viernes, 26 de junio de 2015

DAVID SIN HAZAÑAS II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por Jose Belaunde M.
DAVID SIN HAZAÑAS II
2Sm 19:14,15. Así inclinó (David) el corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que enviasen a decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. Volvió, pues, el rey, y vino hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para recibir al rey y para hacerle pasar el Jordán.” La conducta generosa de David conquista el corazón de sus súbditos que se sentían culpables de haberle dado la espalda siguiendo a un advenedizo. La generosidad con los vencidos hace la grandeza de los reyes. La mezquina venganza tiene el efecto opuesto.
El pueblo de Judá vino hasta Gilgal, lugar histórico donde el pueblo de Israel estableció su primer campamento al cruzar el Jordán, donde Josué circuncidó a todos los varones y donde celebraron la primera Pascua desde que salieron de Egipto (Js 5:1-12). Ir al encuentro de David en ese lugar para ayudarlo a atravesar el Jordán tenía un alto valor simbólico, como si él, cual nuevo Josué, conquistara de nuevo la Tierra Prometida. (Nota 1)
Pero recuérdese que Josué y el pueblo de Israel pudieron atravesar el Jordán frente a Gilgal porque Dios hizo detener el curso caudaloso de las aguas y entonces ellos pudieron pasar el cauce en seco (Jos 3:13-17). Sin el socorro de ese milagro David y su séquito –que al huir de Absalón se habían refugiado en Manahaim de Galaad- necesitaban de una ayuda más mundana para sortear las corrientes del río. Entretanto las diez tribus de Israel estaban expectantes, no se movían, salvo algunos, posiblemente esperando el giro que tomarían los acontecimientos, o esperando que David hiciera con ellos un gesto amistoso como el que tuvo con Judá.
16-23:Y Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá a recibir al rey David. Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey. Y cruzaron el vado para pasar a la familia del rey, y para hacer lo que a él le pareciera. Entonces Simei hijo de Gera se postró delante del rey cuando él hubo pasado el Jordán, y dijo al rey: No me culpe mi señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo hizo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en su corazón. Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. Respondió Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová? David entonces dijo: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy alguno en Israel? ¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? Y dijo el rey a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró.”
También Simei, que había maldecido vilmente a David en su huida (2Sm 16:5-13) viene a implorarle perdón con frases hipócritas y a reconciliarse con él. David se lo concede, a pesar de que Abisai se opone y quiere castigar al traidor. Recuérdese que en el primer encuentro con Simei, del que aquí se hace mención, Abisai había querido castigar la insolencia del traidor decapitándolo, pero David se lo impide en una de las escenas más conmovedoras de su patética huida, y en la que él reconoce la justicia de la humillación que está sufriendo (2Sm 16:9-13). Seguramente en esa ocasión David recordó la profecía que Natán había pronunciado cuando vino a reprocharle su crimen y su adulterio, diciendo que en adelante la espada no se apartaría de su casa, profecía cuyo trágico cumplimiento él estaba viendo.
“¿Ha de morir hoy alguno en Israel?” Esta frase de David muestra la sabiduría de su política clemente. ¿Ha de morir la gente de la cual yo soy rey también? Si yo me vengo hoy en una de las cabezas de Benjamín, todos los de esa tribu me tomarán aversión. Simei, hombre cauto, había tomado la precaución de venir acompañado de 1000 hombres de su pueblo, como para mostrar la influencia que él tenía en su tribu. David capta el mensaje y le jura que respetará su vida, pero no lo perdona. Sólo posterga la venganza. Salomón será el encargado de ejecutarla, “haciendo descender sus canas al Sheol con sangre” (Véase 1R 2:8,9). (2)

24-30.También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado sus vestidos, desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz. Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al rey, el rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo? Y él respondió: Rey señor mío, mi siervo me engañó; pues tu siervo había dicho: Enalbárdame un asno, y montaré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. Pero él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te parezca. Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo aún para clamar más al rey? Y el rey le dijo: ¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras. Y Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.”
El encuentro con Mefi-boset, el hijo de Jonatán con quien David había sido tan generoso (2Sm 9), era más delicado. En esta ocasión David se muestra no sólo comprensivo sino también consecuente con sus propios errores, porque, aunque percibe que Siba pudo haberlo engañado cuando vino a su encuentro durante su huida, acusando a Mefiboset de haberse puesto de lado de Absalón cuando éste triunfaba (2 Sm 16:1-4), ya le había empeñado su palabra de darle los bienes del príncipe inválido, y no quiso desdecirse. Entonces cortando por lo sano todo argumento ulterior (es posible que Siba estuviera presente y quisiera defenderse), determina que ambos se repartirán los bienes. Sin embargo, eso no quita la injusticia de su decisión precipitada, pues pudo haber investigado más a fondo cuál de los dos mentía y, obtenida la prueba de la malicia de Siba, como parece haber sido el caso, haberlo castigado restituyendo al hijo de Jonatán todos los bienes. Éste, por su lado, muestra obsecuentemente no estar interesado en ellos sino sólo en recuperar la amistad de su protector. (3)
31-39. “También Barzilai galadita descendió de Rogelim, y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle al otro lado del Jordán. Era Barzilai muy anciano, de ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico. Y el rey dijo a Barzilai: Pasa conmigo y yo te sustentaré conmigo en Jerusalén. Mas Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más habré yo de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén? De edad de ochenta años soy yo este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor el rey? Pasará tu siervo un poco más allá del Jordán con el rey; ¿Por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa? Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Mas he aquí a tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y haz a él lo que bien te pareciere. Y el rey dijo: que pase conmigo Quimam, y yo haré con él como bien te parezca; y todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré. Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también pasado, el rey besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa.”
David dijo a Barzilai: Haré con Quimam (quien, según el historiador Josefo, era hijo de Barzilai) todo lo que a ti te parezca bien y además a ti te daré todo lo que me pidas. Pero Barzilai había dicho: Haz con Quimam lo que a ti te parezca bien. David le está diciendo: no lo que a mí me parezca adecuado, sino lo que a ti, porque yo soy tu deudor. Es una competencia de generosidad y cortesía. Barzilai, en efecto, con otros propietarios más, había arriesgado su vida suministrando provisiones a David cuando estaba en Mahanaim, huyendo de Absalón (2 Sm 17:27-29). Si éste hubiera triunfado, se hubiera vengado matándolo a él y a los suyos.
