jueves, 10 de noviembre de 2016

LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA II
Un Comentario en dos partes de Proverbios 9
10. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” (cf 1:7; Sal 111:10)
11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.” 12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
10a. El hecho de que se repita aquí esta importante frase, que figura también en otros lugares subrayando su importancia, recalca la trascendencia de su mensaje. El temor de Dios es no sólo “el principio de la sabiduría”, es también su culminación. Isaías había profetizado que ésta sería una de las cualidades que adornarían la humanidad del Mesías (Is 11:2,3). ¿Temía Jesús a Dios siendo Él mismo Dios? Pienso que como hombre, sí. Hagámonos nosotros conforme a su imagen en este aspecto si queremos ser en todo semejantes a  Él (Rm 8:29). 
          El hijo de Dios –dice Ch. Bridges- tiene un solo temor: ofender a su Padre Dios; y sólo un deseo: agradarle. ¿Es este tu caso y el mío? El temor de Dios es no sólo el comienzo de la sabiduría, es también, como he dicho, su culminación en la unión perfecta con nuestro Creador a la que lleva.
Notemos que no puede haber arrepentimiento, ni fe ni amor sin el temor de Dios. El temor de Dios es lo primero que nos infunde la gracia cuando toca nuestro corazón.
10b.  El conocimiento del Santísimo (en hebreo, plural mayestático) es, antes que nada, el conocimiento de su voluntad. Así lo entendían los hebreos cuya mente era más práctica que especulativa.  Porque ¿de qué sirve al hombre saber mucho acerca de Dios si no sabe qué es lo que Dios quiere que haga?
          Job puntualiza: “Apartarse del mal es la inteligencia.” (28:28) De nada sirve el temor de Dios si no hace que nos apartemos de toda ocasión de pecar, porque el que coquetea con el peligro, caerá en él. Ningún hombre es sabio si no teme al Señor. Hay muchos hombres inteligentes, sabios según el mundo, de un cociente intelectual muy alto, que no sólo no temen a Dios, sino que niegan su misma existencia. Algún día, pero ya tarde, descubrirán cuán necia era su pretendida inteligencia, porque la sabiduría que no tiene en cuenta el final inevitable de nuestra existencia es ciega necedad. Aún el palurdo más ignorante y analfabeto que teme a Dios es más sabio que el científico laureado que no tiene temor del Altísimo.
          Tertuliano, a fines del siglo segundo escribió: “Los herejes dicen que Dios no debe ser temido, de modo que para ellos todo es libre y sin restricciones. Pero ¿dónde no se teme a Dios sino donde Él no está presente? Donde Dios no está presente, tampoco hay verdad; y donde no hay verdad, una disciplina como la que ellos propugnan es natural. Pero donde Dios está presente hay temor de Dios, hay una seriedad decente, un cuidado vigilante, una solicitud ansiosa, una elección bien hecha…”
11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.”
Es un hecho que la sabiduría guarda al hombre de cometer imprudencias que pueden acortar su vida y le ayuda a vivir de una manera sana que fortalezca su salud y, en consecuencia, alargue su vida. Por eso puede decirse que ella es “árbol de vida” para sus seguidores (11:30).
          Gozar de una larga vida es una de las recompensas que se promete al que sigue las pautas de la sabiduría expresada en los consejos de padre y madre (3:2,16; 4:10; 10:27), mientras que se afirma que “los años de los impíos serán acortados.” (Pr 10:27b) Ellos mismos cometen los actos que llevan a una muerte temprana, y con frecuencia trágica. En cambio, ¡cuán bienaventurado es el justo a cuya larga vida sucede una felicidad eterna!
          Podría deducirse de lo que aquí se dice que los días del hombre no están fijados, pues el hombre puede alargarlos por su conducta sensata, o acortarlos por su conducta necia. Sabemos también que Dios puede añadir años a la vida del hombre, si éste se lo pide, como hizo el rey Ezequías cuando se le anunció que iba a morir. (2 Re 20:5,6). Pero eso no quiere decir que no estén decretados de antemano en la mente de Dios, porque Dios sabe y ha previsto desde la eternidad todo lo que el hombre hará que pueda alargar o acortar su vida.
