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miércoles, 2 de mayo de 2018

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER


VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Por José Belaunde M.
En los últimos meses se han producido en el Perú algunos casos muy serios de maltrato de la mujer que rayan en lo inhumano.
Estos casos recientes deben ciertamente preocupar a todos los ciudadanos conscientes, porque son manifestaciones de la presencia en nuestra sociedad de una mentalidad primitiva, desconsiderada e irresponsable que tiene consecuencias muy penosas para las mujeres afectadas.
Esos casos incluyen golpizas, atropellos, acoso en las calles y violaciones, conductas todas ellas que son inaceptables en una sociedad civilizada. Y lo más vergonzoso para nosotros es que se dieron varios casos en que los agresores no recibieron la sanción penal que corresponde, porque nuestra justicia se burla de las mujeres.
Esas ocurrencias obedecen a una perversa mentalidad secular que coloca a la mujer en una situación de inferioridad y dependencia, y lo que es peor, a nivel popular considera a la violación como un acto de hombría. J.M. Arguedas escribió un cuento que grafica terriblemente esta mentalidad.
Todas esas acciones y actitudes son, como todo abuso de la fuerza física, actos de cobardía. El hombre que golpea, o maltrata físicamente a una mujer, debe ser calificado y tratado como lo que es, un cobarde. Y si viola a una mujer, de asesino, porque lo es efectivamente, dado el daño psicológico y moral que ocasiona. Desgraciadamente nuestra legislación considera la violación como un delito, no como un crimen, lo que afecta la severidad de las penas.
Teniendo en cuenta la indiferencia y pasividad con que las mujeres son a veces atendidas en las comisarías, fiscalías y otras instancias judiciales, según me consta, deben establecerse protocolos de atención de cumplimiento obligatorio, y observatorios que vigilen su cumplimiento.
Adicionalmente, como se trata de una mentalidad fuertemente arraigada en nuestra sociedad por razones históricas, es necesario que desde la etapa escolar inicial se enseñe al niño a respetar a la mujer, y a la niña a valorarse.
Después de todo ¿cómo puede nuestra sociedad subsistir sin respetar a la mujer y darle el sitial que le corresponde? Las mujeres son nuestras madres, esposas e hijas. Esto es, las madres que nos criaron, las esposas que nos aman, y las hijas que engreímos. Son ellas generalmente las que llevan el peso del hogar. Y en nuestro pueblo en muchísimos casos, las mujeres son las heroínas anónimas que sostienen con su precario trabajo, o a veces, por necesidad, con la limosna, el hogar abandonado por el hombre que engendró hijos sin asumir su responsabilidad. ¿Cómo no debemos valorarlas? ¿Qué haríamos nosotros sin ellas?

viernes, 4 de abril de 2014

LA ESTIMA MUTUA DEMOSTRADA ANTE TERCEROS

Pasaje Tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo
LA ESTIMA MUTUA DEMOSTRADA ANTE TERCEROS.
Es muy importante también… mantener y demostrar la estima que se tienen los esposos ante terceras personas. Desgraciadamente no siempre ocurre que los esposos se comporten de esa manera. Los parientes, los padres, los suegros, los amigos, ellos deben sentir que la unión de ambos es indestructible. Deben sentirlo a través de la actitud que marido y mujer guardan cuando están con otras personas. Esas personas deben sentir la santidad del matrimonio y el amor mutuo que ambos esposos se tienen. Los amigos que visiten la casa deben sentir la estima que los esposos se tienen el uno por el otro, de tal manera que nadie, nadie, se atreva a hablarle a uno de ellos, al esposo o a la esposa, mal del otro.
Sabemos, sin embargo, que incluso en ambientes cristianos ocurre que una persona puede venir a hablarle a la esposa mal de su marido. Es menos frecuente que le hablen al marido mal de su mujer; los hombres son menos habladores. Pero es un espíritu destructivo, de celos, de envidia, el que empuja a ciertas mujeres a hablarle a la esposa mal de su marido. No obstante, si la actitud de ambos, o la actitud de ella en especial, fuera tan respetuosa, tan considerada con su marido, ninguna mujer se atrevería a hablarle mal de su marido. Y si lo hiciera, la mujer en esos casos debe inmediatamente callarla, taparle la boca a la mala amiga y decirle: No me sigas hablando mal de mi marido, no quiero oír eso. Esto es, aun en ese aspecto debe la esposa serle fiel a su marido, y el marido, fiel a su mujer. Guardar la estima hacia fuera, es decir, frente a terceros, es una señal de la unidad de la pareja, unidad que nadie se debe atrever a empañar.
Este pasaje está tomado de mi libro “Matrimonios que perduran en el tiempo”, págs 192 y 193. EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.



viernes, 14 de febrero de 2014

MATRIMONIO Y FELICIDAD

Pasaje tomado de mi libro
“Matrimonios que Perduran en el Tiempo”
MATRIMONIO Y FELICIDAD
Si tomamos en su conjunto todo lo que la palabra de Dios dice acerca del matrimonio y de la familia, no hay lugar a dudas de que Dios bendice a los hogares donde se da a la madre y esposa el lugar que le corresponde.
¿Y cuál es el lugar que le corresponde ocupar a la mujer en el hogar? El marido es la cabeza, sin duda alguna, el sacerdote de la casa. El papel de la mujer, de la esposa y madre, es ser la reina del hogar, la reina de la casa.
Tú debes darle a ella ese lugar. Tú debes honrarla haciendo que ella sea la reina de tu hogar. La reina para los que están dentro, para tus hijos, para que la obedezcan y la respeten, para que nunca le falten el respeto; y la reina para los de afuera. Que vean que ella es la dueña de tu corazón. No porque ella está sobre ti, porque la reina no está encima del rey, sino porque tú no puedes ser rey si ella no es tu reina. Si tu mujer no es la reina del hogar, tú serás quizás el capataz, el sargento, el mandamás, pero no eres el rey del hogar.
Ella es tu primer ministro, si quieres verlo de otra manera, ella administra tu casa. Ella gobierna en ella y gobierna a tus hijos como la reina. Y tus hijos deben tratarla así, como tu reina. Ellos difícilmente te van a faltar el respeto a ti, pero si tú no los corriges a tiempo, sí se permitirán faltarle el respeto a su madre. Para ti debería ser como si te faltaran el respeto a ti mismo, porque ella es tu cuerpo (Ef 5:28) y lo que le hacen a ella te lo hacen a ti.
Tú debes protegerla. Tú debes ser su cobertura frente al exterior. Que nadie se permita atacarla, que nadie se permita faltarle el respeto, tratarla mal, menospreciarla. Y frente al interior, a los que están en casa, de igual manera. Porque tendrán que vérselas contigo. Tu mujer debe sentir eso, que tú la apoyas, que tú estás detrás de ella para sostenerla. Conviene que te des cuenta de que ella puede sentirse a ratos desbordada por sus hijos cuando crecen, sobre todo si son varios. En esas circunstancias tú debes apoyarla compartiendo sus tareas domésticas.

Págs. 126-128, Editores Verdad y Presencia, Telf. 4712178