LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MARDOQUEO II
Asuero había
engrandecido a Amán, seguramente por lo mucho que éste lo adulaba. Todos se
arrodillaban ante Amán, pero Mardoqueo rehusaba hacerlo. ¿Por qué motivo?
Porque consideraba que no debía inclinarse ante ningún hombre sino sólo ante
Dios, y menos podía él inclinarse ante un descendiente de Agag (3:1), el rey de
los amalecitas, enemigos jurados de Israel. (2) Ofendido en su orgullo, Amán se propone destruir no sólo a
Mardoqueo, sino a todo el pueblo judío.
No es la primera ni
la única vez que alguien se propone destruir al pueblo elegido. ¿Quién
inspiraba entonces ese deseo? Satanás. ¿Y por qué? Porque él sabía que de ese
pueblo nacería el Mesías.
Amán echó suertes (Pur cuyo plural es purim) para saber en qué mes convendría llevar a cabo su propósito,
y salió el duodécimo mes, que es el mes de Adar
(febrero/marzo).
Por instrucciones
del rey, Amán publicó un edicto ordenando que el día 13 del mes de Adar, se
exterminara a todo el pueblo judío, incluyendo ancianos, mujeres y niños (3:11-15).
Nótese que el rey ordenó destruir al pueblo judío sin saber que la reina a la
que tanto amaba, y Mardoqueo, el hombre que le había salvado la vida, eran
ambos judíos.
El texto dice que,
al enterarse del decreto, la ciudad de Susa se conmovíó (3:15). Eso es
comprensible si se tiene en cuenta que, amados o no, los judíos por su
industriosidad eran un elemento esencial de la vida económica de la ciudad, y
posiblemente muchos de sus pobladores los estimaban, y algunos hasta los tenían
por amigos.
Cuando Mardoqueo se
enteró “rasgó sus vestidos, se vistió de
cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad
clamando con grande y amargo
clamor.” (4:1). Tenía buena razón para ello, porque sabía que él era la
causa del odio de Amán contra su pueblo.
Angustiados los
judíos, vistiéndose de cilicio, convocaron a un ayuno con luto, llanto y
lamentación, al cual se adhirió Mardoqueo (4:3).
Enterada a su vez,
Ester quiso que Mardoqueo viniera donde ella a palacio, con cuyo fin le envió
vestidos adecuados para presentarse en palacio, pero él no quiso ir.
Mardoqueo le pide a
Ester por un intermediario que interceda ante el rey. Pero ella le responde que
si ella se presenta donde el rey sin
haber sido llamada primero, ella moriría. Su temor era aumentado por el hecho
de que hacía treinta días que ella no había sido llamada por el rey. ¿Estaría
él molesto con ella? ¿Habría encontrado entre sus concubinas una mujer que lo
atraía especialmente?
Mardoqueo le
contesta que ella no escapará al destino de todos los judíos, y añade: Pero si
tú no intercedes por tu pueblo, de otro lugar vendrá la liberación. ¿Qué está
implícito en esta respuesta? La seguridad de que Dios no dejará perecer al
pueblo elegido.
Mardoqueo le hace
decir además: Quizá para esta hora tú has llegado a ser reina. Es decir: No es
casualidad. Dios te ha puesto en ese lugar con un propósito. (3)
Quizá para esta hora
estén ustedes y yo aquí. Es decir, con un fin preciso Dios ha querido que
lleguemos a esta edad avanzada y que nos incorporemos a este ministerio de la
Edad de Oro. ¿Cuál es ese fin sino el darle gloria, y traer a unos para que conozcan
el Evangelio, y a otros para que sean edificados en su fe? La verdad es que
Dios ha puesto a cada ser humano con un fin preciso en un lugar y tiempo determinado
en el mundo. Muchos son inconscientes de ese fin, aunque involuntariamente lo
cumplen. Pero el éxito espiritual de nuestra vida depende de que lleguemos a
ser conscientes del propósito por el cual fuimos creados, y lo cumplamos.