Barzilai era dueño de muchas propiedades. Pero más importante aún, tenía un corazón noble. Él consideraba que lo que él había hecho por el rey era poco comparado con lo que David ahora le ofrecía. Así será algún día para todos los que se salven. La recompensa que reciban será mucho mayor que la que corresponda a sus méritos, porque nadie puede ganar a Dios en generosidad.
Barzilai da como motivo para rechazar el ofrecimiento generoso de David, su edad avanzada (Sal 90:10; Ecl12:1). Ya no podrá gozar de los placeres de la corte, de la mesa y de la bebida abundante; ni se deleitará su oído con las canciones y danzas. Él prefiere regresar a su casa y prepararse a bien morir en la tranquilidad de su hogar. La diversión, y las tentaciones que la acompañan, son lo menos apropiado para él en ese trance. Pero eso no quiere decir que él no pueda seguir trabajando mientras tenga fuerzas, porque el trabajo es vida. Él le pide al rey que honre en cambio a su hijo que sí podrá beneficiarse de las ventajas de la corte, aunque él como padre tenga por ello que privarse de su compañía y servicios; pero él prefiere el bien de su hijo al propio.
David está pensando posiblemente en dar a Quimam una posición de honor en la corte, la que su padre desee. Pero pareciera que el hijo prefirió sabiamente no un puesto en la corte, con todas las tentaciones que eso conlleva, sino recibir una propiedad no muy alejada de Jerusalén, pues en Jr 41:17 se habla de un lugar llamado Gerut-Quimam, no muy lejos de Belén, la ciudad de David.
En 1R 2:7 leemos que David le pide a su hijo Salomón tener como convidados a su mesa a los hijos de Barzilai, esto es, no a uno solo, sino a todos (“No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre…” Pr 27:10ª). ¿No dice un salmo que “la generación de los rectos será bendita”? (Sal 112:2b)
40-43. “El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel. Y he aquí todos los hombres de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres de Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el Jordán al rey y a su familia, y a todos los siervos de David con él? Y todos los hombres de Judá respondieron a todos los de Israel: Porque el rey es nuestro pariente. Mas ¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido algo del rey? ¿Hemos recibido de él algún regalo? Entonces respondieron los hombres de Israel, y dijeron a los de Judá: Nosotros tenemos en el rey diez partes, y en el mismo David más que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿No hablamos nosotros los primeros, respecto de hacer volver a nuestro rey? Y las palabras de los hombres de Judá fueron más violentas que las de los hombres de Israel.”
 Vale la pena notar que cuando finalmente David atraviesa el Jordán, sólo una parte de los de Israel lo acompaña y, aparentemente ninguno de los hombres principales, sino sólo el pueblo. Los príncipes quizá estaban resentidos de no haber sido objeto de la misma cortesía que David usó con su propia tribu (Véase vers. 13).
En estos versículos aparece la rivalidad antigua entre la tribu de Judá y las diez tribus del Norte, que más adelante dará origen a la división del reino (1R 12) (4). Los de Judá no esperaron a los príncipes de Israel para hacer pasar a David al otro lado del Jordán, a pesar de que éstos habían sido los primeros en proponer que David fuera reinstaurado en el trono. Éstos alegan: nosotros somos más numerosos pues somos diez tribus. Tenemos más derecho a David que vosotros.
Ellos en efecto pensaron primero en traerlo, pero no lo pusieron por obra. (Notemos cómo las buenas intenciones no llevadas a cabo no alcanzan ningún resultado). Por ese motivo los de Judá les responden duramente y con sarcasmo diciéndoles que no tienen nada que reclamar.
Esa fue una disputa de palabras que felizmente no degeneró en lucha abierta. Pero David prudentemente no quiso intervenir en esa pelea. ¿Qué hubiera ganado si hubiera querido mediar entre ellos? Que ambas partes lo odiaran, porque difícilmente hubiera podido contentar a los dos a la vez. De modo semejante hacen bien los padres en no meterse en las disputas de sus hijos pequeños, (salvo que haya abuso o injusticia flagrante), porque uno de ellos se resentirá y le guardará rencor.
Notas: 1.Mathew Henry observa bellamente que así como David no quiso retornar a Jerusalén sin que sus habitantes lo invitaran –hubiera podido retornar, de haberlo querido, al frente de sus tropas y llevado por las armas- Jesús no desea entrar en el corazón de nadie sin haber sido invitado a reinar en él.
2. Esta venganza retrasada nos hace ver cuán grande es la diferencia entre la ética del Antiguo Testamento de la del Nuevo Testamento, y cuánto el mensaje de Cristo cambió el corazón de los hombres.
3. Según el Talmud la decisión injusta de David tuvo repercusiones futuras: “Cuando David dijo a Mefiboset, tú y Siba dividirán el campo, se oyó una voz celestial que dijo ‘Roboam y Jeroboam se dividirán el reino.” (1R 12).
4. Se recordará que David fue rey primero únicamente de Judá en Hebrón (2Sm 2:1-4) y sólo después de la derrota del partido de Saúl las 10 tribus del Norte vinieron a rendirle pleitesía y a reconocerlo como rey (2Sm 5:1-5).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

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miércoles, 24 de junio de 2015

DAVID SIN HAZAÑAS I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DAVID SIN HAZAÑAS I
Este artículo fue publicado hace diez años en una edición limitada. Se publica nuevamente ligeramente revisado y dividido en dos partes.
La vida de David está llena de enseñanzas para nosotros. No sólo los episodios más conocidos de su victoria sobre Goliat y el adulterio que cometió con Betsabé. Toda su vida es una mina de motivos de reflexión, aun en los episodios en que David deja de ser un héroe, olvidados los tiempos en que el pueblo admiraba y cantaba sus hazañas (1Sm 18:7), y más bien, la popularidad le había dado las espaldas.
