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jueves, 6 de mayo de 2021

LA PATERNIDAD DE DIOS III

LA PATERNIDAD DE DIOS III

Dios, dice la Escritura es “Padre de huérfanos y defensor de viudas.” (Sal 68:5), es decir, de todos aquellos que no tienen quien los defienda ni saque la cara por ellos. Si tú te encuentras en esa condición, es bueno que sepas que no estás desvalido ante el mundo, que no estás indefenso. Tú tienes un Padre todopoderoso que está dispuesto a socorrerte y a defenderte de tus enemigos.


viernes, 10 de enero de 2020

VIAJE A ROMA, TEMPESTAD Y NAUFRAGIO I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
VIAJE A ROMA, TEMPESTAD Y NAUFRAGIO I
Un Comentario de Hechos 27:1-26
A partir del primer versículo de este capítulo la narración vuelve a la primera persona
plural (“nosotros”, que había sido dejada en Hechos 21:8). Eso es señal de que Lucas acompaña en el viaje a Pablo. Es muy probable, sin embargo, que Lucas durante todo el tiempo transcurrido a partir del versículo citado, no se haya alejado de Cesarea y que, incluso, haya sido testigo de los discursos pronunciados por Pablo.
Este capítulo es considerado por los críticos como una pequeña joya literaria, única en su género, como uno de los documentos más instructivos para nuestro conocimiento de la navegación en la antigüedad, en el que se nota la influencia ocasional del estilo de la Odisea de Homero, así como del primer capítulo del libro de Jonás. El almirante Lord Nelson, vencedor de la batalla de Trafalgar (1805), decía que él había aprendido como marino más de esta narración que de todos sus otros estudios profesionales.
Este capítulo, con su descripción de la tempestad y del naufragio y sus variadas experiencias, ha sido interpretado por muchos comentaristas como una alegoría de la vida humana, en que la partida es el nacimiento, y la llegada a Italia es la muerte. Si lo desea, cada cual puede sacar sus propias conclusiones.
En él se nos revelan también algunos aspectos admirables del carácter de Pablo, su valor a toda prueba y su gran sentido práctico en situaciones de peligro, así como la autoridad que él es capaz de ejercer sobre otros, aun estando en una situación de inferioridad como prisionero.
Por razones de claridad en la exposición, podemos dividir este viaje emprendido por el grupo de prisioneros y sus guardianes hasta su llegada a Roma (28:14), en nueve etapas. La primera se extiende desde la partida hasta la llegada a Buenos Puertos (vers. 8).
1. “Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.”
Una vez tomada la decisión de enviar a Pablo a Roma se aprovechó la primera oportunidad que se presentó para hacerlo en función de los navíos disponibles, aunque algunos piensan que Festo actuó irresponsablemente al enviar a Pablo por mar cuando ya la temporada de navegación estaba por terminar.
Pablo, junto con otros prisioneros que debían ser enviados a la capital del imperio, fue puesto en manos de un centurión perteneciente a una cohorte, o compañía imperial, título que se confería con frecuencia a las compañías que desempeñaban funciones auxiliares y, a veces, delicadas. Julio debe haber estado secundado por un grupo de soldados a sus órdenes suficientemente numeroso para mantener el control de los pasajeros de la nave.
2. “Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.”
La comitiva fue embarcada en una nave (plóion) procedente de Adriamitio en la región de Misia, un puerto situado en la costa noroccidental de lo que es hoy Turquía, cerca de Troas, y frente a la isla de Lesbos. El barco al que subieron hacía lo que nosotros llamaríamos servicio de cabotaje.
Junto con Pablo y Lucas se embarcó Aristarco, a quien ya conocemos por su participación en el alboroto en Éfeso (Hch 19:29), que fue también uno de los siete que acompañó a Pablo en su viaje a Siria (20:4), y que estuvo a su lado durante su estadía en Roma, pues el apóstol lo menciona en las cartas que escribió en esa ciudad (Col 4:10; Flm 24).
El historiador S.K. Ramsay sostiene que Lucas y Aristarco deben haber acompañado a Pablo en la condición de esclavos, lo que ilustraría el prestigio del prisionero. De lo contrario –según dicho autor- no se explicarían las consideraciones que Julio tenía con el apóstol, que no hubieran sido otorgadas a un prisionero carente de recursos económicos. Pero en cuanto a Lucas es más probable que él viajara en condición de médico a bordo. Otros piensan que las consideraciones que Pablo gozó durante el viaje se debían a la alta opinión que el centurión tenía de él.
3. “Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.”
La primera escala la hicieron en Sidón, puerto fenicio en cuya cercanía estuvo alguna vez Jesús (Mr 7:24). En esta ciudad había una comunidad de discípulos que había sido probablemente fundada durante la persecución desatada después del martirio de Esteban (Hch 11:19). El centurión mostró su consideración por Pablo permitiendo que el prisionero –sin duda acompañado por un soldado- visitara a los discípulos que había en la ciudad, y que estarían muy contentos de pasar algunas horas con Pablo y atenderlo. Es de notar que Pablo tenía un talento especial para ganarse la simpatía y la confianza de las personas con las cuales trataba, cuando no había una predisposición en contra suyo, como fue el caso de sus enemigos en el sanedrín.
4. “Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.”
Prosiguiendo su viaje navegaron “a sotavento” de Chipre. Esa expresión de técnica marítima, quiere decir a cubierto del viento –contrario a lo que sería a barlovento, es decir, del lado de donde sopla el viento, para protegerse del viento que soplaba desde el otro lado de Chipre.
5,6. “Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.”
Siguiendo su curso el navío navegó en mar abierto frente a las costas de Cilicia y de Panfilia al Sur de Asia Menor, hasta que llegó al puerto de Mira. Allí encontraron una nave que venía de Alejandría en Egipto, con destino a Roma, y el centurión embarcó a sus soldados y a los prisioneros en ella.
Esta nave formaba, sin duda, parte de las flotas que abastecían de trigo a la capital imperial, y llevaba, según se verá luego (v.38), una carga de ese cereal. Egipto era entonces, en efecto, la principal fuente de trigo de Roma, y sus naves gozaban de una protección especial.
7,8. “Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.”
Partiendo de Mira siguieron costeando con dificultad debido a que los vientos les eran contrarios, y después de varios días llegaron a Gnido, puerto al sur oeste de Asia Menor, frecuentado por naves mercantes de Egipto y, descartando la posibilidad de quedarse en ese puerto esperando vientos favorables, prefirieron bajar sin demora hacia la isla de Creta para cubrirse del viento; y de la punta este de la isla enfilar costeando hacia la rada de Buenos Puertos, cerca de Lasea, ciudad situada al centro de la costa sur de la isla.
