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miércoles, 24 de junio de 2015

DAVID SIN HAZAÑAS I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DAVID SIN HAZAÑAS I
Este artículo fue publicado hace diez años en una edición limitada. Se publica nuevamente ligeramente revisado y dividido en dos partes.
La vida de David está llena de enseñanzas para nosotros. No sólo los episodios más conocidos de su victoria sobre Goliat y el adulterio que cometió con Betsabé. Toda su vida es una mina de motivos de reflexión, aun en los episodios en que David deja de ser un héroe, olvidados los tiempos en que el pueblo admiraba y cantaba sus hazañas (1Sm 18:7), y más bien, la popularidad le había dado las espaldas.
El libro de Samuel -en sus dos partes- es una de las obras maestras de la literatura universal de todos los tiempos. Uno de los pasajes más bellos – mi preferido entre todos sus episodios por los sentimientos encontrados tan humanos que expresa- es el del retorno avergonzado del ejército que había triunfado sobre las huestes de Absalón. Fíjense en la paradoja: El ejército triunfante regresa a casa avergonzado de su victoria porque el rey, en vez de celebrarla, llora la muerte de su hijo derrotado. Más valía para él la vida de su hijo rebelde que la de sus soldados fieles. Ese  reproche le hará Joab indignado más adelante.
Dieron aviso a Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo por Absalón. Y se volvió aquel día
la victoria en luto para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía dolor por su hijo. Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondidamente, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla. Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío! (2Sam 19:1-4)
Normalmente cuando un ejército obtiene la victoria retorna a casa eufórico, contento y celebrando su triunfo, y los soldados son aclamados en las calles por la población jubilosa y agradecida. Pero esta vez, pese al gran peligro del que habían salvado a las poblaciones que permanecieron fieles a David, los soldados regresaron con la cabeza gacha, humillados, como quienes han sido derrotados, escondiéndose de la gente como si debieran sonrojarse de haber triunfado. En lugar de recibirlos en triunfo y congratularlos, el rey se aparta y llora desconsolado la muerte de su hijo que se alzó en armas contra él para destronarlo.
¡Oh David! ¡Tanto amabas a ese hijo traicionero que buscaba tu mal y que no había respetado ni tus canas ni tu vida! ¡Que no respetó a tus mujeres y que te humilló públicamente acostándose con ellas a la vista de todos! (2Sm 16:21,22) ¿No debieras tú mismo con tus propias manos haberlo castigado? ¿No estabas declarando con tu indulgencia que tú toleras el pecado, y tolerándolo, lo alientas? ¡Oh David! ¡Cómo te traicionan tus sentimientos! ¿Tanto habías amado a su madre, que no fue sino una de tus tantas mujeres?
Cuando diste instrucciones a tus capitanes les encargaste a todos, a oídos de todo el pueblo, que trataran benignamente al rebelde Absalón por amor de ti, y respetaran su vida (2Sm 18:5). ¿Seguirías tratándolo como si fuera un niño aunque ya fuera un adulto mayor de treinta años? ¿No recordabas cómo había intrigado contra ti, tratando de robarte el cariño del pueblo, haciéndote aparecer como un soberano indiferente al sufrimiento de sus súbditos? (2Sm 15:1-6)
Entonces él, abusando de tu cariño de padre, hacía campaña para ganarse el favor del pueblo, como hacen en nuestros días los candidatos, halagando a la gente con dulces promesas. ¡Cuán artero era su corazón! ¡Cuán lleno de malos sentimientos y desnaturalizado! Su muerte temprana fue un merecido castigo. ¡Y tú, en lugar de agradecer a Dios que te haya librado del mal hijo, te lamentas de no poder abrazarlo vivo!
Pero ¿no se porta muchas veces Dios con nosotros de esa manera? ¡Cuántas veces hemos traicionado a nuestro Padre, le hemos dado la espalda a la vista de todos, y hemos hecho que la gente blasfeme de su nombre al ver nuestra mala conducta y, en lugar de castigarnos, Él nos ha tendido la mano! Dios se porta en ocasiones con nosotros como una amante despreciada que corre detrás del hombre que ya no la quiere, suplicándole: “¡Ámame al menos un poco!”
David en su ancianidad había cambiado sus manos teñidas de sangre por manos de misericordia, y su voz de guerrero aguerrido por las lágrimas de un padre enlutado. ¡Qué frágil y humano eres David en tu debilidad, y cómo se asemeja tu corazón al de Dios al volverte tan vulnerable! (“Como el padre se enternece por sus hijos, se enternece el Señor por los que le temen.” Sal 103:13).
Por eso cuando te trajeron la noticia de que tu hijo había muerto, prorrumpiste en sollozos clamando: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2Sm 18:33). (Nota 1)
Tú hubieras querido morir en lugar de tu hijo, preferirías que él viva y no tú. Esos fueron tus sentimientos de padre amante al enterarte de la muerte de tu hijo ingrato. Tú tuviste esos sentimientos, pero Dios no sólo los tuvo, sino que llevó ese sentir a la práctica cuando Jesús murió en la cruz para que nosotros vivamos. Él nos amó al punto de poner su vida para expiar nuestros pecados, ya que nosotros no podíamos hacerlo. Por eso dice bien la Biblia que tú, David, pecador como eras, tenías un corazón conforme al corazón de Dios. (1Sm 13:14; Hch 13:22).
