Mostrando entradas con la etiqueta cordura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cordura. Mostrar todas las entradas

miércoles, 11 de enero de 2017

MANANTIAL DE VIDA ES LA BOCA DEL JUSTO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MANANTIAL DE VIDA ES LA BOCA DEL JUSTO
Un Comentario de Proverbios 10:11-15


En esta sección los versículos 11,13 y 14 tratan acerca de la boca, que es el órgano por  medio del cual el hombre expresa lo que tiene en su interior, y manifiesta su sabiduría o su necedad. En el libro de Proverbios, la boca, la lengua y los labios asumen un rol protagónico.


11a. “Manantial de vida (Nota 1) es la boca del justo…”  por lo que dice a otros, edificándolos, y por lo que confiesa para sí mismo y los suyos. Al ser un manantial de vida el justo tiene en su boca palabras que provienen de la fuente de aguas vivas que es la boca del Señor (Jr 2:13; 17:13).
El vers. 15:4a describe una cualidad de la boca del justo, al decir que es “apacible” (esto es, llena de paz) y que es “árbol de vida” para muchos, que es como si dijera “fuente de vida”, porque está en condiciones de guiar a la verdad a los que la ignoran.

            El vers. 10:21a dice que los labios del justo apacientan, es decir, alimentan a muchos, esto es, a los que le escuchan, que son confortados, consolados, o enseñados por él (15:7a). Todo ello apunta al hecho de que, estando lleno de Dios, porque vive en unión con Él, el justo es un instrumento que Dios usa para llevar su mensaje a los que ama, y consuelo a los que más lo necesitan.
El salmo 36.9 dice que con Dios está “el manantial de la vida”, de cuyo torrente delicioso beben los hijos de los hombres; lo cual nos remite al bello pasaje en Ezequiel 47:1-12, en el que el profeta describe el río de aguas salutíferas que brotan por debajo del umbral del templo, y que van creciendo hasta formar un río anchuroso en cuyas riberas crecen árboles frutales, cuyas hojas nunca caen (cf Sal 1:3).
Pero no sólo la boca del justo es manantial de vida. También lo son “la ley del sabio” (Pr 13:14), y “el  temor de Jehová” (14:27), que hacen que el hombre se aparte de los lazos de la muerte.
Es un privilegio del cristiano que busca a Dios mañana, tarde y noche, que su boca sea un manantial de vida para los que andan desorientados y sin esperanza, tropezando a cada rato con las piedras que el enemigo coloca en su camino.
Jesús dijo que del interior de los que creyeran en Él “fluirían ríos de agua viva” (Jn 7:38; 4:14) la que por tener como fuente al Espíritu Santo que lo representa, calmaría la sed espiritual de muchos, reviviéndolos y refrescándolos.
La segunda línea contrasta con la primera:
11b. “Pero violencia cubrirá la boca de los impíos,” porque de ella sólo salen palabras perniciosas, ofensivas y dañinas para los que la oigan.
Alternativamente algunos traducen este estico así: “La boca del impío cubre (o esconde) (la) violencia” que trama contra otros. Aquí vemos un contraste: El justo es fuente de vida para sus semejantes con sus palabras, mientras que el impío complota contra su prójimo, ocultando sus intenciones, como hizo Judas al traicionar a Jesús con un beso (Mt 26:48,49); o como Joab, que mató a Abner fingiendo que quería conversar con él (2Sm 3:22-29).
12. “El odio despierta rencillas (29:22a); pero el amor cubrirá todas las faltas.”
Podría completarse así: El odio despierta rencillas, por aun la menor falta y si no las encuentra las inventa, chismeando y difundiendo sospechas y calumnias para azuzar los celos y las rivalidades. En cambio el amor cubrirá todas las faltas, por lo cual no despierta rencillas, sino es, al contrario, conciliador y pacificador.
“El amor cubrirá todas las faltas…” porque no las anda divulgando sino, más bien, las disimula para que no surjan conflictos entre las personas que puedan sentirse afectadas.