Aquí empieza la segunda etapa del viaje.
9, 10. “Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.”
Ya habían perdido bastante tiempo debido a la lentitud del viaje. A partir de mediados de setiembre hasta mediados de noviembre la navegación en mar abierto se volvía peligrosa. Según anota Lucas ya había pasado el ayuno del gran día de expiación (Lv 16:29-31; 23:27-32), que ese año 59 cayó el 5 de octubre y, por tanto, no era prudente hacerse a la mar, por lo que Pablo, que era un viajero experimentado que había naufragado varias veces (2Cor 11:25), les aconsejó que invernaran en Buenos Puertos, pues de no hacerlo pondrían en peligro la nave, los pasajeros y su cargamento.
11,12. “Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste e invernar allí.”
Pero la opinión del piloto de la nave y de su dueño, que hacía las veces de capitán, prevaleció sobre el ánimo del centurión y decidieron zarpar hacia el puerto de Fenice, un poco más al oeste de la isla, donde esperaban encontrar condiciones más favorables para invernar.
Tercera etapa.
13,14. “Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.” 
Y como empezó a soplar un viento suave que venía del sur que era favorable para sus planes, levantaron las anclas y se dejaron llevar por esa brisa sin perder de vista la costa de la isla. De haber durado el viento propicio habrían llegado en pocas horas a Fenice, pero de pronto la dirección del viento cambió, y empezó a soplar un viento tifónico, dice Lucas, (ánemos tyfónicos) que venía del norte, que arremolinaba las nubes y agitaba el mar, que los marineros reconocieron como un antiguo y temido enemigo de la navegación, llamado Euroclidón.
15,16. “Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.”
Como no podían enfilar la proa contra el viento para avanzar en el sentido deseado, se dejaron llevar por él confiando en la suerte. Pasando por el costado de la pequeña isla Clauda, que momentáneamente los protegió del viento, aprovecharon para subir a la nave el bote salvavidas que solían llevar a remolque, y que no habían podido levantar antes por lo súbito del cambio de viento, pero pudieron hacerlo sólo con mucho esfuerzo por lo agitado del mar, y posiblemente con ayuda de los pasajeros.
17.”Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.”
Enseguida se pusieron a ceñir el barco transversalmente con cables que para el efecto todas las naves solían llevar, porque era sabido que los vientos huracanados, al levantar olas que golpeaban el navío, podían romper el casco. Cómo harían esa operación es difícil imaginarlo, pero es probable que los marineros bucearan por debajo de la nave para llevar los cables al otro lado del casco.
Un nuevo peligro empezó a preocuparles: Que la nave pudiera ser arrastrada por el viento hasta las arenas movedizas de la costa de Cirene (Libia hoy día) y pudieran encallar ahí, por lo que arriaron las velas y se dejaron llevar a la deriva.
18-20. “Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.”
Como la tempestad no amainaba, y temiendo que el barco hiciera agua, trataron de reducir su peso echando al mar los aparejos de la nave (las velas y sogas no indispensables), tarea en que colaboraron todos los pasajeros. (Nota 1)
Como los espesos nubarrones no dejaban ver el sol de día, ni las estrellas de noche, ni se divisaba tierra, la tripulación y los pasajeros (unas 276 personas en total) (2) empezaron a perder toda esperanza de salvarse. Ellos pudieron comprender en los hechos cuán exacta había sido la advertencia que les hizo Pablo, y cuán grande fue el error de no haberle hecho caso.
4ta Etapa
21. “Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.”
Pablo se puso entonces de pie delante de los que podían estar derechos, y les echó en cara el no haber hecho caso de la advertencia que les había dirigido cuando estaban en Buenos Puertos (v. 9,10) acerca del peligro para la nave y sus vidas que correrían si se hacían a la mar, y de que sería mejor invernar donde estaban.
Él les había hecho entonces esa advertencia como un viajero experimentado en riesgos marítimos, pues sabemos por un pasaje de 2 Cor 11:20, que él había naufragado tres veces antes y que, incluso, había estado 24 horas flotando en el mar, posiblemente aferrado a un mástil de la nave hundida. Él sabía pues de qué hablaba, aunque no fuera un hombre de mar.
Este versículo comienza notando que hacía tiempo que los tripulantes y pasajeros no habían comido. Cualquiera que haya estado alguna vez en alta mar en medio de una gran tempestad, como yo estuve una vez de joven, sabe que cuando el barco se mueve de uno a otro lado, se sufre de mareos y no se tiene en absoluto ganas de comer, porque lo que se ingiere se devuelve apenas comido.
Por lo demás poco es lo que hubieran podido comer, porque es seguro que gran parte de sus provisiones se habían mojado con el agua que entraba en el navío por el terrible oleaje.
22-26. “Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla.”
En medio de la grave situación Pablo los animó anunciándoles que aunque el navío se hunda, ninguno de ellos se ahogará, porque un mensajero de parte de Dios le ha dicho que él de todas maneras va a comparecer ante el tribunal del César en Roma, y que, gracias a sus oraciones, ninguno de los que están en el barco perecerá. Él está seguro de que así será porque sabe que el Dios al que él sirve nunca falla en sus promesas. ¡Cuánta importancia tiene que en situaciones de peligro haya un hombre justo entre los que están amenazados, porque a través de él Dios puede salvarlos!
Si alguien en nuestro tiempo dirigiera a los pasajeros de una nave en peligro palabras semejantes, pocos lo tomarían en serio, porque la mayoría de la gente es escéptica, o no cree en Dios alguno, y menos en un Dios que interviene activamente en nuestras vidas. Pero en ese tiempo, aunque fueran idólatras, todos casi sin excepción, creían en los poderes sobrenaturales, y un anuncio como el que les hizo Pablo no les parecería ser producto de una fantasía exaltada.
Notas: 1. Se recordará que al comienzo del libro de Jonás una gran tempestad amenazaba hundir la nave en que viajaba el profeta, por lo que los marineros echaron al mar todo lo que pudieron, a fin de disminuir su peso (Jon 1:4,5).
2. Sólo una nave dedicada al transporte de trigo podía ser suficientemente grande como para llevar tantos pasajeros a bordo.
#978 (04.06.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

