LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde
M.
EL
CLAMOR DE LA SABIDURÍA
Un
Comentario de Proverbios 8:1-21
Después de haber advertido contra las artimañas de la
adúltera y las terribles consecuencias que pueden sufrir los que van tras ella,
el proverbista hace el elogio de la sabiduría y los beneficios que acarrea
seguir sus pasos.
No creo que yo pueda escribir una mejor introducción a
este capítulo de Proverbios que las palabras con que Mathew Poole (1624-1679) comenta
el primer versículo:
“Es una gran cuestión saber qué es esta sabiduría de la
que Salomón habla tan amplia y profundamente en este capítulo. Algunos
entienden que se trata de ese atributo, o perfección de la naturaleza divina
que es llamada sabiduría, por medio de la cual Dios conoce perfectamente todas
las cosas, y hace conocer a los hombres lo que juzga necesario, o conveniente
que ellos sepan. Otros entienden que se trata de la segunda persona de la
Trinidad, el Hijo de Dios, que es llamado “la
sabiduría de Dios” (Lc 11:49). Y no se puede imparcialmente negar que
algunos pasajes concuerdan mejor con la primera opinión, y que otros, con la
segunda. Posiblemente las dos puedan ser juntadas, y este capítulo pueda ser
entendido de Cristo, considerado en parte en su capacidad personal, y en parte
en su oficio de impartir la mente y la voluntad de Dios a la humanidad.”
1.
“¿No clama la sabiduría y da su voz la
inteligencia? 2. “En las alturas
junto al camino, a las encrucijadas de las veredas se para;” 3. “En el lugar de las puertas, a la entrada de
la ciudad, a la entrada de las puertas da voces:” 4. “Oh hombres, a vosotros clamo, dirijo mi voz a los hijos de los
hombres.” 5. “Entended, oh simples,
discreción; y vosotros, necios, entrad en cordura.” 6. “Oíd, porque hablaré cosas excelentes, y abriré mis labios para cosas
rectas.” 7. “Porque mi boca hablará
verdad, y la impiedad abominan mis labios.” 8. “Justas son todas las razones de mi boca; no hay en ellas cosa perversa
ni torcida.” 9. “Todas ellas son
rectas al que entiende, y razonables a los que han hallado sabiduría.”
1. ¿Dónde y
cómo clama la sabiduría y hace oír su voz? Yo quiero oír su voz. ¿Dónde iré a
escucharla? Dice que en las alturas, donde parten y llegan los caminos, y donde
se cruzan los senderos. Yo he estado allí y no la he escuchado ¿Qué clase de
oídos se necesita para escucharla? ¿Acaso habla ella sólo a los iniciados? Si
dice que clama ¿no deberían todos oírla?
Pero ella habla sobre todo al corazón. Ahí están las
puertas y las entradas donde ella se para a gritar. Su voz es inconfundible
para el que se preparó a oírla, pero inexistente para el que no adiestró su
oído. Para el que lo hizo, su voz es diáfana y evidente. Para el que no, es un
murmullo sin sentido.
La sabiduría desea que los hombres extraviados oigan su
mensaje, no se contenta con querer hablarles, sino que clama, grita para que la
oigan. Sabe cuán importante es para la vida.
2,3.
Con
ese fin se pone en los lugares por donde pasan numerosas personas: en los
sitios donde se cruzan los caminos, donde va y viene la gente en distintas
direcciones. Pero también en los lugares de reunión, donde se reúne la gente
para tratar sus asuntos. En las ciudades antiguas, rodeadas de murallas, había delante
de las puertas de la ciudad, amplias explanadas donde los hombres cerraban sus
negocios y se rendía juicio (cf 1:20-23).
Hoy día lo hace en los lugares y plazas concurridas, en
las avenidas y calles donde circula la gente, en los mercados y centros
comerciales donde están los compradores y vendedores atareados.
4,5.
Su
discurso se dirige a los hombres, porque ellos necesitan oírlo. No oculta lo
que ellos son, porque de ahí viene su necesidad de escucharla. Son simples (es
decir, ignorantes y carentes de experiencia) y necios (obstinados en el error).
A ambas categorías de hombres les ofrece lo que necesitan: discreción (es decir,
saber reflexionar, evaluar, decidir) y cordura, porque el que carece de
sabiduría es como un enajenado.
En el salmo 49:1-4 la sabiduría hace un llamado semejante
a todos los hombres, plebeyos y nobles, ricos y pobres. Jesús ordenará más
adelante que el Evangelio sea proclamado a toda criatura sin distinción (Mr
16:15), a donde quiera que la voz humana alcance y haya oídos que escuchen.