En otro tiempo la muerte de Saúl y de tu amigo Jonatán había estimulado tu vena poética, y habías lamentado su muerte en endechas a oídos del pueblo (2Sm 1:1-17). Y cuando Abner fue asesinado cruelmente por Joab, habías proclamado un luto nacional en su memoria y, tomando la cítara, habías cantado a su muerte haciendo que el pueblo llorara contigo (2Sm 3:31-35). Y cuando en tu luto te negaste a comer, tu conducta agradó al pueblo cuando lo supo, “pues todo lo que el rey hacía agradaba a todo el pueblo.” (2Sam 3:36).
Pero ¿agradaría ahora al pueblo tu duelo en esta ocasión, y los lastimeros lamentos por tu hijo con que les pagabas mal que hubieran arriesgado su vida por ti? ¡Oh David, en lugar de premiarlos como se merecían, les hacías sentirse culpables de su valentía y de su devoción por ti! ¡Pero qué fieles te eran y cómo te amaban, al punto de que, por consideración a tu dolor, renunciaron a la algazara natural con que hubieran podido celebrar su victoria, y más bien, retornaron en silencio!
¿Cómo recibirían las mujeres a sus maridos vencedores al retornar de la batalla llenos de polvo y sudorosos, cuando no heridos? ¡Seguro que no les mirarían a la cara ni los abrazarían llorando de alegría por tenerlos de vuelta, sino que ellos se avergonzarían delante de sus mujeres por haber vencido al enemigo y haberte causado tanta pena!
2Sm 19:5,6. “Entonces Joab vino al rey en la casa, y dijo: Hoy has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas, amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento”.
¡Qué reproche tremendo! ¡Amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman! Pero ¡cuántas veces nosotros no hacemos lo mismo! Hacemos favores y somos gentiles con los que son nuestros verdaderos enemigos, y nos portamos mal con los que son nuestros aliados. Hacemos eso porque estamos ciegos. Nuestros sentimientos, nuestras debilidades, nos ciegan, y de esa manera amamos nuestro mal y nos precipitamos en él. No reconocemos nuestro bien porque es camino difícil, y no escuchamos a nuestros amigos porque no nos dicen lo que deseamos oír, sino la verdad que no deseamos escuchar, eso hablan.
David había sido un padre consentidor, que no supo disciplinar a sus hijos cuando debió hacerlo. Por ejemplo, no castigó a Amnón por haber violado a su hermana Tamar (2Sm 13:1-14), ni a Absalón por haber matado en venganza a su medio hermano (2Sm 13:20-29). Él no les podía reprochar a sus hijos los pecados con el sexo opuesto que él había cometido en su juventud, aunque después hubiera escrito: “De los pecados de mi juventud no te acuerdes…” (Sal 25:7)
Si bien exagerados, los reproches de Joab tenían mucho de verdad, porque si Absalón hubiera triunfado no habría perdonado la vida de los demás hijos de David y la de sus seguidores, así como tampoco la de sus familiares. Todos ellos fueron salvados de una muerte segura por las tropas que los defendieron contra Absalón. Pero Joab pudo haber hablado con tanta dureza también para calmar su conciencia, pues era él quien, desobedeciendo la orden expresa de David, mató a Absalón (2Sm 18:9-15). Sin embargo, en ese acto de desobediencia adrede hubo mucha previsora prudencia: mientras el líder estuviera vivo, la rebelión no abatiría completamente y se mantendría latente, como de hecho ocurrió más tarde con Seba (2Sm 20). Hay semillas de rebelión que son difíciles de extirpar.
19:7,8. “Levántate pues, ahora, y ve afuera y habla bondadosamente a tus siervos; porque juro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hombre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo, diciendo: He aquí el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey; pero Israel había huido, cada uno a su tienda.”
El consejo que le da Joab es sabio. Con muy buen tino le advierte a David: “Tú tienes ahora la oportunidad de recuperar el favor del pueblo. Pero estás en una encrucijada: O te los ganas ahora, o los pierdes para siempre.” Comprendiendo David lo acertado del consejo, enjuga sus lágrimas y, de buena o mala gana, sale a la puerta de la casa en que se alojaba, para mostrarse al pueblo que quería verle la cara.
9,10. “Y todo el pueblo disputaba en todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos, y nos ha salvado de mano de los filisteos; y ahora ha huido del país por miedo de Absalón. Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey?” Cuando los de las tribus del Norte comprendieron que su caudillo de un momento había sido vencido y estaba muerto, reconocieron su locura de haber seguido a un advenedizo que no sólo se había rebelado contra su padre sino contra el verdadero Ungido del Señor, y empezaron a echarse el uno al otro la culpa de su desvarío. Entonces se acordaron de lo mucho que le debían a David, de cómo él los había salvado tantas veces de la mano de los filisteos, y cuán ingratos habían sido con él. Entonces sí se acordaron de que no tenían otro rey verdadero que el hijo de Isaí, y empezaron a hablar de hacerlo volver a su casa y al trono. Discutían entre sí, achacándose los unos a los otros la culpa de su conducta al haberse dejado seducir por Absalón. En las buenas todos se atribuyen el mérito, en las malas nadie asume la responsabilidad.
11-13. “Y el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciendo: Hablad a los ancianos de Judá, y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle volver a su casa? Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al rey? Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Así me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército delante de mí para siempre, en lugar de Joab.” Superado el duelo, David recupera su sentido político y la conciencia del papel que le corresponde desempeñar como rey. Entonces, en lugar de vengarse de los de Judá que se habían plegado al rebelde Absalón, él inicia una sabia política de reconciliación, mostrando clemencia con los príncipes de Judá vencidos, y calmando sus temores de que él pudiera tomar represalias contra ellos. (2)
Al decir “mis huesos y mi carne sois” (frase que es un eco del grito asombrado de Adán al ver por primera vez a Eva, (Gn 2:23), él les recuerda los lazos tribales y de parentesco que los unen.
