LA VIDA Y LA
PALABRA
Por
José Belaunde M.
ETERNIDAD DE LA SABIDURÍA
Un
Comentario de Proverbios 8:22-36
Al
acercarnos a este pasaje debemos tener en cuenta que abordamos uno de los
textos más sublimes de toda la Escritura, y a la vez, uno de los más
controvertidos, que ha ocupado a las mentes más brillantes del pasado y ha
ocasionado trascendentales debates acerca de la naturaleza de Dios y, en
particular, de la segunda persona de la Trinidad.
La traducción del verbo hebreo kanah,
que figura al comienzo del versículo es controvertida, pues puede ser
traducida tanto como “creada”, o como “adquirida”, o “poseída”. La segunda opción
admite la posibilidad de que la sabiduría haya existido desde la eternidad. La
primera, sin embargo, que es como lo traducen la Septuaginta y el Targum, dio
origen a la herejía arriana, que puso en grave peligro la unidad de la iglesia, al afirmar que el Hijo, si bien existió
desde antes de la creación del universo, había sido creado por el Padre, esto
es, le estaba subordinado. Esa interpretación dio lugar a arduos debates
teológicos que concluyeron con la declaración solemne del Concilio de Nicea,
que afirmó que las tres personas de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
eran iguales, y que Jesucristo, había sido engendrado, no creado, y era además consustancial
al Padre.
Si la iglesia no hubiese afirmado solemnemente que Jesús, como Hijo de
Dios, es uno con el Padre e igual a Él (Jn 10:30; 14:9), el cristianismo no
hubiera pasado de ser una de las tantas religiones pasajeras que surgieron en
el período turbulento que antecedió a la caída del Imperio Romano, y su
enseñanza no hubiera marcado el inicio de una nueva era de la humanidad. La
historia no habría sido dividida en un “antes de Cristo” y un “después de
Cristo”, si la persona que determinaba esa división no era Dios.
Sabemos, por lo demás, que pese al Concilio de Nicea, la herejía
arriana, hacia la cual se inclinaba el emperador Constantino, subsistió mucho
tiempo en los nacientes reinos visigodos y vándalos de Europa, y que hubiera
triunfado sobre la ortodoxia (doctrina correcta), de no haber sido por la
indomable constancia del obispo Atanasio (c. 296-373), destituido de su sede de
Alejandría, perseguido y encarcelado muchas veces por sus opositores.
22. “El Señor me poseyó al
principio de sus caminos; antes de sus obras, desde antiguo.”
23. “Desde la eternidad fui yo
establecida; desde los orígenes, antes de que la tierra fuese.” (Nota)
24. “Antes de los abismos fui
engendrada; antes que existiesen las fuentes de las muchas aguas.”
25. “Antes que los montes fuesen
formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada.”
26. “No había hecho aún la tierra,
ni los campos, ni el principio del polvo del mundo.”
22.
El Señor me tenía, me poseía, yo era suyo, desde el comienzo de todas las
cosas, antes de que nada existiera. Si se pudiera hablar en términos
temporales, desde muy antiguo yo estaba con Él.
Han
hecho bien los comentaristas cristianos en asumir que el proverbista está
hablando del Logos, o Verbo, que es la sabiduría misma, que estaba con el Padre
desde el principio, desde antes de la creación: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios.” (Jn 1:1). Que yo sepa, éste es el único pasaje de toda la Escritura
en el que se habla de eventos anteriores a la creación, antes de lo que narra
Gn.1:1.
22-26. En
estas líneas la sabiduría afirma ser coeterna con Dios, haber estado con Él
desde el principio, es decir, desde antes que hubiera empezado la creación. Y
enumera las diversas partes de la creación a las que antecedió, según la
cosmogonía antigua; la tierra, los abismos, es decir, la inmensidad de las aguas
que fueron divididas en las aguas de abajo, (el mar insondable sobre el cual
flotaba la tierra seca y que la rodeaba), y lo que se pensaba que eran las
aguas de arriba, es decir, los reservorios de la lluvia (Gn 1:6,7), los montes
y los valles.
Algunos
intérpretes judíos, como Rashi (siglo XIII), por ejemplo, arguyen, sobre la
base de este pasaje, que la Torá, a
la que identifican con la sabiduría, fue creada antes que el universo, y que
fue usada por Dios como una pauta al crearlo.