6-9.
Aquí
la sabiduría repite el llamado que hizo en capítulos anteriores: “Oíd” (Pr 4:1,10); y hace el elogio de
su mensaje para animar a sus oyentes a escuchar: cosas excelentes (Nota 1) que os llenarán de conocimiento; cosas rectas que os
mostrarán el camino de la justicia. Lo que ella habla es verdad sin asomo de
mentira. ¡Qué distinto del discurso habitual de los hombres llenos de engaños y
tapujos! Ella está alejada de toda perversión. Los embustes del padre de la
mentira son impotentes frente a ella, y ella desnuda sus falacias. Pero para
captar plenamente su mensaje es necesario poseer de antemano una dosis de
entendimiento y sabiduría.
El versículo 9 expone
un pensamiento muy profundo que explica por qué muchos no entienden la palabra
de Dios: Sólo el que ha hallado la sabiduría, porque la ha buscado
diligentemente; o el que ha sido tocado previamente por ella, puede recibir o
entender su mensaje; lo cual quiere decir que habrán muchos que no lo
entenderán, o que no le darán ninguna importancia, permaneciendo indiferentes
ante ella, como quien no entiende lo dicho en un lenguaje desconocido. Esos son
los que confían en su propia prudencia (3:5), y terminan engañados por sus
propios consejos.
10,11. “Recibid mi enseñanza, y no plata; y ciencia antes que el oro escogido.
Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede
desear, no es de compararse con ella.”
Lo que la sabiduría ofrece es mejor que todas las
riquezas de la tierra, entre otras razones, porque permite adquirirlas. No hay
bien material que puede compararse con ella. Por eso dice: Preferid mi
enseñanza a los metales costosos, y mi ciencia a las joyas más preciosas.
Porque mi sabiduría es más útil en los avatares de la vida que la posesión de
riquezas, y atrae más honores de parte de los hombres que la fortuna (cf Pr 3:14,15;
16:16; Jb 28:15-19).
12.
“Yo, la sabiduría, habito con la cordura,
y hallo la ciencia de los consejos.”
¿En qué se distingue la sabiduría de la cordura? La
cordura es la cualidad que permite ver las cosas con realismo, sin desbordes de
la imaginación, ni de los sentimientos y que, por tanto, al actuar escoge
caminos seguros. Si asume riesgos, son moderados y están ampliamente
compensados por las ventajas esperadas. No se deja llevar por el entusiasmo ni
el pesimismo. No espera resultados exagerados, ni menosprecia los peligros.
13. “El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia,
el mal camino, y la boca perversa aborrezco.”
El temor de Dios
lleva inevitablemente a aborrecer el mal, y todo aquello que Dios rechaza, esto
es, la soberbia y la arrogancia, que son contrarias a la humildad y a la
mansedumbre que Dios ama. Y así como Él ama la vida justa y recta, detesta Él
también la conducta desarreglada, la murmuración y la calumnia.
Son los
soberbios, los arrogantes, los que más suelen andar por el "mal camino". Existe una correspondencia estrecha entre
ciertas condiciones del alma y la conducta. El hombre modesto, aun pudiendo ser
confiado en exceso, rara vez irá por caminos malos.
14. “Conmigo está el consejo y el buen juicio; yo soy la inteligencia; mío
es el poder.”
Compañero de la
sabiduría es el consejo sano y prudente, así como el sentido común, que
permiten que uno camine por senderos razonables, evitando riesgos imprudentes e
innecesarios. En cambio la arrogancia hace con frecuencia que el hombre escoja
caminos arriesgados, pensando con ello atraer admiradores y seguidores. Cuando
logra este cometido hará que muchos se arrepientan de haber seguido su ejemplo.
El poder se
adquiere usando la fuerza o usando la inteligencia, o ambas a la vez. Aunque a
veces usando la inteligencia se evita usar la fuerza. Eso es lo que nos dan a
entender los vers. 21:22 y 20:18b. Ecl 9:13-16 desarrolla con más amplitud ese
punto, mostrando cómo la sabiduría es mejor que la fuerza. Los cual es obvio, dado
que la fuerza es un elemento animal, y la sabiduría un factor humano.
Vale la pena
notar que el poder de que aquí se habla incluye el poder para ministrar y para
predicar.