El libro de Samuel -en sus dos partes- es una de las obras maestras de la literatura universal de todos los tiempos. Uno de los pasajes más bellos – mi preferido entre todos sus episodios por los sentimientos encontrados tan humanos que expresa- es el del retorno avergonzado del ejército que había triunfado sobre las huestes de Absalón. Fíjense en la paradoja: El ejército triunfante regresa a casa avergonzado de su victoria porque el rey, en vez de celebrarla, llora la muerte de su hijo derrotado. Más valía para él la vida de su hijo rebelde que la de sus soldados fieles. Ese  reproche le hará Joab indignado más adelante.
Dieron aviso a Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón. Y se volvió aquel día
la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! (2Sam 19:1-4)
Normalmente cuando un ejército obtiene la victoria retorna a casa eufórico, contento y celebrando su triunfo, y los soldados son aclamados en las calles por la población jubilosa y agradecida. Pero esta vez, pese al gran peligro del que habían salvado a las poblaciones que permanecieron fieles a David, los soldados regresaron con la cabeza gacha, humillados, como quienes han sido derrotados, escondiéndose de la gente como si debieran sonrojarse de haber triunfado. En lugar de recibirlos en triunfo y congratularlos, el rey se aparta y llora desconsolado la muerte de su hijo que se alzó en armas contra él para destronarlo.
¡Oh David! ¡Tanto amabas a ese hijo traicionero que buscaba tu mal y que no había respetado ni tus canas ni tu vida! ¡Que no respetó a tus mujeres y que te humilló públicamente acostándose con ellas a la vista de todos! (2Sm 16:21,22) ¿No debieras tú mismo con tus propias manos haberlo castigado? ¿No estabas declarando con tu indulgencia que tú toleras el pecado, y tolerándolo, lo alientas? ¡Oh David! ¡Cómo te traicionan tus sentimientos! ¿Tanto habías amado a su madre, que no fue sino una de tus tantas mujeres?
Cuando diste instrucciones a tus capitanes les encargaste a todos, a oídos de todo el pueblo, que trataran benignamente al rebelde Absalón por amor de ti, y respetaran su vida (2Sm 18:5). ¿Seguirías tratándolo como si fuera un niño aunque ya fuera un adulto mayor de treinta años? ¿No recordabas cómo había intrigado contra ti, tratando de robarte el cariño del pueblo, haciéndote aparecer como un soberano indiferente al sufrimiento de sus súbditos? (2Sm 15:1-6)
Entonces él, abusando de tu cariño de padre, hacía campaña para ganarse el favor del pueblo, como hacen en nuestros días los candidatos, halagando a la gente con dulces promesas. ¡Cuán artero era su corazón! ¡Cuán lleno de malos sentimientos y desnaturalizado! Su muerte temprana fue un merecido castigo. ¡Y tú, en lugar de agradecer a Dios que te haya librado del mal hijo, te lamentas de no poder abrazarlo vivo!
Pero ¿no se porta muchas veces Dios con nosotros de esa manera? ¡Cuántas veces hemos traicionado a nuestro Padre, le hemos dado la espalda a la vista de todos, y hemos hecho que la gente blasfeme de su nombre al ver nuestra mala conducta y, en lugar de castigarnos, Él nos ha tendido la mano! Dios se porta en ocasiones con nosotros como una amante despreciada que corre detrás del hombre que ya no la quiere, suplicándole: “¡Ámame al menos un poco!”
David en su ancianidad había cambiado sus manos teñidas de sangre por manos de misericordia, y su voz de guerrero aguerrido por las lágrimas de un padre enlutado. ¡Qué frágil y humano eres David en tu debilidad, y cómo se asemeja tu corazón al de Dios al volverte tan vulnerable! (“Como el padre se enternece por sus hijos, se enternece el Señor por los que le temen.” Sal 103:13).
Por eso cuando te trajeron la noticia de que tu hijo había muerto, prorrumpiste en sollozos clamando: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2Sm 18:33). (Nota 1)
Tú hubieras querido morir en lugar de tu hijo, preferirías que él viva y no tú. Esos fueron tus sentimientos de padre amante al enterarte de la muerte de tu hijo ingrato. Tú tuviste esos sentimientos, pero Dios no sólo los tuvo, sino que llevó ese sentir a la práctica cuando Jesús murió en la cruz para que nosotros vivamos. Él nos amó al punto de poner su vida para expiar nuestros pecados, ya que nosotros no podíamos hacerlo. Por eso dice bien la Biblia que tú, David, pecador como eras, tenías un corazón conforme al corazón de Dios. (1Sm 13:14; Hch 13:22).
En otro tiempo la muerte de Saúl y de tu amigo Jonatán había estimulado tu vena poética, y habías lamentado su muerte en endechas a oídos del pueblo (2Sm 1:1-17). Y cuando Abner fue asesinado cruelmente por Joab, habías proclamado un luto nacional en su memoria y, tomando la cítara, habías cantado a su muerte haciendo que el pueblo llorara contigo (2Sm 3:31-35). Y cuando en tu luto te negaste a comer, tu conducta agradó al pueblo cuando lo supo, “pues todo lo que el rey hacía agradaba a todo el pueblo.” (2Sam 3:36).
Pero ¿agradaría ahora al pueblo tu duelo en esta ocasión, y los lastimeros lamentos por tu hijo con que les pagabas mal que hubieran arriesgado su vida por ti? ¡Oh David, en lugar de premiarlos como se merecían, les hacías sentirse culpables de su valentía y de su devoción por ti! ¡Pero qué fieles te eran y cómo te amaban, al punto de que, por consideración a tu dolor, renunciaron a la algazara natural con que hubieran podido celebrar su victoria, y más bien, retornaron en silencio!
¿Cómo recibirían las mujeres a sus maridos vencedores al retornar de la batalla llenos de polvo y sudorosos, cuando no heridos? ¡Seguro que no les mirarían a la cara ni los abrazarían llorando de alegría por tenerlos de vuelta, sino que ellos se avergonzarían delante de sus mujeres por haber vencido al enemigo y haberte causado tanta pena!
2Sm 19:5,6. “Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento”.