miércoles, 22 de agosto de 2018

PABLO ES ENVIADO AL PROCURADOR FÉLIX


    LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PABLO ES ENVIADO AL PROCURADOR FÉLIX
Un Comentario de Hechos 23:23-35

En vista del complot que cuarenta conjurados fanáticos habían tramado para asesinar a Pablo, el tribuno toma las medidas necesarias para enviar al apóstol al procurador en Cesarea, donde estaría a buen recaudo.
23,24. “Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador.”
Al enterarse del complot de los conjurados el tribuno actúa rápidamente para sacar a Pablo de Jerusalén, donde su vida corre peligro, y enviarlo sin tardanza a Cesarea, sede del procurador de Judea, donde estará seguro. Él no quiere que se le pueda acusar de no proteger la vida de un ciudadano romano al que no se le acusa de nada que sea un delito bajo las leyes del imperio.
Para ello ordena que dos centuriones se preparen para salir de la ciudad a eso de las 9 de la noche con doscientos soldados (que llevaban escudos y la famosa espada corta mortífera), sumados a setenta cabalgaduras (caballos o mulas), con sus respectivos jinetes, y a doscientos lanceros, esto es, soldados de  pie con armas ligeras. Ordenó que tomasen a Pablo consigo, subido a una de las cabalgaduras, y partiesen rápidamente.
Cabe preguntarse ¿vivían estos cuatrocientos setenta soldados en la Torre Antonia? Habría que pensarlo porque de lo contrario, reunir toda esa tropa al comenzar la noche produciría un alboroto que alertaría a los conjurados. El éxito de la operación  dependía de que se hiciera en secreto. Pero la partida de setenta caballos, más cuatrocientos hombres no podría pasar desapercibida. Si los conjurados se dieran cuenta de la maniobra nocturna es posible que no se atrevieran a obstaculizar la salida, o a perseguir a un contingente tan considerable de soldados. Resguardado por una tropa tan numerosa, bien se puede decir que Pablo viajaba seguro. Bien se puede aplicar a su caso la frase de David: “El ángel del Señor acampa en torno de los que le temen y los defiende.” (Sal 34:7) El poder de la guardia celestial se manifestaba en una numerosa guardia humana.
25-30. “Y escribió una carta en estos términos: Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.”
Ahora nos enteramos de que el tribuno se llamaba Claudio Lisias, nombre que había tomado cuando adquirió la ciudadanía romana mediante el pago de una fuerte suma (Ver Hch 22:28) (Nota 1)
¿Cómo conoció Lucas el texto de la carta para poder reproducirla? Posiblemente pudo tenerla en sus manos, pues estaría archivada en Cesarea, o la reconstruyó con los datos que sus investigaciones obtuvieron, lo que no quiere decir que la reprodujera literalmente. Pero lo primero es más probable.
El texto de la carta es escueto pero suficientemente informativo como para que el procurador supiera qué decisión tomar respecto del preso. En ella indica que el prisionero judío que se le envía es un ciudadano romano que estaba a punto de ser linchado por la plebe cuando él lo rescató y, convocado al día siguiente el Sanedrín, con el fin de averiguar de qué se le acusaba, se enteró de que no se trataba de ningún delito bajo las leyes del imperio, sino de algo concerniente a las leyes religiosas judías. Pero enterado de una conjura para matarlo, lo envía para que esté a salvo, y que el procurador decida qué hacer con él, al mismo tiempo que le informa de que ha avisado a las autoridades judías a fin de que presenten sus acusaciones ante él.
31,32. “Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza.”
Obedeciendo a las órdenes dadas, la compañía de soldados partió a las nueve de la noche llevando a Pablo consigo, e hicieron a marchas forzadas el recorrido de más de 50 Km que separa Jerusalén de Antípatris, a donde llegaron al día siguiente. Se ha cuestionado que la comitiva a pie pudiera hacer el viaje en tan poco tiempo. Quizá Lucas ha omitido un día en su narración para hacerla más dinámica.
Antípatris, dicho sea de paso, era una ciudad situada en la fértil llanura al norte de Galilea, que había sido fundada por Herodes el Grande en honor de su padre, el general idumeo Antípater, que brindó valiosos servicios a los romanos, y que fuera el iniciador de la dinastía herodiana.
Llegados a esta ciudad, y ya lejos del alcance de los conjurados, la infantería regresó a Jerusalén, mientras los setenta jinetes proseguían su viaje de 40 km a Cesarea a través de la llanura.
33-35. “Cuando aquellos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.”
Llegados a su destino el jefe de la caballería, o alguno de los centuriones, entregó al procurador Félix la carta que le enviaba el tribuno, y dejaron a Pablo en sus manos.
