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jueves, 12 de agosto de 2021

LA GLORIA DE SER EL SEGUNDO (EL PROFETA ELISEO II)

LA GLORIA DE SER EL SEGUNDO 
(EL PROFETA ELISEO II)
El discipulado comienza por el servicio. Sólo cuando se es fiel en lo humilde y sencillo se puede acceder a responsabilidades mayores. Para llegar a ser el primero es necesario haber sido un buen y fiel segundo -o tercero, o cuarto, etc., esto es, un buen subordinado.



miércoles, 20 de julio de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VI - A TIATIRA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VI
A LA IGLESIA DE TIATIRA I
Un Comentario de Apocalipsis 2:18-23

La ciudad de Tiatira está situada al Sur de Pérgamo, entre esta ciudad y Sardis. A inicios del siglo III AC, Seleuco Nicator estableció en la antigua Pelopia una guarnición de macedonios para defender el acceso al valle, y le puso el nombre de Tiatira. Pasó a manos del reino de Pérgamo el año 190 AC, y de los romanos en 133 AC. No tenía un acrópolis propiamente dicho, como la mayoría de las ciudades griegas, pero tenía un templo dedicado al dios Apolo y otro, a la diosa Artemisa (Diana).

Como apunta W.M. Ramsay, a lo largo de la historia, especialmente durante los siglos de lucha entre los invasores musulmanes, (primero árabes y después turcos), y los defensores cristianos, su destino estuvo marcado por su situación estratégica en la ruta de la invasión. Bloqueaba el camino de los ejércitos invasores, y por eso debía ser conquistada por todo invasor. Pero a la vez, como resguardaba el pasaje a un rico distrito, debía ser defendida a toda costa y ser fortificada. Actualmente la ciudad subsiste con el nombre de Ak-Hisar, y tiene unos cien mil habitantes.

En los años en que se escribieron estas cartas se distinguía sobre todo a causa de su comercio floreciente, y por sus gremios artesanales especializados en trabajos de bronce, cerámica, tejeduría, textiles y tejidos de púrpura, que en esta ciudad era obtenida no de moluscos marinos, sino de una raíz. Su nombre aparece en el libro de los Hechos en conexión con Lidia, la primera mujer gentil convertida al cristianismo. De ella dice Hechos que era "vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira." (Hch 16:14) Ella era una persona de posición acomodada porque se permitía invitar a Pablo y a su comitiva a posar en su casa. Ella adoraba al Dios verdadero, lo cual quiere decir probablemente que era prosélita del judaísmo. Estando Pablo y sus compañeros en Filipos un día de reposo, salieron fuera de la ciudad, junto al río, donde los judíos piadosos solían reunirse para orar (porque no había sinagoga en la ciudad), y empezaron a hablar a las mujeres que estaban allí. Una de ellas, Lidia, estaba atenta a lo que Pablo decía, creyó y fue bautizada, ella con su familia (Hch 16:13-15).

18. Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:"
La epístola a la iglesia de Tiatira es la más larga de todas las epístolas de nuestro Señor y también la más elogiosa. Quizá por ese motivo Jesús se refiere a sí mismo en una forma que no ha empleado antes, ni lo hará en las subsiguientes cartas, esto es, como el Hijo de Dios, el eterno Hijo Unigénito del Padre. Y luego se describe a sí mismo en los términos resaltantes de la descripción que Juan da de su apariencia al comienzo del libro: "ojos como llama de fuego y pies semejantes a bronce bruñido" (Ap 1:14,15).

Los ojos llameantes son, como ya se ha dicho, de un lado, manifestación de amor encendido y, de otro, expresión de ira santa y de juicio, con los cuales escudriña la mente y el corazón. Los pies de bronce bruñido simbolizan la perfecta sabiduría, y la firmeza con la que Dios actúa.

La fe de los cristianos en Tiatira estaba expuesta a un gran peligro debido a que nadie podía pertenecer a los gremios artesanales -condición indispensable para prosperar en un oficio- sin participar en sus banquetes comunales que podían tener el carácter de festines idolátricos y, posiblemente, al final orgiásticos. Ya en su carta a la iglesia de Pérgamo Jesús había expresado su oposición a toda concesión a las prácticas paganas que podían inducir a los creyentes a pecar. Pero obedecer a esa orden suya significaba aceptar limitaciones en el ejercicio de su oficio o profesión, esto es, empobrecer.