Esta labor diplomática no la hace David personalmente, sino enviando a los sacerdotes Sadoc y Abiatar como embajadores suyos, es decir, a los de más alto rango de su corte. Otro hubiera sido el resultado de sus gestiones si los mensajeros hubieran sido de menor categoría. “A tal señor, tal honor”, dice un refrán oportuno. Esto es, aplicado pragmáticamente, honra a los que te quieres ganar.
Igualmente, con el general Amasa, que había comandado el ejército de Absalón, (y que, de paso, era su sobrino) se muestra generoso ofreciéndole nombrarlo general de su ejército, en lugar de Joab, con el cual tenía varias cuentas pendientes. Pero esta promesa, hecha públicamente, le costó a Amasa la vida, pues Joab no dudó en eliminar a su rival en la primera ocasión que se le presentara (2Sm 20:4-12).
La relación de David con Joab muestra la ambivalencia frecuente de las relaciones entre el soberano y su mano derecha, de recíproca dependencia, mutua desconfianza y rivalidad. (3) Pero David tenía motivos para confiar en la destreza de Joab, que fue además su cómplice en el asesinato del fiel Urías (2Sm 11:14-25), aunque se resiente de sus intrigas para influenciar sus decisiones, (como la que narra 2Sm 14:1-20) y de la forma insolente cómo lo critica y aconseja. Sobretodo detestó que asesinara a Abner (2Sm 3:22-28), y por ese motivo lo maldijo (Véase los vers. 29-39, en especial el último versículo). Podemos pensar, de otro lado que, al haberlo involucrado en el complot indigno contra el fiel Urías, David se rebajó ante los ojos de Joab, e hizo que él le perdiera todo respeto. Los que son cómplices de nuestros pecados íntimos, rara vez nos aprecian.
Notas 1: La demostración de pena aguda que hizo David esta vez contrasta fuertemente con la tranquilidad con que asumió la muerte del hijo que Betsabé le había dado a poco de nacido (2Sm 12:18:23). ¿Por qué la diferencia? Al niño pequeño no había tenido tiempo de amarlo; en cambio, Absalón debe haber tenido desde niño cualidades de belleza y simpatía que hicieron que su padre se encariñara con él. Los padres son muchas veces ciegos en sus preferencias.
2. Es curioso que David tienda la mano primero a los de su tribu que lo habían abandonado, y que no pensaban todavía restaurarlo al trono, y no a los de Israel, que ya pensaban reivindicarlo. En David el llamado de la sangre era más fuerte que el sentido de equidad. ¡Cuántas veces también a los hombres los lazos de parentesco y de amistad les nublan el sentido de proporción y  de justicia!
3. De ello hay muchos ejemplos famosos en la historia: Luis XIII de Francia y su ministro Richelieu; Enrique VIII de Inglaterra y Tomás Moro –el más noble de los hombres, según sus contemporáneos- a quien el rey mandó matar; el emperador Guillermo I de Alemania y Bismark, el “canciller de hierro”, arquitecto de la unidad alemana; Isabel I de Inglaterra, la “reina virgen”, y su intrigante primer ministro, Lord Cecil, etc.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#869 (22.02.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 12 de diciembre de 2014

CONSEJOS PATERNALES I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES I
Un comentario de Proverbios 4:1 al 9
Este es un capítulo maravilloso, lleno de los más útiles consejos, la destilación de la sabiduría divina encarnada en el hombre. Como es el caso de los tres primeros capítulos del libro, este capítulo se compone también de tres secciones, estando el comienzo de cada una de ellas marcado por las palabras: "Oíd hijos", u "Oye, hijo mío", o "hijo mío", lo cual nos muestra que lo que se expone es la enseñanza que un padre sabio dirige a su hijo, para que él también lo sea. El padre impone a sus hijos tres obligaciones expuestas en las tres secciones sucesivas: Conocer la palabra de Dios  (vers. 1 al 9); confiar en la Providencia divina (vers. 10 al 19); y obedecer a la voluntad de Dios (vers. 20 al 27).
Conviene recordar que el sistema prevaleciente de educación en la antigüedad era lo que hoy se llama “home schooling”, o “enseñanza en casa”, y que en los EEUU practican muchos padres cristianos. El niño era enseñado sea por sus padres o, cuando había los medios, por un tutor. Por su lado, la madre enseñaba a su hija a ser una buena esposa y ama de casa.
1. “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre,
y estad atentos, para que conozcáis cordura.”
2. “Porque os doy buena enseñanza;
No desamparéis mi ley.”
3. “Porque yo también fui hijo de mi padre, (Nota 1)
Delicado y único delante de mi madre.”
4. “Y él me enseñaba, y me decía:
Retenga tu corazón mis razones,
Guarda mis mandamientos y vivirás.”
1,2. "Oíd", "estad atentos". Para oír, en el sentido de escuchar y de obedecer, hay que prestar atención con cuidado (Véase Pr 2:1,2a). Enseguida añade el propósito por el cual los hijos deben oír con atención: “para que conozcáis cordura”, o “para que aprendáis prudencia”, (2) como traducen otras versiones, que es lo mismo que decir: para que seáis sabios en la conducción de vuestra vida. En otras palabras, para que seáis sensatos, juiciosos, y no cometáis locuras que después tendréis que lamentar.
