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miércoles, 6 de septiembre de 2017

EL QUE CARECE DE ENTENDIMIENTO

                   LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL QUE CARECE DE ENTENDIMIENTO
Un Comentario de Proverbios 11:12-15
12. “El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla.”
El entendido comprende lo que vale un ser humano, rico o pobre, y lo apreciará en sí mismo.  En cambio, el que carece de entendimiento, en su soberbia menosprecia a  todos.  (c.f.14:21; Sir 8:5‑7).
            Frente al necio, el malvado y el imprudente desatan su lengua, insultando o  criticando; en cambio, el prudente calla, porque sabe que el menospreciado de hoy, puede ser el encumbrado de mañana.
            Pero sabe también que responder al discurso malévolo con la misma moneda, o con cólera, sólo sirve para azuzar la llama y encender un conflicto en que todos pueden salir perdiendo. La persona conflictiva debe ser enfrentada siguiendo el ejemplo de Cristo: “quien cuando le maldecían no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba; sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” (1P 2:23).
            David reaccionó de una manera semejante cuando Simeí lo maldijo (2Sm 16:5-13). El sendero de sabiduría y de bendición consiste en encomendar todos nuestros asuntos a Dios, que obra siempre de la manera más justa. (Ironside).
            Por eso es que el hombre justo e inteligente es “pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.” (St 1:19), es decir, es lento para condenar y tolerante con las debilidades ajenas.
            Si no puede aprobar, al menos guarda silencio. “El discurso es plata, pero el silencio es oro”, dice un conocido refrán, que solemos citar incompleto. Eso es cierto especialmente en asuntos que, de ser divulgados, pueden dañar al prójimo. Si es criticado, evita contestar, a menos que sea necesario, y no devuelve insulto por insulto.
            Suele ocurrir que los que menos sabiduría tienen se creen más listos que los demás y quedan en ridículo: “En su propia opinión el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar.” (Pr 26:16). Porque son más ricos que otros se imaginan que tienen una respuesta para todo, y que todos deben escucharlos como si fueran un oráculo. Su suficiencia los lleva a despreciar a los que, en realidad, son más sabios que ellos. El Sirácida tiene algo que decir al respecto: “No discutas con el mal hablado, que es echar leña al fuego; ni trates con el necio, no te vayan a despreciar los sabios.” (8:3,4)
13. “El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo.”
El Levítico dice escuetamente: “No andarás chismeando entre tu pueblo.” Pero es interesante que a continuación diga: “No atentarás contra la vida de tu prójimo.” (19:16). La conexión entre ambos preceptos parece indicar que el que anda chismeando pone en peligro la vida ajena. Y en efecto, la maledicencia puede despertar rencores y celos que impulsen a una persona violenta a vengarse.
            Proverbios 20:19 dice: “El que anda en chismes descubre el secreto” y enseguida añade: “No te entremetas pues, con el suelto de lengua.”  Su amistad puede resultarte cara porque puedes verte sin querer envuelto en los problemas que suscita el chismoso.
            En cambio, el hombre discreto, de espíritu fiel, es como una caja fuerte, a la cual uno puede confiar secretos sabiendo que están muy bien guardados. La fidelidad de espíritu es una de las virtudes humanas más valiosas, pues dan confianza y representan seguridad. Quien conoce a una persona que la posee no sabe qué tesoro ha encontrado, pues en una situación de apremio cuenta con alguien en quien pueda confiar.
            El Sirácida dice al respecto: “El que descubre el secreto destruye la confianza, y no encontrará amigo íntimo… como uno destruye a su enemigo, así has destruido la amistad de tu prójimo… se puede vendar una herida, se puede remediar un insulto, pero el que revela un secreto no tiene esperanza.” (27:16,18,21).
             Ser fiel de espíritu consiste, pues, entre otras cosas, en guardar silencio sobre los secretos que nos confían, o de aquellos que de casualidad nos enteramos y no nos conciernen. Sólo Dios y nosotros los conocemos, y será un secreto muy guardado que a nadie dañe.
14. “Donde no hay dirección sabia caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad.”
De la verdad expresada en la primera línea de este proverbio en nuestro país podemos dar fe, porque ¿cuántas veces nuestro país se ha encontrado en dificultades debido a políticas equivocadas dispuestas desde arriba? Y no sólo nuestro país, sino también otros de nuestro continente, especialmente uno que está pasando por una situación de gran escasez y pobreza, siendo un país potencialmente muy rico.
            Por eso podemos decir sin temor a equivocarnos que de la dirección sabia depende el porvenir de la nación, depende el desarrollo de sus potencialidades y de su progreso, no sólo material sino también cultural y educativo.
            De otro lado, ¡qué gran cosa es cuando uno puede contar con buenos consejeros, hombres o mujeres de experiencia, y honestos, en cuyo criterio se puede confiar!
            Pr 20:18 aplica el principio de Pr 11:14a a la guerra, que requiere no sólo de un ejército bien preparado y armado, sino también de una estrategia inteligente y original, que se puede formular contando con consejeros experimentados, tal como afirma Pr 24:6b: “Y en la multitud de consejeros está la victoria.”
            Pr 15:22a (“Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo”) hace notar que si no se cuenta con buenos consejeros la persona a quien incumbe la responsabilidad de tomar decisiones que afectan a muchos puede sentirse confundida ante la gran variedad de alternativas posibles. Su segunda línea repite el mensaje de 11:14b.
            Pr 20:18 afirma que el buen consejo ayuda a ordenar los pensamientos, y luego retorna al tema de la guerra. El  lector quizá se pregunte ¿por qué figura tanto el tema de la guerra en estos pasajes? Porque hacer la guerra era en esos tiempos la ocupación principal del género masculino. No sólo los pueblos y los reinos, también las ciudades pasaban el tiempo guerreando unos con otros. Recuérdese lo que dice 2Sm 11:1: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo en que los reyes salen a la guerra…” ¿Qué los movía? La ambición de poder y de agrandar el propio territorio, el honor herido, las rivalidades comerciales, etc., etc. Tantos motivos que en nuestro tiempo siguen impulsando a los pueblos a guerrear y destruirse mutuamente, causando tanto sufrimiento. Pero sabemos quién es el que está detrás maléficamente impulsando esos conflictos.
            La nación que no cuenta con un gobierno sabio, dice Ch. Bridges, es como un barco que enfila hacia un mar lleno de rocas. Si no cuenta con un piloto experimentado, está en peligro de encallar y de hundirse.
            Entre los dones que Dios ha dado a algunos hombres se cuenta el don de gobierno, o de presidir (Véase Rm 12:8), que debe ejercerse, dice Pablo, “con solicitud”, esto es, esforzándose por ejercerlo de la mejor manera posible, lo cual supone no sólo rodearse de buenos colaboradores, sino también contar con una dosis adecuada de humildad, reconociendo de Quién se ha recibido la autoridad (Rm 13:1). El orgullo, o el capricho, de los gobernantes los impulsa muchas veces a tomar decisiones equivocadas, basadas con frecuencia en una sobrevaloración de las propias fortalezas, creyendo que la fuerza puede reemplazar a la sabiduría. Pero Ecl 10:10 nos advierte de lo contrario: “Si se embotare el hierro y su filo fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dirigir.” Si el filo del cuchillo, o del hacha, está gastado, hay que usar más fuerza para cortar. Si se le afilara, el esfuerzo requerido sería menor. La sabiduría puede ser pues más eficiente que la fuerza bruta para alcanzar el objetivo, según dice Ecl 9:16: “Mejor es la sabiduría que la fuerza…”.
