Mostrando entradas con la etiqueta hogar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hogar. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de octubre de 2015

HOMENAJE A LAS MADRES

homenaje a las madres
¿Qué cosa es el matrimonio? El matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer que deciden unirse hasta que la muerte los separe; pacto en el cual Dios, que es el autor del matrimonio, interviene como garante. Es una unión en la cual el hombre y la mujer se dan mutuamente por entero, sin reservas. El matrimonio sólido está construido sobre la base de un compromiso que involucra a toda la persona, su cuerpo, su alma, su espíritu; es un compromiso irrevocable. Ése es el compromiso que Dios bendice. Lo bendice con descendencia, lo bendice con amor mutuo, lo bendice con un amor profundo que no depende de lo exterior ni de lo pasajero; y lo bendice también con su provisión para que tengan lo necesario para llevar una vida digna, ellos y sus hijos.
Cuando hay esa clase de amor, yo estoy seguro, y su palabra lo dice, no faltará el pan en su mesa (Sal 37:25), y no sólo el pan, porque al hombre justo Dios le promete abundancia y prosperidad (Sal 112:3). Eso es lo que Dios quiere para la familia. Es Dios el que confiere el título de esposo al varón, y el de esposa a la mujer, no el registro civil. Es un título recíproco que ellos deben respetar, porque proviene de Dios. No es la sociedad solamente la que se los da, no es solamente un papel oficial firmado y sellado, es la bendición de Dios la que lo confiere. Y es bueno que sea un ministro de Dios el que la pronuncie, porque lo hace en nombre de Dios.
Dios ha hecho al hombre y a la mujer para amarse, los ha hecho complementarios, lo que uno no tiene, lo tiene el otro. Ha hecho que se sientan mutuamente atraídos el uno por el otro, y para que en esa unión ellos encuentren una gran satisfacción, un gran contentamiento. En realidad esa es la mayor felicidad que los hombres y las mujeres buscan y pueden tener en esta tierra: la felicidad que una persona del sexo opuesto, a la cual uno se une en matrimonio, le puede dar. Cuando ambos esposos aceptan el plan de Dios para el matrimonio, el amor verdadero, el amor sobrenatural, el amor ágape, no tardará en aparecer, si es que aún no existe, y se superpondrá al amor romántico y lo alimentará. El amor conyugal bien entendido es una fusión de ágape y de eros.
Este amor verdadero es ese amor del cual Pablo dice que es paciente, benigno, no envidioso, no vanidoso, no indecoroso, no egoísta, no irritable, no rencoroso; ése es el amor que no se goza de la injusticia ni del mal, sino que se goza de la verdad. Ése es el amor que nunca deja de ser, el amor que perdura (1Cor 13:4-8). Ése es el amor que yo deseo que tengan todas las parejas de esposos que lean estas líneas y que lo reciban como un don de Dios.

(Publicado por Editores Verdad y Presencia. Tel 4712178. Av. Petit Thouars 1189, Santa Beatriz, Lima, Perú).

viernes, 6 de marzo de 2015

DIOS INVENTÓ EL MATRIMONIO...

Dios inventó el matrimonio para que hombre y mujer expresen Su amor (es decir, el amor de Dios), amándose mutuamente y uniéndose en carne y espíritu, viviendo en unidad de corazón. El hombre agrada a Dios amando a su mujer, y la mujer agrada a Dios amando a su marido. Si no se aman no agradan a Dios. El matrimonio está hecho para dar gloria a Dios, y no le da gloria cuando en su seno hay luchas y peleas, palabras ásperas y resentimientos, y peor aún, deslealtad.
En ningún lugar son más válidas las palabras de Pablo acerca del trato mutuo: “Vestíos pues… de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro…” (Col 3:12-14).
Si marido y mujer se aman ¿cómo no han de dirigirse mutuamente palabras amorosas y no coléricas, de ternura y no de reproche?
Que sea una regla para marido y mujer nunca elevar la voz cuando discrepan, nunca gritarse el uno al otro, y menos aun, insultarse. Los insultos degradan al matrimonio. Y si tienen hijos ¿qué ejemplo les darán? Nunca deben dormir sin haberse reconciliado si hubieran discutido. Pablo escribió: "No se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo" (Ef. 4:26,27). Esas palabras se aplican con mucha propiedad al matrimonio.
Si marido y mujer se duermen estando enojados el uno con el otro, al día siguiente el enojo habrá crecido y será más difícil aplacarlo. Si no hacen las paces rápido, en pocos días puede surgir una brecha seria entre ambos. Eso es lo que el diablo quiere: separarlos, enemistarlos, romper su unidad, que su amor se agrie.
No den pues los casados lugar al diablo en su matrimonio, guardando su enojo para el día siguiente. La comida guardada para el día siguiente y recalentada, muchas veces hace daño. El enojo mutuo trasnochado mucho más.
Los maridos por lo general no son conscientes de que Dios les ha confiado una mujer -como un padre terreno confía su hija a su yerno- y que él es responsable delante de  Dios del bienestar y de la felicidad de ella. Algún día tendrá que darle cuenta de cómo cumplió ese encargo. Si el marido no lo cumple bien, no le es grato a Dios y sus oraciones tendrán estorbo, como dice Pedro: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sufran estorbo.” (1P 3:7).
Para agradar a Dios el marido debe agradar a su mujer amándola como Cristo ama a la Iglesia, muriendo por ella, cuidándola, santificándola (Ef 5:25,26). ¿Podemos imaginar a Jesús maltratando a la Iglesia? Entonces ¿por qué maltratas a tu mujer? ¿Cómo quieres que ella te respete? No puede respetar al que se comporta como un bruto.
Pero la mujer por su lado agrada a Dios respetando y amando a su marido. Ambos agradan a Dios haciéndose felices el uno al otro. Si él no está contento con ella, ni ella con él, Dios no estará contento con ambos.
Si quieren agradar a Dios, agrádense mutuamente para que sean perfectamente unidos en el amor. Obrando de esa manera cumplen la voluntad de Dios y atraen bendiciones para su vida. Si no obran de esa manera, Dios no puede bendecirlos a ellos como quisiera, ni bendecirá a sus hijos que, por lo demás, sufrirán a causa de la división de sus padres.
            La felicidad y el contentamiento de la mujer –que se adivina en su rostro y en su mirada- es el mejor termómetro de la piedad y de la madurez del marido. Si ella no es feliz, él está de alguna manera fallando en el encargo que ha recibido. Si ella no es feliz, de más está que él se arrodille pensando que sus oraciones serán escuchadas. Si ella le guarda algún resentimiento justificado, de más está que lleve su ofrenda al altar, pues no será bien recibida. Mejor será que se reconcilie con ella y luego retorne para presentar su ofrenda o su petición, para que el Señor lo escuche (Mt 5:23,24).
Y lo mismo se aplica a la mujer. Dios los ha hecho mutuamente responsables de la felicidad del otro y algún día les pedirá cuentas. ¿Hiciste feliz a tu mujer? ¿Hiciste feliz a tu marido?
Si no lo hiciste, fallaste. Pero la responsabilidad principal está en el marido. Para algo es la cabeza, para servir antes de mandar.
Si no se hacen mutuamente felices están fallando, no sólo como esposos sino también como padres y madres, porque los que no saben ser buenos esposos difícilmente sabrán ser buenos padres. Si no saben cuidar del bienestar del cónyuge, tampoco sabrán cuidar del bienestar de los hijos, pues ambas cosas están unidas, y dependen del amor, de la sabiduría y de los frutos del Espíritu.
El matrimonio es una escuela en que marido y mujer, soportándose y perdonándose mutuamente (porque no son perfectos), amándose y sosteniéndose el uno al otro, se perfeccionan y se santifican. Es una escuela en que aprenden a servirse el uno al otro, y a sus hijos, para que el amor de Dios reine en el hogar. Denle gracias a Dios por esa oportunidad que Él les da de limar sus diferencias y, al mismo tiempo, limar las asperezas y deficiencias de su carácter, despojándose del hombre viejo que les es obstáculo para amarse, porque amándose, aman al Dios que los creó el uno para el otro.

[Pasaje tomado de mi libro “Matrimonios que Perduran en el Tiempo”, (Vol II, por publicar) Editores Verdad & Presencia. Av. Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, tel. 4712178.]






martes, 21 de octubre de 2014

EL MARIDO SUSTENTA Y CUIDA A SU ESPOSA

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo

EL MARIDO SUSTENTA Y CUIDA A SU ESPOSA como Cristo a la iglesia (Ef 5:29). Hay maridos que descuidan la salud de su esposa, o que le exigen esfuerzos superiores a sus fuerzas. Al comportarse de esa manera demuestran que no la aman como a su propio cuerpo, sino que la tratan como si fuera un cuerpo ajeno. Pero es el suyo propio y es más frágil (1P 3:7). Si no la cuidan, después no pueden quejarse de que su salud se deteriore o se enferme. En verdad en muchos casos el microbio responsable de la enfermedad de la mujer es el marido.

El marido debe proveer el pan –insisto en ello- el vestido y la vivienda, etc., y todas las necesidades de su casa, como lo manda la palabra. De lo contrario “ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” (1Tm 5:8). Pero es un hecho que la vida moderna, por el costo de vida, que incluye los altos precios de los servicios esenciales y del colegio, entre otros rubros, obliga con frecuencia a la mujer a trabajar para contribuir al presupuesto familiar. Pero ése no es el ideal, sino una deformación impuesta por las realidades económicas actuales. Sin embargo, cuando hay hijos pequeños la mujer debe en lo posible permanecer en el hogar y no confiar a sus hijos a una empleada doméstica, porque en ese caso, será ella quien los forme y les enseñe quizá hábitos indeseables.

Si es necesario que la mujer trabaje es mejor que lo haga en su casa. Hay muchas formas de ganar dinero hoy en día que no requieren acudir a un centro de trabajo. El Internet lo ha hecho posible.
(Vol II, por publicar, Editores Verdad & Presencia. Av. Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, tel. 4712178.)

martes, 22 de noviembre de 2011

ELOGIO DE LA MUJER VIRTUOSA II

Por José Belaunde M.