19. "Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras."
La frase “Yo conozco tus obras" es como un estribillo que se repite en cada epístola. Jesús la repite tanto porque quiere que seamos conscientes de que Él conoce todo lo que hacemos, que nuestra vida es un libro abierto delante de sus ojos, y que nada de lo que hacemos escapa a su mirada.

Pero no sólo conoce las obras de la iglesia, sino también las cualidades que posee,
esto es, su amor, fe servicio y paciencia. Que mencione el amor en primer lugar, como nada dice inútilmente, quiere decir que los miembros de esta iglesia se distinguían por su amor acendrado, primero a Dios y, segundo, al prójimo. Este amor debe haber sido algo especial para que Jesús lo destaque, y que ésta sea la única epístola en que Jesús mencione esta virtud como un elogio.

El amor está unido a la fe, formando una pareja en que ambos se apoyan mutuamente. Si el amor sobrenatural (ágape) proporciona el impulso para servir, la fe, junto con la esperanza, es el fundamento de la perseverancia y de la paciencia frente a las pruebas. Sin duda el pastor y sus fieles se desvivían por atender a las necesidades espirituales y materiales de sus hermanos, así como de las personas paganas necesitadas (1Ts 1:3).

La caridad ha sido siempre un testimonio poderoso ante los incrédulos. En esos tiempos lo era especialmente porque el mundo pagano era cruel e indiferente frente a las necesidades ajenas. Los enfermos no eran atendidos por sus familiares, sino eran expulsados de sus casas por temor al contagio, y se hacía escarnio de los pobres. Pero los cristianos cuidaban de sus enfermos y, para sorpresa de sus vecinos, no se contagiaban, así como también atendían a las necesidades de los--pebres. Su conducta-amable y la santidad de su vida atraían la mirada de la población en torno, admirativa en unos casos, burlona en otros.

“Tus obras postreras son más que las primeras." Una rápida revisión de lo que Jesús dice en las otras cartas a continuación de la frase 'Yo conozco tus obras", nos hará ver lo excepcional del elogio contenido en las palabras citadas. Tus obras, es decir, tu conducta, tus esfuerzos actuales, son mejores que al comienzo. ¡Cuánto has progresado en tu devoción a mi causa y en tu entrega!

Ese elogio contrasta con el tierno reproche que dirige a la iglesia de Éfeso, a la cual, después de alabarla, le recrimina: “Has dejado tu primer amor" (Ap 2:4). Tus obras postreras no son más que las primeras, sino lo contrario. Por su lado, al ángel de la iglesia de Sardis le reprocha: "tienes nombre de que vives, pero estás muerto"; y al de Laodicea le recrimina su tibieza: no eres ni frío ni caliente (3:16). El vers. que comentamos nos hace pensar que, pese a los obstáculos, la comunidad de creyentes de Tiatira experimentaba un proceso de crecimiento espiritual, que es un signo de la vitalidad de la fe.

¿Y nosotros cómo andamos? ¿Estamos progresando, o estamos estancados, o quizá, estamos retrocediendo?

20. "Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos."
No obstante, a esta iglesia tan elogiada le hace ver, como hizo con la de Efeso y la de Pérgamo, que tiene algo que le disgusta. En el caso de Tiatira se trata de Jezabel, la pretendida profetisa que induce a mis siervos, dice Jesús, a comer lo sacrificado a los ídolos. Pero no sólo a comer esa carne -lo que en sí no sería grave, pues Pablo lo permite- sino también a participar en sus banquetes y rituales idolátricos (Nota). Es decir, a negarme públicamente, porque ¿qué comunión puede haber entre Cristo y Belial (2Cor 6:15)? ¿Entre el culto al Dios invisible y a los ídolos? Este reproche ligado a la palabra "fornicar", quiere decir aquí posiblemente, como ocurre en el lenguaje de los profetas del Antiguo Testamento, adorar a falsos dioses (Jr 3:1,2; Ez 16:15-34; cf Ex 34:15).