12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
Este versículo expresa una verdad fundamental: que es nuestro interés adquirir la sabiduría y huir de la necedad, porque nosotros somos los primeros que seremos beneficiados, o perjudicados, por nuestra conducta (cf 29:1). Cada uno carga con las consecuencias de su sabiduría o necedad (16:26; 3:13-18). Como dice Pablo: “Cada uno llevará su propia carga…lo que el hombre siembre, eso también segará; corrupción, si siembra para su carne; vida eterna, si siembra para el Espíritu.” (Gal 6:5,7,8). Siglos antes Ezequiel había afirmado: “El alma que pecare esa morirá.” (18:20). No hay manera de escapar de las consecuencias de nuestros pecados (Nm 32:23; Pr 11:21a), porque Dios lo ve todo (Pr 15:3; Jr 23:24).
          Nuestra sabiduría nos ayudará a tomar decisiones adecuadas que nos permitan enfrentar los obstáculos de manera favorable a nuestros intereses y a evitar las dificultades, mientras que el incauto tomará por capricho, o tozudez, decisiones que le generen inconvenientes (Pr 13:15b; 14:14).
          Dios no puede ser beneficiado ni perjudicado con nuestra conducta -Él está demasiado por encima nuestro- aunque sí puede ser alegrado por nuestra fidelidad, o entristecido (en cierta manera) por nuestra necedad, y por el daño que nos hacemos a nosotros mismos. Como bien dice Elifaz: “¿Traerá el hombre provecho a Dios? Al contrario, para sí mismo es provechoso el hombre sabio.” (Jb 22:2; cf 35:6,7).
          Pero el hecho de que tú cargues con las consecuencias de tu sabiduría y de tu necedad no excluye que, en segundo término, otros las soporten también junto contigo; sobre todo tus familiares y los que dependen de ti.  El que es sabio beneficiará necesariamente a muchos con su sabiduría, porque el campo de su influencia afecta a su entorno inmediato, y aun más allá. En cambio, si la guarda sólo para sí, se mostrará egoísta, que es lo contrario a la verdadera sabiduría que, por naturaleza, es necesariamente generosa.
          A este respecto el Sirácida anota: “Hay sabios que lo son para sí, y cargan con el fruto de su saber; hay sabios que lo son para su pueblo, y los frutos de su saber son duraderos.” (37:22,23) No obstante, ocurre con frecuencia que la maldad del impío causa mucho daño a otras personas, porque está en la naturaleza del mal ser perjudicial. El impío causa daño a otros a veces gratuitamente, por pura maldad. Pero con más frecuencia lo hace para obtener algún beneficio personal. ¡No sabe cuánto pagará por ello!
          La primera parte de este vers. me recuerda al dicho del sabio judío Hillel: “Si yo no estoy a favor de mí ¿quién lo estará?”. En otras palabras, piensa en ti primero. Pero lo que el proverbio que comentamos quiere decir no es tan burdamente egoísta, sino que simplemente afirma que el primer beneficiario de la propia sabiduría es uno mismo. La sabiduría ajena no te es útil a menos que te den un buen consejo que pongas en práctica; así como, de manera semejante, tu sabiduría puede serle útil al que te lo pida y no lo eche en saco roto. De otro lado, si te burlas de la sabiduría y del buen consejo ajeno, tú llevarás las consecuencias.
En el libro de Proverbios nos encontramos con frecuencia con la oposición entre el sabio y el escarnecedor, entre el justo y el impío, algo a lo que ya apunta el salmo 1.