            El caso de Roboam, el hijo necio de Salomón, muestra el desastre al que pueden conducir los consejos de jóvenes imprudentes y envanecidos. Cuando subió al trono a la muerte de su padre, el pueblo acudió a él para pedirle que aliviara los impuestos con que los había gravado su padre. Pero el novato rey en lugar de seguir los sabios consejos de los ancianos que habían estado cerca de su padre, que le aconsejaron escuchar al pueblo, prefirió seguir el consejo contrario de los jóvenes con quienes se había criado y que se divertían con él. Ellos le aconsejaron hablar duramente al pueblo y advertirles que él aumentaría los impuestos de su padre, en lugar de disminuirlos. El resultado fue desastroso: Las diez tribus del norte se rebelaron contra él, y aunque peleó contra ellas no pudo dominarlas. A partir de entonces el reino de Israel quedó dividido en dos: el pequeño reino de Judá al sur, y el reino mayor con las diez tribus del norte (2Cro 10:1-11:4). Y no cesó de haber guerras fratricidas entre ellos que los debilitaron.
15.  “Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que aborreciere las fianzas vivirá tranquilo.”
Aquí se contrasta ansiedad y vivir seguro. El que ha otorgado una fianza está ansioso, inseguro, porque no sabe si el fiado permanecerá solvente hasta cancelar la deuda. Si incumple, el fiador tendrá que salir en su ayuda, y poner su propio peculio. Pero el que se abstiene de prestar fianza estará tranquilo, al menos por ese lado, ya  que no tendrá que responder por las obligaciones ajenas. Este es uno de los muchos versículos del libro de Proverbios que desaconsejan otorgar fianzas. (6:1; 17:18; 20:16; 22:26; 27:13). El original dice “el que odia chocar las manos…”. Ése era un gesto, que todavía sigue vigente, mediante el cual las partes manifiestan estar de acuerdo, en este caso, de que uno presta fianza y que el otro lo acepta.
El grave error que comete el que afianza a otro es que hace depender su seguridad económica de un tercero, del cual, por mucho que lo conozca, no puede estar completamente seguro. Si yo contraigo un préstamo, mi seguridad depende de mí mismo, de mis propios medios, de mi solvencia, y a nadie podría culpar del mal fin, si ocurriera, sino a mí mismo. Pero por muy honesta que pueda ser la persona afianzada, yo no puedo estar seguro de que en el futuro no sufra un percance que le impida cumplir con su obligación.
Bajo ciertas circunstancias puede ser un acto de caridad, o de solidaridad familiar, prestar fianza al que se encuentra en dificultades, pero antes de dar ese paso, el fiador debe estudiar cuidadosamente los riesgos en que incurre, que dependen de la naturaleza y monto de la obligación, pero también de la calidad de la persona beneficiaria de la fianza y de la confiabilidad de los tribunales, si surgiera un conflicto. Un mal acreedor puede tener la intención secreta de explotar al fiador, sobre todo si puede contar con la complicidad de los jueces. 
El Sirácida aconseja al fiado no olvidar el gesto generoso del que lo afianzó, y nos recuerda que ha habido hombres ricos que se han arruinado por prestar fianza, y que hay también quienes pretenden lucrar porque cobran por ese servicio, pero que, al fin, terminan litigando en los tribunales (Sir 29:14-19). Es cierto que los bancos emiten fianzas por una comisión, pero eso es parte de su negocio.
La prudencia más elemental aconseja no afianzar a un desconocido, y por eso Pr 17:18 llama “falto de entendimiento” al fiador. Proverbios 6:1-5 amonesta seriamente al fiador por el peligro en que ha incurrido por su propia imprudencia, y le aconseja tratar por todos los medios de exonerarse de la obligación asumida, teniendo en cuenta que al prestar fianza no pone en riesgo su propia seguridad, sino también la de su familia. Por lo cual el salmo 112:5, a la vez que exhorta al hombre de bien ayudar al necesitado prestándole dinero, le aconseja gobernar sus asuntos con prudencia. Hay personas que buscan fiadores adrede con el fin de hacerles cargar con las deudas que no tienen la intención de cumplir. Yo tendría algo que contar al respecto y la trampa en que habría caído de no conocer lo que dice Proverbios sobre el tema.
Nadie en su sano juicio se haría fiador de un extraño, y menos de uno que estuviera en bancarrota. Sin embargo, ha habido una excepción a ese sano principio, y que pagó terriblemente por ello, nuestro Señor Jesús quien (según palabras de Ironside que cito libremente a continuación) “se convirtió en nuestro fiador cuando éramos extraños y enemigos en nuestra mente haciendo obras malas” (Col 1:21). Él murió, “el  justo por los injustos para llevarnos a Dios”  (1P 3:18). Todo lo que nosotros debíamos fue exigido de Él cuando murió en el madero por pecados que no eran suyos.
Él probó plenamente la verdad de este proverbio que comentamos acá; “con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño” cuando el terrible juicio de Dios por el pecado de los hombres cayó sobre Él. Ningún otro podía satisfacer las demandas de la santidad de Dios contra el pecado, y salió triunfante al fin. Sólo Él podía expiar nuestros pecados…y por eso Dios lo levantó de entre los muertos, y lo sentó a su derecha en la gloria.
¿Qué nos queda hacer a nosotros sino darle gracias y vivir adorándole y sirviéndole por su misericordia infinita?
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#946 (09.10.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 18 de enero de 2017

LA OBRA DEL JUSTO ES PARA VIDA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA OBRA DEL JUSTO ES PARA VIDA
Un Comentario de Proverbios 10:16-19
16. “La obra del justo es para vida; mas el fruto del impío es para pecado.”
La NVI traduce más correctamente: “El salario del justo le trae vida, pero el ingreso del impío le trae castigo.”
            En este proverbio de paralelismo antitético no se opone “vida” a “muerte” sino a “pecado”, pero eso no disminuye el contraste entre ambos esticos, ya que el pecado lleva a la muerte. Sin embargo, el hecho de que el autor use esa palabra y no la que pareciera más natural, señala la sutileza de su pensamiento. El fruto, es decir, la obra, o la consecuencia de las acciones del impío, conducen a que él mismo peque aún más, o a que otro peque, estimulado por su mal ejemplo, o por el deseo de venganza que los actos violentos del impío provocan.