¡Qué reproche tremendo! ¡Amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman! Pero ¡cuántas veces nosotros no hacemos lo mismo! Hacemos favores y somos gentiles con los que son nuestros verdaderos enemigos, y nos portamos mal con los que son nuestros aliados. Hacemos eso porque estamos ciegos. Nuestros sentimientos, nuestras debilidades, nos ciegan, y de esa manera amamos nuestro mal y nos precipitamos en él. No reconocemos nuestro bien porque es camino difícil, y no escuchamos a nuestros amigos porque no nos dicen lo que deseamos oír, sino la verdad que no deseamos escuchar, eso hablan.
David había sido un padre consentidor, que no supo disciplinar a sus hijos cuando debió hacerlo. Por ejemplo, no castigó a Amnón por haber violado a su hermana Tamar (2Sm 13:1-14), ni a Absalón por haber matado en venganza a su medio hermano (2Sm 13:20-29). Él no les podía reprochar a sus hijos los pecados con el sexo opuesto que él había cometido en su juventud, aunque después hubiera escrito: “De los pecados de mi juventud no te acuerdes…” (Sal 25:7)
Si bien exagerados, los reproches de Joab tenían mucho de verdad, porque si Absalón hubiera triunfado no habría perdonado la vida de los demás hijos de David y la de sus seguidores, así como tampoco la de sus familiares. Todos ellos fueron salvados de una muerte segura por las tropas que los defendieron contra Absalón. Pero Joab pudo haber hablado con tanta dureza también para calmar su conciencia, pues era él quien, desobedeciendo la orden expresa de David, mató a Absalón (2Sm 18:9-15). Sin embargo, en ese acto de desobediencia adrede hubo mucha previsora prudencia: mientras el líder estuviera vivo, la rebelión no abatiría completamente y se mantendría latente, como de hecho ocurrió más tarde con Seba (2Sm 20). Hay semillas de rebelión que son difíciles de extirpar.
19:7,8. “Levántate pues, ahora, y ve afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo, diciendo: He aquí el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey; pero Israel había huido, cada uno a su tienda.”
El consejo que le da Joab es sabio. Con muy buen tino le advierte a David: “Tú tienes ahora la oportunidad de recuperar el favor del pueblo. Pero estás en una encrucijada: O te los ganas ahora, o los pierdes para siempre.” Comprendiendo David lo acertado del consejo, enjuga sus lágrimas y, de buena o mala gana, sale a la puerta de la casa en que se alojaba, para mostrarse al pueblo que quería verle la cara.
9,10. “Y todo el pueblo disputaba en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos, y nos ha salvado de mano de los filisteos; y ahora ha huido del país por miedo de Absalón. Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey?” Cuando los de las tribus del Norte comprendieron que su caudillo de un momento había sido vencido y estaba muerto, reconocieron su locura de haber seguido a un advenedizo que no sólo se había rebelado contra su padre sino contra el verdadero Ungido del Señor, y empezaron a echarse el uno al otro la culpa de su desvarío. Entonces se acordaron de lo mucho que le debían a David, de cómo él los había salvado tantas veces de la mano de los filisteos, y cuán ingratos habían sido con él. Entonces sí se acordaron de que no tenían otro rey verdadero que el hijo de Isaí, y empezaron a hablar de hacerlo volver a su casa y al trono. Discutían entre sí, achacándose los unos a los otros la culpa de su conducta al haberse dejado seducir por Absalón. En las buenas todos se atribuyen el mérito, en las malas nadie asume la responsabilidad.
11-13. “Y el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciendo: Hablad a los ancianos de Judá, y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle volver a su casa? Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al rey? Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Así me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército delante de mí para siempre, en lugar de Joab.” Superado el duelo, David recupera su sentido político y la conciencia del papel que le corresponde desempeñar como rey. Entonces, en lugar de vengarse de los de Judá que se habían plegado al rebelde Absalón, él inicia una sabia política de reconciliación, mostrando clemencia con los príncipes de Judá vencidos, y calmando sus temores de que él pudiera tomar represalias contra ellos. (2)
Al decir “mis huesos y mi carne sois” (frase que es un eco del grito asombrado de Adán al ver por primera vez a Eva, (Gn 2:23), él les recuerda los lazos tribales y de parentesco que los unen.
Esta labor diplomática no la hace David personalmente, sino enviando a los sacerdotes Sadoc y Abiatar como embajadores suyos, es decir, a los de más alto rango de su corte. Otro hubiera sido el resultado de sus gestiones si los mensajeros hubieran sido de menor categoría. “A tal señor, tal honor”, dice un refrán oportuno. Esto es, aplicado pragmáticamente, honra a los que te quieres ganar.
Igualmente, con el general Amasa, que había comandado el ejército de Absalón, (y que, de paso, era su sobrino) se muestra generoso ofreciéndole nombrarlo general de su ejército, en lugar de Joab, con el cual tenía varias cuentas pendientes. Pero esta promesa, hecha públicamente, le costó a Amasa la vida, pues Joab no dudó en eliminar a su rival en la primera ocasión que se le presentara (2Sm 20:4-12).
La relación de David con Joab muestra la ambivalencia frecuente de las relaciones entre el soberano y su mano derecha, de recíproca dependencia, mutua desconfianza y rivalidad. (3) Pero David tenía motivos para confiar en la destreza de Joab, que fue además su cómplice en el asesinato del fiel Urías (2Sm 11:14-25), aunque se resiente de sus intrigas para influenciar sus decisiones, (como la que narra 2Sm 14:1-20) y de la forma insolente cómo lo critica y aconseja. Sobretodo detestó que asesinara a Abner (2Sm 3:22-28), y por ese motivo lo maldijo (Véase los vers. 29-39, en especial el último versículo). Podemos pensar, de otro lado que, al haberlo involucrado en el complot indigno contra el fiel Urías, David se rebajó ante los ojos de Joab, e hizo que él le perdiera todo respeto. Los que son cómplices de nuestros pecados íntimos, rara vez nos aprecian.
