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miércoles, 23 de julio de 2014

UNA SABIDURÍA ANTIGUA Y PRECIOSA ...

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo
Una sabiduría antigua y preciosa regía la vestimenta femenina que
era tradicional, y lo es aún, en algunos pueblos del Medio Oriente, la cual cubría totalmente el cuerpo de la mujer y, siendo holgada, disimulaba su atractivo físico. Esa vestimenta puede verse todavía en algunos países musulmanes, pero era la vestimenta femenina tradicional entre los hebreos, y fue la de las mujeres cristianas durante los primeros siglos.
(Naturalmente no se pueden reproducir en nuestros tiempos las modas del pasado, pero los principios de pudor y recato que regían esa vestimenta siguen siendo válidos en el presente. No es necesario ni conveniente que la mujer cristiana se presente ante el mundo vestida de una manera que llame demasiado la atención por lo fuera de común o lo atractivo, aunque es normal que la muchacha soltera desee atraer las miradas de los jóvenes solteros. Pero la discreción y el buen gusto pueden guiarla para hacerlo de una manera conforme a las palabras de Pedro: "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos...sino el interno, el del corazón..." (1P 3:3,4)].
Estos resguardos de la pureza del matrimonio de que estoy hablando tienen sentido porque el matrimonio es un pacto que no sólo tiene a Dios por testigo, sino que además, lo tiene por garante… Dios es el garante del pacto que contraen marido y mujer al casarse, y cualquiera de los dos puede acudir a Dios para exigir el cumplimiento de sus cláusulas en el caso de que uno de ellos las incumpla: "Porque el Señor es testigo entre ti y la mujer de tu juventud..." dice Malaquías en el pasaje que he citado (2:14-16).
        
El divorcio atenta contra el carácter sagrado del matrimonio. Rompe la unidad irrevocable con que Dios ha querido que hombre y mujer se unan en pacto perpetuo: "...dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán un sola carne." (Gn 2:24). Jesús añadió: "...lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre." (Mr 10:9). Si son uno solo ¿cómo pueden separarse? Dios ha sellado con su pueblo un nuevo pacto que es irrevocable, perpetuo. Este pacto es imagen del pacto que une al marido con su mujer. ¿Cómo podría ese pacto romperse? Por eso es que en la ceremonia de todos los matrimonios cristianos figura esa frase con la que los esposos se juran uno al otro amarse "hasta que la muerte nos separe". Si esas palabras no son pronunciadas con todo el corazón, si uno de los dos tiene una reserva mental sobre el carácter "hasta la muerte" de su compromiso, si está pensando de antemano que podría quizá algún día romperlo, su matrimonio es un engaño, es inválido. Está casado ante los hombres, pero en su fuero interno, y ante los ojos de Dios que lo ve todo, es un fornicario. (A menos que más adelante cambie la intención de su corazón).
(Págs 31 y 32. Editores Verdad y Presencia, Av. Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, Tel 4712178)

jueves, 11 de julio de 2013

LA MUJER CASADA...

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que perduran en el tiempo

LA MUJER CASADA no debe ofrecer su cuerpo a ojos ajenos, es decir, aquellas partes de su cuerpo que, desnudas, atraen las miradas masculinas. Si lo hace mancha su cuerpo. Pero no sólo se trata de la exhibición de algunas partes de su cuerpo que la moda moderna desnuda, sino también de aquellos vestidos que dibujan o insinúan su silueta.
         Dios ha puesto en el cuerpo de la mujer, en sus formas, en su contorno, en la gracia de sus movimientos y en su caminar, un poderoso atractivo para el hombre. Ese atractivo, que cumple una función santa en la "economía" del amor y del matrimonio, sólo debe ser desplegado ante el marido. Si se exhibe ante ojos ajenos ese atractivo es violado, manchado por las miradas impuras que provoca, y ya no puede ser el "huerto cerrado" de que habla el Cantar de los Cantares, donde el marido encuentre sus delicias  (4:12).
         Desgraciadamente hay muchas mujeres casadas, aun cristianas, que movidas por la vanidad e impulsadas por los caprichos de la moda, gustan de impresionar a otros hombres con su belleza. No se dan cuenta de que ellas se hacen culpables de los malos deseos que inspiran, del adulterio que otros hombres cometen con ellas en su pensamiento (Mt 5:28). Y hay hombres a quienes les gusta exhibir la belleza de sus mujeres. Es como si ofrecieran el cuerpo de su mujer a otros. ¡Necios, no  se dan cuenta de lo que hacen!
(Páginas 30 y 31. Editores Verdad y Presencia, Tel. 4712178)