Ésa es la finalidad de la enseñanza. Y luego prosigue el discurso: "No desamparéis mi ley, porque..." (y aquí es Salomón el que habla) "...: yo también fui hijo... y él (es decir, mi padre) me enseñaba y me decía..." Esto es, así como él hacia conmigo, así hago yo contigo ahora. Y podemos imaginar al pequeño niño, futuro gran rey, "delicado y único delante de su madre", escuchando atentamente lo que su padre David le decía. De esa manera se estaba cumpliendo el método que Dios había previsto y ordenado para que su Verdad sea transmitida de generación en generación, y que todo padre debe considerar como su responsabilidad: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Dt 6:6,7). Por lo demás, este método de enseñanza, de padre a hijo, era también practicado por otros pueblos contemporáneos de Israel. Sería muy bueno que los padres cristianos lo practicasen, cultivando el respeto que se debe a los ancianos sabios (Pr 16:31; 20:29). La herencia más valiosa que los padres pueden legar a sus hijos es el buen ejemplo y la sabiduría.
El v. 2 da la razón por la cual el padre pide que le estén atentos: la enseñanza que les da es buena (3). Lo que es bueno, útil, provechoso, no debe ser descuidado ni desechado, sino más bien, debe ser atesorado. A su enseñanza la llama “ley”, porque todo lo que Dios pide es ley para nosotros. (4) Aquí, notemos, el que habla en la figura de un padre terreno, es Dios.
Ahora pensemos, ¿cuántas veces la enseñanza que se imparte a los jóvenes no es buena, sino al contrario, es engañosa, turbia, corruptora? Eso ocurre en el campo de la moral (porque cada cual, alegan muchos, tiene su propia escala de valores), o de la educación sexual, despertando o estimulando prematuramente los instintos de manera insana e irresponsable (5). Ésta es una realidad que impone a los padres la responsabilidad de vigilar de cerca la instrucción que sus hijos reciben en el colegio en esos campos, porque puede estar sesgada y tener una influencia nefasta para su futuro.
3. Este dístico expresa la ternura con que los padres israelitas veían a sus hijos y el amor que les tenían. El hijo era para ellos, en verdad, alguien tierno, delicado y frágil, al que provocaba tratar con cariño y cuidado en atención a su pequeñez. Dios, en su sabiduría, ha dado a los niños –y a los cachorros- características entrañables que hacen que nos encariñemos con ellos y que queramos protegerlos. Hay en la infancia algo atrayente, juguetón, inocente, singular, que nos roba el corazón. Dios lo ha hecho así a propósito para que nos resulte agradable prestarles a los niños el cuidado y el cariño que necesitan, y para que la carga de su crianza nos sea menos gravosa.
4. Su padre hizo con él, lo que ese proverbio conocido dice respecto de la educación de los niños: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (22:6). (6) David aconsejó a Salomón no sólo cuando era joven sino también cuando ya era mayor, incluso antes de morir, cuando reunió a toda la congregación de Israel para hablarles, y se dirigió directamente a su hijo (1Cro 28:9,10). Los padres nunca dejan de ser consejeros de sus hijos, cualquiera que sea su edad, y los hijos hacen bien en buscar su consejo y escucharlos, porque en los mayores no sólo habla el amor, sino también la experiencia.
¿Y qué le dice su padre? "Retenga tu corazón (e.d., guarda en tu memoria, no olvides) mis razones”. Esto es, como un tesoro. ¿A qué podrían referirse esas razones? A su comportamiento moral, al gobierno del pueblo sobre el cual iba a reinar, y a los asuntos políticos del reino; y seguramente también, a su relación con Dios y a otros temas espirituales. ¿Habría tenido David la intuición de que su hijo Salomón –hijo de una relación inicialmente adulterina- tendría una inclinación excesiva por el otro sexo, como lo probó en la práctica y fue el motivo de su posterior caída en idolatría?
A continuación añade el proverbista el gran precepto: "Guarda (e. d. observa, cumple) mis mandamientos y vivirás." ¿Cuándo? ¿En este mundo o en el otro? Guardar los mandamientos es garantía de vida, sea en éste o en el otro mundo.
Este versículo es un eco del mandato de Lv 18:5: “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos.” (literalmente: “a través de ellos”), que repiten Nh 9:29 y Ez 18:9; 20:11. El sentido primordial es la vida física, pero está claro que es algo más lo que se promete, esto es, una vida feliz, en la que el hombre goza de todos los beneficios de la bondad divina: larga vida, salud, prosperidad; lo que Jesús llama: “vida en abundancia” (Jn 10:10).
Como está bien claro en los pasajes que hablan de las bendiciones de la obediencia (Lv 26:1-13; Dt 28:1-14), guardar la ley de Dios es garantía de gozar de una vida venturosa y plena. Jesús ratifica ese mandato en su conversación con el intérprete de la ley: “Haz esto, y vivirás.” (Lc 10:28)
Pero ya los pasajes citados de Ezequiel apuntan a una realidad que trasciende la vida terrena, como lo establece bien claro Jesús en su respuesta al joven rico, que le pregunta qué debe hacer “para tener vida eterna”. Y le contesta: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” (Mt 19:16,17).
El mensaje de este versículo es afín a la promesa de prosperidad que enuncia el Salmo 1 para todo el que tiene “en la ley de Jehová su delicia y en ella medita de día y de noche.” (v. 2); y aun más específicamente, el conocido pasaje del libro de Josué 1:8: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien”
5. “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;
No te olvides  ni te apartes de las razones de mi boca;”
6. “No la dejes, y ella te guardará;
Ámala y ella te conservará.”