Lo que impulsa a la mujer virtuosa a trabajar diligentemente no es un cerrado interés propio, limitado al bienestar de los suyos, sino el amor que alcanza también a los menos favorecidos, porque ella “alarga su mano al pobre y extiende sus manos al menesteroso.” (Pr 31:20). Ella es generosa y caritativa. No tiene reparos de ocuparse personalmente de las personas necesitadas; de sus necesidades materiales y de sus necesidades espirituales, que a veces son mayores que las primeras.
Ella cumple con lo que ordena Dt 15:7,8 (“Cuando haya en medio de ti menesteroso… en alguna de tus ciudades… no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente…”), de modo que ella es bendecida por todos los que ella ha salvado de la miseria (Jb 29:13). Ella se comporta como lo haría más adelante Dorcas (Hch 9:39), conciente de que el que da a los pobres, presta a Dios (Pr 19:17a) (Nota 1). Lo que ella hace con sus manos (vers. 13,19,24) le sirve para “compartir con el que padece necesidad.” (Ef 4:28; cf Hb 13:16). ¡Qué bueno fuera que los que adquieren y negocian lo hicieran no sólo para enriquecerse sino también para dar!

“No tiene temor de la nieve por su familia porque toda su familia está vestida de ropas dobles.” (vers. 21). Su familia está bien provista, tanto para el invierno como para el verano, porque ella es precavida y piensa de antemano en lo que se puede necesitar meses por delante. Donde nuestra traducción dice “ropas dobles”, el original hebreo dice “escarlata” (y así lo traducen otras versiones), color entonces costoso y elegante con el que solía teñirse la lana y que era considerado abrigador (2S 1:24).

“Ella hace para sí tapices (o cobertores para su cama) y sus vestidos son de lino fino y púrpura.” (vers. 22) La túnica de lino blanco y el manto de lana teñido de púrpura eran en la antigüedad la vestimenta característica de la gente distinguida o rica (Lc 16:19). (2) Pero en ella no son un atuendo de elegancia externa, sino simbolizan el honor y la dignidad que la recubren.

“Su marido es conocido en las puertas.” Las ciudades amuralladas de entonces tenían puertas grandes y macizas que se abrían por la mañana y se cerraban de noche. En las explanadas que había delante de las puertas los hombres se reunían a discutir sus asuntos, y a hacer negocios, y los magistrados trataban de los asuntos de la ciudad. Incluso es posible que algunos fueran acompañados de siervos que les llevaban sillas para sentarse, pues dice: “Su marido es conocido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra.” (vers. 23) Es decir, con los hombres principales. Su marido es uno de ellos, y es honrado y estimado por todos, no sólo por su propio valor, sino por haber sabido escoger como esposa a una mujer tan apreciada, cuya sabia administración doméstica lo deja en libertad para ocuparse de los asuntos públicos. Bien dice un proverbio: “La mujer virtuosa es corona de su marido.” (Pr 12:4a).
El hombre que puede confiar en su mujer, y a quien él da el honor que ella se merece, es un hombre que está seguro de sí. Por eso se dice que la mujer hace al hombre. Hay un dicho antiguo que dice que “detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer”, sin la cual él no habría podido llegar a ocupar la posición que alcanzó, ni cosechar tantos logros. Ese hombre puede hacer escuchar su voz en las reuniones y en las asambleas, porque se siente respaldado, y porque cuando regresa a su hogar se encuentra con una mujer que lo ama, que lo trata bien, que lo cuida y lo engríe. Dicen que las mujeres nunca dejan de ser madres, y hasta que son madres de sus maridos. Algo hay de cierto en ello.
También en el aspecto íntimo, la mujer es el respaldo del hombre. Ella lo levanta, no lo achica; ella le aconseja, no lo critica; ella lo anima, no lo disminuye; ella lo estimula, no lo desanima; ella le da valor, no lo acobarda. La mujer hace al hombre realmente. Por eso dice la Escritura: “Cual ave que se va de su nido, tal es el hombre que se va de su lugar.” (Pr 27:8). No tiene dónde descansar cuando se va del lado de su mujer, y se vuelve triste y se deprime.

“Ella hace telas y vende, y provee de cintos al mercader.” (vers. 24) (3). Ella teje con gran habilidad, y como está siempre ocupada tiene siempre cosas hechas con sus manos para vender a los comerciantes viajeros. Respecto de lo segundo no se trata de cintas (como traduce RV60) sino de los cintos, o cinturones, a veces lujosos, que usaban tanto hombres como mujeres para ajustar sus mantos a la cintura, de lo que ya se ha hablado en el artículo anterior a propósito del vers. 17 (Véase Jr 13:1; 2S 20:8; Is 11:5; Ef 6:14)

“Fuerza y honor son su vestidura y se ríe de lo porvenir.” (vers. 25). Este verso es muy importante. Habla de su entereza de carácter y de la rectitud de su corazón y de su conducta, cualidades que le permiten sonreír a lo que pueda depararle el futuro, porque tiene la conciencia limpia y ha puesto su confianza en el Señor. Cuando nuestra conciencia no está en paz, cuando nos acusa, no podemos tener paz ni alegría, y no podemos mirar con confianza el porvenir.
Ella puede sonreír a lo que le reserva el futuro porque no ha dedicado sus mejores años a engalanarse, divertirse y pasarla bien, como muchas mujeres, las cuales cuando su belleza decae lucen tristes y amargadas, porque nadie se ocupa de ellas ni las busca. La mujer virtuosa, que aquí encomiamos, en cambio, sabe que con el tiempo ella cosechará el fruto de sus desvelos y de sus buenas obras.
En el Antiguo Testamento ponerse una vestidura es mostrar su verdadero carácter, como cuando Job dice: “Vístete de honra y de hermosura.” (Jb 40:10). O cuando Dios se viste de magnificencia (Sal 93:1; cf Is 51:9; 52:1). En el lenguaje del Nuevo Testamento, asimismo, cuando uno adquiere ciertas cualidades se dice que se viste de ellas, como cuando Pablo exhorta a los colosenses a vestirse de “entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad…” (Col 3:12; cf Ef 4:24). O cuando exhorta: “Vestíos del Señor Jesucristo…” (Rm 13:14).
Vale la pena notar que fortaleza y dulzura no suelen ir juntas en una mujer. O prima lo uno, o prima lo otro. Pero ¡qué maravilla es cuando se manifiestan juntas por igual!

“Abre su boca con sabiduría y la ley de clemencia está en su lengua…”. (vers. 26) (Otras versiones traducen el hebreo así: “…y la instrucción amorosa está en su lengua.”) (4) Sus palabras son a la vez sabias, apacibles y oportunas, como dice un proverbio: “y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” (15:23; cf 25:11). Ella no ofende con sus palabras ni es malhablada, como son muchas que andan difundiendo chismes de puerta en puerta. Ella sabe guardar silencio cuando es necesario, y si abre la boca, lo hace con discreción, porque es conciente de que “en las muchas palabras no falta pecado.” (Pr 10:19).
Ella es sabia consejera de su marido y de sus familiares. Ella piensa en lo que puede afectar a las personas que la rodean y tiene consideración de sus sentimientos. El amor de Dios que la llena aflora en su mirada, en su sonrisa y en sus palabras. En ese amor de Dios está el secreto de su excelencia.

“Considera los caminos de su casa y no come el pan de balde.” (vers. 27). Ella observa los actos y los hábitos de sus hijos, y los corrige sin aspereza cuando es necesario. Aun al reprender “la ley de clemencia está en su lengua,” es decir, la ley de la bondad, de la piedad, de la compasión. No se entromete en lo que no le compete, ni en la vida de sus vecinos, sino concentra su atención en lo que está bajo su responsabilidad (Pr 14:1). ¡Cómo no proclamar que ella se ha ganado con creces la prosperidad y el respeto de que goza!

“Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada.” (vers. 28a) (5). Sus hijos, que se han beneficiado durante años de sus virtudes, no se cansan de elogiarla y bendecirla. Ellos no sólo la aman sino se sienten orgullosos de tener tal madre.
Así como ella ha hecho bien a todos, ahora los beneficiados le devuelven el bien que ha hecho, alabándola. Así como ella se levanta temprano para ocuparse de su casa (vers. 15), ahora ellos se levantan para elogiarla. Ocupada como ha estado siempre en el bienestar de los suyos, ahora ellos tornan su atención sobre ella para alabarla.
“Y su marido también la alaba.” (vers 28b) Su esposo más que ninguno tiene sobradas razones para encomiar sus cualidades, porque nadie como él ha gustado el fruto suave de sus virtudes y de su amoroso cuidado.
Pero si su marido la hubiera maltratado, ella se hubiera sentido disminuida, desanimada, y no habría podido poner todas sus cualidades a disposición de él. ¡Cuán importante es que el marido trate bien a su mujer! Porque la mujer es como una planta delicada. Si una planta es descuidada, si no es regada con amor, se marchita. Pero si es regada con cariño, con cuidado, con atención, con cortesía, florece. Las mujeres bien lo saben. Los hombres deben también saberlo.
El hombre que no trata bien a su mujer se pierde lo mejor que ella puede darle, porque no da los frutos que ella podría dar si fuera bien tratada. Ella, en verdad, no puede dar todo lo que puede y tiene dentro, si no es cuidada, alabada, atendida, querida, por su marido. Por eso dice el texto: “su marido también la alaba”. La mujer necesita ser alabada por su marido para florecer como esposa. Necesita que el hombre le dé el honor que le corresponde; el honor que se merece siéndole él fiel a ella. No humillándola, como muchas veces ocurre desgraciadamente entre nosotros, siéndole infiel.
Cuando los años pasan y la belleza juvenil del rostro se marchita, la mujer virtuosa adquiere otra clase de belleza, aquella belleza que le dan precisamente sus virtudes; esa belleza que brilla a través de sus ojos, de la serenidad de su rostro y de la dignidad de su porte. ¡Cómo no hemos de alabar nosotros a tal mujer, a la mujer que tiene tales virtudes! ¡Cómo no lo llamaremos feliz al hombre que encuentra y se une a una mujer así! ¡Al hombre que sabe tratar como se debe el tesoro que Dios puso en sus manos para que lo cuide!
De manera que en esta palabra que Dios nos ha dado en las Escrituras, está el secreto de la felicidad para el hombre. Primero, en hallar una mujer así, porque dice Proverbios: “el que halla una esposa, halla el bien” (Pr 18:22a). Y segundo, en saber valorar lo que Dios le ha dado.

Su marido dice además de ella: “Muchas mujeres hicieron el bien, mas tú sobrepasas a todas”. (vers 29) (6) Aunque pudiera haber muchos maridos felices que reclamaran para su mujer el primer lugar, para cada cual su mujer es la mejor. No la ajena, sino la propia. Así que cada marido puede decir a su esposa: “tú las sobrepasas a todas”, sin decir una mentira, porque para él ella es incomparable.

