martes, 10 de noviembre de 2015

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - SARDIS I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VIII
A LA IGLESIA DE SARDIS I
Un Comentario de Apocalipsis 3:1-3

1. “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”.
Al describirse a sí mismo Jesús combina elementos que aparecen en versículos separados del capítulo 1. En primer lugar, los siete espíritus que están delante del trono de Dios (v.4), que hemos visto que representan al Espíritu Santo, y que Jesús tiene sin medida, gracias a lo cual Él conoce los más íntimos secretos del corazón humano.

En segundo lugar, las siete estrellas que figuran en el v. 16, y que representan, según dice el v. 20, a los siete ángeles de las iglesias, es decir, a sus pastores u obispos, de los que Jesús tanto se preocupa, y a los cuales tiene bajo su absoluto control. Ellos deben ser diligentes en corregir los errores de las ovejas que les han sido confiadas, si no quieren ser objeto de la reprensión de Cristo.

Esta carta, que forma junto con la carta a la iglesia de Laodicea, una pareja de epístolas negativas, contiene un fuerte reproche que denuncia su condición de iglesia que está por morir: “tienes nombre de que vives”, es decir, así fue tu comienzo, pero tus méritos pasados casi se han desvanecido por completo, porque en realidad estás muerta, la vida del espíritu en tus miembros casi se ha apagado totalmente, y sufres de una gran apatía espiritual. Eso es señal de que han descuidado la comunión con el Espíritu Santo. Fue el descenso del Espíritu Santo lo que dio inicio a la vida de la Iglesia en Pentecostés, y es la presencia del Espíritu Santo lo que la mantiene viva y vibrante.

¡Cuántas iglesias hay en nuestro tiempo a las que se podría hacer el mismo reproche que a la iglesia de Sardis! Conservan el prestigio de su gloria pasada, pero ése es sólo un recuerdo que no refleja su realidad presente, pues la fe se ha perdido entre sus miembros, y sus acciones deshonran a Dios y están en contradicción con el Evangelio. Por ello también muchos de sus antiguos miembros las abandonan.

Y si se puede hacer ese reproche a las iglesias corporativamente, también se le puede hacer a las personas cuya piedad se ha enfriado, no quedando sino un triste recuerdo de lo que fue su antiguo entusiasmo, y celo por las cosas de Dios. ¡Con qué frecuencia el nombre no corresponde a la realidad, tanto en las personas como en las instituciones!

El peligro que corren esos cristianos que están muertos es que, si no reaccionan, la muerte de su piedad y entrega al Señor puede convertirse en muerte eterna. Porque no es suficiente que el árbol viva, sino que es necesario que dé fruto, dice Victorino; no basta con confesarse cristiano, si no se hacen las obras propias de un cristiano.

La ciudad de Sardis dominaba el valle del Hermos, y estaba situada donde convergían las rutas que llevaban a Tiatira, Esmirna y Laodicea. La historia de esta ciudad –de donde era oriundo el poeta y fabulista Esopo- parece ser un anticipo de la suerte que correría su iglesia, porque en el pasado había conocido un gran prestigio como capital del reino de Lidia, el último de cuyos reyes fue Creso, famoso por su riqueza, pero que no supo defender su ciudad, y que por un descuido y falta de vigilancia, la perdió. De ahí que la exhortación a ser vigilante, que sigue más abajo, sea muy apropiada para la iglesia de esta ciudad.

Después Sardis fue centro del gobierno del imperio persa, que la conquistó el año 546 AC, y bajo cuyo dominio permaneció hasta que cayó en mano de Alejandro Magno el año 334 AC. El año 214 AC fue tomada y saqueada por Antíoco el Grande, por sorpresa, como “ladrón en la noche”. Bajo los romanos que sucedieron a los griegos en la zona el año 190 AC, se convirtió en un centro comercial e industrial conocido por la manufactura de lana teñida, la acuñación de monedas de oro y plata, y la venta de esclavos. Pero la ciudad era más conocida por el lujo y la vida licenciosa de sus habitantes. En ella se rendía un culto impuro a Cibeles, la diosa de uno de los “misterios” más famosos de su tiempo, cuyos sacerdotes debían ser castrados.

El año 17 DC la ciudad fue destruida por un terremoto que devastó la región. El emperador Tiberio la eximió del pago de impuestos durante cinco años, para facilitar su reconstrucción, por lo que la ciudad era muy fiel a Roma. Uno de sus obispos del siglo II, llamado Melito de Sardis, es el primer comentarista del Apocalipsis que registra la historia. En la ciudad había una próspera comunidad judía que, entre los siglos tercero y sétimo, construyó una lujosa sinagoga. Sobre el emplazamiento de antigua y famosa ciudad subsiste en nuestros días una aldea llamada Sert. 

