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viernes, 24 de septiembre de 2021

¿QUÉ PASÓ CON EL DULCE JESÚS? CONTRASTES EN JESÚS II



¿QUÉ PASÓ CON EL DULCE JESÚS?  
CONTRASTES EN JESÚS II

¿Qué pasó con el dulce Jesús que dice esas cosas terribles? ¿Cómo explicar que use ese lenguaje?

¿Por qué no fue compasivo con los fariseos? ¿Por qué no estuvo dispuesto a perdonarlos? Es que si hay algo que Dios abomina, y que Jesús detesta, es la falsedad, la simulación y la mentira.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

"¿TAN MANSO DEBO SER?" CONTRASTES EN JESÚS I


¿TAN MANSO DEBO SER?

CONTRASTES EN JESÚS I

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen.” (Mt 5:43,44)

¿Cómo Señor? ¿Tengo que amar a los que me odian y hacer el bien a los que me hacen daño? ¡Estaría loco! Si quieres ser un hijo digno de tu Padre que está en los cielos, así debes actuar, porque “Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.” 

martes, 8 de abril de 2014

PIEDRAS VIVAS

LA VIDA Y LA PALABRA

Por  José Belaunde M

PIEDRAS VIVAS

El apóstol Pedro escribió en su primera epístola: "Acercándonos a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo." (2:4,5)
La sola idea de piedra viva es una contradicción: no hay nada más muerto que una piedra. No se mueve, no respira, está fría. Pero esto no debe sorprendernos. El Evangelio está lleno de nociones que contradicen a los conceptos del mundo, pues Jesús mismo fue puesto por "señal que será contradicha" (Lc 2:34). Por ello es que la vida del cristiano está llena de lo que son contradicciones para el mundo, según dice Pablo: "como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo." (2Cor 6:8-10).
Nuestro modelo de piedra viva es Jesucristo, la piedra angular sobre la cual todo el edificio es edificado, (Is 28:16; 1P 2:6). Está vivo con la vida de Dios y es nuestra fuente de vida "porque en Él habita toda la plenitud de la divinidad". (Col 2:9).
Nosotros estamos vivos con la vida que recibimos de Él cuando nacimos de lo alto. Como la vid comunica su vida a todos los renuevos que brotan en ella, así también nosotros tenemos vida si permanecemos en Él como sarmientos en la cepa (Jn 15:4,5).
Nadie es piedra viva para sí mismo, sino para ser utilizado en la edificación de la casa espiritual que Dios está construyendo para morada suya entre los hombres (Ef 2:22). El modelo de su construcción es el que vio Moisés en el espíritu y que sirvió también para el tabernáculo del desierto (Ex 26:30) y para el templo que edificó Salomón (Hb 8:5), hecho éste de piedras muertas.
Las piedras con que se construye el nuevo templo espiritual han sido sacadas de la cantera situada en el desierto que es el mundo, morada de búhos y chacales (Is 34:14,15). Cristo nos rescató del reino de las tinieblas y nos trajo al reino de su luz admirable (1P 2:9), al valle florido donde se construye su templo.
Pero antes de ser utilizados en su edificación tenemos que ser tallados por Él. Primero a golpes potentes de mazo, luego, a medida que vamos tomando la forma que Él requiere, con cinceles cada vez más finos y golpes cada vez más precisos, hasta que por fin estamos listos para ser colocados en el sitio que Él ha previsto.
La piedra no escoge su lugar sino es colocada por el arquitecto de acuerdo a la ubicación prevista en sus planes. Si la piedra se pusiera a discutir y se negara a ser colocada en su sitio, correría el peligro de ser descartada.
Una vez que ha sido puesta en el lugar destinado, por una grúa que tiene forma de cruz, la piedra colabora en el equilibrio de las fuerzas dinámicas que rigen la construcción. La piedra soporta la presión de los bloques que están encima y, a su vez, es soportada por los que están debajo y a sus lados. Así, nosotros colaboramos con el sostenimiento del edificio "soportándonos unos a otros y perdonándonos unos a otros" (Col 3:13), y tratando de no ser un peso excesivo para las piedras que, a su vez, también nos soportan,
La piedra debe encajar perfectamente en su sitio. Si no encaja bien hace peligrar la estructura del edificio y tendría que ser desechada. Así también, nosotros, lo seremos igualmente si somos tercos y nos rebelamos contra las presiones que nos toca sobrellevar.
La piedra, una vez puesta en la pared, sufre sin quejarse ni protestar los embates del mal tiempo, del viento, la lluvia y la nieve. Está allí precisamente para eso, para guarecer el interior del templo. ¿Qué sería del edificio si las piedras del muro, asustadas por los embates de la tempestad que ruge en el mundo, quisieran retirarse a un sitio más protegido? Pero los bloques de piedra pueden resistir porque han sido "fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad". (Col 1:11)