Pr 15:18 presenta otro aspecto de este principio: “El hombre iracundo promueve contiendas, mas el que tarda en airarse (porque es paciente) apacigua la rencilla.” Son dos maneras de obrar completamente distintas, y que tienen efectos opuestos: Uno puede terminar en derramamiento de sangre, el otro lleva al abrazo conciliador.
Pr 16:27 y 28 califican de perverso al contencioso, y agrega que en sus labios hay una llama de fuego. Un nefasto papel semejante cumple el orgulloso, el que es “altivo de ánimo” (Pr 28:25). ¿Lo hace acaso el  humilde? Al contrario, el humilde rara vez suscita contiendas; y suele ser, más bien, instrumento de paz. ¡Cómo es Dios deshonrado cuando los creyentes andan en peleas y rivalidades! ¡Cuán contraria es su conducta a la de su Maestro, que era “manso y humilde de corazón”! (Mt 11:29). Aprendan de su Maestro, y darán gloria a Dios con su comportamiento.
En otro lugar se dice que “el que cubre la falta busca amistad” (Pr 17:9). Eso es bueno y encomiable, con tal de que no se convierta en complicidad. Porque ¿cómo podría nadie conservar el afecto de su amigo si anda divulgando sus defectos? Al contrario, el que perdona graves agravios, como hizo José con sus hermanos, compromete su gratitud y su afecto (Gn 45:4-8).
En Gn 9:20-23 tenemos el caso concreto de una falta cubierta por cariño filial, cuando, al beber vino por primera vez, Noé se embriagó, y sus hijos Sem y Jafet, cubrieron la desnudez de su padre, caminando de espaldas para no verlo.
            "El amor cubrirá …" El hecho de que el apóstol Pedro cite este proverbio (1P4:8) ha sido objeto de controversias, pues afirma que el que ama no ve las faltas de aquel a quien ama o, al menos, no le da importancia. O, mejor aún, es indulgente, las perdona, no las toma en cuenta, (cf 1 Cor. 13:5), que es el verdadero sentido de “cubrir”; en contraste con el que odia, que no solamente las hace resaltar, si no que anda rebuscando qué reprochar al que odia.
Según algunos, al citar este proverbio Pedro le da otro sentido: al que ama le son perdonados muchos pecados, en mérito de su amor, lo cual concuerda con las palabras de Jesús en el episodio de la pecadora: “Sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho”. (Lc 7:47). Pero la primera interpretación es la más natural.
13. “En los labios del prudente se halla sabiduría; mas la vara es para las espaldas del falto de cordura.”
Aquí el contraste consiste en que mientras que el prudente edifica y enseña a otros con la sabiduría que Dios le ha dado, y suscita respeto, cuando no admiración, por la utilidad de sus consejos, el que es “falto de cordura”, es decir, el que carece de sabiduría, hace daño con las necedades que atrevidamente profiere su boca, y necesita ser corregido –si es necesario, castigado físicamente- si persiste en su terquedad, a fin de que aprenda a razonar convenientemente.
El rey Salomón, y su hijo y sucesor, Roboam, ilustran muy bien el contraste que expone este proverbio. Mientras que en los labios del primero se hallaba sabiduría, y por eso de todo el mundo venían a escucharlo (1R 10:1,8), al suceder Roboam a su padre en el trono, en lugar de escuchar los consejos prudentes de los ancianos que habían estado con su padre, prefirió seguir la opinión de los jóvenes con los cuales se divertía. Su actitud necia provocó que más adelante se rebelaran contra él las diez tribus del norte, y se produjera la división del reino, hecho nefasto que fue para él como una vara para sus espaldas (1R 12:8-19), y una catástrofe para el pueblo elegido. Pero si él hubiera sido castigado de pequeño con vara, algo que quizá Salomón omitió, pese a que lo aconseja (Pr 19:29; 22:15; 26:3; 29:15), quizá no se hubiera comportado como un necio al heredar el trono de su padre.
