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jueves, 25 de agosto de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS XIII - A LA IGLESIA DE LAODICEA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS XIII
A LA IGLESIA DE LAODICEA II
Un Comentario de Apocalipsis 3:19-22



19. “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”
En el original griego la frase dice: “A los que yo (yo enfático) amo, reprendo y castigo”. Aquí hay un orden pedagógico: amar, reprender, castigar.

Estas palabras de Jesús nos recuerdan el conocido versículo de Proverbios: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.” (3:12) que cita también Hb 12:5b, 6 (cf Jb 5:17 y Sal 94:12); y encajan bien con el tono severo de esta carta, la más negativa de las siete epístolas. La reprensión de Dios no es una expresión de rechazo sino, al contrario, una manifestación del amor de Padre que corrige y disciplina a sus hijos. Jesús lo hace con los suyos porque quiere que superen el marasmo, la debilidad y peligro en que se encuentran. El verdadero amor no es indulgente sino, al contrario, es severo cuando conviene.  Por ello les amonesta: sé pues celoso. Aviva el celo por las cosas de Dios que antes mostraste, y arrepiéntete de tu actual tibieza. Arrepiéntete de haberte dejado cazar por las redes insinuantes del mundo que quiere atraparte con sus halagos, y reconoce de quién proceden esas trampas. Si quieres seguirme ciñe tus lomos y reanuda tu marcha por el camino estrecho que lleva a la salvación (Mt 7:14).

El uso de las palabras griegas es muy instructivo y elocuente: “Élegjo” es la reprensión que produce convicción en la persona acusada, no rechazo. El verbo “paideúo” viene de “paideia” que es la instrucción del niño. Jesús pues no quiere condenar, sino corregir a sus hijos para que enmienden sus caminos, como un padre hace con sus hijos.

20. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Como corolario de lo anterior y como una manifestación de su amor indesmayable, Jesús se dirige a los que ha reprendido severamente y les hace una invitación tierna. Yo no te pido que vengas donde mí y renueves nuestros lazos de amistad, sino que yo estoy delante de ti y toco la puerta de tu corazón.

Si tú estás arrepentido, ábreme la puerta y yo entraré a abrazarte. No sólo a abrazarte, sino que he traído conmigo todas mis riquezas para que cenemos juntos y compartamos lo que he traído.

Sentarse a la mesa con una persona era en la antigüedad –y sigue siéndolo hoy día- una manera de tener comunión, de celebrar y fortalecer la amistad con una persona. Eso es lo que Jesús quiere hacer con todos aquellos que habiéndose enfriado en el camino, quieren recuperar el fervor que antes tuvieron. Jesús no te ha desechado porque te hayas alejado de Él; quiere seguir siendo tu amigo.

Este versículo es usado con frecuencia con fines evangelísticos, para hacer el llamado a los que escuchan por primera vez el Evangelio. Y en verdad el versículo se presta muy bien para ese fin, pero ése no es su propósito en la carta a Laodicea, sino el de renovar la comunión perdida. Una muestra más de cómo la palabra de Dios es multifacética, y se presta para diversos fines sin que haya necesidad de forzar su sentido.

Pero examinemos con más detalle, fuera del  contexto de ese uso, el sentido de las palabras de esta frase. Jesús está “a la puerta”. Él no teme humillarse delante de cada discípulo suyo para presentarse como un mendigo que solicita se le atienda. Él es Rey y podría exigir que los que quieren tener amistad con Él acudan a su puerta y sean los que toquen para que se les abra. Pero Él hace al revés: El Rey acude donde su siervo. Quizá Jesús recuerde en ese momento sus propias palabras para ponerlas en práctica: “Llamad y se os abrirá” (Mt 7:7), esperando una respuesta positiva: “Y al que llama se le abrirá.” (Mt 7:8).

¿Habrá un soberano más tierno, amoroso y condescendiente que Él? Y nosotros cuando nos sintamos ofendidos ¿no tomaremos la iniciativa de buscar al ofensor para reconciliarnos, en vez de exigir que sea él quien venga a nosotros?

“Si alguno oye mi voz”, porque Él habla con voz suave, suplicante, no imponente. “Si alguno oye mi voz”, porque es posible que muchos estén tan distraídos en sus propios asuntos, y se hayan enfriado tanto, que no se ponen en el caso de que Jesús venga a ellos. Sus oídos están tapados por el ruido ensordecedor del mundo, y pueden no escuchar el susurro de Jesús en medio de ese estruendo. “Si alguno oye mi voz”, porque habrá ovejas que no habrán olvidado el timbre inconfundible de la voz de Jesús y la reconocerán, y que, confusos, se apresurarán a abrirle.  ¿Serás tú uno de ellos, o te harás el desentendido?

“Abre la puerta”. Jesús no fuerza su entrada, sino espera que se le abra. Su corazón está lleno de paciencia. ¡Ay de aquellos que no se apuren en abrirle! Pudiera ser que hayan perdido la última oportunidad de renovar su amistad con Él, porque Jesús vino otras veces y se le cerró la puerta. ¡Pero felices aquellos que le abran, y se sienten a la mesa con Él! Probarán manjares cuyo sabor nunca imaginaron.

Por eso dice “cenaré con él”. ¡Qué gran privilegio y honor es ser invitado a la mesa de los grandes! Muchos que alguna vez lo fueron lo recuerdan como uno de los momentos más felices de su vida, y se deleitan recordando los detalles de la fiesta suntuosa en la que participaron. Mas aquí está el más grande de los grandes, el Soberano de los reyes de la tierra, y Él no te ha invitado a su palacio, sino que ha venido a tu humilde morada con todas sus riquezas para honrarte. ¿Querrás perder esta oportunidad que muchos ansían de renovar tu comunión con Él? ¡Oh, no seas lerdo, sino deja tu tibieza, y acude pronto a la invitación que Él te hace! (1)

Pero notemos que Jesús ha dicho puntualmente: “Cenaré con él y él conmigo.” Esa cena verá su consumación en el banquete de las bodas del Cordero, al final de los siglos: Ap 19:9; cf Mr 14:25.

21. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Por último, Jesús repite la promesa que ha hecho en las otras cartas: “al que venciere”, aunque cada vez lo prometido es diferente. Al que no se rinda ante los halagos, o la oposición del mundo; al que supere los obstáculos que el enemigo se empeñará en poner en su camino; al que venciere, en fin, como Jesús venció sin temor a la muerte, Él, Jesús, el vencedor que subió al cielo para sentarse a la diestra de su majestad, le dará que se siente junto con Él en su trono. Pablo, en otro contexto, habla de los que se han sentado en lugares celestiales con Cristo Jesús (Ef 2:6). (2)

¿Qué cosa quiere decir “sentarse” en el trono mismo de Jesús? ¿Acaso hay en un trono, que es una silla grande, majestuosa para una sola persona, lugar para dos, o tres, o para muchísimos más, que serían los que vencieren, y a los que Él hace esta promesa?

Jesús dice que Él se ha sentado en el trono de su Padre (Mt 26:64), lo que quiere decir que, según la promesa de un salmo mesiánico, a Él se le ha dado el gobierno del mundo, porque el trono simboliza autoridad, como lo declara el Salmo 110: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” (v. 1, cf 1Cor 15:25) (3)

Jesús prometió a sus apóstoles que algún día en su reino ellos regirán a las 12 tribus de Israel (Mt 19:28), es decir, las gobernarían, tendrían autoridad sobre ellas (4). Lo que Jesús les está prometiendo a todos los que vencieren, es que algún día Él compartirá con ellos su autoridad sobre el mundo creado. Ellos serán, por así decirlo, sus ministros o mandatarios, en ese mundo futuro que nosotros no conocemos, que es de una grandeza que apenas podríamos imaginar. Pablo da a entender algo semejante cuando escribe: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? …¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?” (1Cor 6:2,3).

Toda persona a quien se delega autoridad comparte la autoridad de Aquel que se la ha delegado. Sus escogidos pues, los que le sirvieron en la tierra y no desfallecieron en las pruebas, compartirán la autoridad del Rey del Universo. De esta manera recibirán su recompensa (2Tm 2:12; Rm 8:17; Col 3:4). Ninguna acción suya, aún la más pequeña; ninguna palabra, aún la más furtiva; ningún gesto de caridad, pasará desapercibido; hasta la menor sonrisa, será tenida en cuenta; nada será perdido, todo será considerado para la asignación de la recompensa generosa que a cada uno corresponda, porque Dios es un Dios justo que paga a cada cual según sus obras. (Sal 62:12; Rm 2:6; Ap 2:23; 22:12).

22. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
¿Tienes tus oídos para escuchar y entender la promesa que Jesús te hace? Él no habla en vano, sino que cada palabra suya es “en Él sí, y en Él amén.” (2Cor 1:20), es decir, firme, segura. Si Él lo ha hablado, Él lo hará.

Como ya he dicho en otra parte (Mensajes a las Siete Iglesias IX), Él no habla aquí sólo a una iglesia en particular del pasado, sino que habla a la iglesia universal, a todos los creyentes de todos los tiempos, a ti y a mí.

Notas: 1. Aquí hay una relación de koinonía frecuente en el evangelio de Juan: “Cenaré con él y él conmigo.”  Véase Jn 6:56; 10:38; 14:20,23; 15:4,5; 17:21,26.
2. La carta a los Efesios sería, según algunos eruditos, la carta a la iglesia de Laodicea que  muchos dan por perdida.
3. Véase también las siguientes referencias: Mt 22:44; Mr 12:36; Lc 20:42,43; Hch 2:34,35; Ef 1:20-22; Col 3:1; Hb 1:3,13; 8:1; 10:12,13.
4. En Lucas 22:28-30 Jesús les dice que Él les asignará un reino así como su Padre le asignó un reino a Él.



Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad porque de ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#909 (10.01.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 20 de julio de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VI - A TIATIRA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VI
A LA IGLESIA DE TIATIRA I
Un Comentario de Apocalipsis 2:18-23

La ciudad de Tiatira está situada al Sur de Pérgamo, entre esta ciudad y Sardis. A inicios del siglo III AC, Seleuco Nicator estableció en la antigua Pelopia una guarnición de macedonios para defender el acceso al valle, y le puso el nombre de Tiatira. Pasó a manos del reino de Pérgamo el año 190 AC, y de los romanos en 133 AC. No tenía un acrópolis propiamente dicho, como la mayoría de las ciudades griegas, pero tenía un templo dedicado al dios Apolo y otro, a la diosa Artemisa (Diana).

Como apunta W.M. Ramsay, a lo largo de la historia, especialmente durante los siglos de lucha entre los invasores musulmanes, (primero árabes y después turcos), y los defensores cristianos, su destino estuvo marcado por su situación estratégica en la ruta de la invasión. Bloqueaba el camino de los ejércitos invasores, y por eso debía ser conquistada por todo invasor. Pero a la vez, como resguardaba el pasaje a un rico distrito, debía ser defendida a toda costa y ser fortificada. Actualmente la ciudad subsiste con el nombre de Ak-Hisar, y tiene unos cien mil habitantes.