El autor del poema agrega: “Engañosa es la gracia y vana la hermosura”. (vers 30a). Los hombres corren equivocadamente con frecuencia tras la gracia exterior y son decepcionados. La hermosura es algo visible que nos atrae ciertamente a todos, pero no es lo que más importa. A la belleza del rostro no siempre corresponde la belleza del alma. Al contrario, muchas veces la belleza del rostro esconde un carácter intrigante, mezquino, egoísta e hipócrita. Mi padre, que era muy sabio, decía: “Los hombres se casan con una cara bonita, pero tienen que convivir con un carácter”, con el carácter de su esposa. Igual pueden decir naturalmente las mujeres. Se casan, o se enamoran, de un hombre apuesto, buen mozo, pero después tienen que convivir no con la apostura, no con la gallardía del marido, sino con su buen o mal carácter. Por ello lo primero que los novios deben preocuparse por conocer bien cada uno del otro es el carácter. El que escoge a su mujer por su belleza, la amará mientras eso dure y no se marchite, pero el que la escoge por sus virtudes la amará cada día más.
Nuestro carácter decide lo que somos, y cómo vivimos; decide la felicidad que damos a los nuestros, a aquellos con los cuales vivimos. Más que el físico, lo que nosotros debemos cultivar ante todo es nuestro carácter. Porque de él depende no solamente en gran medida nuestro destino, sino también cómo nosotros impactamos a las personas con las cuales compartimos nuestra vida, en especial a los más cercanos, al cónyuge, a los hijos, a los familiares, a todos los que tenemos cerca.

“La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” (vers. 30b). El libro de los Proverbios comienza diciéndonos que “el temor del Señor es el principio de la sabiduría.” (Pr 1:7). Cuando una persona está poseída por ese santo temor todas sus acciones y sus palabras, su manera de vestirse y de comportarse -e incluso de entretenerse- llevan una marca peculiar que infunde la influencia del Espíritu en ella y que suscita respeto y afecto en los demás.

“Dadle del fruto de sus manos.” (vers. 31a). Cuando ella se presente delante de su Creador, ella podrá mostrarle el fruto de una vida dedicada a cumplir con esmero la tarea que Él le había encomendado, y será eternamente recompensada por ello.

“Y alábenla en las puertas sus hechos.” (vers. 31b). Ella es elogiada en la plaza pública por todos los que conocen sus virtudes y saben cómo ella ha bendecido a muchos con sus hechos. Pero yo creo que aquí las puertas representan antes que nada la entrada a las moradas celestiales donde ella podrá escuchar algún día las palabras de aprobación que serán coreadas por una legión de ángeles: “Bien hecho, sierva buena y fiel. Entra en el gozo de tu Señor."(Mt 25:21).

Notas: 1. El proverbio continúa diciendo: “y el bien que ha hecho se lo volverá a pagar.” Ella ciertamente experimentó la verdad de ese dicho en la prosperidad que bendecía sus labores. Nótese que la frase: “extiende sus manos al menesteroso…”, puede significar también que lo acoge en su casa.
2. El lino era importado de Egipto (Ez 27:7) La púrpura era un colorante hecho de conchas marinas de las costas de Fenicia, y era, por tanto, un producto que denotaba riqueza y lujo (Jc 8:26; Cnt 7:5; Ez 27:16; Hch 16:14).
3. El original hebreo dice “cananeo”. Siendo ese pueblo conocido por su floreciente comercio, esa palabra se convirtió en sinónimo de comerciante.
4. Abrir la boca es un hebraísmo que significa hablar largamente o con solemnidad.
5. La palabra “levantarse” expresa el ánimo pronto con que se hace lo debido (Ex 2:17; Jos 18:4). Es también un gesto de respeto (Jb 29:8; Is 49:7).
6. El original dice aquí “muchas hijas”, como con frecuencia y con delicadeza el Antiguo Testamento designa a las mujeres: Gn 34:1; Jc 21:21; Is 3:16,17.

NB. Este artículo y el anterior del mismo título están basados en el artículo “La Mujer Fuerte”, publicado el 29.04.07 (#468), el cual ha sido revisado y ampliado. A su vez, ese artículo estaba basado en una charla dada en el ministerio de la “Edad de Oro”. Al hacer la revisión he consultado con provecho, entre otros comentarios, los de H. Ironside y de B. Waltke.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y entregándole tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#702 (20.11.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

miércoles, 16 de noviembre de 2011

ELOGIO DE LA MUJER VIRTUOSA I

ELOGIO DE LA MUJER VIRTUOSA
Por José Belaunde M.

El libro de Proverbios culmina con una oda dedicada a alabar a la mujer cuyas cualidades hacen la felicidad de las personas que viven en su entorno (Cap. 31:10-31). Se trata de un poema alfabético o acróstico, esto es, cada verso comienza con una letra distinta del alfabeto hebreo hasta completar las veintidos consonantes que lo componen. (Nota 1).

El poema ha ejercido una gran influencia en el mundo judeo-cristiano, pues ha sentado para todos los tiempos un modelo de esposa para los judíos que sus mujeres tratan de imitar, y que los hombres tratan de encontrar para casarse. Pero también ha ejercido influencia en los medios cristianos. El gran poeta español del siglo XVI, Fray Luis de León, escribió sobre este texto un famoso comentario bajo el título de “La Perfecta Casada”, que en su tiempo fue muy leído, sin hablar de los numerosos comentarios evangélicos.
Todas las mujeres cristianas deberían ser animadas a adquirir desde jóvenes las cualidades que se describen en este bello poema a fin de prepararse no sólo al matrimonio sino también para afrontar los retos que les presente la vida. Esto es tanto más importante cuanto que el mundo moderno presenta a la mujer contemporánea ideales que son no sólo diferentes sino hasta contrarios a los que aquí se exponen.
Tradicionalmente en los ambientes judíos el poema es recitado por los esposos a sus mujeres todos los sábados antes de la ceremonia de la santificación del día de descanso, así como en los funerales de mujeres. Es de notar que mientras la literatura oriental suele alabar la belleza de la mujer como valor femenino supremo, este poema exalta su sentido práctico y sus virtudes, minimizando el valor de la belleza física.

“Mujer virtuosa ¿quién la hallará?" (v. 10ª) La pregunta implica casi una respuesta negativa, como diciendo: difícilmente. De hecho el Predicador expresa su incertidumbre de hallarla (Ecl 7:28). Abraham mandó a buscar en tierra lejana una esposa digna para su hijo Isaac, porque no esperaba encontrarla cerca (Gn 24:3,4). Pero quizá si no se la encuentra fácilmente es porque también rara vez se la busca. Los hombres suelen preferir la belleza física en la mujer que a la virtud. Pero reconozcámoslo, no sólo la mujer virtuosa es difícil de hallar, también lo es el hombre de verdad (Pr 20:6b).

Una mujer fuerte (como rezan otras versiones) es por necesidad virtuosa. Su fortaleza reside en sus virtudes, no en su fortaleza física, porque podría ser débil físicamente y, no obstante, ser fuerte.

El hebreo dice: “la mujer jayil”. “Jayil” quiere decir “fuerza”, “ejército”, “riqueza”, “poder”. (2). La Septuaginta la traduce por andreían, palabra griega que quiere decir “varonil”. El latín de la Vulgata dice “viril”, es decir, varonil. Las versiones hebreas dicen “mujer de valor”, que es una traducción igualmente válida.
Alguno objetará que yo haya escogido dar a este artículo el título de “Elogio de la Mujer Virtuosa”, tal como lo hace la versión Reina Valera, y no el más común de “La Mujer Fuerte”, como ya lo hice antes (Véase el artículo #468, del 29.04.07). ¿Cuál de los dos es correcto? ¿Trata este texto de la mujer fuerte, o de la mujer virtuosa? En verdad el significado de ambas palabras es afín. “Virtuosa” viene de “virtud”; que viene de “virtus” en latín; que viene de “vir”, que quiere decir “varón”. “Virtus” (lo propio del varón) significa precisamente hombría, virilidad, valor, fuerza, fortaleza, cualidades que no son exclusivas del hombre, sino que pueden serlo también, pese a su menor fuerza física, de la mujer que ama a Dios y está llena de su Espíritu.

Una mujer fuerte, o de valor en sentido espiritual, es pues una mujer virtuosa. Es la mujer que se caracteriza por su entereza; que es capaz de afrontar las pruebas de la vida; que educa a sus hijos superando mil dificultades; la mujer, con frecuencia abandonada, que sale adelante sola luchando a brazo partido. ¿No es ella una mujer fuerte? ¿Y no es fuerte porque es virtuosa? ¿Podría ser fuerte, espiritualmente hablando, si no fuera virtuosa? No, ciertamente. Su fortaleza reside en sus virtudes. Eso es lo que hace de ella una mujer admirable.

Ella es una mujer que se ha armado de todas las fortalezas que el Señor pone a su disposición. ¿Cuáles son esas fortalezas, esas excelencias, esas virtudes? Fijémonos en que dice que una mujer de calidad, una mujer digna de encomio, una mujer virtuosa, no se encuentra fácilmente. Feliz es el hombre que la encuentra, “porque su estima (e.d. su valor) sobrepasa largamente, a la de las piedras preciosas.” (v. 10b) Donde nuestra traducción dice “estima” el original hebreo dice “precio”, aludiendo a la dote que el novio debía pagar a los padres de la novia para formalizar el compromiso. (3)

Dice además: “El corazón de su marido está en ella confiado.” (v. 11ª) ¡Qué gran cosa es para un hombre que pueda confiar plenamente y en todos los sentidos en su mujer!
Puede confiar –y eso es lo más importante- en su fidelidad. Notemos que una esposa fiel y un marido justamente confiado se bendicen mutuamente.
Puede confiar en su discreción en todos los asuntos, es decir, que no sea no sólo chismosa, sino que no cuente ni a sus mejores amigas las cosas íntimas entre él y ella y las de su hogar.
Puede confiar en que maneje bien la casa y el dinero que él pone en sus manos; y en el buen uso que ella haga del dinero que ella misma gana.
Puede confiar en ella en cualquier emergencia porque ella es capaz y enérgica, y tiene un gran sentido de su dignidad como mujer. (¿Lo tienen las mujeres peruanas, o se han dejado llevar por la mentalidad de nuestro ambiente que tiende a desvalorizar a la mujer?)
El corazón de su marido está confiado, esto es, puede reposar completamente en ella, y por eso para él su valor sobrepasa al de las joyas más preciosas. Dice además que “no carecerá de ganancias.” (V. 11b) (4). Ella es para él fuente de muchos beneficios, no sólo materiales, porque tiene cuidado cada día de “cómo agradar a su marido.” (1Cor 7:34).