Naturalmente Jezabel no era el nombre verdadero de la mujer, sino que Jesús se lo atribuye en términos simbólicos, comparándola con el personaje femenino más execrable de toda la Biblia: la mujer de Acab, que pervirtió a Israel difundiendo el culto a Baal, y apoyando a los falsos profetas. Y que luego quiso matara Elías (1R 16:29-33; 18:20-40).

En los primeros tiempos de la iglesia las mujeres ocupaban un lugar prominente, tanto como evangelistas y maestras, como profetizas. Después la iglesia se masculinizaría y relegaría a la mujer a papeles secundarios. Pero no era así al comienzo. Esta mujer, sin embargo, posiblemente había abusado de la confianza que ingenuamente el pastor tenía en ella, lo había engañado con halagos, y había adquirido una influencia peligrosa en la iglesia.

21. 'Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación."
Jesús dice que le ha dado largas a la falsa profetiza, quizá en consideración a servicios pasados. Pero en vista de su obstinación en el mal, el plazo de tolerancia se ha terminado. El orgullo suele ser la causa principal de la obcecación de los que se desvían halagados por los elogios que reciben de sus seguidores. Hay quienes especulan que el propio Juan, ministrando en Tiatira, la habría reprendido severamente, pero sin resultados debido a su soberbia.

22. "He aquí yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella."
Jesús anuncia que ha llegado para ella la hora del castigo, el cual se cumplirá mediante una enfermedad que la postrará en cama. No se dice qué clase de enfermedad la afligiría, pero será una enfermedad que pondrá en gran angustia -aparentemente en inminente peligro de contagio- a los que con ella adulteran, es decir, practican la idolatría. En ese tiempo en que la medicina estaba muy poco avanzada, los que se acercaban a los enfermos estaban en grave peligro de contagio, por lo que pocos eran los que se atrevían a cuidarlos.

23. "Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón, y os daré a cada uno según vuestras obras."
"Y a sus hijos heriré de muerte..." Es una advertencia solemne: el castigo vendrá indefectiblemente sobre los seguidores de la mujer impía (a los que Jesús llama figuradamente "hijos") si no se arrepienten de las obras que ella les enseñó a practicar, y con las que la imitaban.

Es un hecho que las personas que incurren en ritos ocultos satánicos –que es lo que la alusión a profundidades de Satanás en el versículo siguiente sugiere- difícilmente se arrepienten de lo que hacen, porque viven bajo la ilusión de haber penetrado en secretos de profunda sabiduría y adquirido poderes sobrenaturales. El demonio les ha dado algunas pequeñas migajas de su poder engañoso -que ellos, en su ciega vanidad, se figuran que es un banquete- y se resisten a abandonar la ilusión en que están atrapados.

Sólo una intervención excepcional de la gracia puede hacer que se les caiga el espeso velo que cubre sus ojos y despierten a la realidad. Pero si no obedecen a la gracia que se les concede ¡qué terrible castigo les espera! Su extravío, a mi juicio, forma parte de lo que Jesús llamó "la blasfemia contra el Espíritu Santo" (Mt 12:31).

 El castigo que les sobrevendrá servirá de advertencia a todas las iglesias para que todos sepan que nadie puede ocultar sus intenciones y pecar de forma tan escondida que escape a la mirada escrutadora de Jesús. Él penetra, en efecto, hasta lo más profundo del corazón humano, "hasta la división del alma y del espíritu, y discierne -es decir conoce- los pensamientos y las intenciones" más secretas (Hb 4:12; cf Sal 7:9b; Jr 17:10).

Entre nosotros esto no es conocido, pero en algunas iglesias nominales de otros países el poder feminista de Jezabel se ha extendido y contaminado la enseñanza y la vida de los asistentes.

"Daré a cada uno según sus obras." Este es el principio quizá que con más frecuencia se repite en las Escrituras, y que representa una ley que se aplica a todo ser humano: Dios paga a cada cual según sus obras (Sal 62:12b; Pr 24:12b; Ez 33:20; Mt 16:27). Cada cual recibe indefectiblemente la recompensa, o la sanción, que sus actos, palabras y pensamientos merecen.