            En suma, el impío es un foco que irradia maldad y contagia de su maldad a otros. Pensemos solamente en los escritos perversos y desmoralizantes, en las incitaciones al pecado de mucha literatura moderna que es premiada y elogiada por la crítica, y por instituciones de prestigio, por ser “transgresora”, esto es, de la moral tradicional que, a su vez, es vilipendiada tildándola de atrasada y retrógrada. O pensemos en el cinema llamado artístico, con sus escenas crudamente pornográficas que contaminan el alma. En cambio, la obra buena del justo no sólo atrae la recompensa de Dios, sino que también estimula a otros a seguir el mismo camino que los bendecirá también a ellos. (Pr.11:18a)
            Todo lo que el justo hace, todo lo que él emprende, incluyendo su oficio o profesión, sea cual fuere, pero también sus oraciones, conduce a la vida propia y ajena, mientras que las consecuencias del obrar del impío, y las palabras que él pronuncia, conducen al pecado, cuya paga es muerte (Rm 6:23).
La actuación del justo tiene ese feliz resultado porque él lo hace todo para la gloria de Dios (1Cor 10:31), que trabaja con el justo y a través de él (Is 26:12). Como dice Pablo: “Él es quien produce en nosotros así el querer como el hacer.” (Flp 2:13). Sería bueno que comprendamos bien y que interioricemos las palabras de Jesús: “Sin mí nada podéis hacer.” (Jn 15:5)
Según I.H. Ironside este proverbio es una manera de decir en términos del Antiguo Testamento lo que Pablo dice en Romanos 8:6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.”
Aunque el salario que recibe el justo por su labor honesta no haga de él un hombre rico “mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores.” (Sal 37:16)
Por su lado, el impío sólo vive en función de su ego, de sus intereses personales. Como se enriquece obrando sin escrúpulos, vive en pecado, y al fin cosechará muerte (Pr 21:4).
Franz Delitzsch (Nota 1) anota que el ingreso del impío no es necesariamente el fruto de su propio trabajo. Pudiera ser fruto del trabajo ajeno, que él explota para su propio beneficio. Eso es un grave pecado que Dios condena, y lleva a la muerte eterna al que no se arrepiente de él.
17. “Camino a la vida es guardar la instrucción; pero quien desecha la reprensión, yerra.”

Lo que este proverbio dice puede ser considerado superficialmente una perogrullada: hacer caso de los consejos, o de las reprimendas de los mayores, y de las personas experimentadas produce buenos resultados, pero el que ignora los buenos consejos, sobre todo si son desinteresados, está equivocado y cosechará los frutos de su soberbia y ligereza. Porque ¿qué verdad más evidente que ésta? No se requiere de la Biblia para reconocer su acierto.
Sin embargo, si se mira más hondamente se puede percibir que ese dicho que pareciera de Pero Grullo, esconde verdades no tan evidentes a primera vista. ¿A qué llama el proverbista “camino de vida”? Sin duda a la conducta sabia que asegura nuestra prosperidad, o nuestro éxito, o que procura nuestra salvación –aunque es probable que el proverbista no tuviera en mente esto último.
El que escucha dócilmente las reprensiones sin rebelarse encontrará el camino de la sabiduría, y su recompensa será grande: “Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día…” (Pr 8:34), dice la sabiduría. Y tanto más será premiado cuanto más aprecie los consejos que recibe. Pero la sabiduría sigue diciendo: “Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.” (8:35). Ya nos hemos encontrado en capítulos anteriores advertencias semejantes: “Porque el  mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen.” (6:23). Si somos asiduos lectores del libro de Proverbios, deberíamos tenerlas bien grabadas en nuestra mente. La sabiduría además advierte: “Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte.” (8:36). Y en otro lugar señala que “el que aborrece la reprensión es ignorante” (12:1b) del fin trágico al que puede llevarlo su terquedad.
En la historia de Judá tenemos el caso del rey Asa que hizo lo recto delante de Dios durante la mayor parte de su reinado, pero que en un momento difícil hizo alianza con un rey pagano para luchar contra su rival, el rey de Israel, en lugar de apoyarse sólo en Dios, que lo había sostenido en sus guerras anteriores. Disgustado con su conducta, Dios le mandó al profeta Hanani a reprenderlo, pero Asa, en lugar de aceptar la corrección del profeta, lo echó en la cárcel. Tres años después, en que no dejó de tener guerras, Asa enfermó gravemente de los pies, pero no buscó tampoco a Dios en su enfermedad, sino a los médicos, y murió poco después (2Cro 16:7-13). En su caso se cumplió lo que advierte Pr 15:10b: “El que aborrece la corrección, morirá.”
En ese pasaje de Crónicas hay una frase que no puedo dejar de citar porque contiene una gran verdad: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra para mostrar su poder a favor de los que tienen un corazón perfecto para con Él.” (v. 9a). Dios nos está mirando constantemente, observando nuestra conducta, eventualmente, cuando fuere necesario, para intervenir en defensa nuestra. ¿Tenemos un corazón perfecto para con Él? Si la respuesta es positiva Él está cien por ciento de nuestra parte.
¿Qué cosa es “guardar la instrucción”? Primero, escucharla atentamente; segundo, sopesarla con cuidado; y tercero, ponerla en práctica. Si falta uno de estos tres pasos, sobre todo el tercero, erramos, porque en realidad, la rechazamos.
Rechaza la corrección no sólo el que se niega a escucharla, sino también el que evita la compañía de los que pudieran corregirlo e instruirlo. Ya sabe en el fondo lo que le van a decir, y no quiere oírlo. El que tal hace inevitablemente se desvía del camino que lleva a la vida, para errar por senderos que lo conducen a un precipicio. Su caso no sería tan triste si él no arrastrara en su error a muchos que se extravían al seguir su ejemplo. Al respecto otro proverbio advierte: “El que hace errar a los rectos por el mal camino, él caerá en su misma fosa.” (Pr 28:10a)

18. “El que encubre el odio es de labios mentirosos; y el que propaga calumnias es necio.”
Aquí se habla de dos clases de personas, o de dos formas de comportarse, que pueden coincidir en la misma persona. El que encubre, o disimula su odio, finge tener sentimientos contrarios; alaba y adula a la persona que odia, diciéndole cosas opuestas a lo que siente. No habla verdad sino mentira. Huye de él porque de ordinario es la envidia lo que motiva su conducta hipócrita, y tratará por todos los medios de hacerte daño. Proverbios nos advierte claramente contra esa clase de personas (26:24-26).
Propagar calumnias es una táctica diferente. No se contenta con calumniar, sino se dedica a difundir esas falsedades con el objetivo de destruir el buen nombre, o el prestigio del objeto de su odio. En la política de nuestro medio hemos visto muchos ejemplos de esta perfidia, que con mucha frecuencia obtiene el fin que persigue. Al que actúa de esa manera la Escritura lo llama “necio”, porque ignora que algún día él mismo beberá del vino ponzoñoso que mezcló para otro. Podría también llamársele “bribón” o “granuja”.
            No siempre ocurre que se den ambas conductas es una misma persona, aunque en el Salmo 41 David describe a alguien que a la vez finge tenerle simpatía, mientras que por detrás habla mal de él (vers. 5-8).
            Respecto del encubrir el odio tenemos varios casos en las Escrituras. El primero es el de Caín, que le tenía cólera a su hermano Abel, porque Dios no miró su ofrenda con el agrado con que miró la de su hermano. Encubriendo su perversa intención, un día lo invitó a salir juntos al campo, y allí de improviso lo mató (Gn 4:3-8). Ése fue el primer homicidio de la historia.