2. “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.”
La palabra que Reina Valera traduce como “vigilante” (gregoreo) significa, entre otras cosas, estar en vela, atento y dispuesto a actuar. Es una exhortación que Jesús repite muchas veces a sus discípulos, como cuando los encuentra dormidos en Getsemaní mientras Él está orando, y les dice: “Velad y orad para que no entréis en tentación” (Mt 26:41). O cuando exhorta a sus discípulos a estar atentos a las señales de los últimos tiempos (Mt 24:42,43); o a las vírgenes necias a no dormirse mientras esperan al novio (25:13). Es una exhortación que nos dirige a todos, para mantenernos despiertos y atentos frente a los signos de decadencia espiritual, y de falta de vigilancia ante las tentaciones del enemigo (1P 5:8), porque, de lo contrario, podemos fácilmente sucumbir a sus engaños. La vigilancia es señal de vitalidad espiritual, y sólo puede mantenerse orando constantemente, como también Pablo recuerda a los Tesalonicenses (1 Ts 5:6-8).

La frase que sigue debería traducirse así: “afirma (o fortalece) las cosas que quedan, es decir, lo que todavía permanece de tus buenas obras pasadas, y de tu antigua constancia y piedad, que están ahora desfallecientes, carentes de vida; fortalece lo que aún queda de tu antiguo celo por las cosas de Dios.

¡Cuánta diferencia hay entre la forma cómo nosotros nos comportábamos antes, cuando dedicábamos nuestro tiempo a orar y a predicar a los inconversos, y a edificarnos unos a otros, y nuestra languidez actual! Nosotros nos hemos dormido en nuestra complacencia de cristianos maduros, y no combatimos por la fe, porque nos consideramos seguros. Pero Pablo nos advierte: “El que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Cor 10:12). Las peores caídas se producen cuando creemos que hemos alcanzado la cima y estamos al otro lado de la montaña.

“No he hallado tus obras perfectas delante de Dios”. Éste es un reproche suave en su forma, pero severo en el fondo: Tu conducta deja mucho que desear. Quizá para los hombres tú estás actuando de manera encomiable, pero no a los ojos de la majestad y santidad de Dios; en verdad, no satisfaces la medida de lo que espera de ti. Son conocidas las palabras que Dios dirigió al profeta Samuel cuando fue a casa de Isaí a ungir como rey a uno de sus hijos, y le presentaron al mayor de ellos: “No mires a su aspecto, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1Sm 16:7). ¡Cómo supiéramos todos no mirar las apariencias, sino ver el corazón del hombre con quien tratamos, o a quien brindamos confianza! ¡De cuántos engaños y desilusiones nos libraríamos!

No eran herejías lo que ponía en peligro la fe de la iglesia de Sardis, como ocurría en las iglesias de Esmirna y Filadelfia, sino su propio relajamiento, quizá por la influencia que ejercía el ambiente mundano y corrupto del entorno. A muchos cristianos que circulan en el mundo les ocurre eso. Justamente por ese motivo la vigilancia es indispensable, porque no hay mayor enemigo de la vitalidad de la fe que la sensualidad. El peligro que acechaba a los miembros de esas iglesias no eran desviaciones doctrinales, sino que se vuelvan lo que nosotros llamamos “cristianos nominales”. Ese mismo peligro amenaza a los cristianos en nuestros días ahí donde la vida es cómoda y fácil, y se goza de prosperidad material. Es como si el fervor requiriera de la disciplina de la escasez. David no cayó en adulterio cuando era perseguido por Saúl, y sólo contaba con treinta valientes, sino cuando se hallaba en la cúspide de su gloria y poder, y podía quedarse a descansar en palacio, mientras sus generales salían a hacer la guerra por él (2Sm 11:1-3).

3. “Acuérdate, pues, de lo que has recibido (Nota) y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.”
Sea que deba entenderse estas palabras como dirigidas a una persona, o a la comunidad entera, el mensaje del Evangelio vino a los que creyeron por medio de la palabra, como escribe Pablo: “¿Cómo pues invocarán a Aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?” (Rm 10:14).

Hubo quienes rechazaron la palabra, y quienes la recibieron, esto es, creyeron en ella, y éstos fueron transformados. Pero no basta con haber recibido. Es necesario mantener vivo en uno el mensaje, porque el enemigo, si bien es consciente de que ya no puede arrancar la semilla de la palabra en algunas personas, sí puede hacer que los cuidados del mundo la ahoguen, y la vuelvan inefectiva.

Todos estamos expuestos a ese peligro. De ahí que sea tan importante “reavivar el fuego” (2Tm 1:6), recordando lo escuchado, recordando la obra que hizo en nosotros la palabra, y cómo nos cambió; cómo nos dio nuevos horizontes y un gozo desconocido hasta entonces. Todo eso debe ser recordado para que nuestra fidelidad al Señor se mantenga viva y firme, y guardemos todo lo que el Señor nos mandó hacer. Y si hubiéramos sido negligentes, es necesario arrepentirse, y comenzar de nuevo con renovado fervor.

Si no velas, si no mantienes despierta tu fe, vendrá a ti el Señor cuando menos lo esperas. Jesús en más de una ocasión habló de la venida del ladrón en las horas de la noche, advirtiéndonos que de esa manera vendría Él a nosotros para darnos el pago, y nos sorprendería porque no sabemos a qué hora vendrá. (Lc 12:40; 1Ts 5:2; cf 2P 3:10).

Estas palabras no se refieren a su venida al final de los tiempos, sino a una visitación disciplinaria intempestiva, como la que ocurrió el año 70, cuando Jerusalén y su templo fueron destruidos por las tropas romanas que actuaron como instrumentos de la ira divina.