Pablo lo pone de otra manera muy pertinente: "Dios no puede ser burlado... lo que el hombre siembra eso cosechará."(Gal 6:7).

El principio es el mismo, sólo que en la primera forma el pago parece venir de Dios; en la segunda parece que viene de las consecuencias naturales. Pero ambas maneras redundan en lo mismo, el pago y el resultado vienen de Dios, porque Él es quien ha hecho el mundo de tal manera que las causas producen efectos congruentes con su naturaleza.

Sin embargo, sí hay una diferencia entre ambas formas de retribución. La primera proviene del aspecto personal de Dios; la segunda, de su aspecto impersonal. En la primera su amor y su misericordia, o su ira justiciera, están involucradas; en la segunda, es como si Dios permaneciera distante e indiferente.

Nota: El Concilio de Jerusalén había instruido a los cristianos de la gentilidad que se abstuvieran de comer carne sacrificada a los ídolos (Hch 15:29). En su 1ra Carta a los Corintios. Pablo trata el tema con cierto detalle y flexibilidad. Comprar carne en los mercados presentaba un problema de conciencia para muchos cristianos porque mucha de esa vianda podía haber sido previamente sacrificada a algún ídolo en un templo. Para los cristianos de conciencia robusta ese hecho no significaba nada, porque sabían que el ídolo es nada en sí, puesto que sólo hay un Dios. Pero algunos cristianos de conciencia débil pensaban que la carne sacrificada a un ídolo podía estar contaminada por el contacto con el ídolo. Por ese motivo él aconseja evitar comer, o participar en banquetes en algún lugar de ídolos, por consideración a la conciencia de los hermanos débiles (1Cor 8:1-13). De otro lado, si un cristiano es invitado a comer por algún incrédulo, puede comer de todo lo que le sirvan sin preguntar por el origen de la carne. Pero si alguno le advirtiera que la carne servida proviene de algún sacrifico idolátrico, mejor es que se abstenga de comerla para no ser tropiezo a ninguno (1Cor 10: 23-31).

Así mismo, el que participa de la mesa del Señor no puede participar de la mesa de los demonios que están detrás de los ídolos a los que los gentiles ofrecen sacrificios (1Cor 10:20,21).

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de   Dios, yo te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."


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miércoles, 24 de septiembre de 2014