            Otros casos son el de Saúl que, corroído por la envidia, complotó contra la vida de David, ofreciéndole engañosamente la mano de su hija Mical (1Sm 18:20-29); y el de Joab, que asesinó arteramente a sus colegas Abner y Amasa, porque no soportaba tener rivales (2S, 3:27; 20:9,10). Bien conocía David esos corazones falsos que describe con palabras acertadas (Sal 55:21).
            Falsos eran también los sacerdotes y los escribas que, fingiendo amistad con Jesús, le hicieron una pregunta capciosa acerca del tributo al César, a fin de tener algo con qué acusarlo ante los romanos (Lc 20:19-26). Y más falso aún Judas, que vendió a Jesús por treinta monedas de plata, y lo entregó con un beso a sus captores (Lc 22:1-6, 47,48).
            Respecto del propagar calumnias el Salmo 50 describe esa manera de actuar, pero asegura que Dios reprenderá al infame para vergüenza suya (v. 19-21). Nosotros haríamos bien en mirar dentro de nosotros mismos, y preguntarnos si alguna vez no hemos obrado de esta manera, siendo insinceros en nuestro lenguaje, disimulando con palabras amables la antipatía que sentimos por alguien, motivada quizá por los celos. Cuando un colega es promovido en lugar nuestro, ¿nos alegramos sinceramente con él, o dirigimos contra él nuestros dardos de odio y envidia? Si ése fuera nuestro caso deberíamos pedirle al Señor que nos perdone y nos purgue de esos malos sentimientos, y nos dé un corazón limpio como el suyo.
19. “En las muchas palabras no falta pecado, mas el que refrena sus labios es prudente.”
No falta pecado porque el que no controla su lengua tampoco controla su alma; en cambio, el que refrena sus labios también refrena su alma. (ver St. 1:26; 3:2,8).
            Alguien dijo: “La palabras ligeras pesan mucho en la balanza del Dios de justicia.” Por eso clama con razón el salmista: “Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis labios.” (Sal 141:3).
            El que habla mucho, y de forma precipitada, tiende a hablar más rápido de lo que piensa, y por eso pueden colarse en su discurso ideas y sentimientos que no han pasado por el tamiz de la reflexión, y de los que después podría arrepentirse.
            El que refrena sus labios no deja que de ellos salga nada brusco, ofensivo, o desconsiderado, nada que dañe el buen nombre del prójimo, ni propala malas noticias, ni chismes ni murmuraciones. Tiene cuidado de con quien está hablando, y por eso dice las palabras que conviene en cada caso, para traer bendición y no perturbación a los que lo escuchan. Bien dice Salomón en otro lugar: “El que ahorra sus palabras tiene sabiduría.” (Pr 17:27a). Y “Aun el necio cuando calla, es contado por sabio.” (28a).
            Si la fuente de donde brotan las palabras, esto es, el corazón, es buena, ellas serán de edificación para los que escuchen. Pero si es mala, como se dice en Gn 6:5, entonces será mejor que el hombre calle, para no pecar con sus labios.
            ¡Con cuánta frecuencia el hombre peca con sus labios por vanidad, alabándose a sí mismo, y no dejando que otro sea el que lo haga, como aconseja el proverbista! (Pr 27:2). Olvida lo que dijo Jesús: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres…darán cuenta en el día del juicio” (Mt 12:36), añadiendo enseguida: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” (vers. 37)
            Pero si el corazón del que habla es no sólo bueno sino santo, debemos hacer una excepción al principio que enuncia el proverbio que comentamos, porque se narra que Pablo en una ocasión habló desde la mañana hasta la media noche, al punto que un joven que estaba sentado en la ventana, se durmió y se cayó desde el tercer piso al pavimento, y todos le dieron por muerto. Y así hubiera quedado si Pablo no lo hubiera revivido abrazándolo. Ese incidente no impidió que Pablo siguiera hablando sin parar hasta el alba (Hch 20:7-12). ¿Habría pecado en las muchas palabras que habló Pablo durante casi veinticuatro horas? No, sino lo contrario, porque el Espíritu de Dios hablaba por medio de su boca.
            Si el predicador está exento de vanidad, y sólo habla lo que Dios le inspira, no habrá pecado en la multitud de palabras que profiera, sino la verdad que alimente el alma de sus oyentes. Si se mezclara vanidad en sus palabras, pudiera ser que entonces diga cosas que no conviene (Ecl 5:2).
            En verdad, hay muchos que están tan enamorados de su propia voz, que no saben callar cuando debieran, y terminan haciéndose odiosos (Sir 20:8). Hablan no porque tengan algo que decir, sino porque no saben callar. No seamos nosotros de ellos.
Nota 1. Comentarista bíblico y hebraísta del siglo XIX, autor, junto con F. Keil, de un todavía famoso comentario en diez tomos del AT. Combatió el naciente sentimiento antijudío que empezaba a manifestarse en Alemania.
Amado lector: Jesús dijo: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#931 (26.06.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 11 de enero de 2017

MANANTIAL DE VIDA ES LA BOCA DEL JUSTO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MANANTIAL DE VIDA ES LA BOCA DEL JUSTO
Un Comentario de Proverbios 10:11-15


En esta sección los versículos 11,13 y 14 tratan acerca de la boca, que es el órgano por  medio del cual el hombre expresa lo que tiene en su interior, y manifiesta su sabiduría o su necedad. En el libro de Proverbios, la boca, la lengua y los labios asumen un rol protagónico.


11a. “Manantial de vida (Nota 1) es la boca del justo…”  por lo que dice a otros, edificándolos, y por lo que confiesa para sí mismo y los suyos. Al ser un manantial de vida el justo tiene en su boca palabras que provienen de la fuente de aguas vivas que es la boca del Señor (Jr 2:13; 17:13).
El vers. 15:4a describe una cualidad de la boca del justo, al decir que es “apacible” (esto es, llena de paz) y que es “árbol de vida” para muchos, que es como si dijera “fuente de vida”, porque está en condiciones de guiar a la verdad a los que la ignoran.

            El vers. 10:21a dice que los labios del justo apacientan, es decir, alimentan a muchos, esto es, a los que le escuchan, que son confortados, consolados, o enseñados por él (15:7a). Todo ello apunta al hecho de que, estando lleno de Dios, porque vive en unión con Él, el justo es un instrumento que Dios usa para llevar su mensaje a los que ama, y consuelo a los que más lo necesitan.
El salmo 36.9 dice que con Dios está “el manantial de la vida”, de cuyo torrente delicioso beben los hijos de los hombres; lo cual nos remite al bello pasaje en Ezequiel 47:1-12, en el que el profeta describe el río de aguas salutíferas que brotan por debajo del umbral del templo, y que van creciendo hasta formar un río anchuroso en cuyas riberas crecen árboles frutales, cuyas hojas nunca caen (cf Sal 1:3).
