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martes, 1 de agosto de 2017

EL PESO FALSO ES ABOMINACIÓN A JEHOVÁ

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL PESO FALSO ES ABOMINACIÓN A JEHOVÁ
Un Comentario de Proverbios 11:1-6
En el capítulo 11 figuran con frecuencia las palabras “justo” y “justicia”, y sus contrarios, las palabras “impío” e “impiedad”. Pero la temática es variada y abarca varios aspectos de la vida.
1. “El peso falso es abominación a Jehová, mas la pesa cabal le agrada.”

El peso falso (el original hebreo dice “la balanza falsa”) es el fraude en las transacciones comerciales, el engaño consciente y planeado para obtener una ganancia a costa de la credulidad o de la buena voluntad del prójimo. Eso desagrada mucho a Dios, (20:10,23. Ver también Lv 19:35,36; Dt.25:13-16). Él lo detesta, al punto que lo llama “abominación”, palabra que en otros lugares es aplicada a cosas execrables, como la idolatría (Dt 7:25), los sacrificios humanos y las perversiones sexuales (1R 14:24; 2R 16:3; Lv 18:22; 20:13). En cambio, la honestidad, la transparencia en los tratos le agrada. Más que eso, es su delicia (ratson). Por eso los profetas denuncian con palabras severas el fraude en las transacciones comerciales (Am.8:4-8; Miq.6:10,11). (Nota) Como al principio no se acuñaban monedas, el oro y la plata eran pesados para realizar pagos. De ahí la importancia de tener pesas y balanzas exactas. La razón es sencilla. La estabilidad del comercio depende de la confiabilidad de las balanzas, las pesas y las medidas. La justicia de Dios es el “estándar” al cual deben sujetarse para que haya paz. Cuán importantes eran ellas para Dios puede verse en el proverbio 16:11: “Peso y balanzas justas son de Jehová; obra suya son todas las pesas de la bolsa.” Las pesas eran llevadas en una bolsa para que el comprador pudiera verificar su exactitud con los comerciantes del lugar: “No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica” (Dt 25:13; cf Ez 45:10). Entiéndase, pesa grande para comprar, pesa chica para vender.
Pero peso falso es también en las relaciones humanas todo lo que aparenta ser lo que no es. El que se muestra solidario, pero en realidad no lo es; el que aparenta amistad, pero va siempre en busca de lo suyo; el que ofrece, pero no cumple, etc. En cambio, el que promete y cumple, el amigo fiel, el que ve el dolor ajeno como propio, ése agrada a Dios.
El ojo de Dios recorre la tierra observando todas las acciones humanas (2Cro 16:9; Pr 15:3; Zc 4:10). Se deleita en algunas, y abomina otras. Él desea que en el campo de las transacciones nosotros seamos perfectamente justos y honestos, como Él lo es (Sal 11:7).
2. “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría.” 
Aquí se contraponen la soberbia y la humildad. La primera lleva a la deshonra; la segunda, a la sabiduría, lo que permite concluir que la soberbia es necedad, mientras que la humildad, siendo sabia, terminará siendo honrada.
Cabría preguntarse si se trata de la deshonra del soberbio, o de aquellos a los que el soberbio humilla.  A juzgar por el segundo estico, sería lo primero. Este proverbio es una variante, o desarrollo, de aquel que dice: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.” (16:18).
En el Antiguo Testamento hay muchos casos que ilustran esta verdad históricamente. El faraón que se negó repetidas veces a dejar salir de Egipto al pueblo hebreo sufrió por ello repetidas humillaciones y derrotas, y finalmente, la destrucción de su ejército que pereció ahogado en el Mar Rojo (Ex 14:21-28). El mismo pueblo hebreo, que se rebeló contra Dios que los había sacado del cautiverio egipcio con maravillas y prodigios, y que no obstante, estando a las puertas de la Tierra Prometida, quiso designar un capitán que los hiciera volver a la tierra de servidumbre (Nm14:1-4; Nh 9:16,17). Como consecuencia Dios decretó que ninguno de los que se habían rebelado contra Él, de veinte años para arriba, entraría en la tierra, salvo Caleb y Josué; todos los demás morirían en el desierto, por lo cual la congregación tuvo que deambular pastoreando en el yermo durante 40 años (Nm: 20-25, 32-35).
A lo largo de su historia los israelitas no quisieron en su soberbia escuchar la voz de los profetas que Dios les enviaba para amonestarlos, hasta que por fin vieron que la ciudad santa era conquistada por los babilonios, y la crema y nata de la sociedad hebrea era enviada al exilio (2Cr 36:17-21 Jr 25:8-11).