Notas 1: La demostración de pena aguda que hizo David esta vez contrasta fuertemente con la tranquilidad con que asumió la muerte del hijo que Betsabé le había dado a poco de nacido (2Sm 12:18:23). ¿Por qué la diferencia? Al niño pequeño no había tenido tiempo de amarlo; en cambio, Absalón debe haber tenido desde niño cualidades de belleza y simpatía que hicieron que su padre se encariñara con él. Los padres son muchas veces ciegos en sus preferencias.
2. Es curioso que David tienda la mano primero a los de su tribu que lo habían abandonado, y que no pensaban todavía restaurarlo al trono, y no a los de Israel, que ya pensaban reivindicarlo. En David el llamado de la sangre era más fuerte que el sentido de equidad. ¡Cuántas veces también a los hombres los lazos de parentesco y de amistad les nublan el sentido de proporción y  de justicia!
3. De ello hay muchos ejemplos famosos en la historia: Luis XIII de Francia y su ministro Richelieu; Enrique VIII de Inglaterra y Tomás Moro –el más noble de los hombres, según sus contemporáneos- a quien el rey mandó matar; el emperador Guillermo I de Alemania y Bismark, el “canciller de hierro”, arquitecto de la unidad alemana; Isabel I de Inglaterra, la “reina virgen”, y su intrigante primer ministro, Lord Cecil, etc.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#869 (22.02.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 22 de mayo de 2015

ELOGIO DEL AMOR CONYUGAL

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ELOGIO DEL AMOR CONYUGAL
Un Comentario de Proverbios 5:15-23
Después de haber advertido contra los peligros de la mujer extraña o seductora, el maestro pasa a ensalzar las virtudes del amor entre esposos.
15. “Bebe el agua de tu propia cisterna,
Y los raudales de tu propio pozo.”
16. “¿Se derramarán tus fuentes por las calles,
Y tus corrientes de aguas por las plazas?”
17. “Sean para ti solo,
Y no para los extraños contigo.”
18. “Sea bendito tu manantial,
Y alégrate con la mujer de tu juventud.”
19. “Como cierva amada y graciosa gacela,
Sus caricias te satisfagan en todo tiempo,
Y en su amor recréate siempre.”
20. “¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena,
Y abrazarás el seno de la extraña?
15. Este versículo de paralelismo sinónimo contiene una encendida simbología poética del amor erótico, de la unión física afín a la del Cantar de los Cantares (7:1-5). La cisterna propia cuya agua limpia y pura se bebe es la mujer propia. Para entender esta metáfora debe recordarse que muchas casas orientales en ese tiempo en que el agua era escasa, tenían una cisterna en el patio que surtía de agua a la familia y que hacía innecesario buscar el líquido elemento en el pozo común (2R 18:31) (Igual ocurría en la Lima antigua) (Nota 1) La segunda línea repite la misma idea con palabras distintas pero afines: raudales por agua, pozo por cisterna.
Este proverbio es una invitación inequívoca a la fidelidad conyugal, a cultivar el amor de una sola mujer. El amor conyugal es uno de los mayores dones que Dios le ha hecho al hombre, y debe gozarse de él con gratitud y fidelidad, sin codiciar la cisterna ajena. El caso del rey David, que codició a la mujer del fiel Urías, puede servir de escarmiento de la conducta contraria (2Sm 11:2,3). En cambio, las recompensas de la fidelidad son muchas (Sal 127:3-5; 128:3). (2)
16. Esa fidelidad a un solo amor contrasta con la promiscuidad representada por la imagen de las fuentes que se derraman por las calles y de las aguas por las plazas. Las palabras usadas dan una acertada imagen de desperdicio de la propia sustancia, y del peligro de contaminación que la vida promiscua conlleva. Al respecto el lenguaje de la epístola a los Hebreos es muy claro: “Honroso sea el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (13:4). (3)
17. No compartas las aguas de tu manantial con los extraños que se acuestan con tus compañeras ocasionales, ni bebas el amor contaminado por otras fuentes, porque eso, a su vez, no dejará de contaminarte a ti. (4)
18. Más bien preserva tu manantial para una sola mujer con la que puedas alegrarte para que Dios bendiga vuestro amor. Sé fiel a la mujer que amaste en tu juventud (Dt 24:5), y no le des la espalda buscando a una más joven cuando aparezcan arrugas en su rostro, pues Dios será testigo en contra tuya (Mal 2:14,15). Como dice el Predicador (Qohelet): “Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol…” (Ec 9:9).
El versículo que estudiamos lleva implícita la idea de que el amor conyugal que ha sido cultivado a lo largo de los años puede proporcionar satisfacciones mucho mayores y más profundas que los amores nuevos u ocasionales. El placer que proporciona el amor fiel es intensificado por los sentimientos y las experiencias compartidas, e incluso por las pruebas por las que los esposos hayan podido pasar. Como dice Mathew Henry, el placer mutuo es fruto de la fidelidad mutua.
Tu mujer es la esposa que Dios en su Providencia ha destinado para ti. Debes pues tratarla como un regalo de Dios, según dice el proverbio: “La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la mujer prudente.” (19:14).
19. El realismo y sensualidad de esta imagen es sorprendente. Compara a la amada con una cierva o gacela graciosa. En verdad estos animales gráciles han sido siempre símbolos del amor, porque suelen ser muy gentiles con su pareja (Cant 2:9,17). La idea de que las caricias satisfacen es muy exacta y oportuna, no sólo por el placer que proporcionan, sino también porque estando el hombre satisfecho, no tendrá motivos para buscar el pasto verde de otros prados, ni consuelo en otras caricias.
Es interesante que la palabra hebrea que se traduce como “caricias” (dad) quiere decir en realidad “pechos”, de manera que la frase entera podría traducirse así, “Que sus pechos te satisfagan siempre”, de tal modo que, embriagado con ellos, no busques otro elixir que pudiera ser venenoso. En Cantares la esposa dice: “Mi amado…reposa entre mis pechos.” (1:13).