“Le da ella bien y no mal todos los días de su vida.” (v. 12) Recalco esa frase: “Ella le da bien y no mal todos los días de su vida.” En la vida conyugal y familiar todos nosotros esperamos que de las personas con las que compartimos nuestra vida nos vengan sólo buenas cosas, es decir, satisfacciones, alegrías, beneficios de todo tipo, y no lo contrario, disgustos, cóleras, preocupaciones, sinsabores, amarguras, reproches, etc. De eso depende la armonía del hogar. Es un hecho que la armonía en el hogar depende en gran medida de la mujer. Es ella quien la crea, por su buen carácter, por su inteligencia, por su discreción, por su bondad. ¿Cómo no proclamar que ella es un tesoro para su esposo y para todos los que viven con ella?
Gozar de armonía en casa es uno de los factores principales de la felicidad. En cambio, la falta de armonía en el hogar hace a todos infelices y que todos huyan de él. Acerca de eso dice Pr 19:21: “Mejor es morar en tierra desierta que con mujer rencillosa e iracunda.” (Cf Pr 27:15,16)

En la vida familiar la madre suele ser el nexo entre los hijos pequeños y su padre, a quien ven menos y con quien tienen menos contacto en los primeros años. El rol que una madre amorosa cumple con sus hijos pequeños, sobre todo pero no sólo cuando permanece en casa, es un tesoro invalorable porque les da una gran seguridad en sí mismos cuando son mayores. En cambio la falta de amor materno deja una huella triste en el hombre y lo vuelve inseguro y temeroso.

“Busca lana y lino y con voluntad trabaja con sus manos.” (v. 13). Los materiales de origen animal y vegetal que ella emplea apuntan a su habilidad para tejer. Aunque es muy femenina no tiene reparos en remangarse la ropa y ponerse manos a la obra con el vigor de un hombre. Es trabajadora y esforzada; hábil y eficiente. Por eso dice más adelante el vers. 17 “Ciñe de fuerza sus lomos y esfuerza sus brazos”. En el Medio Oriente tanto los hombres como las mujeres usaban mantos amplios que no les estorbaban al caminar, pero que sí podían hacerlo al trabajar. Para evitarlo la gente (o los soldados que salían a batallar) se ceñían la ropa al cuerpo con un cinturón. La expresión “ceñirse los lomos” es decir, la cintura” quedó como una forma de expresar que uno se alista, o adopta la actitud apropiada para enfrentar el reto que tiene delante (como, por ejemplo en Efesios 6:14: "…ceñidos vuestros lomos con la verdad…” Véase Ex 12:11; 1R 18:46; 2R 4:29). Una vez ceñida, ella fortalece sus brazos para la tarea que se ha propuesto realizar.

“Es como nave de mercader que trae su pan de lejos.” (v. 14). (5). Ella tiene dotes de comerciante y hace negocios para incrementar los ingresos de su familia vendiendo las telas que ella teje (Véase vers. 24). La frase “trae su pan de lejos” sugiere que ella explora posibilidades aun alejadas del lugar donde vive, en otras ciudades, y hasta en el extranjero, para negociar. Pero seguramente tiene en cuenta también lo que aconseja el proverbio: “Encomienda al Señor tus obras, y tus planes serán afirmados.” (Pr 16:3).

Dice además que la mujer virtuosa nunca está ociosa: “Se levanta aún de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas.” (v. 15). Se levanta de madrugada y se ocupa de lo que va a comer su familia ese día, o lo prepara ella misma, de modo que todos puedan ir, o ponerse a trabajar temprano.

También dice más adelante: “Su lámpara no se apaga de noche.” (v. 18b). Se acuesta tarde y se levanta temprano y está siempre trabajando porque es una mujer diligente a la que le gusta tener todo en orden. No por estar siempre ocupada deja de ser fuerte, porque el Señor le da energía y fuerzas de modo que en su trabajo, en su actividad, ella encuentra su fortaleza. En el Antiguo Testamento la lámpara que se apaga es un símbolo de desventura, o de pobreza (Jb: 18:5,6; Pr 13:9; 20:20; 24:20; Jr 25:10); por tanto, la lámpara que permanece encendida toda la noche es señal de prosperidad.

Cuando dice que “da comida a los suyos” eso debe entenderse no sólo en un sentido material, sino también en un sentido espiritual, porque ella aconseja a los suyos, los trata bien, los anima. Es interesante notar que donde nuestra traducción dice “comida” el original hebreo dice “presa”, en alusión a la costumbre de la leona que sale de caza a oscuras para encontrar una presa para dar de comer a sus leoncillos. Podemos ver que ella pone el bienestar de su familia por encima de su propia comodidad, y se porta como una leona si fuera necesario.

En su casa nunca faltan alimentos, y hay incluso para dar al hambriento que pasa por su puerta (cf v. 20). Ella piensa también en la alimentación del personal doméstico, y no hace distingos en su alimentación que podrían ser ofensivos para ellos. Si tiene una o varias empleadas, las trata con consideración, y es por eso respetada y amada por ellas. Sólo el amor puede hacer que el trabajo rudo o rutinario sea placentero.

En el Perú se trata mal al personal doméstico. Cuidémoslo de hacerlo, porque Dios nos pedirá cuentas. Recuérdese que Él es “padre de huérfanos y defensor de viudas.” (Sal 68:5)

“Considera la heredad y la compra. Planta viña del fruto de sus manos…” (es decir, con el dinero que ella ha ganado). (v. 16) Tiene mucho sentido práctico y está siempre pensando en el bienestar material de su familia y en cómo aumentar el patrimonio familiar, y lo hace de acuerdo con su marido. Aquí vemos un ejemplo de una verdadera “sociedad conyugal”.

Ella está segura de que su relación con su esposo es inconmovible. Él está tan ligado a ella como ella a él, porque son una sola carne, como dice Gn 2:24. ¡Qué bendición es para todos en el hogar cuando hay esa clase de unidad entre los esposos!

“Ve que van bien sus negocios.” (v. 18ª). Los supervisa y los cuida para que prosperen (Pr 27:23). Ella es como el mayordomo fiel de la parábola, a quien el señor le confía una suma de dinero, y que cuando regresa ve que esa suma de dinero se ha multiplicado. El mayordomo fiel ha hecho lo que su señor esperaba de él, y mucho más todavía. Por eso su señor le dice: “Bien siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco sobre mucho te pondré.” (Mt 25:23), palabras que ella algún día escuchará.
A la mujer fiel Dios le confía, a medida que pasa el tiempo, más y más cosas porque sabe que ella cumple lo que promete y asume con seriedad las responsabilidades que se le confían; sabe que ella se empeña en hacerlo todo lo mejor posible dentro de sus fuerzas; sabe que ella no va a defraudar a los que ponen su confianza en ella. Y por eso el Señor la premia.

“Aplica su mano al huso y sus manos a la rueca”. (v. 19). Pocos recuerdan hoy lo que son el huso y la rueca, pero las mujeres en la Sierra todavía las usan. En nuestros días y ciudades se diría: “Aplica sus manos a la máquina de coser”. ¿Cuántas mujeres hoy día tienen una máquina de coser en casa y la usan con frecuencia? ¿Cuántas se empeñan en desarrollar el potencial de creatividad que Dios puso en ellas para ser útiles a sí mismas y a otros en muchos campos? Pueden serlo no sólo con sus manos sino también con su inteligencia y con su boca.

Notas: 1. Poemas alfabéticos son también los salmos 9, 10, 25, 34, 37, 111, 112, 119; y las Lamentaciones 1 al 4; pero con excepción del salmo 119, sólo la NIV, la Biblia de Jerusalén y la versión Nácar-Colunga, lo muestran.
2.
Las palabras eset jayil son aplicadas también a Rut en Rt 3:11, que Reina Valera 60 traduce como “mujer virtuosa”.
3.
Esa es una costumbre que se mantuvo mucho tiempo en el mundo cristiano como una manera de asegurarse de que el pretendiente tenga los medios para sostener el hogar.
4.
La palabra hebrea traducida como “ganancias” significa “botín”, que es un término militar, lo que sugiere que ella actúa de acuerdo a una estrategia bien pensada.
5.
Los comerciantes de la antigüedad fletaban barcos para ir a países distantes, en los que ofrecían la mercancía que llevaban consigo, y compraban lo que podían vender en su país de origen.

NB. Este artículo y el siguiente del mismo título están basados en el artículo “La Mujer Fuerte” mencionado arriba, que ha sido revisado y ampliado para esta nueva edición, el cual, a su vez, estaba basado en una charla dada en el ministerio de la “Edad de Oro”.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y entregándole tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#701 (13.11.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

miércoles, 16 de febrero de 2011

LA ESTIMA EN EL MATRIMONIO II

Por José Belaunde M.

El presente texto es la continuación de la transcripción de una conferencia sobre el matrimonio dada en la ACYM de la ciudad de Tacna el año 2002. El artículo anterior terminó hablando de la importancia de la fidelidad mutua que se deben guardar los esposos.

Ahora bien, dejando ese tema, es muy importante también, volviendo al de la estima, que los esposos mantengan y demuestren ante terceras personas la estima que ambos se tienen. Desgraciadamente no siempre sucede que los esposos se comporten de esa manera. Los parientes, los padres, los suegros, los amigos, etc., todos ellos deben sentir que la unión de ambos es indestructible. Deben sentirlo a través de la actitud que marido y mujer guardan el uno con el otro cuando están con otras personas. Esas personas deben sentir la santidad del matrimonio y el amor mutuo que ambos esposos se tienen. Los amigos que visiten la casa deben sentir la estima que los esposos tienen el uno por el otro, de tal manera que nadie, nadie, se atreva a hablarle a uno de ellos, al esposo o a la esposa, mal del otro.

Sabemos, sin embargo, que incluso en ambientes cristianos ocurre a veces que una persona puede venir a hablarle a la esposa mal de su marido. Es menos frecuente que le hablen al marido mal de su mujer; los hombres son menos habladores. Pero es un espíritu destructivo, de celos, o de envidia, el que empuja a ciertas mujeres a hablarle a la esposa mal de su marido. No obstante, si la actitud de ambos, o la actitud de ella en especial, fuera tan respetuosa, tan considerada con su marido, ninguna mujer se atrevería a hablarle mal de su marido. Y si lo hiciera la mujer en esos casos debe inmediatamente callarla, taparle la boca a la mala amiga, y decirle: No me sigas hablando mal de mi marido, no quiero oír eso. Esto es, aun en ese aspecto debe la esposa serle fiel a su marido, y el marido fiel a su mujer. Guardar la estima mutua hacia fuera, es decir, frente a terceros, es una señal de la unidad de la pareja, unidad que nadie se debe atrever a empañar.