LOS VALORES Y EL AMOR II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LOS VALORES Y EL AMOR II
Al terminar el artículo anterior, en que estuvimos hablando acerca de los valores, dijimos que en el siguiente hablaríamos acerca del primero de todos los valores o virtudes.
El amor en realidad es la raíz de todas las virtudes, la raíz de todos los valores, porque del amor procede todo lo demás, es decir, todas las cualidades y todas las cosas buenas que hay en la vida. El amor es la virtud central, el valor central. Agustín, el famoso obispo de Hipona, decía: “Ama y haz lo que quieras”. No estaba propugnando una vida sin ley, librada al capricho humano, sino que si una persona ama y es una persona buena, va a hacer de una manera natural y espontánea lo que es bueno, conveniente, beneficioso y útil para los demás. Por eso es que el amor, decimos, es lo primero.
Pablo lo enseña muy claramente en 1ª Corintios, en un pasaje que seguramente todos conocen muy bien. En el cap. 12 Pablo ha estado hablando de los diferentes dones espirituales, y al llegar al versículo 31, dice: “procurad pues los dones mejores”. Todos esos dones de los cuales os he hablado, tratad de tenerlos, de adquirirlos. Pero en seguida añade: “Mas yo os muestro un camino aun más excelente”. Entonces comienza a decir: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (13:1-3)
Y podríamos añadir: Si tú tienes todos los conocimientos del mundo, y además tienes los mejores contactos en la vida empresarial y en el mundo de los negocios y en la política, y si tú eres una persona fuerte, más fuerte que Hulk, pero no tienes amor, no eres nada. Pero si tienes amor, aunque seas pequeño, desconocido, inválido, pobre, menospreciado por la gente, lo tienes todo. ¿Por qué? Porque el amor es la cualidad suprema, que viene directamente de Dios, y quien lo tiene, lo tiene todo, porque Dios es amor. De otro lado sabemos también que el primero de los frutos del Espíritu, de que habla Gálatas 5: 22,23 es el amor.
¿Y por qué es el amor tan importante? Podríamos decir que el amor es como el tronco de un árbol, la cepa principal de la cual salen no solamente las ramas cubiertas de hojas, y de las cuales cuelgan los frutos, sino también los brotes a nivel del suelo, de la tierra. Del amor viene todo lo demás. Del amor viene la cortesía, la amabilidad, la bondad, la consideración, la fidelidad, la lealtad, etc., etc., las cualidades que ennoblecen la vida. En suma, el amor es la madre del cordero, por decirlo en términos populares. El amor lo es todo.
De hecho nosotros sabemos por qué creó Dios al hombre, por qué creó a todos los demás seres, a sus criaturas, a los animales de toda clase, desde los dinosaurios, cuyos pasos hacían retumbar el suelo, hasta los minúsculos microbios y bacterias, invisibles al ojo humano. Todas las creó por amor y, de acuerdo a su amor, las creó para amarlas y para ser amado por ellas. Y cuando los hombres, que son la corona de su creación, se rebelaron y se apartaron de Él, vino a salvarlos. ¿Por qué motivo? ¿Qué dice su palabra? “Porque de tal manera amó Dios…” (Jn 3:16). Lo hizo por amor.
La verdad es que todas las cosas valiosas que hay en la vida son hechas, movidas, condicionadas por el amor. Pero también es cierto que, en la práctica, todos nosotros – y si no somos hipócritas tenemos que reconocer que es cierto- somos movidos más por el interés, por lo que nos conviene. Y de eso, a la larga, no viene nada bueno, porque los intereses de las personas colisionan unos con otros.
Es mucho mejor ser movido por el amor que ser movido por el interés porque el resultado, a la larga, es mejor para todos. Actuar por interés nunca puede dar frutos comparables a los que rinde el amor. De manera que, no por razones idealistas sino por razones estrictamente prácticas, el amor es el más importante de todos los valores. Cuando actuamos por amor, especialmente movidos por el amor sobrenatural, Dios nos mira con agrado y nos bendice. Eso es lo que Dios desea y espera de nosotros, porque Él actúa también de esa manera, movido por amor.
En primera de Corintios 13·Pablo dice que “el amor es sufrido” (según Reina Valera 60; en otras versiones dice “paciente”, que viene a ser lo mismo) “el amor es benigno, el amor no tiene envidia...” -aunque nosotros somos con frecuencia envidiosos - “el amor no es jactancioso”, -aunque todos somos unos sobrados- “el amor no se envanece” -aunque todos nos miramos en el espejo para ver si soy más guapo hoy día que ayer- “el amor no hace nada indebido” -aunque con frecuencia nos portamos mal- “el amor no busca lo suyo” -aunque cada cual está buscando ganarse alguito- “el amor no se irrita” -aunque con frecuencia nos molestamos- “no guarda rencor” -aunque estamos llenos de resentimientos- “el amor no se goza de la injusticia” ni del daño ajeno, -aunque nosotros con frecuencia decimos: “bien merecido se lo tiene”- “mas se goza de la verdad” –aunque con frecuencia mintamos. Pablo concluye con una frase maravillosa: “el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (v. 4-7). Muchas madres lo saben muy bien por experiencia, porque ellas están acostumbradas a sufrir, a esperar y soportar orando y creyendo que al fin su hijo ha de corregirse y seguir por el buen camino.