Muchos padres –como hacía el padre pagano de Agustín- exhortan a sus hijos a adquirir riquezas y a conquistar los honores del mundo. En cambio David insta a su hijo a adquirir (7) sabiduría e inteligencia como objeto supremo de sus esfuerzos, y como garantía de prosperidad. Ambas son tan preciosas como la perla de gran precio de que habla Jesús (Mt 13:45,46).
Pero ¿en qué consiste esa sabiduría tan preciada? Para el joven consiste en no apartarse de los consejos recibidos. La sabiduría se expresa en la observancia de las máximas, principios y consejos  recibidos como enseñanza. Amarla, adherirse a ella, constituye una garantía de que el discípulo fiel, aunque pase por pruebas, no se verá abrumado por circunstancias desfavorables y por dificultades. La sabiduría que guía sus pasos lo guardará.
Este par de versículos transmite el mismo mensaje que Pr 2:10,11, (“Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará, te preservará la inteligencia.”) lo que muestra cuán grande es su importancia.
El proverbista insiste: No la olvides, no la abandones ni la descuides  (8), porque ella cuida a los que la cultivan. Ella es buena pagadora de los que la sirven y no se comporta como una ingrata, sino que ama a los que la aman ¡Oh, cómo quisiéramos que todos los que amamos fueran tan fieles como ella!
Cuán importante sea permanecer en la palabra de Dios para que dé fruto que permanezca, lo dijo Jesús (Jn 8:31,32) y lo confirmó Pablo (Col 1:23). En cambio, cuando la semilla de la palabra no encuentra buena tierra en que pueda echar raíces, se seca pronto y permanece infructuosa (Mt 13:20-23).
¡Con cuánto amor y con cuánta preocupación ansiosa deben los padres instruir a sus hijos en el recto camino si quieren verlos prosperar y asegurarse de que no se desvíen! De eso habla un proverbio que hemos ya citado más arriba. ¡Qué gran responsabilidad ha puesto Dios sobre los hombros de los hombres y mujeres que engendran hijos! ¡Y ay de aquellos que en su inconciencia no los instruyen como debieran, sino que los abandonan y los privan del amor y del cuidado que en esos tiernos años necesitan! ¡Qué cuentas tendrán que rendir a Dios el día que los llame a juicio! ¿Cómo escaparán de su ira? Mejor es ser estéril que engendrar hijos para la perdición.
Para nosotros que vivimos lejos de los tiempos de David y Salomón, buscar la sabiduría tiene el significado preciso de buscar el conocimiento de Cristo, de las circunstancias y vicisitudes de su vida, pasión y muerte, así como de meditar en su mensaje que está contenido en los evangelios.
7. “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;
Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.”
8. “Engrandécela, y ella te engrandecerá;
Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.”
El v. 7 reitera con aun mayor énfasis la misma exhortación a devenir sabio de los dos versículos anteriores; a adquirir sabiduría “sin dinero y sin precio” (Is 55:1) aun, si fuere necesario, a cambio de todas las demás posesiones; mientras que los v. 6 y 8 expresan las ventajas y los beneficios que trae adquirir esa sabiduría: Si la guardas ella te guarda; si la amas, ella te conserva en vida y en salud. Luego hace una promesa de mayor alcance: Si tú la engrandeces en ti, es decir, si, de un lado, tú la aumentas y la cultivas; y de otro, si la elogias y exaltas, ella te rendirá pleitesía; ella te honrará cuando tú te hayas unido a ella. (c.f. 2:10;11; 8:17). Si ella no ocupa el primer lugar en tu vida, es como si no ocupara ninguno. Búscala a ella primero, y todo lo demás se te dará por añadidura (Mt 6:33).
            El vers. 8 expresa una de las cualidades fundamentales de la sabiduría, que consiste en que cuando uno la cultiva, la atesora y la investiga; cuando uno la convierte en el objeto principal de sus fatigas, ella lo retribuye a uno abundantemente con toda clase de bendiciones. La sabiduría adquirida se convierte en guía y defensa. Ella dará honra ante los hombres a aquellos que la cultiven, porque su inteligencia, prudencia y discreción serán manifiestas a todos y atraerán admiración y respeto. Éste fue el caso de Salomón, que no le pidió a Dios, cuando se le apareció en Gabaón, larga vida y riquezas, sino un corazón entendido para gobernar a su pueblo. Y Dios no sólo le concedió lo que le había pedido, sino también lo que no le pidió: riquezas, larga vida y fama (1R 3:5-11).
9. “Adorno de gracia será a tu cabeza,
Corona de hermosura te entregará.”
Repite casi literalmente lo que ya ha dicho el vers. 1:9 (cf 3:22b). ¿En qué sentido la sabiduría adorna con gracia la cabeza del discípulo? Porque hace atractivos su semblante, la expresión de su cara y su sonrisa. Hay, en efecto, personas cuyo solo aspecto es atrayente e inspira simpatía. Hay en ellos algo que suscita esa reacción. En efecto, la sabiduría embellece la expresión y los ojos de los que la cultivan. Al mismo tiempo, la gracia que confiere la sabiduría se expresa en el modo de hablar, en las respuestas apropiadas, en las palabras dichas con sal (Col. 4:6); en las frases bellas y logradas que adornan sus labios.
