LA VIDA Y LA
PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA
II
Un Comentario en dos partes de
Proverbios 9
10.
“El temor de Jehová es el principio de la
sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” (cf
1:7; Sal 111:10)
11.
“Porque por mí se aumentarán tus días, y
años de vida se te añadirán.” 12. “Si
fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
El hijo de Dios –dice Ch. Bridges- tiene
un solo temor: ofender a su Padre Dios; y sólo un deseo: agradarle. ¿Es este tu
caso y el mío? El temor de Dios es no sólo el comienzo de la sabiduría, es
también, como he dicho, su culminación en la unión perfecta con nuestro Creador
a la que lleva.
Notemos
que no puede haber arrepentimiento, ni fe ni amor sin el temor de Dios. El
temor de Dios es lo primero que nos infunde la gracia cuando toca nuestro
corazón.
10b. El conocimiento del Santísimo (en hebreo,
plural mayestático) es, antes que nada, el conocimiento de su voluntad. Así lo
entendían los hebreos cuya mente era más práctica que especulativa. Porque ¿de qué sirve al hombre saber mucho
acerca de Dios si no sabe qué es lo que Dios quiere que haga?
Job puntualiza: “Apartarse del mal es la inteligencia.” (28:28) De nada sirve el
temor de Dios si no hace que nos apartemos de toda ocasión de pecar, porque el
que coquetea con el peligro, caerá en él. Ningún hombre es sabio si no teme al
Señor. Hay muchos hombres inteligentes, sabios según el mundo, de un cociente
intelectual muy alto, que no sólo no temen a Dios, sino que niegan su misma
existencia. Algún día, pero ya tarde, descubrirán cuán necia era su pretendida
inteligencia, porque la sabiduría que no tiene en cuenta el final inevitable de
nuestra existencia es ciega necedad. Aún el palurdo más ignorante y analfabeto que
teme a Dios es más sabio que el científico laureado que no tiene temor del
Altísimo.
Tertuliano, a fines del siglo segundo
escribió: “Los herejes dicen que Dios no debe ser temido, de modo que para
ellos todo es libre y sin restricciones. Pero ¿dónde no se teme a Dios sino
donde Él no está presente? Donde Dios no está presente, tampoco hay verdad; y
donde no hay verdad, una disciplina como la que ellos propugnan es natural. Pero
donde Dios está presente hay temor de Dios, hay una seriedad decente, un
cuidado vigilante, una solicitud ansiosa, una elección bien hecha…”
Es un hecho que la sabiduría guarda al hombre de cometer imprudencias que pueden acortar su vida y le ayuda a vivir de una manera sana que fortalezca su salud y, en consecuencia, alargue su vida. Por eso puede decirse que ella es “árbol de vida” para sus seguidores (11:30).
Gozar de una larga vida es una de las
recompensas que se promete al que sigue las pautas de la sabiduría expresada en
los consejos de padre y madre (3:2,16; 4:10; 10:27), mientras que se afirma que
“los años de los impíos serán acortados.”
(Pr 10:27b) Ellos mismos cometen los actos que llevan a una muerte temprana,
y con frecuencia trágica. En cambio, ¡cuán bienaventurado es el justo a cuya
larga vida sucede una felicidad eterna!
Podría deducirse de lo que aquí se
dice que los días del hombre no están fijados, pues el hombre puede alargarlos
por su conducta sensata, o acortarlos por su conducta necia. Sabemos también que
Dios puede añadir años a la vida del hombre, si éste se lo pide, como hizo el
rey Ezequías cuando se le anunció que iba a morir. (2 Re 20:5,6). Pero eso no
quiere decir que no estén decretados de antemano en la mente de Dios, porque
Dios sabe y ha previsto desde la eternidad todo lo que el hombre hará que pueda
alargar o acortar su vida.
Este
versículo expresa una verdad fundamental: que es nuestro interés adquirir la
sabiduría y huir de la necedad, porque nosotros somos los primeros que seremos
beneficiados, o perjudicados, por nuestra conducta (cf 29:1). Cada uno carga
con las consecuencias de su sabiduría o necedad (16:26; 3:13-18). Como dice
Pablo: “Cada uno llevará su propia
carga…lo que el hombre siembre, eso también segará; corrupción, si siembra
para su carne; vida eterna, si siembra para el Espíritu.” (Gal 6:5,7,8). Siglos
antes Ezequiel había afirmado: “El alma
que pecare esa morirá.” (18:20). No hay manera de escapar de las
consecuencias de nuestros pecados (Nm 32:23; Pr 11:21a), porque Dios lo ve todo
(Pr 15:3; Jr 23:24).
Nuestra sabiduría nos ayudará a tomar
decisiones adecuadas que nos permitan enfrentar los obstáculos de manera
favorable a nuestros intereses y a evitar las dificultades, mientras que el
incauto tomará por capricho, o tozudez, decisiones que le generen
inconvenientes (Pr 13:15b; 14:14).