Si ello es así, ¡cuánta necesidad tenemos de mantenernos como las vírgenes prudentes, con nuestras lámparas encendidas, habiendo hecho de antemano provisión suficiente de aceite, es decir, de constancia y de ánimo para que nuestras lámparas no se apaguen! (Mt 25:1-13).

Nota: El verbo griego está en tiempo perfecto (eílefas), anota M. Vincent, indicando que se ha recibido la verdad como un depósito permanente. Como tal debe ser celosamente guardado.

Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad porque de ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:

   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#904 (01.11.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 5 de noviembre de 2015

PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA
Un Comentario de Mateo 18:10-14


10. "Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos."
Los pequeños a los que Jesús se refiere aquí pueden ser literalmente niños, pero más probablemente serían hombres y mujeres, no de baja estatura sino de baja condición social, que son ignorantes no sólo de la fe, sino también de las cosas del mundo, el tipo de personas que la gente suele mirar con desprecio.

Pero ¿qué dice Jesús de ellos? Tú los desprecias porque son poca cosa a los ojos del mundo, pero "sus ángeles", es decir, los mensajeros de Su voluntad a quienes Dios ha encargado que se ocupen de ellos y los cuiden, al mismo tiempo que realizan esa labor están constantemente delante de Él.

Para el mundo ellos no valen nada, pero para Dios valen mucho, pues los ha confiado a ángeles que gozan de su intimidad. Ellos gozan de un privilegio mucho mayor de lo que tú te imaginas, ni quizá te ha sido acordado.

A nosotros quizá nos intrigue saber cómo pueden esos ángeles guardianes estar a la vez ocupados en la tierra y estar en la presencia de Dios. Nuestra perplejidad se debe a que nosotros no podemos concebir cómo son las cosas en las dimensiones celestes, espirituales, porque no las conocemos. Las distancias y los tiempos son diferentes.

En este versículo Jesús confirma la validez de la creencia del judaísmo de su tiempo en la existencia de ángeles guardianes que acompañan a cada ser humano. (Nota 1)

La lección que debe sacarse de este versículo es que contrariamente a nuestra tendencia natural, ningún ser humano debe ser despreciado, cualquiera que sea su condición, su suciedad, su grado de abandono, o su pobreza. A los ojos de Dios se trata de una criatura suya, altamente apreciada, porque Él no desprecia nada de lo que ha salido de sus manos. Piensa en eso: Nosotros, tú y yo, hemos salido de sus manos. ¡Aleluya! Y Él no nos desprecia, cualquiera que sea nuestra condición.

Mira a ese hombre asqueroso tirado en la calle, negro de suciedad. Todo el mundo huye de él asqueado. Pero Dios lo ama porque es una de sus criaturas. Jesús murió también por él.

Jesús nos advirtió acerca de la inconsistencia de mirar a alguna persona con desprecio cuando dijo que los últimos serán los primeros y los primeros, últimos. (Mt 20:16). Algún día en el cielo nos llevaremos una gran sorpresa. Algunos van a estar en primera fila, por así decirlo, a quienes nosotros no dimos ninguna importancia, a quienes quizá incluso despreciábamos.


Esto significa que el valor intrínseco de una persona es algo oculto a los ojos humanos. Nosotros vemos lo que muestra el exterior de la persona, pero no vemos lo que está en su interior. No sabemos si es de oro, plata, diamante, o de plomo u hojalata.

Recuérdese lo que le dijo Dios al profeta Samuel cuando buscaba entre los hijos de Isaí a uno que fuera rey para Israel, en reemplazo de Saúl. Al ver al mayor, alto, buen mozo y fuerte, Samuel se dijo: "Este debe ser". Pero Dios le dijo: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura...porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón." (1Sm 16:7). A nosotros nos impresionan ciertas personas por su aspecto, su fuerza o su inteligencia, pero no sabemos lo que hay dentro de ellas. Eso sólo lo sabe Dios.

11. "Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido."
Este versículo, que se encuentra también en la conclusión del episodio de la conversión de Zaqueo (Lucas 19:10), sirve de transición a la parábola de la oveja perdida que viene enseguida.

Esta frase enuncia de una manera clara el propósito para el cual el Verbo de Dios vino a la tierra, esto es, a rescatar y a salvar a los que estaban alejados de Dios y, por lo tanto, caminaban a su condenación, y estaban perdidos. En otro lugar Jesús dijo que Él no había venido a buscar a justos sino a pecadores, porque no son los sanos los que tienen necesidad de médico sino los enfermos (Mt 9:12,13).

Éste es un asunto que nos parece obvio. Son los pecadores, los perdidos los que están en la mira de Dios, porque son ellos los que más necesitan de Él. ¡Pero cuántas veces en la vida práctica de algunas iglesias (no en la nuestra) esos enfermos del alma, esos pobres pecadores, son marginados, excluidos y puestos de lado, abandonados a su suerte, mientras los sanos, los justos, se reúnen entre ellos satisfechos de la rectitud de su conducta y de su vida! De esa manera corren el peligro de convertirse en fariseos. Pero si Jesús descendiera nuevamente a la tierra, y lo hiciera de incógnito, ¿a quiénes buscaría? ¿A los que se sientan en primera fila en los servicios, o a las prostitutas en las calles, y a los bebedores que están emborrachándose en las cantinas? ¿Dónde están los enfermos? ¿Dónde están los perdidos? Está muy bien que tengamos comunión entre hermanos y que nos gocemos por lo que Dios hace en medio nuestro, pero eso no debe servir para estar satisfechos de nosotros mismos sino para que, fortalecidos con la palabra, salgamos a buscar a aquellos por los que Jesús vino a la tierra.