Pero no sólo la boca del justo es manantial de vida. También lo son “la ley del sabio” (Pr 13:14), y “el  temor de Jehová” (14:27), que hacen que el hombre se aparte de los lazos de la muerte.
Es un privilegio del cristiano que busca a Dios mañana, tarde y noche, que su boca sea un manantial de vida para los que andan desorientados y sin esperanza, tropezando a cada rato con las piedras que el enemigo coloca en su camino.
Jesús dijo que del interior de los que creyeran en Él “fluirían ríos de agua viva” (Jn 7:38; 4:14) la que por tener como fuente al Espíritu Santo que lo representa, calmaría la sed espiritual de muchos, reviviéndolos y refrescándolos.
La segunda línea contrasta con la primera:
11b. “Pero violencia cubrirá la boca de los impíos,” porque de ella sólo salen palabras perniciosas, ofensivas y dañinas para los que la oigan.
Alternativamente algunos traducen este estico así: “La boca del impío cubre (o esconde) (la) violencia” que trama contra otros. Aquí vemos un contraste: El justo es fuente de vida para sus semejantes con sus palabras, mientras que el impío complota contra su prójimo, ocultando sus intenciones, como hizo Judas al traicionar a Jesús con un beso (Mt 26:48,49); o como Joab, que mató a Abner fingiendo que quería conversar con él (2Sm 3:22-29).
12. “El odio despierta rencillas (29:22a); pero el amor cubrirá todas las faltas.”
Podría completarse así: El odio despierta rencillas, por aun la menor falta y si no las encuentra las inventa, chismeando y difundiendo sospechas y calumnias para azuzar los celos y las rivalidades. En cambio el amor cubrirá todas las faltas, por lo cual no despierta rencillas, sino es, al contrario, conciliador y pacificador.
“El amor cubrirá todas las faltas…” porque no las anda divulgando sino, más bien, las disimula para que no surjan conflictos entre las personas que puedan sentirse afectadas.
Pr 15:18 presenta otro aspecto de este principio: “El hombre iracundo promueve contiendas, mas el que tarda en airarse (porque es paciente) apacigua la rencilla.” Son dos maneras de obrar completamente distintas, y que tienen efectos opuestos: Uno puede terminar en derramamiento de sangre, el otro lleva al abrazo conciliador.
Pr 16:27 y 28 califican de perverso al contencioso, y agrega que en sus labios hay una llama de fuego. Un nefasto papel semejante cumple el orgulloso, el que es “altivo de ánimo” (Pr 28:25). ¿Lo hace acaso el  humilde? Al contrario, el humilde rara vez suscita contiendas; y suele ser, más bien, instrumento de paz. ¡Cómo es Dios deshonrado cuando los creyentes andan en peleas y rivalidades! ¡Cuán contraria es su conducta a la de su Maestro, que era “manso y humilde de corazón”! (Mt 11:29). Aprendan de su Maestro, y darán gloria a Dios con su comportamiento.
En otro lugar se dice que “el que cubre la falta busca amistad” (Pr 17:9). Eso es bueno y encomiable, con tal de que no se convierta en complicidad. Porque ¿cómo podría nadie conservar el afecto de su amigo si anda divulgando sus defectos? Al contrario, el que perdona graves agravios, como hizo José con sus hermanos, compromete su gratitud y su afecto (Gn 45:4-8).
En Gn 9:20-23 tenemos el caso concreto de una falta cubierta por cariño filial, cuando, al beber vino por primera vez, Noé se embriagó, y sus hijos Sem y Jafet, cubrieron la desnudez de su padre, caminando de espaldas para no verlo.
            "El amor cubrirá …" El hecho de que el apóstol Pedro cite este proverbio (1P4:8) ha sido objeto de controversias, pues afirma que el que ama no ve las faltas de aquel a quien ama o, al menos, no le da importancia. O, mejor aún, es indulgente, las perdona, no las toma en cuenta, (cf 1 Cor. 13:5), que es el verdadero sentido de “cubrir”; en contraste con el que odia, que no solamente las hace resaltar, si no que anda rebuscando qué reprochar al que odia.
Según algunos, al citar este proverbio Pedro le da otro sentido: al que ama le son perdonados muchos pecados, en mérito de su amor, lo cual concuerda con las palabras de Jesús en el episodio de la pecadora: “Sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho”. (Lc 7:47). Pero la primera interpretación es la más natural.
13. “En los labios del prudente se halla sabiduría; mas la vara es para las espaldas del falto de cordura.”
Aquí el contraste consiste en que mientras que el prudente edifica y enseña a otros con la sabiduría que Dios le ha dado, y suscita respeto, cuando no admiración, por la utilidad de sus consejos, el que es “falto de cordura”, es decir, el que carece de sabiduría, hace daño con las necedades que atrevidamente profiere su boca, y necesita ser corregido –si es necesario, castigado físicamente- si persiste en su terquedad, a fin de que aprenda a razonar convenientemente.
El rey Salomón, y su hijo y sucesor, Roboam, ilustran muy bien el contraste que expone este proverbio. Mientras que en los labios del primero se hallaba sabiduría, y por eso de todo el mundo venían a escucharlo (1R 10:1,8), al suceder Roboam a su padre en el trono, en lugar de escuchar los consejos prudentes de los ancianos que habían estado con su padre, prefirió seguir la opinión de los jóvenes con los cuales se divertía. Su actitud necia provocó que más adelante se rebelaran contra él las diez tribus del norte, y se produjera la división del reino, hecho nefasto que fue para él como una vara para sus espaldas (1R 12:8-19), y una catástrofe para el pueblo elegido. Pero si él hubiera sido castigado de pequeño con vara, algo que quizá Salomón omitió, pese a que lo aconseja (Pr 19:29; 22:15; 26:3; 29:15), quizá no se hubiera comportado como un necio al heredar el trono de su padre.
La Versión Autorizada inglesa (KJV) traduce así: “En los labios del que tiene inteligencia (entendimiento) se halla sabiduría.” (2) Esto es necesariamente cierto si se trata de alguien que conoce y entiende las verdades divinas del Evangelio, porque las ha experimentado y son parte de su vida. De su boca brotarán dichos y consejos que iluminen el camino de los que, a su vez, buscan la sabiduría (Sal 37:30).
Los labios prudentes son en verdad una joya más valiosa que el oro y las piedras preciosas (Pr 20:15), porque sus consejos sabios pueden librar de la muerte, o de cometer serios errores, a los que los escuchan. Por eso dice bien el proverbista:
“En los labios del prudente se halla sabiduría.” El que es prudente medirá sus palabras para no ofender, para no chocar, para no exponerse a sí mismo ni a sus amigos, para no decir más de lo necesario. Como está acostumbrado a mirar las dos o más caras que presenta un asunto, su opinión será siempre esclarecedora; y si es buen conocedor de las personas, ayudará a escoger bien a sus colaboradores.
La segunda línea contrasta con la primera en el sentido de que describe las consecuencias que recaen sobre el que carece de sabiduría. Si fuera un caso de paralelismo antitético el segundo estico diría: “En los labios del falto de cordura está la necedad”. Pero sería demasiado obvio. Por eso opone a la constatación primera los efectos de la carencia de sabiduría.