Dios no puede ser beneficiado ni perjudicado
con nuestra conducta -Él está demasiado por encima nuestro- aunque sí puede ser
alegrado por nuestra fidelidad, o entristecido (en cierta manera) por nuestra
necedad, y por el daño que nos hacemos a nosotros mismos. Como bien dice
Elifaz: “¿Traerá el hombre provecho a
Dios? Al contrario, para sí mismo es provechoso el hombre sabio.” (Jb 22:2;
cf 35:6,7).
Pero el hecho de que tú cargues con
las consecuencias de tu sabiduría y de tu necedad no excluye que, en segundo término,
otros las soporten también junto contigo; sobre todo tus familiares y los que
dependen de ti. El que es sabio
beneficiará necesariamente a muchos con su sabiduría, porque el campo de su
influencia afecta a su entorno inmediato, y aun más allá. En cambio, si la
guarda sólo para sí, se mostrará egoísta, que es lo contrario a la verdadera
sabiduría que, por naturaleza, es necesariamente generosa.
A este respecto el Sirácida anota: “Hay sabios que lo son para sí, y cargan con
el fruto de su saber; hay sabios que lo son para su pueblo, y los frutos de su
saber son duraderos.” (37:22,23) No obstante, ocurre con frecuencia que la
maldad del impío causa mucho daño a otras personas, porque está en la
naturaleza del mal ser perjudicial. El impío causa daño a otros a veces
gratuitamente, por pura maldad. Pero con más frecuencia lo hace para obtener
algún beneficio personal. ¡No sabe cuánto pagará por ello!
La primera parte de este vers. me recuerda al dicho del
sabio judío Hillel: “Si yo no estoy a favor de mí ¿quién lo estará?”. En otras
palabras, piensa en ti primero. Pero lo que el proverbio que comentamos quiere
decir no es tan burdamente egoísta, sino que simplemente afirma que el primer
beneficiario de la propia sabiduría es uno mismo. La sabiduría ajena no te es
útil a menos que te den un buen consejo que pongas en práctica; así como, de
manera semejante, tu sabiduría puede serle útil al que te lo pida y no lo eche
en saco roto. De otro lado, si te burlas de la sabiduría y del buen consejo
ajeno, tú llevarás las consecuencias.
En el libro de
Proverbios nos encontramos con frecuencia con la oposición entre el sabio y el
escarnecedor, entre el justo y el impío, algo a lo que ya apunta el salmo 1.
La Septuaginta, añade el
siguiente versículo, que la versión aramea (Peshita) reproduce con variantes
como vers. 13: “El que se apoya en
falsedades trata de gobernar el viento y persigue al ave silvestre, porque ha
abandonado el camino de su propia viña, y se ha desviado de los senderos de su
labor para viajar por un desierto donde no hay agua; viaja sediento por la
orilla de un transitado camino y nada recoge.”
El
hombre que prefiere la mentira a la verdad es como si quisiera atrapar el
viento con sus manos, o pescar las aves en su vuelo. Como ha abandonado la viña
que le producía frutos sabrosos, pronto se encuentra en un páramo donde no
hallará ni una gota de agua que moje sus labios resecos, ni una fruta que sacie
su hambre. Los caminos del vicio son en verdad a la larga muy crueles, porque
una vez satisfecho, el deseo ardiente deja como secuela un gran desengaño y
desprecio de sí mismo. La lujuria cuando es despertada produce una sed de más
placer que con nada puede ser satisfecha.
La mujer
insensata es atraída por el hombre, y el hombre es atraído por ella, como las
moscas a la miel. Así como la sabiduría invita a los transeúntes a que vengan a
su casa (9:1-6), la insensata también lo hace. Pero el resultado de aceptar sus
invitaciones es opuesto: una hace más sabios a sus huéspedes, la otra hace más
necios a sus invitados. (Nota 1).
Notemos,
de paso, que insensato, o necio, no es lo mismo. En español lo primero señala a
una persona que no piensa, que actúa por impulsos, que hace lo que en el
momento le viene a la mente, y no reflexiona, mientras que necio es el que no
conoce, o no admite, sus limitaciones, y cree que tiene siempre la razón,
aunque es un ignorante. Por ese motivo, porque no piensa, la mujer insensata es
alborotadora, está siempre intrigando, siguiendo sus instintos, que son muy
fuertes.
Ella
es sensual y astuta, pero también ociosa. Se sienta a la puerta de su casa para
ver pasar a la gente. No es como la mujer sabia que envía a sus criadas que
hablen por ella. No, la insensata se sienta en una actitud provocadora, arriba
donde la gente va de paseo. Ella llama sobre todo a los que van por su camino
derecho. A ella no le interesan los sinvergüenzas como ella. Ella tiene un
instinto especial para detectar a los rectos incautos; a los que obran
juiciosamente pero son poco advertidos, o son más bien ingenuos. A esos se
complace en seducir, en hacerles descubrir las delicias del pecado, como hace
la Jezabel de Ap 2:20. Notemos, sin embargo, como dice Ch. Bridges, que los
deseos de la carne están en abierta oposición con la sabiduría divina, la
paralizan y oscurecen el entendimiento (Os 4:11).