En los años en que se escribieron estas cartas se distinguía sobre todo a causa de su comercio floreciente, y por sus gremios artesanales especializados en trabajos de bronce, cerámica, tejeduría, textiles y tejidos de púrpura, que en esta ciudad era obtenida no de moluscos marinos, sino de una raíz. Su nombre aparece en el libro de los Hechos en conexión con Lidia, la primera mujer gentil convertida al cristianismo. De ella dice Hechos que era "vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira." (Hch 16:14) Ella era una persona de posición acomodada porque se permitía invitar a Pablo y a su comitiva a posar en su casa. Ella adoraba al Dios verdadero, lo cual quiere decir probablemente que era prosélita del judaísmo. Estando Pablo y sus compañeros en Filipos un día de reposo, salieron fuera de la ciudad, junto al río, donde los judíos piadosos solían reunirse para orar (porque no había sinagoga en la ciudad), y empezaron a hablar a las mujeres que estaban allí. Una de ellas, Lidia, estaba atenta a lo que Pablo decía, creyó y fue bautizada, ella con su familia (Hch 16:13-15).

18. Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:"
La epístola a la iglesia de Tiatira es la más larga de todas las epístolas de nuestro Señor y también la más elogiosa. Quizá por ese motivo Jesús se refiere a sí mismo en una forma que no ha empleado antes, ni lo hará en las subsiguientes cartas, esto es, como el Hijo de Dios, el eterno Hijo Unigénito del Padre. Y luego se describe a sí mismo en los términos resaltantes de la descripción que Juan da de su apariencia al comienzo del libro: "ojos como llama de fuego y pies semejantes a bronce bruñido" (Ap 1:14,15).

Los ojos llameantes son, como ya se ha dicho, de un lado, manifestación de amor encendido y, de otro, expresión de ira santa y de juicio, con los cuales escudriña la mente y el corazón. Los pies de bronce bruñido simbolizan la perfecta sabiduría, y la firmeza con la que Dios actúa.

La fe de los cristianos en Tiatira estaba expuesta a un gran peligro debido a que nadie podía pertenecer a los gremios artesanales -condición indispensable para prosperar en un oficio- sin participar en sus banquetes comunales que podían tener el carácter de festines idolátricos y, posiblemente, al final orgiásticos. Ya en su carta a la iglesia de Pérgamo Jesús había expresado su oposición a toda concesión a las prácticas paganas que podían inducir a los creyentes a pecar. Pero obedecer a esa orden suya significaba aceptar limitaciones en el ejercicio de su oficio o profesión, esto es, empobrecer.

19. "Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras."
La frase “Yo conozco tus obras" es como un estribillo que se repite en cada epístola. Jesús la repite tanto porque quiere que seamos conscientes de que Él conoce todo lo que hacemos, que nuestra vida es un libro abierto delante de sus ojos, y que nada de lo que hacemos escapa a su mirada.

Pero no sólo conoce las obras de la iglesia, sino también las cualidades que posee,
esto es, su amor, fe servicio y paciencia. Que mencione el amor en primer lugar, como nada dice inútilmente, quiere decir que los miembros de esta iglesia se distinguían por su amor acendrado, primero a Dios y, segundo, al prójimo. Este amor debe haber sido algo especial para que Jesús lo destaque, y que ésta sea la única epístola en que Jesús mencione esta virtud como un elogio.

El amor está unido a la fe, formando una pareja en que ambos se apoyan mutuamente. Si el amor sobrenatural (ágape) proporciona el impulso para servir, la fe, junto con la esperanza, es el fundamento de la perseverancia y de la paciencia frente a las pruebas. Sin duda el pastor y sus fieles se desvivían por atender a las necesidades espirituales y materiales de sus hermanos, así como de las personas paganas necesitadas (1Ts 1:3).

La caridad ha sido siempre un testimonio poderoso ante los incrédulos. En esos tiempos lo era especialmente porque el mundo pagano era cruel e indiferente frente a las necesidades ajenas. Los enfermos no eran atendidos por sus familiares, sino eran expulsados de sus casas por temor al contagio, y se hacía escarnio de los pobres. Pero los cristianos cuidaban de sus enfermos y, para sorpresa de sus vecinos, no se contagiaban, así como también atendían a las necesidades de los--pebres. Su conducta-amable y la santidad de su vida atraían la mirada de la población en torno, admirativa en unos casos, burlona en otros.

“Tus obras postreras son más que las primeras." Una rápida revisión de lo que Jesús dice en las otras cartas a continuación de la frase 'Yo conozco tus obras", nos hará ver lo excepcional del elogio contenido en las palabras citadas. Tus obras, es decir, tu conducta, tus esfuerzos actuales, son mejores que al comienzo. ¡Cuánto has progresado en tu devoción a mi causa y en tu entrega!

Ese elogio contrasta con el tierno reproche que dirige a la iglesia de Éfeso, a la cual, después de alabarla, le recrimina: “Has dejado tu primer amor" (Ap 2:4). Tus obras postreras no son más que las primeras, sino lo contrario. Por su lado, al ángel de la iglesia de Sardis le reprocha: "tienes nombre de que vives, pero estás muerto"; y al de Laodicea le recrimina su tibieza: no eres ni frío ni caliente (3:16). El vers. que comentamos nos hace pensar que, pese a los obstáculos, la comunidad de creyentes de Tiatira experimentaba un proceso de crecimiento espiritual, que es un signo de la vitalidad de la fe.

¿Y nosotros cómo andamos? ¿Estamos progresando, o estamos estancados, o quizá, estamos retrocediendo?

20. "Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos."
No obstante, a esta iglesia tan elogiada le hace ver, como hizo con la de Efeso y la de Pérgamo, que tiene algo que le disgusta. En el caso de Tiatira se trata de Jezabel, la pretendida profetisa que induce a mis siervos, dice Jesús, a comer lo sacrificado a los ídolos. Pero no sólo a comer esa carne -lo que en sí no sería grave, pues Pablo lo permite- sino también a participar en sus banquetes y rituales idolátricos (Nota). Es decir, a negarme públicamente, porque ¿qué comunión puede haber entre Cristo y Belial (2Cor 6:15)? ¿Entre el culto al Dios invisible y a los ídolos? Este reproche ligado a la palabra "fornicar", quiere decir aquí posiblemente, como ocurre en el lenguaje de los profetas del Antiguo Testamento, adorar a falsos dioses (Jr 3:1,2; Ez 16:15-34; cf Ex 34:15).