Notas: 1. La paráfrasis de la Septuaginta (“hijo obediente”) capta bien el sentido de esta frase, porque el hijo rebelde en Israel era desheredado e, incluso, podía ser condenado a muerte si no se arrepentía (Dt 21:18-21).
2. La palabra hebrea biná quiere decir comprensión, discernimiento, prudencia, inteligencia.
3. Lekaj: enseñanza, doctrina. Tiene la connotación de transmitir lo recibido de manera persuasiva para que el receptor la haga propia.
4. Notemos, sin embargo, que el sentido básico de la palabra torá que figura en este lugar es “instrucción”.
5. No podemos dudar de que ése era uno de los propósitos de los primeros promotores de la educación sexual en los EEUU. No informar, sino despertar.
6. El Targum sobre el vers. 4, dice: “Ellos (es decir, su padre y su madre, no sólo el primero) me enseñaron”; y lo mismo dicen la Septuaginta y la versión árabe.
7. A comprarla, porque la palabra hebrea “qaná” tiene implícito el sentido de transacción comercial. Véase al respecto Pr 23:23: “Compra la verdad y no la vendas.”
8. La palabra hebrea azab,  que RV60 traduce como “dejar”, lleva implícito el sentido de separarse o descuidar. Véase al respecto la advertencia hecha a David en el salmo 89:30-32.


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#854 (09.11.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 22 de mayo de 2013

LOS PADRES Y SUS HIJOS


Pasaje seleccionado de mi libro
“MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO”

LOS PADRES Y SUS HIJOS
La fuerza del hombre se manifiesta en el cariño, en la ternura con que trata a sus hijos, pero suele ser al revés, o pretende ser al revés. Yo creo que no hay mayor debilidad en un hombre que tratar con dureza a sus hijos cuando no es necesario, o sea, cuando no es cuestión de disciplina.
Es importante que los niños sean tratados con respeto… porque su seguridad futura en sí mismos va a depender del respeto que les muestran sus padres. Si sus padres los tratan sin respeto, sin consideración, como es común entre nosotros, el niño se siente inferior, y cuando salga más tarde a luchar por la vida se va a sentir en inferioridad de condiciones frente a los que son seguros de sí mismos. Muchos complejos vienen de ahí. Trata a tu hijo con respeto para que no se sienta inferior, no para que se sienta superior tampoco, sino que sienta que él es capaz de muchas cosas y tenga seguridad ante los demás.
(Págs. 168 y 169 Editores Verdad y Presencia, Telf 471-2178)

martes, 9 de abril de 2013

SANSÓN I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
SANSÓN I
Nacimiento de Sansón

Jueces 13:1. “Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en manos de los filisteos por cuarenta años.”
La vida de Sansón se sitúa al final del período de los Jueces, que duró unos 200 años, durante los cuales el pueblo desorganizado hacía lo que quería. Ese período de la historia de Israel se extiende desde la muerte de Josué, ocurrida aproximadamente el año 1220 AC (Js 24:29), hasta la institución de la monarquía con la elección de Saúl como rey, hacia el año 1030 AC. (1Sm 10:1).
Cuando, debido a su infidelidad, el pueblo hebreo caía en idolatría Dios permitía que fueran oprimidos por los pueblos vecinos. Pero cuando se arrepentían y clamaban a Dios, Él levantaba a un líder –al que la Biblia llama juez (shafat en hebreo)- que los libraba de la opresión. Se les llamaba así porque entre sus funciones estaba la de juzgar y dictar sentencia en los casos que se les presentaba. Pero solía ocurrir que, muerto el juez, el pueblo recaía en la idolatría, y nuevamente alguna nación vecina los oprimía.
El episodio de Sansón ocurrió durante el pontificado de Elí, pero antes de que el arca cayera en manos de los filisteos (1Sm 4-6).
Sansón es el antepenúltimo de los jueces. Después de él vinieron Elí (1Sm 4:8) y el profeta Samuel, el que ungió a Saúl como rey (1Sm 10:1), y luego a David como el escogido de Dios (1Sm 16:13).
Según este versículo Israel había vuelto a caer en idolatría y Dios los castigó entregándolos en manos de los filisteos por 40 años, el período de opresión más largo que registre el libro de Jueces. Pero es singular que el libro no diga en este caso que los israelitas clamaran al Señor que los librara. Quizá porque se habían acostumbrado a convivir con los filisteos, como algunos episodios de esta historia muestran. Ése es el gran peligro que encierran algunas costumbres o hábitos inconvenientes que se infiltran inadvertidamente en nuestra vida si no estamos alertas.
2,3. “Y había un hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo.”
Con frecuencia cuando Dios quiere levantar a un hombre que cumpla una misión especial Él escoge como madre a una mujer estéril.
Tenemos los casos de Sara, la madre de Isaac (Gn 11:30);
    de Rebeca, la madre de Jacob (Gn 25:21);
    de Raquel, la madre de José (Gn 29:31);
    de Ana, la madre de Samuel (1Sm 1:5,6),
    y de Isabel, la madre de Juan Bautista (Lc 1:7). (Nota 1)
¿Qué significa eso? Que el nacimiento de la criatura será obra de Dios. El hijo que van a tener será un don especial de Dios para ellos y para su pueblo. Cuando Dios interviene en la concepción de una criatura eso es señal de que está marcado para tener un destino fuera de lo común.