Que la soberbia precede a la caída (Pr 16:18) lo vemos desde el inicio de la creación del hombre, cuando Eva fue tentada por la serpiente a ser como Dios, y comieron ella y su marido del fruto prohibido y, como consecuencia, se dieron cuenta de que estaban desnudos (Gn 3:1-7). Peor aún, huyeron de la voz de Dios que los llamaba, porque tuvieron miedo a causa de su desnudez (Gn 3:8-10).
Los descendientes de Noé establecidos en la llanura de Sinar, que hablaban todos una misma lengua, se propusieron construir una ciudad y una torre “cuya cúspide llegue al cielo” nada menos, y con ello hacerse un nombre para el caso de que fueran esparcidos por toda la tierra. Pero Dios confundió su lengua para que ninguno entendiera a su vecino. De esa manera les sucedió lo que querían evitar: ser esparcidos por toda la tierra y que los pueblos descendientes de ellos no se entendieran entre sí, porque hablaban distinto lenguaje (Gn 11:1-9).
El rey Uzías se hizo poderoso al fortalecer su ejército, pero se enalteció su corazón y pretendió quemar incienso en el altar, algo que estaba reservado a los sacerdotes. Cuando ellos quisieron oponerse, se encendió su ira, y le brotó lepra en la frente, por lo que tuvo que ser recluido hasta su muerte, y gobernó su hijo Jotam en su lugar (2Cro 26:16-21).
Amán se jactó de sus riquezas y del poder que había logrado gracias al favor del rey (Est 5:10,11), pero terminó siendo colgado en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo, su odiado enemigo (7:10).
El rey Herodes Agripa permitió que el pueblo le aclamara como a Dios, pero un ángel del Señor le tocó y murió comido de gusanos (Hch 12:21-24)
Pero ¿qué mayor ejemplo que el de Nabucodonosor, el soberano más poderoso de su tiempo, que se jactó de la belleza de su capital, Babilonia, que él había construido, y que de golpe se vio reducido a la condición de una bestia del campo? (Dn 4:29-33)
“Cuando viene la soberbia viene también la deshonra”, porque el soberbio, el altanero, suele comportarse de una manera que ofende a los demás. Pero al final cosecha el fruto de su arrogancia, porque “el que se exalta será humillado.” (Mt 23:12; Lc 14:11; 18:14).
2b. “Mas con los humildes está la sabiduría.” La sabiduría no está en lo alto, no tenemos necesidad de subir al cielo para traerla, no está en la mucha ciencia ni en la mucha erudición, sino en la simplicidad de espíritu, en la humildad de corazón, en la pureza (“¡Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios!” Mt 5:8).
¿Qué mayor fuente de sabiduría, qué mejor libro, que contemplar el rostro de Dios? Los que son como niños captan las verdades con una lucidez que ninguna escuela puede dar. Sin embargo, nosotros despreciamos a los humildes, porque en muchos casos no saben expresarse, o porque su aspecto no inspira respeto. Quizás sean, en efecto, unos ignorantes. Pero ¿a cuántos revelará Dios secretamente cosas que a los sabios les están vedadas? (Sal.51:6).
La arrogancia es una coraza para la luz del espíritu ¡y cuántos, creyéndose espirituales, se acercan a Dios armados de esa coraza! ¡Como si esa coraza tuviera una falla que permitiera que fueran heridos por un rayo de la luz inmarcesible! ¡Quiera Dios que siempre estemos desarmados de todo amor propio, de toda suficiencia, para que su luz nos llene y alumbre todos los rincones de nuestra alma, de manera que veamos sin engaño nuestra miseria!
Notemos que en este estico se dice "con los humildes está la sabiduría", mientras que el segundo estico de Pr 13:10 se dice "con los avisados". Luego el avisado es humilde, y viceversa, el humilde, avisado, es decir, sabio. En efecto, el hombre verdaderamente sabio es humilde, porque reconoce que lo que sabe es nada comparado con lo que ignora.
3. “La integridad de los rectos los encaminará; pero la perversidad de los pecadores los destruirá.” 4. “No aprovecharán las riquezas en el día de la ira; mas la justicia librará de muerte.” 5. “La justicia del perfecto enderezará su camino; mas el impío por su impiedad caerá.” 6. “La justicia de los rectos los librará; mas los pecadores serán atrapados en su pecado.” 