Naturalmente Jezabel no era el nombre verdadero de la mujer, sino que Jesús se lo atribuye en términos simbólicos, comparándola con el personaje femenino más execrable de toda la Biblia: la mujer de Acab, que pervirtió a Israel difundiendo el culto a Baal, y apoyando a los falsos profetas. Y que luego quiso matara Elías (1R 16:29-33; 18:20-40).

En los primeros tiempos de la iglesia las mujeres ocupaban un lugar prominente, tanto como evangelistas y maestras, como profetizas. Después la iglesia se masculinizaría y relegaría a la mujer a papeles secundarios. Pero no era así al comienzo. Esta mujer, sin embargo, posiblemente había abusado de la confianza que ingenuamente el pastor tenía en ella, lo había engañado con halagos, y había adquirido una influencia peligrosa en la iglesia.

21. 'Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación."
Jesús dice que le ha dado largas a la falsa profetiza, quizá en consideración a servicios pasados. Pero en vista de su obstinación en el mal, el plazo de tolerancia se ha terminado. El orgullo suele ser la causa principal de la obcecación de los que se desvían halagados por los elogios que reciben de sus seguidores. Hay quienes especulan que el propio Juan, ministrando en Tiatira, la habría reprendido severamente, pero sin resultados debido a su soberbia.

22. "He aquí yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella."
Jesús anuncia que ha llegado para ella la hora del castigo, el cual se cumplirá mediante una enfermedad que la postrará en cama. No se dice qué clase de enfermedad la afligiría, pero será una enfermedad que pondrá en gran angustia -aparentemente en inminente peligro de contagio- a los que con ella adulteran, es decir, practican la idolatría. En ese tiempo en que la medicina estaba muy poco avanzada, los que se acercaban a los enfermos estaban en grave peligro de contagio, por lo que pocos eran los que se atrevían a cuidarlos.

23. "Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón, y os daré a cada uno según vuestras obras."
"Y a sus hijos heriré de muerte..." Es una advertencia solemne: el castigo vendrá indefectiblemente sobre los seguidores de la mujer impía (a los que Jesús llama figuradamente "hijos") si no se arrepienten de las obras que ella les enseñó a practicar, y con las que la imitaban.

Es un hecho que las personas que incurren en ritos ocultos satánicos –que es lo que la alusión a profundidades de Satanás en el versículo siguiente sugiere- difícilmente se arrepienten de lo que hacen, porque viven bajo la ilusión de haber penetrado en secretos de profunda sabiduría y adquirido poderes sobrenaturales. El demonio les ha dado algunas pequeñas migajas de su poder engañoso -que ellos, en su ciega vanidad, se figuran que es un banquete- y se resisten a abandonar la ilusión en que están atrapados.

Sólo una intervención excepcional de la gracia puede hacer que se les caiga el espeso velo que cubre sus ojos y despierten a la realidad. Pero si no obedecen a la gracia que se les concede ¡qué terrible castigo les espera! Su extravío, a mi juicio, forma parte de lo que Jesús llamó "la blasfemia contra el Espíritu Santo" (Mt 12:31).

 El castigo que les sobrevendrá servirá de advertencia a todas las iglesias para que todos sepan que nadie puede ocultar sus intenciones y pecar de forma tan escondida que escape a la mirada escrutadora de Jesús. Él penetra, en efecto, hasta lo más profundo del corazón humano, "hasta la división del alma y del espíritu, y discierne -es decir conoce- los pensamientos y las intenciones" más secretas (Hb 4:12; cf Sal 7:9b; Jr 17:10).

Entre nosotros esto no es conocido, pero en algunas iglesias nominales de otros países el poder feminista de Jezabel se ha extendido y contaminado la enseñanza y la vida de los asistentes.

"Daré a cada uno según sus obras." Este es el principio quizá que con más frecuencia se repite en las Escrituras, y que representa una ley que se aplica a todo ser humano: Dios paga a cada cual según sus obras (Sal 62:12b; Pr 24:12b; Ez 33:20; Mt 16:27). Cada cual recibe indefectiblemente la recompensa, o la sanción, que sus actos, palabras y pensamientos merecen.

Pablo lo pone de otra manera muy pertinente: "Dios no puede ser burlado... lo que el hombre siembra eso cosechará."(Gal 6:7).

El principio es el mismo, sólo que en la primera forma el pago parece venir de Dios; en la segunda parece que viene de las consecuencias naturales. Pero ambas maneras redundan en lo mismo, el pago y el resultado vienen de Dios, porque Él es quien ha hecho el mundo de tal manera que las causas producen efectos congruentes con su naturaleza.

Sin embargo, sí hay una diferencia entre ambas formas de retribución. La primera proviene del aspecto personal de Dios; la segunda, de su aspecto impersonal. En la primera su amor y su misericordia, o su ira justiciera, están involucradas; en la segunda, es como si Dios permaneciera distante e indiferente.

Nota: El Concilio de Jerusalén había instruido a los cristianos de la gentilidad que se abstuvieran de comer carne sacrificada a los ídolos (Hch 15:29). En su 1ra Carta a los Corintios. Pablo trata el tema con cierto detalle y flexibilidad. Comprar carne en los mercados presentaba un problema de conciencia para muchos cristianos porque mucha de esa vianda podía haber sido previamente sacrificada a algún ídolo en un templo. Para los cristianos de conciencia robusta ese hecho no significaba nada, porque sabían que el ídolo es nada en sí, puesto que sólo hay un Dios. Pero algunos cristianos de conciencia débil pensaban que la carne sacrificada a un ídolo podía estar contaminada por el contacto con el ídolo. Por ese motivo él aconseja evitar comer, o participar en banquetes en algún lugar de ídolos, por consideración a la conciencia de los hermanos débiles (1Cor 8:1-13). De otro lado, si un cristiano es invitado a comer por algún incrédulo, puede comer de todo lo que le sirvan sin preguntar por el origen de la carne. Pero si alguno le advirtiera que la carne servida proviene de algún sacrifico idolátrico, mejor es que se abstenga de comerla para no ser tropiezo a ninguno (1Cor 10: 23-31).