Yo he conocido un caso muy triste de una pareja de recién casados en que una pariente le fue a contar a la esposa la relación que su marido había tenido hasta poco antes de casarse. Destruyó ese hogar, porque ella nunca se repuso de la desilusión sufrida. Quizá el hombre se arrepintió y cortó con la otra a tiempo para poder casarse, y si ella no se enteraba posiblemente nunca hubiera habido la división que después se produjo en esa pareja a causa de la indiscreción de la mala amiga. Desgraciadamente hoy día en nuestro medio hay programas de televisión que dan muy mal ejemplo en este aspecto revelando las intimidades de las personas. Esos programas son una vergüenza pública, y los que se benefician económicamente con ellos van a tener que darle severa cuenta a Dios por el daño y el escándalo que causan.

Nadie tiene que meterse en los asuntos privados, nadie tiene que ir a contar lo que fuere de otros. Guárdense de la chismografía que es un pecado. La chismografía ha destruido muchos hogares, muchas reputaciones, muchas carreras. Aunque fueran ciertas las cosas que se digan, a menos que sean pecados públicos, o temas de naturaleza penal, nadie tiene que meterse.

Nadie tiene que ir a decirle al marido, o a la mujer, que su cónyuge le es infiel, a menos que sea una cosa pública, escandalosa, porque sin esa revelación esa pareja puede rehacer su vida. El amor de Dios y el perdón se derramará en ellos, y quizá sin que se entere uno de los dos, el culpable, si lo hubiere, se arrepentirá a tiempo y dejará atrás su pecado. Pero si alguien entra y revela lo que no le corresponde revelar, ¡qué daño el que hace! Ya no puede haber confianza entre los dos. Es mejor que el marido confiese a su mujer su falta, si conviene hacerlo (porque no siempre conviene), o que ella lo haga, que otro de fuera venga a decirlo.

Los problemas de la pareja son de ellos solos, o de aquellas personas a quienes ellos se los quieran confiar. No es para terceros de afuera. Si tú te enteras de algo, cállate la boca, que no salga de tu boca, porque puede hacer mucho daño, y peor aún si hay niños de por medio.

La estima mutua se manifiesta también en la forma cómo los esposos se tratan el uno al otro frente a terceros, es decir, cuando salen, cuando están en sociedad, o con amigos. Frente a terceros los esposos nunca deben permitirse palabras hirientes o despectivas, o bromas de mal gusto. Eso es una falta de respeto grave al cónyuge. Si se respetan en la intimidad también deben respetarse en público. También es de muy mal gusto que un esposo, o que una esposa, hable mal de su cónyuge delante de otros, que lo critique, aunque tenga razones para estar descontenta, pero no tiene nada –salvo elogios- que hablar de él, o él de ella, en público frente a terceros, porque eso degrada el matrimonio. Los asuntos de la pareja son de ellos, son íntimos, personales, no deben ventilarse afuera. ¡Qué ridículo y vergonzoso es, como algunas veces he oído, no entre cristianos, pero sí entre gente del mundo, que hablan de su intimidad de alcoba con su mujer. ¿Le gustará a ella que él hable de esas cosas? ¡Qué vergüenza! Eso es absolutamente personal y es santo. No debe ser contaminado por confidencias fuera de lugar. Los de afuera deben sentir que ella es para él una cosa santa, su especial tesoro. Las palabras que el Señor usa respecto de su pueblo diciendo que es su especial tesoro (Mal 3:17) son aplicables aquí. La mujer es el tesoro especial del marido, y él debe guardarla de toda contaminación exterior, no ser él causa o motivo de contaminación.

Pero también es bueno que los esposos se guarden de expresiones excesivas de cariño en público. El amor es una cosa privada, no para ser exhibida. Por eso uno de los grandes daños que hace la pornografía, hoy día que pasan escenas de amor candente en la televisión y el cinema, es que ponen a la vista de todos cosas que pertenecen exclusivamente a la intimidad de dos seres. La pornografía viola la santidad del matrimonio, viola el plan de Dios, y contamina terriblemente el corazón de los hombres, de las mujeres y, peor aún, de los niños.

¿Saben ustedes que existe una relación muy estrecha entre pornografía y violencia? Hasta el año 1977 el Perú era una isla donde casi no había violencia, comparado con otros países latinoamericanos, pero ese año apareció la primera revista pornográfica, que se llamaba Zeta, quizá algunos se acuerden de ella. Cuando yo vi eso y vi que las autoridades no hacían nada, yo tuve la certidumbre que el Perú empezaría a sufrir la misma violencia que sufrían los países vecinos, pero que nosotros no conocíamos. Y así ocurrió, en efecto, al poco tiempo, porque el año 80, en que surgió el movimiento de Sendero, ya había un tipo de violencia delincuencial en las calles que nuestro país desconocía.

La pornografía le hace gran daño al ser humano, rompe los frenos internos y permite que toda la violencia, que toda la crueldad que hay dentro de él se desate. Cuando el hombre pierde el dominio de sus instintos, sobre el instinto sexual en particular, todo lo demás se desboca. Por eso nadie se extrañe de la violencia y de la delincuencia que campea en nuestras ciudades. Están íntimamente ligadas a lo que muestran el cinema y la TV.

Por un motivo similar los besos y abrazos apasionados en público entre esposos están fuera del lugar. Deben bastar las simples expresiones de cariño. Por el buen trato que se dan uno al otro, por las palabras amables, quizás por un apretón de manos ocasional o una mirada fugaz de amor, la gente puede darse cuenta del cariño que reina entre ellos. No tienen porqué exhibir su intimidad ante los demás.

La estima mutua tampoco debe ser afectada por los momentos malos por los cuales uno de los dos puede pasar. Cuando uno de ellos no está bien por algún motivo… de repente él perdió su trabajo y no encuentra uno nuevo. Para un hombre es terriblemente deprimente no proveer para su casa, quizá está deprimido por ese motivo, o quizá ella gana bien y él depende de ella, no por eso debe perder ella su estima por su marido. O pudiera ser que él esté deprimido por las dificultades serias que tenga en su negocio, o por una pérdida económica. Esas cosas pueden afectar mucho a los hombres. No debe por eso perder la estima que le debe su mujer. Al contrario la mujer en esas situaciones difíciles debe mostrar la nobleza de su corazón siendo leal con su marido.

Igualmente si por algún motivo, por algún accidente, o por alguna enfermedad la mujer perdiera su belleza o envejeciera, el hombre no debe dejar de estimarla. En otras palabras la estima no debe depender de factores externos. La estima forma parte del orden de Dios para la familia, para los esposos. Pudiera ser, y eso ocurre también con frecuencia, que debido a la edad crítica la mujer pase por una etapa depresiva, que su carácter se agrie. En esas circunstancias el hombre debe tener suma paciencia con su mujer. Debería informarse acerca de los cambios que se producen en la mujer en esa etapa para no ser sorprendido, para poder ser tolerante y paciente con ella, y ayudarla precisamente con su amor para que ella pueda pasar mejor por esa etapa difícil. ¡Qué triste es que en situaciones semejantes, cuando uno de los dos está mal, el otro deja a su cónyuge en la estacada, cuando es precisamente ése el momento en que más cerca deberían estar el uno del otro.

Yo quisiera leerles un texto del pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, que fue asesinado por los nazis el año 1945. Está tomado del sermón que él pronunció con ocasión del matrimonio de una sobrina. Contiene palabras muy sabias. Dice así:

“Así como es la corona y no el simple deseo de gobernar lo que hace a un rey, de igual manera es el matrimonio y no simplemente el amor que os tenéis el uno por el otro, lo que os junta ante los ojos de Dios y de los hombres. Así como Dios es muchísimo más alto que el hombre, de igual manera la santidad, los derechos, las promesas del matrimonio son más altas que la santidad, los derechos y las promesas del amor. No es vuestro amor lo que sostiene vuestro matrimonio; en adelante es el matrimonio lo que sostiene vuestro amor.”

¿Comprenden bien lo que eso quiere decir? El matrimonio es más grande que el amor, más importante que los sentimientos, porque el matrimonio es obra divina; es algo instituido por Dios. Para los esposos su matrimonio, su unión, es más importante que los sentimientos que puedan tener el uno por el otro. Si ellos tienen esa actitud Dios los premiará ciertamente dándoles los sentimientos necesarios para que su unión sea feliz. Pero en la sociedad actual es al revés, el amor es más grande, más importante que el matrimonio. Suele alegarse que si el sentimiento desaparece, también puede desaparecer el matrimonio. Por eso es que el matrimonio y la familia están como están, están en la crisis por la cual atraviesan. Pero en verdad el amor debe obedecer y subordinarse al matrimonio, que pasa primero, y no al revés, el matrimonio subordinarse al amor.

Ahora bien, el amor del que estoy hablando aquí es el amor romántico, el amor de los sentimientos, el amor de los enamorados, ese amor que nos hace pasar rápidamente del cielo del éxtasis, al infierno de la angustia, el amor de los amantes en suma, ese amor es base pobre para el matrimonio, porque es un amor inestable que depende de las emociones y de los sentidos; depende de las cosas que ven los ojos, de lo exterior. Como he dicho más de una vez, según el mundo, el hombre y la mujer se casan porque se aman, cuando debería ser al revés, el hombre y la mujer se casan para amarse.

Eso fue lo primero que yo descubrí cuando me casé, porque había tenido otras relaciones -y algunas de ellas apasionadas- pero yo no sentía por esta muchachita joven e ingenua que había conocido, un amor pasional, sino cariño, admiración por sus virtudes. Pero poco a poco esas virtudes hicieron que yo empezara a amarla y llegué a amarla terriblemente. Pero yo era conciente durante la ceremonia de que yo me casaba para amarla, aunque inicialmente fuera ella la que me amaba más a mí. Y Dios me premió haciéndome muy, muy feliz. De manera que el hombre y la mujer cuando se casan, se casan para amarse. Esa es la voluntad de Dios. Si están enamorados y se aman, tanto mejor. El amor enamorado es útil. Es un amor que Dios ha creado como una manera de endulzar las asperezas y las espinas inevitables en las relaciones mutuas, y cumple una función muy importante ciertamente, pero no es el verdadero amor conyugal. El amor conyugal, el amor profundo, es una función del compromiso, surge cuando hay un compromiso total de ambos; cuando ambos asumen su matrimonio concientes de lo que significa, y de que se unen bajo la voluntad de Dios, bajo el signo de Dios.