Estos proverbios expresan pensamientos semejantes. A manera de ilustración: Si a un hombre honesto se le ofrece, a cambio de un soborno, participar en una operación dolosa, su sentido de lo justo le impedirá aceptar la propuesta y, de esa manera, se librará de ser acusado como cómplice cuando se descubra la maniobra. En cambio, el impío acepta la propuesta y cae en la trampa que su deshonestidad le ha tendido. Por ello puede decirse que el camino más seguro, la decisión más acertada, es siempre el camino honesto, aunque a corto plazo pueda parecer desventajoso. En cambio a la larga, la deshonestidad paga mal.
No hay contradicción entre los vers. 11:5 y 3:6 (“Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.”) en el sentido de que, según el primero, es la justicia del hombre, sin necesidad de la de Dios, la que endereza sus caminos, mientras que, según el segundo, es Dios quien lo hace. Lo que ocurre es que “justicia” tenía el sentido de obedecer los mandamientos de Dios. Tener en cuenta a Dios supone precisamente acatar sus mandamientos. O dicho de otro modo, el piadoso es justo porque reconoce a Dios en todos sus caminos. De ahí le viene su justicia.
3. La integridad (concepto emparentado al de justicia) del recto lo encamina, es decir, lo conduce hacia el bien; mientras que la perversidad, que es lo contrario, lo descamina, lo destruye. (c.f. 10:9,29; 13:6,21; 28:18). De otro lado, las cosas que la impiedad impulsa a hacer al impío son las que causan su caída. Cosa semejante dice el v.5.
La integridad hace caminar derecho.  En cambio, a los deshonestos tarde o temprano, se les descubrirá sus trapacerías. El vers. 3 está  ligado a los vers. 5  y 6  que desarrollan y amplían el mismo pensamiento. La integridad es aquí una disposición del corazón que aparta al hombre instintivamente de lo malo e  incorrecto. El íntegro busca la luz; en cambio, el perverso se orienta hacia lo oscuro y torcido. Cada cual recoge el fruto de lo que siembra. Al recto su conducta íntegra le permite escapar de las trampas en las que cae el impío. (c.f.10:9,29; 13:6,21; 20:7).
4. “No aprovecharán las riquezas en el día de la ira; mas la justicia librará de muerte.”
“El día de la ira” es aquí el día en que sucede una desgracia (guerra, catástrofe natural, etc). Las riquezas son impotentes en esas ocasiones (Sof 1:18; Ez 7:19), pero Dios cuida del justo y lo libra. (c.f. Pr 11: 28;10:2; Sal.49:6-9; Sir.5:8). Un poeta medioeval llama “dia de la ira” (dies irae) al tremendo juicio final (Mt 25:31-46) en el que cada cual recibe su merecido, como se dice en Gal 6:7: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.”
“La justicia librará de muerte”. Un ejemplo de la verdad de este dicho –que recuerda lo que dijo Jesús en Jn  8:51- es el caso de Noé, que fue librado de morir, él y su familia, en el diluvio, porque Dios vio que él era justo en medio de una generación perversa (Gn 7:1). Pero nadie puede comprar un minuto de vida con su dinero cuando le llega la hora, y menos podrá comprar el perdón de Dios si ha pecado, porque es gratuito (Jb 36:18,19). Las riquezas que se poseyeron en vida no pueden ni siquiera comprar una gota de agua para refrescar la lengua del condenado, como nos enseña la historia del rico y de Lázaro que narra Lucas 16:19-25.
5. “La justicia del perfecto enderezará su camino; mas el impío por su impiedad caerá.”
Si la justicia endereza, la impiedad tuerce. La primera hace andar por caminos rectos que llevan a puerto feliz; la segunda hace andar por caminos torcidos que llevan al abismo. La justicia del perfecto y la impiedad del impío están en este proverbio contrastadas en sus resultados.
La justicia del que ha nacido de nuevo libra de la condenación, mientras que a los pecadores la muerte los alcanza en estado de pecado y, por tanto, serán condenados.
Cuando en la Escritura se habla de camino, “torcido” se refiere al mal camino, el camino por el que uno se desvía y se despeña. Mal camino es lo mismo que conducta descarada, perversa, y es lo contrario a camino recto. La justicia, que es obediencia a la voluntad de Dios, hace que el hombre camine rectamente, esto es, que obre bien, que tenga una buena conducta.
6. “La justicia de los rectos los librará; mas los pecadores serán atrapados en su pecado.”