Notemos que en la
historia santa, en tiempos de opresión del pueblo judío, Dios siempre ha
enviado a un salvador que venza a sus enemigos, o que los libere: Moisés,
Gedeón, Sansón, Judas Macabeo… Y en esta oportunidad le tocó ese papel a Ester,
una simple doncella que, escogida por el rey para ser su esposa, había sido
elevada a la categoría de reina. Aquí vemos el cumplimiento de la promesa hecha
por Dios a su pueblo: “Ningún arma
forjada contra ti prosperará y condenarás toda lengua que se levante contra ti
en juicio.” (Is 54:17a).
Pero notemos el
contraste: Ninguna persona podía presentarse ante el rey sin haber sido llamada,
pues arriesgaba su vida. Sin embargo, todos los seres humanos tienen acceso al
trono de gracia de un Soberano mucho más excelso que todos los reyes humanos,
para alcanzar misericordia y el oportuno socorro (Hb 4:16).
Entretanto, Amán,
ofendido de que Mardoqueo no le rinda homenaje, por consejo de su mujer, hace
preparar una horca para colgarlo (Est 5:14).
Al tercer día del
ayuno Ester, arriesgando su vida, se viste de gala y se presenta
inesperadamente en el aposento del rey. Éste no reacciona airadamente, como era
de temer por el hecho de que ella no hubiera sido llamada, sino que le extiende
su cetro en señal de favor, y le pregunta: ¿Cuál es tu petición? Ella le
contesta que desea que el rey venga ese mismo día con Amán a un banquete que
ella ha preparado para honrarlo. El rey acude y le pregunta nuevamente: ¿Cuál
es tu petición? Ella le contesta invitando al rey el día de mañana a otro banquete
en que ella desea que asista nuevamente Amán. El rey una vez más accede a su
deseo (Est 5:6-8).
Pero esa misma
noche, no pudiendo dormir, el rey hizo que le leyeran el libro de las crónicas del
reino. Llegados al episodio del
complot de los dos eunucos
contra el rey que Mardoqueo había denunciado, el rey preguntó: ¿Cómo se premió
al hombre que denunció el complot? Los cortesanos le dijeron que no se había
hecho nada en su favor. (6:1-3)
Entonces Asuero hizo
venir a Amán y le preguntó: ¿Qué debe hacerse con un hombre al cual el rey
quiere distinguir? Amán, creyendo que se trataba de él, le contestó que debía
vestírsele con ropas reales, ponerle una corona de oro sobre su cabeza, y
subirlo al caballo que el rey cabalga. Hecho lo cual debía paseársele por las
plazas de la ciudad pregonando: Así se trata al hombre que el rey quiere
honrar. Entonces el rey le dijo: Haz con Mardoqueo así como has dicho. (6:6-11)
¡Qué chasco!
Cumplido el encargo,
Amán retornó a su casa apesadumbrado y con la cabeza cubierta de vergüenza. Y
tenía buena razón para ello (v. 12). Él se había imaginado que el rey quería homenajearlo
a él en público, pero resultó que el homenaje no era para él, sino para el
hombre que él más odiaba. Y para mayor humillación suya, a él se le había dado
el encargo de llevarlo a cabo. ¡Imagínense cómo se sentiría Amán pregonando el
premio del hombre a quien él más odiaba!
En el segundo banquete
convocado por Ester en el palacio real, con asistencia de Amán, ella denuncia
la orden que se ha dado para destruir a todo el pueblo judío, y revela quién es
el que la ha gestionado: Amán. Aparentemente el rey lo había olvidado.
Asuero se enfurece y
bruscamente abandona la sala del banquete. Amán se queda y suplica a Ester por
su vida y, en su afán angustiado, cae sobre el lecho sobre el cual estaba Ester
recostada comiendo, según la costumbre persa que luego los romanos y los judíos
adoptaron (Véase Jn 13:23). Asuero, que entretanto ha regresado, cree que el
hombre la quiere violar y ordena en el acto que lo maten. Para ello cuelgan a
Amán precisamente en la horca que él había preparado para Mardoqueo, Podemos
ver aquí cómo la mano de Dios está detrás de los acontecimientos y
coincidencias dirigiéndolo todo, y cómo se cumple el proverbio que dice: “El
justo es librado de la tribulación; mas el impío entra en lugar suyo.” (11:8).