Lo
que primero que se dice de ella es que es alborotadora (Pr 7:11). Le gusta
hacer líos; anda inquietando, azuzando las rivalidades, y se goza en las peleas
que suscita, que después denuncia haciéndose la inocente.
Es
simple, pero no tonta sino astuta. Es ignorante, pero no acomplejada. En ella
se cumple el dicho: la ignorancia es atrevida. Con gran desparpajo se sienta a
la puerta de su casa para ver pasar a la gente que se dirige a los lugares
altos a quemar incienso a los ídolos, o los que van ocupados en sus asuntos sin
mal pensamiento en su cabeza.
16. “Dice a cualquier simple: Ven acá. A los
faltos de cordura dijo:” 17. “Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en
oculto es sabroso.”
Al primero
que divisa que tiene cara de ser presa fácil, le guiña el ojo y le dice: “Ven acá”, con mirada atrevida y voz
sugestiva. Su invitación no es tímida sino directa, aunque usa un lenguaje
figurado. “Las aguas hurtadas son dulces”,
es decir, el placer ilícito es el mejor de todos, esconde delicias que el amor
honesto desconoce. Ven, prueba de esta miel que nunca has gustado y que te será
deliciosa. Ven, escóndete para que nadie te vea, ni sepa lo que hacemos, (aunque,
en verdad, todos la conocen y saben lo que ocurre entre las paredes de su casa).
Pero, sobre todo, lo conoce Dios, para quien nada de lo que ocurre en la tierra
está oculto, y cuya mirada penetra en lo más secreto.
“Las aguas hurtadas son dulces” al comienzo, pero
después dejan un sabor amargo, hecho de remordimientos, angustia y temor. Por
eso te aconsejo, amigo lector: No bebas el agua de la cisterna ajena (5:15),
porque aunque parezca deliciosa al comienzo, al final resulta venenosa. (2)
¿A cuántos habrá
engañado el atractivo de la aventura prohibida y llevado prematuramente a la
tumba? Centenares de jóvenes sucumben a este hechizo si no físicamente, sí
espiritualmente (Pr 20:17). Como dice el Sirácida: “El lujurioso que encuentra dulce cualquier pan no parará hasta que el
fuego lo consuma.” (Sir 23:17).
18. Y no saben que allí están los
muertos; que sus convidados están en lo profundo del Seol.” (cf
Pr 2:19; 7:27).
“Ven acá”
¡Qué invitación tan desvergonzada! Eso le puede decir el padre al hijo, el
hermano al hermano, el amigo al amigo, el patrón al siervo. Pero ella se lo
dice a un desconocido como si estuviera familiarizada con él y fueran viejos amigos.
El
simple inocente puede reaccionar de dos maneras: rechazar molesto la invitación,
y seguir de largo o, despertada su curiosidad, detenerse un momento y acercarse.
Entonces ella le susurra insinuante, y con cierta impudicia en la mirada, la
fórmula que nunca falla: “las aguas
hurtadas son dulces.” El amor a escondidas, ilegal, es placentero. Déjate
atraer por él; concédete este placer, y no lo olvidarás en tu vida.
Ella
vive de los que caen en sus lazos, de los que ya nunca escaparán porque los ha
capturado sin remedio con su hechizo. Entonces ellos, atrapados entre sus
faldas, se sentirán cada día más viles, avergonzados y despreciables, y empezarán
a decaer desmoralizados. La decadencia se apodera de sus vidas y pierden su
dinero y su trabajo. Pero cuando ya no tienen qué darle a la mujer, ella los
desprecia y va en busca de otros incautos.
Nota 1. Algunos
ven en esta mujer, dice J. Gill, a la
locura misma como opuesta a la sabiduría; otros a la razón ciega a las
realidades espirituales; otros a la herejía y a las supersticiones; otros a la
serpiente antigua, al diablo, que asume formas diversas para engañar al hombre.
Ella parece ser la misma que la mujer extraña, o ramera, descrita en Pr
2:16-19; 5:3-6; 7:5ss. Otros la identifican, agrega el mismo autor, con el
anticristo, que es descrito en Apocalipsis como “la gran ramera” (17:3-6)
2. En la antigüedad los
pozos, las cisternas y las fuentes de agua eran una posesión valiosa, y eran
muy codiciadas en los lugares desiertos. Sus dueños solían sellarlas para
impedir que extraños bebieran de ellas, y a veces surgían disputas por su
posesión (Gn 21:22-32).
Señor
Jesús, yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que
he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lávame con tu sangre.
Entra en mi corazón y sé el Señor de mi vida. En adelante quiero vivir para ti
y servirte.
#923 (24.04.16). Depósito
Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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