Así mismo, el que participa de la mesa del Señor no puede participar de la mesa de los demonios que están detrás de los ídolos a los que los gentiles ofrecen sacrificios (1Cor 10:20,21).

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de   Dios, yo te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."


#902 (18.10.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 123, Miraflores, Lima 18, Perú. Tel 4227218.(Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

martes, 7 de junio de 2016

MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS I - A LA IGLESIA DE ÉFESO I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS I
A LA IGLESIA DE ÉFESO I
Un Comentario de Apocalipsis 2:1 al 4
La forma de las siete cartas sigue un patrón regular que se observa en todas, después de la fórmula inicial: "Escribe al ángel..."

1) El autor del mensaje es identificado con uno de los títulos del Hijo del Hombre que se ha mencionado en el capítulo anterior. Es de notar que al empezar las cuatro primeras cartas Jesús se identifica con una de las características con las que Él mismo se ha descrito en la visión inicial que tuvo Juan en el capítulo anterior. Compárese el vers. 2:1 con 1:16,20 y con 1:13; el vers. 2:8 con 1:17 y 1:18; el vers. 2:12 con 1:16; y el vers. 2:18 con 1:14,15.

Los títulos de Jesús en las tres siguientes cartas están tomados de otros pasajes de las Escrituras que son pertinentes a su contenido, el cual en las siete cartas está precedido por las escuetas palabras "Dice esto". Estas palabras recuerdan la frase profética común: "Así ha dicho Jehová" que se encuentra en Am 1:3; 2:11; Abd 1:1; Hg 1:2; Zc 1:3; Mal 1:2,9.

2) El mensaje en sí empieza declarando: "Yo conozco tus obras..." a los que siguen palabras de alabanza, o de reproche; de advertencia, o de aliento, según lo que haya que elogiar, o criticar, en cada iglesia.

3) El mensaje termina con la promesa: "Al que venciere", precedido en las primeras cartas por las palabras: "El que tiene oído..." que indican que el mensaje está dirigido a todos los cristianos de todos los tiempos. En las cuatro últimas cartas ese orden está invertido.

1. "Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete cándele ros de oro, dice esto:"
Es apropiado que Jesús dirija la primera carta a la ciudad de Éfeso, porque la capital (Metrópolis en griego) de la provincia romana de Asia era, junto con Antioquía, la ciudad pagana más  importante durante las primeras décadas de la evangelización. Éfeso era un centro comercial muy importante en ese tiempo, la ciudad más grande del imperio después de Roma y de Alejandría. En ella permaneció Pablo dos años, y a ella volvía una y otra vez en sus viajes. En ella había una comunidad cristiana numerosa y bien organizada, que fue fundada posiblemente por los esposos
Aquila y Priscila (Hch 18:18,19). En ella predicó el alejandrino Apolos con mucho éxito durante un tiempo (Hch 18:24-28). A ella dirigió Pablo una de sus epístolas más importantes.

Al empezar el dictado de sus cartas Jesús se dirige a la iglesia de Éfeso como Aquel que tiene las siete estrellas en su mano derecha, es decir, el que tiene autoridad sobre sus pastores. Enseguida añade: "y el que camina en medio de los siete candeleros", es decir, Aquel que es el Señor de las siete iglesias, Aquel de quien procede la vida espiritual que ellas tienen, y sin el cual ellas no existirían. En una palabra, Jesús afirma su preeminencia para subrayar por qué motivo los destinatarios deben prestar suma atención a lo que les escribe. Pero, a la vez, Él es el que los guarda de los ataques del enemigo, que no podrá arrebatarlos de su mano (Jn 10:28). Al decir que los tiene en su mano, Él está diciendo también: Éstos son míos, me pertenecen. Jesús subraya su intimidad con ellos.

2. "Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a
los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos."
Después de identificarse, Jesús menciona en primer lugar lo que tiene que elogiar en cada iglesia:
"Yo conozco tus obras..." como para subrayar la importancia que tienen las obras en la vida del cristiano. Jesús conoce todo lo que nosotros hacemos, sentimos y pensamos. Él habla como alguien que conoce a la perfección a los destinatarios de sus cartas, así como Él nos conoce a fondo a cada uno de nosotros. No tenemos nada que ocultar a su mirada escudriñadora. Conoce todo lo que hay que elogiar y todo lo que hay reprochar. Pero aunque Él pueda ser severo cuando es oportuno, como nos ama al punto de haber dado su vida por nosotros, lo es sin dejar su tono amoroso y cordial.

Él le dice a la iglesia de Éfeso que conoce sus arduos trabajos, esto es, sus penalidades y fatigas, y la paciencia con que las ha soportado en medio de un mundo hostil, lo cual no debe llamarnos la atención, pues Éfeso era una ciudad muy corrupta, en la que prevalecía la idolatría. En ella había un templo famoso, dedicado a la diosa Artemisa, una de las maravillas de la antigüedad.  Recuérdese el alboroto provocado en la ciudad por el rumor de que Pablo y sus compañeros pretendían suprimir el culto a la gran diosa "Diana (su nombre romano) de los efesios", lo que provocaría la ruina de los plateros (Hch 19:23ss).

Eres paciente en la pruebas, continúa Jesús, pero no lo eres, y con razón, con los perversos; ni para soportar a los malos que se infiltran en las iglesias; en particular, con los hipócritas que fingen ser apóstoles, y que pretenden tener autoridad espiritual, pero carecen de ella. Recuérdese la severa condena que hizo Pablo acerca de los "falsos apóstoles" que, siendo ministros de Satanás, "se disfrazan como ministros de justicia" (2Cor 11:13-15), así como la grave advertencia que hizo a los ancianos de Éfeso acerca de los "lobos rapaces que no perdonarían al rebaño", y que hablarían "cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos." (Hch 20:29,30).

