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jueves, 14 de mayo de 2015

ADVERTENCIA CONTRA LA SEDUCTORA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M:
ADVERTENCIA CONTRA LA SEDUCTORA
Un Comentario de Proverbios 5:1-14
Este capítulo desarrolla el tema de la seductora (de la “mujer extraña”), que fuera introducido en Prov. 2:16-19, y que será expuesto más ampliamente en Prov. 6:24-35 y en el capítulo 7 del libro. De otro lado, en la segunda parte se hace un encendido elogio del amor conyugal.
Los versículos 1 al 6 forman la primera estrofa del capítulo.
1. “Hijo mío, está atento a mi sabiduría,
y a mi inteligencia inclina tu oído,”
2. “Para que guardes consejo,
Y tus labios conserven la ciencia.”
3. “Por que los labios de la mujer extraña destilan miel,
Y su paladar es más blando que el aceite;
4. “Mas su fin es amargo como el ajenjo,
agudo como espada de dos filos.”
5. “Sus pies descienden a la muerte;
sus pasos conducen al Seol.”
6. “Sus caminos son inestables; no los conocerás,
si no considerares el camino de vida.”
1, 2. Estos dos versículos son un prólogo solemne, una invocación a escuchar la voz de la sabiduría, y sirven de preparación adecuada a la amonestación que va a seguir (vers. 3 al 6) acerca de los peligros que encierra la mujer extraña. (Nota 1) El padre, como buen maestro, ha creído necesario preparar el oído y la atención de su hijo y discípulo, a la enseñanza que le va a dar.
Dos actitudes de escucha le pide que son comunes a otros pasajes: estar atento, e inclinar el oído. En realidad se refieren a lo mismo: prestar atención para entender bien (Ver Consejos Paternales III). El discípulo necesita estar atento a la sabiduría y a la inteligencia de su maestro que se expresa en palabras de consejo. ¿Son la sabiduría y la inteligencia la misma cosa? La sabiduría está por encima de la inteligencia. La inteligencia tiene que hacer con la información, con el proceso de obtenerla, de analizarla y de utilizarla, es decir, de valorarla. La sabiduría, en cambio, saca, sobre la base de la información obtenida, conclusiones aplicables a situaciones concretas.
Estos dos versículos pueden resumirse así: Escucha con atención lo que te voy a decir, el consejo sabio que te voy a dar, porque de nada vale oír si no se presta atención. Cuando escuchamos con atención lo oído provoca una repercusión en nuestra mente que nos hace reflexionar. Pero si no prestamos un oído atento, las palabras entrarán por un oído y saldrán por el otro sin dejar huella en el espíritu. El oído atento las captura, las retiene y producen fruto.
“Guardar consejo” es no sólo meditar sobre lo oído, sino ajustar nuestra conducta a lo escuchado y no permitir que digamos palabras atrevidas que nos empujen por caminos peligrosos, o nos tiendan una trampa.
En efecto, las palabras que susurramos en el oído de una mujer pueden atarnos porque suscitan en ella una respuesta afectiva, un deseo que no descansará hasta ser satisfecho. El deseo suscitará en ella, a su vez, palabras que inviten a gozar de un banquete dulce, pero peligroso.
3,4. El banquete está, para empezar, en sus labios que “destilan miel”. ¡Qué maravillosamente expresado está el atractivo de su boca! El que se deja atrapar por ella caerá en un abismo de placer que lo cautivará y lo emborrachará durante un tiempo. En Cantares hay un verso que emplea un lenguaje similar: “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua.” (4:11).
Mientras dure la ebriedad se es feliz, pero a la vuelta de la esquina acecha el peligro, una espada tan amarga como fueron dulces los labios.
Ella te llevará por caminos extraños que te conducirán por donde no esperabas transitar, y te hundirán en un pozo de amarga desilusión cada vez más profunda, como dice el proverbio: “Porque abismo profunda es la ramera, y pozo angosto la extraña.” (23:27).
