio de su predicación se situaría entre los años 26 y 27 DC. Pero hay quienes sostienen que los años del reinado de Tiberio deben contarse a partir del año en que él gobernó solo, lo que colocaría los acontecimientos descritos aquí entre los años 28 y 29 DC.
2. Las imágenes que usa Juan, y usará luego Jesús, están en gran parte tomadas de Isaías: El derramamiento del Espíritu de lo alto (Is 32:15); raza de víboras (59:5); árboles cortados (10:33,34), etc.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#809 (22.12.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

martes, 8 de abril de 2014

PIEDRAS VIVAS

LA VIDA Y LA PALABRA

Por  José Belaunde M

PIEDRAS VIVAS

El apóstol Pedro escribió en su primera epístola: "Acercándonos a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo." (2:4,5)
La sola idea de piedra viva es una contradicción: no hay nada más muerto que una piedra. No se mueve, no respira, está fría. Pero esto no debe sorprendernos. El Evangelio está lleno de nociones que contradicen a los conceptos del mundo, pues Jesús mismo fue puesto por "señal que será contradicha" (Lc 2:34). Por ello es que la vida del cristiano está llena de lo que son contradicciones para el mundo, según dice Pablo: "como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo." (2Cor 6:8-10).
Nuestro modelo de piedra viva es Jesucristo, la piedra angular sobre la cual todo el edificio es edificado, (Is 28:16; 1P 2:6). Está vivo con la vida de Dios y es nuestra fuente de vida "porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad". (Col 2:9).
Nosotros estamos vivos con la vida que recibimos de Él cuando nacimos de lo alto. Como la vid comunica su vida a todos los renuevos que brotan en ella, así también nosotros tenemos vida si permanecemos en Él como sarmientos en la cepa (Jn 15:4,5).
Nadie es piedra viva para sí mismo, sino para ser utilizado en la edificación de la casa espiritual que Dios está construyendo para morada suya entre los hombres (Ef 2:22). El modelo de su construcción es el que vio Moisés en el espíritu y que sirvió también para el tabernáculo del desierto (Ex 26:30) y para el templo que edificó Salomón (Hb 8:5), hecho éste de piedras muertas.
Las piedras con que se construye el nuevo templo espiritual han sido sacadas de la cantera situada en el desierto que es el mundo, morada de búhos y chacales (Is 34:14,15). Cristo nos rescató del reino de las tinieblas y nos trajo al reino de su luz admirable (1P 2:9), al valle florido donde se construye su templo.
Pero antes de ser utilizados en su edificación tenemos que ser tallados por Él. Primero a golpes potentes de mazo, luego, a medida que vamos tomando la forma que Él requiere, con cinceles cada vez más finos y golpes cada vez más precisos, hasta que por fin estamos listos para ser colocados en el sitio que Él ha previsto.
La piedra no escoge su lugar sino es colocada por el arquitecto de acuerdo a la ubicación prevista en sus planes. Si la piedra se pusiera a discutir y se negara a ser colocada en su sitio, correría el peligro de ser descartada.
Una vez que ha sido puesta en el lugar destinado, por una grúa que tiene forma de cruz, la piedra colabora en el equilibrio de las fuerzas dinámicas que rigen la construcción. La piedra soporta la presión de los bloques que están encima y, a su vez, es soportada por los que están debajo y a sus lados. Así, nosotros colaboramos con el sostenimiento del edificio "soportándonos unos a otros y perdonándonos unos a otros" (Col 3:13), y tratando de no ser un peso excesivo para las piedras que, a su vez, también nos soportan,
La piedra debe encajar perfectamente en su sitio. Si no encaja bien hace peligrar la estructura del edificio y tendría que ser desechada. Así también, nosotros, lo seremos igualmente si somos tercos y nos rebelamos contra las presiones que nos toca sobrellevar.
La piedra, una vez puesta en la pared, sufre sin quejarse ni protestar los embates del mal tiempo, del viento, la lluvia y la nieve. Está allí precisamente para eso, para guarecer el interior del templo. ¿Qué sería del edificio si las piedras del muro, asustadas por los embates de la tempestad que ruge en el mundo, quisieran retirarse a un sitio más protegido? Pero los bloques de piedra pueden resistir porque han sido "fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad". (Col 1:11)
La piedra que está en contacto con el mundo es machucada, golpeada, rayada por los transeúntes, pero, llena del amor de Dios "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (1Cor 13:7)