Los fariseos esperaban que Jesús predicara para ellos, que se habían preparado mediante oración, ayuno y estudio para entrar al Reino de los cielos. Ellos confiaban en su propia justicia. A ellos debería dedicar Jesús su atención preferente, pero Él desconfiaba de ellos.

Jesús predicaba un perdón inmediato a todo el que se arrepienta, como un don gratuito de la misericordia divina, no un perdón difícil que se obtiene después de mucha penitencia, ayuno y oración. (Sal 51:17).

La predicación de los fariseos no estaba dirigida a los perdidos. Ellos no tenían nada que decir a los pecadores, salvo exigirles que cumplan todos los mandamientos de la ley para ver si Dios quizá se apiadaba de ellos. En el fondo ellos dejaban que los pecadores se perdieran. Eso no era su problema.

En el evangelio de Lucas la parábola de la oveja perdida está precedida por la murmuración de escribas y fariseos contra Jesús porque se juntaba con publícanos y pecadores.

Los publícanos eran odiados por los judíos que los consideraban traidores a su pueblo, ya que recaudaban impuestos por cuenta de los extranjeros romanos, y se enriquecían de paso cobrando de más por cuenta propia, y oprimiendo con sus tácticas de cobranza al pueblo.

Ese rechazo llegaba al punto de que su dinero no era aceptado como limosna para el templo, su testimonio en los tribunales era inválido, y se les ponía al mismo nivel que los despreciados gentiles y que las prostitutas, aunque, como dijo Jesús de Zaqueo, ellos eran también hijos de Abraham (Lc 19:9).

Jesús se reunía con ellos al igual que con los pecadores y las prostitutas, precisamente porque eran personas rechazadas por la sociedad. Tomen nota. Por ese motivo los fariseos lo criticaban acremente. Pero Jesús se acercaba a ellos como hace el médico solícito con los enfermos. No omitía esfuerzo alguno para estar en contacto con ellos. Él los atraía por la bondad de su trato, y por eso venían donde Él en mancha a escucharlo.

En respuesta a las murmuraciones de los fariseos, Jesús narra las tres parábolas que vienen enseguida en el Evangelio de Lucas: la de la oveja perdida, la de la dracma perdida, y la del hijo pródigo.

La parábola de la oveja perdida destaca el amor de Dios que va en busca de los perdidos. En Lucas Jesús dirige esta parábola a los fariseos: "¿Quién de ustedes...?" (Lc 15:4).

Pero tornemos al texto de Mateo.
12. "¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?"
La sociedad de Israel vivía sobre todo de la agricultura y de la ganadería. Ellos en su origen eran un pueblo pastoril. Por eso muchas de las parábolas de Jesús usan imágenes pastoriles. Sus oyentes las captaban fácilmente.

El cuadro que Jesús nos pinta en pocas pinceladas es muy simple: Un pastor tiene cien ovejas en su rebaño. Si de pronto se pierde una de ellas, ¿no dejará las noventainueve para ir a buscar a la descarriada? ¿Y si la encuentra, no se alegrará más por ella que por las que no se alejaron del redil?

Si una madre tiene un hijo enfermo ¿no se alegrará por la curación de ese hijo más que por los que están sanos? No es que no quiera a los sanos, pero en determinado momento su preocupación está concentrada en el hijo enfermo. Es natural que sea así.

Podría objetarse: el pastor que va detrás de la oveja descarriada ¿no está poniendo en peligro a las noventainueve que abandona? En el caso propuesto por Jesús podemos pensar que el pastor tendría un ayudante que cuide entretanto a las que quedan en el redil. Pero en el caso de Dios su providencia alcanza a todos, a los que perseveran y a los que se pierden.

El pecador es comparado a una oveja tonta que en su ignorancia, queriendo explorar prados para ella desconocidos, se pierde en el campo.

El pastor del rebaño no se dice: "Me quedan noventainueve ovejas. ¡Qué me importa si se me pierde una!" No, él se dice: "Si se me pierde una oveja ¿qué me importan las noventainueve?"

Al pastor asalariado no le importa que se pierda una, porque las ovejas no son suyas, pero al dueño del rebaño sí le importa que se pierda una, porque él ama a cada una de ellas (Jn 10:12,13). Él conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a Él (v. 14).

Su actitud es semejante a la de la mujer que ha perdido una dracma, y que no para de buscarla hasta que la encuentra (Lc 15:8).

La oveja descarriada es como muchos pecadores que se extravían del camino y se pierden por ignorancia. No saben en verdad lo que hacen, pero si nadie va a buscarlos se pierden para siempre. ¿Cuántos de nosotros éramos así? Si no hubiera habido una persona que se hubiera apiadado de nuestra condición, y no nos hubiera hablado de Dios, o no nos hubiera traído a la iglesia, ¿dónde estaríamos nosotros?