Los labios, la lengua y el paladar de la mujer sensual tienen un atractivo irresistible para el joven cuya pasión inflama su sangre y lo rinden sin defensa a su dulzura y encantos. El joven cree que se embarca en una travesía de placer (Véase Pr 7:14-20), pero poco a poco descubre que la miel de sus labios se va tornando amarga, y acaba por herirle el alma con una herida tan acerba como dulce era el hechizo que lo apresaba (cf Ecl 7:26; Jr 9:15). (2) Por eso es necesario que te escapes antes de que te atrape en la red de sus encantos, pues una vez preso en ellos, te será muy difícil escapar (Ver Nota 4).
5,6. ¡Cuántas veces las cadenas de pasión con que el joven está atado, y de las que no puede liberarse, se hunden dolorosamente en su carne, y llega a odiarlas tanto como las desea, porque lo llevan por caminos de autodestrucción que lo envilecen a sus propios ojos y ante los de los demás, volviéndose en objeto de burla y de lástima de todos los que lo conocen.
Si confías en sus promesas recuerda que ella es voluble y sus caminos inestables. Su capacidad para mentir es inagotable, y serás víctima de sus engaños sin darte cuenta. La amargura que sembrará su falsedad en tu alma te hará odiar el placer que antes sentiste y detestar tu ingenuidad. No te apartes pues de mis caminos –dice la sabiduría- ni desoigas mi consejo, porque él te guardará del desengaño que puede morder tu corazón.
El que se vuelve una víctima dócil de los caprichos de la mujer extraña, y un juguete en sus manos, se enfurece y se llena de odio contra ella, pero no puede romper el lazo que lo ata a la seductora. Su carne la desea y no puede, por más que quiera, escapar del imán de su cuerpo que lo atrae como un agujero negro sideral que todo lo devora. Cuanto más detesta su esclavitud, más esclavo se vuelve. Al final se resigna a escanciar hasta la muerte el néctar que lo enajena y embriaga como una droga, pero, entre tanto, vive atormentado por el temor de que ella pueda abandonarlo y buscar en otros brazos el placer que él, al precio de su vida, se esfuerza por regalarle. (3)
7.  “Ahora pues, hijos, oídme,
y no os apartéis de las razones de mi boca.”
8.  “Aleja de ella tu camino,
y no te acerques a la puerta de tu casa;”
9.  “Para que no des a los extraños tu honor,
y tus años al cruel;”
10. “No sea que extraños se sacien de tu fuerza,
Y tus trabajos estén en casa del extraño;
11. “Y gimas al final,
cuando se consuma tu carne y tu cuerpo,”
12. “Y digas: Cómo aborrecí el consejo,
Y mi corazón despreció la reprensión;”
13. “No oí la voz de los que me instruían,
Y a los que me enseñaban no incliné mi oído!”
14. “Casi en todo mal he estado,
En medio de la sociedad y de la congregación.”
7. El padre hace un pedido como implorando a sus hijos: Haced caso de mis consejos, no desechéis mi advertencia. ¿Por qué adopta ese tono casi suplicante? Porque él conoce el peligro al que están expuestos y sabe, por experiencia propia o ajena, cuáles son sus consecuencias.
8. Aléjate lo más que puedas de ella, no frecuentes los lugares donde puedas encontrarla, ni acudas a su llamado cuando ella te llame (4). El padre sabe cuán grande es la atracción que una mujer sensual puede ejercer sobre un joven que está en el hervor de sus pasiones. Le pide que no se acerque para nada a su casa porque sucumbirá fácilmente a la atracción que sobre él ejerce su puerta (Véase Pr 7:7-9). El recuerdo de sus caricias lo atormenta y es como si su piel reclamara el suave contacto de sus manos.