En suma, todos nosotros necesitamos llenarnos de amor para atraer a nosotros las cosas buenas a las que aspiramos y que deseamos, porque el amor es como un imán que atrae el bien y rechaza el mal. Cuando no amamos este imán de nuestra alma carece de fuerza, está como apagado. Hay personas que se dicen: “¿Por qué me sucede esto? ¿Por qué es que no tengo amigos? ¿Por qué estoy solo?” Naturalmente pueden haber muchas causas inmediatas del porqué eso sucede pero, en el fondo, detrás de la suerte como se dice, de lo que llamamos buena o mala suerte, de la felicidad o de la infelicidad de las personas, está el amor, el tener amor o carecer de amor, porque el amor siempre produce un fruto bueno, nunca un fruto malo, aunque pueda ser causa temporalmente de sufrimiento. Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis.” (Mt 7:16). Por el fruto del amor conoceremos la calidad del amor, o conoceremos que no hay amor.
Cuando en una casa, o en una familia, reina el amor, ¿cómo es la vida de ellos? Todos se llevan bien, todos se tratan bien, son considerados unos con otros, se ayudan mutuamente, se consuelan unos a otros si alguno está triste; se levantan y se acuestan felices, de buen humor, porque el amor reina en el hogar. Pero cuando no hay amor, ¿qué es lo primero que surge? Hay división, peleas, contiendas, rivalidades, hay infelicidad.
Cuando reina en nuestros corazones el amor, atrae el bien hacia nosotros, porque el amor, hemos dicho, es como un imán, y se manifiesta de muchas maneras en la vida práctica. Por ejemplo, el amor se manifiesta en fidelidad (¡y qué importante es la fidelidad!); el amor se manifiesta en lealtad, el amor se manifiesta en bondad, en benevolencia -que es querer bien- en buena voluntad; el amor se manifiesta en consideración, que es lo contrario a la desconsideración. A veces decimos: ¡qué persona tan desconsiderada! Nadie quiere estar al lado de una persona desconsiderada y nos alejamos de ella, porque no tiene amor. Si tuviera amor sería considerada. El amor se manifiesta en buenas maneras, en cortesía; el amor se manifiesta en misericordia, en compasión; el amor se manifiesta en generosidad, en solidaridad; el amor, en última instancia, se manifiesta en integridad, en honestidad, porque instintivamente busca lo recto; se manifiesta en diligencia, en veracidad, por amor de la verdad misma; se manifiesta en paciencia, en contentamiento, en dominio propio. En suma, todas estas cualidades surgen del amor.
Pero profundicemos aun más el tema.
El ser humano ama instintivamente. ¿Por qué? Porque la imagen de Dios que tiene dentro le impulsa a amar. Si tiene dentro de sí la imagen de Dios, y Dios es amor, entonces esa imagen de Dios que tiene dentro de sí al amor, como parte esencial de su ser, aunque haya sido maltratada y corrompida por el pecado, lo llevará a amar instintivamente, casi como si no quisiera.
Sabemos que también los animales aman, especialmente los animales domésticos. Aman a sus dueños, aman a los niños que juegan con ellos, y conocemos muchos casos de cómo los protegen y los cuidan, como si tuvieran la intuición de la fragilidad de la infancia.
Los animales aman, aunque no de la misma manera ni con la misma intensidad que los seres humanos, pero sabemos bien que la perra que ha dado a luz ama a sus cachorros; y la gatita, cuando tiene hijos, ama a esos gatitos que han salido de su vientre.
Yo he sido testigo en mi casa del amor de un gato fino y elegante, casi diría aristocrático, por una gatita techera chusca. Al llegar a mi casa el gato fino, no sabemos cómo, se convirtió en su pareja, como dicen hoy día. Le reservaba lo mejor de la comida que les proporcionábamos, y no permitía que otros gatos se acercaran a robársela. Estaba constantemente con ella como un fiel enamorado, al punto que era conmovedor verlos juntos, casi como si fueran humanos. Y fue una cosa terrible cuando unos chicos malcriados de la calle le echaron un veneno a la pobre gatita, y la gatita apareció un día muerta en el jardín. Hubieran visto a ese gatito fino y elegante, con su pelo lustroso, cómo ahora estaba con la cabeza baja, la imagen misma de la tristeza y del desconsuelo. No comía ni bebía la leche que le ofrecíamos; el pelo se le malogró y apenas caminaba de un sitio a otro como si se hubiera perdido. El pobre gato se moría de tristeza, hasta que un día se fue y no lo vimos más, porque había perdido a su novia, a esa gatita chusca, que por lo demás, le era infiel, como suelen serlo todas las gatas.