El profeta Ezequiel denuncia que muchas ovejas se pierden porque los pastores que están a cargo de ellas no las cuidan (Ez 34:1-6). Esos malos pastores se dedican a apacentarse a sí mismos, en lugar de cuidarlas (v. 8).

Pero, a través del profeta, Dios anuncia que Él mismo irá a buscar a sus ovejas para traerlas al redil: "Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que yo, yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reconoceré. Como reconoce el pastor a su rebaño cuando está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré a mis ovejas, y las libraré de todos los lugares donde fueron esparcidas..." (v. 11,12).

El profeta Ezequiel, con quinientos años de anticipación, anunció lo que Jesús iba a hacer al venir a la tierra. No sólo buscaría a la oveja descarriada, sino que la sanaría (v. 16).

La encarnación de Jesús no fue otra cosa sino llevar a cabo la misión del Buen Pastor que se ciñe los lomos para ir a buscar lo que se había perdido. Y no cesa en su búsqueda hasta que encuentra a la oveja descarriada, la carga sobre sus hombros gozoso, y la trae de vuelta al redil. (Le 15:5). (2)

Eso ha ocurrido con la mayoría de los que están leyendo estas líneas. Él nos fue a buscar cuando estábamos perdidos en medio de nuestra miseria, no para castigarnos, sino para traernos al redil, después de habernos curado.

13. "Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron."
Al estar formulado en condicional ("si la encuentra") el texto de Mateo da a entender que pudiera ocurrir que todos los esfuerzos del Buen Pastor por recuperar al alma perdida sean  inútiles. ¿Es posible que eso ocurra? Sí, porque el pecador es libre de acudir al llamado de Dios, o de no hacerlo. Y, en efecto, ¡cuántos hay que por su propia voluntad se pierden ya que hacen caso omiso de los esfuerzos de Dios por salvarlos!

El mundo sería otro si eso no ocurriera con frecuencia. Démosle gracias a Dios de que nosotros no fuimos rebeldes a su llamado, y pidámosle que nunca permita que nos alejemos de Él.

"Y si acontece que la encuentra..." Si efectivamente el pastor halla a la oveja descarriada, en ese momento él se alegrará más por ella que por las ovejas que nunca se perdieron.

¿No es eso injusto? En la parábola del hijo pródigo el hermano mayor se resiente de que su padre haya hecho una fiesta para celebrar el retorno del hijo que se había ido, pero nunca hizo una fiesta para él, que nunca se alejó de su casa y siempre lo sirvió. El padre le responde: Todo lo mío es tuyo, pero "tu hermano estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15:27-32). Yo me alegro mucho por él, y tú deberías hacerlo también teniendo en cuenta de qué abismo ha salido. No deberías tener celos de tu hermano, sino deberías alegrarte conmigo de que haya retornado.

Un pecador que se arrepiente da más gozo al Padre, y provoca una mayor fiesta en el cielo que noventainueve que permanecen fieles (Lc. 15:7). Pero la recompensa de los que siempre fueron fieles, o lo fueron más tiempo, será mayor que la de los que se desviaron y retomaron al buen camino.

14. "Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños."
Mateo concluye la parábola reiterando el deseo del Padre de que ninguno de los más despreciados e ignorantes se pierda (2P 3:9), porque -aunque esto no está dicho, se sobreentiende- por ellos también derramó Cristo su sangre.

Si la salvación del género humano le ha costado tanto, ¿cómo no ha de desear Él que ninguno deje de recibir ese beneficio? ¿Cómo no ha de entristecerse su corazón por uno solo que se condene? Las multitudes de los que se salvan no lo consuelan de una sola pérdida. Eso es lo que una sola alma vale para Él.

Notas: 1. El Nuevo Testamento está lleno de episodios en que los ángeles cumplen misiones específicas por encargo de Dios, comenzando con el anuncio del nacimiento de Juan Bautista (Lc 1:5-17), o el anuncio de la encarnación del Hijo de Dios en el vientre de María (Lc 1:26-35), o animando a sus escogidos (Hch 27:23,24), o librando de la cárcel a Pedro (Hch 12:6-10). La noción de que hay un ángel asignado a cada persona está confirmada en ese mismo episodio cuando Pedro se presenta en la puerta de la casa donde están reunidos los creyentes, y ellos se niegan a creer que sea él pensando que "es su ángel" (Hch 12:15).
2. La figura del Buen Pastor cargando en sus hombros a la oveja descarriada es uno de los temas más populares de la pintura clásica.




Amado lector: Jesús dijo: "De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare, y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."


#882 (24.05.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tele 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

martes, 20 de octubre de 2015

OCASIONES DE CAER

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
OCASIONES DE CAER
Un Comentario de Mateo 18:6-9
6. "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le  colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar."
Continuando lo que ha dicho acerca de los niños, o de los que son como ellos en la fe, Jesús hace una muy seria advertencia sobre los escándalos: Cualquiera que haga caer en pecado, o que viole la inocencia de un  niño, o que lo encamine hacia el mal, o que siembre dudas en su espíritu acerca de la fe, a ese tal más le  valiera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar para que se ahogue (Ap 18:21). (Nota 1)

¿Por qué usa Jesús la imagen de una piedra de molino? Porque, para moler el grano y hacer harina, esas grandes piedras rotatorias eran colocadas encima de una gran piedra fija y, como eran sumamente pesadas, eran movidas con fuerza animal, generalmente por un asno, por lo que solía llamárseles "piedra de molino de asno".