9. El padre sabe que si su hijo cae en las manos de la mujer extraña, de la mujer que no pertenece a nadie porque es de todos, y está siempre rodeada de hombres que la pretenden y que la cortejan, él se convertirá en el juguete de sus caprichos y en el hazmerreír de los que saben cómo es ella. El padre intuye que su hijo puede dilapidar sus mejores años preso en el regazo de ella, descuidando el estudio, y más adelante, su profesión, en vez de aprovechar ese tiempo inestimable para labrar su futuro.
10. Preso en las garras del placer consumirás las fuerzas que debiste haber empleado en tu provecho, y serán los amigos y las amigas de ella los que te exploten y te saquen el dinero de tu billetera, pensando tú que al hacerlo le agradas a ella, cuando ella lo toma a burla, y se goza del poder que ejerce sobre ti, al punto de convertirte en su esclavo (Véase Pr 29:3b).
11. Cuando despiertes a la realidad, y te des cuenta de cómo has despilfarrado tus mejores años, tu salud y tu fortuna por una quimera, y tengas el corazón magullado por la desilusión, te lamentarás de haber sido tan necio al haber despreciado el consejo de los que te amonestaban y querían tu bien. Entonces, como hizo el hijo pródigo, recapacitarás, pero no podrás regresar donde tu padre para que te acoja, porque él ya no estará en vida. Pero hay otro Padre que sí está dispuesto a recibirte en sus brazos, a perdonarte y restaurarte.
            12,13. Estos dos versículos podrían ponerse en boca del  hijo pródigo cuando estaba cuidando cerdos, antes de volver en sí. Ellos describen muy bien la actitud del que se niega a escuchar la voz de Dios y de sus mayores: aborrece el consejo y menosprecia la reprensión. Por ahí empiezan los que terminan mal.
14. El que, desoyendo el consejo, se deja seducir por la mujer extraña, termina con frecuencia en la pobreza. El pecado de la carne tiene un alto costo en salud y en dinero; enflaquece y empobrece al que se deja arrastrar a sus tortuosos caminos que terminan en un precipicio. Bien amonestó Pablo a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles.” (2Tm 2:22). Bien puede decir el insensato: “Casi en todo mal he estado,” porque ha bebido la copa de la amargura hasta las heces.
A los males personales que sufre se añade el desprestigio entre los suyos, sus amigos y conocidos, y ante la sociedad en general.
Ningún caso más aleccionador que el de Sansón, el hombre más fuerte de su tiempo, que era poseedor de una fuerza sobrenatural, y era el pavor de sus enemigos. Él cayó preso en los encantos de Dalila, y aunque tuvo tres veces la prueba patente de que ella lo traicionaba, no se alejó de ella, y terminó ciego, sin fuerzas, y convertido en el hazmerreír de los filiteos (Jc 16:4-25).
Notas: 1. Zur quiere decir básicamente extranjero, pero se aplica a lo que se ha desviado, a lo que está fuera de la ley. Como en Israel las mujeres de vida libre solían ser extranjeras, solía designarse con esa palabra a la adúltera.
2. Orígenes dice que, por el contrario, la rectitud puede ser amarga al comienzo, pero su final es dulce.
3. En el Sirácida hay un extenso pasaje que parece un comentario o ampliación del mensaje de estos seis versículos: “Huye de la cortesana, no caigas en sus lazos. No te entretengas con la que canta coplas, no te pille en sus redes. No fijes tu atención en doncella, no vayas a incurrir en castigo por su causa. No te entregues a meretrices, no vayas a perder tu hacienda. No pasees tus ojos por las calles de la ciudad, ni andes rondando por sitios solitarios. Aparta tus ojos de mujer hermosa, y no fijes la vista en la hermosura ajena. Por la hermosura de la mujer se han perdido muchos, y su amor abrasa como fuego.” (Sir 3-9).
4. El caso de José, que huyó de los brazos de la mujer de su amo que intentaba seducirlo, es un buen ejemplo de la actitud sabia que debe adoptar el joven cuando es tentado.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#867 (08.02.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