20. La perícopa iniciada en el vers. 15 alentando a la fidelidad matrimonial termina con un consejo paternal en forma de pregunta: “¿Y por qué hijo mío…? En efecto, el casado que se junta con una mujer ajena está trágicamente ciego al daño que se hace a sí mismo, y a su matrimonio y, por tanto, a su felicidad; ciego a la afrenta que inflinge a su esposa; ciego al perjuicio que las relaciones irregulares causan a su propia salud, provocadas por la angustia y los remordimientos que acompañan a la vida desordenada; ciego al castigo que tendrá que sobrellevar, y que será eterno si no se arrepiente a tiempo; ciego, en fin, al daño que puede causar a sus hijos, si los tuviera, y que no le perdonarán fácilmente la ofensa hecha a su madre.
Conviene recordar lo que dice Pr 9:17: “Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en secreto es sabroso.” Sin embargo, el placer que proporcionan ambos es de corta duración, y al final, como continúa diciendo el proverbio, se encuentra que “allí están los muertos, y que sus convidados están en lo profundo del Sheol.” (v. 9:18). ¿Qué agua prefieres tú beber, la que brota de un manantial límpido, o la que está empantanada en un charco maloliente y sucio?
De paso este versículo 20 es un caso de paralelismo sinónimo en que la segunda línea apoya con una imagen realista el sentido de la primera.
            Consideraciones adicionales. Los padres de la iglesia solían dar a la frase: “Bebe el agua de tu propia cisterna…” una interpretación espiritual en un sentido figurado. Así, por ejemplo, Orígenes (siglo III) aplica la imagen de la propia cisterna a la lectura personal de las Escrituras, que puede servir de iluminación a nuestro espíritu. Basilio el Grande (siglo IV) agrega que uno no debe ir a las cisternas ajenas para buscar el consuelo de la vida teniendo en la ley de Dios una cisterna propia. Juan Casián (siglo V) relaciona este versículo con un texto de Isaías: “Serás como huerto de riego y como manantial de aguas…” (58:11) cuando todos tus pensamientos se conviertan en una meditación constante en la palabra de Dios. Clemente de Alejandría (c.150-c.215) interpreta la pregunta: “¿Por qué andarás ciego con la mujer ajena…?” en el sentido de no dar demasiada importancia a la educación clásica secular, en detrimento del estudio de la palabra divina, que es propia del cristiano, y de la cual fluye toda la sana doctrina. Esa observación evoca la polémica vigente entonces acerca de si los cristianos debían o no participar de los estudios académicos de su tiempo, que eran el reflejo de la cultura greco-romana pagana.
21. “Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová”,
Y Él considera todas sus veredas.”
22. “Prenderán al impío sus propias iniquidades,
Y retenido será con las cuerdas de su pecado.”
23. “Él morirá por falta de corrección,
Y errará por lo inmenso de su locura.”
21. Este vers. expresa una gran verdad que aparece en muchos pasajes de la Biblia: Nada escapa a la mirada atenta de Dios. Toda nuestra vida, pasado, presente y futuro, está abierta delante de sus ojos, como un libro. Nada se le oculta, así como tampoco nuestras intenciones y nuestras motivaciones, junto con nuestros pensamientos y nuestras palabras. Él lo conoce todo.
            Como ejemplos citemos una frase del salmo 94: "El que formó el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?” (vers 9); o la conocida enseñanza de Jesús: "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados.” (Mt 10:29,30). Si ni aún el menor de nuestros cabellos escapa a su atención, ¿qué será con las cosas mayores? ¿Sabes tú cuántos cabellos tienes en la cabeza? ¿Los has contado? Pues Dios sí lo ha hecho.
            22. Este versículo dice que el impío caerá en la trampa que le tienden sus propias maldades. Con sus actos va tejiendo una maraña de relaciones, de resistencias, de odios, y de complicidades involuntarias, que terminarán por destruirlo. Pasando de las circunstancias concretas a las abstractas diremos que el que así obra sufrirá las consecuencias inevitables de sus actos. Esto es, no será necesario que Dios intervenga  para castigarlo, pues sus propios actos lo harán.
¿Es a esto a lo que lo que la Biblia llama en otros lugares "castigo de Dios"? (Jb 31:23; Pr 3:11) ¿O es el castigo de Dios una intervención divina en el curso de los acontecimientos para producir cierto resultado de acuerdo a sus propósitos de justicia? Dios obra de ambas maneras. Como Él ha establecido las leyes que gobiernan causa y efecto, en muchos casos Él deja que los acontecimientos sigan su curso natural, y que las causas produzcan efectos buenos o malos según su naturaleza. Pero así como a veces Dios interviene para evitar o desviar las consecuencias normales de los hechos, en otras las agrava, o introduce factores nuevos que modifican el curso de los acontecimientos. Pero tenemos que reconocer que, en última instancia, cómo y por qué actúa Dios es algo demasiado alto para que lo podamos conocer (Is 55:9).
23. Todos los seres humanos tenemos necesidad de ser corregidos, porque todos estamos inclinados al mal. El que no tuvo la suerte de ser corregido a tiempo, es decir, en la infancia, o en la juventud; (o habiéndolo sido, rechazó toda reprensión), está a merced de sus impulsos malignos que lo llevarán a la muerte espiritual que es el pecado, el cual, a su vez, puede provocar una muerte física temprana inesperada. Abandonado a los extremos de su desvarío moral, y desprovisto de todo freno, su fin puede ser terrible.
Notas: 1. Yo todavía me acuerdo del pozo que había en la casa de mis abuelos, que estaba rodeado por un parapeto redondo de piedra de poco menos de un metro de altura, y donde todavía estaba la polea y la cadena con la cual antes se bajaba un balde.
2. Así como el agua pura apaga la sed y alivia el calor del estío –apunta J. Gill- de igual manera el amor de la mujer legítima apaga la sed del deseo y alivia el calor de la concupiscencia.
3. Otras versiones traducen este versículo no como pregunta sino así: “Que tus fuentes se derramen alrededor, (como) corrientes de aguas por las calles.” Algunos entienden que “fuente” es el vientre de la esposa que será fructífero por el amor del esposo (“Cosa de estima es el fruto del vientre” dice de los hijos el salmo 127:3b). Es decir, que tu descendencia se multiplique y sea poderosa en la tierra, como promete el salmo 112:2a. En cambio, las rameras, por lo común, evitan tener hijos, y su vientre por eso suele ser estéril.