La piedra que está en contacto con el mundo es machucada, golpeada, rayada por los transeúntes, pero, llena del amor de Dios "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (1Cor 13:7)
En todo edificio bien construido hay piedras de diversas formas, no son todas iguales. Así como el alfarero nunca hace dos cántaros  iguales, Dios nunca hace dos piedras iguales. Todos somos únicos ante sus ojos. Las piedras cumplen, asimismo, diversas funciones de acuerdo a sus diversas formas. Si así no fuera el edificio no sería "funcional", sino una construcción monótona, amorfa e inútil. "Si todo el cuerpo fuese ojo ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído ¿dónde estaría el olfato?” pregunta Pablo en primera a Corintios (12:17).
Hay piedras que son fundamento: los apóstoles y profetas (Ef 2:20). Hay piedras que son columnas: sostienen las estructuras  (Gal 2:9). En la base de las columnas hay piedras cuadradas, sólidas; hay piedras cilíndricas y bien pulidas en la espiga; otras son capiteles, de variadas formas, artísticamente labradas. Ellas alegran y dan vida al conjunto.
Hay piedras curvas que forman parte de los arcos, unen una columna con otra, o muro con columna. La esbeltez de los arcos parece desafiar las leyes de la mecánica. El trazo de las uniones requiere osadía y firmeza, pero sin ellas el edificio no podría adquirir altura ni amplitud (Hab 3:19). Sólo un calculista muy sabio -el divino calculista- puede calcular la curvatura y el espesor de sus elementos. Si se equivocara, se desmoronaría la estructura. Pero no puede equivocarse.
En los arcos y en las bóvedas hay piedras claves, colocadas en el medio, sin las cuales unos y otros se derrumban. Tienen que haber sido cinceladas con gran precisión y colocadas con todo cuidado para que encajen perfectamente en el centro, sin inclinarse ni a un lado ni al otro. Son como balanzas fieles. Así hay cristianos que son llamados a juzgar entre hermano y hermano y deben hacerlo sin distinción de personas (St 2:9).
En el edificio hay piedras macizas, las hay también talladas en filigrana. Hay piedras visibles, admiradas por todos; hay piedras ocultas, cuya existencia nadie conoce, pero son las más necesarias. Son los intercesores que se colocan en la brecha por otros (Ez 22:30).
Hay piedras en el coro donde resuena la alabanza: son los músicos y cantores (Sal 95:1-3; Sal 150). Hay piedras en los vitrales, por donde entra la luz que ilumina a otros: son los maestros (2Tm 2:2). Hay piedras en las puertas, por donde entran los convidados a la boda: son los evangelistas (2Tm 4:5).
Hay piedras en las bóvedas que coronan el edificio, exaltadas (Jb 36:7). Hay piedras humildes, colocadas en el piso, por donde la congregación camina y que todos pisan. En el último día serán las más apreciadas (Lc 13:30).
Pero todas juntas hacen el templo que Dios construye para morada suya: Está en construcción y, a la vez, está completo. Es local y a la vez, es visible por todo el orbe. Como sus piedras son vivas y no muertas tienen una propiedad maravillosa: no sólo han sido edificadas como casa espiritual, sino también como "sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios." (1P 2:5).
No hay edificio en el mundo cuyas piedras sean algo más que bloques mudos, inertes, pero las piedras de este edificio ofician en él. Por ello es un edificio también vivo, donde resuenan sacrificios de alabanza que las piedras profieren  con su boca, "fruto de labios que confiesan su nombre" (Hb 13:15). Incluso, en el sitio que Dios les tiene asignado, ofrecen sacrificios de ayuda mutua, de los que Dios se agrada (Hb 13:16).
Jesucristo es la piedra angular "en quien todo el edificio bien coordinado va creciendo" (Ef 2:21). Si el edificio no crece en Cristo, tiene que ser desechado. Si se pone otro fundamento, es un templo falso. Hay tantos templos falsos en el mundo que atraen a la gente, que han sido construidos sobre fundamentos engañosos. Sus piedras se creen vivas, pero están muertas.
Nosotros queremos sacarlas de su engaño, limpiarlas de sus ídolos y traerlas a nuestro templo. Tenemos el mandato de Cristo para hacerlo y podemos lograrlo, porque nuestro templo es un templo vivo, del que brotan aguas "debajo del umbral de la casa" (Ez 47:1), de la roca misma, que es Cristo (1Cor 10:4), y que fluyen hacia los campos resecos del mundo, primero como un riachuelo que poco a poco se va anchando, pero que luego va aumentando hasta convertirse en un río de agua viva, en cuyas riberas "crece toda clase de árboles frutales, cuyas hojas nunca caen, ni falta su fruto" (Ez 47:12). Y toda alma que nade en esas aguas y beba de ellas vivirá eternamente.


Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
NB Este escrito fue presentado como trabajo en el curso de Entrenamiento Ministerial en la “Comunidad Cristiana Agua Viva” el año 1990. Fue publicado el 14.01.01 en la desaparecida revista “Oiga” bajo el pseudónimo de “Joaquín Andariego” que usaba entonces. Se distribuyó en forma limitada mediante fotocopias a finales de 1999. Se volvió a imprimir el año 2006 y se vuelve a imprimir nuevamente en la fecha.


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jueves, 1 de agosto de 2013

SIMPLICIDAD

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.

SIMPLICIDAD

"Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con simplicidad (Nota 1) y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y mucho más con vosotros." (2Cor 1:12)
            Una de las virtudes más celebradas de la espiritualidad antigua es la simplicidad. ¿En qué consiste la simplicidad cristiana? En no tener otro propósito en la vida sino agradar a Dios y que ésa sea la finalidad de todos nuestros actos.
            La historia de Marta y de María es ejemplar en este sentido. El propósito de Marta, tal como aparece en la narración de Lucas, era digno de encomio: Ella, como buena ama de casa, quería atender a Jesús como huésped de la manera más apropiada. Pero Jesús la reconvino suavemente: "¡Marta, Marta! Estás preocupada de muchas cosas..." (Lc 10:41).
            ¿Cuáles serían? Que los cubiertos y el mantel estén bien limpios, que la mesa esté bien servida, que los diferentes platos de comida estén a punto y deliciosos..., como se preocupa cualquier  buena ama de casa cuando tiene invitados (Nota 2). Pero todas estas preocupaciones la desviaban de lo principal: escuchar a Jesús, poner sus ojos en Él. "Una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no le será quitada." (v. 42).
            ¿Qué había escogido María? Ella no trataba de quedar bien con Jesús. No trataba de agradar a los demás huéspedes. Ella sólo tenía un objetivo: Beber las palabras de Jesús; beber su rostro con la mirada.
            Eso era lo más importante y no le sería quitado.
            ¿Cuántas de nuestras ocupaciones preferidas, o de las actividades con que nos ganamos la vida, nos serán algún día quitadas,  sea porque nos cambian de puesto en el trabajo o porque nos despiden?
            ¿O si se trata de alguna obra cristiana, o de un ministerio, porque en la iglesia hay un cambio de orientación, o de liderazgo, o de colaboradores? ¿O simplemente porque me mudo de casa y me voy a vivir a otro barrio, lejos de mis amistades y relaciones? Pero a María Jesús le dice: Esto no te será quitado.
            Cualquiera que sean los cambios radicales que pueda experimentar mi vida, una cosa puede permanecer siempre, porque no depende de las circunstancias exteriores: Poner mis ojos en Jesús. Es un asunto de la voluntad y de la atención.
            La simplicidad es pues una forma de amor sobrenatural que hace que la meta de todos nuestros actos y de todos nuestros pensamientos sea agradar a Jesús.
            El autor de Hebreos lo expresa bellamente: "Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe." (Hb 12:1,2).
            Tú puedes estar involucrado en muchos trabajos, en muchas labores espirituales, en muchos ministerios, y puedes estar corriendo para alcanzar tus metas. Pero todo eso puede ser una pérdida de tiempo, una desviación del camino, si no lo haces para agradar a Dios.