lunes, 1 de marzo de 2010

EL MACHISMO

El machismo es una perversión del espíritu viril inspirada por el maligno que actúa en la sociedad para degradar al hombre al nivel de la bestia, y para atacar a la dignidad de la mujer como criatura de Dios; para rebajarla a la condición de mero objeto sexual, y para destruir esa base de la familia que es la fidelidad mutua.

El hombre supuestamente macho es en muchísimos casos en realidad un cobarde incapaz de asumir sus responsabilidades ante la mujer que sedujo, y ante los hijos que desaprensivamente engendró en ella. Cuando la carga económica empieza a hacerse pesada, o la lozanía de la juventud se marchita, abandona a la pobre ilusa a su suerte para que ella se las arregle como pueda. O, en otros casos, si sus medios económicos se lo permiten, pretende sostener dos o más hogares a la vez (En algunas ciudades del Norte los llaman "canales", porque si se aburre en uno se pasa al otro).

Lo triste es que la sociedad alienta este tipo de conductas otorgando una aureola de conquistador al hombre que pasa de un lecho a otro, olvidando que es en los hogares quebrados, o irregulares, o abandonados por el padre, en donde crecen los desadaptados, los drogadictos, los delincuentes y los terroristas. La sociedad, pues, incuba alegremente su propio azote.

Lo verdaderamente varonil en el hombre no consiste en despertar ilusiones en una mujer deseosa de cariño o de apoyo, para luego defraudarla, o en abusar de ella, sino en ser capaz de hacer feliz a una mujer a lo largo del tiempo y cumplir con sus deberes de padre. Ser padre no consiste solamente en proveer el pan a los vástagos, o en pagar su colegio sino, sobretodo, en cuidar de su desarrollo moral e intelectual como seres humanos; en proporcionarles el ambiente de un hogar estable que les asegure un desarrollo emocional equilibrado, y les dé confianza en sí mismos; en suministrarles un modelo de conducta que los oriente en la vida. ¿Cuántos padres hay que cumplan esa función a cabalidad?

Los miles de juicios de alimentos que se ventilan en los tribunales del país son testigos de la verdadera cara vergonzosa del machismo: hombres que se esconden, o que tratan de eludir su más elemental obligación económica; mujeres que pugnan por sobrevivir, cargadas de hijos; niños escuálidos, enfermizos, prematuramente tristes.

El fenómeno de los niños abandonados que infestan las grandes ciudades latinoamericanas, dedicados en pandillas al pillaje, a las drogas y a la prostitución infantil es una de las consecuencias más funestas de la irresponsable mentalidad machista que infesta nuestra cultura. Aunque distintas en muchos aspectos, la cultura negra de Norteamérica y la cultura latinoamericana tienen este rasgo en común que las ata a la pobreza: La incapacidad del hombre de asumir las responsabilidades que su virilidad le impone. Y a eso le llaman machismo, cuando deberían llamarlo cobardía.

Nunca he leído una definición del machismo. Supongo que los psicólogos y sociólogos que han estudiado el fenómeno pueden suministrarnos más de una. Líneas más arriba lo definí de paso sin proponérmelo como: "la incapacidad del hombre de asumir las responsabilidades que su virilidad le impone." Pero más que una definición ésa es una descripción de sus efectos.

Intentaré una definición más general y abstracta: "Machismo es la imposición, por cualquier medio, en las esferas familiar y social, de una determinada concepción abusiva de las prerrogativas masculinas."

Como quiera que queramos definirlo, el machismo es lo más opuesto a la hombría, y sus efectos más nocivos se descargan sobre los más débiles: las mujeres con hijos pequeños y los niños mismos (Nota 1). Digo mujeres con hijos pequeños porque la mujer sola, o con hijos mayores, está en mejores condiciones para defenderse.

Es en el campo de la familia en donde el machismo da lugar a una de las deformaciones más perniciosas de nuestra sociedad: los hogares abandonados por el padre y los hogares irregulares. A estos dos fenómenos, tan extendidos en nuestro medio, debemos atribuir, en gran parte, la absoluta falta de moral social y cívica en grandes sectores de nuestra población y de nuestras autoridades –como lo estamos viendo en estos días. (2) Es cierto que existe también una inmoralidad grupal que se propaga por contagio.
Es sabido que la conciencia moral de los niños se forma (o se deforma, pues los niños son por instinto altamente morales) bajo la influencia de los modelos de conducta que su entorno les facilita. El primer entorno de los niños son sus padres y suele ser decisivo.

Aquí, ya la sola ausencia del padre crea un vacío, una carencia. El niño pequeño absorbe la impotencia, la frustración y rebeldía de la madre ante la injusticia de su situación. Esto se agrava cuando el niño empieza a comprender que su padre simplemente abandonó a su madre, o la traicionó; cuando comprueba que el padre se niega a asumir la responsabilidad económica que le corresponde, y que a esa negativa se deben las privaciones que él sufre. No es sorprendente que en esas condiciones el niño, sintiéndose abandonado, transite hacia la adolescencia llevando una carga reprimida de odio y rechazo frente a toda autoridad constituida.