¿Qué cosa es el matrimonio? El matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer que deciden unirse hasta que la muerte los separe; en el cual Dios, que es el autor del matrimonio, interviene como garante. Es una unión en la cual el hombre y la mujer se dan mutuamente por entero, sin reservas. El matrimonio sólido está construido sobre la base de un compromiso que involucra a toda la persona, su cuerpo, su alma, su espíritu; es un compromiso irrevocable. Ese es el compromiso que Dios bendice. Lo bendice con descendencia, lo bendice con amor mutuo, lo bendice con un amor profundo que no depende de lo exterior ni de lo pasajero; y lo bendice también con su provisión para que tengan lo necesario para llevar una vida digna, ellos y sus hijos.

Cuando hay esa clase de amor, yo estoy seguro, y su palabra lo dice, no faltará el pan en su mesa (Sal 37:25), y no sólo el pan, porque al hombre justo Dios le promete abundancia y prosperidad (Sal 112:3). Eso es lo que Dios quiere para la familia. Es Dios el que confiere el título de esposo al varón, y el de esposa a la mujer, no el registro civil. Es un título recíproco que ellos deben respetar porque proviene de Dios. No es la sociedad solamente la que se los da, no es solamente un papel oficial firmado y sellado, es la bendición de Dios la que lo confiere. Y es bueno que sea un ministro de Dios el que la pronuncie; porque lo hace en nombre de Dios.

Dios ha hecho al hombre y a la mujer para amarse, los ha hecho complementarios, lo que uno no tiene, lo tiene el otro. Ha hecho que se sientan mutuamente atraídos el uno por el otro y para que en esa unión ellos encuentren una gran satisfacción, un gran contentamiento. En realidad esa es la mayor felicidad que los hombres y las mujeres buscan y pueden tener en esta tierra: la felicidad que una persona del sexo opuesto. a la cual uno se une en matrimonio, le puede dar. Cuando ambos esposos aceptan el plan de Dios para el matrimonio, el amor verdadero, el amor sobrenatural, el amor agápe, no tardará en aparecer, si es que aún no existe, y se sobrepondrá al amor romántico y lo alimentará. El amor conyugal bien entendido es una fusión de agápe y de eros.

Este amor verdadero es ese amor del cual Pablo dice que es paciente, benigno, no envidioso, no vanidoso, no indecoroso, no egoísta, no irritable, no rencoroso; ese es el amor que no se goza de la injusticia ni del mal, sino que se goza de la verdad. Ese es el amor que nunca deja de ser, el amor que perdura (1Cor 13:4-8). Ese es el amor que yo deseo que todas las parejas de esposos que están presentes esta noche tengan; el amor que todas las parejas de esta bella y bendecida iglesia tengan y cultiven entre ellos, y reciban como un don de Dios. Vamos a orar.

Padre Santo, gracias Señor te damos por tu palabra, gracias, oh Dios, por el amor que tú has puesto en los corazones de los esposos aquí presentes, de los esposos de esta congregación; gracias, oh Señor, por la obra que tú haces en ellos. Gracias también porque tú has cultivado a través de las enseñanzas de esta iglesia ese sentir, el deseo de hacer tu voluntad en todas las cosas, y de hacerla también en su vida particular, en su vida conyugal. Oh Señor, yo te pido que tú guardes a todos los esposos de esta congregación de las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, para que tu santidad florezca en esta iglesia como un bello capullo de flores que sea presentado ante ti, y que el olor suave, el olor agradable de esa santidad, llegue hasta tu trono y te sea grato. Gracias, Señor, te doy, en el Nombre de Jesús, Amén.

NB. En los últimos días se han presentado dos propuestas relativas a la unión de homosexuales. La primera es el proyecto de instituir la unión civil para personas del mismo sexo, que será propuesto por una de las listas parlamentarias que se presentan a las próximas elecciones. El segundo es un proyecto de ley presentado al actual Congreso, instituyendo el matrimonio de parejas del mismo sexo. Esta es una situación que hubiera sido inimaginable hace pocos años, y que nos muestra cuánto ha avanzado lamentablemente la llamada “agenda gay” en nuestro país. ¿Puede un cristiano votar a favor de un candidato, o de una lista parlamentaria, que promueva un proyecto de ley que sea directamente contrario a la palabra de Dios? Es obvio que no.

#662 (23.01.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

martes, 6 de abril de 2010

ADMINISTRACION DEL DINERO EN EL HOGAR

Es un hecho que muchos matrimonios experimentan tensiones, incluso hasta divorcios, como consecuencia de desencuentros en torno al dinero, a la forma de distribuirlo, a la forma de gastarlo.

“Poderoso caballero es don dinero” reza el dicho, no sólo cuando abunda, sino también cuando falta. El dinero tiene la virtud o el defecto, según cómo se le mire, de tocar nuestros corazones.

Jesús dijo: “Donde está tu tesoro estará tu corazón.” (Lc 12:34) Si tu tesoro está en tu dinero y no en tu cónyuge tienes un problema. Así pues, la primera consideración en lo tocante al dinero en la administración del hogar, lo primero que tienes que cuidar, es que el amor que ambos se tienen debe primar sobre toda otra consideración material o afectiva.

Para empezar diremos que en asuntos de dinero debe haber una absoluta transparencia entre los esposos. La esposa debe saber cuánto gana su esposo, y si ella también trabaja, él debe también saber cuánto gana ella. No sólo cuánto ganan como fruto de su trabajo, sino también de cuántos recursos disponen de otras fuentes que no sean trabajo. Es decir de rentas, inversiones, herencias, etc. Nada debe estar oculto entre ellos.

Si el esposo oculta a su esposa cuánto dinero ganó o tiene, ella puede empezar a sospechar: ¿Porqué me lo oculta? De repente lo guarda para otra. Eso no quiere decir que ambos no puedan reservar una parte de lo que ganan para sus gastos personales, para sus aficiones, pero eso debe estar también conversado y presupuestado.

Entonces ambos deben comenzar por hacer conjuntamente un presupuesto de los gastos de la familia por rubros:

- Cuánto necesitan para la alimentación y para la casa misma, es decir, el alquiler, si es una vivienda alquilada, o los impuestos, si es casa propia.

- Luego los gastos que el mantenimiento de la casa en sí trae consigo: agua, luz, teléfono, vigilancia, si la hubiera, y las refacciones ocasionales que son inevitables.

- Cuánto para la ropa de él y de ella, y de los hijos, si los tuvieran.

- También hay que considerar el colegio. Este puede representar un gasto significativo. A pesar de ello yo quisiera aconsejar a los padres poner a sus hijos, en lo posible, en colegios particulares, si sus ingresos lo permiten. Hay lamentablemente una diferencia enorme entre la educación que reciben los niños en un colegio particular, aunque sea modesto, y en un colegio del estado. Es una pena reconocerlo, pero es una realidad.

Mucho del futuro de sus hijos, muchas de las oportunidades que tengan en la vida, dependerán de la formación escolar que reciban. Hay hoy en día en todos los barrios de Lima colegios particulares, quizá modestos, pero que ofrecen una educación mejor que los colegios públicos. Por el bien de sus hijos los padres no deben ahorrar en este campo. Muchos jóvenes hay en nuestro país que son intelectualmente lisiados; apenas saben leer o no comprenden lo que leen a causa de la deficiente educación que recibieron en los colegios del estado

- Mencioné para comenzar la alimentación, pero creo que este es un punto en que conviene que nos detengamos un poco. Nosotros comemos para vivir, no vivimos para comer, como aquellos de quienes Pablo dice que su “dios es el vientre.” (Flp 3:19) . Es decir, los hábitos y los gastos alimenticios deben estar orientados a mantener la buena salud. En otras palabras, hay que limitar los alimentos grasos, las frituras, los chicharrones, a los que en el Perú somos tan aficionados, porque llevan a la acumulación de grasa en el cuerpo. No sólo es una cuestión de estética, es una cuestión de salud. Hay hombres y mujeres que a partir de cierta edad parecen estar encinta. No saben el daño que se hacen.

Hay que reducir la cintura. Para ello debe comerse de preferencia legumbres, verduras y fruta. La carne es naturalmente una fuente necesaria de proteínas, pero también lo es el pescado, los huevos y las menestras.

Los niños no deben abarrotarse de arroz y de tallarines o de golosinas, aunque a esa edad, es cierto, necesitan de fuentes de energía y los hidrocarburos las proveen.

Leche y queso fresco tampoco deben faltar en la mesa.

Los niños deben ir al colegio habiendo tomado un buen desayuno. Eso es cierto también para los adultos. Es muy dañino para la salud no tomar desayuno, o sólo tomar té y pan, como algunos acostumbran. Los niños necesitan energía para sus juegos y sus estudios. Ellos deben tomar un buen plato de avena espesa con leche, o de otro cereal. Si se le puede agregar algarrobina y germen de trigo, mejor.

Ese es un gasto necesario. Escúchenme: Un niño bien alimentado será un adulto fuerte. Si es mal alimentado, será débil de adulto. Es fundamental que el niño en los primeros tres años de vida reciba proteínas, porque el desarrollo de su cerebro, de sus facultades mentales, depende de cómo se le alimentó en la primera infancia, de si recibió las proteínas indispensables para su crecimiento.

Hay que tener cuidado con la lonchera que llevan al colegio, si es que almuerzan allá. Una fruta es indispensable. Es mejor que el sandwich tenga jamón que jamonada; queso fresco, pero no chizitos, o cosas parecidas que son pura grasa. La llamada comida “basura” es realmente basura. Hay que prevenir la obesidad en los niños, que es consecuencia de una alimentación inadecuada.

- Naturalmente hay el gasto de la ropa. Aquí, si el dinero no sobra, los lujos son innecesarios. No es necesario vestir ropa de marca y se puede conseguir buena ropa en tiendas nada lujosas.

- Hay que prever por supuesto las enfermedades y tener en casa un botiquín de emergencia, y aprender cómo tratar las pequeñas dolencias y los golpes. Hay secretos andinos que conviene conocer. ¿Quién sabe, por ejemplo, que la telaraña es un excelente coagulante y desinfectante para el caso de heridas en los brazos o en las piernas? La intervención oportuna de una empleada serrana salvó a una hija pequeña mía de lo que pudo haber sido una hemorragia grave.

El seguro de salud juega en este aspecto un papel importante. Como reza el slogan: Es mejor tener un seguro y no necesitarlo, que necesitar un seguro y no tenerlo. Los gastos de una enfermedad larga pueden arruinar a una familia. Naturalmente todas las personas que tienen un trabajo formal deben tener uno, aparte del Seguro Social, porque lo que ofrece éste puede ser riesgoso, como se ha visto recientemente, o insuficiente.