Algo semejante ocurre con el proverbio siguiente, que es también un caso de paralelismo antitético, donde el segundo estico describe la posible consecuencia de la negación del primero. Los sabios atesoran, es decir, guardan bajo siete llaves y acumulan en sus mentes la sabiduría para no fallar, mientras que lo que el necio enseña, o aconseja, traerá una desgracia al que sigue sus instrucciones. El segundo estico podría decir: “Pero los necios atesoran necedad”. El autor lo omite y pasa a la consecuencia de la necedad. ¿Por qué dice: “la boca del necio”? Porque el necio suele enredarse en sus propias palabras.
14. “Los sabios guardan la sabiduría; mas la boca del necio es calamidad cercana.”
“Guardar” quiere decir “conservar”, “atesorar”. (Ellos son sus depositarios y los que la transmiten). Pero también quiere decir “obedecer”, o “cumplir”, lo que se aplica a los que se dejan guiar por ella, y como consecuencia, llevan vidas prósperas y tranquilas.
¿Por qué yuxtapone la conducta del sabio a la boca del necio? Porque mientras que el sabio suele guardar silencio mientras no le pregunten, el necio proclama su necedad a los cuatro vientos, y lo que él proclama es el anuncio de lo que va a hacer y que le traerá a él, y a los que puedan estar involucrados con él, grandes desgracias. Su boca es calamidad cercana para los despistados que lo escuchen y sigan sus equivocados consejos. La boca del sabio, en cambio, traerá bendición a los que siguen sus enseñanzas.
Dice que los sabios atesoran (así la KJV) sabiduría oyendo y leyendo la palabra de Dios, y meditando en ella, de manera que puedan instruir y aconsejar a otros en el momento oportuno (cf Mt:13:52). Salomón dedicó los tiempos de ocio que le permitían la administración de su vasto reino a investigar y conocer todo lo que se hace bajo el sol (Ecl 1:13) para poder transmitir sus conocimientos a otros. Eso lo hizo desde su juventud con la diligencia de la hormiga (Pr 6:6-8), por lo cual llegó a ser conocido como el hombre más sabio que había en la tierra.
Tenemos en las Escrituras dos ejemplos que ilustran la verdad contrastante de este proverbio. Timoteo, que perseveró en las verdades que le fueron enseñadas de niño (2Tm 3:14,15). El mago Elymas, que trató de impedir que el procónsul de la isla de Pafos oyera la palabra de Dios en la que deseaba ser instruido, por lo cual el apóstol Pablo lo reprendió severamente, y quedó ciego durante un tiempo (Hch 13:6-10).
15. “Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; y el desmayo de los pobres es su pobreza.”
Son las riquezas las que hacen fuerte al rico, y es la pobreza la que hace débil al pobre. El dinero otorga al que lo posee influencia y respeto (Gn 23:6), y atrae muchos amigos (Pr 19:4), cuya amistad, sin embargo, puede ser sólo interesada (19:6). Además, el rico se defiende de los ataques ajenos con su dinero, del que se dice que es un escudo (Ecl 7:12). En muchos sentidos, gracias a su dinero está libre de las limitaciones y penurias que sufren los pobres. Por su pobreza el pobre no puede pagar abogados que le defiendan, ni médicos y remedios que lo curen, y en su desventura se vuelve odioso para sus amigos (14:20) y hasta para sus hermanos (19:7). ¡Cuán traicionero y falso es el mundo alejado de Dios! ¿Les parece que eso no es posible en nuestros días? En Lima debe haber por lo menos un millón de personas en esa condición, y quizá me quede corto.
No obstante, Santiago nos recuerda que Dios ha elegido “a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman” (St 2:5). Y Jesús mismo nos dio ejemplo al nacer y vivir en la pobreza (Lc 2:7; Mt 8:20). Pero en su misericordia cuando lo considera oportuno Dios “levanta del polvo al pobre… para hacerlo sentar con los príncipes de su pueblo.” (Sal 113:7,8)
Pr 18:11 completa el significado de la primera línea de este proverbio (“Las riquezas del rico…) diciendo “y como un muro alto en su imaginación.” El rico se imagina que su dinero lo protege de toda desventura, pero ¿acaso lo libra de enfermedades, o de disputas familiares? Al contrario, pudiera ser que su fortuna atice rivalidades entre sus futuros herederos, y que eso le amargue la vida. Por eso el salmista aconseja a los ricos no poner su confianza en las riquezas (Sal 62:10b), porque no lo librarán en el día de la ira (Pr 11:4). ¿Hay alguien que pueda sobornar a Dios?
Hay cosas en la vida que tienen mucho más valor que las riquezas como, para comenzar, el conocer a Dios (Jr 9:23,24). Por ello Pablo también aconseja a los ricos no poner su confianza en las riquezas, que son inciertas (1Tm 6:17), sino que, más bien, sean ricos en buenas obras (v. 18).
De otro lado, la pobreza no impide al pobre gozar de la gloria futura, ni la riqueza asegura que se gozará de ella, como nos muestra la historia del rico y del mendigo Lázaro (Lc 16:19-21). Más bien Jesús dijo: “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mt 19:24).
Como bien dice Ch. Bridges, ambos estados, la riqueza y la pobreza, tienen sus tentaciones y limitaciones propias (Pr 30:8,9; 1Tm 6:9,10). La mejor defensa contra ellas está en que los ricos sean “pobres en espíritu” (Mt 5:3; Jb 1:21), y que los pobres sean ricos en la fe (St 2:5; 1Tm 6:6-8).
Notas: 1. Curiosamente macor jayim (esto es “manantial de vida”) es en hebreo el nombre de la gran aorta de donde sale del corazón la sangre que irriga todo el cuerpo y le da vida.
2. Ya hemos visto que inteligencia no es lo mismo que sabiduría. Véase el comentario al vers. 10:1 en mi artículo “El Hijo Sabio Alegra al Padre”.


Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

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jueves, 24 de noviembre de 2016

LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VIRGENES I
Un Comentario de Mateo 25:1-13
1. “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.”

La palabra “entonces” tiene la función de ligar esta bella y tierna parábola –que era una de las favoritas de la iglesia primitiva- al discurso escatológico iniciado por Jesús en el capítulo anterior, en el que se habla de lo que ocurrirá al final de los tiempos y, en especial, de la anunciada venida del Hijo del Hombre. (“Entonces” es una de las palabras de transición favoritas de Mateo).
La parábola tiene como trasfondo la costumbre hebrea de celebrar el matrimonio por la noche en la casa de la novia (Jc 14:10-18; Tb 6:13;  8:19), la cual era enseguida llevada por el novio a su casa acompañado por un cortejo formado por sus amigos y las amigas de la novia, vírgenes como ella. Las bodas se celebraban en verano y había invitados que acudían directamente al banquete en la casa del novio (Nota 1).
2. “Cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas.”
Por algún motivo no especificado, diez de las jóvenes invitadas no asistieron a la ceremonia del matrimonio en la casa de la novia, sino fueron directamente a la casa del novio, donde se celebraría el banquete. Cinco de ellas eran precavidas, pero las otras cinco no tomaron las precauciones necesarias. (Véase en Mt 7:24-27 la descripción que hace Jesús del hombre prudente y del insensato).