Cuando Félix hubo leído la carta le preguntó a Pablo de dónde era. Era muy importante tener este dato porque según las leyes imperantes el prisionero estaba bajo la jurisdicción de su lugar de origen, y Félix no hubiera podido retenerlo, sino hubiera tenido que reenviarlo a las autoridades que correspondían, tal como, por ejemplo, hizo Pilatos cuando se enteró de que Jesús era de Galilea, y lo envió al tetrarca Herodes Antipas. Pero, dado que Pablo procedía de la provincia romana de Cilicia, a él le correspondía ocuparse de su caso.
Vemos aquí al apóstol a merced de las autoridades humanas ciertamente, pero al cuidado de una autoridad superior invisible que velaba por él, y eso lo hacía sentirse seguro.
El procurador dijo entonces que cuando vinieran a Cesarea los acusadores del prisionero él se ocuparía de su caso, y ordenó que entretanto Pablo permaneciera en custodia en el pretorio (2), enorme y lujoso palacio que Herodes el Grande había hecho construir para sí en esa ciudad, y que ahora servía de residencia al gobernador romano.
Antonius Félix (es decir, feliz) fue procurador de Judea entre los años 52 y 59 DC. Él era posiblemente un esclavo liberto del emperador Claudio, o de su madre Antonia (de quien había tomado su “nomen gentile”). Él fue nombrado procurador pese a no formar parte de la orden ecuestre, a la cual estaban reservados esos cargos, gracias a la influencia de su hermano Pallas, uno de los favoritos de Claudio, y que era, a su vez, un esclavo liberto de la madre de Claudio, Antonia (3). Antes de su nombramiento él parece haber ocupado una posición secundaria en Samaria bajo su predecesor, Ventidium Cumanus.
Su gobierno fue marcado por intensas agitaciones, porque él aplastó sin misericordia los levantamientos que se produjeron en esos años (entre ellos, el del año 55 del pretendido mesías de origen egipcio con el que el tribuno confundiera inicialmente a Pablo, Hch 21:38). De él dice el historiador Tácito que “ejerció con salvajismo y avidez los poderes de un rey con la mentalidad de un esclavo”. La narración de Lucas hace resaltar dos aspectos poco favorables de su carácter: Su escaso sentido de la justicia y su codicia. Él mantuvo a Pablo en prisión dos años a pesar de la evidencias que existían a favor de su inocencia (Hch 23:27-29), porque esperaba que Pablo le pagara por obtener su libertad (24:26). Cuando fue removido, debido a su infortunada y violenta intervención en la disputa entre las comunidades judía y griega de Cesarea, en vez de liberarlo, dejó a Pablo en prisión para congraciarse con los judíos (24:27). Se salvó de ser enjuiciado por Nerón, ante quien los judíos se quejaron por su crueldad, sólo por la influencia de su hermano Pallas. Pese a su humilde origen se casó tres veces con mujeres de alcurnia.
La primera fue una nieta de Antonio y Cleopatra, y la tercera, Drusila, era una hija de Herodes Antipas (Hch 24:24), y hermana de Herodes Antipas II. Félix era pues, lo que nosotros llamaríamos hoy día, un típico arribista sin muchos escrúpulos.
Extraño destino el de Pablo puesto en mano de hombres injustos, crueles y ávidos de dinero, que no conocían a Dios, y más bien rechazaban su palabra (24:25). A través de ellos, sin embargo, obraba Dios sus propósitos con Pablo, no librándolo de tribulaciones, pero sí protegiendo su vida de sus más encarnizados opositores.  Observando a los personajes de esta historia podemos percibir el gran contraste que existe entre la mentalidad del discípulo de Cristo, cuya mirada está dirigida hacia las realidades eternas, y la del hombre mundano, cuyas aspiraciones están dirigidas exclusivamente a las realidades terrenas.
Cuánta razón tuvo Juan al escribir: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1Jn 2:15-17). Aunque somos cristianos es oportuno que nos preguntemos, ¿cuánto del mundo y del amor por lo transitorio permanece en nosotros?
Notas: 1. Según el historiador romano Dio Cassius, durante el reinado del anciano Claudio, su mujer Mesalina y sus cortesanos vendían el derecho de ciudadanía a fin de llenarse los bolsillos. Lisias debe haber sido un hombre de medios económicos y de buenos contactos para haber podido comprar la ciudadanía romana y hacerse nombrar funcionario del ejército al mando de mil hombres.
2. Esta palabra de origen latino designaba al palacio donde residía la autoridad romana del lugar. Así, por ejemplo, Pilatos residía en el pretorio de Jerusalén (Mt 27:27; Mr 15:16; Jn 18:28,29; 19:9). Cuando Pablo estuvo prisionero en Roma, él permaneció en el pretorio, o palacio del César (Flp 1:13).
3. La sociedad romana estaba organizada en cuatro órdenes o clases (sin contar los esclavos), siendo la orden ecuestre la segunda debajo de la orden senatorial (los miembros del senado), y encima de la orden decurional y de la plebe. Los miembros de la segunda en su origen –como su nombre indica- eran los dueños de dos caballos, animal caro de mantener, y debían demostrar poseer una fortuna no menor de 400 mil sestercios. Entre las diversas funciones que se les asignaba en la administración pública estaba el arrendamiento de los impuestos imperiales, tal como hacían los publicanos en Palestina en tiempos de Jesús.


Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#965 (05.03.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


viernes, 27 de julio de 2018

EL COMPLOT CONTRA PABLO


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL COMPLOT CONTRA PABLO
Un Comentario de Hechos 23:12-22
Después de la gran discusión que se suscitó en el sanedrín por las palabras de Pablo acerca de la resurrección, y estando él en custodia, Jesús se le presentó por la noche en visión para animarlo y decirle que era necesario que él testifique también en Roma.
12-15. “Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.”
Al día siguiente un grupo de más de cuarenta judíos -no sabemos si eran los mismos judíos de Asia que habían acusado a Pablo de introducir a un gentil en el templo, (Hech 21:27) o si eran otros de sentimientos similares, (Nota 1) se comprometieron bajo juramento a no comer ni beber nada hasta que hubieran matado a Pablo. El original dice “se anatematizaron”, esto es, hicieron un voto solemne e indisoluble que los maldecía si no lo cumplían (2). Utilizaron el ayuno, que es una práctica piadosa que se emplea con fines buenos, como medio para alcanzar sus malvados propósitos.
El Venerable Beda (autor del siglo VIII) comenta al respecto: “Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5:6). Pero estos hombres tenían hambre de iniquidad y sed de sangre, al punto que renunciaron al alimento del cuerpo para ser saciados por la muerte de un justo.” (3).
   ¿Qué era lo que les impulsaba a odiar a Pablo tan intensamente? No podemos saber plenamente cuál era el origen de ese aborrecimiento, pero sabemos que Pablo era para ellos un apóstata que había renunciado a la religión de sus padres para unirse a la odiada secta de los nazarenos. Pero sobre todo, lo que más les indignaba era que Pablo enseñase por las sinagogas de la dispersión que ya no era necesario cumplir las normas y prescripciones rituales de la ley de Moisés, y otras que su tradición había agregado. En suma, ellos acusaban a Pablo de negar a Moisés, cuya obra era la esencia de su identidad nacional y, encima de eso, que él pretendiera incorporar a los gentiles a su pueblo, derribando la pared que separaba a los judíos de los gentiles. En suma, era un traidor a su nación. Recuérdese que, según su concepción, la diferencia entre judío y gentil era el abismo más grande que separaba a los seres humanos, algo de lo cual ellos se enorgullecían, pues eran el “pueblo escogido”. (4)
  Este derribar de la pared que separaba a los judíos de los gentiles –simbolizada por la pared que separaba el atrio de Israel en el templo, del atrio de las mujeres, y del atrio de los gentiles- haciendo de ellos un solo pueblo en Cristo, era uno de los puntos capitales de la doctrina que Pablo enseñaba (Ef 2:14-16): “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (3:6), esto es, de la iglesia, como él escribe en otro lugar: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni  mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gal 3:28).
Esta frase paulina tiene su contraparte en la oración matinal que pronunciaba todo varón judío dando gracias a Dios por no haber nacido gentil, esclavo, o mujer, y que Pablo mismo debe haber dicho de joven diariamente como buen judío, antes de su encuentro con Jesús. Esta oración, dicho sea de paso, refleja la situación de inferioridad que la mujer ocupaba en el mundo antiguo, incluso en el judío, de la cual fue rescatada por Jesús.
Hecho este pacto malévolo se lo comunicaron a las autoridades del templo y del Sanedrín, (que pertenecían principalmente al partido de los saduceos) y les propusieron que le pidieran al tribuno (5) que trajera nuevamente a Pablo ante el Sanedrín, para hacer las indagaciones que no se pudieron hacer el día anterior debido a las discusiones que se produjeron.
Ellos por su lado estaban preparados para matar a Pablo en el camino entre la Torre Antonia y el recinto en que se reunía el Sanedrín. Éste era un proyecto muy osado, pues suponía arrancar a Pablo de las manos de los soldados romanos, –es decir, agredirlos- para asesinarlo en el instante, antes de que los soldados pudieran reaccionar. Era éste un acto de rebelión que podía costarles la vida y provocar una ola de represalias contra el pueblo de parte de los romanos. Pero los peligros que comportaba su acción no los amilanaban, tan grande era su odio. ¿Cuál era la causa de ese odio? El enemigo incansable de nuestras almas era el que fomentaba ese odio feroz al apóstol que, difundiendo el mensaje del Evangelio en territorio pagano, arrancaba a las almas de sus garras, salvándolas del fuego eterno.
En realidad, al escucharlos, las autoridades del Sanedrín debieron haberlos disuadido de su proyecto, que encerraba peligros para la población, pero no lo hicieron, pese a que era una acción ilegal, sino que la aprobaron, convirtiéndose en cómplices de su mortal proyecto. Ellos estaban dispuestos a permitir que se utilizase el órgano de gobierno máximo de Israel y su sistema legal, como pretexto para tender una trampa mortal a Pablo.
16. “Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.”
Para gran suerte de Pablo (si se puede llamar suerte a la protección divina) un sobrino suyo oyó hablar del complot, y fue donde el apóstol, y le informó de lo que estaban tramando.
Este incidente posa una serie de interrogantes acerca de las relaciones de Pablo con su familia. En Flp 3:8 él escribió que, por amor de Cristo, él lo había perdido todo, frase que se suele interpretar en el sentido de que, al hacerse seguidor de Cristo, su familia lo había rechazado, y quizá hasta desheredado. Pero si él tenía una hermana es muy probable que algún vínculo de afecto hubiera permanecido entre ambos, y que su hijo hubiera participado de él. Nada sabemos de ella ni en dónde vivía. Si en Jerusalén, y ambos hubieran mantenido relaciones cordiales, él se habría alojado donde ella, pero nunca lo hizo. La conjetura más probable es que ella permaneció en Tarso, mientras que su hijo había sido enviado a Jerusalén para estudiar la ley bajo un maestro reconocido, tal como lo había sido Pablo en su momento.
Al respecto vale la pena recordar que cuando Pablo escapó de Damasco porque los judíos de la ciudad querían matarlo, y fue a Jerusalén donde “disputaba con los griegos” (es decir con judíos de la diáspora de habla griega), y éstos también querían matarlo, los hermanos de Jerusalén lo enviaron a Tarso (Hch 9:29,30). Si él hubiera estado en malos términos con su familia, no lo habrían hecho, ni él lo habría aceptado. Si él permaneció en su ciudad natal algún tiempo, posiblemente recobrando fuerzas, es porque sus relaciones con sus parientes no habían sido rotas.
Pero ¿quién era el padre de ese muchacho? Nada se dice. En todo caso, el chico mantenía buenas relaciones con su tío, que podrían ser fraternales como las de su madre.
¿Cómo se había enterado el muchacho de una celada que, suponemos, había sido tramada en secreto? Quizá no lo fuera tanto. Si el joven estuvo presente cuando ellos se juramentaban, su presencia no los habría inquietado, porque desconocían su parentesco con Pablo. Sea como fuere, el joven comprendió el peligro, y fue a avisarle a su tío que, siendo ciudadano romano –como lo era probablemente también su sobrino- podía recibir visitas en la fortaleza no obstante estar preso.
17-22. “Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.”
Lo que sigue a continuación es una muestra de las consideraciones con que Pablo era mantenido en custodia en la fortaleza, pues el centurión hizo lo que Pablo le solicitaba y llevó al joven donde el tribuno, quien, a su vez, lo recibió cortésmente, y quiso escuchar, sin que nadie más oyera, lo que el sobrino tenía que comunicarle.
El muchacho entonces le informó en detalle del complot que esta cuarentena de hombres había tramado para asesinar a Pablo. Con ese fin iban a pedirle al tribuno que llevara nuevamente a Pablo al Sanedrín, para tener ocasión de asesinarlo durante el trayecto.
El tribuno tomó muy en serio la advertencia pues él era responsable de la vida del ciudadano Pablo, y tenía que tomar todas las precauciones que fueran necesarias para que nadie pudiera asesinarlo.
Para lo que seguiría enseguida era muy importante que el sobrino no dijera a nadie que él lo había informado de la celada, y así se lo dijo, porque si los conjurados se enteraban de que su plan había sido descubierto, inmediatamente hubieran adoptado otras medidas para llevar a cabo su propósito de matar a Pablo.
Aquí vemos pues cómo Dios en su divina providencia, y en vista de sus propósitos futuros, estaba protegiendo la vida de Pablo de las amenazas que se urdían contra él, pues era ciertamente Él quien había hecho que el sobrino se enterara del plan de los conjurados, y se había asegurado de que el tribuno romano lo escuchara, y tomara enseguida las medidas necesarias para mantener a Pablo a salvo de las asechanzas contra su vida.