La Versión Autorizada inglesa (KJV) traduce así: “En los labios del que tiene inteligencia (entendimiento) se halla sabiduría.” (2) Esto es necesariamente cierto si se trata de alguien que conoce y entiende las verdades divinas del Evangelio, porque las ha experimentado y son parte de su vida. De su boca brotarán dichos y consejos que iluminen el camino de los que, a su vez, buscan la sabiduría (Sal 37:30).
Los labios prudentes son en verdad una joya más valiosa que el oro y las piedras preciosas (Pr 20:15), porque sus consejos sabios pueden librar de la muerte, o de cometer serios errores, a los que los escuchan. Por eso dice bien el proverbista:
“En los labios del prudente se halla sabiduría.” El que es prudente medirá sus palabras para no ofender, para no chocar, para no exponerse a sí mismo ni a sus amigos, para no decir más de lo necesario. Como está acostumbrado a mirar las dos o más caras que presenta un asunto, su opinión será siempre esclarecedora; y si es buen conocedor de las personas, ayudará a escoger bien a sus colaboradores.
La segunda línea contrasta con la primera en el sentido de que describe las consecuencias que recaen sobre el que carece de sabiduría. Si fuera un caso de paralelismo antitético el segundo estico diría: “En los labios del falto de cordura está la necedad”. Pero sería demasiado obvio. Por eso opone a la constatación primera los efectos de la carencia de sabiduría.
Algo semejante ocurre con el proverbio siguiente, que es también un caso de paralelismo antitético, donde el segundo estico describe la posible consecuencia de la negación del primero. Los sabios atesoran, es decir, guardan bajo siete llaves y acumulan en sus mentes la sabiduría para no fallar, mientras que lo que el necio enseña, o aconseja, traerá una desgracia al que sigue sus instrucciones. El segundo estico podría decir: “Pero los necios atesoran necedad”. El autor lo omite y pasa a la consecuencia de la necedad. ¿Por qué dice: “la boca del necio”? Porque el necio suele enredarse en sus propias palabras.
14. “Los sabios guardan la sabiduría; mas la boca del necio es calamidad cercana.”
“Guardar” quiere decir “conservar”, “atesorar”. (Ellos son sus depositarios y los que la transmiten). Pero también quiere decir “obedecer”, o “cumplir”, lo que se aplica a los que se dejan guiar por ella, y como consecuencia, llevan vidas prósperas y tranquilas.
¿Por qué yuxtapone la conducta del sabio a la boca del necio? Porque mientras que el sabio suele guardar silencio mientras no le pregunten, el necio proclama su necedad a los cuatro vientos, y lo que él proclama es el anuncio de lo que va a hacer y que le traerá a él, y a los que puedan estar involucrados con él, grandes desgracias. Su boca es calamidad cercana para los despistados que lo escuchen y sigan sus equivocados consejos. La boca del sabio, en cambio, traerá bendición a los que siguen sus enseñanzas.
Dice que los sabios atesoran (así la KJV) sabiduría oyendo y leyendo la palabra de Dios, y meditando en ella, de manera que puedan instruir y aconsejar a otros en el momento oportuno (cf Mt:13:52). Salomón dedicó los tiempos de ocio que le permitían la administración de su vasto reino a investigar y conocer todo lo que se hace bajo el sol (Ecl 1:13) para poder transmitir sus conocimientos a otros. Eso lo hizo desde su juventud con la diligencia de la hormiga (Pr 6:6-8), por lo cual llegó a ser conocido como el hombre más sabio que había en la tierra.
Tenemos en las Escrituras dos ejemplos que ilustran la verdad contrastante de este proverbio. Timoteo, que perseveró en las verdades que le fueron enseñadas de niño (2Tm 3:14,15). El mago Elymas, que trató de impedir que el procónsul de la isla de Pafos oyera la palabra de Dios en la que deseaba ser instruido, por lo cual el apóstol Pablo lo reprendió severamente, y quedó ciego durante un tiempo (Hch 13:6-10).
15. “Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; y el desmayo de los pobres es su pobreza.”