En
la versión Reina-Valera 60 el v. 23 no dice que fue establecida, sino que “tuvo el principado”. El Verbo, siendo
poseído por Dios, ejerce el principado, es decir, cogobierna con Él. Y eso era
así antes de que la tierra existiera. Antes de la creación material que marca
el comienzo del tiempo.
El
salmista inspirado cantará: “¡Cuán
innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría.” (Sal
104:24; cf Pr 3:19).
25.
La sabiduría fue engendrada. No es independiente. Tiene su origen en el Padre.
Es igual al Padre, pero el Padre es primero. El Credo Niceno recoge esta noción
crucial en la frase sobre el Verbo: “Engendrado, no creado; de la misma
naturaleza que el Padre.”
“Antes que los montes…” Según la noción antigua los
montes habrían sido asentados firmemente sobre pilares que reposaban sobre las
profundidades del abismo (Jon 2:6; cf Sal 90:2; 18:7).
26.
¿Qué es el principio del polvo del mundo? ¿La arcilla primigenia de la tierra,
o del universo, de la que el hombre fue formado? Parece que fuera algo así como
una sustancia primigenia que surgió en el proceso de la creación, y con la que
formó todo.
27. “Cuando formaba los cielos,
ahí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo;”
28. “Cuando afirmaba las nubes
arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo;”
29. “Cuando ponía al mar su
estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando estableció
los fundamentos de la tierra,”
30. “Con Él estaba yo
ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de Él
en todo tiempo.”
31. “Me regocijo en la parte
habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres.”
Nótese
para comenzar, la serie de “antes” que empieza en el vers. 24, a la que sigue,
a partir del vers. 27, una serie de “cuando”, que llevan como conclusión a “Con Él estaba yo…”. Es decir, durante
todo ese largo proceso de la creación, ahí estaba el Verbo, la sabiduría,
colaborando con el Padre. Lo que nos remite a Jn 1:3: “Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho.” Todo lo que hizo Dios lo hizo mediante su Palabra, el
Verbo. Como dice Colosenses: “Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que
hay en los cielos y las que hay en la tierra…todo fue creado por medio de Él y
para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten.” (1:16,17).
Y lo corrobora Hebreos, hablando del Hijo: “…por
quien asimismo hizo el universo…y quien sustenta todas las cosas con la palabra
de su poder…” (1:2,3)
Parece
como si los cielos, que comprenden las miríadas de astros y estrellas que contemplamos
por la noche, hubieran sido creados en un proceso gradual: primero fueron
formados (Pr 8: 27) y luego fueron afirmadas las nubes (v. 28), al mismo tiempo
que afirmaba las profundidades del mar.
“Cuando trazaba el círculo sobre
la faz del abismo…” El
horizonte, al que nunca los marinos por más que remaran podían llegar, era
concebido como un anillo enorme insertado donde se juntan el cielo y el mar.
“Cuando ponía al mar su estatuto,
para que las aguas no traspasasen su mandamiento.” Según la cosmogonía antigua fue
Dios el que fijó los límites entre la tierra y el mar. Por eso Dios le pregunta a Job: “¿Quién encerró con puertas al mar, cuando
se derramaba saliéndose de su seno…y establecí sobre él mi decreto, le puse
puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí llegarás y no pasarás adelante, y ahí
parará el orgullo de tus olas?” (Jb 38:8-11; cf Jr 5:22).
En
un maremoto, o en un maretazo, las olas pueden invadir la tierra, pero pasada
la tormenta, las aguas retornan a su nivel y la playa recobra su aspecto.
27-30. La
sabiduría como atributo de Dios participó en el proceso de la creación
colaborando como arquitecto, o maestro de obras, con Dios (Pr 3:19,20). En cada
una de las diversas partes esenciales de la creación, según la cosmogonía
antigua, no sólo lo ayudaba, sino que Él se complacía en ella, y ella se
complacía en Él. La sabiduría es aquí la personificación del Hijo, de la
segunda persona de la Trinidad.