Para la mujer en esa época no tener hijos era una gran desgracia, una vergüenza (Gn 29:32: 30:1-3), pues las mujeres eran apreciadas por el número de hijos que tenían. Y así lo ha sido durante mucho tiempo, y todavía lo es en algunas regiones de nuestro país. Pero, como bien sabemos, en la cultura moderna las mujeres no son apreciadas por ese motivo, sino que más bien por lo contrario en muchos casos, son apreciadas por no tenerlos, ya que tener hijos limita su libertad. En la Biblia la fecundidad es una bendición y una recompensa (Sal 127:3; 128:3). ¡Cuánto nos hemos alejado de su mentalidad!
4, 5. “Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos.”
Su hijo será nazareo (del hebreo nazir), es decir, consagrado a Dios desde el vientre de su madre. Nunca se cortará el cabello, lo cual será el signo externo de su consagración (Nm 6:1-5). Será nazareo no por un período limitado de tiempo, como era usual, sino de por vida.
Como será nazareo su madre no deberá comer nada inmundo, ni beber ninguna bebida alcohólica durante el embarazo.
Sansón, según dice el ángel, tendrá una misión que cumplir: Comenzar a salvar a su pueblo de los filisteos, tarea que será completada más adelante por David.
¿Quiénes eran los filisteos? (Véase la nota 2)
6,7. “Y la mujer vino y se lo contó a su marido, diciendo: Un varón de Dios vino a mí, cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de dónde ni quién era, ni tampoco él me dijo su nombre. Y me dijo: He aquí que tú concebirás, y darás a luz un hijo; por tanto, ahora no bebas vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda, porque este niño será nazareo a Dios desde su nacimiento hasta el día de su muerte.”
Ella le cuenta a su marido lo que le dijo un varón con aspecto de ángel que había venido a verla. No actuó como Eva que, aparentemente, no le contó a Adán el diálogo que había sostenido con la serpiente (Gn 3:1-6).
8. “Entonces oró Manoa a Jehová, y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer.”
Manoa quiere saber cómo deben ellos proceder con el hijo que tendrán, que será consagrado a Dios y que salvará a su pueblo. Él es un hombre responsable y conciente de su misión como padre. Quiere ser ilustrado por Dios sobre la responsabilidad que él y su mujer van a asumir.
Él es un tipo de José, el esposo de María, porque Sansón es también, pese a sus defectos, un tipo de Jesús, ya que él salvará a su pueblo tal como Jesús salvará a su pueblo del gran enemigo.
9-11. “Y Dios oyó la voz de Manoa; y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, estando ella en el campo; mas su marido Manoa no estaba con ella. Y la mujer corrió prontamente a avisarle a su marido, diciéndole: Mira que se me ha aparecido aquel varón que vino a mí el otro día. Y se levantó Manoa, y siguió a su mujer; y vino al varón y le dijo: ¿Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y él dijo: Yo soy.”
La mujer, como buena esposa obediente, sabiendo que su marido quiere hablar con el ángel, corre a buscarlo. ¿Por qué no fue el ángel de frente donde Manoa? Porque ella es más importante que su marido en esta historia.
12. “Entonces Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?”
Manoa dirige su pregunta directamente al ángel. Aunque su mujer era estéril, Manoa no duda del anuncio que les ha hecho el ángel.
13,14. “Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: La mujer se guardará de todas las cosas que yo le dije. No tomará nada que proceda de la vid; no beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé.”
El ángel repite las instrucciones que ya le dio a la mujer sobre la conducta que ella debe guardar durante su embarazo, pero no le dice nada acerca de cómo deben educarlo. ¿Por qué? Porque ellos saben que deben educarlo en el temor de Dios y en el conocimiento de la ley de Moisés. Eso es un ejemplo para todos los padres de familia cristianos. Ellos deben educar a sus hijos en el temor de Dios y en el conocimiento de las Escrituras. No en un conocimiento erudito de la letra, sino en el conocimiento de su espíritu porque, como dice Pablo, “la letra mata, pero el espíritu vivifica.” (2Cor 3:6)
15, 16. “Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová: Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito. Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquél fuese el ángel de Jehová.”
Según la práctica de hospitalidad de la gente de campo, no sólo de Israel de entonces, sino de muchas partes del mundo, Manoa quiere ofrecer algo bueno de comer al visitante. El ángel se niega a comer, pero le dice en cambio que ofrezca un holocausto a Jehová. Es necesario que rechace comer para que Manoa empiece a entender que él no es un mensajero humano (3).
17,18. “Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos? Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?”
Manoa quiere honrar al varón, pero ¿cómo puede hacerlo si no sabe cómo se llama? El ángel contesta ¿por qué preguntas por mi nombre que es admirable (o maravilloso)? (4).
Nosotros entendemos que el ángel de Jehová se está identificando, aunque Manoa no se dé cuenta. ¿Cómo así? Porque Isaías profetizó: Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Is 9:6). Manoa y su mujer no se dan cuenta porque la profecía de Isaías aún no había sido pronunciada.
El Ángel de Jehová que aparece en momentos cruciales de la historia bíblica para transmitir un mensaje importante de parte de Dios, (tal como en Gn 16:7-13; 22:11,12; 31:11-13; Ex 3:2-4) según una interpretación común, es el Verbo, esto es, el Hijo de Dios antes de su encarnación, que hablaba como mensajero en nombre de su Padre (5).
19-21. “Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.  Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra. Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová.”
Manoa ofrece un holocausto y el ángel hace algo maravilloso. Ellos se postraron y adoraron, porque el milagro que contemplaron les hizo comprender que el varón con el cual hablaban era nada menos que el ángel de Jehová.