Por último, no se debe olvidar el entretenimiento, los deportes y los juguetes. Cuando llega la Navidad los padres se esfuerzan por regalar a sus hijos juguetes bonitos, que suelen ser caros. Pero los juguetes caros no siempre son los mejores, ni los que más les entretiene.

Cuando mis hijos eran pequeños, quisimos comprarles para Navidad a nuestras cuatro hijas, que nacieron en un lapso de seis años y, por tanto, eran muy seguidas, unas escobas, pues ellas jugaban a que barrían la casa. Encontramos en Sears tres bonitas escobas de juguete, pero nos faltaba una escobita para la última. Entonces no encontré mejor solución que comprar una de esas escobas pequeñas que vendían antes para limpiar el interior de los carros. Era una escoba feíta pero de verdad. Pues bien, las cuatro se disputaban la escobita feíta, que me había costado casi nada y despreciaban las escobas bonitas de plástico que eran caras.

Algo parecido me sucedió con un camión rústico, hecho de madera, que compré en La Parada para mis hijos. Tuvo más éxito con ellos que los autos de juguete caros. Uno de los juguetes preferidos de mis hijos eran las chapitas corona de las gaseosas. Tenían cajas llenas de ellas, y construían casas, torres y castillos con ellas, verdaderos portentos de ingeniería infantil. ¿Cuánto costaban? Sólo el trabajo de juntarlas en las bodegas y tiendas vecinas.

- Posiblemente hay que prever también el gasto en servicio doméstico, sobre todo si la mujer trabaja o, si aún permaneciendo en casa, necesita ayuda para la cocina o para la limpieza. Ese puede ser el caso especialmente si tienen varios hijos. Sin embargo, quiero advertir que es mucho mejor que la madre se ocupe personalmente de sus hijos pequeños y no que contrate un ama que lo haga por ella. Hay muchísimas razones para recomendar esa política, y la primera es que nadie puede cuidar con más amor y esmero a la criatura que la madre misma.

La segunda razón es que la criatura invierte su cariño en la persona que la cuida, que la lava, que la viste, que le da de comer, etc. Yo he visto niños que prefieren que los cargue la nana y no su madre. ¡Qué triste es eso! Confían más en la empleada que en la mamá. Y si la empleada que hace las veces de ama se va ¡qué tragedia para el niño! Puede sufrir un verdadero trauma. Se siente abandonado. Por eso es importante que el marido se involucre en el cuidado de los niños pequeños ayudando a su mujer, que aprenda a poner y a quitar los pañales, a preparar y a dar el biberón. Eso crea un lazo de amor muy fuerte con el padre, y une a los esposos.

Una vez que se tiene una relación de todos los gastos indispensables, hay que compararlos con los recursos de que se dispone, y hacer los ajustes necesarios. Esto debe hacerse en común, conversándolo con calma y espíritu de armonía.

Si los esposos oran juntos por sus finanzas, si las distribuyen reconociendo que Dios es su proveedor y no su trabajo, no su negocio; y si separan antes que nada lo que corresponde al diezmo pero, sobre todo, si no dejan que los asuntos del dinero sean motivo de discusión entre ellos, Dios no dejará de bendecir su economía y hará, por caminos que sólo Él conoce, que el dinero alcance para todo lo necesario. Si Jesús pudo multiplicar los panes y los peces, también puede multiplicar los soles, si confiamos en Él.

Dicho esto hay que reconocer que la mujer es por lo general mejor administradora del gasto doméstico que el hombre. Por eso es bueno que el marido le entregue a la mujer la administración de los gastos de casa.

Es bueno también que vayan de compras juntos al mercado o al supermarket. Esto es, que él se involucre en esa tarea. Naturalmente la distribución de las responsabilidades en este campo depende del temperamento de cada uno. Hay hombres que se inclinan más al manejo del dinero menudo que otros pero, por lo general, ésa es una tarea que la mujer por instinto maneja mejor.

Otro punto muy delicado en la elaboración del presupuesto y en la distribución de los gastos es cuando el marido tiene hijos de un compromiso anterior. La mujer no debe oponerse a que su marido cumpla con sus obligaciones, pero el marido debe ser en este campo muy franco con ella, de manera que lo que él dé para el mantenimiento de esos hijos, no sea a espaldas de ella. Pero sobre todo es importante que antes de casarse él le haya advertido de esta situación, y no que se entere cuando ya se casaron. Eso sería casi una traición y así podría percibirlo ella.

Hay que mencionar también la posibilidad de que sea ella quien haya tenido uno o varios hijos antes del matrimonio. Si ella no los tiene consigo el marido no debe oponerse a que los visite, o que los traiga a casa para que conozcan a sus hermanos.

De otro lado, puede darse el caso de que ella traiga consigo al nuevo hogar a ése, o a esos hijos. En ese caso el marido debe acogerlos como propios y darles el mismo trato que a los que él ha engendrado, y naturalmente, ella también a los hijos de él.

¡Qué triste es cuando en un hogar se hace diferencias entre los hijos de uno y los hijos del otro! El amor de los esposos debe manifestarse en un amor igual por toda su progenie o, por lo menos, en un amor que trata igual, que no haga diferencias. Los niños no deben pagar las consecuencias de lo que hicieron sus padres con sus vidas antes de engendrarlos.

Algo semejante puede ocurrir cuando él, o ella, tienen que ayudar a sostener a sus padres. Esa responsabilidad debe ser asumida con alegría de común acuerdo, sabiendo que el mandamiento de honrar padre y madre es, como dice Pablo, el primer mandamiento con promesa (Ef 6:2). Dios honrará a los hijos que honran a sus padres.

Cuando los hijos empiezan a trabajar y siguen viviendo en el hogar de sus padres, deben contribuir a los gastos comunes. En eso deben ser enseñados desde chicos para que cuando crezcan lo hagan de una manera natural. Es bueno que se acostumbren desde pequeños a ganarse algunos centavos para que aprendan el valor del dinero. Pablo escribió: “el que no quiere trabajar, tampoco coma”. (1Ts 3:10).

Para terminar diremos que el dinero debe ser para nosotros un medio, no un fin. Dios es el dueño de todo el oro y de la plata del mundo, dice Oseas. Nosotros somos sólo administradores del dinero que Dios nos ha confiado. Y, como dice la Escritura, el administrador debe ser “hallado fiel” (1 Cor 4:2)

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a hacer una sencilla oración como la que sigue, entregándole a Jesús tu vida:

“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo y quiero recibirlo. Yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, y entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
NB. Este texto fue escrito para la tercera de una serie de charlas sobre la “Administración del Dinero” propaladas en el programa “Llenos de Vida” por Radio del Pacífico en febrero pasado.

#619 (21.03.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

martes, 7 de julio de 2009

EL VARÓN COMO ESPOSO II

Continúo en este artículo el segundo punto de la exposición de nuestro tema (el esposo amante) que fue interrumpido en el artículo anterior por razones de espacio. Estaba hablando de la importancia de la cortesía y del buen trato en las relaciones entre los esposos, especialmente de las consideraciones que el marido debe guardar con su mujer por ser ella, como dice Pedro, un “vaso más frágil”. (1P 3:7). Ahora quiero abordar un aspecto que es sumamente delicado pero que tiene mucha importancia en el éxito del matrimonio.

Dije en el artículo anterior que es responsabilidad del hombre hacer feliz a su mujer. Pues bien, hacer feliz a su mujer siendo un esposo amante implica cultivar el amor físico. Fue Dios quien inventó el sexo, no el diablo. Lo hizo por dos motivos principales: 1) para que los esposos gocen y sean felices amándose el uno al otro; y 2) para que se reprodujeran, como se dice en Génesis: “Sed fecundos y multiplicaos.” (1:22).

La mujer no desea que su marido tenga sexo con ella. Eso lo puede él hacer con cualquier mujer (si no teme pecar). Ella desea que él le haga el amor. Ahí hay un gran diferencia que muchos hombres ignoran, sobre todo cuando la rutina se instala en la alcoba conyugal. Para que la intimidad sea realmente “hacer el amor” (en el buen sentido de la palabra, no en el sentido del mundo) el marido debe tratar a su mujer cariñosa y amorosamente en todo tiempo y circunstancia, y ella a él también por supuesto.

Pero sobre todo, supone acercarse a ella en la intimidad con ternura, sin apresuramiento, dándole a ella tiempo para responder. Apoyándonos en Pablo (Ef 5:28) hemos dicho que el marido debe tratar al cuerpo de su mujer como si fuera su propio cuerpo. Aunque eso no lo diga la Biblia, podemos afirmar que si el marido está realmente enamorado, la tratará mejor que a su propio cuerpo.

Las relaciones sexuales alegran el corazón de la esposa y profundizan la intimidad espiritual y anímica entre ambos. Cuando marido y mujer son felices en la intimidad no sólo empiezan a parecerse, sino que se unen anímicamente tanto que adivinan mutuamente lo que siente y piensa el otro, de modo que, estando en compañía de otras personas, una mirada les basta para comunicarse.

Pero la felicidad conyugal trae también unidad al hogar y crea un clima de armonía que beneficia a todos sus miembros. Los hijos, especialmente cuando son pequeños, perciben la felicidad de sus padres, y eso los hace a ellos a su vez felices y los vuelve dóciles.
Nótese lo siguiente porque es muy importante: cuando los esposos no son felices en la intimidad, difícilmente puede haber felicidad en el hogar. Su insatisfacción se transmite a sus hijos y agria el trato mutuo. Los hijos se vuelven rebeldes y obedecen de mala gana.

La fidelidad es una condición indispensable de la felicidad conyugal. La infidelidad es una intrusión grave –una ingerencia de un elemento ajeno- en la unidad espiritual de los esposos que puede dañarla de una manera irreparable. Aun si fuere oculta, la infidelidad destruye la unidad emocional y la confianza mutua que debe existir entre los esposos. (Nota 1). Coloca al infiel en una situación de inferioridad moral por el sentimiento inevitable de culpa que lo embargará.

Pero la fidelidad no concierne sólo al cuerpo. La mente y la imaginación deben ser igualmente fieles al cónyuge si ha de preservarse la unidad emocional. Eso supone también la fidelidad de los ojos que no deben dejarse atraer por otros ojos o por otros cuerpos. Maridos: su mente, su imaginación, sus sentimientos y sus ojos pertenecen a sus esposas. Naturalmente lo recíproco es también cierto. (Mt 5:28)

La infidelidad del esposo, tan común en nuestro medio, no sólo destruye el amor de la mujer, sino también el respeto que ella tiene por su marido. Más aun, si los hijos llegan a enterarse, o tan sólo a sospecharla, perderán el respeto que ellos sienten por su padre, aunque lleguen a perdonarlo. Podrán respetarlo exteriormente, porque le temen, pero no lo respetarán en su interior y dejarán de amarlo como antes, porque conciente o inconcientemente, se solidarizan con su madre. La ofensa inflingida a ella los ofende también a ellos.