¡Oh, cómo tuviéramos los cristianos de hoy la misma lucidez para desenmascarar a los hipócritas y explotadores, y la misma entereza para denunciarlos por lo que son!

En esta denuncia resuena el eco de lo que escribe el apóstol Pedro en su segunda epístola, exponiendo la falsedad de los pretendidos profetas y maestros que contaminan a las iglesias
(2P 2:12-22).

3. "y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado."
Jesús prosigue destacando lo que la iglesia de Éfeso ha sufrido con paciencia en la difusión del
Evangelio en un medio pagano, llamando sin descanso a los perdidos a refugiarse en los brazos del Mesías que murió en la cruz por salvarlos.

Jesús elogia que el pastor de la iglesia de Éfeso hiciera todo eso no por algún beneficio material, sino exclusivamente por amor a su nombre. Nuestros esfuerzos son tanto más valiosos cuanto más desinteresados sean nuestros móviles; cuando no buscamos el aprecio de los demás, o concitar la admiración del mundo, sino sólo agradar a Dios.; cuando todo lo hacemos por amor, y  particularmente por amor al que nos salvó. Y en todo ello te has mostrado perseverante e incansable, reconoce Jesús.

4. "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor."
Sin embargo, Jesús tiene algo que reprochar a esta congregación y a sus líderes. La llama de su amor que ardía fuertemente se ha ido enfriando, y ya no obran con el mismo fervor que al comienzo.
Ése es un peligro que nos acecha a todos, y a todas las iglesias en especial. Nos acomodamos en lo que hacemos y empezamos a hacerlo como por rutina. Descuidamos nuestra intimidad con Cristo, y no buscamos con el mismo ardor su rostro. Pero si no mantenemos el mismo vínculo de amor con Él, corremos el peligro de convertirnos en funcionarios. Ése es un peligro tan real que Pablo tuvo que exhortar a su discípulo Timoteo: "Aviva el fuego del don que recibiste." (2Tm 1:6; Jr 2:2). Y en otro lugar él nos advierte que nada de lo hagamos por el Señor tiene valor si no lo hacemos por amor (1Cor 13:1-3).

La rutina es el gran peligro que amenaza la piedad del cristiano. "Has dejado tu primer amor." ¿No ocurre eso también entre los esposos cuando la entrega mutua de los primeros abrazos se enfría? ¿Y qué ocurre cuando ese primer amor se enfría? Con él se esfuma la felicidad que al principio los alegraba. Amor y felicidad van juntos. El gozo que debe producirnos nuestra  relación con Dios no depende de la realización de tal o cual obra de evangelismo (aunque esto sea bueno), ni del cumplimiento de tal o cual norma, ni de la recepción de tal o cual bendición, sino del amor de Dios que inflama nuestros corazones, que no debe nunca enfriarse si realmente le pertenecemos por entero. Porque la tibieza tiene ese origen: un corazón dividido. Y es un cáncer que corroe la vida espiritual y la vuelve exangüe e impotente.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

¡GLORIA SEA DADA A DIOS! El lunes pasado, a eso de las 6.30 pm, estando yo ausente, uno de mis hijos ingresaba a la casa , cuando dos sujetos se bajaron de un automóvil negro de lujo, lo encañonaron y le dijeron : ¿Dónde están las laptops? Ante la amenaza no le quedó más remedio que llevarlos al lugar donde trabajo y, sin más, tomaron dos laptops que había sobre el escritorio y un celular que tenía de respaldo, y se lo llevaron apuradamente. No les interesó tomar otra cosa. Una de las laptops era vieja , pero me servía de respaldo. La otra, de un modelo muy sencillo, era nueva y su disco duro contenía todo mi trabajo y escritos de años atrás. Felizmente, en la
PC de mi secretaria tengo un resguardo bastante completo, de manera que pienso que conservo la mayor parte de mis escritos y archivos. Felizmente también, en su rápida incursión, no se toparon con ninguna de las otras dos personas que estaban en casa, lo que hubiera podido tener serias  consecuencias.
Sea como fuere, si Dios permite que nos ocurra algo de esa naturaleza es porque Él tiene un propósito bueno, aunque nosotros no lo podamos comprender, y no tenemos otra cosa que hacer sino darle gloria y bendecirlo por su misericordia.


#897 (06.09.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 4 de diciembre de 2015