Podemos imaginar la escena: Cuando Manoa enciende el fuego que empieza a quemar el cabrito y la ofrenda, el ángel se aproxima al altar y se eleva al cielo en la llama de fuego.
22,23. “Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.  Y su mujer le respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto.”
Manoa teme que van a morir porque han visto a Dios (Véase Jc 6:22,23), según lo que advierte Ex 33:18-23, que ningún hombre puede ver el rostro de Dios y vivir. Pero ellos no han visto el rostro de Dios, sino sólo el del ángel de Jehová en forma humana.
La mujer con mucho tino le dice: Si fuera la intención de Dios que muriésemos por haber visto su rostro no habría aceptado el sacrificio, ni nos habría mostrado todas estas cosas anunciándonos el nacimiento de un hijo. Es decir, no nos hubiera escogido para esta misión.
24,25. “Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón (6). Y el niño creció, y Jehová lo bendijo. Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan, entre Zora y Estaol.”
Nació la criatura y el Espíritu de Dios comenzó a manifestarse en él desde temprano, dándole una fuerza extraordinaria, a pesar de que era un hombre sensual y pecador.
Con Sansón Dios levantó a un hombre que, pese a sus fallas humanas, es un ejemplo de cómo Él puede usar a alguien pese a sus grandes defectos, pero que se consagre a Él.
El nazareato no era algo que Sansón hubiera escogido, sino que le había sido impuesto antes de su nacimiento. Por eso quizá él fue un mal nazareo, pero él sabía que de ahí provenía su fuerza. Aparte de nunca cortarse el cabello, él debía abstenerse no sólo de vino y sidra y sus subproductos, sino de todo producto de la vid, así como de tocar un cadáver de un hombre. Es poco probable que él se abstuviera de vino. Pero sobre todo, él no parece haber sido conciente de que su consagración significaba que debía apartarse de todo pecado.
Notas: 1. En el caso de Jesús Dios escoge para que sea su madre no a una mujer estéril por naturaleza, sino a una doncella que concibió sin dejar de ser virgen.
2. Según el Génesis los filisteos descendían de Casluhim, hijo de Mizraim, hijo de Cam (Gn 10:14; cf 1Cro 1:12). Provenían del Asia Menor, de donde tuvieron que emigrar después de la caída de los imperios hitita y miceno. Algunos se establecieron en Creta (Caftor) y otros en la costa de Canaán, en donde fundaron cinco ciudades: Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón, gobernada cada una por un rey. Se mezclaron con los canaanitas y adoptaron su lenguaje. Abraham y su hijo Isaac tuvieron relaciones amistosas con ellos (Gn 20; 21:34; 26:18-20).
Eran un pueblo guerrero que dominaba el arte de la metalurgia del hierro, cuyos secretos no quisieron compartir con los israelitas porque les daba una notable ventaja militar (1Sm 13:19-22). Impusieron tributos a los israelitas, pero su dominio no fue demasiado opresivo, por lo que el pueblo se acostumbró a convivir con ellos, como puede verse en el incidente en Lehí (Jc 15:9-13). El conflicto, sin embargo, se volvió inevitable. En la desastrosa derrota sufrida por Israel en Afec los filisteos destruyeron el santuario de Silo, y se apoderaron del arca de la alianza (1Sm 4), que fue recuperada después de varios incidentes (1Sm 5,6).
El profeta Samuel organizó la resistencia contra ellos y, al envejecer, ungió a Saúl como primer rey de Israel para que continuara la lucha (1Sm 10:1). Durante su reinado David mató al gigante filisteo Goliat (1Sm 17,18). Posteriormente David les inflingió una fuerte derrota que debilitó seriamente su poder (2Sm 5:17-25), aunque siguieron hostilizando a Israel durante un tiempo (1R 15:27; 16:15-17).
Los filisteos eran unos idólatras que rendían culto a tres dioses: Dagón, en Gaza y Asdod; Astoret, en Escalón; y Baal-zebub, en Ecrón (1Sm 5:1,2; 2R 1:1-16).
3. Compárese este episodio con el llamamiento de Gedeón (Jc 6:17-22), que también quiere ofrecerle algo de comer al ángel del Señor y éste lo rechaza, al mismo tiempo que hace un prodigio que permite que Gedeón comprenda quién es el que le habla.
4. Recuérdese el episodio en que Jacob pelea toda la noche con un ángel, y al final le pide que le diga su nombre y el ángel se niega a decírselo (Gn 32:24-30).
5. Ángel quiere decir literalmente “mensajero”.
6. El nombre Simson en hebreo deriva de semes, que quiere decir “sol”.
NB. Este artículo, y los tres siguientes del mismo nombre, están basados en la trascripción de una charla dada recientemente en el Ministerio de la Edad de Oro, cuyo texto ha sido revisado y ampliado.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
MATRIMONIO Y FELICIDAD ¿Qué mayor homenaje puede hacerle un marido a su mujer que confiar en ella? ¿Confiar no sólo en su fidelidad sino también en su buen juicio para encargarle todos sus asuntos domésticos? El marido que le demuestra a su mujer que confía en ella la fortalece espiritualmente y la anima a ella a confiar en él. Porque la confianza es algo recíproco. La fortaleza de una unión matrimonial, cuando ambos esposos confían el uno en el otro, es inquebrantable. En cambio cuando hay desconfianza en uno o en el otro, la unidad se resquebraja y las disputas no tardan en aparecer. (Este párrafo está tomado de las pag. 135 y 136 del libro “Matrimonios que perduran en el tiempo” Vol 1)
#769 (10.03.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).