Notas: 1. Según A. Schlatter, se trataba de zelotes. Otros piensan que eran principalmente saduceos.
2. El sustantivo anáthema es un regalo u ofrenda, o cualquier cosa entregada para ser destruida y, por tanto, maldita. Por ej. en Dt 13:16,17 Moisés ordena que si de alguna ciudad salieran hombres que incitaran a los israelitas a adorar dioses ajenos, la ciudad, sus habitantes y todo lo que contiene deberá ser destruido por fuego, y nadie se quedará con algo del anatema (aquí esta palabra es traducción del hebreo jerem = maldito). Un ejemplo clásico del cumplimiento y de la violación de esta orden está en el cap. 6 del libro de Josué donde se narra la destrucción de Jericó y donde los israelitas mataron a todos sus habitantes (excepto a Rahab y sus familiares), y a todo su ganado, y quemaron la ciudad, salvando los utensilios de oro y plata, de bronce y de hierro que podían ser incorporados al tesoro de Jehová. Josué dio orden de que nadie tomara por su cuenta cosa alguna del anatema para no hacer que el campamento de Israel fuera a su vez anatema (Jos 6:18). Pero un israelita de nombre Acán se dejó tentar, y tomó del anatema un manto babilónico, objetos de plata y un lingote de oro y los escondió en su tienda, lo que causó que los israelitas fueran derrotados al intentar tomar la pequeña ciudad de Hai. Descubierto el culpable, él y su familia junto con su ganado fueron apedreados y después quemados (Jos 7).
Dt 7:26 dice que los ídolos de los paganos son anatema, es decir, destinados a ser quemados, así como todo aquel que los tenga en casa. Dt 21:23 dice que el que cuelga de un madero es maldito y no deberá permanecer ahí durante la noche porque contaminaría la tierra, lo cual empalma con Gal 3:13 que dice que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley” haciéndose maldición por nosotros al haber sido suspendido de un madero, esto es, de la cruz.
En Rm 9:3 Pablo dice que él desearía “ser anatema, separado de Cristo” por sus hermanos los israelitas, si fuera posible, con tal de que ellos se conviertan. Dice también que el que no ame al Señor Jesús sea anatema, es decir, maldito (1Cor 16:22). Véase también 1Cor 12:3 y Gal 1:8,9.
De la palabra anatema se deriva el verbo anathemizó, que significa hacer un voto o juramento indisoluble que maldice al que lo incumple, que fue precisamente lo que hicieron los conjurados que se propusieron asesinar a Pablo.
3. Cabría preguntarse: Puesto que no llegaron a cumplir su malévolo cometido, como veremos luego, ¿qué pasó con ellos y con el terrible juramento que hicieron? Aunque la Escritura insiste en la seriedad de los compromisos contraídos bajo juramento o voto (Véase Nm 30:2; Dt 23:21-23), es sabido que en la práctica posterior del judaísmo, los rabinos tenían autoridad para exonerar a las personas de los votos incumplidos. Aunque la diferencia entre ambos no es muy clara, Jesús prohibió los juramentos, mas no los votos (Mt 5:33-37).
4. Respecto de la elección de Israel debe notarse que ella procede del puro amor de Dios, no de que ellos fueran más dignos que los otros pueblos, “pues vosotros eráis el más insignificante de todos los pueblos”, sino porque Dios quiso guardar el juramento que hizo a sus padres (Dt 7:7,8). La elección supone un privilegio, pero también una obligación que se expresa de diversas maneras. La primera es la de mantenerse separado de los demás pueblos para no contaminarse con sus prácticas idolátricas. Eso explica la prohibición de tomar mujeres extranjeras para sí o para sus hijos, dada en Ex 34:15,16, y reiterada en Nh 13:25. La segunda es la obediencia fiel a los mandamientos del pacto celebrado en el Sinaí (Ex 20:1-17), y a todas las disposiciones que se fueron dando después. Buena parte de los libros históricos del Antiguo Testamento están dedicados a narrar cómo Israel fue infiel a las obligaciones que le imponía el pacto celebrado con Dios, especialmente el alejarse de la  idolatría.
5. Jilíarjos = comandante de mil, término que viene de las palabras jília (mil) y arjós (jefe). En latín tribunus militum.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#964 (26.02.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