Son las riquezas las que hacen fuerte al rico, y es la pobreza la que hace débil al pobre. El dinero otorga al que lo posee influencia y respeto (Gn 23:6), y atrae muchos amigos (Pr 19:4), cuya amistad, sin embargo, puede ser sólo interesada (19:6). Además, el rico se defiende de los ataques ajenos con su dinero, del que se dice que es un escudo (Ecl 7:12). En muchos sentidos, gracias a su dinero está libre de las limitaciones y penurias que sufren los pobres. Por su pobreza el pobre no puede pagar abogados que le defiendan, ni médicos y remedios que lo curen, y en su desventura se vuelve odioso para sus amigos (14:20) y hasta para sus hermanos (19:7). ¡Cuán traicionero y falso es el mundo alejado de Dios! ¿Les parece que eso no es posible en nuestros días? En Lima debe haber por lo menos un millón de personas en esa condición, y quizá me quede corto.
No obstante, Santiago nos recuerda que Dios ha elegido “a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman” (St 2:5). Y Jesús mismo nos dio ejemplo al nacer y vivir en la pobreza (Lc 2:7; Mt 8:20). Pero en su misericordia cuando lo considera oportuno Dios “levanta del polvo al pobre… para hacerlo sentar con los príncipes de su pueblo.” (Sal 113:7,8)
Pr 18:11 completa el significado de la primera línea de este proverbio (“Las riquezas del rico…) diciendo “y como un muro alto en su imaginación.” El rico se imagina que su dinero lo protege de toda desventura, pero ¿acaso lo libra de enfermedades, o de disputas familiares? Al contrario, pudiera ser que su fortuna atice rivalidades entre sus futuros herederos, y que eso le amargue la vida. Por eso el salmista aconseja a los ricos no poner su confianza en las riquezas (Sal 62:10b), porque no lo librarán en el día de la ira (Pr 11:4). ¿Hay alguien que pueda sobornar a Dios?
Hay cosas en la vida que tienen mucho más valor que las riquezas como, para comenzar, el conocer a Dios (Jr 9:23,24). Por ello Pablo también aconseja a los ricos no poner su confianza en las riquezas, que son inciertas (1Tm 6:17), sino que, más bien, sean ricos en buenas obras (v. 18).
De otro lado, la pobreza no impide al pobre gozar de la gloria futura, ni la riqueza asegura que se gozará de ella, como nos muestra la historia del rico y del mendigo Lázaro (Lc 16:19-21). Más bien Jesús dijo: “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mt 19:24).
Como bien dice Ch. Bridges, ambos estados, la riqueza y la pobreza, tienen sus tentaciones y limitaciones propias (Pr 30:8,9; 1Tm 6:9,10). La mejor defensa contra ellas está en que los ricos sean “pobres en espíritu” (Mt 5:3; Jb 1:21), y que los pobres sean ricos en la fe (St 2:5; 1Tm 6:6-8).
Notas: 1. Curiosamente macor jayim (esto es “manantial de vida”) es en hebreo el nombre de la gran aorta de donde sale del corazón la sangre que irriga todo el cuerpo y le da vida.
2. Ya hemos visto que inteligencia no es lo mismo que sabiduría. Véase el comentario al vers. 10:1 en mi artículo “El Hijo Sabio Alegra al Padre”.


Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#930 (19.06.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 19 de octubre de 2016

EL CLAMOR DE LA SABIDURÍA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL CLAMOR DE LA SABIDURÍA
Un Comentario de Proverbios 8:1-21


Después de haber advertido contra las artimañas de la adúltera y las terribles consecuencias que pueden sufrir los que van tras ella, el proverbista hace el elogio de la sabiduría y los beneficios que acarrea seguir sus pasos.