31. El
proverbista hace un salto de milenios en el tiempo para decir que se regocija
en las partes de la tierra habitada por los hombres que no existían todavía en
el versículo anterior. El Verbo estuvo siempre atraído por los seres humanos y
se complacía en los que iba a venir a salvar (Sal 16:3).
32. “Ahora pues, hijos, oídme, y
bienaventurados los que guardan mis caminos.”
33. “Atended el consejo, y sed
sabios, y no lo menospreciéis.”
34. “Bienaventurado el hombre
que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis
puertas.”
35. “Porque el que me halle,
hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová.”
36. “Mas el que peca contra mí,
defrauda su alma; todos los que me aborrecen, aman la muerte.”
Estos
versículos hacen las veces de discurso final de este capítulo en que la
sabiduría hace un último llamado a sus hijos (es decir, a nosotros) para que se
le escuche. Y nos da el motivo: guardar
sus caminos nos hace bienaventurados. Este es el argumento principal: Si
quieres ser bendecido guarda sus caminos, es decir, sigue los consejos de la
sabiduría, haz lo que ella te indique. No podemos escapar al hecho de que hay
una manera sabia de actuar y muchas otras maneras de actuar que no lo son.
Lamentablemente estos son los modos de vida que muchos seres humamos para su
mal escogen.
“Bienaventurados los que guardan
sus caminos…” Esta
línea nos recuerda el inicio del salmo 119: “Bienaventurados
los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los
que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan.” (cf Sal
128:1; Lc 11:28).
Los
versículos 33 y 34 reiteran
y expanden la exhortación anterior. “Oídme”
se convierte en “atended el consejo”;
es decir, prestadle atención, escuchadlo; y subraya esa exhortación halagando
al que escucha: si no la menosprecias eres sabio. El que desprecia el buen
consejo, el que lo desoye y no lo toma en cuenta, es necio. No es necesario
explicar las razones porque son obvias: El que no sigue los caminos de la
sabiduría se topa con muchos inconvenientes.
El
vers. 34 pinta la imagen del hombre que busca la sabiduría, y que para escuchar
sus consejos está constantemente velando a las puertas de su casa esperando que
se manifieste, o le diga una palabra. ¿Cómo se vela a las puertas de la
sabiduría? Leyendo las Escrituras y
meditando en ellas. Ellas son la puerta, la boca, por la que la
sabiduría habla. El verbo “velar” expresa el ansia del que se mantiene
despierto venciendo el sueño. Cuanto mayor sea nuestro deseo y nuestra
persistencia, con mayor seguridad se la encontrará. El que ardientemente la
ansía, la busca y la espera, es bienaventurado, porque el que encuentra la
sabiduría, (v.35) con la sabiduría encuentra la vida. ¿Qué vida? Sería quizá
aventurado suponer que el proverbista salomónico tiene en mente la vida eterna
de la que habla el Evangelio de Juan. Aunque esté fuera del contexto histórico
en que fue escrito este libro, eso es lo que “vida” quiere decir. O
alternativamente, “vida” quiere decir la vida del espíritu que, por lo demás,
también es eterna. Pero “vida” en el Antiguo Testamento era sinónimo de
prosperidad, de salud, de alegría, de felicidad personal y familiar. De otro
lado, encontrar la sabiduría es señal de haber hallado favor con Dios, porque
Él es quien la dispensa.
35,36. ¿Qué vida halla el que halla
la sabiduría? ¿La vida física, temporal, esto es, la prolongación de esta vida
física, o la vida eterna? Cualquiera que haya sido la intención del autor, lo
cierto es que el que halla la sabiduría, halla la vida eterna. La frase
siguiente acentúa el contraste: el que peca contra ella, defrauda, esto es,
engaña a su alma, la priva del bien que podría haber alcanzado; los que la
aborrecen se dirigen a la muerte. Naturalmente, nadie, salvo que esté endemoniado,
ama a la muerte. Pero aquí se emplea la expresión en sentido figurado: amar la
muerte es ir tras ella. El que extravía sus pasos, porque desecha la sabiduría
de Dios, se dirige sin querer a la muerte, física y eterna.
Nota: Yo prefiero la traducción de Nácar-Colunga para
los dos primeros versículos.
Amado lector: Si tú
no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios
yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón
a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces,
pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido
hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra
en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#917 (06.03.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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