miércoles, 9 de septiembre de 2015

ANOTACIONES AL MARGEN XLI

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XLI

  • v  Yo estoy convencido de que Dios me ama y de que nada, nada puede hacerme realmente daño, porque Él me cuida, y de que si paso por algunas pruebas, es porque las necesito, y que su amor por mí las ordena.
  • v  Un salmo dice: "Le concediste los deseos de su corazón." (21:2) Sí, Él puede convertir en realidad nuestros sueños.
  • v  ¿Cómo podemos probarle a Jesús que le amamos? Haciendo su palabra y ayudando al prójimo.
  • v  Como todo en la vida, la recompensa tiene también su hora.
  • v  Si yo soy consciente de mi impotencia y deploro mi debilidad, el que es Omnipotente y fuerte vendrá a socorrerme y a suplir mis deficiencias;
  • v  Jesús nos conoce a fondo, pero nuestra miseria no le repugna, sino le atrae para remediarla.
  • v  Si Dios nos diera de inmediato lo que le pedimos seríamos unos engreídos. Pero cuando hemos crecido en la fe, responde rápido a nuestra oración.
  • v  Cuando nos ocupamos de las cosas de Dios, Él se ocupa de las nuestras.
  • v  Para el que la recibe con fe, la palabra de Dios le es provechosa. Pero al que la desprecia, también le sirve...para condenación.
  • v  ¿Dónde está Dios? En la profundidad de nuestro corazón, en las interioridades de nuestra alma, a las cuales nunca llegamos porque estamos demasiado agitados. Pero allí debemos buscarlo para que nos hable.
  • v  Entre Dios y el hombre las convenciones y apariencias del mundo no cuentan. Sólo la verdad.
  • v  Los que crucificaron a Jesús están vivos todavía, y no dejan de atacarlo. Le tienen un odio a muerte que Satanás incita. Pero nosotros con nuestra fidelidad podemos levantar un escudo que desvíe su furia y proclame Su victoria.
  • v  Nosotros tendemos a despreciar y condenar a los pecadores. Pero Jesús no vino a condenar a los pecadores sino, a buscarlos. No vino por los justos. Y dijo además que había más fiesta en el cielo por un pecador que se convierta que por 99 justos (Le 15:7).
  • v  Cuando uno se arrepiente. Dios perdona. Pero el arrepentimiento debe ser a la medida del pecado. Un pecado grande exige un arrepentimiento también muy grande para que Dios lo tenga en cuenta.
  • v  Nosotros amamos a Jesús con toda nuestra alma (decimos), pero deseamos aplazar el día del encuentro definitivo con Él, porque nos aferramos a esta vida con todo lo que ella involucra (nuestros bienes, nuestra familia, nuestras ocupaciones). En el fondo es porque amamos poco a Dios. Si lo amáramos realmente como decimos, suspiraríamos todos los días por el ansiado encuentro.
  • v  Todo el que ama, sufre; y el que ama a Dios, más todavía.
  • v  Todo el que ofende a Dios, se hace un gran daño a sí mismo, y muchísimo más, si no se arrepiente antes de morir.
  • v  Yo no quiero que me alaben. Basta con que Dios me apruebe.
  • v  Dios nos pide que muramos a nosotros mismos, lo que significa en parte renunciar a nuestros deseos personales.
  • v  ¡Qué cosa más difícil! Porque vivimos teniendo y satisfaciendo nuestros deseos personales. Nuestra vida no es otra cosa sino eso, un tejido de deseos personales satisfechos e insatisfechos.
  • v  ¿Qué será lo que me depara el porvenir? Lo que el Señor quiera. ¿Puedo yo desconfiar de Él? ¿Puedo yo desear para mí mismo algo mejor de lo que Dios desea darme?
  • v  ¿Cuál será el castigo de los que llamándose cristianos, y jactándose de sus títulos académicos, pervierten la doctrina de la iglesia, y enseñan cosas falsas que confunden a los creyentes?
  • v  El lujo en que muchos cristianos viven es un augurio de la modestia de su morada eterna, si se salvan. O de lo contrario, puede ser un anuncio del intenso fuego que los espera en el infierno.
  • v  La intención con que hacemos las cosas es el patrón con que se mide el valor ético de nuestros actos.
  • v  Nosotros poseemos a Dios - y somos poseídos por Él- en la medida en que lo amamos.
  • v  Jesús habita en todos los creyentes, pero nos hace sentir su presencia en mayor o menor medida, según sea la intensidad de nuestro amor.
  • v  Por respeto a su creación Dios deja libre al hombre de tomar sus propias decisiones, aunque le da normas y principios según los cuales debe y le conviene obrar. Según sea la rectitud de sus intenciones al obrar, será premiado o castigado.
  • v  ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Tener la palabra de Dios en nuestro corazón, meditar en ella y asimilarla para que ella guíe nuestros pasos. Y luego, transmitirla a otros para que ellos hagan lo mismo. Proclamar a los cuatro vientos el poder del nombre de Dios y la fuerza invencible de su amor. Predicar el arrepentimiento que cambia el corazón del hombre y la necesidad de negarse a sí mismo.
  • v  Nunca debemos cansarnos de orar, porque la oración todo lo puede.
  • v  En verdad el pecado ha intensificado sus armas en los últimos tiempos y ha renovado su ofensiva contra las almas incautas, a las que ciega con sus halagos engañosos para llevarlos al infierno.
  • v  Nadie puede vivir sin Dios y menos los incrédulos. Incluso los que no creen en Dios, los que niegan su existencia, o lo insultan o lo blasfeman, viven por el aliento de vida que Dios les da y es Él quien los sostiene. Viven gracias a Aquel cuya existencia niegan o abominan. Eso es algo trágico y a la vez, grotesco.