Este proverbio presenta una idea afín a la del proverbio anterior, señalando el  contraste entre la suerte del recto y la del impío, que en el día de la ira perecerá en su pecado. Morir en su pecado es morir sin arrepentirse y, por tanto, sin ser perdonado, lo que equivale a condenarse. También podría interpretarse: el impío morirá a causa de su pecado.
Nota: Vale la pena notar que en la antigüedad se usaban piedras como pesas, y era fácil reducir su tamaño. En Israel los sacerdotes del templo eran los encargados de establecer los patrones de peso y medidas. Por eso se hablaba del “siclo del santuario” (Ex 38:26).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#944 (25.09.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 21 de septiembre de 2012

EL DIOS DE LAS VENGANZAS I


Por José Belaunde M.
EL DIOS DE LAS VENGANZAS I
Un Comentario del Salmo 94:1-15
 Este es un salmo post-davídico, que data posiblemente de la época en que, durante el imperio persa, antes de Nehemías, los habitantes de Jerusalén eran oprimidos por los pueblos vecinos  (Nh 2:19; 4:1-8). Según el Talmud el salmo sería anterior y habría sido compuesto por los levitas durante la destrucción de Jerusalén por los caldeos (2R 25:1-10).
1.“Señor, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate.”
¿Cómo puede el salmista dirigirse a Dios llamándole “Dios de las venganzas”? ¿Es acaso Dios vengativo? (Nota 1)
2.“ Engrandécete, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios.”
Pero aquí se nos muestra el verdadero sentido de esa apelación. El Señor es el Dios de la retribución (Dt 32:35,43), el que paga a cada cual según sus obras (Rm 2:6; Sal 62:12), porque Él es justo.
Lo que el autor quiere decir es: ¡Levántate, Señor y muestra a los impíos quién eres dando a cada uno el pago que merecen sus maldades! Pero no solamente dando el pago de sus injusticias a quien lo merece, sino revindicando y haciendo justicia a quienes fueron oprimidos por la prepotencia de los fuertes. Jesús lo dijo en Lc.18:7,8 “¿Y acaso Dios no hará justicia (“...no ejecutará venganza” dice el original)  a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.” (2)
3. ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Señor, se gozarán los impíos?
Y enseguida da expresión a sus sentimientos de frustración y de ira: ¿Hasta cuándo prevalecerán los impíos? El autor juzga con ojos humanos. Ve la maldad de los hombres, que seguramente le afecta a él también y, como haríamos todos en circunstancias semejantes, exclama: ¿Hasta cuándo Señor permitirás estas cosas? Yo quisiera que actuaras ya, que intervengas y pongas las cosas en su sitio, sí, pero (implícitamente) de acuerdo a mi modo de ver, o a mi conveniencia.
Desde nuestra perspectiva humana nosotros tenemos una idea limitada de la providencia y de la justicia de Dios, que todo lo abarca, comprende y prevé. No podemos entender todos los factores que están en juego en los acontecimientos humanos, porque no los conocemos sino parcial e imperfectamente para comenzar. Por eso nos puede parecer en ocasiones que sus juicios no son perfectos, o que su justicia tarda.
4.“¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad?”
Al salmista le indigna especialmente la soberbia con que hablan los malvados, cómo se jactan de sus atropellos (Sal 73:6-9). Lo que al justo enfurece, a ellos los llena de satisfacción; se alegran del daño que hacen (Pr 2:14).
5.“A tu pueblo, oh Señor, quebrantan, y a tu heredad afligen”.
Oprimen al pueblo escogido, lo explotan y le dan de comer pan de lágrimas (Sal 42:3).
6.“A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida.”
Se ceban en los indefensos, en la viuda, y en los refugiados extranjeros; en los que no tienen padre. Los cobardes son así: se hacen los valientes con los débiles, y débiles con los valientes. Exhiben su poder ante los que no pueden defenderse, pero no se atreven a desafiar a los que podrían vencerlos.
7.“Y dijeron: No verá el Señor, ni entenderá el Dios de Jacob”.
Se imaginan que Dios no se entera de sus maldades. Su perverso corazón ha sofocado la fe. Ellos dicen: ¿Dónde estará Dios para que nos juzgue? Si existe un Dios en el cielo está muy lejos de nosotros para enterarse e intervenir en nuestros asuntos. Aquí tengo yo mano libre, y nadie me reprime (Sal 10:1-4).
8,9. “Entended, necios del pueblo; y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios? El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?”