3,4. “Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron consigo aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.”
¿En qué se notaba la diferencia entre unas y otras? En que las vírgenes prudentes, previendo que el novio pudiera demorarse, trajeron con sus lámparas encendidas, una cantidad suficiente de aceite como para mantener la llama viva en caso de que tardase el novio, mientras que las insensatas no tomaron esa precaución, y temieron que sus lámparas pudieran apagarse antes de que el novio llegase, y ellas quedaran en ridículo.
5,6. “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo, salid a recibirle!
Como en efecto el novio se tardó más de lo esperado, las diez muchachas se quedaron dormidas, cuando de repente, alguien (posiblemente los mismos miembros del cortejo) les avisó: Ya se acerca el novio con sus acompañantes, salgan a recibirlo, seguramente con cánticos y danzas según la costumbre. Que se les pida que salgan quiere decir que no estaban en el descampado, sino en algún lugar o recinto cubierto.
7. “Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.”
Alertadas pues, las diez muchachas se preocuparon de arreglar sus lámparas cuya llama podría estarse apagando, para que dieran la luz más brillante posible.
8. “Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.”
Entonces fue cuando las que no fueron precavidas se dieron cuenta de que no tenían aceite suficiente, y que sus lámparas podían apagarse antes de que el cortejo del novio llegase. ¿Qué hacer en ese aprieto? Pedir ayuda a las que sí habían sido precavidas, para que compartieran su reserva de aceite con ellas, ya que sin sus lámparas encendidas no serían admitidas al banquete.
9. “Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras ni a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.”
Esa no es una buena idea, respondieron las precavidas. No vaya a ser que nuestro aceite no alcance para todas. Mejor vayan ustedes a comprar lo necesario en alguna tienda cercana, porque todavía debe haber alguna que esté abierta. Era costumbre, en efecto, en el oriente que las tiendas permanecieran abiertas hasta horas avanzadas de la noche.
10. “Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.”
Ocurrió lo que era de temer, que justo cuando las necias iban a comprar el aceite que les faltaba, y remediar su falta de previsión, vinieron el novio y la novia con su comitiva. Ellos no se iban a poner a esperar que las cinco vírgenes ausentes regresaran, sino que entraron de frente a la casa, y se cerró la puerta tras ellos.
11,12. “Después vinieron las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.”
Cuando las cinco vírgenes necias regresaron con el aceite comprado, se encontraron con la puerta cerrada, y comenzaron a gritar: “¡Señor, ábrenos! ¡Ya estamos de vuelta!” Pero el esposo no les hizo caso y se negó a abrirles la puerta, diciendo que no las conocía.
13. “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
Así pues, concluyó Jesús, estad alertas y velad, porque no sabéis cuándo yo he de regresar para juicio de la humanidad entera (cf Mt 24:36,39,42,44; Mr 13:35.36).
¿Cuál es la interpretación de esta parábola que sólo se encuentra en Mateo? Lo primero que debemos notar es que, según palabras del propio Jesús, la actitud de las diez vírgenes refleja la actitud que asumirán los seres humanos (cristianos o no) cuando Él venga al final de los tiempos. Pero también podemos entenderla de la actitud que asuma cada ser humano cuando al  morir le toque presentarse personalmente a juicio, algo de lo que nadie sabe el día ni la hora. Pero que es seguro que tendremos que hacerlo no cabe duda pues, como dice Pablo: “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.” (Rm 14:10).
¿Por qué diez vírgenes? El número diez, aparte de su valor mnemotécnico (los diez dedos de las manos, cinco en cada una) en el Antiguo Testamento es símbolo de lo completo: los diez mandamientos, las diez plagas de Egipto, las tablas de diez codos del tabernáculo, las cucharas de diez siclos de oro, etc., etc. (2) Diez es también en el judaísmo  el número mínimo de hombres (minyam) con el cual se puede establecer una sinagoga, y el número mínimo de hombres requerido para comer el cordero pascual.
Se les llama vírgenes porque ellas representan primeramente a los cristianos, a los miembros de la iglesia, que es pura y santa (Ef 5:27), como lo era idealmente también el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, y por eso con frecuencia se le llama “virgen” (Lam 1:15; 2:13).
Los matrimonios solían celebrarse de noche o, al  menos, duraban hasta hora avanzada, lo que explica que las vírgenes que formaban parte del cortejo llevaran lámparas consigo para no tropezar en el camino.
El sentido básico de la parábola es que hay que estar preparados para cuando el Señor venga en un día que sólo Dios conoce. Debemos vivir constantemente como si hoy fuera el último día de nuestra vida, porque en realidad, no sabemos cuándo el Señor vendrá a buscarnos. Puede ser hoy, o mañana, o dentro de muchos años.
Jesús quería además advertir a los discípulos, que esperaban que su retorno a la tierra sería inmediato, que Él podía demorar más de lo que imaginaban. Por tanto, había que velar, es decir, estar siempre listos (Lc 21:34-36).
¿Qué es estar listos para su venida? Vivir en estado de gracia, en comunión con Dios; habiéndose arrepentido y habiendo sido perdonado de todo pecado.
Tener aceite suficiente en nuestra lámpara es perseverar en el estado de gracia, de comunión efectiva con Dios, aborreciendo el pecado y no cediendo a las tentaciones que constantemente nos asaltan.
Eso hicieron las vírgenes prudentes; en eso fallaron las vírgenes necias: No estaban en estado de gracia cuando Jesús vino de improviso, aunque parecía que llevaban una vida cristiana correcta (2Tm 3:5). Cuando quisieron arrepentirse, ya era tarde. Nuestro destino eterno se define en el momento de la muerte. No hay segunda oportunidad.
La fiesta de bodas en la casa del esposo, como en otras parábolas afines (Mt 22:1-14; Lc 12:36) es el reino de los cielos, donde se goza de la presencia de Dios en compañía de los ángeles, y de todos sus santos y elegidos.
Que el Señor venga a medianoche –cuando los hombres están durmiendo, en sentido figurado- quiere decir que Él viene cuando menos se le espera, como ocurrió en los días de Noé: los hombres comían y bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos (Lc 17:26,27; Mt 24:37-39).
El clamor a medianoche anunciando la venida del esposo es la voz del arcángel y de la trompeta de Dios, que anuncia la venida del Señor con sus ángeles, y todos los que entretanto hubieren fallecido resuciten para recibirlo, despertando de su sueño de muerte; y los que estén vivos sean “arrebatados juntamente con ellos para recibir al Señor en el aire.” (1Ts 4:16,17; cf 1Cor 15:51,52).
Arreglar sus lámparas es prepararse a dar cuenta a Dios de su vida. Pero unos estarán preparados para el juicio, otros, lamentablemente, no. En ese momento, traspuesto el umbral de la muerte, nadie podrá ayudarlos, el estado de gracia no se transfiere de unos a otros. Nadie puede compartir su aceite con otro. (3)
La luz de las lámparas de las vírgenes necias se extingue porque, aunque llevaron una vida aparentemente cristiana, y la gente las tenía por tales, en verdad vivían alejadas de Dios. En el día del juicio, cuando se cierre la puerta definitivamente para muchos, las apariencias de piedad caerán a tierra y se mostrará lo que las personas son realmente.