Jesús usa aquí, como hace con frecuencia, un lenguaje exagerado, para hacer impresión en sus oyentes. Él quiere advertirles acerca de la gravedad de provocar la ruina espiritual de un niño, o de una persona inocente, o poco instruida, esto es, de un niño en la fe. En esta advertencia se incluye a todos los que seducen a  menores, o que despiertan prematuramente sus instintos sexuales, así como a los que violan a muchachas  inocentes.

En esta advertencia están incluidos no sólo los individuos, sino también los medios de comunicación, los diarios y revistas, los espectáculos, el teatro y el cinema. Todo aquello que incite al pecado. El que haga pecar a alguno, será responsable de su pecado, y deberá pagar por ello terriblemente. Más le valiera ahogarse en el  mar, dice Jesús, señalando que el castigo que algún día ha de recibir será muchísimas veces peor que esa forma de morir. Aquí se podría aplicar la frase que Jesús dijo una vez acerca de Judas: "Más le valiera no  haber nacido." (Mt 26:24). Y en efecto, a todo el que se condene, más le valiera no haber nacido.
Y Jesús continúa diciendo:

7. "¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!"
¿Qué significa aquí "tropiezo", o más precisamente "escándalo"? (2). Es la acción de inducir a una persona a hacer algo que ocasionará su ruina espiritual; o el suceso que produce ese resultado (Véase Rm 14:13). ¡Ay  del mundo! ¡Ay de la gente! ¡Ay de la persona que lo cause, porque su castigo será tremendo!

Pero ¿por qué dice Jesús que es necesario que haya escándalos? ¿Está diciendo que es inevitable que los haya, o que es necesario por algún motivo? ¿O lo dice porque el diablo aún anda suelto tentando a la gente?  Yo me inclino por la primera opción. Es inevitable que ocurran porque, debido a la caída de Adán, la  naturaleza moral y física del hombre se ha corrompido y, como consecuencia, el mundo está lleno de  ocasiones de caer. Pero también porque el príncipe de este mundo tiene cautivos a mucha gente.

¿No vemos acaso a cada rato cómo los personajes de la farándula son ocasión de tropiezo para muchos jóvenes y muchachas por la vida desarreglada que llevan, y con cuánta frecuencia provocan escándalos? Debido a su notoriedad se convierten en modelos de los que no tienen formación moral ni criterio, y los conducen a la perdición a la que ellos también fatua y ciegamente caminan. Los grandes de este mundo hacen tropezar a los pequeños. ¡Qué cuenta tremenda tendrán que dar a Dios por cada alma que se pierda por su culpa!

8,9. "Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego."
Jesús repite aquí la advertencia que ya había hecho en el sermón del monte (Mt 5:29,30). Lo hace porque nuestros miembros pueden ser ocasión de tropiezo para uno mismo. (3) Él emplea aquí el lenguaje exagerado al cual con frecuencia recurre para grabar en la mente de sus oyentes el mensaje que quiere transmitir: Más vale salvarse estando cojo, manco, o tuerto, que condenarse con el cuerpo con todos sus miembros, dándole más pasto al fuego del infierno. (4)

La vida eterna, la salvación, es un bien, una dicha demasiado valiosa para no sacrificarle lo que fuere. Pero pudiera no tratarse de un miembro del cuerpo. Pudiera tratarse de una amistad, de una compañía, de una afición, o incluso de un trabajo, o negocio rentable.

¿Vale el dinero que ganas más que la vida eterna? Nada hay tan valioso en esta vida que valga tanto como la dicha de gozar de la compañía de Dios por toda la eternidad. Si algo has de salvar, salva tu alma a costa de tu vida, si es necesario. Sería el peor negocio hacer lo contrario. Todo lo que pudieras perder en este mundo lo recuperarás con creces en el más allá.

Notas: 1. Esa forma de suplicio era usada entre los antiguos para castigar a los grandes criminales: Atarle un gran peso al cuello y echarlo al mar, o a un río, para que se hunda y ahogue. Era una forma especialmente ignominiosa de castigo porque privaba a la persona del derecho a la sepultura.
2. La palabra griega que figura en el original es skándalon.
3. El gran escritor e intérprete de la Biblia, Orígenes de Alejandría (c. 185-254), en vista de las grandes tentaciones sexuales a las que estaba expuesto debido a la popularidad que gozaba de joven como maestro, llevando a la práctica literalmente este consejo de Jesús, se amputó el miembro viril. Sólo más tarde  reconoció la necedad de su error.