  • v  ¿Qué se puede hacer para salvar de su engaño a aquellos que Satanás ha cegado y endurecido? ¿A los que corren hacia al abismo y que, en la práctica, aunque no lo sepan, han vendido su alma al diablo? Orar, orar por ellos, y confiar en la misericordia de Dios.
  • v  No seamos duros con los pobres, incluso cuando los ayudamos, porque Jesús está en ellos. No sea que algún día Él nos diga: Tuve hambre y me diste de comer, pero me lo diste de mala gana y humillándome.
  • v  El sufrimiento que debe ser aceptado es el que sólo Dios puede aliviar, porque viene de Él.
  • v  A veces pasamos por sufrimientos cuya causa desconocemos y que rechazamos, porque honestamente creemos que no los merecemos. Pero el que sufre pensando en los sufrimientos mucho mayores y más injustos de Cristo, gana un gran tesoro para el cielo, porque se hace semejante a Él.
  • v  En la práctica los seres humanos nos comportamos como lobos hambrientos unos con otros, y no sólo los asaltantes, o los soldados en el fragor de la batalla. También muchos empresarios "decentes" se comportan así con sus clientes, y no están satisfechos si no los esquilman y despedazan con sus dientes para enriquecerse.
  • v  "El mal sólo puede ser vencido por el amor". Gran verdad. De ahí que se nos exhorte a no devolver mal por mal, sino bien por mal.
  • v  La bondad, la generosidad, la pureza son escasas en nuestro mundo que ha perdido su verdadero centro, porque esas virtudes se marchitan en la persona egocéntrica, egoísta, y todo en ella gira en torno de sí misma y no de Dios.
  • v  En efecto, el fondo de muchas almas es semejante a una cloaca, y muchas veces, por desgracia, sale a flote, y contamina a otros.
  • v  Cuanto más pequeños seamos, esto es, menos orgullo haya en nosotros, mayor será el fruto de la palabra de Dios en nuestra alma, mayor respuesta suscitará, mejor la comprenderemos. En cambio el orgullo hace que nuestra mente no entienda lo que Dios dice, o lo entienda mal, o limitadamente. Es inevitable que así sea, porque el orgullo hace que Dios nos mire de lejos.
  • v  ¿Cómo guía Su corazón a mi corazón? Inspirándole sentimientos semejantes a los Suyos. ¿Y Su espíritu a mi espíritu? Inspirándome ideas basadas en las Suyas. ¿Y Su mano a mi mano? Guiándome para que actúe como Él actuaría si estuviera en mi lugar. Pero en muchas ocasiones mi reacción natural es demasiado humana y carnal, y no se asemeja en nada a Él.
  • v  Jesús dijo: "El que no es conmigo, contra mí es." (Mt 12:30) No hay término medio. Son actitudes totalmente diferentes, que llevan también a resultados opuestos. Proverbios dice que el impío se apresura con los pies para hacer lo que al final será para su daño (6:18), aunque momentáneamente le acarree alguna ventaja.
  • v  ¡Qué cierto es que los que están sólo ocupados en gozar de la vida no tienen mente ni ojos para las cosas superiores, espirituales! ¡Cuán grande y amarga será la sorpresa que se llevarán cuando descubran que éstas eran las que valían la pena, porque son duraderas, mientras las que los tenían ocupados eran pasajeras!
  • v  El amor que sentimos unos por otros nos protege de la justicia divina, porque Dios se goza en la unidad de los hermanos.
  • v  Así como los padres se gozan satisfaciendo los deseos de sus hijos. Dios, que es un padre infinitamente más amoroso que los mejores padres humanos, se goza satisfaciendo nuestros deseos, y si no los colma todos, es porque nos conoce y sabe cuáles son nuestros límites.
  • v  Es más fácil ceder a la tentación que vencerla, pero las consecuencias pueden ser fatales.
  • v  ¿Qué mejor regalo podemos hacerle a Jesús que un alma que se convierta y empiece a amarlo? Aunque Él es Dios y lo tiene todo. Él está ansioso de que le hagamos tales regalos.
  • v  Él es en verdad como un mendigo que estira su mano pidiendo una limosna de almas que aún no lo conocen. ¡Cuánto nos cuesta dársela! ¡Pero cómo seremos recompensados si lo hacemos!
  • v  Lejos de Dios para siempre hay un sufrimiento infinito; cerca de Él, un gozo eterno.
  • v  En verdad, la sensualidad destruye al alma, y le corta las alas para volar hacia su Creador.
  • v  Por muy indignos que seamos, Jesús nos ofrece siempre su perdón y se regocija en dárnoslo.
  • v  Jesús está intensamente involucrado en la vida de los que lo aman sinceramente. Él ama, se goza y sufre con ellos, y toma parte en todo lo que hacen, menos, naturalmente, en el pecado.
  • v  A todos ha asignado el Señor un lugar y una tarea. El éxito en la vida depende de cuán bien se asuma esa tarea y con cuánta responsabilidad se lleve a cabo.
  • v  Los hombres somos como árboles que damos fruto de acuerdo a nuestra calidad, o a nuestra naturaleza. Según sea el árbol, como dijo Jesús, da buen o mal fruto. Pero la mayoría son árboles malos o, siendo buenos, tienen el tronco carcomido de gusanos.
  • v  Sólo Jesús es verdadero, porque todos los seres humanos, aun los mejores, somos más o menos falibles.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#878 (26.04.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde IVI. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.