Por eso Pablo nos aconseja que no juzguemos por apariencias antes de que venga el Señor a iluminarlo todo con su luz, porque Él “aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones…” (1Cor 4:5).
En el día del juicio los salvos no podrán ayudar de ninguna manera a los condenados, aunque quisieran, por mucha compasión que sientan por ellos. “Id vosotras a comprar” es una frase involuntariamente irónica: ¿Por qué no lo hicisteis a tiempo? De nada sirvió que las vírgenes necias invocaran en ese momento el nombre de Aquel a quien habían negado en sus vidas.
A ese respecto Herbert Lockyer en “Todas las Parábolas de la Biblia”, anota: Cada persona es responsable de su lámpara. La preparación es personal. Todas las vírgenes esperaban al esposo, todas se durmieron, pero en el momento en que se anuncia que llega el esposo se revela la diferencia que hay entre ellas: Unas estaban preparadas para recibirlo; otras, no.
Todas eran iguales en lo externo: todas tenían lámparas; pero no eran iguales en lo interno: el aceite que algunas tenían no era suficiente para la larga espera.
La preparación es personal: Cada cual dará cuenta a Dios de sí, dice Pablo  (Rm 14:12). La puerta se cierra para las que no están preparadas.
La parábola enseña la perseverancia porque las vírgenes necias estaban preparadas al comienzo (tenían lámparas y aceite), pero no al final. Por eso Jesús concluye: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora…”.
Por su lado, R.C. Trench en “Notes on the Parables of our Lord”, observa: Las vírgenes son las compañeras o amigas de la novia (la iglesia), vírgenes como ella.
Vírgenes son todos los que esperan la segunda venida del Señor. Hay quienes están armados de todas las cualidades que menciona Pedro en 2P 1:5-9, y quienes las descuidan: fe, virtud (es decir, fortaleza), conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal, amor. Esas cualidades son la provisión más o menos abundante de aceite que cada cual posee.
Según otra interpretación las vírgenes necias son las que confiesan a Jesús con sus labios, pero carecen de la fe verdadera que vivifique sus vidas. Lo exterior de la vida cristiana es la lámpara, lo interior es el aceite, símbolo del Espíritu. (Recuérdese el aceite de la unción, Ex 30:22-33).
Las vírgenes necias son negligentes en la oración, perezosas en su trabajo para Dios. Tienen aceite, pero no lo suficiente.
Las vírgenes prudentes reconocen que tienen un largo camino por delante de negación de sí mismas (Mt 16:24) y, por tanto, necesitan estar llenas del Espíritu.
La demora del esposo sugiere que la segunda venida del Señor no es inmediata (2P3:9), y por tanto, los creyentes no deben dormirse en su fe, sino permanecer vigilantes para ser hallados dignos de entrar en su reino cuando Él venga inesperadamente como ladrón en la noche (2P3:10).
John A. Broadus (“Commentary on Mathew”): Los matrimonios eran celebrados por la noche en la casa de la novia. De ahí que después el novio, acompañado por sus amigos y las amigas de ella, fuera en procesión a su propia casa para la fiesta, llevando lámparas para el camino.
Sin las lámparas encendidas las vírgenes no serían admitidas a la fiesta. Arreglar sus lámparas es rellenarlas de aceite, enderezar la mecha.
Aplicación: La única manera de estar listos cuando Jesús venga, es estar siempre listos. La única manera de estar preparados para morir, es estar siempre preparados. Una parte de la humanidad estará preparada para ese día, otra parte no lo estará.
El retorno de Jesús no será tan pronto como algunos en ese tiempo imaginaban. Por eso es que algunos se duermen en la espera, es decir, mueren.
El no traer una reserva de aceite en vasijas junto con sus lámparas es una indicación del poco interés que se pone en las cosas de Dios (Os 6:4).
Las vírgenes prudentes no pueden ayudar a las necias porque la piedad y la fe son personales e intransferibles. Es como la necesidad de comer. Yo no puedo comer por ti si tienes hambre.
“No os conozco” dirá Jesús a algunos porque no hicieron la voluntad de su Padre (Mt 7:23). Eso no significa rechazar a los que sinceramente buscan ser salvados.
Los hombres en tiempos de Noé no creían que habría un diluvio, y por eso, no tomaron precauciones y se burlaron de él. Cuando vino, cada uno hacía su vida normal, pero los que no tuvieron cabida en el arca fueron arrastrados por las aguas.
Jesús preguntó una vez: “Cuando venga el Hijo del Hombre ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18:8) Los hombres estarán demasiado ocupados en sus asuntos personales para pensar en Dios. Los que no estén preparados serán arrastrados a su perdición. Los preparados serán salvos.
La segunda venida del Señor es un suceso que llenará de alegría a algunos, pero de terror a otros. Habrá que estar listos, por lo que la preparación debe ser permanente. Lamentablemente muchos de los que creen ser amigos de Jesús, o dicen serlo, no estarán listos.
Los esfuerzos apurados del último momento para estar bien con Dios se revelarán inútiles. A muchos la muerte los sorprenderá sin que tengan tiempo de arrepentirse. La puerta del cielo les estará cerrada para siempre. Los que no quisieron buscar la gracia de Dios cuando tuvieron tiempo, no tendrán tiempo de hacerlo cuando lo necesiten.
Notas: 1. En la parábola no se menciona a la esposa, que queda como oculta, como tampoco se la menciona en Mt 22:1-14. Sin embargo, algunos textos latinos y sirios la mencionan, reflejando la costumbre occidental, según la cual la esposa es conducida donde el esposo para la ceremonia. Recuérdese que en el episodio de las Bodas de Caná (Jn 2:1-12), la fiesta de bodas se celebra en la casa del novio, y la novia tampoco es mencionada.
2. Elcana le dice a su mujer Ana: “¿No te soy yo mejor que diez hijos?” (1Sm 1:8) Diez también fue el número de testigos que Booz convocó para decidir el asunto de la redención de las tierras que habían pertenecido a su pariente Elimelec, y que su viuda Noemí había decidido vender (Rt 4:1-3).
3. En esta parábola Jesús parece haber dado previsoriamente un argumento contra la doctrina de que la salvación no se pierde (una vez salvo, siempre salvo) porque si las cinco vírgenes necias eran creyentes ¿cómo así Jesús les cerró la puerta?
NB. Veamos algunas de las palabras griegas:
Parthénos= virgen, doncella; muchacha que no ha conocido varón, que está en edad casadera; en Ap 14:4 se aplica a los hombres que no se han contaminado con mujeres (en sentido de libertinaje).
Numphíos= novio, esposo recién casado.
Phrónimos= Prudente, sensible, poseedor de sabiduría práctica.
Morós= tonto, estúpido, necio.
Élaion= aceite de oliva, usado tanto para iluminar, como para ungir.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle perdón a Dios por ellos diciendo: Jesús, yo te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

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