4. Existe una tendencia a pasar por alto el tema del infierno para no ofender, o asustar, a la gente. Sin embargo, es una realidad que no podemos soslayar, porque la existencia del infierno fue el motivo por el cual Jesús vino a la tierra haciéndose hombre: Salvarnos de sus llamas. Y es Él quien más ha hablado del fuego eterno, al cual están destinados los que se niegan a creer en su mensaje, y viven y mueren en pecado. Doy a continuación una selección de referencias de los evangelios en que Jesús habla del infierno: Mt 10:28; 13:42,49,50; 25:30,41,46; Mr 9:43-48; Lc 16: 23-28.

miércoles, 7 de octubre de 2015

HOMENAJE A LAS MADRES

homenaje a las madres
¿Qué cosa es el matrimonio? El matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer que deciden unirse hasta que la muerte los separe; pacto en el cual Dios, que es el autor del matrimonio, interviene como garante. Es una unión en la cual el hombre y la mujer se dan mutuamente por entero, sin reservas. El matrimonio sólido está construido sobre la base de un compromiso que involucra a toda la persona, su cuerpo, su alma, su espíritu; es un compromiso irrevocable. Ése es el compromiso que Dios bendice. Lo bendice con descendencia, lo bendice con amor mutuo, lo bendice con un amor profundo que no depende de lo exterior ni de lo pasajero; y lo bendice también con su provisión para que tengan lo necesario para llevar una vida digna, ellos y sus hijos.
Cuando hay esa clase de amor, yo estoy seguro, y su palabra lo dice, no faltará el pan en su mesa (Sal 37:25), y no sólo el pan, porque al hombre justo Dios le promete abundancia y prosperidad (Sal 112:3). Eso es lo que Dios quiere para la familia. Es Dios el que confiere el título de esposo al varón, y el de esposa a la mujer, no el registro civil. Es un título recíproco que ellos deben respetar, porque proviene de Dios. No es la sociedad solamente la que se los da, no es solamente un papel oficial firmado y sellado, es la bendición de Dios la que lo confiere. Y es bueno que sea un ministro de Dios el que la pronuncie, porque lo hace en nombre de Dios.
Dios ha hecho al hombre y a la mujer para amarse, los ha hecho complementarios, lo que uno no tiene, lo tiene el otro. Ha hecho que se sientan mutuamente atraídos el uno por el otro, y para que en esa unión ellos encuentren una gran satisfacción, un gran contentamiento. En realidad esa es la mayor felicidad que los hombres y las mujeres buscan y pueden tener en esta tierra: la felicidad que una persona del sexo opuesto, a la cual uno se une en matrimonio, le puede dar. Cuando ambos esposos aceptan el plan de Dios para el matrimonio, el amor verdadero, el amor sobrenatural, el amor ágape, no tardará en aparecer, si es que aún no existe, y se superpondrá al amor romántico y lo alimentará. El amor conyugal bien entendido es una fusión de ágape y de eros.
Este amor verdadero es ese amor del cual Pablo dice que es paciente, benigno, no envidioso, no vanidoso, no indecoroso, no egoísta, no irritable, no rencoroso; ése es el amor que no se goza de la injusticia ni del mal, sino que se goza de la verdad. Ése es el amor que nunca deja de ser, el amor que perdura (1Cor 13:4-8). Ése es el amor que yo deseo que tengan todas las parejas de esposos que lean estas líneas y que lo reciban como un don de Dios.

(Publicado por Editores Verdad y Presencia. Tel 4712178. Av. Petit Thouars 1189, Santa Beatriz, Lima, Perú).

lunes, 5 de octubre de 2015

¿QUIÉN ES EL MAYOR?