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS XI - FILADELFIA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS XI
A LA IGLESIA DE FILADELFIA II
Un Comentario de Apocalipsis 3:9-13
9. “He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.”
Este versículo alude al conflicto que desde el inicio de la predicación del Evangelio surgió con los judíos, que se hicieron perseguidores de la Iglesia. Pablo mismo, cuando se llamaba Saulo, fue un acérrimo perseguidor de los creyentes, hasta que cambió su corazón cuando se le apareció Jesús camino a Damasco (Hch 9:1-9).
A estos enemigos de la iglesia Jesús los llama falsos judíos, porque los verdaderos judíos son los que han circuncidado no su carne sino su corazón, creyendo en Él. (Rm 2:28,29). De esos incrédulos Jesús anuncia que algunos reconocerán su error, se arrepentirán y vendrán humillados a los pies de aquellos que persiguieron (Is 45:14; 49:23; 60:14). No está declarado explícitamente que creerán en Él, aunque no debe descartarse que lo hagan. De los que permanecen impertérritos en su error Jesús dice que son miembros de la sinagoga de Satanás, término que también da en su carta a la iglesia de Esmirna a los judíos de esa ciudad (Ap 2:9) porque, en verdad, es el maligno quien impulsa a los enemigos de Dios a perseguir a los creyentes, como bien nos lo recuerda Pablo en Ef 6:12.
Nótese, sin embargo, que la profecía de Isaías que hemos citado se refiere a una vindicación de Israel frente a sus opresores, que los habían conquistado y enviado al exilio. Pero esa vindicación no se produjo, porque la mayoría del pueblo de Israel, al desconocer al Mesías esperado, anunciado por los profetas, renunció a ese triunfo. Por tanto, la promesa de Dios fue transferida a los seguidores de Cristo, a quienes no sólo los pueblos gentiles, sino los mismos judíos, vendrán un día a reconocer como su Salvador.
Por tanto, podemos ver en este versículo una alusión a la futura conversión en masa del pueblo judío, que anuncia Pablo en Rm 11:2, cuando las ramas del buen olivo que es Israel, que fueron desgajadas por su incredulidad, (Rm 11:20), sean de nuevo injertadas al creer en Jesús (Rm 11:23), y “todo Israel sea salvo” (Rm 11:26).
Entretanto los judíos incrédulos posiblemente excluían de la sinagoga a los judíos creyentes, levantando contra ellos acusaciones falsas, siguiendo el ejemplo del acusador mayor, Satanás, de quienes ellos eran, en verdad, hijos, aunque alegaban ser hijos de Abraham (Véase Jn 8:33-47).
Jesús continúa diciendo:
10. “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.”
¿Qué quiere decir “la palabra de mi paciencia”? Haber soportado la persecución sin flaquear. La frase de Jesús que debe haber resonado en sus oídos y en sus mentes es: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.” (Mt 5:11,12). Nótese que Jesús dice: “la palabra de mi paciencia”, lo que nos recuerda la frase de Pablo: “la paciencia de Cristo” (2Ts 3:5). Esto es, la paciencia con que Jesús soportó los padecimientos de la cruz, que es para nosotros un modelo digno de imitar. Los judíos de la sinagoga de Satanás los acosaban y calumniaban con el fin de alejarlos de la fe y mellar su fidelidad a Cristo, pero no pudieron vencer su constancia, porque ellos se mantuvieron fieles al mensaje que habían recibido, imitando a Cristo en su mansedumbre frente a los padecimientos. Y fue sin duda, ésta y no elocuentes argumentos, lo que venció a la incredulidad de sus enemigos.
En recompensa a su constancia Jesús les promete guardarlos de los rigores de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero. Aquí la pregunta que surge es: Históricamente ¿a qué prueba que vendría sobre el mundo entero se refiere Jesús? ¿Se trata de la gran tribulación que vendría en los últimos días? Véase lo que se dice más abajo al respecto. Yo me atrevería a suponer que se trata de una de esas epidemias ocasionales que asolaban el imperio romano de tiempo en tiempo, y en las que moría muchísima gente. Una calamidad de ese tipo constituye una verdadera prueba para cualquier grupo de personas. ¿O sería una nueva serie de terremotos, como los que habían asolado la región entre los años 17 y 20 DC?
Pero también puede suponerse que se refiere a la persecución de los cristianos que sería desatada por los emperadores romanos, en particular por Domiciano, hacia fines del primer siglo, que fue especialmente cruel (La decretada por Nerón en la década del 60, estuvo limitada a la ciudad de Roma). Otros, en fin, piensan que se trata de la “gran tribulación” de los últimos días, (mencionada por Jesús en Mt 24:21,22; Mr 13:14,19,20) y que ha de preceder a su segunda venida.
Si se tratara de esto último habría que considerar dos aspectos:
1) la persecución de la iglesia instigada por el anticristo (Ap 13:7) al que adorarán todos aquellos cuyos nombres no estén inscritos en el libro de la vida (13:8); y
2) la ira de Dios que se descargará sobre los seguidores de la bestia (Ap 9:20,21).
Siempre que aparece la expresión “los que moran en la tierra” se refiere al mundo pagano que no se arrepiente (Ap 6:10; 8:13; 11:10; 12:12; 13:8,12,14; 14:6; 17:2,8) y que se distingue de aquellos que llevan “el sello de Dios en sus frentes” (Ap 9:4), y que serán protegidos. Es muy interesante notar que uno encuentra en el comentario de este pasaje de Apocalipsis escrita por Andrés de Cesarea (567-637), una alusión clara al “arrebatamiento pretribulacional” que enseñan los dispensacionalistas, basándose en 1Ts 4:16,17. (Nota)
11. “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.”
Esta no es la única epístola a las iglesias en las que Jesús dice clara y enfáticamente: “Yo vengo pronto”.
También lo dice a las iglesias de Éfeso y de Pérgamo (Ap 2:5 y 16). En la epístola anterior, al ángel de la iglesia de Sardis, le ha amenazado con venir si no vela (3:3). Es un anuncio severo, pero condicional. A la iglesia de Tiatira le dice como una admonición referida a un evento lejano: “lo que tenéis retenedlo hasta que yo venga” (2:25).
Y a la iglesia de Laodicea –la epístola siguiente- le dice esas palabras que se han hecho tan conocidas: “Yo estoy a la puerta y llamo” (Ap 3:20). Se trata de una venida personal.
Todas estas palabras de anuncio se refieren a su segunda venida. Ellas expresan la expectativa en que vivía la iglesia de que la anunciada venida de Jesús en las nubes (Hch 1:9-11), era inminente. Es el anuncio con que se cierra también el libro: “Ciertamente vengo en breve”. A lo que responde Juan: “Sí, ven, Señor Jesús”. (Ap 22:20).