            Si tú te empeñas en quedar bien con tu líder -algo en sí bueno- o en cumplir concienzudamente tus metas, ¿por qué lo haces? ¿Para agradar a tu líder, para sentirte satisfecho contigo mismo, o para agradar a Dios? Si lo haces principalmente para agradar a tu líder, o a tu pastor, aunque te feliciten y te promuevan, tu éxito y el buen resultado que obtengas valen poco.
            "¿Busco yo agradar a los hombres?" pregunta Pablo (Gal 1:10).
            Pero si tu Norte es sólo agradar a Dios, sin cuidarte de lo que los hombres piensen de ti, irás derecho y rápido a la meta, porque tendrás su ayuda en grado sumo. También tendrás pruebas. Pero eso es ya otro asunto.
            ¿Qué estás buscando en el ministerio cristiano? ¿Destacar y ser uno de los preferidos, de los más conocidos y admirados en tu iglesia, o en tu ciudad?  Si ése es el caso estás persiguiendo una meta irrisoria y vana, estás sirviendo a un líder de poca importancia. Tu objetivo es demasiado pequeño para la eternidad. El fuego lo quemará un día y se revelará que fue sólo paja (1Cor 3:12-15).
            Jesús dijo: Una sola cosa es necesaria. No dijo una sola cosa es conveniente. Todo lo demás puede ser conveniente: que te feliciten, que te aprecien, que estén contentos contigo. Es conveniente, pero no es necesario.
            Cuando viajamos ¿llevamos lo conveniente, o lo necesario en la maleta? Lo conveniente puede ser que nos estorbe. Esta vida es un viaje a la eternidad. Todo el equipaje que llevemos de más, sobra y estorba. Una sola cosa es necesaria, agradar a Dios. Eso da valor eterno a todo lo que hacemos, aun a lo que carece de importancia, aun a las cosas más nimias.
            Podemos estar llevando una vida convencional, trivial, rutinaria, que no se distingue en nada especial, y estar ocupados en un oficio de lo más ordinario y banal. Pero si todas nuestras acciones en esa actividad las hacemos tratando de agradar a Dios y teniendo en mente ese propósito, el más pequeño de nuestros actos puede tener a los ojos de Dios un valor mucho mayor que una hazaña que acapare los titulares de los diarios. No ganaremos nunca un premio Nobel, pero recibiremos una corona gloriosa en los cielos, mucho mayor que la de muchos hombres que se cubrieron de gloria en la tierra y cuyos nombres estaban en boca de todos. La frase de Jesús: "Los últimos serán primeros" (Lc 13:30) tiene también aplicación en este caso.
            Notemos que el texto que citamos al comenzar dice: "con simplicidad y sinceridad de Dios". Dios, siendo infinito, es simple porque es perfecto. No hay complicaciones en Él. Los seres humanos somos complicados y las mujeres lo son aún más (dicen los hombres).
            Nuestra complejidad es resultado del pecado. Nuestra complejidad está tejida de egoísmo.
            Jesús dijo: "Sed cautos como serpientes y simples como palomas." (Mt 10:16). La paloma es un emblema de la simplicidad. También lo es del Espíritu Santo.
            El Espíritu Santo es simple. Por eso se contrista fácilmente (Ef 4:30).
            Cuando somos complicados en nuestro lenguaje no llegamos con facilidad a nuestros oyentes y a la gente.
            ¿Habrá habido un predicador más simple que Jesús? Tratemos de imitarlo.
            Los niños son simples y su mirada es directa. No tienen segundas intenciones. Por eso su mirada se roba nuestros corazones. Se roban también el corazón de Dios. Por algo Jesús dijo que de los niños y de los que son como niños es el reino de los cielos (Mr 10:14,15). No dijo de los sabios, no de los laureados, no de los más inteligentes ni de los más virtuosos, sino de los que son como niños. ¿Qué habrá en eso de ser como niño que agrada tanto a Dios? La simplicidad de corazón.