No creo que yo pueda escribir una mejor introducción a este capítulo de Proverbios que las palabras con que Mathew Poole (1624-1679) comenta el primer versículo:
“Es una gran cuestión saber qué es esta sabiduría de la que Salomón habla tan amplia y profundamente en este capítulo. Algunos entienden que se trata de ese atributo, o perfección de la naturaleza divina que es llamada sabiduría, por medio de la cual Dios conoce perfectamente todas las cosas, y hace conocer a los hombres lo que juzga necesario, o conveniente que ellos sepan. Otros entienden que se trata de la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, que es llamado “la sabiduría de Dios” (Lc 11:49). Y no se puede imparcialmente negar que algunos pasajes concuerdan mejor con la primera opinión, y que otros, con la segunda. Posiblemente las dos puedan ser juntadas, y este capítulo pueda ser entendido de Cristo, considerado en parte en su capacidad personal, y en parte en su oficio de impartir la mente y la voluntad de Dios a la humanidad.”

1. “¿No clama la sabiduría y da su voz la inteligencia? 2. “En las alturas junto al camino, a las encrucijadas de las veredas se para;” 3. “En el lugar de las puertas, a la entrada de la ciudad, a la entrada de las puertas da voces:” 4. “Oh hombres, a vosotros clamo, dirijo mi voz a los hijos de los hombres.” 5. “Entended, oh simples, discreción; y vosotros, necios, entrad en cordura.” 6. “Oíd, porque hablaré cosas excelentes, y abriré mis labios para cosas rectas.” 7. “Porque mi boca hablará verdad, y la impiedad abominan mis labios.” 8. “Justas son todas las razones de mi boca; no hay en ellas cosa perversa ni torcida.” 9. “Todas ellas son rectas al que entiende, y razonables a los que han hallado sabiduría.”

1. ¿Dónde y cómo clama la sabiduría y hace oír su voz? Yo quiero oír su voz. ¿Dónde iré a escucharla? Dice que en las alturas, donde parten y llegan los caminos, y donde se cruzan los senderos. Yo he estado allí y no la he escuchado ¿Qué clase de oídos se necesita para escucharla? ¿Acaso habla ella sólo a los iniciados? Si dice que clama ¿no deberían todos oírla?
Pero ella habla sobre todo al corazón. Ahí están las puertas y las entradas donde ella se para a gritar. Su voz es inconfundible para el que se preparó a oírla, pero inexistente para el que no adiestró su oído. Para el que lo hizo, su voz es diáfana y evidente. Para el que no, es un murmullo sin sentido.
La sabiduría desea que los hombres extraviados oigan su mensaje, no se contenta con querer hablarles, sino que clama, grita para que la oigan. Sabe cuán importante es para la vida.
2,3. Con ese fin se pone en los lugares por donde pasan numerosas personas: en los sitios donde se cruzan los caminos, donde va y viene la gente en distintas direcciones. Pero también en los lugares de reunión, donde se reúne la gente para tratar sus asuntos. En las ciudades antiguas, rodeadas de murallas, había delante de las puertas de la ciudad, amplias explanadas donde los hombres cerraban sus negocios y se rendía juicio (cf 1:20-23).
Hoy día lo hace en los lugares y plazas concurridas, en las avenidas y calles donde circula la gente, en los mercados y centros comerciales donde están los compradores y vendedores atareados.
4,5. Su discurso se dirige a los hombres, porque ellos necesitan oírlo. No oculta lo que ellos son, porque de ahí viene su necesidad de escucharla. Son simples (es decir, ignorantes y carentes de experiencia) y necios (obstinados en el error). A ambas categorías de hombres les ofrece lo que necesitan: discreción (es decir, saber reflexionar, evaluar, decidir) y cordura, porque el que carece de sabiduría es como un enajenado.
En el salmo 49:1-4 la sabiduría hace un llamado semejante a todos los hombres, plebeyos y nobles, ricos y pobres. Jesús ordenará más adelante que el Evangelio sea proclamado a toda criatura sin distinción (Mr 16:15), a donde quiera que la voz humana alcance y haya oídos que escuchen.