A sus expresiones de soberbia contesta el salmista bajo el soplo del Espíritu, reprochándole a los necios su ceguera y torpeza. ¿Cómo es posible que no os déis cuenta? Si tenéis oídos y ojos ¿no es porque alguien  os los ha dado, el que lo creó todo y da a cada hombre órganos con los que puede percibir la realidad, el mundo exterior? Y en verdad ¡qué maravilla del Creador que no nos colocó en la tierra incapaces de oir, de sentir y ver y oler todo lo que nos rodea, sino que nos hizo capaces de gozar de las bellezas de su creación, y de comunicarnos unos con otros por medio del habla o de gestos!
Pues bien, ese Ser que creó el ojo que ve, y el oído que oye, y los demás sentidos ¿no verá y oirá Él mismo? ¿O será ciego y sordo como una piedra? ¿No tendrá Él la capacidad que te dio a ti? ¿Puede alguien dar lo que no tiene?
Lo que esto quiere decir es que si hay en la creación algo que Dios ha hecho y que demuestra tener ciertas capacidades, propiedades o características, es porque esas propiedades, capacidades y características existen en Dios de modo perfecto, son parte de su naturaleza. Si Dios ha creado un órgano que ve o que oye, o miembros que cogen y manipulan, es porque la visión y la audición, y la capacidad de coger y manipular son propiedades que Él posee. Dios puede hacer perfectamente todo aquello que ha dado al hombre hacer imperfectamente.
10,11. “El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? El Señor conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad.”
¡Cuán necios son los que creen que Aquel que les dio la vida y lo creó todo no puede ver y oír lo que ellos hacen, y no les pedirá cuentas como si fuera indiferente a sus actos!
Él es un Dios santo y justo y todo lo ha hecho perfecto. Sólo el hombre aquí abajo se le rebela. ¿Permitirá Él los desvaríos de nuestra conducta? ¿No corregirá al hombre que agravia a su prójimo? ¿Tolerará el abuso, la prepotencia, el despojo, el crimen? Si lo tolerara pudiendo reprimirlos, Dios se haría cómplice de los delincuentes y facinerosos, cómplice de sus delitos.
Él no sólo conoce y ve lo que los hombres hacen, sino que oye sus pensamientos como si los hombres los hablaran a su oído, o los dijeran en voz alta. Nada escapa a su escrutinio, y la vanidad, la inutilidad de nuestros pensamientos le es conocida, pues conoce su origen y sus consecuencias; sabe que somos polvo y que al polvo regresamos.
12. “Bienaventurado el hombre a quien tú, Señor, corriges, y en tu ley lo instruyes.”
No obstante que somos polvo y que en el polvo nos quedaríamos sin dejar huella en el universo si no fuera por Él; no obstante que somos menos que una nube pasajera que el sol disipa en unos instantes, y que nadie vio y de la que nadie se acuerda (¿Porque quién se acuerda de los millares de personas que vivieron, gozaron y sufrieron en nuestra ciudad, por ejemplo, hace sólo doscientos años? Pasaron y ni sus descendientes guardan recuerdo de ellos. Pero tú, oh Señor, sí los conoces). No obstante, pues, nuestra nada, tú nos corriges, esto es, muestras tu misericordia con el hombre tomándote la molestia de corregirlo y de instruirlo en tu ley que grabaste en su conciencia (Rm 2:15).
¡Bienaventurado el hombre, sí, a quien tú tratas como hijo para reprender sus maldades y llevarlo al buen camino! (Pr 3:11,12) ¡Bienaventurado, sí, cuando tú lo humillas y lo disciplinas para que comprenda sus errores y perciba su necedad! (Sal 119:71) ¡Desdichado aquel a quien tú ya no cuidas, y a quien tú abandonas a los vanos pensamientos de su mente porque se negó a escucharte! (Hb 12:8) ¡Desdichado porque seguirá caminando por senderos torcidos que cree derechos y que lo llevarán a la muerte. (Pr 14:12;16:25)
13. “Para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo.”
Aquel a quien tú en tu ley instruyes enseñándole a caminar rectamente encontrará en ti un lugar de refugio en el día de la angustia y no perecerá en el hoyo como el desgraciado que rechazó tu ley, que no quiso acogerse a ella cuando amorosamente lo reprendías. Al impío sus propias acciones le cavan la tumba, mientras que al obediente tú lo proteges de las malas consecuencias de sus actos, no dejando que experimente sino una pequeña parte de ellas para que escarmiente. San Agustín recalca el hecho de que la tumba del impío está siendo cavada. No es cavada de inmediato, de un golpe. Dios no condena de inmediato al impío porque quiere dar lugar, si fuera posible, al arrepentimiento (2P 3:9). No quieras tú, pues, condenarlo más rápido que Él.