Se produce entonces
un vuelco en la posición de Mardoqueo. Ester le revela al rey que ella es su
prima. Entonces el rey le da a Mardoqueo el anillo con el sello real que antes
había dado a Amán.
Ester le pide al rey
que anule la orden que ha dado de matar a todos los judíos. El rey le contesta
que un edicto suyo no puede ser anulado. Entonces ordena que Mardoqueo, en
nombre suyo, mande un edicto real autorizando a los judíos de su reino a
defenderse de sus enemigos y matarlos.
Llegado el día 13 de
Adar, en lugar de ser destruidos, los
judíos destruyen a sus enemigos con el apoyo de las autoridades del reino.
Solamente en Susa mataron a 500 hombres, incluyendo a los diez hijos de Amán (Est
9:13,14). (4) El día 14 mataron a 300
hombres más. En las provincias mataron a 75,000 hombres, pero no tocaron sus
bienes. Los judíos de Susa descansaron el día 15 e hicieron fiesta.
Se ha objetado que
los judíos pudieran actuar con tanta crueldad con sus enemigos, matándolos a
todos sin compasión. Pero debe recordarse que ellos vivían entonces bajo el
antiguo pacto que decía: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18), pero que en la práctica aconsejaba
odiar y destruir al enemigo.(cf Ex 17:14-16;
Sal 139:21,22) Faltaban todavía siglos para que Jesús viniera a enseñar que
también debemos amar a nuestros enemigos (Mt 5:44).
El prestigio de
Mardoqueo aumentó al punto de que llegó a ser el segundo hombre del reino. Él
ordenó a los judíos festejar los días 14 y 15 de Adar, porque en esos días
tuvieron paz sobre sus enemigos.
La fiesta que
conmemora este acontecimiento recibió el nombre de Purim, plural de Pur, y
es celebrada por los judíos de todos los lugares y tiempos.
Notas: 1. Los eunucos eran los funcionarios de la corte real, encargados al
comienzo principalmente del harén de los reyes, por lo que eran castrados en temprana
edad. Véase Hch 8:27. No es improbable que Mardoqueo mismo fuera un eunuco,
pues no estaba casado ni tenía hijos.
2. Según el Targum y el historiador Josefo, Amán era un descendiente
de Amalec, por vía de su rey Agag. Ellos fueron los eternos enemigos de los
judíos, que los habían atacado en Refidim, por lo cual hubo guerra sin cuartel
entre ambos pueblos (Ex 17:8-16). Por eso Dios ordenó a Moisés que destruyera a
los amalecitas (Dt 25:17-19).
Siglos después Saúl
desobedeció a la orden de Dios de destruir a todos los amalecitas, pues perdonó
la vida de Agag, su rey. Ese acto de desobediencia ocasionó que Jehová
desechara a Saúl como rey. Samuel hizo traer a Agag y con sus propias manos lo
mató (1Sm 15).
3. Dicho sea de paso, Si yo no cumplo la tarea que Dios me ha
confiado, Él llamará a otro que le lleve a cabo en mi lugar, y yo me habré
perdido mi recompensa.
4. Se supone que Amán sería un descendiente de un hijo de Agag que
escapó de la matanza que hizo Saúl de los amalecitas. Es muy significativo que
fuera un amalecita, perteneciente al pueblo que fuera el eterno enemigo de los
hebreos, el que tramara destruir definitivamente al pueblo judío. Pero con la
muerte de Amán y de sus hijos (Est 9:13,14) la orden dada a Moisés fue definitivamente
ejecutada.
Amado lector: Jesús
dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar
el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando
mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de
tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla
oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego;
lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En
adelante quiero vivir para ti y servirte."
#948 (23.10.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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