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martes, 23 de febrero de 2016

EL MATRIMONIO COMO PACTO (continuación)

El Matrimonio como Pacto (Continuación)

Pero "¿si me equivoqué y no conocía bien a la persona con la cual me casaba?" –dirá alguno- "Yo vine a darme cuenta sólo cuando ya estábamos casados". No le eches la culpa a Dios de tu error. Tú eres responsable de tus actos. ¿Por qué no lo pensaste bien? La Escritura en el Salmo 15, al establecer las condiciones por las que el ser humano puede permanecer en la presencia de Dios, menciona al hombre que “aun jurando en perjuicio propio no cambia su palabra” (v. 4c). Jesús dirá: “que tu sí sea sí, y tu no, no” (Mt 5:37).

Por eso es que los jóvenes no deberían contraer matrimonio sin haber sido adecuadamente instruidos acerca de la seriedad y de la santidad del compromiso que celebran; sin estar seguros de que Dios es el que los llama a unirse. Y yo creo que los ministros de Dios que casan a los novios sin haberse cerciorado de que ambos comprenden bien lo que están haciendo, sin haberlos instruido previamente sobre la solemnidad e irrevocabilidad de su compromiso, y sin haberse cerciorado de que ambos han buscado la voluntad de Dios antes de decidir casarse, y que están hechos el uno para el otro esos ministros, digo, -pastores o sacerdotes que no cumplen ese deber- pecan gravemente, y se hacen corresponsables del pecado que esos esposos pudieran cometer algún día si se divorcian. 

Y debería advertirse claramente a los novios que si no están absolutamente decididos a comprometerse de por vida al casarse, si no están dispuestos a pronunciar con toda su alma las palabras por las cuales se prometen amarse en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe, sería mejor que no se casen ni tengan hijos. Menor pecado cometen viviendo juntos sin casarse, que casándose mintiéndose el uno al otro y mintiendo a Dios. Pero si ellos celebran su matrimonio conscientes de lo que emprenden, con toda su voluntad y toda su intención, Dios no dejará de sostenerlos en las pruebas y tentaciones por las que pudieran pasar.

(Pasaje tomado del capítulo "Un Poco de Historia" de mi libro "Matrimonios que Perduran en el Tempo" Vol I, publicado por Editores Verdad y Presencia. Tel 4712178. Av. Petit Thouars 1189, Santa Beatriz, Lima, Perú).



miércoles, 23 de julio de 2014

UNA SABIDURÍA ANTIGUA Y PRECIOSA ...

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo
Una sabiduría antigua y preciosa regía la vestimenta femenina que
era tradicional, y lo es aún, en algunos pueblos del Medio Oriente, la cual cubría totalmente el cuerpo de la mujer y, siendo holgada, disimulaba su atractivo físico. Esa vestimenta puede verse todavía en algunos países musulmanes, pero era la vestimenta femenina tradicional entre los hebreos, y fue la de las mujeres cristianas durante los primeros siglos.
(Naturalmente no se pueden reproducir en nuestros tiempos las modas del pasado, pero los principios de pudor y recato que regían esa vestimenta siguen siendo válidos en el presente. No es necesario ni conveniente que la mujer cristiana se presente ante el mundo vestida de una manera que llame demasiado la atención por lo fuera de común o lo atractivo, aunque es normal que la muchacha soltera desee atraer las miradas de los jóvenes solteros. Pero la discreción y el buen gusto pueden guiarla para hacerlo de una manera conforme a las palabras de Pedro: "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos...sino el interno, el del corazón..." (1P 3:3,4)].
Estos resguardos de la pureza del matrimonio de que estoy hablando tienen sentido porque el matrimonio es un pacto que no sólo tiene a Dios por testigo, sino que además, lo tiene por garante… Dios es el garante del pacto que contraen marido y mujer al casarse, y cualquiera de los dos puede acudir a Dios para exigir el cumplimiento de sus cláusulas en el caso de que uno de ellos las incumpla: "Porque el Señor es testigo entre ti y la mujer de tu juventud..." dice Malaquías en el pasaje que he citado (2:14-16).
        