14. “Porque no abandonará el Señor a su pueblo, ni desamparará su heredad”
El salmista expresa su confianza de que el Señor no abandonará a los suyos a su suerte. Las circunstancias en que se encontraba Israel cuando se escribió el salmo podrían hacer pensar que Dios había desechado a su pueblo, y por eso muchos de ellos dudaban de Él. Pero el salmista recuerda todas las promesas de Dios del pasado, y cómo Él nunca dejó de acudir en rescate de los suyos. Por eso él se reafirma en la seguridad de que Dios volverá a manifestarles su favor y no dejará abandonados a los suyos para siempre.
Ésa es una confianza que todos podemos tener. “Dios es fiel” es un concepto que repite muchas veces la Biblia  (Is 49:7; Sal 36:5; 1Cor 1:9; 1Ts 5:24; Hb 10:23; 1Jn 1:9, etc) y lo proclama la experiencia constante del creyente.
15. “Sino que el juicio será vuelto a la justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón.”
La primera parte del versículo es de lectura difícil. Maredsous traduce: “El juicio volverá a ser conforme a la justicia”. Desarrollemos su sentido: las sentencias de los tribunales humanos, que ahora nos son contrarias porque son injustas, volverán a ser dictadas por la justicia divina, dejarán resplandecer la justicia de Dios y todos los hombres rectos la seguirán.
Ahora la justicia de Dios está como semi oculta a los ojos humanos, oscurecida por la represión y el abuso visibles, y por el aparente triunfo de los impíos (Sal 73:4-9). Eso desconcierta a muchos. Pero volverá a brillar en todo su esplendor. Entonces, todos los hombres rectos la verán claramente e irán en pos de ella.
Cuando llegue, ésa será también la hora de la venganza, la hora en que sobre la cabeza del impío recaiga todo lo que hizo padecer al justo. Este es el sentido obvio del texto si se piensa que los v. 14 y 15 forman una unidad: “Porque no abandonará el Señor a su pueblo… sino que el juicio será vuelto…” La segunda frase cumple lo que promete la primera. Juntas forman un todo que nos habla de cómo actúa Dios. (3)
La pregunta inevitable entonces es: ¿Por qué permite Dios la opresión de los justos? Porque a través de las pruebas y del sufrimiento maduran los justos a mayor justicia, su fe y su amor crecen y son preparados para mayores obras. Ese es el mensaje de 2 Cor.11:16–12:13, que recomiendo leer.
Notas: 1. La palabra hebrea nekama quiere decir, venganza, revancha, castigo (ekdikesis en griego, Lc 18:7). La Vulgata y la King James traducen el comienzo de este verso así: “El Señor Dios a quien la venganza pertenece…” Bellarmino comenta que siendo Dios justo, no dejará que el malvado deje de recibir el castigo que merece. Yo agregaría que es un sentimiento recto indignarse por las injusticias que se cometen en el mundo, y desear que la justicia prevalezca dando a cada hombre el pago que merecen sus actos.
2. El salmo 149 habla de “ejecutar venganza entre las naciones” (v.7). Ése es el contexto en que en Apocalipsis se dice que Dios vengará a sus escogidos, -como en Ap 19:2, o en Ap 6:10: “¿Hasta cuándo Señor... no juzgas y vengas nuestra sangre?- La venganza (retribución) está unida al juicio. Dios se venga de los que abusan del débil; esto es, los castiga (Jr 5:29).
Por eso Pablo nos exhorta a no vengarnos nosotros mismos, citando una frase de Deuteronomio: “Mía es la venganza...dice el Señor” (Rm 12:19; Dt 32:35). Deja que sea Dios quien te vengue. Tú sé manso. “No digas yo me vengaré...” (Pr 20:22), porque no corresponde al hombre dar el pago (Pr 24:29).
3. Hay una frase en Apocalipsis que transmite el mismo mensaje: “Dadle a ella como os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.” (Ap 18:6; Sal 137:8; Jr 50:29)
NB. El presente artículo fue publicado hace nueve años. Se publica nuevamente casi sin cambios, pero dividido en dos partes debido a su extensión.

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Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#744 (16.09.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).