            Pero también agrada a los hombres. La mirada directa, simple de un adulto, hombre o mujer, nos atrae instintivamente. Pero las miradas de los adultos por lo general son opacas, turbias, no transparentes, ocultan lo que está detrás de los ojos, en la mente. Como la gente que lleva puestos anteojos oscuros que no dejan ver su mirada. Se los ponen, creo yo, porque no quieren que adivinemos lo que piensan. Instintivamente desconfiamos de ellos.
            La verdadera sabiduría es simple. Los filósofos paganos de la antigüedad escribieron elocuentemente acerca de las virtudes, pero no las practicaban. Las conocían porque sabían muy bien qué era lo que les faltaba. Posiblemente los que menos las practicaban eran los que más las elogiaban. Eso aplacaba sus conciencias.
            Pero ni la humildad ni la simplicidad figuraban en el elenco de sus virtudes. Al contrario, para ellos la humildad era un defecto, una bajeza indigna del ciudadano. Era algo reservado para los esclavos. Sólo Cristo reveló a la humildad como una virtud. Y aun peor -en el criterio pagano- la elogió aunada a la mansedumbre: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11:29).
            Los dioses paganos eran arrogantes. Se peleaban y competían entre sí. Pero Jesús se humilló a sí mismo tomando forma de siervo porque, aunque era Dios, se hizo obediente hasta la muerte. A eso lo llama Pablo, la locura de la cruz, un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles o paganos. (1Cor 1:23).
            ¿A quién obedeció Jesús en el Calvario? A sus jueces y a sus verdugos. Unos más impíos que otros.
            "Como cordero fue llevado al matadero..." (Is 53:7). Esto es el colmo de la mansedumbre.
            Él obedeció a los que eran muchísimo menos que Él, porque en la simplicidad de su corazón sólo buscaba agradar a Dios, su Padre, y hacer su voluntad (Jn 4:34;5:30;6:38).
            En la simplicidad de nuestro corazón ése debe ser nuestro principal objetivo.
            La simplicidad destierra toda preocupación sobre los medios para agradar a Dios, toda preocupación acerca de las estrategias para alcanzar nuestras metas.
            No quiero yo decir que no haya métodos y estrategias que emplear para ganar almas y consolidarlas en el reino. Eso tiene ciertamente su lugar. Pero es secundario respecto de lo principal.
            Si no es el puro y simple amor a Dios lo que nos impulsa a ganar almas, todas nuestras palabras y todos nuestros esfuerzos tendrán poco éxito, porque los medios y motivos humanos en este campo son inútiles.
            No hay técnica más eficaz para llegar al corazón de los perdidos que el amor "no fingido" (1P 1:22). El amor fingido, el amor que se esfuerza por parecer lo que no es, no penetra la coraza de la desconfianza humana. Pasado el primer efecto que puede producir la elocuencia, la emoción se desvanece. Sólo el amor puede traspasar la barrera que las desilusiones, o los vicios, han levantado alrededor del corazón de los perdidos.
            Si somos simples de corazón iremos de frente al corazón del pecador, como ocurría con las palabras y la mirada de Jesús.
            Si somos simples de corazón tampoco nos preocuparemos de lo que la gente piense acerca de nosotros, sea bien o sea mal. Al contrario, si somos despreciados estaremos contentos, porque Jesús lo fue antes que nosotros. Y si lo somos compartimos su suerte. Si somos perseguidos por su causa nos consolamos con el galardón celestial que se nos ha prometido (Mt 5:10-12).
            ¿Qué fue lo que escribió Pablo? Que si padecemos con Él, seremos glorificados con Él... a su tiempo. (Rm 8:17).