En todo edificio bien construido hay piedras de diversas formas, no son todas iguales. Así como el alfarero nunca hace dos cántaros  iguales, Dios nunca hace dos piedras iguales. Todos somos únicos ante sus ojos. Las piedras cumplen, asimismo, diversas funciones de acuerdo a sus diversas formas. Si así no fuera el edificio no sería "funcional", sino una construcción monótona, amorfa e inútil. "Si todo el cuerpo fuese ojo ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído ¿dónde estaría el olfato?” pregunta Pablo en primera a Corintios (12:17).
Hay piedras que son fundamento: los apóstoles y profetas (Ef 2:20). Hay piedras que son columnas: sostienen las estructuras  (Gal 2:9). En la base de las columnas hay piedras cuadradas, sólidas; hay piedras cilíndricas y bien pulidas en la espiga; otras son capiteles, de variadas formas, artísticamente labradas. Ellas alegran y dan vida al conjunto.
Hay piedras curvas que forman parte de los arcos, unen una columna con otra, o muro con columna. La esbeltez de los arcos parece desafiar las leyes de la mecánica. El trazo de las uniones requiere osadía y firmeza, pero sin ellas el edificio no podría adquirir altura ni amplitud (Hab 3:19). Sólo un calculista muy sabio -el divino calculista- puede calcular la curvatura y el espesor de sus elementos. Si se equivocara, se desmoronaría la estructura. Pero no puede equivocarse.
En los arcos y en las bóvedas hay piedras claves, colocadas en el medio, sin las cuales unos y otros se derrumban. Tienen que haber sido cinceladas con gran precisión y colocadas con todo cuidado para que encajen perfectamente en el centro, sin inclinarse ni a un lado ni al otro. Son como balanzas fieles. Así hay cristianos que son llamados a juzgar entre hermano y hermano y deben hacerlo sin distinción de personas (St 2:9).
En el edificio hay piedras macizas, las hay también talladas en filigrana. Hay piedras visibles, admiradas por todos; hay piedras ocultas, cuya existencia nadie conoce, pero son las más necesarias. Son los intercesores que se colocan en la brecha por otros (Ez 22:30).
Hay piedras en el coro donde resuena la alabanza: son los músicos y cantores (Sal 95:1-3; Sal 150). Hay piedras en los vitrales, por donde entra la luz que ilumina a otros: son los maestros (2Tm 2:2). Hay piedras en las puertas, por donde entran los convidados a la boda: son los evangelistas (2Tm 4:5).
Hay piedras en las bóvedas que coronan el edificio, exaltadas (Jb 36:7). Hay piedras humildes, colocadas en el piso, por donde la congregación camina y que todos pisan. En el último día serán las más apreciadas (Lc 13:30).
Pero todas juntas hacen el templo que Dios construye para morada suya: Está en construcción y, a la vez, está completo. Es local y a la vez, es visible por todo el orbe. Como sus piedras son vivas y no muertas tienen una propiedad maravillosa: no sólo han sido edificadas como casa espiritual, sino también como "sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios." (1P 2:5).
No hay edificio en el mundo cuyas piedras sean algo más que bloques mudos, inertes, pero las piedras de este edificio ofician en él. Por ello es un edificio también vivo, donde resuenan sacrificios de alabanza que las piedras profieren  con su boca, "fruto de labios que confiesan su nombre" (Hb 13:15). Incluso, en el sitio que Dios les tiene asignado, ofrecen sacrificios de ayuda mutua, de los que Dios se agrada (Hb 13:16).
Jesucristo es la piedra angular "en quien todo el edificio bien coordinado va creciendo" (Ef 2:21). Si el edificio no crece en Cristo, tiene que ser desechado. Si se pone otro fundamento, es un templo falso. Hay tantos templos falsos en el mundo que atraen a la gente, que han sido construidos sobre fundamentos engañosos. Sus piedras se creen vivas, pero están muertas.
Nosotros queremos sacarlas de su engaño, limpiarlas de sus ídolos y traerlas a nuestro templo. Tenemos el mandato de Cristo para hacerlo y podemos lograrlo, porque nuestro templo es un templo vivo, del que brotan aguas "debajo del umbral de la casa" (Ez 47:1), de la roca misma, que es Cristo (1Cor 10:4), y que fluyen hacia los campos resecos del mundo, primero como un riachuelo que poco a poco se va anchando, pero que luego va aumentando hasta convertirse en un río de agua viva, en cuyas riberas "crece toda clase de árboles frutales, cuyas hojas nunca caen, ni falta su fruto" (Ez 47:12). Y toda alma que nade en esas aguas y beba de ellas vivirá eternamente.


Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
NB Este escrito fue presentado como trabajo en el curso de Entrenamiento Ministerial en la “Comunidad Cristiana Agua Viva” el año 1990. Fue publicado el 14.01.01 en la desaparecida revista “Oiga” bajo el pseudónimo de “Joaquín Andariego” que usaba entonces. Se distribuyó en forma limitada mediante fotocopias a finales de 1999. Se volvió a imprimir el año 2006 y se vuelve a imprimir nuevamente en la fecha.


ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

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lunes, 28 de diciembre de 2009

LLAMADO INDIVIDUAL Y CONSAGRACIÓN

En los dos artículos anteriores estuvimos hablando acerca de cómo Dios escoge a algunas personas para llevar a cabo misiones específicas para bien de su pueblo o de toda la humanidad, o simplemente, para cumplir determinados propósitos.

Vimos, con ayuda de algunos ejemplos de la Biblia, cómo Dios llamó en el curso de la historia de Israel, y al comienzo de la vida de la Iglesia, a algunos personajes cuyas andanzas y vicisitudes han quedado registradas en la historia santa. Hablamos de Moisés, Abraham, David y Pablo.

Pero conviene que tengamos en cuenta que Dios no sólo tiene propósitos y tareas específicas para algunos seres excepcionales, sino que Él llama a cada ser humano que pisa la tierra a desempeñar una función y un propósito concreto dentro de su plan; plan que, dicho sea de paso, abarca a cada hombre y mujer que Él crea.

Él nos ha creado, en efecto, a cada uno de nosotros con una finalidad específica. No sólo a los que Él ha escogido para salvarlos, a los que creen en Él y desean servirlo, sino a todos los hombres, incluso a los malvados. Dice la Escritura en efecto en Proverbios: "Todas las cosas ha hecho el Señor para sí mismo; incluso al impío para el día malo" (Pr 16:4). (Nota)

Ahora bien, nosotros no podemos entender los secretos del plan de Dios, ni tampoco cómo Satanás y sus huestes actúan en el mundo para contrarrestar los propósitos de Dios, que siempre son buenos. Ni menos podríamos entender por qué caminos Dios usa la maldad de los hombres y las artimañas del Maligno para sacar adelante sus buenos propósitos y hacer que su voluntad se cumpla. En verdad, todos, hombres y mujeres, ángeles y demonios, están al servicio del plan de Dios, aunque no lo sepan.

Pero si bien es cierto que la mayor parte de la humanidad, que no conoce a Dios, que no cree en Él ni desea servirle, sirve a sus propósitos sin quererlo, o más aun, a pesar suyo, los que creen en Él y le aman, pueden colaborar conciente y voluntariamente con los planes concretos que Él tiene para sus vidas y para las de otros, y así cumplir de una manera más eficiente los deseos que Él tiene para cada uno.

Lo que tenemos que hacer para ello es pedirle de una manera insistente y ferviente que nos revele, que nos haga saber, con qué propósito, con qué finalidad, nos ha hecho Él nacer, con qué fin nos ha puesto en el lugar que ocupamos en el mundo.

