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martes, 8 de mayo de 2018

MALTRATO DE LA MUJER


MALTRATO DE LA MUJER

Si el apóstol Pablo hubiera sabido el uso que en el Perú, y en otros países donde predomina la mentalidad machista, se haría de sus palabras en Efesios 5:22 (“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.”) quizá habría dudado en ponerlas, o habría hecho alguna aclaración, porque él no pretendía condonar el abuso de la mujer.

¿La mujer casada, (o conviviente) debe someterse al marido aun cuando sea maltratada, abusada, humillada, explotada, violada por su marido? ¿Eso sería la voluntad de Dios para ella? Eso es casi lo que en algunas partes se enseña: ¡Sométete a tu marido!

Se olvida que pocas líneas más abajo el mismo Pablo escribió: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.” (Ef 5:25). La mujer se somete a su marido porque él la ama como Cristo ama a su iglesia, dando su vida por ella. Es decir, porque él la cuida, la protege, la levanta, la engríe, y está incluso dispuesto a morir por ella, si fuera necesario.

Hay una reciprocidad entre ambos mandatos. La mujer se somete al marido que la ama, no de palabra, ni de instinto, sino en los hechos. Si él no la trata de esa manera, si la maltrata, no puede exigirle que se someta. Y ella más bien, si es posible, debería huir de ese mal marido. A menos que ella, por amor de sus hijos, en un acto de heroísmo, escoja permanecer y someterse al martirio, esperando que el esposo sea ganado para Dios considerando como dice el apóstol Pedro “su conducta casta y respetuosa.” (1 Pedro 3:1,2).



miércoles, 2 de mayo de 2018

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER


VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Por José Belaunde M.
En los últimos meses se han producido en el Perú algunos casos muy serios de maltrato de la mujer que rayan en lo inhumano.
Estos casos recientes deben ciertamente preocupar a todos los ciudadanos conscientes, porque son manifestaciones de la presencia en nuestra sociedad de una mentalidad primitiva, desconsiderada e irresponsable que tiene consecuencias muy penosas para las mujeres afectadas.
Esos casos incluyen golpizas, atropellos, acoso en las calles y violaciones, conductas todas ellas que son inaceptables en una sociedad civilizada. Y lo más vergonzoso para nosotros es que se dieron varios casos en que los agresores no recibieron la sanción penal que corresponde, porque nuestra justicia se burla de las mujeres.
Esas ocurrencias obedecen a una perversa mentalidad secular que coloca a la mujer en una situación de inferioridad y dependencia, y lo que es peor, a nivel popular considera a la violación como un acto de hombría. J.M. Arguedas escribió un cuento que grafica terriblemente esta mentalidad.
Todas esas acciones y actitudes son, como todo abuso de la fuerza física, actos de cobardía. El hombre que golpea, o maltrata físicamente a una mujer, debe ser calificado y tratado como lo que es, un cobarde. Y si viola a una mujer, de asesino, porque lo es efectivamente, dado el daño psicológico y moral que ocasiona. Desgraciadamente nuestra legislación considera la violación como un delito, no como un crimen, lo que afecta la severidad de las penas.
Teniendo en cuenta la indiferencia y pasividad con que las mujeres son a veces atendidas en las comisarías, fiscalías y otras instancias judiciales, según me consta, deben establecerse protocolos de atención de cumplimiento obligatorio, y observatorios que vigilen su cumplimiento.
Adicionalmente, como se trata de una mentalidad fuertemente arraigada en nuestra sociedad por razones históricas, es necesario que desde la etapa escolar inicial se enseñe al niño a respetar a la mujer, y a la niña a valorarse.
Después de todo ¿cómo puede nuestra sociedad subsistir sin respetar a la mujer y darle el sitial que le corresponde? Las mujeres son nuestras madres, esposas e hijas. Esto es, las madres que nos criaron, las esposas que nos aman, y las hijas que engreímos. Son ellas generalmente las que llevan el peso del hogar. Y en nuestro pueblo en muchísimos casos, las mujeres son las heroínas anónimas que sostienen con su precario trabajo, o a veces, por necesidad, con la limosna, el hogar abandonado por el hombre que engendró hijos sin asumir su responsabilidad. ¿Cómo no debemos valorarlas? ¿Qué haríamos nosotros sin ellas?

martes, 21 de octubre de 2014

EL MARIDO SUSTENTA Y CUIDA A SU ESPOSA

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo

EL MARIDO SUSTENTA Y CUIDA A SU ESPOSA como Cristo a la iglesia (Ef 5:29). Hay maridos que descuidan la salud de su esposa, o que le exigen esfuerzos superiores a sus fuerzas. Al comportarse de esa manera demuestran que no la aman como a su propio cuerpo, sino que la tratan como si fuera un cuerpo ajeno. Pero es el suyo propio y es más frágil (1P 3:7). Si no la cuidan, después no pueden quejarse de que su salud se deteriore o se enferme. En verdad en muchos casos el microbio responsable de la enfermedad de la mujer es el marido.

El marido debe proveer el pan –insisto en ello- el vestido y la vivienda, etc., y todas las necesidades de su casa, como lo manda la palabra. De lo contrario “ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” (1Tm 5:8). Pero es un hecho que la vida moderna, por el costo de vida, que incluye los altos precios de los servicios esenciales y del colegio, entre otros rubros, obliga con frecuencia a la mujer a trabajar para contribuir al presupuesto familiar. Pero ése no es el ideal, sino una deformación impuesta por las realidades económicas actuales. Sin embargo, cuando hay hijos pequeños la mujer debe en lo posible permanecer en el hogar y no confiar a sus hijos a una empleada doméstica, porque en ese caso, será ella quien los forme y les enseñe quizá hábitos indeseables.

Si es necesario que la mujer trabaje es mejor que lo haga en su casa. Hay muchas formas de ganar dinero hoy en día que no requieren acudir a un centro de trabajo. El Internet lo ha hecho posible.
(Vol II, por publicar, Editores Verdad & Presencia. Av. Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, tel. 4712178.)