6-9. Aquí la sabiduría repite el llamado que hizo en capítulos anteriores: “Oíd” (Pr 4:1,10); y hace el elogio de su mensaje para animar a sus oyentes a escuchar: cosas excelentes (Nota 1) que os llenarán de conocimiento; cosas rectas que os mostrarán el camino de la justicia. Lo que ella habla es verdad sin asomo de mentira. ¡Qué distinto del discurso habitual de los hombres llenos de engaños y tapujos! Ella está alejada de toda perversión. Los embustes del padre de la mentira son impotentes frente a ella, y ella desnuda sus falacias. Pero para captar plenamente su mensaje es necesario poseer de antemano una dosis de entendimiento y sabiduría.
El versículo 9 expone un pensamiento muy profundo que explica por qué muchos no entienden la palabra de Dios: Sólo el que ha hallado la sabiduría, porque la ha buscado diligentemente; o el que ha sido tocado previamente por ella, puede recibir o entender su mensaje; lo cual quiere decir que habrán muchos que no lo entenderán, o que no le darán ninguna importancia, permaneciendo indiferentes ante ella, como quien no entiende lo dicho en un lenguaje desconocido. Esos son los que confían en su propia prudencia (3:5), y terminan engañados por sus propios consejos.
10,11. “Recibid mi enseñanza, y no plata; y ciencia antes que el oro escogido. Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.”
Lo que la sabiduría ofrece es mejor que todas las riquezas de la tierra, entre otras razones, porque permite adquirirlas. No hay bien material que puede compararse con ella. Por eso dice: Preferid mi enseñanza a los metales costosos, y mi ciencia a las joyas más preciosas. Porque mi sabiduría es más útil en los avatares de la vida que la posesión de riquezas, y atrae más honores de parte de los hombres que la fortuna (cf Pr 3:14,15; 16:16; Jb 28:15-19).
12. “Yo, la sabiduría, habito con la cordura, y hallo la ciencia de los consejos.”

¿En qué se distingue la sabiduría de la cordura? La cordura es la cualidad que permite ver las cosas con realismo, sin desbordes de la imaginación, ni de los sentimientos y que, por tanto, al actuar escoge caminos seguros. Si asume riesgos, son moderados y están ampliamente compensados por las ventajas esperadas. No se deja llevar por el entusiasmo ni el pesimismo. No espera resultados exagerados, ni menosprecia los peligros.
13. “El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa aborrezco.”
El temor de Dios lleva inevitablemente a aborrecer el mal, y todo aquello que Dios rechaza, esto es, la soberbia y la arrogancia, que son contrarias a la humildad y a la mansedumbre que Dios ama. Y así como Él ama la vida justa y recta, detesta Él también la conducta desarreglada, la murmuración y la calumnia.
Son los soberbios, los arrogantes, los que más suelen andar por el "mal camino". Existe una correspondencia estrecha entre ciertas condiciones del alma y la conducta. El hombre modesto, aun pudiendo ser confiado en exceso, rara vez irá por caminos malos.
14. “Conmigo está el consejo y el buen juicio; yo soy la inteligencia; mío es el poder.”
Compañero de la sabiduría es el consejo sano y prudente, así como el sentido común, que permiten que uno camine por senderos razonables, evitando riesgos imprudentes e innecesarios. En cambio la arrogancia hace con frecuencia que el hombre escoja caminos arriesgados, pensando con ello atraer admiradores y seguidores. Cuando logra este cometido hará que muchos se arrepientan de haber seguido su ejemplo.
El poder se adquiere usando la fuerza o usando la inteligencia, o ambas a la vez. Aunque a veces usando la inteligencia se evita usar la fuerza. Eso es lo que nos dan a entender los vers. 21:22 y 20:18b. Ecl 9:13-16 desarrolla con más amplitud ese punto, mostrando cómo la sabiduría es mejor que la fuerza. Los cual es obvio, dado que la fuerza es un elemento animal, y la sabiduría un factor humano.
Vale la pena notar que el poder de que aquí se habla incluye el poder para ministrar y para predicar.
15,16. “Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra.” (2)
Dios da sabiduría para gobernar a todos los que están en autoridad en la tierra, aún a los incrédulos. En efecto, dado que toda autoridad viene de Dios (Rm 13:1), hay una unción de sabiduría que viene de parte suya y que reposa sobre todo el que ejerce un cargo, aunque sea una persona impía. La razón por la que Dios da su sabiduría aun a las autoridades inicuas es que tiene cuidado de los que están bajo su mando.