Pues no debemos dudar de que si hemos nacido en tal año, en tal nación, y en tal familia, y en tal situación económica y social, no es como resultado del azar, de pura casualidad. Él ha creado individualmente a cada ser humano y lo ha colocado en el tiempo, en el lugar y en la posición que Él ha elegido especialmente para cada hombre. Nótese bien: nosotros somos todos responsables de la manera cómo desempeñamos el papel que Él nos ha asignado en la vida y en la sociedad, de cómo negociemos con los talentos que Él nos ha dado.

Es cierto que Él ha creado a todos los seres humanos para que le amen, le adoren y le den gloria, y para que cumplan sus mandamientos, como dice el Catecismo. Ese es su propósito general para todas sus criaturas.

Pero a algunas personas las ha creado más específicamente para ser buenos padres o madres, o buenos ciudadanos, o para ocupar determinados cargos, o desempeñar determinadas funciones en la sociedad. A algunos, por ejemplo, para ser jueces o gobernantes; a otros, para ocupar posiciones intermedias; mientras que a otros, la mayoría, los ha llamado para ocupar posiciones humildes. Pero todas esas posiciones, las elevadas y las modestas, son importantes y tienen un lugar dentro de su plan, y algún día veremos cómo muchos de los que ocuparon posiciones altas están debajo de los que ocuparon posiciones bajas, según las palabras de Jesús: "Los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos". (Lc 13:30). Porque no es el rango o la importancia de la posición lo que cuenta para Dios, sino la disposición del corazón con que se cumplen las tareas que Él nos ha asignado.

Si nosotros le pedimos a Dios que nos muestre cuál es la tarea específica que Él desea que nosotros cumplamos, Él nos va a empezar a revelar poco a poco qué espera de nosotros, qué papel ha previsto que desempeñemos. En consecuencia, nuestra vida va a empezar a tomar una dimensión espiritual desconocida, no soñada por nosotros, en que muchos sucesos y circunstancias, cuyo sentido no podíamos entender, aparecerán bajo una luz inesperada.

Si además nosotros nos ponemos a su disposición, y le pedimos que nos utilice día a día; si le consagramos todo nuestro ser, nuestras facultades, nuestros talentos, nuestro tiempo y, sobre todo, nuestra voluntad; y si, adicionalmente, le pedimos que nos utilice para ser de bendición para otros , Él va a tomar nuestra palabra en serio, y va a empezar a usarnos para propósitos concretos; unos de largo alcance, otros de corto aliento, sea para ayudar a muchos de nuestros semejantes de diversas maneras durante un lapso más o menos largo de tiempo, sea para ayudar a un solo individuo en una ocasión única y no repetida.

Y al comenzar a ser nosotros un motivo de bendición para otros, Él va a empezar a bendecirnos de maneras que nosotros no imaginamos y nos mostrará su favor por caminos insospechados.

Ahora bien, Dios no nos revela siempre cómo Él quiere usarnos y cómo nos usa específicamente. Le basta que nosotros deseemos ser empleados por Él para que Él pueda aprovechar la buena disposición de nuestro corazón. Y puede ocurrir que al cabo de cierto tiempo, nosotros caigamos en la cuenta de que durante el tiempo en que nosotros sentíamos que Dios no respondía a nuestro pedido de que Él nos use, y nos preguntábamos por qué no lo hacía, Él ya nos estaba utilizando para sus fines; ya nos estaba usando para bien de nuestros semejantes de una forma que no podíamos adivinar, y sin que nosotros nos diéramos cuenta.

Lo cierto es que pedirle a Dios que se valga de nosotros, trae felicidad a nuestras vidas, porque Él se ocupará de los menores detalles de nuestra existencia: de nuestra casa, de nuestras finanzas, de nuestra familia. Viviremos entonces realmente, como dice el salmista: "Bajo el amparo del Altísimo y a la sombra del Omnipotente". (Sal 91:1). Él nos protegerá de las circunstancias adversas, cuidará de nuestras posesiones, prosperará nuestras ocupaciones.

Eso no quiere decir que nos sean ahorradas las pruebas. Las pruebas y las tentaciones son necesarias porque nosotros crecemos a través de ellas. Pero bien puede ocurrir, y sucede de hecho, a juzgar por testimonios que he escuchado más de una vez, que con frecuencia Dios utiliza nuestros períodos de prueba, nuestras tribulaciones, y cuando más afligidos estamos, para bendecir a otros. En muchos casos es precisamente durante los momentos más difíciles de nuestra vida, cuando Dios más nos usa.