¿Por qué tarda en venir? Este sentimiento de expectativa defraudada debe haber sido tan fuerte en algún momento que Pedro se vio obligado a explicar el motivo de lo que para la percepción de los fieles era tardanza: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2P 3:9). Lo dice después de explicar que para el Señor “un día es como mil años, y mil años como un día” (v.8). Los tiempos del Señor son muy diferentes a los del hombre. Ése es un mensaje que desde Isaías se escucha: “Porque mis pensamientos no son como vuestros pensamientos.” (Is 55:8). Y así es, en verdad: una cosa es cómo ven los hombres el futuro anunciado, y otra cómo Dios lo ve. Por eso es que las profecías no se entienden plenamente sino cuando ocurren. Pero al ángel de la iglesia de Filadelfia Jesús le dice, después de anunciar su pronta venida: “Retén lo que tienes”. Es una exhortación dirigida a todos los que congrega esa iglesia, “para que ninguno tome tu corona”, y que recuerda las palabras dirigidas a la iglesia de Esmirna: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Ap 2:10).
¿De qué corona se trata? ¿De la corona de la salvación, o de la corona de la recompensa? De lo segundo, porque nadie puede tomar el lugar de otro en el libro de la vida, pero otro sí puede tomar mi lugar en la recompensa, si Dios debido a mis fallas, se ve obligado a llamar a otro para que cumpla la tarea que me había asignado, y que yo no supe cumplir. ¿A cuántos les habrá sucedido eso? ¿Que Dios los llamó para una misión específica que no cumplieron, y Dios tuvo que llamar a otro que la lleve a cabo? Ocurrió, como sabemos, con Saúl, el primer rey de Israel, a quien Dios desechó y que fue reemplazado por David.
¡Ah, que a ninguno le suceda eso! ¡Que Dios nos llame con un propósito definido, y no sepamos retener lo que teníamos, y Él tenga que llamar a otro para que ocupe nuestro lugar y reciba la corona que nos estaba destinada! ¿De qué depende el que no nos ocurra? De nuestra fidelidad.
Pero ¿podemos realmente perder lo que el Señor nos había dado? ¿Nuestra obediencia, nuestra fidelidad, nuestra paciencia? Sí, en verdad, podemos perder los tesoros de virtud que nos habían sido dados. Por eso Jesús exhortó a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt 26:41). El enemigo merodea en torno nuestro para ver a quién puede tentar para que se enfríe y deje su antiguo amor y que acaso peque (1P 5:8). A todos nos puede suceder, que se enfríe nuestro primer amor y se vuelva rutina.
12. “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”
Al que triunfare sobre todas las tentaciones que el enemigo provoque, y todos los ataques del entorno hostil, y se mantenga firme hasta el final, una vez que sea llamado de esta vida, dice Jesús, yo lo haré columna en el nuevo templo donde se adora a Dios sin cesar, el cual, a diferencia del antiguo, no será hecho por manos humanas. Es un templo espiritual conformado por todos los que son salvos a manera de piedras vivas, en el que se adora perpetuamente a Dios (1P 2:5).
La palabra “columna” da una idea de estabilidad y de firmeza, pero también de adorno, que contribuye a la belleza del lugar. Las columnas atraen la mirada de todos. Al que se paró firme como una columna cuando fue sometido a prueba, Dios lo premiará, en primer lugar, haciendo que sea uno de los pilares que adorne la Nueva Jerusalén, que ha de descender del cielo al final de los tiempos.
Y en segundo lugar, escribirá sobre él el nombre eterno de Dios y de su ciudad que descenderá sobre la tierra para habitación de los que fueron fieles (Véase Ap 21:9ss). Tener escrito el nombre de Dios es un signo de pertenencia. Pero Jesús añade que Él escribirá sobre el que venciere el nombre nuevo que Él va a recibir (y al que alude Ap 19:12) cuando, a su vez, venza al anticristo (Ap 19:20). ¿Cuál puede ser ese nombre que aún no ha sido revelado? ¿Qué sorpresa nos tiene reservado el Señor?
Nótese que la Nueva Jerusalén (la ciudad santa) es el nombre simbólico del reino consumado de Dios (Hb 12:22) que aún ha de manifestarse, por cuya venida todos nosotros rogamos y en el que ciframos nuestra esperanza (Ap 21:1-3). Mientras ese reino no llegue –y sólo llegará cuando Jesús vuelva- nosotros no tenemos ciudadanía en la tierra, seguimos siendo extranjeros y peregrinos en ella, como se dice en 1P 2:11.
El día en que la Nueva Jerusalén descienda del cielo, el cielo y la tierra se unirán, y la tierra será finalmente librada de la esclavitud de la corrupción, a la que estuvo sujeta a causa del pecado (Rm 8:20,21). Junto con ella se llevará a cabo la redención del cuerpo (Rm 8:23), según anuncia Pablo (1Cor 15:51-54).
Por último, la carta concluye con la frase con que también han terminado las cartas a las otras iglesias:
13. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Ya se ha explicado en artículos anteriores lo que esta frase repetida significa, por lo que no creo necesario volverlo a decir aquí. Véase en particular la carta dirigida a la iglesia de Pérgamo (#901 del 11.10.15).
Nota: A ese respecto quisiera anotar que los creyentes que son levantados para recibir al Señor en el aire, lo son para descender enseguida con Él a la tierra, a la manera como los habitantes de las ciudades en la antigüedad solían recibir a los generales victoriosos para entrar triunfantes con ellos.
NB. Desde el punto de vista histórico-simbólico la iglesia de Filadelfia representa a la época actual, a partir de mediados del siglo XVIII, en que, mediante la expansión del movimiento misionero, el Evangelio viene siendo progresivamente predicado en el mundo entero. Esta época subsiste simultáneamente con la representada por la iglesia de Laodicea, la era de la apostasía, en que la verdad de las Escrituras es puesta en duda, cuando no directamente negada por la alta crítica; en que las naciones antes cristianas abandonan la fe de sus mayores, y retornan al paganismo; una época en que parece que Sodoma y Gomorra hubieran resucitado del fuego que las consumió para extender por doquier su perversa influencia.


Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad porque de ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#907 (). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).