El comentarista judío del Medioevo, Rashi, entiende figuradamente este texto de los discípulos que se multiplican y honran el nombre de su maestro, a la vez que ellos mismos alcanzan renombre. Pero es mejor entenderlo de las doctrinas del Evangelio que, al difundirse, señalan el camino de la vida eterna a muchos.
4. Algunos interpretan este versículo en el sentido de que siendo fiel a una esposa virtuosa, el marido puede estar seguro de que los hijos que engendre sean realmente suyos, lo que no ocurriría si engendrara otros hijos con sus compañeras ocasionales, pues podrían ser de otro.


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

 #868 (15.02.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 14 de mayo de 2015

ADVERTENCIA CONTRA LA SEDUCTORA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M:
ADVERTENCIA CONTRA LA SEDUCTORA
Un Comentario de Proverbios 5:1-14
Este capítulo desarrolla el tema de la seductora (de la “mujer extraña”), que fuera introducido en Prov. 2:16-19, y que será expuesto más ampliamente en Prov. 6:24-35 y en el capítulo 7 del libro. De otro lado, en la segunda parte se hace un encendido elogio del amor conyugal.
Los versículos 1 al 6 forman la primera estrofa del capítulo.
1. “Hijo mío, está atento a mi sabiduría,
y a mi inteligencia inclina tu oído,”
2. “Para que guardes consejo,
Y tus labios conserven la ciencia.”
3. “Por que los labios de la mujer extraña destilan miel,
Y su paladar es más blando que el aceite;
4. “Mas su fin es amargo como el ajenjo,
agudo como espada de dos filos.”
5. “Sus pies descienden a la muerte;
sus pasos conducen al Seol.”
6. “Sus caminos son inestables; no los conocerás,
si no considerares el camino de vida.”
1, 2. Estos dos versículos son un prólogo solemne, una invocación a escuchar la voz de la sabiduría, y sirven de preparación adecuada a la amonestación que va a seguir (vers. 3 al 6) acerca de los peligros que encierra la mujer extraña. (Nota 1) El padre, como buen maestro, ha creído necesario preparar el oído y la atención de su hijo y discípulo, a la enseñanza que le va a dar.
Dos actitudes de escucha le pide que son comunes a otros pasajes: estar atento, e inclinar el oído. En realidad se refieren a lo mismo: prestar atención para entender bien (Ver Consejos Paternales III). El discípulo necesita estar atento a la sabiduría y a la inteligencia de su maestro que se expresa en palabras de consejo. ¿Son la sabiduría y la inteligencia la misma cosa? La sabiduría está por encima de la inteligencia. La inteligencia tiene que hacer con la información, con el proceso de obtenerla, de analizarla y de utilizarla, es decir, de valorarla. La sabiduría, en cambio, saca, sobre la base de la información obtenida, conclusiones aplicables a situaciones concretas.
Estos dos versículos pueden resumirse así: Escucha con atención lo que te voy a decir, el consejo sabio que te voy a dar, porque de nada vale oír si no se presta atención. Cuando escuchamos con atención lo oído provoca una repercusión en nuestra mente que nos hace reflexionar. Pero si no prestamos un oído atento, las palabras entrarán por un oído y saldrán por el otro sin dejar huella en el espíritu. El oído atento las captura, las retiene y producen fruto.
“Guardar consejo” es no sólo meditar sobre lo oído, sino ajustar nuestra conducta a lo escuchado y no permitir que digamos palabras atrevidas que nos empujen por caminos peligrosos, o nos tiendan una trampa.
En efecto, las palabras que susurramos en el oído de una mujer pueden atarnos porque suscitan en ella una respuesta afectiva, un deseo que no descansará hasta ser satisfecho. El deseo suscitará en ella, a su vez, palabras que inviten a gozar de un banquete dulce, pero peligroso.
3,4. El banquete está, para empezar, en sus labios que “destilan miel”. ¡Qué maravillosamente expresado está el atractivo de su boca! El que se deja atrapar por ella caerá en un abismo de placer que lo cautivará y lo emborrachará durante un tiempo. En Cantares hay un verso que emplea un lenguaje similar: “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua.” (4:11).
Mientras dure la ebriedad se es feliz, pero a la vuelta de la esquina acecha el peligro, una espada tan amarga como fueron dulces los labios.
Ella te llevará por caminos extraños que te conducirán por donde no esperabas transitar, y te hundirán en un pozo de amarga desilusión cada vez más profunda, como dice el proverbio: “Porque abismo profunda es la ramera, y pozo angosto la extraña.” (23:27).
Los labios, la lengua y el paladar de la mujer sensual tienen un atractivo irresistible para el joven cuya pasión inflama su sangre y lo rinden sin defensa a su dulzura y encantos. El joven cree que se embarca en una travesía de placer (Véase Pr 7:14-20), pero poco a poco descubre que la miel de sus labios se va tornando amarga, y acaba por herirle el alma con una herida tan acerba como dulce era el hechizo que lo apresaba (cf Ecl 7:26; Jr 9:15). (2) Por eso es necesario que te escapes antes de que te atrape en la red de sus encantos, pues una vez preso en ellos, te será muy difícil escapar (Ver Nota 4).
5,6. ¡Cuántas veces las cadenas de pasión con que el joven está atado, y de las que no puede liberarse, se hunden dolorosamente en su carne, y llega a odiarlas tanto como las desea, porque lo llevan por caminos de autodestrucción que lo envilecen a sus propios ojos y ante los de los demás, volviéndose en objeto de burla y de lástima de todos los que lo conocen.
Si confías en sus promesas recuerda que ella es voluble y sus caminos inestables. Su capacidad para mentir es inagotable, y serás víctima de sus engaños sin darte cuenta. La amargura que sembrará su falsedad en tu alma te hará odiar el placer que antes sentiste y detestar tu ingenuidad. No te apartes pues de mis caminos –dice la sabiduría- ni desoigas mi consejo, porque él te guardará del desengaño que puede morder tu corazón.