Un caso que ilustra bien lo que quiero decir es el episodio en la vida de Pablo en el que él y Silas, después de haber sido azotados, fueron arrojados a un oscuro calabozo en la cárcel de Filipos. Ellos, en lugar de desanimarse y quejarse, se pusieron a alabar a Dios y a cantarle salmos. De repente se produjo un terremoto, se abrieron las puertas de la cárcel y se les cayeron las cadenas. Como resultado de esa conmoción, el carcelero creyó en Dios y fue bautizado junto con su familia. Poco después Pablo y Silas fueron liberados (Hch 16:16-34).

Dios los había llevado a esa prisión para salvar a ese carcelero y a su familia. Ahora, aunque no lo narre la historia, ¿podemos imaginar a cuánta gente en la prisión de ahí en adelante el carcelero, que había experimentado tan poderosamente el poder de Dios, debe haber hablado de Cristo y haber animado a convertirse? La tribulación momentánea por la que pasaron Pablo y Silas produjo –podemos pensarlo- una gran cosecha de almas así como un gran peso de gloria en ellos.

Pidámosle pues a Dios sin temor alguno que Él nos use para bendecir a otros, y nosotros veremos, como resultado de nuestra oración, cuántas personas acuden a nosotros a pedirnos consejo o ayuda. Y en la medida en que nosotros sirvamos a esas personas, Dios usará a otros para que, a su vez, nos bendigan y nos sirvan.

Es bueno que nosotros le entreguemos a Dios todos los días en la mañana nuestra voluntad y la libertad de decisión que Él nos ha dado, porque por más que logremos someter nuestra voluntad a la suya durante veinticuatro horas, es seguro que al día siguiente volveremos nuevamente a querer hacer lo que nos da la gana. No hay nada más difícil que sujetar nuestra voluntad a la de Dios.

Por eso es que nosotros debemos repetir diariamente ese acto de sumisión que he sugerido, para que se vuelva en nosotros finalmente una actitud natural y habitual. ¡Qué gran bendición para nuestras vidas, para la de nuestras familias y para muchos conocidos y desconocidos podemos nosotros ser si lo hacemos así todos los días, y la unión de nuestra voluntad con la de Dios se convierte para nosotros en una segunda naturaleza!

Quisiera hacer una observación final: Con frecuencia se habla de la necesidad de mostrar amor a las personas. Eso nos gusta y es ciertamente muy bueno. Pero hay una diferencia entre mostrar amor y mostrar misericordia. Nosotros crecemos espiritualmente mucho más mostrando misericordia porque la misericordia se inclina hacia el dolor, se acerca a la miseria humana, y hay en ello algo penoso, sacrificial, que exige esfuerzo. Y también porque al hacerlo, nos asemejamos a Jesús que se inclinaba hacia los miserables.

Se muestra misericordia al que la necesita porque carece de lo más necesario o está sufriendo, no a los que prosperan y están felices. En cambio se puede mostrar amor a toda persona, esté en una buena situación o en una mala. Pero el contacto con el dolor humano exige negarse a sí mismo en mayor medida que codearnos con la prosperidad y la felicidad, y por eso nos es provechoso.

Sin embargo, se puede mostrar también misericordia a los que prosperan pero están caminando por el sendero ancho que lleva a la perdición. Ellos son de todos los seres humanos los que más misericordia necesitan. Se les muestra misericordia mostrándoles el camino angosto que lleva a la salvación, e invitándolos a aceptar a Cristo en sus vidas.

Nota : Un caso interesante que ilustra lo que dice ese proverbio figura en el libro de Ester. Es el del malvado Amán, que Dios usó para provocar que el pueblo de Israel obtuviera una gran victoria sobre sus enemigos (Est 9:2-6). Otro más patente es el de Judas, y el de las otras personas que Dios usó para que Jesús fuera condenado y padeciera la muerte que en su eterno consejo había previsto (Hch 2:23; 4:27,28).