El amor es como el hambre, necesita un objeto para saciarse. Todos necesitamos amar a alguien, y si no tenemos a quien amar, amamos aunque sea a una mascota. Las personas que se han quedado solas en la vida y que no tienen a quien amar, tienen un perro, un gato, o varios; o a veces un loro, un gorrión, un canario, cualquier animalito; y lo tratan con tanto cariño, lo acurrucan y lo besan si pueden, porque necesitan amar. Y ciertamente ese animalito, o animalazo, que es su mascota, responde también con amor a la persona que lo ama. Ha habido casos de perros que han salvado la vida de sus dueños.
¿Saben ustedes que Adán estaba lleno de mascotas? Eso dice la Biblia, que Dios le trajo a todos los animales que había creado, y Adán les puso nombre a todos, pero no encontraba alguno que fuera como él. Entonces Dios dijo: Aquí falta algo, tengo que darle alguien semejante a él a quien él pueda amar, y lo durmió. Cuando se despertó Adán exclamó: “Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ya no es una mascota; ésta es alguien semejante a mí, a quien puedo amar.” Y se unió a ella.
Todo ser humano necesita amar a una persona del sexo opuesto, a menos que su corazón se haya marchitado, o haya renunciado voluntariamente al amor humano por amor de Cristo. No hay límite de edad para el amor, porque amar da vida, hace brillar los ojos, y rejuvenece la piel. Agustín decía que en su juventud él amaba a todas las muchachas que encontraba, pero que, en realidad, como comprendió después, él estaba enamorado del amor.
El amor, sabemos muy bien, impulsa a darse y necesita dar. Todo el que ama, da. Por eso es que existen los regalos. ¿Por qué regalamos? ¿Por altruismo o generosidad? No siempre, o no únicamente, sino porque dando expresamos nuestro amor. Aun el niño pequeño, si se encuentra con una niñita que le gusta, le da su juguete que no le entregaría a nadie. Pero como la quiere, le da su juguete, porque la ama. Dar cuando se ama es un impulso instintivo.
En el amor hay un movimiento o impulso desinteresado pero, a la vez, el amor quiere también recibir. No nos contentamos con dar amor, sino queremos también recibir amor. En el amor hay pues dos aspectos, uno desinteresado y otro egocéntrico. Hay una fuerza centrífuga y una fuerza centrípeta en el amor: queremos dar y queremos recibir amor, queremos amar y queremos ser amados. Ambas cosas van juntas. Por eso es que el amor, en principio, invita a una respuesta y suscita amor, o por lo menos simpatía en la persona amada.
Pero ocurre a veces que el que ama no es correspondido. Y ¿qué ocurre con el que ama y no es correspondido? Sufre, y su sufrimiento es uno de los más intensos que puede experimentar el ser humano. ¿Cuántos hombres y mujeres pueden decir amén a eso? El hecho es que en este darse y recibir amor estriba gran parte de la felicidad humana. Es el amor el que nos hace felices o desgraciados.
Antes se pensaba que el espacio sideral no estaba vacío, sino que estaba lleno de una sustancia a la que se llamó éter, y eso era lo que permitía que las ondas de luz y de calor se propagaran por el espacio. Pero la ciencia ha descartado la hipótesis del éter, y sostiene ahora que las ondas se propagan en el vacío. Pero nosotros podemos postular que, si no de éter, el universo entero está lleno del amor de Dios, que todo lo impregna y que en todo deja su huella.
Dios ama no sólo al hombre, sino a todas sus criaturas. Ama a la creación entera, aun a la inanimada, ama todo lo que ha salido de sus manos. Y por eso es que no sólo los animales domésticos aman, también aman las grandes bestias, el elefante y el rinoceronte; aman las fieras, el tigre y el león. ¿Aman los insectos, las moscas, las arañas, las mariposas? No tenemos manera de saberlo, pero tampoco podemos descartarlo. Yo me atrevería a postular que aun los vegetales aman. Por lo menos sabemos que responden al amor de las personas que les hablan, porque mejoran su aspecto y reverdecen como si se las regara. Y eso es lo que ocurre con las personas cuando se les ama. ¿No han visto como la planta marchita, cuyo tallo se ha doblado, se endereza y vuelve a florecer cuando se la riega? El amor es para el ser humano un elemento tan vital como lo es el agua para los vegetales. El que no ama y no es amado se seca, a menos que el amor de Dios compense la ausencia del amor humano.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
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