La infidelidad de la mujer en el matrimonio es aun más grave que la del hombre y hace a éste un daño aún más grave porque golpea su hombría. Es más grave además porque, como he dicho en otro lugar, el cuerpo de la mujer es el altar del amor. La infidelidad lo mancilla.

Pero nótese que es muy difícil que una mujer feliz sea infiel a su marido, salvo que sea una casquivana. Su felicidad la guarda mucho mejor que los celos del marido.

Por último, el marido amante debe ser amigo de su mujer, debe ser su confidente, y ella de él. Si el marido prefiere estar con sus amigos, si prefiere contar sus asuntos a sus amigos –o viceversa, ella a sus amigas- algo está fallando en el matrimonio. Hay algo que impide que ambos se abran completamente el uno al otro y que conspira contra el amor, porque entre ambos no debe haber secretos si hay verdadera intimidad. Cuanto más unidos son, más transparentes serán necesariamente el uno con el otro.

III. En tercer lugar el varón es el proveedor de su casa. Proveer a las necesidades del hogar es primordialmente su responsabilidad.

Puede parecer vano insistir en la importancia del trabajo, porque en principio todos los hombres trabajan, sea por necesidad o porque desean progresar en la vida. El hombre, por lo general, es ambicioso, aspirante, y eso lo empuja a ganarse el dinero con el sudor de su frente. El trabajo además le proporciona muchas satisfacciones.

Sin embargo, me he encontrado con hombres que deseaban casarse pero que no tenían un trabajo estable y no consideraban necesario tenerlo, porque contaban con los ingresos de su novia y futura esposa para sostener el hogar. Parece aberrante, pero esos casos se dan. Cuando eso ocurre es obvio que el hombre no ama a su novia, sino sólo la desea y quiere explotarla. La está engañando al declararle su amor (como hacen gran número de hombres que confunden deseo por amor) y la engañará luego casi inevitablemente en los hechos. El hombre que ama realmente a su prometida la cortejará con regalos, pero ¿cómo podrá hacerlo si no tiene ingresos suficientes, a menos que robe?

De hecho, el trabajo, todo trabajo, dignifica al hombre y le permite desarrollar sus aptitudes, sus cualidades, los dones que Dios le ha puesto en su ser. Trabajando el hombre (y la mujer) se realizan a sí mismos, aunque el trabajo sea de orden rutinario, pues aun el trabajo rutinario puede proporcionar oportunidades para desarrollar la propia creatividad. (2) Más aun cuando el trabajador es conciente de que con su trabajo da gloria a Dios y hace su obra. Si interioriza esta idea tratará de mejorar, de perfeccionar de alguna manera la obra que realiza, y Dios lo recompensará no sólo haciendo que encuentre una verdadera satisfacción en lo que hace sino también dándole un trabajo mejor. (“Porque has sido fiel en lo poco, sobre mucho te pondré.” Mt 25:21).

Nótese que, contrariamente a lo que a veces equivocadamente se afirma, el trabajo no es una maldición que alcanzó al hombre como consecuencia del pecado. Dios no creó al hombre para que estuviera ocioso sino que “lo puso en el huerto del Edén para que lo labrara y lo guardase.” (Gn 2:15). La maldición del pecado consistió en que el trabajo le fuera ingrato y penoso, y tuviera que comer su pan “con el sudor de su frente”, es decir, con mucho esfuerzo. (Gn 3:19).

Sin embargo, es importante que el hombre casado sepa que el fruto de su trabajo es para su hogar, para las necesidades de su casa, y no para emborracharse y divertirse, ni tampoco, en primer lugar, para sus aficiones y “hobbies”, aunque éstos sean sanos. Naturalmente el hombre, una vez que ha satisfecho todas las necesidades de su casa, que incluyen no sólo las tres necesidades básicas de vivienda, alimento y vestido, sino comprenden también escuela y estudios para sus hijos, así como el cuidado de la salud, puede dedicar una parte del sobrante de sus ingresos a sus aficiones y gustos particulares, siempre y cuando ellos no lo absorban tanto que descuide su hogar.

Es de suma importancia, si ambos trabajan, pero no sólo en ese caso, que haya transparencia en los ingresos y los gastos. Cada uno debe saber cuánto gana el otro y debe contribuir al presupuesto familiar en proporción al monto de sus ingresos, a menos que ambos hayan llegado a un acuerdo diferente. Si marido y mujer se tienen mutuamente confianza debe reinar una transparencia absoluta en lo económico, sin secretos que oculten algo que no deseen compartir con el otro (y que pueda despertar sospechas).

Los maridos deben confiar el presupuesto doméstico a su mujer. A muchos peruanos no les gusta eso y quieren mantener el control del dinero siendo ellos quienes manejen el gasto diario. Es humillante para la mujer estarle pidiendo dinero constantemente al marido para los gastos diarios. ¿Cómo puede ella amarlo si la humilla? En cambio, el marido honra a su mujer confiándole la administración del dinero destinado al mantenimiento del hogar (o administrándolo conjuntamente con ella), porque la mujer maneja el presupuesto familiar mejor que el hombre, siendo ella por naturaleza ahorrativa y el hombre gastador.

El marido sustenta y cuida a su esposa como Cristo a la iglesia (Ef 5:29). Hay maridos que descuidan la salud de su esposa, o que le exigen esfuerzos superiores a sus fuerzas. Al comportarse de esa manera demuestran que no la aman como a su propio cuerpo, sino que la tratan como si fuera un cuerpo ajeno. Pero es el suyo propio y es más frágil (1P 3:7). Si no la cuidan, después no pueden quejarse de que su salud se deteriore o se enferme. En verdad en muchos casos el microbio responsable de la enfermedad de la mujer es el marido.

El marido debe proveer el pan –insisto en ello- el vestido y la vivienda, etc., y todas las necesidades de su casa, como lo manda la palabra. De lo contrario “ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” (1Tm 5:8). Pero es un hecho que la vida moderna, por el costo de vida, que incluye los altos precios de los servicios esenciales y del colegio, entre otros rubros, obliga con frecuencia a la mujer a trabajar para contribuir al presupuesto familiar. Pero ése no es el ideal sino una deformación impuesta por las realidades económicas actuales. Sin embargo, cuando hay hijos pequeños la mujer debe en lo posible permanecer en el hogar y no confiar a sus hijos a una empleada doméstica, porque en ese caso, será ella quien los forme y les enseñe quizá hábitos indeseables. (3)

Si es necesario que la mujer trabaje es mejor que lo haga en su casa. Hay muchas formas de ganar dinero hoy en día que no requieren acudir a un centro de trabajo. El Internet lo ha hecho posible.

IV. Por último, el esposo es protector de su esposa. Él la protege de las tensiones que inevitablemente se presentarán dentro y fuera del hogar, frente a los vecinos, a los transeúntes, a los vendedores, o frente a extraños en general.

La protege también de las tensiones que pudieran surgir con su propia familia. A veces ocurre que la mujer es mal vista por la familia del esposo, como también puede ocurrir al revés. Con frecuencia la suegra se resiste a dejar de controlar o influir en su hijo, a expensas de la mujer, y surge una competencia entre ambas. Esas son situaciones enfermizas y peligrosas, delicadas, que pueden hacer necesario que la joven pareja viva sola, y si fuera posible, alejados de los padres de ambos. Bien dice el dicho: “El casado, casa quiere”. Las dificultades para conseguir vivienda dificultan muchas veces llevar este sano consejo a la práctica.
El marido debe sacar siempre la cara por su esposa y no dejar que ningún familiar suyo la agravie o la incomode, si es que quiere conservar el aprecio de su mujer. Porque ¿qué pensará ella del marido que no la defiende? Que es poco hombre. Comenzará a pensar que se equivocó al escoger marido, y a desear tener otro.

Finalmente el marido protege a su mujer del maltrato de los hijos, cuando éstos son pequeños, si han sido muy engreídos o son muy agitados, o ella es demasiado consentidora. Hay hijos pequeños que se convierten en tiranos de su madre por sus exigencias constantes. El padre debe intervenir en esos casos para restablecer el orden.

El esposo debe ser muy severo en no permitir que sus hijos falten el respeto a su madre. Ellos deben saber que si le faltan el respeto a ella, le faltan el respeto a él y tendrán que vérselas con él, porque ella es su cuerpo.

Aunque sea salirme un poco del tema, quisiera decir, para terminar, algunas palabras acerca de la importancia que tiene el que, antes de casarse, ambos esposos hayan sido sanados de las heridas que relaciones anteriores pueden haberles producido porque, de no ser así, esas heridas del pasado pesarán en sus relaciones presentes. Existe el peligro de que ellos tiendan a ver y a reaccionar frente a las actitudes y palabras de su cónyuge desde la óptica de sus experiencias dolorosas pasadas. Inconcientemente pueden querer vengarse en el cónyuge inocente de lo que otro u otra les hizo sufrir. Pueden surgir también, como fantasmas del pasado, desencuentros y resentimientos innecesarios.

Notas: 1. El refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente”, no siempre se cumple en este caso, porque la parte infiel se comporta de una manera extraña, nerviosa, y porque la parte engañada tiene “antenas”.
2. Ser creativo es una cualidades más valiosas del ser humano que viene de que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, el Ser creativo por excelencia.
3. En el Japón la mujer que trabaja cuando tiene un hijo, tiene derecho a permanecer con él en casa para cuidarlo hasta que cumpla 12 años. Pasado ese lapso recupera el puesto de trabajo que tenía.

#581 (28.06.09) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). Si desea recibir estos artículos por correo electrónico recomendamos suscribirse al grupo “lavidaylapalabra” enviando un mensaje a lavidaylapalabra-subscribe@yahoogroups.com. Pueden también solicitarlos a jbelaun@terra.com.pe. En la página web: www.lavidaylapalabra.com pueden leerse gran número de artículos pasados. También pueden leerse buen número de artículos en www.desarrollocristiano.com. Pueden recogerse gratuitamente ejemplares impresos en Publicidad “Kyrios”: Av. Roosevelt 201, Lima – Jr. Azángaro 1045 Of. 134, Lima – Calle Schell 324, Miraflores y Av. La Marina 1604. Pueblo Libre. SUGIERO VISITAR MI VISITAR MI BLOG: JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.