            La simplicidad nos permite ser indiferentes a la alabanza y a la crítica. La primera la agradecemos con toda simplicidad, sin falsa modestia. La segunda aun más, porque nos enseña a ser humildes.
            Pero ¿a cuántos las críticas les molestan, los impacientan, los ofenden? Los inquietan porque, en el fondo, detrás de la fachada de arrogancia, son inseguros. Les molestan porque necesitan ser constantemente alabados. Su yo inseguro requiere del bálsamo de la adulación para sentirse bien. Los ofenden porque tienen una muy tenue buena imagen de sí mismos y todo lo que perturba esa frágil imagen lo toman como agresión.
            Pero si nos contentamos con agradar a Dios, no nos molestan nuestras deficiencias y nuestros defectos. Nos basta tener nuestra suficiencia en Dios que todo lo puede... a pesar de nuestros defectos, porque sabemos que a despecho de nuestras deficiencias, Él obra a través nuestro.
            Si uno sabe que ha hecho lo que tenía que hacer, y que la finalidad de todos sus actos es servir a Dios, no le importa lo que la gente piense de él, porque la única opinión que realmente cuenta es la de Dios. Y aunque uno nunca puede satisfacer las demandas de Dios, sabemos que si actuamos con rectitud de conciencia Él suplirá lo que nos falta.
            La virtud de la simplicidad evita ofender a las personas en la conversación, porque es conciente de que aún con nuestras palabras debemos amarlas.
            Sin embargo, si alguna vez, por excesiva franqueza, uno se expresara de una manera que pudiera hacerlo quedar mal ante los demás, que pudiera desmerecerlo, no se inquieta por ello, sabiendo que todo está en manos de Dios, incluso la opinión que otros tienen de uno.
            La simplicidad nos permite alabar a Dios y darle gracias en todas las circunstancias, y por todo lo que nos suceda, aunque sea doloroso, o desagradable, o contrario a nuestros intereses, pensando que nada ocurre sin que Dios lo permita. Y si Él lo permite por alguna buena razón será... que ahora no vemos.
            La simplicidad ve a todas las personas, malas o buenas, creyentes o incrédulas, amigas u hostiles, reposando en el regazo de Dios que las creó, y que las ama tal cual son, así como nos amaba a nosotros antes de que nos volviéramos a Él, a pesar de todos nuestros defectos y errores. Si vemos a la gente en sus brazos no nos ocuparemos en juzgarlos o en criticarlos. (Sin embargo ¡Cuántas veces lo hago yo!) Si Dios me amó y fue misericordioso conmigo a pesar de todo ¿como no lo seré yo también con mi prójimo? (23.04.03)
Notas: 1. Reina-Valera 60 trae acá "sencillez"; otros ponen "santidad", "pureza", etc. La palabra griega aplótes es traducida de diversas maneras, pero "simplicidad" expresa aquí mejor el sentido de unidad. Así la traduce también la King James Version. Es posible que RV evite usar "simplicidad" por su parentesco con el sentido que tiene "simple" (necio, ignorante) en el Antiguo Testamento.
2. En términos modernos, porque en tiempo de Jesús no había cubiertos ni manteles; los comensales no se sentaban a la mesa, sino se recostaban en divanes.
NB. Este artículo fue publicado por primera vez hace diez años en una edición limitada. En esa ocasión hice hincapié en reconocer mi deuda con un pequeño libro anónimo titulado "El Alma Santificada", que reúne pensamientos de autores antiguos sobre diversos temas, y que me ha proporcionado las ideas matrices de este texto.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#784 (23.06.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).