El divorcio atenta contra el carácter sagrado del matrimonio. Rompe la unidad irrevocable con que Dios ha querido que hombre y mujer se unan en pacto perpetuo: "...dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán un sola carne." (Gn 2:24). Jesús añadió: "...lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre." (Mr 10:9). Si son uno solo ¿cómo pueden separarse? Dios ha sellado con su pueblo un nuevo pacto que es irrevocable, perpetuo. Este pacto es imagen del pacto que une al marido con su mujer. ¿Cómo podría ese pacto romperse? Por eso es que en la ceremonia de todos los matrimonios cristianos figura esa frase con la que los esposos se juran uno al otro amarse "hasta que la muerte nos separe". Si esas palabras no son pronunciadas con todo el corazón, si uno de los dos tiene una reserva mental sobre el carácter "hasta la muerte" de su compromiso, si está pensando de antemano que podría quizá algún día romperlo, su matrimonio es un engaño, es inválido. Está casado ante los hombres, pero en su fuero interno, y ante los ojos de Dios que lo ve todo, es un fornicario. (A menos que más adelante cambie la intención de su corazón).
(Págs 31 y 32. Editores Verdad y Presencia, Av. Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, Tel 4712178)

martes, 27 de agosto de 2013

DIOS CREÓ AL HOMBRE Y A LA MUJER PARA QUE SEAN UNO

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo
DIOS CREÓ AL HOMBRE Y A LA MUJER PARA QUE SEAN UNO, no en infelicidad sino en felicidad. Y la esposa, la mujer es el mayor bien que el hombre puede recibir en la vida, después de la salvación. Proverbios dice al respecto:  “El que halla esposa, halla el bien, y alcanza el favor del Señor” (18:22). Tu bien, tu bien personal es la mujer que tienes al lado, es la mujer que duerme contigo, tu esposa. Atesora ese bien que el Señor te ha dado. ¡Cuídala, cuídala! porque esa responsabilidad es una parte muy importante del matrimonio. Trátala, como dice el apóstol Pedro en otra parte, “como a vaso más frágil” (1P3:7).
¿Cómo tratamos nosotros a una porcelana, a una cerámica frágil?, Con muchísimo cuidado. No se vaya a romper. Un vaso de plástico lo ponemos aquí, o allá, y si se cae no se rompe. No trates a tu mujer como si fuera un vaso de plástico, sino como un vaso de porcelana fina. Trátala con guantes de seda y ella te responderá de la misma manera, con igual gentileza. “Vuestra gentileza sea conocida por todos”, escribió el apóstol Pablo (Flp 4:5). Si eres gentil con todos pero no con tu mujer, no en tu hogar, eres un hipócrita.
Nosotros los hombres en el Perú no estamos acostumbrados a portarnos así. Somos bruscos y desconsiderados con nuestras mujeres, como si eso fuera lo varonil, lo macho, cuando es precisamente lo contrario.
(Pasaje tomado de las páginas  114 a 115. Editores Verdad y Presencia, Tel 4712178)


jueves, 1 de agosto de 2013

EL MATRIMONIO ES MÁS GRANDE QUE EL AMOR

Pasaje tomado de mi libro
“Matrimonios que Perduran en el Tiempo”
EL MATRIMONIO ES MÁS GRANDE QUE EL AMOR, más importante que los sentimientos, porque el matrimonio es obra divina; es algo instituido por Dios. Para los esposos su matrimonio, su unión, es más importante que los sentimientos que puedan tener el uno por el otro. Si ellos tienen esa actitud Dios los premiará ciertamente dándoles los sentimientos necesarios para que su unión sea feliz. Pero en la sociedad actual es al revés, el amor es más grande, más importante que el matrimonio. Suele alegarse que si el sentimiento desaparece, también puede desaparecer el matrimonio. Por eso es que el matrimonio y la familia están como están, están en la crisis por la cual atraviesan. Pero en verdad el amor debe obedecer y subordinarse al matrimonio, que pasa primero, y no al revés, el matrimonio subordinarse al amor.
            Ahora bien, el amor del que estoy hablando aquí es el amor romántico, el amor de los sentimientos, el amor de los enamorados, ese amor que nos hace pasar rápidamente del cielo del éxtasis, al infierno de la angustia, el amor de los amantes, en suma, ese amor es base pobre para el matrimonio, porque es un amor inestable que depende de las emociones y de los sentidos; depende de las cosas que ven los ojos, de lo exterior. Como he dicho más de una vez, según el mundo, el hombre y la mujer se casan porque se aman, cuando debería ser al revés, el hombre y la mujer se casan para amarse.
(Páginas 199 a 201. Editores Verdad y Presencia, Tel 4712178)