Por José Belaunde M.
EL SECRETO DEL DINERO
La gente no sabe lo que es el dinero. Los economistas
tampoco saben realmente lo que es el dinero, aunque lo estudian. Porque lo que
el dinero es, es un secreto. Un secreto en verdad muy sencillo. Pero tan sencillo que permanece ignorado.
Si tú eres funcionario, o empleado u obrero, cuando llega
el fin de semana, o de la quincena, o del mes, tu empleador te entrega unos
billetes, o un cheque, o te abona determinada suma en tu cuenta. Es decir, te
paga tu salario. Pero no lo hace por tu linda cara, o porque tú le caigas
simpático.
Él no se dice: "¡Qué bien me cae este muchacho! ¡Qué
simpático es! Le voy a regalar unos cuantos billetes para que esté contento y
siga viniendo a mi compañía."
No. Él te paga tu sueldo porque tú has realizado un trabajo
que él valora, que para él es necesario en su negocio o en su empresa. Es
decir, porque has empleado tu tiempo y tus fuerzas haciendo algo que él
considera útil para sus intereses, que lo beneficia y porque lo has hecho bien.
De lo contrario, no te daría nada y te despediría.
En buenas cuentas, tú le has entregado una parte de tu
vida, es decir, de tus fuerzas y de tu tiempo, que son tu vida, y él te
compensa pagándote lo que él piensa que vale en billetes esa pequeña porción de
tu vida que tú le has dado.
Los billetes que recibes son el contravalor del tiempo y de
las fuerzas que has empleado en su servicio. El dinero de tu sobre de pago es
eso: lo que tú recibes a cambio de tu vida. Y fíjate que en el mercado del
trabajo la vida de unos vale mucho y la de otros vale poco. Y a veces ese valor
guarda poca relación con el esfuerzo desplegado.
Así pues, cuando tú vas a una tienda o al mercado a comprar
alimentos, o alguna cosa, no la estás pagando con billetes como crees. Eso es
sólo un símbolo que facilita el intercambio de mercaderías. La estás pagando en
verdad con tu vida. Eso que compras lo pagas con un pedazo de tu tiempo y de
tus energías, que ahora se han convertido en billetes. Y como tu vida es
limitada, porque algún día has de morir, y tus fuerzas también lo son, porque
algún día flaquearán, lo estás pagando con algo de ti mismo que es
irreemplazable, que nunca volverá y que entregas para siempre.
Sí, eso que tú adquieras lo recibes a cambio de algo de tí
mismo que nunca vas a recuperar.
Ahora bien, eso que compras, examínalo bien, ¿vale un
pedazo de tu vida? Tienes tantas ganas de poseerlo, o te han hecho creer que es
tan necesario, que no vas a poder ser feliz si no lo tienes. Pero, si en lugar
de dártelo a cambio de algunos billetes, te dijeran: “Te lo damos si vienes a
trabajar aquí en la tienda algunos días”, ¿estarías dispuesto a dar tus horas y
tus días, y tu cansancio para poseerlo? ¿O lo dejarías pasar? Piensa bien antes
de comprar.
Toma en tus manos esa moneda que tienes en el bolsillo y
que has ganado con tanto esfuerzo. Y dile a ti mismo: Esto es un pedazo de mi
vida. No es bronce o latón, como parece. Es vida.
Cuando compras al crédito o pides un préstamo con algún
fin, lo que estás empeñando es un pedazo de tu vida. Estás hipotecando tu
tiempo futuro, tu sudor del mañana, de muchos mañanas.
Cuando firmas el contrato que te alcanzan y pones tu nombre
en la línea punteada, estás poniendo tu firma debajo de una cláusula no escrita,
que es implícita pero que es tan verdadera: "Por este documento yo entrego
a la firma tal y tal una parte de mi sudor, de mis fuerzas y de mi vida."
Y debajo pones tu nombre para que no queden dudas de que estás de acuerdo.
Los intereses que te cobran tú los pagas con tu vida y
muchas veces terminas pagando en intereses mucho más del doble del precio que
pagarías si compraras al contado. ¿Te das cuenta de que es tu vida la que
entregas? Eso que compras ¿vale un pedazo de tu vida?
Los que venden artefactos o autos a plazos, o los que
prestan con ese fin, no están pensando en el servicio que su propaganda
engañosa dice que te prestan, o en las ventajas que mentidamente dicen que te
ofrecen, sino en el pedazo de tu vida que tú les vas a entregar.
Por eso es que la
Biblia , para ahorrarte ese desperdicio de tu vida, te dice:
no tomes prestado. En Romanos San Pablo dice: "No debáis nada a nadie sino el amor mutuo." (Rm 13:8).
Eso es todo lo que puedes deber a otros, sin experimentar una pérdida. Y el
libro de Proverbios recalca: "El que
toma prestado es siervo del que presta" (Pr 22:7).