La Septuaginta, añade el siguiente versículo, que la versión aramea (Peshita) reproduce con variantes como vers. 13: “El que se apoya en falsedades trata de gobernar el viento y persigue al ave silvestre, porque ha abandonado el camino de su propia viña, y se ha desviado de los senderos de su labor para viajar por un desierto donde no hay agua; viaja sediento por la orilla de un transitado camino y nada recoge.”
El hombre que prefiere la mentira a la verdad es como si quisiera atrapar el viento con sus manos, o pescar las aves en su vuelo. Como ha abandonado la viña que le producía frutos sabrosos, pronto se encuentra en un páramo donde no hallará ni una gota de agua que moje sus labios resecos, ni una fruta que sacie su hambre. Los caminos del vicio son en verdad a la larga muy crueles, porque una vez satisfecho, el deseo ardiente deja como secuela un gran desengaño y desprecio de sí mismo. La lujuria cuando es despertada produce una sed de más placer que con nada puede ser satisfecha. 
13. “La mujer insensata es alborotadora; es simple e ignorante.” 14. “Se sienta en una silla a la puerta de su casa, en los lugares altos de la ciudad,” 15. “para llamar a los que pasan por el camino, que van por sus caminos derechos.”
La mujer insensata es atraída por el hombre, y el hombre es atraído por ella, como las moscas a la miel. Así como la sabiduría invita a los transeúntes a que vengan a su casa (9:1-6), la insensata también lo hace. Pero el resultado de aceptar sus invitaciones es opuesto: una hace más sabios a sus huéspedes, la otra hace más necios a sus invitados. (Nota 1).
Notemos, de paso, que insensato, o necio, no es lo mismo. En español lo primero señala a una persona que no piensa, que actúa por impulsos, que hace lo que en el momento le viene a la mente, y no reflexiona, mientras que necio es el que no conoce, o no admite, sus limitaciones, y cree que tiene siempre la razón, aunque es un ignorante. Por ese motivo, porque no piensa, la mujer insensata es alborotadora, está siempre intrigando, siguiendo sus instintos, que son muy fuertes.
Ella es sensual y astuta, pero también ociosa. Se sienta a la puerta de su casa para ver pasar a la gente. No es como la mujer sabia que envía a sus criadas que hablen por ella. No, la insensata se sienta en una actitud provocadora, arriba donde la gente va de paseo. Ella llama sobre todo a los que van por su camino derecho. A ella no le interesan los sinvergüenzas como ella. Ella tiene un instinto especial para detectar a los rectos incautos; a los que obran juiciosamente pero son poco advertidos, o son más bien ingenuos. A esos se complace en seducir, en hacerles descubrir las delicias del pecado, como hace la Jezabel de Ap 2:20. Notemos, sin embargo, como dice Ch. Bridges, que los deseos de la carne están en abierta oposición con la sabiduría divina, la paralizan y oscurecen el entendimiento (Os 4:11).
Lo que primero que se dice de ella es que es alborotadora (Pr 7:11). Le gusta hacer líos; anda inquietando, azuzando las rivalidades, y se goza en las peleas que suscita, que después denuncia haciéndose la inocente.
Es simple, pero no tonta sino astuta. Es ignorante, pero no acomplejada. En ella se cumple el dicho: la ignorancia es atrevida. Con gran desparpajo se sienta a la puerta de su casa para ver pasar a la gente que se dirige a los lugares altos a quemar incienso a los ídolos, o los que van ocupados en sus asuntos sin mal pensamiento en su cabeza.
16. “Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dijo:” 17. “Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso.”
Al primero que divisa que tiene cara de ser presa fácil, le guiña el ojo y le dice: “Ven acá”, con mirada atrevida y voz sugestiva. Su invitación no es tímida sino directa, aunque usa un lenguaje figurado. “Las aguas hurtadas son dulces”, es decir, el placer ilícito es el mejor de todos, esconde delicias que el amor honesto desconoce. Ven, prueba de esta miel que nunca has gustado y que te será deliciosa. Ven, escóndete para que nadie te vea, ni sepa lo que hacemos, (aunque, en verdad, todos la conocen y saben lo que ocurre entre las paredes de su casa). Pero, sobre todo, lo conoce Dios, para quien nada de lo que ocurre en la tierra está oculto, y cuya mirada penetra en lo más secreto.
