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jueves, 16 de enero de 2014

LA FIDELIDAD DE LOS OJOS

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo

Pero hay también la fidelidad de los ojos.
Los hombres saben de qué estoy hablando, porque ellos tienden con mucha facilidad a mirar a una mujer bonita que pasa cerca, que pasa a su lado. Eso lo hacen casi automáticamente. Pero ¿qué pensará de tu esposa esa mujer a la cual estás mirando? Que no la quiere, que no la respeta. Si tú miras a otra mujer con atención, estás ofendiendo a tu mujer. Y también si la mujer mira a un hombre con atención, está ofendiendo a su marido. Es un hecho sabido que a muchas mujeres solteras les halaga que los hombres casados las admiren, las cortejen, y muchas hay que buscan tener una aventura con un hombre casado, sólo por vanidad. Es verdad. Pero ese tipo de asuntos con frecuencia llegan a cosas mayores que pueden causar gran dolor. El solo coqueteo, el solo flirteo, ofende a uno u otro. Si la mujer mira a un hombre, ¿qué va a pensar él? Que su marido no sirve para nada, que no la satisface; o dirá peor, que no le basta uno solo, y quiere tener dos hombres; aquí tengo una oportunidad para un lance. Esas  son cosas que no pueden permitirse en un hogar cristiano. Yo ruego a Dios que no sucedan. Pero es bueno que sepan todos que las verdades de Dios acerca del matrimonio son válidas tanto para los cristianos como para los que no lo son, para todos los hombres, para todo el género humano.

(Este pasaje está tomado de mi libro “Matrimonios que Perduran en el Tiempo”, pags. 185 y 186. Editores “Verdad y Presencia”, Tel. 4712178)

jueves, 11 de julio de 2013

LA MUJER CASADA...

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que perduran en el tiempo

LA MUJER CASADA no debe ofrecer su cuerpo a ojos ajenos, es decir, aquellas partes de su cuerpo que, desnudas, atraen las miradas masculinas. Si lo hace mancha su cuerpo. Pero no sólo se trata de la exhibición de algunas partes de su cuerpo que la moda moderna desnuda, sino también de aquellos vestidos que dibujan o insinúan su silueta.
         Dios ha puesto en el cuerpo de la mujer, en sus formas, en su contorno, en la gracia de sus movimientos y en su caminar, un poderoso atractivo para el hombre. Ese atractivo, que cumple una función santa en la "economía" del amor y del matrimonio, sólo debe ser desplegado ante el marido. Si se exhibe ante ojos ajenos ese atractivo es violado, manchado por las miradas impuras que provoca, y ya no puede ser el "huerto cerrado" de que habla el Cantar de los Cantares, donde el marido encuentre sus delicias  (4:12).
         Desgraciadamente hay muchas mujeres casadas, aun cristianas, que movidas por la vanidad e impulsadas por los caprichos de la moda, gustan de impresionar a otros hombres con su belleza. No se dan cuenta de que ellas se hacen culpables de los malos deseos que inspiran, del adulterio que otros hombres cometen con ellas en su pensamiento (Mt 5:28). Y hay hombres a quienes les gusta exhibir la belleza de sus mujeres. Es como si ofrecieran el cuerpo de su mujer a otros. ¡Necios, no  se dan cuenta de lo que hacen!
(Páginas 30 y 31. Editores Verdad y Presencia, Tel. 4712178)


miércoles, 26 de junio de 2013

LA VIRGINIDAD EN LA MUJER

Pasajes Seleccionados de mi libro
MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO

LA VIRGINIDAD EN LA MUJER hoy día tan puesta en duda, y hecha objeto de burla con tanta frecuencia…. está inscrita en la naturaleza, que ha puesto para proteger su intimidad una membrana que al ser penetrada y rasgarse, sangra.
El matrimonio es por ello un pacto de sangre entre marido y mujer, un pacto que ambos se juran ante Dios y que ellos sellan con la sangre que ella derrama la primera noche. La mujer es en cierta medida la víctima sacrificial, la ofrenda que se inmola al entregarse a su marido. Y ella es a la vez el altar donde se consuma ese sacrificio.
         Marido y mujer se ofrendan mutuamente su amor en su primera noche sobre el altar del cuerpo de ella, del cual brota la sangre que sella su pacto mutuo. Es un pacto que tiene a Dios por testigo, un pacto inviolable, el pacto de su Dios, como dicen Malaquías y el libro de Proverbios (Mal 2:14; Pr 2:17).
         El altar sobre el cual se consuma ese pacto, y se renueva cada vez que los esposos se unen, debe ser puro, santo, como debía serlo el altar de los sacrificios en el tabernáculo.

(Este pasaje está tomado de las páginas 28 y 29 de mi libro “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO”. Editores Verdad y Presencia, Tel. 4712178)