Todo el que ejerce una función de gobierno, aun sea incrédulo, recibe de Dios una  porción de sabiduría para gobernar, a menos que se haya entregado a Satanás, como hemos visto algunos casos. La recibe sin distinción de edad, educación, o posición social. La recibe no por él mismo, sino porque Dios ama a los que están bajo su mando y cuida de ellos. Si no recibiese esa sabiduría ningún hombre podría  gobernar bien.
"Por mi reinan los reyes". La verdadera autoridad, la que no es impuesta, sino aquella que los súbditos, o subordinados, otorgan espontáneamente al que manda, no se puede conseguir sin sabiduría. Se podría decir que de la sabiduría emana autoridad. La sabiduría reviste de autoridad al que la posea, sea hombre o mujer. De ahí que, por lo general, todos escuchen al sabio, aunque no siempre sigan sus consejos.
17. “Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan.”
Este versículo está emparentado con los vers. 4:8 y 9. La sabiduría, como mujer enamorada, ama, es decir, dispensa sus favores al que la ama, y se lo ha demostrado por su fidelidad en buscarla. Si tú te dedicas a buscar la sabiduría, ella no sólo vendrá a tu encuentro sino que, a su vez, te sostendrá en todo lo que hagas y emprendas.
Buscar la sabiduría temprano puede entenderse de dos maneras: buscarla desde edad temprana, como hizo el rey Salomón (1R 3:3-14); y buscarla diariamente en las primeras horas del día, orando y escudriñando la palabra.
18. “Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y justicia.” (Pr 3:16b)
Parte del premio de la sabiduría es la prosperidad, pero no sólo se trata de las riquezas materiales, sino de aquellas que están incluidas en la consideración recibida de parte de los hombres en reconocimiento de las cualidades demostradas en la vida práctica. De otro lado, es sabido que las riquezas obtenidas injustamente no son duraderas, sino se pierden rápidamente y llevan eventualmente al desprestigio, como dice Pr 20:17: “Sabroso es al hombre el pan de mentira, pero después su boca será llena de cascajo.” Los delincuentes que amasan fortunas están ansiosos de gozar de ellas porque saben que pueden perderlas en poco tiempo,
19. “Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; y mi rédito mejor que la plata escogida.”
En la relación de beneficios que otorga la sabiduría, y desarrollando la idea del versículo anterior, se desprende que la sabiduría contribuye al enriquecimiento de los que la poseen. El proverbio subraya, sin embargo, que el fruto, es decir, los beneficios que otorga la sabiduría, son mejores que los que producen los metales preciosos, el oro y la plata, porque son de mayor valor para la conducción de la vida y tener éxito.
Sabemos que las riquezas son volátiles e inestables, pero que la cualidad distintiva de los metales preciosos, el oro y la plata, es que son duraderos, no se oxidan ni se llenan de herrumbre. El que posee la sabiduría posee más que riquezas materiales, porque ellas pueden evaporarse, pues tienen alas (Pr 23:5), pero la sabiduría permanece en el individuo, madura y crece, constituyendo un capital interno que puede ayudarlo a reconstruir su posición si acaso la perdiera, o se arruinara.
20, 21. “Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros.”
Estos dos versículos amplían y continúan el pensamiento anterior diciendo que la sabiduría ayuda al que la posee a dirigir sus pasos por sendas de justicia, es decir, a seguir una conducta recta que Dios premiará bendiciéndolo materialmente (cf Sal 112:3). En otras palabras, el sabio posee en su mente y en su corazón los medios para mejorar su situación y prosperar.
Notas: 1. Aquí el hebreo dice “cosas principescas”, es decir, útiles para que los príncipes sepan gobernar.
2. Es interesante recordar que la doctrina del poder divino de los reyes, que prevalecía en tiempos del absolutismo (siglos XVI al XVIII), se apoyaba en estos dos versículos.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#916 (28.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).