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
¿QUIÉN ES EL MAYOR?
Un Comentario de Mateo 18:1-5
1. "En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?"
Según el pasaje paralelo de Marcos -que omite el episodio del pago del impuesto del templo, tema de un artículo anterior (No. 874, del 29.03.15)- esta discusión ocurre cuando regresan a Capernaúm y se encuentran en casa (Véase Mt 17:24,25). En el camino habían estado discutiendo sobre quién sería el mayor de ellos en el reino de los cielos, y Jesús, como si no lo supiera, les pregunta sobre qué habían estado discutiendo. Pero ellos, avergonzados, no le contestan (Mr 9:33,34).
El texto de Marcos da a entender que con frecuencia, cuando se desplazaban, Jesús se les adelantaba para dejar que los discípulos conversaran entre ellos.
Mateo resume la situación enunciando el tema de la perícopa como una pregunta directa de los discípulos a Jesús: ¿Quién será el mayor - se entiende, de ellos- en el reino de los cielos?
Ellos vienen siguiendo desde hace tiempo a su Maestro, que les ha dado más de un ejemplo de humildad y de olvido de sí, y que les ha hablado de la necesidad de negarse a sí mismo (Mt 16:24). No obstante, están preocupados por la posición que ocuparán en el futuro reino de los cielos. ¿Quién de ellos ocupará el primer lugar? ¿Quién será el más prominente? Porque suponen que ahí también seguirán vigentes las jerarquías humanas.
Reino, piensan ellos, supone cargos, posiciones, honores, unos más altos que otros, y eso da inevitablemente ocasión al surgimiento de ambiciones personales, y de rivalidades.
Aunque Pedro, por su temperamento, es el que destaca ahora en su grupo, y ellos aceptan su liderazgo, (Nota 1) ellos asumen que eso no será así necesariamente más adelante. Cualquiera de ellos tiene méritos iguales, o quizá mayores que Pedro. Es singular que ellos tengan esa preocupación en ese momento, porque Jesús les había estado hablando recientemente acerca de sus próximos sufrimientos, pero no les dijo una sola palabra acerca de su gloria futura. Aún caminando con Jesús, y escuchándolo, ellos seguían fascinados por el éxito y la figuración. ¿Cuántos de nosotros somos así?
La respuesta de Jesús da al traste con sus ambiciones:
2,3. "Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos."
Estáis disputando sobre quién será el mayor entonces, pero de lo primero que debéis estar preocupados es por saber si llegaréis a entrar en el reino de los cielos, porque si no cambiáis vuestro corazón, y os volvéis humildes como un niño, ni siquiera entraréis en él. Eso es lo que debe preocuparos, no el saber quién será el mayor, porque será el que menos pensáis.
Y enseguida les declara un secreto:
4. "Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos." (2)
¿Qué ser más humilde que un niño que vive en dependencia de sus padres y de sus mayores? Pues el que se haga como un niño en humildad y sencillez, ése será el mayor. (3) Con esta respuesta Jesús cancela toda noción de jerarquía, de preeminencia de uno sobre otros, porque muchos pueden cumplir la condición que ha puesto Jesús, así que no será cuestión de quién sea el principal, sino de quiénes serán los más apreciados, y éstos serán los que sean los más humildes.
En Marcos Jesús añade un principio muy importante: Si alguno quiere ser el primero, hágase como el postrero, como el menos apreciado, y sea el servidor de todos (Mr 9:35). En lugar de apuntar a los honores, apuntad a los servicios más humildes. Con frecuencia la ambición se viste del deseo de ser útiles al mayor número. Si queréis serlo, sedlo asumiendo de preferencia los servicios que nadie quiere desempeñar.
Lo que contará entonces -y es bueno que los cristianos lo tengamos muy en cuenta- es en qué medida te pusiste al servicio de todos, en qué medida fuiste el más humilde, en qué medida no pretendiste estar encima, sino estar debajo.
Las prioridades, los paradigmas en el reino son contrarios a los del mundo: el primero será postrero, y el postrero primero. Sé pues ahora el último para que entonces seas el más apreciado. Pero ¡ojo! si tú quieres ser ahora el primero, el más apreciado, en el reino, ten cuidado, porque en el último día, el día que más cuenta, podrías ser el último.
5. "Y cualquiera que reciba en mi nombre (4) a un niño como éste, a mí me recibe."
Jesús termina enunciando un principio de vida al que no damos suficiente importancia, que tenemos olvidado, pero que puede tener una enorme influencia en nuestra vida futura: El que reciba, es decir acoja, acariñe, proteja, cuide, a un niño inocente como éste, me recibe, me acoge a mí, Jesús, que soy vuestro Maestro y vuestro Señor. En el pasaje paralelo de Marcos, Jesús añade el corolario: El que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino recibe al que me envió, esto es, al Padre (Mr 9:37).
¡Cuánta importancia tiene el trato que damos a los niños! ¿Por qué? Porque son inermes, indefensos, inocentes, confiados y, sobre todo, necesitados de amor. En su pequeñez reside su importancia. Pero en nuestro país ¿qué importancia damos a los niños? Es lamentable tener que reconocerlo, pero con frecuencia los descuidamos, los maltratamos, y abusamos de ellos. ¡Ay de aquellos que tal hacen! ¡Bienaventurados, en cambio, los que se ocupan de los niños y los tratan como si fueran Jesús mismo! ¡Bienaventurados los que les enseñan el buen camino, y les ayudan a caminar por él sin tropiezos!
Pero no sólo a los niños, sino también a los más pequeños, a los más indefensos, a los más desventurados de los seres humanos, a aquellos que solemos mirar con lástima, o que despreciamos. Ellos están a nuestro cuidado, porque Jesús está en ellos (Mt 25:45).
Notas: 1. Los discípulos acaban de ver que Jesús pagó el impuesto del templo por sí mismo y por Pedro, y no se preocupa por el pago que deben hacer los otros, aunque fue a Pedro a quien los cobradores se dirigieron. De otro lado, ellos habían visto que Jesús había subido al monte Tabor sólo con tres de ellos: Pedro, Santiago y Juan, y que sólo esos tres lo habían acompañado cuando resucitó a la hija de Jairo (Mr 5:37).
2. Jesús emplea la expresión común en la literatura intertestamentaria, "reino de los cielos", para no decir "reino de Dios", que los judíos, por respeto al nombre divino, evitaban en lo posible pronunciar. La frase se refiere al reino mesiánico que, según las profecías, el Ungido (esto es, el Mesías) descendiente de David, cuya aparición los judíos ardientemente esperaban, fundaría. Este es el reino que Jesús establecerá en su segunda venida.
3. Los niños antes de alcanzar el uso de la razón a los siete años, no son totalmente inocentes, porque pueden ser caprichosos, egoístas, e incluso, envidiosos; pero esos sentimientos suelen ser pasajeros. En cambio, aman y obedecen a sus padres, son confiados y creen en todo lo que se les dice, porque carecen de malicia.
4. Es decir, por mi causa.
Amado lector: Jesús dijo: "De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a i r a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare, y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#880 (10.05.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).