15,16. “Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí
dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra.” (2)
Dios da sabiduría
para gobernar a todos los que están en autoridad en la tierra, aún a los
incrédulos. En efecto, dado que toda autoridad viene de Dios (Rm 13:1), hay una
unción de sabiduría que viene de parte suya y que reposa sobre todo el que
ejerce un cargo, aunque sea una persona impía. La razón por la que Dios da su
sabiduría aun a las autoridades inicuas es que tiene cuidado de los que están
bajo su mando.
Todo el que
ejerce una función de gobierno, aun sea incrédulo, recibe de Dios una porción de sabiduría para gobernar, a menos
que se haya entregado a Satanás, como hemos visto algunos casos. La recibe sin
distinción de edad, educación, o posición social. La recibe no por él mismo,
sino porque Dios ama a los que están bajo su mando y cuida de ellos. Si no
recibiese esa sabiduría ningún hombre podría
gobernar bien.
"Por mi reinan los
reyes". La verdadera
autoridad, la que no es impuesta, sino aquella que los súbditos, o subordinados,
otorgan espontáneamente al que manda, no se puede conseguir sin sabiduría. Se
podría decir que de la sabiduría emana autoridad. La sabiduría reviste de
autoridad al que la posea, sea hombre o mujer. De ahí que, por lo general,
todos escuchen al sabio, aunque no siempre sigan sus consejos.
17. “Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan.”
Este versículo
está emparentado con los vers. 4:8 y 9. La sabiduría, como mujer enamorada,
ama, es decir, dispensa sus favores al que la ama, y se lo ha demostrado por su
fidelidad en buscarla. Si tú te dedicas a buscar la sabiduría, ella no sólo
vendrá a tu encuentro sino que, a su vez, te sostendrá en todo lo que hagas y
emprendas.
Buscar la
sabiduría temprano puede entenderse de dos maneras: buscarla desde edad
temprana, como hizo el rey Salomón (1R 3:3-14); y buscarla diariamente en las
primeras horas del día, orando y escudriñando la palabra.
18. “Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y
justicia.” (Pr 3:16b)
Parte del premio
de la sabiduría es la prosperidad, pero no sólo se trata de las riquezas
materiales, sino de aquellas que están incluidas en la consideración recibida
de parte de los hombres en reconocimiento de las cualidades demostradas en la
vida práctica. De otro lado, es sabido que las riquezas obtenidas injustamente
no son duraderas, sino se pierden rápidamente y llevan eventualmente al
desprestigio, como dice Pr 20:17: “Sabroso
es al hombre el pan de mentira, pero después su boca será llena de cascajo.”
Los delincuentes que amasan fortunas están ansiosos de gozar de ellas porque
saben que pueden perderlas en poco tiempo,
19. “Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; y mi rédito mejor
que la plata escogida.”
En la relación de
beneficios que otorga la sabiduría, y desarrollando la idea del versículo
anterior, se desprende que la sabiduría contribuye al enriquecimiento de los
que la poseen. El proverbio subraya, sin embargo, que el fruto, es decir, los
beneficios que otorga la sabiduría, son mejores que los que producen los metales
preciosos, el oro y la plata, porque son de mayor valor para la conducción de
la vida y tener éxito.
Sabemos que las
riquezas son volátiles e inestables, pero que la cualidad distintiva de los
metales preciosos, el oro y la plata, es que son duraderos, no se oxidan ni se
llenan de herrumbre. El que posee la sabiduría posee más que riquezas
materiales, porque ellas pueden evaporarse, pues tienen alas (Pr 23:5), pero la
sabiduría permanece en el individuo, madura y crece, constituyendo un capital
interno que puede ayudarlo a reconstruir su posición si acaso la perdiera, o se
arruinara.
20, 21. “Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para
hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros.”
Estos dos
versículos amplían y continúan el pensamiento anterior diciendo que la
sabiduría ayuda al que la posee a dirigir sus pasos por sendas de justicia, es
decir, a seguir una conducta recta que Dios premiará bendiciéndolo
materialmente (cf Sal 112:3). En otras palabras, el sabio posee en su mente y
en su corazón los medios para mejorar su situación y prosperar.
Notas:
1. Aquí
el hebreo dice “cosas principescas”, es decir, útiles para que los príncipes
sepan gobernar.
2. Es interesante
recordar que la doctrina del poder divino de los reyes, que prevalecía en
tiempos del absolutismo (siglos XVI al XVIII), se apoyaba en estos dos
versículos.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te
invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a
expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los
míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y
voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin
merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados
y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava
mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.”
#916
(28.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección:
Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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