El que se vuelve una víctima dócil de los caprichos de la mujer extraña, y un juguete en sus manos, se enfurece y se llena de odio contra ella, pero no puede romper el lazo que lo ata a la seductora. Su carne la desea y no puede, por más que quiera, escapar del imán de su cuerpo que lo atrae como un agujero negro sideral que todo lo devora. Cuanto más detesta su esclavitud, más esclavo se vuelve. Al final se resigna a escanciar hasta la muerte el néctar que lo enajena y embriaga como una droga, pero, entre tanto, vive atormentado por el temor de que ella pueda abandonarlo y buscar en otros brazos el placer que él, al precio de su vida, se esfuerza por regalarle. (3)
7.  “Ahora pues, hijos, oídme,
y no os apartéis de las razones de mi boca.”
8.  “Aleja de ella tu camino,
y no te acerques a la puerta de tu casa;”
9.  “Para que no des a los extraños tu honor,
y tus años al cruel;”
10. “No sea que extraños se sacien de tu fuerza,
Y tus trabajos estén en casa del extraño;
11. “Y gimas al final,
cuando se consuma tu carne y tu cuerpo,”
12. “Y digas: Cómo aborrecí el consejo,
Y mi corazón despreció la reprensión;”
13. “No oí la voz de los que me instruían,
Y a los que me enseñaban no incliné mi oído!”
14. “Casi en todo mal he estado,
En medio de la sociedad y de la congregación.”
7. El padre hace un pedido como implorando a sus hijos: Haced caso de mis consejos, no desechéis mi advertencia. ¿Por qué adopta ese tono casi suplicante? Porque él conoce el peligro al que están expuestos y sabe, por experiencia propia o ajena, cuáles son sus consecuencias.
8. Aléjate lo más que puedas de ella, no frecuentes los lugares donde puedas encontrarla, ni acudas a su llamado cuando ella te llame (4). El padre sabe cuán grande es la atracción que una mujer sensual puede ejercer sobre un joven que está en el hervor de sus pasiones. Le pide que no se acerque para nada a su casa porque sucumbirá fácilmente a la atracción que sobre él ejerce su puerta (Véase Pr 7:7-9). El recuerdo de sus caricias lo atormenta y es como si su piel reclamara el suave contacto de sus manos.
9. El padre sabe que si su hijo cae en las manos de la mujer extraña, de la mujer que no pertenece a nadie porque es de todos, y está siempre rodeada de hombres que la pretenden y que la cortejan, él se convertirá en el juguete de sus caprichos y en el hazmerreír de los que saben cómo es ella. El padre intuye que su hijo puede dilapidar sus mejores años preso en el regazo de ella, descuidando el estudio, y más adelante, su profesión, en vez de aprovechar ese tiempo inestimable para labrar su futuro.
10. Preso en las garras del placer consumirás las fuerzas que debiste haber empleado en tu provecho, y serán los amigos y las amigas de ella los que te exploten y te saquen el dinero de tu billetera, pensando tú que al hacerlo le agradas a ella, cuando ella lo toma a burla, y se goza del poder que ejerce sobre ti, al punto de convertirte en su esclavo (Véase Pr 29:3b).
11. Cuando despiertes a la realidad, y te des cuenta de cómo has despilfarrado tus mejores años, tu salud y tu fortuna por una quimera, y tengas el corazón magullado por la desilusión, te lamentarás de haber sido tan necio al haber despreciado el consejo de los que te amonestaban y querían tu bien. Entonces, como hizo el hijo pródigo, recapacitarás, pero no podrás regresar donde tu padre para que te acoja, porque él ya no estará en vida. Pero hay otro Padre que sí está dispuesto a recibirte en sus brazos, a perdonarte y restaurarte.
            12,13. Estos dos versículos podrían ponerse en boca del  hijo pródigo cuando estaba cuidando cerdos, antes de volver en sí. Ellos describen muy bien la actitud del que se niega a escuchar la voz de Dios y de sus mayores: aborrece el consejo y menosprecia la reprensión. Por ahí empiezan los que terminan mal.
14. El que, desoyendo el consejo, se deja seducir por la mujer extraña, termina con frecuencia en la pobreza. El pecado de la carne tiene un alto costo en salud y en dinero; enflaquece y empobrece al que se deja arrastrar a sus tortuosos caminos que terminan en un precipicio. Bien amonestó Pablo a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles.” (2Tm 2:22). Bien puede decir el insensato: “Casi en todo mal he estado,” porque ha bebido la copa de la amargura hasta las heces.
A los males personales que sufre se añade el desprestigio entre los suyos, sus amigos y conocidos, y ante la sociedad en general.
Ningún caso más aleccionador que el de Sansón, el hombre más fuerte de su tiempo, que era poseedor de una fuerza sobrenatural, y era el pavor de sus enemigos. Él cayó preso en los encantos de Dalila, y aunque tuvo tres veces la prueba patente de que ella lo traicionaba, no se alejó de ella, y terminó ciego, sin fuerzas, y convertido en el hazmerreír de los filiteos (Jc 16:4-25).
Notas: 1. Zur quiere decir básicamente extranjero, pero se aplica a lo que se ha desviado, a lo que está fuera de la ley. Como en Israel las mujeres de vida libre solían ser extranjeras, solía designarse con esa palabra a la adúltera.
2. Orígenes dice que, por el contrario, la rectitud puede ser amarga al comienzo, pero su final es dulce.
3. En el Sirácida hay un extenso pasaje que parece un comentario o ampliación del mensaje de estos seis versículos: “Huye de la cortesana, no caigas en sus lazos. No te entretengas con la que canta coplas, no te pille en sus redes. No fijes tu atención en doncella, no vayas a incurrir en castigo por su causa. No te entregues a meretrices, no vayas a perder tu hacienda. No pasees tus ojos por las calles de la ciudad, ni andes rondando por sitios solitarios. Aparta tus ojos de mujer hermosa, y no fijes la vista en la hermosura ajena. Por la hermosura de la mujer se han perdido muchos, y su amor abrasa como fuego.” (Sir 3-9).
4. El caso de José, que huyó de los brazos de la mujer de su amo que intentaba seducirlo, es un buen ejemplo de la actitud sabia que debe adoptar el joven cuando es tentado.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#867 (08.02.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).