Similarmente perniciosa es la costumbre tan común de mantener, oculta o abiertamente, uno o más hogares paralelos (3). ¿Qué concepto de la moral puede tener el hijo pequeño cuando ve que su padre -a quien en temprana edad todavía admira- engaña a su madre, o lleva una vida doble? ¿O cuando percibe que su madre -la querida oculta- no puede aparecer en público con su padre? O que él no puede llamar "papá” en la calle a su progenitor? Por decirlo así, el niño bebe la deshonestidad, la trampa, la maniobra subrepticia, la desvergüenza, con la leche materna. A ello se agregan las humillaciones, las injusticias, los resentimientos y las rivalidades feroces que esas situaciones con frecuencia originan. ¡Cuántas reivindicaciones de nuestro pasado reciente, cuántas posturas o banderas políticas, tienen como trasfondo este tipo de situaciones!

Las inmoralidades de la vida pública no son sino la proyección, a escala social multiplicada, de las inmoralidades de la vida privada. El que es inmoral en su vida privada lo será también en su vida pública. Es ilusorio pretender corregir la corrupción en el gobierno si no se reforman primero las costumbres individuales. Pero no hay reforma de costumbres sin conversión, sin la transformación del individuo que produce la gracia. Ése es el secreto de nuestra venalidad y de la ineficacia de las campañas contra la corrupción. Persigue corregir los efectos sin tratar con las causas. Pero la única medicina, lo sabemos bien, que puede sanar la causa de esos males es Jesucristo.

Notas: 1. Así como también sobre los hombres física o socialmente desfavorecidos.
2. Nótese que hay una correlación que se retroalimenta entre esos dos factores: población corrupta/autoridades inmorales. Pero lo opuesto es también cierto, y sería deseable que existiera en nuestro caso: población con sólidos principios morales/autoridades insobornables y rectas.
3. Una de las grandes claudicaciones históricas de la Iglesia Católica en nuestro medio es no haber denunciado esta práctica y no haberse opuesto a ella con todos los medios a su alcance. Al guardar silencio se convertía inevitablemente en cómplice porque, como dice el dicho: “El que calla, otorga”. Pero ¿cómo iba a hacerlo si era conocido que los grandes del país y los poderosos tenían hogares paralelos? ¿Cómo iba a mantener relaciones armoniosas con el poder si denunciaba desde el púlpito la vida privada de las cabezas de la economía y del gobierno? Habrían hecho callar a los que se atrevieran a criticarlos. Pero esa es una pobre excusa, porque debió haber denunciado el pecado aun a riesgo de perder privilegios y, si fuere necesario, hasta la vida. La poligamia disfrazada que practican muchos en nuestra sociedad es la mayor responsable de la descomposición moral que la afecta.

Por eso yo quiero aprovechar esta ocasión, aunque parezca inusitado, para mencionar el caso de un sacerdote que sí lo hacía con mucho valor, porque yo he sido testigo. El Padre Petermeyer, que tuvo a su cargo en la década del 50 durante algunos años la parroquia de José Leal en Lince, denunciaba con una franqueza e intensidad que dejaba estupefactos y asustados a sus feligreses, los pecados que los hombres y las mujeres suelen cometer en las áreas sexual y familiar, y los abusos contra el servicio doméstico. Podría pensarse que la dureza de sus palabras alejaría a la gente. Pero no. Más bien ocurría lo contrario. El vigor de su prédica, que la crudeza de su acento tosco alemán hacía más impactante, atraía como moscas a mucha gente. La suya era una verdadera voz profética que hablaba a la conciencia de sus oyentes.

La debilidad de muchos púlpitos consiste en que al denunciar el pecado, en lugar de hablar sin miramientos a la conciencia de la gente, como hacía Jesús, se limita a hablarles a su sensibilidad o a su inteligencia, y a usar un lenguaje diplomático. Pero si Jesús hubiera usado un lenguaje diplomático no lo habrían crucificado.

NB. Este artículo fue publicado en la revista “Oiga” en dos partes, hace unos veinte años, bajo el pseudónimo de Joaquín Andariego. Lo he revisado y ampliado para esta impresión.