“Las aguas hurtadas son dulces” al comienzo, pero después dejan un sabor amargo, hecho de remordimientos, angustia y temor. Por eso te aconsejo, amigo lector: No bebas el agua de la cisterna ajena (5:15), porque aunque parezca deliciosa al comienzo, al final resulta venenosa. (2)  
¿A cuántos habrá engañado el atractivo de la aventura prohibida y llevado prematuramente a la tumba? Centenares de jóvenes sucumben a este hechizo si no físicamente, sí espiritualmente (Pr 20:17). Como dice el Sirácida: “El lujurioso que encuentra dulce cualquier pan no parará hasta que el fuego lo consuma.” (Sir 23:17).
18. Y no saben que allí están los muertos; que sus convidados están en lo profundo del Seol.” (cf Pr 2:19; 7:27).
El ingenuo que cae en sus lazos no sabe qué hay detrás del umbral que lo hará irremediablemente prisionero del encanto de una mujer desvergonzada. Comprenderá que lo que ella le ofrecía no era mentira, pero que su pie ha quedado atrapado en una trampa que no lo suelta. Clamará y gritará para librarse, pero no podrá porque, en el fondo, no quiere escapar. Odia su prisión y, a la vez, suspira por ella. Al final sacrificará su libertad por la lujuria. Pero, entre tanto, ella va en busca de otra víctima, y desprecia al primero que cayó en sus redes.
“Ven acá” ¡Qué invitación tan desvergonzada! Eso le puede decir el padre al hijo, el hermano al hermano, el amigo al amigo, el patrón al siervo. Pero ella se lo dice a un desconocido como si estuviera familiarizada con él y fueran viejos amigos.
El simple inocente puede reaccionar de dos maneras: rechazar molesto la invitación, y seguir de largo o, despertada su curiosidad, detenerse un momento y acercarse. Entonces ella le susurra insinuante, y con cierta impudicia en la mirada, la fórmula que nunca falla: “las aguas hurtadas son dulces.” El amor a escondidas, ilegal, es placentero. Déjate atraer por él; concédete este placer, y no lo olvidarás en tu vida.
Ella vive de los que caen en sus lazos, de los que ya nunca escaparán porque los ha capturado sin remedio con su hechizo. Entonces ellos, atrapados entre sus faldas, se sentirán cada día más viles, avergonzados y despreciables, y empezarán a decaer desmoralizados. La decadencia se apodera de sus vidas y pierden su dinero y su trabajo. Pero cuando ya no tienen qué darle a la mujer, ella los desprecia y va en busca de otros incautos.
Nota 1. Algunos ven en esta mujer, dice J. Gill,  a la locura misma como opuesta a la sabiduría; otros a la razón ciega a las realidades espirituales; otros a la herejía y a las supersticiones; otros a la serpiente antigua, al diablo, que asume formas diversas para engañar al hombre. Ella parece ser la misma que la mujer extraña, o ramera, descrita en Pr 2:16-19; 5:3-6; 7:5ss. Otros la identifican, agrega el mismo autor, con el anticristo, que es descrito en Apocalipsis como “la gran ramera” (17:3-6)
2. En la antigüedad los pozos, las cisternas y las fuentes de agua eran una posesión valiosa, y eran muy codiciadas en los lugares desiertos. Sus dueños solían sellarlas para impedir que extraños bebieran de ellas, y a veces surgían disputas por su posesión (Gn 21:22-32).
Estimado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir la presencia de Dios y a gozar de su compañía para siempre, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón por ellos haciendo la siguiente oración:
Señor Jesús, yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lávame con tu sangre. Entra en mi corazón y sé el Señor de mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#923 (24.04.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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