Sí, siervo. Una vez que tomas prestado ya no eres dueño de
tu dinero -es decir, de tu vida. Ya no puedes disponer de ella a tu antojo.
Antes de pensar en cuánto vas a gastar en esto o en aquello, tienes que separar
la parte que necesitas para pagar las cuotas de tu préstamo. Sólo el saldo que
queda es tuyo. Una parte de tu sueldo ya lo entregaste de antemano.
Veamos las cosas desde otro punto de vista. Cuando el
comerciante, o el productor, recargan el precio de un artículo mucho más allá
de su costo, al recibir los billetes con que pagas para tenerlo, te están
chupando un pedazo de tu vida.
Cuando el delincuente asalta un banco, no se está llevando
billetes. Se está llevando el esfuerzo ajeno, la vida ajena, de la que quiere
apoderarse sin dar nada a cambio.
Cuando el financista monta una estafa y se queda con el
dinero de los ahorristas, o cuando el timador hace una operación dolosa que
desvía de su destino una ingente suma, ambos se están apoderando de muchas
vidas ajenas.
Por eso es que Jesús llama al dinero: "riquezas injustas"
(Lc 16:9). Porque los que tienen riquezas muchas veces las acumularon al
precio del sudor y lágrimas de otros.
La vida está llena de ironía. Los billetes que llevamos en
la cartera han sido diseñados con arte y buen gusto. Llevan a ambos lados
algunos dibujos bonitos y el retrato de algún personaje de nuestra historia.
Pero en realidad, el retrato que deberían llevar es el de
cada uno de nosotros y las figuras que llevan deberían ser dibujos de gotas de
sangre, de sudor y de lágrimas. La sangre, el sudor y las lágrimas que
derramamos para ganar esos billetes.
¿Y los que viven del dinero que han heredado y que ellos
nunca ganaron? Pues están viviendo de lo que otros con su vida acumularon para
sus descendientes. Es también vida aunque no sea propia.
¿Es el mundo injusto? Sabemos que sí lo es porque también
es injusto el príncipe de este mundo que lo controla.
Hay una gran disparidad entre lo que unos y otros reciben a
cambio de su vida. El jornalero suda bajo el sol desde que amanece hasta que
anochece y no tiene descanso. Pero recibe una pequeña suma a cambio. Otro, por
el contrario, trabaja en una oficina alfombrada y con aire acondicionado. Él no
suda ni hace ningún esfuerzo físico. Otros lo hacen por él. Él sólo da órdenes
y piensa. Pero recibe cien veces más que el jornalero. ¿Vale su vida más que la
del otro? ¿Por qué la diferencia?
Es que la recompensa que recibe el ejecutivo es no sólo por
el tiempo y el esfuerzo que él mismo dedica a su trabajo, sino también por el
tiempo que dedicó a formarse, a adquirir la educación y la capacidad
profesional que le permiten desempeñar el cargo que ocupa. Pero también por el
esfuerzo de aquellos que están debajo de él y cuya vida en cierta medida él
controla. Él es dueño de parte de la vida de sus subordinados. Y cuanto más
alto se encuentre en la jerarquía de una organización, mayor será el fruto de
la vida de otros que reciba. Pero en muchas ocasiones hay una gran desproporción entre el trabajo
que rinde el ejecutivo y la recompensa que recibe.
¿Entiendes ahora lo que el dinero es y porqué la Biblia y Jesús hablan tanto
de él? Porque el dinero no es lo que la gente piensa. Tiene mucho más valor. Vale
lo que vale la vida.
Por eso es, para terminar, que cuando le damos a Dios la
décima parte de lo que ganamos, le estamos dando en realidad una parte de
nuestra vida. O mejor dicho, le estamos devolviendo una parte de lo que Él nos
ha dado. Porque tus fuerzas, tu tiempo, tu vida y todo lo que tienes te lo ha
dado Él. Te lo ha dado para que goces de ello, pero también para que le sirvas.
Todos debemos servir a Dios porque “siervos suyos somos y ovejas de su prado" (Sal 100:3c). Sin embargo, no todos
podemos dedicar nuestro tiempo exclusivamente a servirle, ni tampoco quiere Él
eso. Pero todos sí podemos servir a Dios con nuestro dinero. Al dar el diezmo
estamos sirviéndole con un pedazo de nuestra vida, con la vida que empleamos
para ganar el dinero de nuestro diezmo. Ésa
es una de las muestras de amor que Él espera de sus hijos.
NB: El
impulso para escribir esta charla me lo proporcionó una enseñanza de John
Avanzini escuchada en Lima hace algunos años. Fue impresa por primera vez el
año 2001.
Amado
lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la
presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras
esa seguridad. Con ese fin yo te invito
a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al
mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres,
incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido
conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente
y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis
pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo
ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida.
En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#774 (14.04.13).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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